7. Quiero que seáis felices
Hyunjin pensaba llevar su coche lleno de cajas de cartón plegadas y cinta adhesiva para ese viaje de mierda a su antigua casa. Según sus planes, Minho traería a Jisung por la mañana al apartamento, los vería ser asquerosamente empalagosos, el alfa dejaría al chico apestando a feromonas posesivas y se iría. Después de eso, pensaba subir a Jisung como copiloto y conducir hasta la casa, tal vez llorar un poco y, sobre todo, dejar que el aroma calmante del omega lo ayudara a pasar el mal trago. Pero con Han las cosas nunca salían como uno esperaba.
Por eso estaba en el asiento trasero del Hyundai híbrido de Felix, junto a la pila de cajas que no cabían en el maletero y dos bolsas llenas de snacks y bebidas.
"Apoyo moral", había susurrado Jisung cuando le dio un abrazo nada más verse. No sabía si para sí mismo o para Hyunjin, pero, muy en el fondo, lo agradeció. Aunque el olor del australiano era tan fuerte que opacaba la lavanda de Jisung, no podía despreciar el hombro que se le brindaba. Los hombros.
Su lobo, en lugar de incomodarse por el potente olor del omega conductor, estaba tranquilo y adormecido. ¿Qué tipo de reacción química tenía en el cuerpo de un alfa tener a dos omegas tan dispuestos a sostenerlo si se caía?
Hyunjin se veía a sí mismo como una persona a la que no le importaba el segundo género de la gente, aunque su incidente con Minho podía demostrar exactamente lo contrario. Sin embargo, nunca vio menos a Jisung por ser un omega. No creyó que debiera atenerse a determinadas normas sociales o expectativas. Discutió con él como lo haría con un alfa, fue su amigo como lo sería de alguien con su designación. Él nunca esperó que Jisung se ocupara de él como un omega.
La realidad era que su alfa respondía de forma positiva al aroma de Jisung. Siempre lo había hecho. Cuando lo conoció en la secundaria, lo odiaba con toda su alma por como su lobo reaccionaba a él. El gran Hwang Hyunjin convertido en un charco de calma y sosiego con solo una ligera brisa de la lavanda que expulsaba el otro. Le molestaba.
Por suerte para los dos, se repuso a esa adolescencia compleja, dándole un nuevo prisma sobre el impacto de Han en su sistema. Olerlo era balsámico y tenerlo cerca demostró ser divertido, sin duda, los mejores años de su vida fueron tomando decisiones estúpidas con Han Jisung.
Con Felix era diferente. Su aroma era avasallador, casi tanto como su personalidad. Era absolutamente ineludible. Los omegas dominantes eran tan raros que mucha gente pasaba su vida sin conocer a uno. Como una persona con heterocromía o alguien albino, una rareza genética. Y él tenía la dudosa suerte de haberse cruzado a más de uno. Tenía la fortuna desdichada de estar compartiendo un coche con ese torrente imperativo de fresas frescas, ácidas y dulces; mezcladas con la lavanda tenue y sedativa de Jisung y unas notas posesivas de café que se quedaron sobre Han.
Y estaban allí por él, para él. Para cuidarlo como si fuera algo precioso, como si su fracaso no fuera lo único que tenía para dar. Como si casi no hubiera destrozado la vida de Minho, quien, por cierto, estaba ahora mismo cuidado de la hija de la que él debería encargarse.
Buen trabajo, Hwang, se criticó, ni siquiera merecía que esos dos discutieran ante él por la canción que debía sonar. No se creía digno de ese viaje, de esa conversación casual, de esa forma de cuidarlo que no era directa, sino sutil.
Pero estaba ahí, con su alfa disfrutando de los olores y su pecho un poco menos pesado que esa mañana, cuando se dio cuenta de a dónde tenía que ir. Jisung agarró el teléfono y aseguró que su gusto musical era impecable. Felix replicó diciendo que mentir era pecado. Hyunjin se rio porque eran tan estúpidamente fantásticos que lo tenían flotando en las nubes.
Aparcaron frente a la casita adosada después de que destrozaran un puñado de canciones de k-pop de grupos de chicas. La mueca todavía tiraba de sus comisuras incluso cuando bajó del coche y estuvo ante la puerta de la cancela.
Una mano cálida se posó en su brazo de pronto y se dio cuenta de que llevaba unos segundos de más sin moverse. Tenía un agarre infalible en las llaves, junto con las bolsas de comida y algunas cajas y sus nudillos se estaban poniendo blancos. Miró a ambos lados, los dos omegas cargaban el resto de los materiales y esperaban con paciencia, flanqueándolo. Sus guardias de seguridad, su doble paracaídas.
—Nos emborracharemos cuando terminemos de empacar —dijo Han, con un guiño adorable. Hyunjin asintió y, haciendo de tripas corazón, introdujo la llave en la cerradura.
No quiso mirar a las plantas mustias del pequeño patio de la entrada y caminó directamente hasta la puerta de la casa. Lideró la marcha hasta el recibidor y los tres se quitaron los zapatos en silencio. Había polvo por todas partes, pero era, básicamente, el mismo sitio que abandonó cuando Jeongin lo dejó atrás. El mismo lugar que fue cálido, lleno de muebles de distintos colores y pedazos de su vida. Incluso las fotos seguían colocadas en los mismos puntos que estuvieron.
—¿El estudio está arriba? —preguntó Felix sorprendentemente bajo, como si temiera perturbar la quietud del espacio.
Hyunjin quería pedirle que pusiera música, que desafinara en voz alta, que él y Jisung se volvieran locos juntos. De repente, tenía la imperiosa necesidad de crear recuerdos nuevos. Que no todo fuera el aroma de Jeongin, sus hoyuelos cuando reía, su cara de concentración cuando jugaba a la consola, su pelo negro entre los dedos, su cuerpo desnudo durmiendo en la cama...
—Ey, Hyunjin... —Jisung apareció en su campo de visión pellizcándole la mejilla—. Vamos, cuanto antes terminemos, antes podremos irnos.
—Hmmm... Sí, sí —murmuró—. Vamos arriba...
Subieron los dos pisos de escaleras en fila y los dirigió hasta el estudio, en el ático, con los grandes ventanales iluminando el espacio a cada lado.
No había caballetes porque los había trasladado a su nuevo apartamento, mucho más pequeño que este. Solo quedaba en el centro de la diáfana sala una alfombra grande en la que recordaba ver a Suni jugar desde que era un bebé; unas cuantas cajas con cuadernos de bocetos que no se llevó y dos docenas de lienzos de todos los tamaños tapados con pedazos de lino.
Dio un paso, adentrándose en el espacio en el que había creado sus mejores obras, las mismas que Kim Namjoon quería exponer en Whalien 52. Una inspiración honda le hizo carraspear, el olor a cerrado era más fuerte en el estudio, pero tenía sentido teniendo en cuenta la cantidad de productos químicos que solía haber allí y los que todavía quedaban impregnados en las superficies.
Los omegas lo siguieron, dejando las cajas junto a la gran alfombra. Felix le quitó las bolsas de las manos con una amabilidad a la que no lo tenía acostumbrado. Las puso sobre uno de los contenedores de plástico que había contra la pared.
—Es enorme... es como el tamaño de mi apartamento... —exageró Jisung.
—Tiene toda la superficie de la planta de la casa... La compré específicamente por este espacio —explicó, tomando con un poco de miedo un trozo de tela del montón de lienzos que dejó sobre un soporte tanto tiempo atrás—. Suni y yo solíamos pasar aquí muchísimas horas, jugaba en la alfombra mientras yo pintaba.
—Pintar es su pasatiempo favorito, salió a ti...
—Tú también tienes talento, Jisung.
—Por eso mi bebita es tan buena dibujando, tiene dos papás artistas —comentó casualmente el australiano, evitando la réplica de Jisung. Los dos se rieron con ternura.
—Hmmm... ¿Tenemos que empacar esos cuadros? —Jisung se había acercado hasta acariciarle la muñeca, señalando al montón ante él con la otra mano. Hyunjin asintió, quitando el resto del lino con cuidado de no remover el polvo.
—¿Puedo poner música? —preguntó Felix y lo agradeció muchísimo, porque el teléfono móvil fue suficiente para llenar el vacío que parecía cerrarse sobre Hwang.
Tragándose todas las cosas desagradables que sentía, llevó el primer lienzo hasta la caja de cartón que Felix abría para él, colocando una buena cantidad de plástico de burbujas. Y, después, todo fue coser y cantar.
Trabajaron como una máquina bien engrasada: Hyunjin intentando no mirar demasiado los lienzos, Jisung y Felix asegurándose de empaquetarlos con delicadeza. Le sorprendió que no discutieran y pronto se encontró siguiendo sus estúpidas bromas y tarareando las canciones que se sabía.
Su atención fue hasta los omegas que bailaban moviendo los brazos al unísono, mientras estaban arrodillados frente a la enorme pintura llena de maracuyás de distintas formas y tamaños. Y eso era justo lo que quería: crear ese nuevo recuerdo de esos dos idiotas bailando Fearless frente a la prueba de su amor por Jeongin. Sintió que podía hacerle frente a todo, que aquel momento podría convertirse en el último paso de su curación. Que había perdido el miedo.
Con el corazón henchido de gratitud y amor, se acercó hasta Jisung y le dio un abrazo sin decir ni una palabra, abrumado por la forma en la que estaba sacándolo del agujero sin darse cuenta. El muchacho jadeó sorprendido, pero sus brazos se enredaron alrededor de su cintura y su cabeza cayó naturalmente contra su clavícula. Diez segundos después, el rubio pecoso se unió a la muestra de afecto, abrazándolo por la espalda y arrastrándolo todavía más lejos, hacia la superficie en la que brillaba un sol cálido que olía a lavanda calmante y a intensas fresas.
—Gracias, chicos.
—Siempre es un placer pasar una mañana de sábado entre polvo y bonitos cuadros preciosistas, pelotinto —dijo Felix. Y su risa retumbó en su pecho.
Jisung sentía que su corazón iba a explotar. Trató de contener las lágrimas con un puchero, pero fue inútil. Estaba rodeado por los olores ligeramente tristes de dos de las personas más importantes de su vida y no pudo evitar ponerse a llorar. Aplastó la cara contra la camiseta de Hyunjin y sollozó, aferrándose a la tela con fuerza.
—Ey, Sungie, ¿qué pasa? —preguntó Lix, acariciándole el pelo.
—Es que... —balbuceó, con el llanto atascándole la garganta—... No quiero que estéis tristes... Quiero que seáis felices.
No tenía sentido lo que estaba diciendo y tampoco que estuviera tan angustiado. Pero no podía evitarlo. Los cuadros que empaquetaron eran hermosos y él sabía perfectamente quién había sido el modelo. La espalda llena de músculos, con las sombras y luces colocadas; el perfil de la cintura sobre la cama en una explosión de flores de colores; el plano detalle de un hoyuelo dentro de una sonrisa difuminada... La cara de Jeongin no estaba por ninguna parte, pero, al mismo tiempo, su esencia estaba impregnada en cada golpe del pincel, en cada mancha de pintura, en cada línea ahumada y en cada color.
Y esa mierda era tan triste.
Era tan deprimente que la bonita casa de Hyunjin estuviera abandonada, que su hija ya no disfrutara de jugar en la alfombra del enorme estudio. Quería que fuera feliz porque lo apreciaba, porque, a pesar de todo, Hwang era una parte imprescindible de su vida, la razón por la que tenía a la niña más lista y bonita del universo.
Se merecía ser feliz, se merecía disfrutar de Jeongin y amar al omega de forma abierta, como Minho y él se amaban. Quería que tuvieran su historia de amor, que fueran juntos al río Han para enseñar Suni a patinar; que tuviera una décima parte de lo que su alfa le había dado.
Y quería que Felix sacara la cabeza del culo. Que se olvidase de esa mierda de fingir que era un alfa fuckboy y dejase que todos vieran las partes suaves de sí mismo. Como ese instante en el que rodeaba a Hyunjin con sus brazos. Que todo el mundo disfrutara de su lenguaje del amor que tenía forma de brownies caseros, su risa loca cuando veían una película de comedia, sus masajes duros, sus imitaciones estúpidas, su voz aguda cuando hacía aeghyo para él y Suni y su bonita sonrisa que era como el sol.
Necesitaba que dejase de apartar a Changbin de él y admitiese de una maldita vez que lo stalkeaba en Instagram. Que le diera una oportunidad a ese alfa tan adorable para cuidarlo. Que se dejara cuidar por alguien más que Han. Que todas las expectativas que tenía sobre él se disiparan para dejarlo ser el omega tierno que sabía que se ocultaba debajo de toda esa rudeza.
Ay, cómo quería Jisung compartir un poco de su felicidad con ellos. Y qué doloroso era no poder hacerlo.
—Oye, está bien, estoy pasando una mala racha, pero se arreglará —consoló Hyunjin, secándole las lágrimas con los pulgares—. Por lo menos ahora no estoy solo. Y no se puede llorar escuchando Pop de Nayeon, Jisung.
—Cierto, eso es delito —acusó Felix, haciendo los pasos con las manos y haciéndolo carcajearse entre resoplidos llorosos.
Sacó un pañuelo de su propio bolsillo y se sonó. Mirando al former-pelotinto y a su rayo de sol tratando de seguir la música abriendo y cerrando los dedos. Lloró un poco más, solo porque los quería muchísimo, porque odiaba que no se hubieran llevado mejor antes y porque eran capaces de hacerlo reír incluso cuando los mocos le caían hasta los labios.
Eran parte de él, eran su familia. Aunque ellos no fueran una de esas manadas grandes como las de Australia, Jisung los sentía un poco suyos, como a Suni, Minho, Changbin, Jeongin e incluso a Chan, Seungmin y Hoshi. Joder, qué triste era que no pudieran estar todos ahí, celebrando el éxito de Hyunjin juntos, comiendo papas fritas, bebiendo soju y jugando con los niños a cualquier cosa que los distrajera.
—Mierda, Sungie, ¿qué pasa? —Dos pares de manos estaban alrededor de su cara y su pelo y él era incapaz de hacer nada más que llorar.
El aroma a sándalo se expandió y supo que Hyunjin trataba de calmarlo con sus feromonas alfa. Aunque solo lo hizo echar un poco de menos a Minho y desear mucho más que estuvieran todos allí. Negó con la cabeza, intentando hacerles entender que todo estaba bien, que en realidad solo estaba un poco sensible y muy llorón. Tal vez era porque hacía mucho que no salía con Hyunjin, porque nunca estuvieron los tres solos compartiendo tiempo, o porque las vidas de sus amigos estaban lejos de estar bien.
—Ey, ey, calma, Jisung, me estás preocupando —insistió Hwang.
—Es que... —Sorbió ruidosamente por la nariz—, no sé por qué no puedo dejar de llorar...
Felix se arrastró por el suelo, abrazándolo por la espalda mientras él seguía aferrado a la camiseta del alfa, llenándola de mocos.
—¿Estás cerca de tu celo? —susurró Lix en su oído. Él negó con la cabeza.
No estaba tan cerca de su celo como para estar llorando de esa manera. No había ninguna razón real para que estuviera haciéndolo, más allá de la pena absoluta por que sus amigos estuvieran sufriendo. Demonios, como necesitaba a Minho en ese mismísimo instante para que lo consolara.
El pecoso se pegó a su cuello como una aspiración ruidosa. Se estremeció, sintiendo la nariz rozar su glándula derecha sin vergüenza. No era la primera vez que lo hacía, pero fue un poco extraño en ese contexto.
—Huélelo, Hyunjin —ordenó, con la voz áspera. Jisung se estremeció y miró los ojos de cervatillo asustado que puso el alfa—. Hazlo ahora. —Y no había lugar a réplica.
De repente, Jisung se convirtió en el queso de un sándwich, aplastado entre dos cuerpos, con dos cabezas pegadas a cada lado de su cuello, hurgando con sus narices en sus glándulas. No pudo evitar el jadeo de sorpresa cuando las respiraciones de los dos lo golpearon al mismo tiempo. Joder, Jisung amaba a Minho, pero su cuerpo respondió a aquella invasión con un escalofrío.
—Mierda... —exclamó Hyunjin, apartándose de él bruscamente.
—Sí, mierda —estuvo de acuerdo Felix, un segundo después, lo arrastró hasta su regazo, abrazándolo con fuerza y perfumándolo con sus feromonas.
—¿Qué pasa? ¿Es mi celo? —preguntó, desconcertado por la actitud de su amigo—. ¿Debería llamar a Minho hyung?
—Oh, joder, definitivamente deberías llamar a Minho hyung. Pero no creo que tengas que preocuparte por el celo —respondió el alfa crípticamente—. Ah, cielos, ahora entiendo lo de venir a mi casa para luego lloriquear cuando llegó tu alfa —rio, echándose hacia atrás.
—Oh, sí, cuando desapareció de la faz de la Tierra —bromeó Felix—. Todo tiene sentido ahora, Sungie.
—¿Qué está pasando? —preguntó, apretando los antebrazos del omega que lo rodeaban.
—¿De verdad no lo sabes? —Hyunjin lo miró con la cabeza ladeada. Él negó con un movimiento.
—Dios, qué idiota eres —murmuró Felix, dando una última bocanada en su cuello, haciéndolo temblar un poco más—. Cariño... Estás embarazado —sentenció.
Jisung observó fijamente la sonrisa de Hyunjin. Un segundo después, el alfa se arrastró hasta las bolsas y abrió una botella de soju, dando un trago directamente. Le pasó el recipiente a Felix que lo imitó, justo antes de apartarlo de él cuando trató de beber también.
—Ey, quiero un poco...
—¿Estás sordo? Acabo de decirte que estás embarazado.
Espera, espera, espera, espera un momento.
«Espera, espera, espera, espera, espera»
¿Qué está pasando?
«¡¿Qué?!»
—¿Qué? —soltó en voz alta, con el chucho arañando las paredes de su cabeza con desesperación.
—Jisung, estás embarazado —repitió Hyunjin, tomándolo de la mano.
—No puede ser... No puede ser... Yo no...
—No digas que no follas, Jisung, por supuesto que lo haces.
—Pero nosotros... Nosotros siempre...
—¿Siempre? Cariño, piénsalo bien, ¿de verdad siempre usas protección? ¿No ha habido ni una sola vez que no?
—Pero no es posible...
—Por supuesto que es posible, joder, Suni es la prueba —exclamó Hyunjin—. Además, recuerdo perfectamente como olías cuando estabas embarazado de ella.
—Motocristo en Jesucicleta —balbuceó con sus ojos clavados en la alfombra sobre la que estaba sentado.
—¡Enhorabuena, cariño! ¡Vas a darme otro bebé al que malcriar y convertir en una máquina de matar! —chilló Felix, tirándolo al suelo para cubrir su cara de besos.
—Por fin mi hija tendrá el hermanito o hermanita que no para de pedir. Por Jisung, el omega más fértil de Corea —brindó Hyunjin, dándole un trago más al soju. Felix se incorporó, bebiendo también con una risa grave.
Jisung estaba en shock, tan fuera de sí mismo que parecía que estaba viendo una película, que no era el protagonista sino un espectador. Como si otra persona se hubiera embarazado sin querer de nuevo, alguien que no era él, que no tendría que enfrentarse a Minho para decirle: ¡Sorpresa, vas a ser papá aunque lleves poco más de un año saliendo conmigo y ya tenga cargas familiares y mi vida sea un desastre! ¡Estarás atado a mí de por vida como lo está Hyunjin! ¡Tendré hijos de diferentes padres que pasarán las vacaciones separados porque tendré que compartir la custodia también contigo! ¡Ahora tendrás que presentarte como Minho, padre separado! ¡Lee Minho, el profesor de infantil que embarazó a un omega descuidado! ¡Al omega más fértil de Corea!
—Oye, oye, oye —Felix lo zarandeó con fuerza—. ¿Qué mierdas estás diciendo?
—¿Dije eso en voz alta?
«Por supuesto que sí, idiota»
—Cálmate, Han, estás perdiendo el juicio. —Hyunjin lo incorporó, colocándolo sobre su regazo mientras Felix le acariciaba la cara.
—Minho hyung me va a odiar.
—Por Dios, estás hablando del tipo más cualificado para ser padre del universo —discutió el australiano.
—Aunque me moleste, eso es verdad —acordó el alfa.
—Me va a dejar. Creerá que lo hice a posta... —murmuró con la respiración saliendo a trompicones.
Su pecho subía y bajaba y sentía la mente nublada. El oxígeno parecía no llegar bien a sus pulmones y no dejaba de pensar que esa mierda le explotaría en la cara y Minho lo odiaría para siempre.
—Jisung, dime cinco cosas que puedas ver, ahora mismo —gruñó Felix, sus feromonas lo aturdieron todavía más y sintió sus dedos presionar sus mejillas.
—Yo... ¿qué?
—Cinco cosas que puedas ver, rápido.
—Te... Te veo a ti... Tus pecas. Veo tu pelo rubio —Rodó las pupilas por el lugar—. Veo el pelo negro de Hyunjin, el lunar que tiene bajo el ojo. Y... y las luces empotradas en el techo...
—Bien, dime cinco cosas que puedas sentir.
Jisung respiró hondo, tratando de concentrarse en lo que le pedían, pero era realmente difícil con su cabeza llena de escenarios terribles en los que Minho lo abandonaba por embarazarse sin planearlo. Situaciones catastróficas en las que sus hijos nunca se veían porque tendrían que estar en las casas de sus padres. En las que era el peor progenitor del universo, en la que lo echaban del trabajo y no podía comprarle pañales a su bebé.
—Vamos, Sungie, cinco cosas que sientas ahora mismo —insistió Felix.
—Sien... Siento tus manos en mis mejillas... Los dedos de Hyunjin en mi pelo... Eh... Está la alfombra debajo de mí... —pensó un poco, centrando sus procesos mentales—. Tu olor, tus feromonas, puedo sentirlas... Y las de Hyunjin, huele a sándalo y fresas, a alfa y a omega... Y a polvo y un poco a lavanda y a ansiedad... ¿Yo huelo así?
—Sí, cariño, pero se está poniendo mejor ahora, respira hondo para mí.
Lo hizo, concentrándose en las palabras tranquilizadoras que le decían. Se relajó poco a poco, con la ansiedad diluyéndose en su estómago apretado. No supo cuánto pasaron allí, con él tirado sobre el regazo de Hyunjin y Felix masajeando sus mejillas.
—Ninguna cosa de esas va a pasar, Minho va a ser el hijo de puta más feliz del mundo. En cuanto se lo digas te follará y luego te meterá entre algodones para que nada te pase. ¿Entiendes?
—Pero... ¿cómo lo sabes?
—Joder, Jisung, hasta yo exploté de felicidad cuando lo supimos y teníamos 23 años. Tú y Minho sois adultos, él ya tiene 30, un trabajo estable, tú también lo tienes... Nosotros éramos estudiantes... Y ni siquiera me gustaban tanto los niños como a él...
Y era verdad, todas esas palabras de Hyunjin no eran más que verdades. De repente, la ansiedad se convirtió en un intenso torrente de felicidad que lo hizo temblar. Se enderezó de un salto, empujando a Felix al suelo, miró al alfa y al omega por diez intensísimos segundos y se echó a llorar otra vez. Sus amigos lo abrazaron
—¡Joder! ¡Estoy embarazado! —sollozó.
—Espero que estas lágrimas sean de felicidad...
—Sí lo son, mierda, estoy embarazado. Suni tendrá un hermanito o hermanita. Habrá un bebé para mimar. Un pequeño ser humano está creciendo aquí —Señaló su barriga—. ¿No entiendes lo jodidamente increíble que es eso?
Felix se rio en voz alta y Hyunjin le revolvió el pelo justo antes de pasarle un pañuelo. Se limpió las lágrimas y los mocos con una sonrisa llorosa.
—Por eso no me entran los pantalones de cuero, joder —se quejó—. Los vaqueros me quedaban apretados, pero pensé que se habían encogido o algo...
—No, amigo, tú estás aumentando... Vas a ponerte enorme y redondo como una bola.
—¡Ey, Felix! Jisung está precioso cuando está embarazado, todo gordito y adorable. Minho lo va a amar —aseguró Hyunjin con una sonrisa que hizo que sus ojos se convirtieran en dos medias lunas.
—Minho lo va a amar...
—Sí, cariño, tu alfa te ama y te amará aún más cuando sepa que estás cargando su cachorro. Solo espera y verás.
«Nuestro cachorro, el cachorro de alfa», ronroneó el chucho de pronto.
Nuestro hijo, Jisung sintió que su corazón realmente explotaba de felicidad.
***
Bombazo informativo que TODO EL MUNDO YA SABÍA JAJAJAJAJAJAJAJAJAJ
¡Nos vemos en el infierno, navegantes!
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