¡Corre!
Espero que les guste~
Demon Lemon tenía una extraña y muy obvia obsesión con Bf desde el primer momento en el que lo vio. Todo el mundo lo sabía con solo mirarlo, incluyendo el chico de cabello azul, quien temía un poco por su vida. No sabía que era lo que atraía al ser más alto pero realmente le daba miedo. Así que cuando doblo en un esquina y vio a la familiar figura alta con cabeza de limón no muy lejos, no dudo en darse media vuelta y empezar a correr. Sabía que lo estaba siguiendo, podía escuchar su escalofriante voz cantando no muy lejos, así que se esforzó todo lo que pudo en apurarse. Esquivo un par de personas y a otras las empujo, la mayoría simplemente mirándolo de reojo e ignorándolo. Y entonces lo vio, no muy lejos y dándole la espalda. Corrió hacia allí, aferrándose con sus manos a la tela del pantalón ajeno y empezando a trepar sin dudar.
-¡Oye enano!- gruño Whitty, retorciéndose un poco al sentir al más bajo subiendo. Bf logro subir al hombro ajeno pero antes de poder acomodarse o aferrarse, sintió como lo agarraban de la ropa desde atrás y lo separaban del más alto. -¿Qué crees que haces, rarito?- miro con el ceño fruncido al chico que sostenía algo lejos de su cuerpo.
-¡Ayúdame!- se removió, algo incomodo de ser sostenido de aquella manera.
-¿Ayudarte?- y entonces, lo escucho. Se volteo, no muy sorprendido de ver a Demon Lemon acercándose con esa extraña sonrisa en su raro rostro.
-Comida...- parcia demasiado feliz al acercarse, sus manos de tres dedos extendiéndose con toda la intención de agarrar al chico, quien chillo con miedo y se encogía en su lugar, acurrucándose lo mejor posible.
-Limón de mierda...- gruño, enojado, sus ojos brillando de manera amenazante. Alejo al chico del demonio, la mecha de su cabeza amenazando con prenderse y el interior de su boca brillando intensamente. Demon Lemon solo lo miro, antes de parecer derretirse y desaparecer, sabiendo que no podría acercarse a su comida con la bomba cerca. Whitty se relajo un poco y miro a Bf, quien ahora le devolvía la mirada con una gran sonrisa y ojos brillantes. Suspiro, acercándose al más pequeño y dejándolo sentarse en sus hombros, empezando a caminar al sentirlo acomodarse. No tardo mucho en escucharlo tararear.
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