15. Confiar
CAPÍTULO QUINCE
CONFIAR
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El día estaba tan soleado que Félix sentía que le darían arcadas.
No importara que sus chaquetas fueran pequeñas y de telas no tan delgadas, sentía que el calor se le colaba entre los espacios donde debería entrar el aire, y solo le hacía sentir más pesar al saber lo que harían hoy.
Erwin en verdad parecía no querer darles un descanso.
—¿Por qué diablos tenemos que ir en estas cosas? —el azabache le dió una patada a la parte delantera, molesto—. ¡Oi, Nile! ¡Date prisa o te sacaré del caballo para cabalgar yo mismo!
Recibió en cambio silencio puro, de esos que dolían cuando en realidad querías una respuesta. Félix chasqueó la lengua y se dejó caer contra el respaldo, sus brazos cruzados frente al pecho. A un lado suyo, Erwin suspiró.
—Félix…
—Quiero usar mi equipo maldición —volvió a dar otra patada y después otra, y si el condenado de Nile no le respondía, tiraría la puerta abajo y lo bajaría del caballo. A fuerzas—. ¡Oi, Nile! ¡Déjame moverme como un humano normal y no como si estuviera arrestado maldita sea! ¡Te juro por todo lo que amo-!
—Cierra la boca, Kaiser.
Su mandíbula dolió al cerrarse tan fuerte. Sus dientes chocaron entre sí y el mentón le tembló un poco. Alzó la mirada al frente y frunció el ceño al toparse con Levi, quien le miraba igualmente disgustado con él y su presencia.
El capitán chasqueó la lengua y giró el rostro.
—Actúas como un niño pequeño.
—Y tu como un viejo decrépito con estatura de niño de quince años. Si quiero decirle a Nile ¡que se vaya a la mierda su estúpida procesión! pues se lo voy a decir —le sonrió una plácida sonrisa, y Levi le dedicó una sucia mirada—. Si no te gusta, te invito a saltar del carruaje, Levi.
Una cálida, grande mano aterrizando en su muslo le cerró la boca de inmediato. Levi le miró de reojo, claramente percibiendo su cerrada de boca pero fue misericordioso y no comentó nada, optando por girar su rostro una vez más lejos de donde se encontrara su presencia.
La mano de Erwin estaba tan cálida. Y Félix tenía calor, tenía muchísimo calor porque el día estaba demasiado soleado para lo que llevarían a cabo en Stohess, y los carruajes eran negros. Y no importaba que las temperaturas estuvieran tan altas, la piel de Erwin, cálida como era, descansando sobre su pierna fue suficiente para calmarlo.
Se negaba a mirarlo. Se negaba a girarse para ver qué expresión tenía Erwin en el rostro a pesar de que se moría de ganas por hacerlo.
—Lo siento —murmuró al final, como un niño regañado y amenazado con quedarse sin cena.
Esa pecaminosa y grande mano del Comandante le dio un ligero apretón en el muslo y todo pensamiento coherente salió volando por la ventana.
—Irritar a Nile no va a funcionar de nada —le dijo, tan cerca suyo que bien podría haberle estado hablando en el oído. Félix tragó en seco, preguntándose qué diablos le había pasado esa mañana para tener ideas tan pervertidas tan temprano—. Guarda la calma y espera a que Hange o bien Eren, den la señal.
La mano de Erwin se demoró sobre su muslo un segundo de más. El tiempo suficiente para que incluso Levi se diera cuenta, porque Shorty se volvió ligeramente hacia ellos con su única ceja visible levantada, mirando directamente a Félix como si fuera él quien se sacaba su propia alma solo con el cálido tacto de esa mano. La mirada de Levi era tan aguda y obvia y Erwin estaba tan inconsciente que comenzó a ser demasiado para su pobre salud mental.
Carraspeando, se inclinó en dirección a la parte lateral del carruaje y se acomodó de modo que quedara cara a cara con el Comandante. Su mano se deslizó de encima de su muslo, y finalmente dándose cuenta de en dónde la había dejado, la retiró hasta colocarla sobre su propio regazo. Félix suspiró, aliviado, y volvió a carraspear.
—¿Y si ella no lo pesca?
—Vamos directamente por ella —le dijo Levi.
Félix le miró con los ojos entrecerrados.
—¿"Vamos"? Los únicos que podemos movernos bien somos nosotros dos. Tu tobillo está esguinzado, y si te atreves a moverte de más, Petra vendrá a por ti, por descuidado, y a por mi, por dejarte ser descuidado.
Levi chasqueó la lengua como un crío petulante y se cruzó de brazos, aún mirándole con sus ojos pequeños y ese inusual color glacial penetrando en su alma. Félix le sostuvo la mirada lo mejor que pudo.
—Félix está en lo cierto, Levi —le dijo Erwin, inclinándose ligeramente hacia el frente—. No dudo de que tengamos éxito ahora mismo, pero aún nos quedan otros a los que enfrentarnos, y quisiera tenerte en óptima condición para cuando nos dirijamos hacia Shiganshina.
Lentamente, su mirada pasó de Félix a Erwin, y se quedó ahí por un momento demasiado largo. Félix miraba de él a Erwin, y de vuelta, pero se abstenía de hacer comentario porque incluso él entendía que la relación de aquellos dos era distinta a las que mantenían con otras personas, Félix incluído.
El azabache, en cambio, giró el rostro y lo descansó contra la tibia superficie del carruaje. Cerró los ojos por unos segundos y aspiró lenta y controlado, preparándose mentalmente para lo que estaba por venir.
Una vez más, pensó, las piezas estaban sobre el tablero y los jugadores ya habían apostado.
━━━
Un par de días antes.
La boca le sabía a cenizas e, internamente, se preguntó si quizás Eren conocía también su sabor.
Félix le miró a través de la mesa que los separaba. La expresión que llevaba en aquellos momentos sobre su joven rostro era parecida a la que había puesto cuando la Titán Hembra los persiguió en el bosque de los árboles gigantes. Félix sintió pena por él.
—¿Estás seguro de que no te estás confundiendo, Armin?
Y Armin. Félix no conocía de nada al chico, y no había hablado con él más que aquella vez cuando le pidió que lo acompañara hasta la oficina de Erwin. Pero había algo en él, podía verlo. Algo en su mirada, en su postura. Era tan tímido como una doncella, e inseguro como un chiquillo, y quizás lo que le hacía falta en coraje lo recompensaba con inteligencia.
—Sí, estoy bastante seguro.
—Entiendo eso —dijo Levi de repente sin despegar su mirada de los papeles que Erwin había llevado consigo—. ¿Tienes alguna otra evidencia?
—No, señor —su tono inseguro estaba de vuelta—. Pero…
—Luce como ella.
El ruido en la sala disminuyó considerablemente, y solo entonces se dió cuenta de que se debía a que había hablado. Félix parpadeó un par de veces para ajustar su visión, y cuando lo hizo miró de frente a Mikasa Ackerman, la que parecía más sensata del trío de amigos.
—¿No es verdad? —Mikasa parpadeó de vuelta en su dirección—. Cabello rubio, ojos claros, tal vez incluso la forma del rostro. ¿Annie Leonhart luce así?
Mikasa no lo decepcionó.
—Hai, luce exactamente igual.
—¡¿Cómo puedes decir eso?!
El chirrido de la silla al ser empujada hacia atrás rebotó entre las desnudas paredes. Félix miró de soslayo a Eren, quien se había puesto en pie y se había vuelto hacia sus dos amigos, los más cercanos que tenía. El chico Kirschtein, otro de los reclutas nuevos estaba sentado a un lado suyo, demasiado quieto y demasiado callado.
—¡Armin…! ¿Cómo-? ¿Cómo puedes decir eso? ¡Annie jamás-!
—Ella conocía tu rostro —le interrumpió el chico de inmediato. Eren se detuvo a mitad de su oración y lo miró con los ojos abiertos de par en par—. Se detuvo incluso cuando mencioné al que "tenía prisa por morir". Solo nosotros, los que nos graduamos juntos, te conocemos de esa manera Eren.
El rostro de Eren se deshacía en miedo, en negación. Félix podía verlo desde donde se hallaba sentado, y al compartir una fugaz mirada con Levi, se dió cuenta de que el Capitán pensaba igual.
Ambos habían pasado el tiempo suficiente con el chico como para saber reconocer varias de sus expresiones, y lo que estas significaban.
—Puede ser que ella fuera la que asesinara a los titanes de la señorita Hange con su propio equipo. Se necesita habilidad para hacerlo de tan cerca, y era mejor si lo hacía con un equipo con el que ya estaba familiarizada.
—Pero… pero nos probaron a todos... Y ella… ella pasó esa prueba, ¡ella-!
—Usó el equipo de Marco.
Incluso Félix se sobresaltó cuando el chico junto a él habló. Félix le miró de reojo, notando lo rígido que estaba, cuán seca había sonado su voz. Eren apretó los dientes y apoyó ambas manos sobre la mesa, inclinándose en dirección de Kirschtein.
—¡Marco está muerto! ¿Qué tiene que ver él en todo esto?
—No lo sabemos —vio a Kirschtein apretar los puños por debajo de la mesa, aunque su rostro permaneció impasible—. No sabemos nada, Eren.
—Entonces no tenemos pruebas, pero aún así lo haremos.
El comentario alertó incluso a Eren, quien estaba ya alarmado desde el principio de la conversación, pero le decía a Félix que iba dirigido hacia Erwin. Levi le miraba con ojos fríos, pesados, pero no le juzgaba. Era como si le exigiera una explicación que tanto él como el Capitán sabían no llegaría.
Eren tragó saliva y se enderezó con lentitud.
—¿Y qué pasa si no es Annie?
—Entonces quedara libre de sospecha —zanjó Mikasa con una facilidad que solo se le había visto a Erwin antes.
—Sería una penosa situación —aceptó Armin, hablando cabizbajo—. Pero si no hacemos esto, quedarás a merced de los caprichos de la nobleza, y después de lo ocurrido en el primer juicio, la monarquía no te dejará ir tan fácilmente.
—¡Pero no podemos-!
—Eren.
Se sintió como si la temperatura misma hubiera descendido.
En su sitio, Eren giró lentamente hacia la cabecilla de la mesa, en dónde estaba sentado Levi. El azabache le miró en silencio por un segundo y después se enderezó, tomando la taza de té por los bordes y haciendo amago de beber de ella.
—Me gusta la situación tanto como a ti —dijo, dándole un leve sorbo a su té. La taza hizo clink al ser depositada suavemente sobre la madera una vez más—. Pero estamos apremiados en tiempo, y esta es la única solución que se ha encontrado, al igual que la única sospecha. ¿Recuerdas lo que te dije en el bosque?
Lo que nos queda es tomar una decisión de la cual no nos arrepentiremos.
Eso había dicho el hombre, y por la expresión en el rostro del menor, él también estaba recordando. Eren se hizo hacia atrás y cayó duramente sobre la silla. Sus ojos estaban muy abiertos y parecía que no estaba viendo las cosas frente a él, como si él mismo estuviera lejos de aquella habitación en esos momentos.
La negación que era palpable en él se intensificó, y Armin muy bien lo había dicho; "el que tenía prisa por morir" le sentaba tan bien de la misma manera en la que ser obstinado iba ligado directamente de su nombre. Eren era un chico de voluntades, eso lo sabía, y confiaba demasiado rápido y muy fácil.
Y aquellos a los que veía como compañeros, camaradas, amigos. Aquellos, eran también parte profunda de su terquedad.
—Eren —le dijo Félix con la voz más suave que pudo articular. Orbes color jade se enfocaron en él con más facilidad—. Confía en nosotros.
Annie Leonhart, pensó Félix mientras veía cómo la mirada de Eren se aclaraba, sus ojos volviéndose tan grandes como un cascabel. Era obvio que el chico aún tenía sus dudas, y si no conseguía sacárselas de encima a prisa, entonces todo el plan se vendría abajo.
Annie Leonhart, dijo, y trató de no pensar en lo que eso significaba para él, sus sueños y lo que había tras ellos.
━━━
—¿Y si algo no sale acorde al plan?
—Improvisamos.
Fue dicho con tanta naturalidad que Félix pensó por un segundo que se trataba de una broma.
Incluso Levi parecía incrédulo.
—¿Improvisar? —preguntaron ambos al mismo tiempo, por una vez estando de acuerdo en que aquello era lejos de lo que Erwin era capaz.
El rubio asintió con su rostro decidido, y el carruaje traqueteó una última vez antes de detenerse abruptamente.
Félix y Levi se giraron al tiempo que la puerta era casi arrancada de los goznes y el rostro de Nile apareció en todo su esplendor. Ambos hicieron una mueca.
—Ew.
Nile le dirigió una fría mirada antes de tomarlo por el brazo y sacarlo a fuerzas del carruaje. Por un segundo, Félix se preguntó si quizás los habían descubierto y planeaban fusilarlos ahí mismo, pero al salir se encontró con que una línea de personas bloqueaba su camino. Erwin se asomó tras él.
—¿Qué ocurre?
—Los creyentes de los Muros.
Ah, eso lo explica todo entonces.
Los observaron formar un muro humano, el de en medio de todos ellos retándolos con la mirada a que se atrevieran a tocarlo si quiera. Nile lucía exasperado, cansado, y el sudor le corría por la frente como lágrimas en las mejillas.
—Piensan bloquear el paso y quitarnos al chico ellos mismos.
—Eso es estúpido —dijo Levi sin miramientos, saliendo detrás de Erwin pero permaneciendo sobre el carruaje. Tenía la boca fruncida en una mueca de asco—. Ni la Policía Militar es tan incompetente como para permitirles eso.
—¿No puedes simplemente pasarles por encima? —varios de los hombres con Nile jadearon y se volvieron hacia él. Félix simplemente se encogió de hombros—. ¿Qué? Si se atreven a desobedecer a la monarquía, no les pasará nada mejor, ¿no?
Nile se giró en redondo hacia él, completamente desconcertado.
—¿Acaso eres humano, Kaiser?
—Tan humano como se puede ser en este mundo, Dok.
Félix le ofreció esa sonrisa plácida de antes, e incluso pudo sentir a Levi rodando los ojos desde donde se hallaba. Disfrutaba mucho esto de atormentar al Comandante de la Policía Militar, especialmente porque el hombre había tenido la desfachatez de echarle en cara que se arrepentiría de su decisión de escoger a la Legión por encima de la Policía cuando el señor Jovan se lo presentó, a solo unos días de graduarse de la academia con la esperanza de hacerlo cambiar de parecer.
No había pasado, claro, y Nile siempre tomó su rechazo como una ofensa personal, aparentemente porque pocos nobles se molestaban en hablarle con el debido respeto como lo había hecho el señor Jovan, y Nile se sintió humillado ante él aquella vez.
El hombre estuvo a punto de refutarle.
—¡Félix Kaiser!
Y entonces el mundo se le vino a los pies en un solo momento.
El azabache se congeló por completo y por las expresiones en los rostros de sus acompañantes, ellos también habían sido tomados con la guardia baja. Lento, Félix se giró hacia sus espaldas y tuvo que morderse la lengua para no maldecir al encontrarse cara a cara con el rostro más precioso de los rostros más preciosos.
Su madre estaba ahí.
—¿Ma-mamá?
—¡Te crío por toda tu vida y me esfuerzo para darte lo mejor desde que estás en pañales! —comenzó diciendo la mujer mientras avanzaba hacia ellos con largas zancadas. Varias de las personas presentes ya estaban mirando en su dirección—. ¡Te amo como toda madre ama a sus hijos y ¿cómo me lo pagas tu!? ¡Al no enviarme ni una condenada carta, ni siquiera cuando haz vuelto de otra expedición!
Su madre avanzó hasta poder darle un buen zape, de esos que te aventaban la cabeza hacia el frente y en los que el dolor te bajaba por toda la nuca o se te estancaba en el resto de la cabeza para darte migraña.
Talisa Kaiser parecía una tormenta con la manera en la que lo miraba; furiosa pero compasiva, lista para derrumbar todo a su paso sin importar a quien se llevara de frente.
Lentamente, se giró hacia atrás e ignoró a todos los que le miraban con la boca abierta para dirigirse únicamente a Levi.
—¿Lo ves? Es por esto que no te temo, Shorty.
Levi le miró horrible.
—Félix. Cariño.
Entonces Talisa le sonrió radiante, su cabello oscuro ondeando suavemente en una trenza. Llevaba puesto un vestido ligero de color gris, y los zapatos de tacón bajo color blancos agregaban solo unos centímetros a su estatura. Pero era ella, su madre, Talisa Kaiser en persona dirigiéndose hacia él para estrecharlo fuerte entre sus delgados brazos.
Félix le devolvió el abrazo como si estuviera en un trance, demasiado estupefacto como para corresponderle propiamente. El aroma de su madre era a flores silvestres con un toque de miel, el que le había hecho compañía durante las noches cuando se acostaban juntos bajo las mantas y ella comenzaba a tararear canciones de cuna que lo ayudaran a dormir mejor.
Se le abrió un agujero enorme en el estómago.
—Mamá —repitió él, tomándola gentilmente de los hombros para verla mejor. Su madre lucía hermosa, radiante, preciosa. Era la mujer más hermosa de todo el mundo, y estaba allí, en Stohess, en ese preciso día. Sintió que el miedo se apoderaba de él—. Mamá, ¿qué estás haciendo aquí? ¿No deberías estar en casa? Si el señor Jovan se entera…
—Oh descuida, cariño —su madre le acunó el rostro con gentileza, sus ojos grises verdes brillando suavemente—. La señorita Diane me dió permiso de venir. Habrá una fiesta mañana por la noche y la joven Jocelyn necesitaba un nuevo par de zapatos, así que hemos venido-
—¿Jocelyn está aquí también? —le apretó los hombros de manera inconsciente, bastante preocupado como para notarlo. Su madre ladeó el rostro, confundida—. Mamá, ¿Jocelyn está aquí o no?
—No, ella partió temprano con sus amigas a los jardines —el repentino miedo que sintió por unos instantes se desvaneció de inmediato, pero aquello no quitaba el hecho de que su madre estuviera aquí—. El joven Tomm tenía una cita con una de ellas, y Jocelyn y el resto creyó que sería divertido espiarlos.
Bien, al menos los Jovan estaban lejos del peligro. De repente recordó en dónde estaba y con quién, y se giró de prisa hacia atrás para ver al Comandante con una mirada de auxilio que pareció sacarle el oxígeno de un golpe al rubio.
Erwin se recompuso de inmediato, y se irguió de una manera que le hizo ver imponente. Se acercó a ellos con una pequeña sonrisa en el rostro y extendió una mano en dirección a su madre.
—Lamento interrumpir. Soy Erwin Smith, señora Kaiser, es un placer conocerla al fin.
El rostro de su madre se iluminó. Félix sintió una oleada de miedo pasarle por encima.
—Oh, Erwin Smith, claro, ¿el Comandante de Félix? —Talisa le tomó la mano, gustosa, y se la estrechó con fervor. A espaldas suyas, se escuchó un suave tch—. Es un placer conocerlo al fin, Félix habla muy bien de usted y he querido conocerlo desde la primera vez que lo mencionó.
Se pasó ambas manos por el rostro, mortificado, y se puso a rezar para que a su madre no se le ocurriera decir otra cosa. Suficiente vergüenza estaba pasando ahora mismo que su madre se decidía a actuar como una jovencita enamorada del chico más lindo en el vecindario.
Encima de ello estaba la preocupación que sentía al tener a su madre allí presente. Echó un vistazo hacia atrás, a la conflictiva expresión en el rostro de Nile y lo confundidos que sus hombres parecían sentirse. Al frente de ellos, o detrás si lo veías de tal manera, el resto de carruajes estaban aún detenidos y en silencio, con sus respectivos guardias a cada lado de ellos.
El pánico comenzó a asentarse fuerte en sus entrañas.
—Mamá —dijo él mientras avanzaba en dirección a ella. Erwin le miró de reojo—. Mamá, no puedes estar aquí. Por favor, te lo pido, por favor ve a alguna otra parte, y pronto.
A la mierda la cautela, pensó cuando se escuchó a Nile preguntar a qué se refería. Es mi madre. Es mi madre y es lo único que me queda, no puedo permitir que le ocurra nada.
—¿Félix? ¿De qué estás hablando, cariño?
—Nile, ¿no habría manera de que varios de tus hombres la lleven a una zona más lejos?
Nile alzó una de sus cejas y le miró de arriba abajo. No, por favor no, por favor hazlo, por favor.
—¿Y por qué haría eso? —el hombre dió un paso al frente, valiente, y alzó el mentón como si así conseguiría intimidarlo—. Nada está ocurriendo, todo está en perfecta-
Y entonces, un rayo dorado cayó al otro lado de la ciudad, y la explosión que le siguió los alcanzó incluso a ellos.
Félix se lanzó hacia su madre y la envolvió entre sus brazos cuando la ráfaga de viento que barrió las calles los golpeó a ellos con dureza. El pánico, el agujero, el miedo.
Todo se hizo realidad en un santiamén.
━━━
Un par de días antes.
—¿Te encuentras bien?
La noche estaba muy oscura y apenas y podía distinguir entre la penumbra y la poca luz de las antorchas a la figura que se le acercaba.
Eren parpadeó un poco, tratando de sacarse de encima las pocas lágrimas que había derramado una vez la reunión se acabó. El Comandante seguía dentro, hablando con el Capitán Levi y con Armin sobre el plan, pero lo cierto era que Eren no tenía fuerzas suficientes para seguir escuchando.
Estaba sorprendido de que Mikasa no lo siguiera, y en su lugar, el que se encontrara ahí fuera Félix.
Eren no lo había visto desde el final de la expedición, y solo había captado vistazos de él en el patio o los pasillos, o a veces mirando a través de la ventana en la que él sabía era la oficina del Comandante. También lo había visto aquel día en los establos, cuando pareció haber estado a punto de irse contra un chico rubio que había llegado al cuartel con un caballo y una carta, exigiendo ver a Félix Kaiser de inmediato.
—Ah, uhm… sí, es solo…
Se mordió el labio al no saber cómo continuar, con qué. Era claro que no estaba bien, y que Félix solo lo había preguntado para ser cortés, o para iniciar alguna conversación. Eren no tenía muchas ganas de hablar en esos momentos.
El mayor le quedó mirando unos segundos antes de asentir y tomar asiento a su lado. El calor que irradiaba de él era bienvenido.
—¿La conocías? —le preguntó, pero Eren permaneció mirando al frente y al suelo, en dónde fuera con tal de no mirarlo a él—. ¿La conoces como conoces a Armin, a Mikasa?
Era una realidad dura de tragar. Annie siempre había estado presente pero no, siempre ahí, a la orilla del grupo y muy cerca y a veces lejos, a veces ni siquiera junto a ellos. Pero contaba su presencia, por más débil que esta fuera, contaba que hubiera estado allí y que hubiera aguantado con ellos. Contaba que se hubiera graduado con ellos, que hubiera peleado con ellos.
—No.
—¿Entonces qué te detiene?
Eren se giró hacia él, con la boca crispada y el rostro fruncido. Quería gritarle que él no lo entendía. Que probablemente jamás lo haría. Pero Félix alzó sus dos manos de frente a él en señal de paz.
—Escucha —le dijo otra vez, y casi a regañadientes se aplacó. No quería, porque rendirse significaba aceptarlo, y Eren no podía hacer eso—. Eren, escúchame por favor.
Se mordió al labio para guardarse todo lo que tenía por decir. Había reaccionado mal antes, había perdido los estribos frente a su Capitán y su Comandante. Ellos eran figuras de autoridad en su vida, pero Félix, ¿Félix? Él podría ser su amigo, su mentor. Podría ser algo más si tan solo Eren dejara de ser tan testarudo y simplemente escuchara.
Lo sabía bien, muy a pesar de sí mismo.
—Annie es tu amiga, creo —el intento cayó seco, y sus hombros se tensaron más. Félix suspiró y con cuidado, le tomó del hombro y lo giró hacia él—. Escucha, Levi tiene razón. Esta situación, ir dentro de uno de los distritos a causar terror es tan apetecible como tener que enfrentarte a una horda de titanes, lo sabemos todos. Pero no tenemos más pistas, no hay más de donde agarrar o de donde buscar, no podemos. ¿Acaso no fuiste tú quien me dijo cuán inteligente era Armin? Yo no conozco al chico, pero confío en él.
Podía verse reflejado en el fuego brillando en las esmeraldas de Félix. Su rostro parecía demacrado, y en sus ojos estaban todas las preguntas que quería hacer pero no se atrevía a darles voz. Tenía miedos atorados en la garganta, de esos que se cerraban alrededor de ella y te impedían hablar propiamente.
El agarre en su hombro era un peso bien recibido.
—¿Qué acaso tú no confías en Armin?
—¿Qué-? ¡Por supuesto que sí! ¡Yo sí-!
—¿Entonces por qué pones en tanta duda lo que está diciendo?
Se encorvó sobre sí mismo y ocultó el rostro entre sus manos. Todo lo ocurrido la semana pasada se sentía como un sueño, uno muy lejano que no alcanzaba a tocarlo a menos que estuviera dormido, porque solo en la inconsciencia lo alcanzaba el miedo y le impedía respirar.
A solas, en la oscuridad, era cuando Eren se volvía la presa. Y en verdad ¿cuándo no lo era? La Titán Hembra había salido a por él, lo había cazado y se había deshecho de todos los obstáculos posibles para capturarlo. Annie jamás haría eso, ¿cierto?
Annie era fría, y dura y distante. Pero había veces en las que ese exterior de hielo se derretía y dejaba entrever a la chica debajo de la capa fortificada, la que gustaba de unírsele para poner en su lugar a Reiner, la que a veces se sentaba a cenar con él cuando quería estar solo y la compañía de una persona callada era todo lo que necesitaba.
¿Cómo podía él desconfiar de sus amigos? Y de hacerlo, ¿en qué lo volvía?
Había noches en dónde aún veía la capa con las Alas de la Libertad ondeando mientras la figura que la portaba se volvía con rapidez y pasaba sus cuchillas a través de Gunther. Otros, en dónde era Félix y Oluo, ambos, los que eran aplastados por el brazo de la Titán. Había ocasiones en las que soñaba con Petra, con Eld, con el Capitán Levi, con todos ellos siendo aplastados bajo el pie de la Titán, comidos por otros, asesinados fríamente y sin remordimiento.
Eren había confiado en ellos. Había creído en sus palabras y aún así, algunos de ellos habían muerto. ¿Desde dónde procedía una vez eso ocurría? ¿En dónde lo dejaba, a dónde caminaba? ¿Seguía adelante, confiando en ellos y creyendo en sus palabras, o se quedaba ahí en ese mismo punto, aún preguntándose si valía la pena confiar y ser confiado?
—Cuando confié… ellos murieron.
No necesitó aclarar a quién se refería. ¿Qué estaría pensando Félix de él en esos momentos? Petra y él lo habían recibido cálidamente, los que más se habían aventurado a acercarse sin miedo de ser dañados. Ellos habían confiado en él, ¿no sería prudente devolverles el favor?
No esperaba la calidez que lo envolvió cuando los brazos de Félix se cerraron a su alrededor, gentilmente tirando de él hasta que su cabellera chocó contra el pecho del azabache. Olía a flores silvestres y un poco a sudor, a tierra húmeda y manzanas.
Era un aroma reconfortante.
—Es lo que tiene eso de confiar en alguien —musitó el mayor de ellos mientras apoyaba su mentón suavemente sobre su cabeza. Eren no quería, pero terminó por hundirse en el calor del cuerpo ajeno—. Solo puedes esperar a que cada quien dé lo mejor de sí, y que las cosas terminen como tú las deseas. Pero nada es seguro, Eren, ni siquiera cuando confías en que lo será.
Podría echarse a llorar en ese lugar y estaba seguro de que a Félix no le importaría. Algo tenía el mayor que le invitaba a acercarse, que le decía que aquí era seguro romperse por un rato porque jamás sería juzgado. Era como cuando su padre le revolvía el cabello y su madre usaba su pulgar para limpiarle alguna mancha del rostro.
Era como volver a casa, aunque Eren ya no tuviera una.
Lento, y con algo de dudas, envolvió sus brazos alrededor del abdomen de Félix y recargó la mayor parte de su peso contra él. Lo sintió acomodarse, reforzando el agarre que tenía sobre él, y después lo único que sintió fue su pecho al respirar, una y otra y otra vez. Y aquello fue lo que terminó por anclar el hecho de que sí, ahí estaba bien romperse un momento.
Se hundió en la calidez, en el hueco que había hecho ahí para él, y aspiró el aroma a confort que traía encima el chico mayor.
—¿Tu confías en alguien?
—Confío en Erwin, aunque muchas veces no esté de acuerdo con él —dijo, y Eren pudo sentir la sonrisa siendo presionada contra sus mechones marrones—. En Levi también, en Hange. En Petra, en Eld. Confiaba en Oluo y en Gunther, y si Armin dice que está seguro de sus deducciones, entonces confío en él también.
Eren apretó el agarre en él y sintió vagamente que Félix hacia lo mismo. Los dos permanecieron ahí sentados, sostenidos el uno al otro por lo que se sintió como una eternidad. No había lágrimas que derramar aquel día, solo miedos e inseguridades, pero aquellas se sentían ya como rocas cayendo de sus hombros hacia otros e internamente, se preguntó si aquello era confiar plenamente en alguien.
Compartir una carga, hablar, pedir y recibir. Conocía a Félix de casi dos meses, muy poco comparado con Armin y con Mikasa, pero... Pero, de alguna manera, se sentía como si lo conociera de toda una vida.
—Félix… —murmuró contra el pecho del otro, y la vibración de la voz del otro retumbó contra su sien cuando le respondió—. ¿Confías en mí?
—Sí —le respondió el otro menos de un segundo después, con voz segura y fuerte—. También confío en ti Eren.
Y les regalo otro nomás porque hoy es mi cumpleaños y me gusta darme regalos a mí misma lol
Anyways!! El thirst es real pls Félix todos saben ya wey déjate de mamadas lmao JSKFKAKFKAKA la verdad idk porque la primer escena salió así pero bueh, ahí está
Espero que les guste y les agrade!!<3
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