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Es viernes pero con el estrés del pesado semestre y miles de exámenes, Rosé solo quiere descansar; Jennie, quien también tiene las mismas intenciones, sugiere que vean alguna película.

Están en el living, sentadas en el sofá mientras la pelinegra escoge la película y Rosé usa su teléfono.

—No, no, no... —se queja la más alta y Jennie se voltea para mirarla.

—¿Qué? ¿No quieres ver New York Minute? —le pregunta casi ofendida, es una de sus películas favoritas.

—No es eso, es solo que Lisa viene con todas las intenciones de hacer una fiesta. —echa su cabeza hacia atrás y suspira.

—Dile que no estás de ánimos. —le sugiere Jennie, como si fuese lo más obvio del mundo.

—No me hará caso, estoy segura. —come un poco de las palomitas. —Le pedí el departamento para hoy y ya ves.

—¿Qué harás, entonces?

—Matarla, ¿me ayudarías con el cuerpo?

La mayor se ríe y regresa al sofá, de repente, su sonrisa cambia a una maliciosa.

—Si sabe que estás muuuy ocupada se irá, ¿no?

La menor la mira confundida.

—Sí, pero sabe que ahora mismo estoy contigo, entonces lo más probable es que su idea de armar una fiesta continúe.

—Si, por eso no le dirás, se dará cuenta ella sola. —le da un golpecito a su nariz.

—¿A qué te refieres...?

La pregunta queda en el aire cuando ambas escuchan el sonido de las llaves y dos personas hablando detrás de la puerta del departamento. Rápidamente, Jennie toma la mano de Rosé y las guía hacia la habitación de la más alta.

—¿Qué pasa si pretendemos tener sexo? —ahora la menor estaba más que confundida. —Tipo, sexo mega ruidoso.

—No hay manera de que eso funcione, sabe que eres tú la que está aquí conmigo. —lo dice con una sonrisa nerviosa.

Jennie inclina la cabeza a un lado.

—Subestimas lo ruidosa que puedo llegar a ser.

Oh no.

Ahora Rosé solo puede imaginar a su mejor amiga siendo ruidosa. Jennie no se da cuenta de que la rubia está apretando los puños porque empieza a moverse hacia la cama.

—¡Será divertido! —exclama.

Rosé lo considera por un momento. El plan de Jennie podría ser bueno, pero probablemente la deje aún más frustrada sexualmente de lo que ya está.

Sí, está de acuerdo, así que asiente lentamente, sin esperar lo siguiente que ocurre: la mayor está quitándose sus zapatillas para subirse a la cama, una vez está ahí, le extiende su mano para que también suba.

—¿Qué... qué haremos? —pregunta con un poco de temor.

—Tiene que ser súper creíble.

Rosé está apunto de preguntar a qué se refiere con eso, pero Jennie empieza a saltar en la cama logrando que la cabecera golpee repetidas veces la pared. Se ríe y se une a ella, empezando a saltar también, bueno, no es tan grave como pensaba.

Justo cuando ese último pensamiento pasa por su mente, Jennie echa su cabeza hacia atrás.

—¡Cógeme, Rosé!

La rubia deja de saltar apenas Jennie grita esas palabras y su voz resuena en las paredes de la habitación.

Había sido una mala idea.

Las mejillas de Rosé se calientan casi de inmediato y no puede hacer que sus piernas vuelvan a funcionar por miedo a saltar demasiado fuerte y romper la cama. Jennie capta la mirada sonrojada.

—¿Fue demasiado?

—No, no, solo me tomó por sorpresa.

La rubia odia todo sobre el plan. Odia como el golpeteo de la cabecera está provocando algo en ella. Odia la confianza con la que Jennie echó la cabeza hacia atrás. Odia como Jennie gimió su nombre. Y odia que sea completamente falso.

Pero Dios, no quiere nada más que volver a escucharlo.

—Sigue. —sale casi como una orden y antes de que pueda darse cuenta, ambas están saltando de nuevo mientras Jennie deja escapar sonidos vulgares.

—Sí, Rosie, así... —sigue gimiendo.

Rosé casi se cae de la cama, observando como Jennie hace una mueca completamente innecesaria dadas las circunstancias, pero es lo más sexy que la menor ha visto en su vida.

—Tus dedos se sienten taaaan bien. —lo grita dramáticamente y Rosé no puede evitar mirar su propia mano, perdiéndose en la idea de usar sus dedos de verdad.

Jennie continúa con sus gritos y gemidos, pidiendo que vaya más rápido y más fuerte. Y Rosé está indudablemente mojada.

Finalmente, Jennie empieza a detenerse.

—¿Por qué no dices nada? ¿Por qué no haces ningún sonido? —le cuestiona la pelinegra, tratando de recuperar el aliento.

—Yo-yo no sé que decir.

—Solo di lo que normalmente dices cuando tienes sexo, Rosie. —pide Jennie.

—Nunca digo nada... —pasa una mano por su cuello.

—¿En serio? —pregunta y la rubia asiente. —Entonces di cualquier cosa que hayas escuchado en una porno, no sé.

Rosé se sonroja aún más fuerte; no es que nunca haya visto una, pero se siente un poco mal cada vez que lo hace porque la protagonista siempre tiene algún parecido a la pelinegra en frente de ella.

Lo intenta.

—¿Quieres que lo haga más duro? —sale como un susurro y Jennie ahoga una risa.

—Rosie, tienen que creérselo, así no suena tan convincente.

Y eso suena como un desafío.

Dicho eso, y sin apartar la mirada de los ojos de la mayor, se centra en decir las siguientes palabras:

—¿Te gusta así, Jennie? —lo dice lo suficientemente fuerte para igualar los gemidos anteriores de Jennie. —¿Quieres que te coja más duro?

La rubia no lo nota de inmediato pero Jennie deja de saltar inmediatamente y sus ojos se turnan oscuros, estaba apunto de preguntarle, pero empezó a escuchar algunas voces.

—Dios, ¿puedes creer que esas dos están cogiendo? —era la voz de Lisa.

—¡Son demasiado ruidosas! —y esa era Jisoo.

Las voces empezaron a alejarse y se escuchó el portazo de la puerta principal.

—¡Funcionó! —celebra Rosé, bajando de la cama para luego ayudar a Jennie. —No puedo creer que haya funcionado.

La más alta mira a la mayor con una sonrisa emocionada, mientras la otra la mira con los ojos muy abiertos, sus labios entreabiertos y sus mejillas sonrojadas de tanto saltar. Luego, los ojos de Jennie se enfocan en los labios de Rosé, todos los pensamientos anteriores siendo reemplazados por un solo deseo.

Seguramente ella lo esta sintiendo también. —piensa Rosé. No hay forma de que no lo haga, la tensión en este momento es innegable.

El sonido del teléfono de la menor las interrumpe y rompe la gran tensión. La pelinegra deja salir un suspiro irregular, como si finalmente pudiera respirar de nuevo.

—¿No vas a contestar? —le pregunta.

—No. —su voz sale baja y tranquila.

De repente, están más cerca que nunca.

Jennie se inclina primero, con sus manos toma las mejillas de Rosé y tira hacia abajo, presionando sus labios juntos. Es desordenado y caliente, completamente necesitado. La más alta toma sus caderas, acercandolas lo más humanamente posible y siente a Jennie suspirar en sus labios.

Tal vez Jennie habia querido esto casi tanto como ella.

Permanecen así por unos segundos más, pero luego la mayor se separa y una ola de lujuria nubla la mente de Rosé, observando los labios hinchados y mejillas rosadas de Jennie.

—Jen... —Rosé intenta decirle, pero Jennie acaricia sus labios con sus dedos.

—Luego hablamos de esto. —es casi una suplica. —Por favor.

Rosé se inclina de nuevo, una mano todavía en la cadera de Jennie apretandola ahí y la otra viajando hasta su trasero. Las manos de la pelinegra toman la tela de la camisa de la rubia mientras sus labios chocan entre así. Cuando Jennie pasa la lengua por su labio, Rosé jala su cabello, logrando que la mayor haga un sonido glorioso para sus oidos.

En algún momento, Jennie comienza a empujar a Rosé hacia atrás hasta que puede sentir la cama detrás de sus piernas y ni un segundo después, la más pequeña está sentada encima de ella en una posición erguida, sus piernas sujetando las caderas de la rubia.

Se siente surrealista. Rosé no tiene la oportunidad de procesar adecuadamente lo que está sucediendo. Hasta hace unos minutos, juraba que su mejor amiga era la persona más heterosexual del mundo.

Rosé coloca sus manos en la parte baja de la espalda de Jennie, su piel es cálida y suave y su blusa se ha subido un poco, así que Rosé lo toma como una oportunidad para estirar sus manos y tocar la mayor cantidad de piel posible.

Jennie, sintiéndose más necesitada que nunca, tira de su propia blusa hacia arriba, quedando solo en un lindo brassier de encaje. Rosé solo se queda embobada mirándola.

La pelinegra sonríe juguetonamente y roza sus labios en el cuello de Rosé. Comienza dejando besos suaves y húmedos a lo largo de la piel de su mejor amiga, pero luego se convierten en besos calientes en donde succiona su piel logrando que se formen moretones.

Rosé toma sus caderas y les da la vuelta, logrando quedar encima de la mayor sujetando sus muñecas. Jennie asegura sus piernas alrededor de la cintura de la menor y junta sus caderas mirándola fijamente.

Es el turno de Rosé de bajar por su cuello, y cada vez que lo hace más fuerte, las caderas de Jennie se mueven más rápido en contra del muslo perfectamente colocado entre sus piernas, la rubia la ayuda, empujando su pierna más entre las de ella, logrando sacarle el gemido más fuerte hasta el momento.

Deja algunos besos más húmedos en su cuello antes de que Jennie libere una de sus manos de debajo de Rosé y tire con impaciencia de su cabello, pidiéndole en silencio que se mueva más hacia abajo. Rosé obedece, arrastrando sus labios hacia abajo y dejando besos húmedos en la clavícula antes de llegar a la hinchazón de sus pechos. Mira hacia arriba en busca de los ojos de Jennie, pero es ella quien se sienta y busca el broche de su bra.

Tan pronto como el brassier de Jennie se desliza por sus hombros, Rosé está bastante segura de que está en el cielo; siempre ha tenido fijación con las tetas de Jennie. Era obvio para casi todos, sin importar cuán sutil pensara que estaba siendo.

—Tócame.

La rubia se toma su tiempo, descansa suavemente una mano justo debajo, su pulgar se desliza contra la piel suave, pero aún no toca su pezón. Jennie arquea la espalda, tratando de que la toque correctamente, pero Rosé quiere tomarse su tiempo para memorizar el momento en caso de que nunca vuelva a suceder.

—Muy necesitada, me gusta. —le sonríe antes de inclinarse y arrastrar su lengua por su pezón para luego de llevarlo a su boca y chuparlo.

La reacción de Jennie es instantánea. Su boca se abre con un gemido, su mano regresa al cabello de Rosé y jala con fuerza, eso solo anima más a la rubia y comienza a chupar moretones en los pechos de Jennie, bajando la otra mano y usando el pulgar y el índice para jugar con el otro pezón.

Rosé puede sentir a Jennie moviendo sus caderas contra su muslo y comienza a moverse hacia abajo al mismo tiempo que ella, la presión entre sus propias piernas aumenta con cada gemido que sale de los labios de Jennie.

—Cógeme, Rosie. —dice en un tono desesperado y es exactamente lo que dijo antes cuando fingían tener sexo, pero esta vez es diferente. Es crudo y real y sus palabras dejan a la menor sin aliento y húmeda.

Se enfoca en deshacerse de los jeans de Jennie y cuando lo hace, en lo único en lo que puede concentrarse es en la mancha húmeda de la ropa interior de la mayor. Entonces, en todo lo que Rosé puede pensar es en el hecho de que hizo que Jennie se mojara.

—¿Estás segura? —Rosé le pregunta suavemente.

Definitivamente no quiere que Jennie luego se arrepienta de esto. La pelinegra simplemente se acerca, pone sus manos en las mejillas de Rosé y junta sus labios de nuevo. Es lo mismo que el primer beso que compartieron, el calor y la pasión siguen ahí, pero esta vez es lento y suave.

—No tienes idea desde hace cuanto quiero esto. —susurra contra sus labios y es lo mejor y lo peor que Rosé ha escuchado en su vida. Una parte de ella está extasiada de que Jennie sienta algo por ella, incluso si es solo sexual, pero la otra parte se da cuenta de que podría haber hecho esto hace tanto tiempo si no fuera tan despistada.

—¿De verdad? —pregunta, necesitando que la chica lo vuelva a decir.

—Desde que nos vimos por primera vez. —cuando lo dice, desliza su propia mano dentro de su ropa interior.

La boca de Jennie se abre mientras se toca y todo lo que Rosé puede hacer es mirar con total asombro, el sonido de los dedos de Jennie sumergiéndose en su humedad siendo todo lo que puede escuchar. Rosé baja la mirada y todo lo que ve es la mano de la pelinegra debajo de sus bragas y sus dedos moviéndose en círculos lentos.

—Wow... —sale como un gruñido.

Es demasiado, la vista y los gemidos, la cabeza de Jennie hacia atrás y sus ojos cerrándose con fuerza mientras se toca a sí misma, dejando que la mire.

Cuando las caderas de Jennie empiezan a sacudirse y sus gemidos se vuelven más altos, Rosé toma su muñeca, impidiendo que se mueva. Jennie gime de frustración pero la rubia lo ignora.

—¿Alguna vez has pensado en mi mientras te tocas?

Las mejillas de Jennie se sonrojan, casi como si estuviera avergonzada, pero de todos modos asiente con la cabeza.

—Cada vez que lo hago es pensando en ti.

Rosé se siente mareada por su respuesta.

—Dime, dime en qué piensas. —le ordena.

Jennie lloriquea ante el tono autoritario de la voz de Rosé y arquea la espalda ansiosamente buscando cualquier tipo de fricción, pero la menor usa una mano para mantener sus caderas pegadas a la cama.

—A veces... a veces pienso en que luego de una de esas noches que dormimos juntas, me abrazas y metes tu mano en mis bragas. —suspira pesadamente. —Pienso en que me pides que monte tus dedos...

Rosé gime ante la imagen, al instante extiende su mano entre ellas y la desliza dentro de la ropa interior de Jennie.

—¿Así? —sus dedos se encuentran con un calor húmedo, dejándolos arrastrar a lo largo de sus pliegues, pero sin tocarla del todo.

Jennie intenta arquearse, pero en cambio se encuentra con la otra mano de Rosé manteniéndola en su lugar.

—Sí. —gime, su lengua saliendo para humedecer sus labios. —Pienso en ti usando mi boca, forzando mi cabeza hacia atrás y obligándote a hacerte venir.

El clítoris de Rosé palpita al pensarlo, al pensar en Jennie dejándola usarla de la forma que quiera. Sus dedos se deslizan hacia arriba, rodeando el clítoris de Jennie lo suficiente como para hacerla gemir, pero no lo suficiente como para hacerla venir.

—Rosie, por favor. —grita mientras Rosé se burla de ella.

Rosé cede, pero solo por unos segundos. Presiona con más fuerza el clítoris de Jennie, moviendo los dedos más rápido, solo para volver a los toques ligeros. Jennie echa la cabeza hacia atrás con frustración.

—Pienso en... pienso en darte celos, hasta que estés tan enojada que solo quieras castigarme.

Apenas termina la oración, Rosé empuja dos dedos dentro de ella. Empuja los dedos hacia adentro y hacia afuera de manera lenta pero ruda, curvándolos en cada oportunidad. Jennie se siente apretada alrededor de sus dedos, tan estrecha cada vez que la más alta golpea ese lugar es específico.

Las manos de Jennie agarran la espalda de Rosé y cada gemido hace que vaya más rápido, la palma de su mano golpea repetidamente el clítoris de Jennie y la sensación nubla su mente el tiempo suficiente para que su mano se deslice de la cadera de la pelinegra, lo que le permite inclinarse para unirse a las embestidas.

Hay un momento en el que Rosé se detiene y saca los dedos casi por completo. Jennie deja escapar un gemido de impotencia, sus ojos se encuentran con los de su mejor amiga en una súplica desesperada para continuar, pero los cierra y su boca se abre cuando Rosé entra en ella de nuevo, esta vez con tres dedos.

—Sí... se siente tan bien... —solloza Jennie y Rosé observa como sus pechos rebotan por la fuerza aplicada.

Cautivada por eso, se inclina y empieza a chuparlos de nuevo, dejando un par de marcas. No pasa mucho tiempo antes de que las piernas de Jennie tiemblen alrededor de la cintura de Rosé, y esta toma los labios de la pelinegra en los suyos, sintiendo como aprieta alrededor de sus dedos, sus caderas se levantan y sus gemidos son sofocados por los labios de Rosé.

Siguen besándose mientras Rosé la lleva hasta su segundo orgasmo, e incluso después, no se detienen. Los besos pasan de ser apresurados a lentos y suaves, sus lenguas deslizándose juntas.

Rosé lentamente saca los dedos, observando el rastro que dejan los fluidos de Jennie en ellos. La vista es demasiado tentadora así que los lleva a su boca, disfrutando del sabor. La mayor gime silenciosamente y toma su cuello para acercarla y saborearse en los labios de la rubia.

Cuando se separan, Jennie empuja a Rosé hacia atrás hasta que está acostada en la cama y se sienta en su regazo.

—Quiero tocarte, quiero probarte. —lo dice con una voz tan sensual que hace a la menor suspirar.

Rosé asiente levemente y Jennie tira de su camisa, se toma su tiempo para desvestirla, besando y mordiendo desde su abdomen hasta que llega a su brassier. Los pezones de la rubia ya están duros cuando Jennie se deshace de el, se lleva uno a la boca y se lo chupa suavemente.

Después de un rato, baja a sus jeans con una sonrisa tímida y emocionada. Luego, se deja caer al suelo de rodillas y se coloca entre las piernas de Rosé. La rubia se apoya sobre sus codos con un leve rubor en sus mejillas, Jennie solo se moja los labios y tira del dobladillo de sus bragas.

Rosé se da cuenta rápidamente de que Jennie sabe usar su boca bastante bien cuando apenas con el primer roce de su lengua, sus caderas se contraen.

La pelinegra empieza con lamidas lentas, pasando la lengua desde la entrada hasta su clítoris, rodeándola unas cuantas veces y luego succionando de manera fuerte. Rosé gime de manera ronca y sus manos se entierran en el cabello de Jennie.

—Usa mi boca, Rosé.

Y Rosé recuerda la confesión de Jennie.

—Jen...—gime, sus caderas moviéndose a un ritmo rápido y desordenado en la boca de la mayor.

La rubia mira hacia abajo, detallando la cara de Jennie llena de su humedad. La pelinegra está gimiendo en su centro también y eso la lleva al borde, se corre en su boca, suspirando su nombre.

La mayor continua dejando suaves lamidas y besos mientras continúa su orgasmo. Cuando sube, se acurruca en el pecho de la menor y ambas sueltan un suspiro satisfecho.

Rosé está mirando el techo, analizando lo que acaba de pasar.

—Eso fue increíble.

—¿Hablabas en serio cuando dijiste que querías esto desde que nos conocimos? —le pregunta la rubia.

—Muy en serio, nunca lo oculté, solo pensé que no estabas interesada.

—¡No! —es un grito desesperado. —Por supuesto que estoy interesada, muy interesada de hecho.

—¿Y por qué nunca hiciste nada? —le cuestiona Jennie frunciendo el ceño.

—Pensaba que eras hetero.

Eso hace que Jennie se ría escandalosamente.

—Dios, de verdad eres muy despistada. Pero sí, me gustas mucho.

—Y tú a mi... —le sonríe. —Entonces, ¿ahora qué?

Jennie sonríe traviesamente.

—¿Tienes un strap?

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