5. No te lo vas a creer

Changbin tenía un problema con stalkear a la gente. Bueno, eso decía Minho. La verdad era que no le gustaba que no le contestaran a los mensajes y no podía evitar preocuparse automáticamente. Sobre todo cuando se trataba de Jeongin.

El omega llevaba cuatro días sin dar señales de vida y eso lo tenía muy tenso. No solo porque había algo en Jeongin que lo obligaba a cuidarlo como un hijo, sino porque temía que su abuelo hubiera hecho de las suyas y le hubiera prohibido contactar con él.

Y, evidentemente, esa era la razón por la que estaba en la recepción de las empresas Yang. A la beta que trabajaba tras el mostrador no le hacían ninguna gracia sus exigencias y podía entenderlo. ¿Quién era él para llegar y pedir que lo llevaran ante Yang Jeongin? Nadie. No tenía una cita programada y no traía un traje ni una tarjeta de presentación. Apenas se podría considerar que sus vaqueros y su camisa blanca eran "elegantes". Mientras esa mujer iba con su vestido perfectamente planchado.

—El señor Yang no recibe a nadie, señor Seo. Lo siento mucho.

Changbin suspiró, apartándose del mostrador para llamar una vez más. Por supuesto, no contestó. Metió las manos en su pelo con un resoplido frustrado, odiaba esta mierda. Detestaba ser la única persona que sabía el secreto de Jeongin y no poder hacer nada para impedir que se casara con quien quiera que fuera a casarse.

—Changbin hyung, ¿Qué haces aquí? —la voz del omega vino de su espalda y se giró automáticamente. Su agitado corazón se tranquilizó un poco viéndolo saludable y vivo.

—¿Por qué no contestas al teléfono? —regañó directamente, eliminando los cuatro pasos que los separaban. El chico se tensó, como si temiera que Changbin lo tocara pero no iba a hacerlo. Sobre todo con la mirada curiosa de la beta desde el mostrador.

—He estado ocupado... Lo siento. —Era una mentira, pero no iba a insistir.

—Te invito a almorzar, vamos —ofreció extendiendo la mano para que andara ante él.

—No puedo ir, tengo...

—Oh ya estás aquí, Jeongin, me alegro mucho. —Un anciano con porte regio caminó decidido hacia ellos desde los ascensores, con sus ojos perforando un agujero en la cabeza de Changbin. Lo acompañaba un chico más joven, tal vez de su edad, parecía cortado por el mismo patrón que el anciano e incluso que Jeongin—. ¿Podemos irnos?

—Sí, harabeoji. —Mierda santa, el infame Yang Doyun en toda su imponente presencia era el viejo que trataba de despedazar a Bin con la mirada. Se sintió de pronto minúsculo y totalmente infantil, con sus vaqueros rectos y esa camisa blanca que era de las pocas cosas formales que tenía en el armario de su apartamento.

—¿Usted es...? —preguntó Yang Doyun, mirándolo con absoluto desprecio.

—Uhum —carraspeo antes de hacer una reverencia—. Mi nombre es Seo Changbin, estaba...

—Estaba pidiendo indicaciones —interrumpió Jeongin—, se confundió de edificio.

Changbin lo entendió rápidamente, evitando la cara de sorpresa. Se rio y se rascó la nuca, fingiendo vergüenza.

—Sí, soy muy torpe, todos los edificios parecen iguales ...

—¿Ya ha encontrado su destino, entonces? —insistió el anciano. Changbin asintió, con el culo apretado por la tensión—. Muy bien —cambió su atención al omega—. Vámonos, tenemos una reserva y no quiero llegar tarde.

—Sí, harabeoji —susurró el chico—. Espero que encuentre su destino —le dijo a Seo antes de hacer una ligera reverencia.

Entendió que esa era su señal de salida. Se despidió respetuosamente y se marchó. Se sintió como una mota de polvo sobre una chaqueta de sastre: descartable. Una última mirada atrás lo hizo ver a un incómodo Jeongin caminando detrás de los otros dos hombres. Se veía silencioso y tímido, haciéndose lo más pequeño posible para evitar llamar la atención de los mayores. Changbin casi corrió hasta él para llevárselo lejos.

En cambio, fue hasta el parking y se subió al coche.

Recorrió el camino hasta el apartamento dándole una y mil vueltas a la situación de Jeongin. Temía que de verdad fuera a salirle una úlcera. No quería que el chico se casara con alguien que no amaba, joder, estaba tan enamorado todavía de Hwang que dudaba que pudiera hacer nada más que pensar en él.

Todavía no entendía donde estaba el problema del anciano Yang con ese chico. El alfa era guapo, alto, elegante y refinado. Divertidamente dramático y, sobre todo, adoraba a Jeongin, aunque tratara de ocultarlo detrás de su educada amabilidad. Diablos, incluso a Changbin le podría haber interesado si no tuviera su propia cabeza llena de ese pecoso que maldecía como un marinero.

Iba a volverse loco, necesitaba hablar con alguien de eso cuanto antes. Necesitaba ayudar a Jeongin a quitarse esa correa que lo amarraba a su abuelo. Necesitaba salvarlo.

Abrió la puerta del solitario apartamento e insultó mentalmente a Minho por prácticamente vivir en casa de Han. Aunque los adoraba, echaba de menos encontrarse con ese idiota cocinando algo rico cuando llegaba. ¡Y ni siquiera había almorzado!

Resignado, volvió a salir de casa y decidió que comería una ensalada de la tienda de conveniencia que había junto al dojang. Mejor eso que encerrarse en casa hasta que sus propios pensamientos lo consumieran.

Jeongin esperaba cualquier cosa menos encontrarse a Changbin en la recepción del edificio. De hecho, eso lo tenía muchísimo más nervioso que haber conocido a su prometido.

No, no es mi prometido. Se resistía con todas sus fuerzas a llamar a ese hombre nada más que por su nombre y apellido: Ju Haknyeon. No quería darle ni la posibilidad de tratarlo informalmente.

Ese porte elegante, su traje perfectamente almidonado y su cara bonita le dieron rabia a Jeongin. Le molestaba su voz calmada, sus maneras, lo perfectamente educado que era. Que no tuviera manchas de pintura en las uñas, que su pelo fuera corto y que no tuviera un lunar debajo del ojo. Le molestaba la risa de su abuelo, grave y baja, los temas de conversación que compartían y el deshecho pedazo de carne en su plato que no pudo terminar. Le molestaba todo de él, su presencia, su olor inexistente, el corsé que lo ceñía a las normas de los Yang. Lo odiaba porque le recordaba a sí mismo pero, sobre todo, porque no era Hyunjin.

No era el hombre que se había tatuado con fuego en sus costillas. Al que llevaba impreso en cada célula de su cuerpo. Con el pelo desastroso por las decoloraciones, los labios gruesos, las extremidades largas, la risa escandalosa. Nada de ese hombre sentado frente a él le recordaba a Hyunjin y se encontró arrepintiéndose, una vez más, de no haber dejado que lo marcara cuando se lo pidió. Que borrara a Yang Jeongin y lo convirtiera en alguien más. Que lo moldeara como un pedazo de barro, que lo dejase caer sobre un lienzo como un bote de pintura.

Pero no lo hizo. Y ahora compartía mesa con su abuelo y el prometido que le obligó a aceptar. Por suerte, era un beta, así que no tendría la cicatriz de sus dientes en su cuello. Era suficiente consuelo para no tenerlo llorando en el suelo hecho un ovillo.

Y todavía había algo peor: Yang Doyun había visto la cara de Changbin y temía que, ahora que sabía su nombre, le hiciera la vida imposible a él también. Si era capaz de hacer sufrir a su propio nieto, a su favorito a los ojos del mundo, ¿qué no sería capaz de hacer contra un alfa desconocido que no escondía su olor a chocolate amargo?

Ju se excusó en cuanto terminaron la comida en la que Jeongin respondió escuetamente las preguntas que le hicieron. Respiró hondo haciendo una reverencia en la puerta del restaurante mientras el muchacho se subía en su coche con chófer y se marchaba de allí.

Y entonces, se quedó solo con su abuelo. Y sus piernas volvieron a temblar.

—¿Quién es Seo Changbin? —preguntó directamente.

—Un transeúnte extraviado —contestó directamente, agarrándose a la mentira un poco más.

—¿Seguro, Jeongin?

—Sí.

—Te daré una oportunidad para pensar tu respuesta un poco más. —Anduvieron lentamente hacia la oficina, como si tuvieran todo el tiempo del mundo.

No mediaron palabra en esos minutos, cruzándose con empleados ajetreados, repartidores cargados con grandes mochilas, jóvenes felices y hasta algún turista extranjero.

—Entonces, ¿vas a explicarme quién es Seo Changbin?

—Ya te he dicho...

—No es la primera vez que lo huelo, Jeongin —interrumpió, su voz fue como un cristal roto apretándose contra la piel del omega. No podía contestar, no quería hacerlo, quería correr y esconderse en una caja para que nadie lo encontrara jamás—. No quiero que me decepciones más, Jeongin. Estás prometido y te vas a casar. No quiero ni una mota de polvo de ese hombre cerca de ti. Y ten por seguro que lo sabré —El joven tragó saliva, evitando el temblor en sus manos—. Vuelve al trabajo y la próxima vez que quedes con Ju Haknyeon trata de ser un poco más encantador.

¡Déjame vivir mi vida como yo quiera!, quiso gritar.

—Sí, harabeoji —contestó en su lugar.

—Mira, papá, fue una locura —dijo Suni, gesticulando—. Yo estaba yendo a por una botella de agua porque tenía mucha sed, ¿sabes? Claro, es que había estado peleando con la espada con un montón de gente. ¿Sabes que peleé con el Capitán América?

—¿Ganaste? —preguntó Jisung, frotando el champú en la cabeza de la niña.

—No era una pelea de verdad, no se ganaba ni se perdía, era solo para jugar, papá —aclaró, condescendiente. Jisung rodó los ojos encendiendo el cabezal de la ducha.

—Echa la cabeza hacia atrás o te caerá jabón en los ojos. —Obedeció, pero siguió hablando.

—Pues resulta que estaba todo el mundo divirtiéndose, ¿sabes? Y yo estaba con Minho oppa tomando agua y de repente cuando ya me tomé el agua, Hoshi vino corriendo y se estrelló contra mí. ¡Nos caímos como un Jenga! —exclamó, salpicando el agua por todas partes.

—¡Suni! —reprendió, cerrando el grifo.

—Perdón, papá.

Tomó una toalla y la envolvió, sacándola de la bañera. Empezó a secarla mientras seguía hablando.

—Me golpeé el trasero en el suelo y la frente contra la cabeza de Hoshi, me dolía un montón, pero no lloré. Hice de fritas corazón.

—De tripas corazón —corrigió.

—Eso, eso. Yo no lloré más que nada porque Hoshi ya estaba a punto de llorar y ya sabes que si me ve llorar él llora más.

—Es porque es sensible —comentó, poniéndole el pijama antes de coger el secador. Lo encendió y ella chilló por encima del ruido.

—Claro que es sensible, Hoshi es la persona más sensible y adorable del universo.

—Claro que sí, ardillita —afirmó, sacudiendo los mechones húmedos con el aire.

—Y entonces Hoshi me agarró de la mano y echó a correr superrápido. Y yo estaba muy nerviosa y me dolía la barriga. Como cuando me echas la bronca.

—Lo dices como si te echara la bronca todos los días.

—No, papá, pero a veces me la echas.

—Porque a veces te lo mereces.

—Ese no es el asunto ahora.

—Ya, ahora no te interesa y cambias de tema.

—¡Tú cambiaste de tema, papá! ¡Yo te estaba contando lo que pasó en la fiesta de disfraces!

—Está bien, continúa —cedió Jisung, terminando de secar el pelo de su hija.

—Bueno, pues Hoshi me llevó corriendo hasta la cúpula roja que hay en el parque y, ¿a que no adivinas qué pasó?

—No sé, ¿encontraron un gatito?

—Claro que no, papá. ¿Por qué lloraría Hoshi por un gatito?

—Tal vez los otros niños le estaban haciendo daño.

—¡No! No había ningún gatito —se quejó ella, saliendo del baño.

—No te enfades, Suni —rogó.

—Es que no me estás tomando en serio —lloriqueó, justo antes de dejarse caer en el sofá del salón con dramatismo. Por un segundo pensó en lo muchísimo que se parecía a Hyunjin.

—Discúlpeme, magnífica y estupenda Han Suni, ¿podría continuar con su historia?

Ella lo miró por unos segundos, con la boca en un puchero enfadado y los brazos cruzados. Pero no duró mucho, en seguida se sentó recta y volvió a gesticular.

—Pues resulta que estaban peleándose —chilló, abriendo mucho los brazos.

—¿Quién? —preguntó, sorprendido. Minho no le había contado que hubo una pelea en el colegio.

—¡Yunho!

—Oh, diosa Luna —exclamó—. ¡¿Con quién?!

—¡Con Bae Hucheol! Y era una pelea fuerte, Yunho le estaba agarrando el pelo y pensé que se lo iba a arrancar y lo iba a dejar calvo como el señor que vende bungeoppang.

—¡Madre mía! ¿Por qué peleaban?

—Porque ese niño malo se metió con Mingi —La chiquilla apretó los puños—. Le dijo que su disfraz era de niña y que era ridículo y débil como una niñita. Y entonces yo le dije que por qué era malo ser una niña. Porque yo soy una niña y soy fuerte y siempre protejo a Hoshi, ¿verdad?

—Claro que sí —acordó Jisung, tirando de la pequeña en su regazo para abrazarla—. Eres fuerte y magnífica, ser una niña no es nada malo, Suni...

—Ya lo sé, pero ese tonto Bae Hucheol no lo sabe. Y le dijo que su disfraz era feo y un montón de cosas horribles. Y su disfraz era genial, papá, era el de Elsa, igual al que tengo yo, ¿sabes? —Jisung asintió, con un poco más de conocimiento. Le entristeció que el niño recibiera burlas de sus compañeros por vestirse de princesa—. Hoshi estaba tan triste y Mingi no paraba de llorar y no podía hablar. A veces, a Mingi le cuesta mucho hablar, ¿sabes? Cuando está nervioso se le traba un poco la lengua.

—Eso no es algo malo, es solo diferente a ti —aclaró Jisung, evitando que la niña asociara eso con algo negativo. Ella asintió con conocimiento. Han se dio cuenta de que no hacía mucha falta cuando ella le tocó la cabeza.

—Ya lo sé. No he dicho que sea malo, solo es un dato. Y bueno, ¿sabes qué pasó después?

—¿Qué pasó?

—¡Yunho mordió al niño malo!

—¡Cielo santo! ¡Eso es horrible!

—Claro que está horrible, yo los separé porque creía que Yunho le arrancaría el brazo como cuando a Bbama se le cayó la oreja ¡Luego Bae insultó otra vez a Mingi y Yunho lo pateó y lo tiró al suelo! Pero Minho oppa vino y se los llevó a los tres para castigarlos.

—¿A los tres?

—Sí, pero, no te lo vas a creer, ¡Jeong Eunji defendió a Mingi y a Yunho y dijo que el niño había sido malo con Mingi! Fue increíble papá. ¡Jeong Eunji!

—Vaya, qué sorpresa...

—Y Minho oppa dijo que sólo quería hablar con Mingi, que no lo castigaría. Menos mal, porque él no se lo merecía, ¿sabes? Hoshi me dijo que ese niño le había dicho cosas horribles y estaba muy asustado y no se soltaba de mi capa.

—Es normal que se asuste, ardillita, sabes que otros niños también lo han tratado mal...

—Le dije que no se preocupara, que yo los protegería a los dos. Que nunca voy a dejar que nadie se burle de él ni de Mingi. Y Yunho estuvo de acuerdo conmigo, lo hablamos a la salida y aunque todavía estaba castigado me dijo que morderá a todos los niños que se burlen de Mingi.

—Suni, no puedes morder a nadie.

—Yo no voy a morder a nadie. Pero sí voy a defender a mis amigos.

—Sin morder.

—Sin morder, papá.

Jisung suspiró, apretando a su pequeña contra su pecho. Su pelo limpio olía a champú y su pijama cálido hacía que pareciera un bollito suave recién horneado. La arrulló, dándole unos besitos en la frente y los mofletes. Su lobo ronroneó. Era tan bonita, tan lista y tan justa que todavía no podía creer que fuera suya. Con el desastre que era Han Jisung, no entendía de dónde había salido una niña tan perfecta como Han Suni.

—Eres la mejor, Suni —susurró, con una lágrima escapándose por su mejilla. La quería tantísimo que tenía ganas de llorar.

—La cena está lista, chicos —dijo Minho, apareciendo en el salón con su delantal puesto y una sonrisa que desapareció en cuanto lo vio llorar.

—¿Qué pasa, Hannie? —preguntó, acercándose para sentarse a su lado y acariciarle el pómulo húmedo.

—Suni me acaba de contar que hubo una pelea en el colegio —murmuró.

—Pero no pasó nada y ya te dije que yo no morderé a nadie —defendió la chiquilla, tratando de huir de sus brazos. La dejó ir y ella fue directamente a la cocina.

—¿Estás seguro de que eso es todo?

—Sí, es solo... Me abrumó un poco pensar en lo genial que es y lo muchísimo que la quiero... Pero no dejes que se meta en peleas, no quiero que la expulsen, aunque ya sepa sumar.

Minho se echó a reír y le dio un beso en los labios: —Yunho tenía toda la razón del mundo para morder a ese niño, pero no lo digas nunca delante de los pequeños. Tuve que castigarlo igual que su profesora castigó a Bae Hucheol.

—Fue cruel con el niño nuevo... Suni dice que a veces se le traba la lengua al hablar.

—Sí, creo que es muy tímido también. Pero Yunho, Hoshi y tu hija lo han acogido. Está a salvo ahora que tiene a los mosqueteros para protegerlo.

Jisung hizo un puchero y abrazó muy fuerte a su alfa, respirando su olor directamente en su cuello. Él los levantó del sofá y los maniobró torpemente hasta la cocina. Han se asomó de su lugar para ver a la niña sentada en su silla, esperando con los palillos infantiles en la mano.

—Te quiero mucho, Minho hyung.

—Yo también, jagi.

—Te quiero mucho, Suni —añadió, dándole un beso en la cabeza a su hija.

—Yo también te quiero mucho, papá, y a Minho oppa también —declaró, con una sonrisa cegadora que hizo que sus ojos se llenaran todavía más de lágrimas.

—Oh... Gracias, Suni... —contestó tímidamente el otro—. Yo... Yo también te quiero.

—Genial, porque no sé si podríamos sobrevivir si no nos haces la cena, oppa.

Los adultos se echaron a reír.     

***

Bueno, bueno, navegantes, hoy subí dos capítulos que parecen relleno y son relleno pero también son más cosas.

¿Qué opinan del abuelo de Jeongin? 

¡Nos vemos en el infierno!                         

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