8. No digas nada
—¿Has hablado con Minho hyung? —preguntó Felix, aparcando en frente de la consulta del omególogo.
—No, todavía estoy asustado, no sé cómo decírselo... —Jisung se bajó del coche directamente. Felix lo siguió.
En realidad, había sido una pregunta retórica, era perfectamente consciente de que no había hablado con su novio porque si no, sería él quien lo acompañaría a su primera cita. No es que a Felix no le hiciera ilusión, estaba muy feliz por Jisung y porque tuviera otra pequeña ardilla gestándose dentro de él. Pero se sentía... mal.
Es decir, Felix no era el papá de ese bebé, aunque en algún momento de su vida le hubiera gustado serlo. De hecho, todavía pensaba que si Jisung se lo pidiera, se iría con él al fin del mundo. O a la consulta de un omególogo para su primer chequeo. El problema era que creía que Minho era quien debía estar entrando con él a esa sala de espera. Debería ser quien lo acompañara, quien viera a la pequeña bellota en la pantalla del ecógrafo por primera vez.
No era justo que le estuviera quitando a su alfa ese momento y, mucho menos, que Felix fuera el "ladrón". Eso, definitivamente, no estaba bien.
Han dijo algo al beta que estaba en la recepción y unos segundos después lo arrastró hasta una de las sillas azul celeste de la pared. Solo había dos parejas: una omega con la que parecía su alfa y otra omega con un omega masculino que estaban muy nerviosos, a juzgar por sus olores y como se tomaban las manos. Felix podía entenderlo, era muy difícil que una pareja de dos omegas concibiera, incluso con la tecnología más puntera, las probabilidades eran una entre cien mil. Una hazaña de la naturaleza.
—¿Tú quieres tener hijos, Lix? —murmuró Jisung, haciendo que apartara su atención de los dos omegas frente a él.
—No lo sé, creo que no. No es algo que me llame especialmente la atención... ¿Por qué lo preguntas?
—Ah, por como tratas a Suni, creí que te gustaría ser padre. Pero está bien si no quieres, es una buena decisión también —aclaró el chico, encogiéndose de hombros.
Eso siempre le había gustado de Jisung, que no lo juzgara, al menos no abiertamente. Nunca había hecho nada más que felicitarlo por haberse mudado solo desde Australia, por ejemplo. Siempre lo alentó a conseguir lo que se proponía, siempre lo admiró por su entereza. Y también lo aceptaba cuando era tonto, cuando estaba triste y, de un tiempo a esta parte, lo cuidaba en sus celos haciéndolo sentir mullido, protegido y amado. Le gustaba eso, que Jisung lo ayudara a anidar porque Felix era un desastre con sus nidos. Después de todo, nunca lo enseñaron a hacer uno.
A Lee Felix lo prepararon para ser un alfa puro. Su educación había consistido en un entrenamiento físico casi marcial, clases avanzadas de asignaturas como matemáticas o ciencias y un sinfín de lecciones de economía, relaciones internacionales y otras idioteces que ya no recordaba. Nunca se le dijo qué era un nido, porque los alfas no hacían nidos. Y, cuando se presentó, sus padres decidieron que no cambiaría nada.
Entendía las intenciones, sus padres temían que el primer omega nacido en sus dos familias en las últimas seis generaciones se encontrara con discriminación y dificultades, así que lo educaron como un alfa. Felix tenía que ser áspero, fuerte, abrumador. Para su suerte, no solo era un omega, era uno dominante, una auténtica rareza genética. Un omega dominante en un árbol genealógico lleno de alfas puros. La quimera, el fenómeno, la anomalía.
—¿Sabes que mis padres se conocieron en una reunión de alfas puros? —soltó de pronto. Jisung frunció el ceño.
—¿En serio? ¿Eso existe?
—Sí, claro que sí. ¿Los Jeong? Pues son reuniones llenas de gente como ellos. Como si el hecho de tener un olor determinado les hiciera más válidos.
—Y más endogámicos —farfulló. Felix se rio. Una enfermera llamó y la pareja de chicas se levantó, desapareciendo por uno de los pasillos.
—Se celebran una vez al año. Fui algunas veces siendo pequeño, después de que me presenté, esperaron a que cumpliera los 15. Fue terrible.
—¿Solo por ser omega?
—Los más jóvenes no sabían cómo comportarse a mi alrededor y hubo algunos altercados. Mi hermana Sarah y yo acabamos a golpes con un par de adolescentes. Fue super desagradable, Violet aún no se había presentado, pero se metió también y le tiró tan fuerte del pelo a una de las chicas que la lanzó al suelo —se carcajeó, pensando en el nefasto espectáculo que dieron aquel día.
—Buen trabajo, yo hubiera hecho lo mismo de estar allí.
—Te hubieran comido vivo, Sungie —murmuró pasando la mano por sus hombros. Su amigo apoyó la cabeza contra él con un suspiro.
Se quedaron en silencio unos minutos, escuchando el cuchicheo de la pareja omega que había frente a ellos, el teclado del ordenador del recepcionista y la música de ambiente. No había mucho más que decir, aunque, en realidad, quería decirle un millón de cosas.
A veces quería pedirle a Jisung que le enseñara a anidar bien. Que le dijera cómo hacía para que todo el muro de mantas quedara perfectamente cada vez. Quería que lo acompañara a comprar a algunas de esas tiendas especializadas para tocar cientos de tejidos suaves y peluches mullidos hasta encontrar los correctos. Pero también le avergonzaba profundamente pensar en ello.
Sus padres se esforzaron para que Felix no fuera débil, para que nadie se aprovechara de él ni siquiera siendo vulnerable. En Australia, pasaba sus celos solo, encerrado en una habitación en el sótano. Allí había mantas, una cama lujosa, una nevera, sus videojuegos y un baño con una enorme bañera para él. Pero nadie le dijo qué tenía que hacer con todo eso, así que solo amontonaba las que le parecían más cómodas y sufría hasta que pasaba su celo.
Nadie le había dicho como era ser un omega y una parte de él no quería serlo. Como si toda la lucha de sus padres fuera en vano y no valiera de nada. Como si los dientes que él y sus hermanas saltaron a toda la estúpida gente que se atrevió a insultarlo hubieran caído en saco roto. Él les debía eso, le debía a sus padres ser fuerte y a sus hermanas mantenerse lo más lejos que pudiera de todo lo que pareciera omega.
Pero, claro, él no contaba con encontrarse con Jisung cuatro años atrás. Han, con su pelo esponjoso, sus mejillas redondas y su cintura de infarto. La perfecta definición de un babygirl. Todo omega suave y brillante, con sus ojos de cervatillo y su boquita de piñón. Y, al mismo tiempo, sus bíceps fuertes, su carácter indomable y su torpeza lo hacían tan extrañamente masculino que atraían a Felix como una polilla a la luz.
No solían gustarle los hombres así, adorables y rudos al mismo tiempo, tiernos y capaces de arrancarle los ojos a alguien que se atreviera a mirar a Felix dos veces. Pero siempre fue distinto con Han.
—Tiene que ser difícil —susurró de pronto su amigo. No se había dado cuenta de que la pareja de omegas ante él se había marchado—, los embarazos entre omegas son tan raros...
—Bueno, los papás de Yunho son omegas. Tampoco es imposible —contestó Felix.
—Ya... —asintió, pensativo—. Si quisieras tener hijos, deberías hacerlo con Jeongin. Estoy bastante seguro de que es un omega dominante, tal vez sea más fácil con dos de vosotros.
—Deja de decir idioteces, Jisung —se quejó, dándole un empujoncito.
—¿Dónde está Innie? ¿Cómo le está yendo? Hace semanas que no lo veo...
—Yo tampoco... —confesó, con esa preocupación constante encendiéndose otra vez al fondo de su espalda.
—Tal vez Changbin hyung sepa algo —añadió. Y Felix rodó los ojos con un bufido.
—Han Jisung —La enfermera se asomó por la puerta con una sonrisa y una tablet en la mano. Los dos se levantaron de un salto, interrumpiendo su charla—. Síganme, el doctor Song los espera.
Fueron llevados hasta el final del pasillo y entraron juntos. Un bonito omega estaba al otro lado del escritorio; con una sonrisa cálida, les dio la bienvenida y los invitó a sentarse. Felix estaba automáticamente más tranquilo. Olía a flores, aunque no podía identificar el tipo concreto. Era guapo a rabiar, del estilo demasiado hermoso para ser real.
—Buenos días, soy el doctor Song Yeosang —dijo, con su voz sorprendentemente grave—, me han asignado su caso, si están de acuerdo...
—Claro, sí, sí, por supuesto —respondió Jisung, nervioso, rascando su rodilla. Felix colocó su mano sobre la de su amigo intentando calmarlo.
—Sé que no es la primera vez que viene a esta clínica, pero la doctora Chung tenía su agenda llena y...
—Está bien, doctor Song, no me molesta que sea usted —aclaró Jisung.
—Ah... Muchas gracias... —suspiró y parecía un poco más tranquilo también—. Hablemos de su embarazo, ¿de cuánto tiempo cree que está?
—Yo... No lo sé, mi último celo fue hace dos meses, tal vez fue entonces, o después. No lo sé, no tenía el celo cuando me quedé embarazado la primera vez.
—¿Cómo fue su primer embarazo?
—Normal, pero era muy joven. Tenía 23 años, era muy estúpido... y no estaba emparejado con el padre —balbuceó agitadamente, bajando la cabeza con vergüenza.
—Yo tampoco estoy emparejado con el padre de mi hijo, señor Han —bromeó el hombre con una sonrisa conocedora.
—Oh... Eso está bien, está muy bien. —Felix miró al doctor con renovado respeto por hablar de algo tan personal para calmar a Jisung.
—¿Qué edad tiene su otro hijo?
—Es una niña... Tiene cinco años —contestó su amigo.
—Entonces, ¿cree que su pequeña se pondrá feliz por tener un hermanito?
—Puede apostar a que sí —bromeó Felix, el chico levantó las cejas con sorpresa. Estaba acostumbrado a que su voz tuviera ese efecto, aunque el doctor no podía quejarse con ese instrumento que tenía en la garganta.
—Se va a volver loca cuando se lo diga, lleva años pidiendo un hermanito —añadió.
—Bueno, ya sabemos que es más difícil quedarse embarazado en parejas omegas...
—Oh, no, no, yo no soy el padre de la criatura —aclaró el australiano con una sonrisa—, soy su mejor amigo, todavía no se lo ha dicho a su alfa.
—Oh... Entiendo... Entonces... ¿qué tal si hacemos algunas ecografías y se lo cuenta con una prueba gráfica del tamaño que tiene ese cachorro?
Jisung fue directamente a la camilla, bajándose el pantalón de chándal que llevaba puesto y subiéndose la camiseta mientras el doctor arrastraba el ecógrafo. Invitó a Felix a ponerse a su lado y él aceptó. Le puso el gel frío en el vientre a su amigo y acercó aquel extraño manubrio a la piel, presionando ligeramente.
Felix estaba maravillado, no entendía una mierda de lo que estaba viendo en la pantalla, pero se movía y vibraba y el doctor tenía una sonrisa tan bonita que creía que tenía que ser algo bueno. Tocó algunos botones mientras los tres mantenían silencio. La imagen se congeló por un momento y el médico señaló un punto concreto.
—Esta sombra de aquí es su bebé, señor Han —comentó—, está de unas nueve semanas.
—Mierda... —gruñó Felix, acercándose más a la pantalla por encima de Jisung.
—Joder... —respondió su amigo, apretándole la mano.
—¿Puedo tener una copia, Sungie? Por favor, no pude vivirlo con la bebita, necesito tener una copia de la primera foto de mi ahijado.
—¿Tu ahijado?
—Por supuesto, no pensarás que alguien más iba a ser padrino de esa bellota, ¿no? Y también una copia para Minho hyung y otra para Suni, seguro que la pondrá en su corcho con los dibujos de Hoshi.
La cara del doctor se contrajo un poco, pero no dijo nada mientras recogía la máquina e imprimía tres copias de las imágenes como le habían pedido. Limpió a Jisung con suavidad con un pedazo de papel y los condujo de nuevo al escritorio.
—Todo parece estar perfectamente, tiene 28 años, es usted un omega sano y joven, pero aún así le recetaré algunas vitaminas para asegurarnos. Ahora tendremos chequeos eventuales, si quiere seguir siendo mi paciente.
—Por supuesto que sí, doctor Song.
—Estupendo, entonces... Eso es todo... —informó, pasándole tres sobres con las tres copias de las ecografías—. Ahora... ¿puedo hacerles una pregunta un poco extraña?
—Uhm... Sí, supongo —intervino Felix, sin hacer mucho caso, admirando la foto de la bellota fijamente.
—¿Quién es Suni?
—Mi hija, tiene cinco años.
—Y ese Hoshi... Hmm... ¿Tal vez es Bang Hoshi? —Eso captó su atención y frunció el ceño mirando al hombre.
—¿Por qué quiere saber eso? —gruñó automáticamente a la defensiva.
—No, no, no me malinterprete. Mi hijo tiene cinco años, nos mudamos hace poco y empezó en un colegio nuevo y... Bueno, él habla mucho de que ha hecho amigos: Han Suni, Bang Hoshi y Kim Yunho. Dice que son los tres mosqueteros...
—¡Oh cielos! ¡Es usted el papá de Mingi! —exclamó Jisung emocionado—. Suni no para de hablar de que necesitamos invitar a Mingi a jugar para que puedan usar los dos el disfraz de Elsa.
—Ah, no sé si querrá volver a ponérselo después de lo que pasó...
—¿La pelea? —preguntó Felix, el omególogo asintió, con las mejillas rojas—. Apunte a Mingi a taekwondo, conviértalo en una máquina de matar.
—¡¿Qué?!
—No le haga caso, nada de máquinas de matar. Los niños van a una clase de taekwondo los sábados por la mañana. Yo también voy a veces, Seo sabumnim es un buen instructor y es amigo nuestro. Podría venir un día y probarlo, seguro que los tres mosqueteros se pondrán locos de contentos si su nuevo amigo Mingi va...
—Ah... Bueno, está bien, podría pensármelo.
—Tome —Jisung agarró un posit de la mesa y buscó en su teléfono el número del dojang de Changbin, apuntándolo—. Seguramente cogerá el teléfono Yuqui, ella es genial, dígale que va de parte de Han Jisung o de Lee Minho, así le darán plaza en la clase.
—¿Lee Minho? ¿El señor Lee? ¿El profe de los niños?
—Oh, mierda —maldijo Han frotando la cara—. Esto... él es... Necesito que... Querría saber si podría...
—Jisung quiere que, por favor, no diga nada de esta consulta. Minho hyung es su alfa y aún no se lo ha contado.
Los bonitos ojos del doctor se abrieron ampliamente y se apresuró a negar con la cabeza: —Por supuesto que no, esta consulta es confidencial. Usted puede decírselo cuando lo crea oportuno... Mientras, el secreto está a salvo conmigo.
—Muchas gracias, doctor Song... Y piénsese lo de llevar a Mingi a taekwondo, le encantará —aseguró Felix con una sonrisa, tirando de su amigo mortificado hacia la puerta.
—No hay de qué. Desde recepción le llamarán para concertar su próxima cita, Han Jisung... Y mi más sincera enhorabuena.
—Gracias, doctor Song —murmuró, con una sonrisita, saliendo de la consulta.
—Jefe, tienes una visita esperando en la entrada y me voy ya, tengo prisa.
—¿Piensas cumplir tu horario alguna vez, Yuqi? —se quejó Changbin. Ella le lanzó un beso y echó a correr por el pasillo. La vio hablando con alguien antes de marcharse.
Se cargó la bolsa deportiva al hombro y apagó las luces del vestuario antes de ir hacia la recepción. Tenía un hambre voraz y estaba muy cansado. Y además, tendría que cerrar la verja delantera porque su ocupadísima empleada lo había dejado solo. Otra vez.
Se preguntó quién vendría a visitarlo un martes a las ocho, la respuesta vino antes de que llegara a la recepción en forma de un intensísimo olor a fresas. Su lobo levantó las orejas y el hocico, deleitándose con el delicioso aroma a omega. Changbin se sobrepuso a los instintos, intentando parecer calmado cuando se encontró con el chico frente a él.
—Hola, Felix, ¿ha pasado algo con Jisung? —preguntó directamente. El muchacho levantó los ojos de su teléfono y negó con la cabeza. Tenía las cejas un poco tensas—. ¿A qué debo tu visita? No es que me esté quejando...
—Es... Bueno, llevo unos días sin saber nada de Jeongin y estoy un poco preocupado —Vale, Changbin podía hacerse cargo de eso. Aunque internamente estuviera rezando por que hubiese venido a verlo a él.
—Ah... Entiendo. ¿Te importa que hablemos fuera? Tengo que cerrar la verja. Normalmente lo hace Yuqi, pero huyó como una criminal. —Felix rio un poco y asintió, levantándose de la silla.
Salieron a la calle y el omega le echó una mano bajando la persiana metálica. Puso los candados y lo miró un segundo. Cuando lo veía desde tan cerca, Changbin siempre se estremecía un poco. Seguía tan bonito como el día que lo conoció, precisamente en ese dojang que acababan de cerrar juntos.
—¿No deberías estar en el restaurante? —preguntó, dándose cuenta de la hora que era.
—Hoy es mi día libre, hasta los esclavos necesitamos descansar.
—Le diré a Chan hyung que dijiste eso.
—Don't you dare, Seo Changbin —gruñó, dándole un empujoncito. El alfa se rió en voz alta, devolviéndole el golpe con su hombro. El chico le enseñó los dientes, pero un segundo después se reía en voz alta.
—¿Ya has cenado?
—No... Pensaba comprar algo en la tienda antes de volver a casa...
—Conozco un sitio aquí cerca que hace un kimchi jjigae increíble, ¿vamos? —Sabía que estaba arriesgando el último cartucho de dignidad que le quedaba, pero Changbin estaba particularmente sensible esos días. Todo el tema de Jeongin lo tenía de los nervios, sobre todo porque algo en su fuero interno le decía que la visita a su oficina había empeorado la situación del jovencito.
—Sí, podría comerme un plato de kimchi jjigae ahora mismo.
—Genial, está a la vuelta de la esquina.
Echaron a andar hombro contra hombro, tan cerca que sus chaquetas se rozaban con un siseo de tela. Se encontró deseando que ese camino fuera más largo, lo suficiente como para disfrutar de la compañía de ese Felix que no estaba a la defensiva. Para su desgracia, el lugar estaba realmente cerca y ni siquiera les dio tiempo a decir nada más cuando estaban entrando en el pequeño restaurante.
La señora Kim los saludó efusivamente desde detrás del mostrador. Su hija, una agradable beta que ayudaba como camarera, los condujo a una de las mesas libres. No estaba particularmente lleno y era un sitio tranquilo y pequeño. El tipo de lugares que Changbin disfrutaba. Rezó en silencio porque también Felix lo hiciera.
—Dos platos de kimchi jjigae, nuna —pidió, con una sonrisa—. Y yo tomaré agua, tengo que conducir.
—¿Podemos pedir también mandu? —Changbin asintió—. Yo también quiero agua, muchas gracias.
—A vosotros, chicos, volveré en seguida.
Changbin sacó del cajón lateral de la mesa dos cucharas y dos pares de palillos y le ofreció los suyos al omega. El chico lo agradeció con una sonrisa discreta y miró al teléfono móvil una vez más antes de resoplar ruidosamente y guardarlo.
—Entonces... Jeongin...
—Ah, sí —Changbin se sintió repentinamente incómodo. Esa úlcera que amenazaba con perforarle el estómago pareció más real que nunca—. ¿Qué pasa con él?
—No me habla, hyung. Lo llamé tres veces y no contestó en ninguna. Lo único que se dignó a decirme es que está ocupado...
—Está ocupado, trabaja duro...
—No me jodas, sé que está pasando algo desde hace meses y tú sabes lo que es.
—Felix...
—No intentes apaciguarm-...
—Aquí está el mandu y las bebidas —interrumpió la camarera con una sonrisa. Se alegró de que fuera beta porque las feromonas de Felix eran un poco agresivas desde tan cerca.
Changbin se llenó la boca con una empanadilla antes de que Felix volviera a hablar. Masticó con fuerza, casi ni saboreó el increíble bocado. El chico lo imitó, guardando silencio también. El ambiente se puso incómodo, tan incómodo como se ponía casi siempre que estaban juntos. De hecho... era la primera vez que estaban juntos y solos. En un contexto no sexual, evidentemente.
No quería que fuera así de mal tan rápido. El omega era un tipo difícil, con esa agresividad pulsando siempre por salir de su pequeño cuerpo. Un bonito cuerpo que estaba demasiado delgado, más de lo que recordaba. De repente, extendió su mano para colocar una pieza más de mandu en el plato de Felix, decidido a alimentarlo porque parecía que no lo estaba haciendo bien por sí mismo.
El chico abrió mucho los ojos, mirando de la masa en su plato a Changbin. Su olor se suavizó notablemente, aunque seguía siendo intenso.
—Changbin hyung, estoy realmente preocupado por Innie —confesó, golpeando con sus palillos el dumpling—. Tú sabes lo que está pasando y quiero saberlo... Él no me lo dirá... De verdad, estoy volviéndome loco sabiendo que está sufriendo y no puedo ayudarlo.
—No podrías ayudarlo aunque quisieras, Felix —aclaró, tomando un trago de agua.
—Eso no lo sabes, tal vez pueda hacer algo por él, aunque sea estar a su lado cuando lo necesite... Está solo y él es mío, ¿entiendes? Es como Jisung, es mi omega igual que él. Mi lobo está demente porque no sé nada de él...
—Felix... Es muy complicado y de verdad creo que no podrás ayudarlo. Ninguno podemos hacerlo —aseveró. Si hubiera algo que pudiera hacer, lo habría hecho. Pero, en lugar de ayudarlo, Changbin sentía que la había cagado mucho. Que complicó la situación precaria del chico con su visita sorpresa.
—Déjame intentarlo al menos —rogó, cerrando su mano sobre sus nudillos. Se sentía cálida contra su piel y era minúscula, a pesar de que las manos del alfa ya eran un poco pequeñas. La observó fijamente y se imaginó que podría tenerla más tiempo. Que podría tomarla con la suya cuando salieran de allí y caminar juntos hasta el coche. Tal vez dar un paseo antes de que cada uno se fuera a casa. ¿Sería demasiado robarle un beso de despedida?
Santo infierno, ahora tú eres el rey del delulu.
—Ejem... —Un carraspeo divertido lo sobresaltó y la mano de Felix se alejó, escondiéndose bajo la mesa. El alfa casi le gruñó a la camarera—. Kimchi jjigae, que lo disfruten. —Dejó los enormes cuencos sobre la mesa y le dio un guiño secreto a Changbin que lo hizo ruborizarse.
—Felix, no es mi trabajo airear los secretos ajenos...
—Por favor, te lo estoy rogando, ¿quieres que me ponga de rodillas? Voy a quedarme calvo si sigo con este nivel de estrés, Changbin hyung. Y mi cabeza no es tan bonita como para llevarla desnuda —bromeó, aunque la determinación de sus palabras no dejaba lugar a dudas de que realmente estaba desesperado por saber qué pasaba con Jeongin.
—¿No puedes conformarte sabiendo que está bien?
—Es que no es verdad. No está bien, tú tampoco lo estás y yo tampoco. Y tengo la impresión de que nadie más se da cuenta porque están demasiado ocupados con sus vidas pero yo soy incapaz de ver a uno de mis omegas sufriendo y cruzarme de brazos —Volvió a tomarlo de las manos, apretando con fuerza. Changbin estaba abrumado por sus palabras, por la vehemencia de su tono, por su olor narcótico y por su bonita cara contraída en una mueca de disgusto—. Sé que pasó algo el día del cumpleaños de Hoshi, sé que pasó algo el día de la inauguración. La razón por la que Jisung y Minho no tienen ni idea es porque viven en su propio universo. Pero hasta Han preguntó por Jeongin ayer. Joder, si supiera algo malo sobre Minho hyung te lo contaría. Sé lo importante que es para ti. Por favor, te lo ruego, no me mantengas en la oscuridad...
—Felix... —susurró, fatigado de cargar con ese secreto y un poco aliviado porque el omega estuviera tocándolo otra vez.
—Por favor, hyung...
Changbin suspiró sonoramente. Era consciente de que la sopa se enfriaba pero algo le decía que esas manos no soltarían sus muñecas hasta que hablase. ¿Qué podría ser lo peor que pasara si se lo contaba? ¿Que fuera a pedirle explicaciones a Jeongin? ¿Y sería eso tan fatal? Tal vez esa fuerza de la naturaleza que era Felix podría sacarlo del atolladero. Quizá haría que Jeongin reaccionara y mandara a la mierda a su abuelo, el puto compromiso y todo lo que tenía que ver con los Yang. Al menos, dejaría un poco más tranquilo a Changbin y tal vez esa úlcera no perforaría su estómago. Por lo menos podría compartir esa tristeza con alguien.
Y Felix era de fiar, confiaba en él.
«Por supuesto que es de fiar», secundó su lobo.
¿Cómo estás tan seguro?
«Porque lo sé. Cuéntaselo, deja que el omega ayude».
—Jeongin se va a casar —espetó de pronto.
La cara de Felix pasó por una decena de emociones distintas. Sus dedos se tensaron en sus muñecas y el olor a fresas se agrió, como si alguien hubiera olvidado un plato en el fondo de la nevera por un par de semanas.
Los ojos de Felix estaban clavados en él, buscando algo en su cara que, probablemente, no encontró. Sus cejas se fruncieron más, su boca se convirtió en una línea rosada y su acalorada respiración salía en oleadas por las aletas abiertas de su nariz.
—¿Qué? —preguntó, su voz grave convertida en un susurro.
—Su abuelo lo ha prometido con alguien, no sé por qué, no sé qué ocurrió —confesó—, el día de la fiesta pensé que se sentía mal por Hyunjin, estaba a punto de darle un ataque de pánico. Quería llevarlo a su casa, pero me dijo que no quería volver... Y me lo contó, así, de sopetón... No puedes contar nada, no digas ni una palabra de esto, pero, joder, voy a volverme loco... —De repente, la prensa que le apretaba las costillas desde hacía dos meses se soltó.
Se sintió más tranquilo, aunque el olor de Felix fuera desagradablemente fuerte en ese instante y pareciera a punto de asesinar a alguien. Daba igual que sus uñas romas estuvieran clavadas en su piel. Changbin estaba libre del secreto, por fin podía respirar otra vez.
—Yo... Fui a verlo la semana pasada a su oficina y me encontré a su abuelo —añadió.
—¿Qué demonios? —murmuró el chico, apartando las manos de las muñecas del alfa. Pero no se lo permitió, las tomó entre las suyas y acarició con los pulgares el dorso, buscando consuelo y dándoselo a él también. Por suerte, el chico no las quitó.
—Yang Doyan da miedo, Felix. Es terrible. Tiene los ojos de un halcón peregrino, me sentí como un ratón de campo. Creí que ese anciano iba a lanzarse en picado sobre mí a 300 kilómetros por hora y sacarme las tripas... Y ahora no sé si la he cagado más, si ese viejo le hará algo a Jeongin por mi culpa... —se lamentó, bajando la mirada al plato de sopa intacto.
Hubo unos segundos de silencio, el aroma de Felix fluctuó entre la ira y el consuelo.
Un momento, ¿qué? ¿Por qué trataba de consolarlo repentinamente? Felix no era un omega al uso, no usaba sus feromonas para calmar a la gente, solo para aplacarlos y demostrar su posición dominante. Changbin nunca había olido algo tan dulce como esa esencia. Su propio aroma se activó, con su lobo interesado y embriagado porque ese rubio estaba lo suficientemente preocupado por él como para tratar de tranquilizarlo. Quería eso, quería esa esencia sobre su piel cada día de su vida, quería ese pedazo de cielo con sabor a fresas en su boca y en cada rincón de su casa.
—Jisung estaría orgulloso de esa referencia —bromeó. Changbin levantó la cabeza desconcertado. Todavía tenía esa mueca enfadada, pero una sonrisa tiraba de su mejilla pecosa.
—El otro día le estaba contando a Minho hyung los hábitos de caza del halcón peregrino —murmuró.
—Por supuesto que sí, mi omega es un nerd —añadió con una risa afectuosa—. Ahora... Tal vez deberíamos comernos la sopa...
Changbin movió sus pupilas de las de Felix a las manos que sacudió. Lo dejó ir automáticamente, ruborizándose con violencia por su atrevimiento. Empezaron a comer sin mediar palabra, como si esa conversación no hubiera existido, como si no acabara de soltar una bomba nuclear en medio de un restaurante familiar. Como si ellos no tuvieran una historia terrible detrás. Como si Changbin no estuviera profundamente enamorado de él y Felix no lo hubiera friendzoneado muchísimo tiempo atrás.
Felix volvió a mirar el teléfono móvil y sus feromonas calmantes se alteraron ligeramente. Trató de contenerlo muy rápido, pero él ya lo había olido. Se dio cuenta de que había algo más que preocupaba al rubio, algo más que aquella desgracia que se cernía sobre la vida de Jeongin.
Se preguntó si sería demasiado osado indagar, si estaría sobrepasando una línea que Felix había trazado con el bol de sopa que comió picoteando como un pájaro. Estuvo a punto de hacerlo, de cuestionarle por su bienestar, de preguntarle quién le mandaba tantos mensajes que lo tenían tan tenso.
—No creo que lo hayas empeorado, hyung —intervino—. Incluso si supiera que eres su amigo, tu olor es discreto, nunca lo dejas sobre él, no eres como yo o Jisung. Hubiera sido mucho peor que se encontrara conmigo...
—Ah... Ya... Pero no puedo evitar preocuparme...
—Lo sé... Quiero pedirte disculpas por cómo te traté en la fiesta... Y en la inauguración. No debí ponerme tan territorial. A veces no puedo contenerme.
—No te preocupes, te conozco lo suficiente para no tomármelo como algo personal —Felix sonrió—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Sí, claro...
—¿Cómo estás tan tranquilo? Creí que destrozarías el lugar por un segundo... Y de repente estás todo zen.
—Era prioritario calmarte a ti. Estoy acostumbrado a lidiar con esos estados de pánico con Jisung. Ahora mismo solo quiero abrazar a Jeongin y encerrarlo en un lugar donde su abuelo nunca pueda encontrarlo, pero sé que no serviría de nada. Así que estoy tratando de idear un plan para evitar esa boda.
—¿Un plan?
—Sí, no se me ocurre nada, pero se me ocurrirá. Estoy seguro. Y tú me ayudarás —aseguró, señalándolo con la cuchara. Changbin sonrió y asintió.
Terminaron la sopa y el omega pagó la cuenta, a pesar de que Seo insistió en que había sido idea suya ir a comer. Salieron del local entre las risas cómplices de la señora Kim y su hija. Felix parecía totalmente ajeno y eso calmó un poco su vergüenza. Decidió que nunca más tendría una cita con el rubio en ese lugar. Aunque aquello realmente no fuera una cita y no esperara que Felix quisiera volver a salir con él.
—Joder... —gruñó, encaminándose hacia el coche mientras miraba el teléfono.
—Oye, ¿pasa algo más? —preguntó Changbin. El chico lo miró ladeando la cabeza—. Es decir... Podríamos haber tenido esta conversación por teléfono pero decidiste venir... Y llevas toda la tarde gruñéndole al móvil...
—Ah... Es que... Bueno —Pareció repentinamente tímido—, quería salir de casa y quería hablar contigo, pensé que estarías en el dojang...
—Eso no explica lo del teléfono —insistió—, si es algo demasiado personal solo me callaré. Pero estoy preocupado por ti. —Chocó sus hombros con un empujoncito. Felix sonrió mirando al suelo.
—Es una estupidez...
—Bueno, vivo con Minho, parcialmente al menos, estoy acostumbrado a las estupideces. —La risa grave del omega le calentó el corazón.
—Son mis hermanas, vendrán pasado mañana a Corea... Estarán aquí mucho tiempo y eso me tiene un poco tenso.
—¿Te llevas mal con ellas?
—Claro que no, las adoro, pero hay cosas... No sé, nunca han estado aquí, no conocen a ninguno de mis amigos, ni siquiera a Jisung. No sé cómo se comportarán cuando estén aquí, no sé si les gustará mi apartamento... Sé que mi familia no es la más fanática de que trabaje en un restaurante, mi padre quería que fuera economista o algo así... Como ellas... Sarah nuna trabaja para el Gobierno como asesora y Violet acaba de entrar a una gran corporación como consultora...
—¿Qué hay de malo en ser chef?
—No es para lo que me educaron —contestó secamente—. No me malinterpretes, ellas nunca han dicho nada sobre mi trabajo. Mis padres han sido más críticos, por eso vine a Corea... Y ahora ellas estarán aquí y sabrán cómo vivo, lo que hago...
—Ey, Felix, no hay nada malo en ti —aseguró, tomándolo de la mano—. Eres un tío estupendo, trabajar como chef en un restaurante no te hace menos válido, en todo caso es lo contrario. Joder, hay que reservar con semanas de antelación para sentarse en ese maldito lugar. Si Chan hyung no fuera el dueño tendría que invertir el sueldo de tres meses para pagar la cuenta —Felix apretó la boca y Changbin se arriesgó a pellizcarle una mejilla—. Eres un cabrón fuerte que dirige a alfas, omegas y betas. Puedes darme una paliza en taekwondo. Hasta los alfas puros bajan la cabeza cuando te cabreas.
—Eres un idiota —murmuró, apartándose de él con un resoplido de risa.
—Minho hyung estaría de acuerdo contigo. Siéntete orgulloso de lo que has conseguido, Felix. Eres extraordinario. Cuidas de todo el mundo, haces tu trabajo y todavía tienes energía para patear un par de traseros. ¡Eres una máquina de matar! Suni y Hoshi aseguran que podrías tumbar a un extraterrestre. Si los Hombres de negro se enteran, te llevarán a una instalación del Gobierno para hacerte agente especial contra las amenazas del espacio exterior.
Felix se rio de verdad, negando con la cabeza. Siguió caminando, con las carcajadas resonando en la calle. Lo acompañó hasta su coche deseando intensamente darle un beso, hacerle ver lo bueno, perfecto e increíble que era. En su lugar, se mantuvo cerca, regocijándose por el cambio en su olor, de angustiado a contento. Su lobo vibraba de orgullo, hinchando el pecho como un palomo.
—Gracias, hyung —murmuró, rodeando el automóvil. Changbin lo observó desde la acera, echándolo de menos instantáneamente—. Por contarme lo de Innie y por todo lo demás...
—Deberías decirle a Chan hyung que vienen tus hermanas, le gustará conocerlas y podréis gritar esa mierda de "aussie, aussie, aussie". —El chico volvió a reír.
—Buenas noches, hyung. Y te avisaré si se me ocurre algún plan.
—Genial, estaré esperándolo.
No solo el plan. Changbin estaría esperando cada migaja de atención que Felix tuviera a bien darle; por triste que sonara, todavía le pertenecía su corazón.
***
Por favor, no me odien, navegantes. Mi vida es un caos y siempre me olvido de publicar T_T
Nos vemos en el infierno
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