40. Epílogo: Los Lee
—Estoy tan nerviosa que me va a sangrar la nariz —se quejó Violet en un susurro.
—Dios santo, no quiero ni pensar en cómo estarás cuando te cases tú —farfulló Felix, tirando del cuello de su camisa.
Hacía mucho calor y sabía que tenía una picadura de mosquito en el dorso de la mano, Sarah no debería haber escogido una boda al aire libre. Tendrían que estar dentro del hotel, donde se celebraría la recepción y no en ese precioso jardín.
Su hermana llevaba un precioso vestido blanco de estilo bohemio, sujetaba las manos de Mike, delante del alfa que oficiaba la boda. Porque, por supuesto, el setenta por ciento de los invitados eran malditos alfas puros con sus apestosas feromonas que lo mareaban.
La familia de Mike era más pequeña y normal: sus padres y tíos eran betas y hablaban poco. Tenía dos primos adolescentes y había invitado también a algunos de sus amigos de la universidad y del trabajo, el único resquicio de diversidad de la boda, para su absoluta miseria.
—Y yo los declaro marido y mujer —anunció el oficiante.
Ni siquiera le dio tiempo a decir eso de "puede besar a la novia", Sarah ya estaba sobre su prometido, enredándose en su cuello mientras él la abrazaba. Quería decirles que "corriera el aire", pero decidió que era mejor observar las caras incómodas de la audiencia y dejar que su hermana le examinara la garganta a su nuevo esposo en público. Hubo aplausos, les lanzaron flores, todo el mundo parecía pletórico. Él estaba un poco triste, aunque trató de no mostrarlo.
Cuando entraron al salón del evento, se fijó en que las mesas redondas estaban perfectamente colocadas alrededor de la pista de baile. Todo era precioso, flores blancas, velas, bonitos detalles más rústicos... Elegante, pero fuerte, muy Sarah y también muy Mike.
Le gustaba el hombre, tenía un humor oscuro, como su hermana y adoraba el suelo que pisaba. Eso era suficiente para él, aunque le hubiera advertido en reiteradas ocasiones que le arrancaría las tripas con las manos si se atrevía a hacerle algo. Violet secundó su amenaza. Michael la aceptó estoicamente.
—¿A dónde vas?
—Tengo que subir, creo que dejé el teléfono móvil en la suite de Sarah.
—Ahora no puedes, son las fotos —avisó Violet, tirando de su brazo. Felix refunfuñó, pero la siguió.
Veintisiete millones de fotos después, estaba harto. Ya no quería sonreír y posar junto a esos alfas puros con los que sus padres tenían negocios. Y por supuesto, no quería tener que enfrentarse a más preguntas sobre su vida sentimental.
Se apartó del photocall, tomando una copa de champán de la bandeja de un camarero para beberla de un solo trago. ¡Diosa Luna! ¿Por qué todos tenían un amigo al que podían presentarle? A Felix no le interesaban esas personas, solo quería subir a buscar su teléfono y comprobar si todo iba bien...
—Hola —saludó un chico—, creo que no nos conocemos, soy Ben. —Era tan alto como Huening Kai. Tenía unos enormes ojos azules, la piel tostada y una sonrisa Profident que brillaba por las carillas y los blanqueamientos. Olía a alfa puro, a tierra seca, como al interior de Australia, con sus desiertos rojos. Le quedaba bien porque tenía lo que cualquiera interpretaría como belleza australiana (aunque fuera una estupidez porque la verdadera belleza australiana era la de las personas aborígenes y no de ninguno de ellos, que llegaron allí mucho después).
—Felix —contestó, tratando de ser cortés.
—Es un placer conocerte por fin, Sarah y Violet hablan mucho de ti —intentó el chico—, ¿puedo invitarte a una copa?
—Es barra libre, en todo caso invitará Sarah —respondió, el chico se echó a reír.
—Entonces déjame que te acerque una de las copas que pagará tu hermana —Rodó los ojos hastiado, pero lo dejó hacer. El tipo se acercó a la bandeja del camarero y tomó dos de los vasos, llevándole uno directamente—. Vives en Seúl, ¿no? Tus hermanas dicen que eres chef.
—Sí, a ambas. Soy chef en Seúl.
—Oh, he estado en Seúl algunas veces por trabajo, tal vez podría ir a tu restaurante la próxima vez que visite la ciudad. —¿Ese hombre estaba ciego? Porque el lenguaje corporal de Felix era de todo menos amable y ahí seguía, imponiéndose con su altura y su intenso aroma.
Él no conocía los rituales de apareamiento que tenían los alfas puros, nunca le habían interesado y huía de ellos como si fueran la peste. Lo que no entendía era por qué uno de esos endogámicos estaba intentando hacer un movimiento con él, un omega dominante, de entre los ciento cincuenta invitados de la boda.
—El restaurante en el que trabajo se llama Levanter, pero tendrás que hacer tu reserva con tiempo, la lista de espera suele ser de dos meses —exageró, dando un sorbo sin mirarlo.
—Oh, ¿no podrías echarme una mano para que me den mesa antes? ¡Conozco al chef! —bromeó el incansable alfa, con su sonrisa de película deslumbrando.
—Eso sería injusto para la gente que está en la lista —replicó. El chico se acercó un poco más, demasiado para el gusto de Felix.
—Bueno, podría hacer algo para compensar el favor, seguro que se me ocurre alguna cosa... No sé, ¿ir a cenar?
—¿No estás tratando de cenar en Levanter?
—No, me refiero a llevarte a cenar a ti —aclaró; Felix quería pegarle y su olor estaba asfixiándolo, le era imposible percibir nada más que ese aroma al desierto australiano—. Puedo llevarte a un buen restaurante ahora que estás aquí en Sidney, mañana mismo. Y tú, a cambio, me das una buena mesa en tu restaurante.
—Mira...
—Buenas tardes —interrumpió la voz desde la espalda de Felix, ni siquiera vio como la cara Ben se fruncía del todo antes de girarse.
La sonrisa explotó en su cara como las mariposas en su estómago. De repente ya no le molestaba el calor, las picaduras de mosquito o ese estúpido alfa puro que seguía detrás de él. Sin pensárselo, se lanzó sobre el chico vestido de negro y se colgó de sus hombros. Las manos ajenas sostuvieron su cintura, abrazándolo con fuerza y Felix enterró la cara en el cuello del otro.
«Alfa», ronroneó su lobo, con el olor del chocolate derretido aturdiéndole el cerebro como siempre.
—¡Lo conseguiste! —susurró contra su cuello.
—Han sido los tres días más estresantes de mi vida, pero sí, lo conseguí —respondió él, apretujándolo entre sus enormes bíceps.
Ben carraspeó y el omega lo miró de reojo con un gruñido. ¿Cómo se atrevía ese idiota a estropear el emotivo reencuentro con su alfa? ¿Acaso quería morir? Changbin lo apartó con una sonrisa educada, y Felix refunfuñó. El mayor hizo una inclinación de cabeza y ofreció su mano educadamente. El otro la estrechó, aunque no parecía contento.
—Soy Changbin, el novio de Felix. —Decir que el hombre estaba sorprendido era un eufemismo, de hecho, el propio Lee estaba suficientemente en shock como para abrir la boca.
—Ehm... Soy Benjamin, un amigo de Sarah...
—Es un placer —contestó en un inglés un poco ortopédico.
—Si nos disculpas, Ben, tenemos que ir a sacarnos fotos con mi familia —añadió Felix rápidamente, tirando de la mano de Changbin para volver al photocall del que había huído minutos atrás.
Ahora quería sacarse fotos, quería mil millones de fotos que mostraran lo guapo que estaba Changbin con ese traje completamente negro y lo bien que quedaba a su lado, con su traje blanco.
—¡Changbin! —exclamó Sarah, acercándose para abrazarlo—. Pensé que no llegarías.
—Te perdiste la ceremonia, oppa —intervino Violet con un puchero—. ¿Cuándo llegaste?
—Hace media hora, me dieron la llave de la habitación y subí a darme una ducha —explicó—, avisé a Felix de que estaba aquí, pero aparentemente no me hizo ni caso.
—¡Me olvidé el teléfono en la habitación de Sarah y Violet no me dejó ir a por él! —acusó, colgándose de su brazo—. Seguro que no quería que hablara contigo para que no pudieras llegar.
—¡Mentiroso! ¿Cómo no voy a querer ver a mi amado oppa? —Felix gruñó, a pesar de la mueca traviesa de su hermana.
—Ya basta, niños —medió Sarah—. Deberías ir ahora mismo a presentarle a Changbin a papá y mamá o nos atravesarán el cráneo con sus ojos láser y no quiero sangre en este precioso vestido que me costó un ojo de la cara.
A Felix se le cayó el alma a los pies. Sus padres, de hecho, estaban mirándolos fijamente a escasos tres metros, parados junto a la pantalla blanca con Mike y sus propios padres. Esa sensación de debilidad e ingravidez se hizo abrumadora, era mucho peor de lo que nunca sentía con Changbin. Hablando de Changbin...
—Vamos, Lix —invitó, colocando el brazo para que Felix pudiera sostenerse apropiadamente. Su mano áspera cubrió las suyas y su olor a chocolate se sintió tranquilizador en medio de aquel batiburrillo de alfas puros.
Según se acercaban, notó como si sus pies pesaran más. Llevaba unos zapatos de cemento y no se había enterado de cuándo se los habían puesto. El sabumnim parecía más seguro que él, no comprendía de dónde salía esa confianza cuando habían discutido hasta la saciedad porque Changbin aseguraba que "no era adecuado" conocer a sus padres de esa manera.
Pero allí estaba, el extrovertido, encantador y guapo Seo Changbin, enfrentándose a las miradas acusadoras de dos alfas puros como si fuera a comprar ramen a la tienda de conveniencia.
—Señores Lee —saludó en inglés, soltando a Felix para inclinarse unos buenos 90 grados—. Mi nombre es Changbin Seo —continuó.
—Mi nombre es Lee Anne —intervino su madre en coreano con un tono serio, tendiéndole la mano para que la estrechara.
—Es una sorpresa que haya llegado, señor Seo. Es un poco tarde...
—Papá, por favor —rogó Felix, el hombre levantó una ceja.
—No sé si Felix se los dijo, pero cancelaron mi vuelo y el siguiente en el que había plazas no salía hasta esta madrugada... —se excusó—. Les pido disculpas por la tardanza.
—Lo saben, se los dije —defendió Felix—, y deberían ser más educados contigo.
—No pasa nada, Lix —apaciguó, agarrándolo de la mano—. Entiendo que no confíen en mí, yo también estaría preocupado por saber con quién andan mis hijos... y esta no ha sido la mejor primera impresión.
—Me alegro de que lo entienda, señor Seo —acordó su padre. Felix bufó sonoramente.
—Lo único que puedo decirles es que me siento honrado por haber sido invitado y que trataré de cuidar de Felix lo mejor que pueda. Igual que él cuida de mí —añadió, con una preciosa sonrisa conciliadora. La mueca del alfa mayor cambió a una más tranquila.
—Es un placer conocerlo, Seo Changbin —dijo el hombre, estirando la mano para un apretón. Los dos hicieron sendas reverencias—. Si alguna vez se le ocurre hacerle daño, desgarraré su garganta con mis propias manos.
—¡Papá! —gritó, apartándolo de Changbin con un empujón. El alfa puro se encogió de hombros con indiferencia.
—Es solo una información que creí que debería tener.
—¡Vamos a sacarnos algunas fotos! —Violet apareció entre ellos, seguramente, habiendo escuchado toda la conversación y los arrastró al photocall.
Changbin se colocó a su espalda, con una mano rodeando su cintura y ciñéndolo contra su cuerpo. Felix lo miró de refilón, con la camisa negra con dos botones abiertos, el colgante de plata, la chaqueta a medida que había insistido en comprar y el pelo hacia atrás: era un puto sueño. El que Felix no sabía que tenía y ahora podía tocar con sus propias manos.
—Ha ido mejor de lo que esperaba —murmuró el alfa, mirándolo.
—Si hubiera ido peor te hubieran azotado —rezongó Felix. El hombre le dio un casto beso en la mejilla y se arrastró hasta su oído
—No voy a ser a quien azoten esta noche —susurró, dejando otro pico debajo de su oreja.
Felix sintió su cara ponerse del color rojo, quiso golpearlo y discutir, pero el fotógrafo les avisó de que miraran y solo pudo sonreír. Aunque esta vez no era tan falso como las primeras.
🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten
Changbin estampó al chico contra la puerta de la habitación, mordiendo sus labios. Jadearon mientras maniobraban pobremente para abrir con la tarjeta. Felix se colgó de su cuello cuando la madera cedió, empujándolos a ambos hacia el dormitorio. Cerró con un portazo sonoro en el momento en el que hundía su lengua dentro de la cavidad, pudo saborear el dulzor de los cócteles que habían compartido.
Estaba apretándolo contra la pared de la entrada, con sus brazos serpenteando con desesperación debajo del traje blanco completamente impoluto. Se tomó unos segundos para observarlo, parecía un ángel, con su pelo rubio revuelto, sus pecas decorando las mejillas y el rubor de las copas y la lujuria empolvando su piel.
El omega arrancó de sus hombros la chaqueta negra y la tiró sin cuidado mientras se sacaban los zapatos de los pies, un segundo después, Changbin hacía lo propio con él. Abrió los botones de la camisa y le quitó la ofensiva seda de encima, bebiendo la imagen de su torso desnudo y musculoso iluminado por la tenue luz que entraba por la ventana.
—Joder, rubio —gruñó, atacando su pecho. Metió en su boca un pezón rosado para rodarlo en su lengua. Felix gimió, agarrándose a su pelo.
Estaba encendido por todas partes. La erección que presionaba contra sus pantalones de vestir llevaba alzada desde hacía una hora, cuando Felix decidió que era una buenísima idea restregarse contra él en medio de la pista de baile, justo en el momento en el que sus padres se marcharon a su habitación.
Changbin era un hombre de principios, prácticamente no se había acercado al chico, al menos no públicamente. Por debajo de la mesa, fue otra historia: mantuvo sus dedos sujetando con fuerza su muslo, en alguna ocasión le susurró las ganas que tenía de arruinar ese traje tan blanco. Había sido divertido verlo retorcerse en su silla, la venganza no lo fue tanto. En cuanto los mayores salieron por la puerta, Felix torturó a Changbin restregándose como un stripper.
Y había llegado la hora de castigarlo.
Volvió a besarlo, todo dientes, lenguas y saliva. Los sonidos de succión se confundían con los suspiros y jadeos. Con una mano sostuvo su nalga mientras con la otra apretaba duramente la erección en el frente del pantalón del chico. Felix gimió, era música para sus oídos. Presionó más firme, casi hasta el punto del dolor. Desabrochó su cinturón y el botón mientras su mano se colaba entre las mejillas de su trasero.
—¿Hiciste lo que te dije? —preguntó contra su boca, el chico, con los ojos desenfocados, asintió. Changbin sonrió—. Buen chico.
Lo llevó hasta el final de la habitación, empujándolo contra la mesa de desayuno sin esperar ni una palabra más. El omega se inclinó, con su culo deliciosamente alto, Changbin no pudo resistirlo; golpeó una vez sobre la nalga derecha, haciéndolo estremecerse. El segundo azote lo propinó en la izquierda, solo para igualar, a Seo le gustaban las cosas simétricas.
Tiró de la prenda de ropa para bajarla. Felix llevaba unos calzoncillos de Calvin Klein blancos que estaban ligeramente húmedos en el espacio en el que sus nalgas se juntaban. Con sus manos, agarró la carne y la sacudió, viéndolo rebotar. Se arrodilló a su espalda y el muchacho abrió más las piernas automáticamente, ganándose una caricia en los muslos y un sonido de asentimiento de su garganta.
Changbin tocó desde el bulto en la parte delantera hasta su trasero, presionando con firmeza justo sobre su agujero. Felix aspiró el aire por la impresión, temblando como una hoja. Sonrió, orgulloso y le bajó los calzoncillos. Ni siquiera tuvo que abrir las nalgas para verlo: estaba ahí, ante sus ojos, de color azul pastel, brillando como si fuera una piedra preciosa.
—Las joyas te quedan bien —murmuró, tirando del juguete lo suficiente para hacer que Felix se removiera—. Tendré que comprarte más, ¿te las pondrás?
—Sí, sí, todo lo que quieras —suspiró, desesperado.
Changbin sonrió con suficiencia y sacó el tapón del todo. El agujero se cerró a la nada y aprovechó para meter dos dedos en la humedad que chorreó. Los movió dentro, escuchando a Felix gimotear sobre la mesa. Evitó a posta el punto P del chico y se concentró en tijerear, soltando todavía más el músculo.
—Eres una puta —murmuró, besando una nalga—, te pusiste esto en el baño y seguiste bailando con todo el mundo.
—Tú me dijiste que me lo pusiera...
—Pero nadie te obligó. Solo fue una sugerencia —bromeó, presionando un tercer dedo dentro—. Ese tal Benjamin estuvo toda la noche mirándote —Y ya no había tanta broma en su voz—, y tú contoneándote por ahí con un tapón en el culo...
—Hyung —sollozó, derritiéndose—, por favor...
—Solo un poco más, rubio.
Movió los tres dedos con más fuerza, rodándolos de un lado al otro, sintiendo el calor y manchándose con la humedad. La habitación apestaba a fresas con chocolate, casi podía sentirlo en sus papilas gustativas. Las piernas del omega temblaron cuando presionó con intención su próstata.
Sacó sus dedos del agujero y se puso de pie; asegurándose de que Felix lo estaba mirando, lamió el lubricante de sus falanges, haciendo que el chico gimiera y sus feromonas se multiplicaran por diez en el aire.
Abrió su cinturón, bajó sus calzoncillos lo suficiente como para que su polla dolorida saliera libre de sus confines. No se molestó en quitarse la camisa antes de ponerse un condón que guardaba sabiamente en el bolsillo trasero del pantalón.
—Por favor, por favor —mendigó el chico, moviendo su trasero ante él, presentándose como un hermoso regalo.
—¿Quieres que te folle? —Él asintió—. ¿Ves como eres un zorra? Lo único que quieres es tener algo en el culo. —Dejó caer dos azotes duros sobre una de las nalgas, Felix chilló y su piel se puso de color rojo automáticamente. Era precioso, absolutamente divino. Changbin no pudo evitar dejar otros dos sobre la otra, solo para igualarlo.
—¡Arg! —gritó el omega en el cuarto golpe, estremeciéndose—. Por favor, fóllame de una vez o me moriré.
Seo no podía negarle nada a ese hombre, así que no lo hizo esperar más. Empujó su polla hasta la empuñadura de una estocada, sin aviso, sin esperar a que se acostumbrara al tamaño. A Felix le gustaba jugar así de duro y él estaba desesperado por enterrarse en ese orificio desde que entró al salón de eventos y vio al alfa estúpidamente alto hablando con él.
Lo tomó por las caderas y se balanceó, entrando y saliendo. El ritmo se puso salvaje demasiado rápido. Changbin entraba y salía de ese perfecto hueco, sintiendo las ondulaciones de sus músculos y el calor ardiente. Estaba tan mojado que chapoteaba, tan cachondo que lo único que hacía era mover las manos buscando un punto de apoyo en la mesa pulida.
Ajustó el ángulo para castigar su próstata, la voz grave de Felix inundó la habitación como lo hacía su olor. Atacó al alfa en su centro, con su vientre retorciéndose por el placer, por la imagen hermosa de tenerlo a su merced, obediente, sumiso, precioso y suyo.
Aceleró todavía más, azotándolo hasta que su mano picaba.
—Me corro —gritó el chico—, necesito correrme, por favor, deja que me corra —pidió, con los ojos cerrados y el sudor perlando su piel.
—Todavía no —Changbin se inclinó sobre él y lo agarró del pelo, destrozando su carísimo peinado. Lo enderezó, pegando su espalda a su pecho. Con su otra mano lo sostuvo del vientre. Felix se estremeció, clavando las uñas en el antebrazo que lo rodeaba, temblando sobre su polla.
Con poco esfuerzo, lo arrastró hasta el sillón de una plaza, sentándose con el chico encima. La gravedad lo clavó más profundo, los dos jadearon por aire. Sin soltar su pelo, lo agarró por la cintura y siguió con su ritmo mortífero. Estaba tan cachondo que creía que estallaría en llamas, sentía tanto placer que era probable que se corriera en muy poco tiempo.
—Mira al frente, rubio —ordenó, con un tirón enérgico. Con un gemido grave, Felix abrió los ojos, enfrentándose a la imagen que le devolvía el espejo de cuerpo entero ante ellos.
Se regodeó con el temblor que recorrió el cuerpo del chico y como su interior se apretó con fuerza. Changbin era un puto genio, colocar el sillón específicamente en ese lugar le había llevado unos segundos cuando subió para ducharse, había valido la pena cada uno de ellos.
—Alfa —gimió—, alfa...
Mierda. Sus caderas se movieron de forma criminal, empujando contra Felix, destrozándolo. Quería hacerlo, quería verlo desmoronarse sobre su polla como cada vez que follaban, quería olerlo así, sudado, excitado, vibrante y libre. Era salvaje y hermoso como un animal, mordió su hombro con fuerza y el chef estalló sin control.
Vio en el reflejo, a la luz de la luna, como su semen se escapaba de su polla, que saltaba al mismo ritmo que él sobre su regazo. Manchó su vientre, sus piernas y la moqueta ante ellos. Le dio exactamente igual.
Aceleró, agarrando el miembro grande y rojo que todavía no terminaba de gotear, impidiendo que se bajara. Apuntó directamente a su próstata y lo masturbó con rudeza. Felix era solo un montón de músculos tensos, gimiendo por la sobreestimulación, arañando los brazos de Changbin.
Solo hicieron falta unos minutos más de sufrimiento del muchacho para que su clímax lo golpeara como una bala de cañón. Empezó en su vientre y lo recorrió hasta la punta de las orejas. Eyaculó en el condón y su nudo se hinchó rápidamente. Felix gritó, clavando las uñas en la piel de Changbin mientras volvía a correrse entre dolorosos espasmos que apretaron su polla, alargando todavía más su orgasmo.
En la neblina del éxtasis, lo sintió caer contra su pecho, con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados. Tenía algunas lágrimas en las pestañas, Changbin movió su mano un poco y él gimoteó. Lo soltó, su palma sucia subió por los abdominales, acariciándolo con una suavidad que contrastaba con toda la tortura.
—Buen chico —susurró, dándole un beso en la mordida que había dejado en su hombro—, mi buen chico.
—Alfa... —murmuró, girando la cabeza lo suficiente para encontrarse con sus labios en un beso corto e incómodo.
Changbin lo dejó bajar de la altura, arrullándolo suavemente, con caricias y ligeros picos en la piel a la que podía llegar. Felix se sostuvo de su brazo, todavía alrededor de su cintura. En el espejo pudo verlos a ambos: las piernas del omega a ambos lados de las suyas, su nudo sujeto dentro de él, su pecho más ancho sobre el que se apoyaba, su brazo musculoso rodeando la cintura estrecha.
Perfecto, pensó.
Después de una merecida ducha caliente adornada con besos y caricias, estaban tumbados en el centro de la cama completamente desnudos. Estaba abrazando a Changbin y solo quería quedarse allí por el resto de su vida, con los músculos doloridos y sus olores mezclados, el aire acondicionado puesto y las sábanas frescas sobre sus pieles.
—¿Quién era ese tal Benjamin? —preguntó el alfa.
—Un desubicado —contestó, enredando sus dedos en los rizos negros que habían surgido después del baño—. Estaba a punto de ser muy desagradable con él cuando llegaste. Salvaste a mi hermana de perder un amigo de mierda —contestó, gruñón. Chanbing se restregó contra su pectoral con una risita tonta.
—Qué agobio fue llegar hasta aquí. Por suerte la de recepción me dio la tarjeta sin ningún problema...
—Les avisé esta mañana de que llegarías y tenían órdenes estrictas de no hacerte millones de preguntas.
—Hmmm, siempre tan mandón —murmuró, besando su piel.
—Oye —Tomó las mejillas de Changbin para que se levantara de su pecho—, ¿qué es eso de que eres mi novio?
—Bueno, somos novios.
—No me lo has pedido nunca —reclamó, con falsa indignación.
—Llevamos meses saliendo, no seas idiota.
—Pero no me lo has pedido.
—No seas infantil...
—¡Pídemelo, Seo Changbin! —exclamó. El alfa se escapó de su agarre, dándose la vuelta y encogiéndose como un bicho bola. Felix lo siguió, abrazándolo por la espalda y dándole un millón de besos en la nuca.
—Déjame —gruñó.
—No, tienes que pedirme que sea tu novio —insistió, abrazándolo. Agarró uno de sus pectorales y lo apretó como una bola antiestrés—. Pídemelo o te golpearé.
—Cállate y duérmete, Felix.
—¡Entonces no somos novios! —sentenció, mordiendo un pedazo de piel de su espalda, el alfa se quejó, pero todavía había risa en su voz—. Y te torturaré.
—Está bien, estúpido —Se dio la vuelta para encararlo—. ¿Quieres ser mi novio? —Felix no pudo evitar la enorme sonrisa que se le escapó.
—Me lo tengo que pensar.
—¡Vete a la mierda! —bufó, haciendo un puchero adorable.
Felix lo agarró antes de que volviera a darse la vuelta y lo besó un par de veces, acariciando sus mejilla redondas. Era tan guapo, olía tan bien y lo hacía tan feliz que todavía no se creía que estuviera allí, tumbado con él, completamente desnudos después de haberlo desarmado y vuelto a armar pieza por pieza.
—Te amo, Changbin hyung —confesó. Los ojos del alfa se abrieron imposiblemente y su boca formó una O perfecta. Felix se dio cuenta de lo que había hecho, ruborizándose como un colegial.
—¿Qué has dicho?
—Nada, olvídalo. —Se dio la vuelta huyendo de él.
—¡Has dicho que me amas! —gritó, enajenado, con su risa cantarina haciendo eco. Felix se sintió todavía más avergonzado.
—Cállate o te partiré un brazo —amenazó. El alfa se pegó a su espalda abrazándolo.
—No lo harás porque me amas.
—¡Silencio!
—Me amas, me amas, me amas —canturreó en su oreja, dejando un reguero de besos en su cuello.
—Ya basta —gruñó. El chico siguió riéndose unos segundos más, hasta que suspiró, ciñéndolo más a su cuerpo. Felix seguía arrepintiéndose de su desliz incluso cuando estuvieron en silencio por un rato.
—Yo también te amo —susurró en su oído. Le dolieron las mejillas por la sonrisa—. Y ya sé de dónde sacaste tu carácter.
—¿De quién?
—De tu padre, por supuesto. Casi me cago en los pantalones cuando me dijo aquello —recordó, haciendo un temblor dramático.
—Ya sabes que no puedes dañar a los Lee —dijo Felix, entre carcajadas.
—Nunca te haré daño intencionalmente. De hecho, te protegeré de todo lo que te haga daño. Menos los extraterrestres porque tú les ganarías en una pelea. —Felix no podía parar de reír. Se dio la vuelta para acariciar sus mejillas.
—Te amo, Seo Changbin.
—Y yo a ti, Lee Felix —contestó, besándolo en los labios.
***
BOOOOOM OTRA VEZ, NAVEGANTES 3/3
No puse el aviso de sabroseo para que todos pensaran que no iba a pasar 👹👹👹👹
✨✨He pensado que como no tengo nada que escribir, podría preguntarles a ustedes qué les apetecería leer. Estaba pensando en una colección de oneshots que no tengan nada que ver unos con otros y sean, precisamente, peticiones que ustedes me hagan.
Las reglas son así: dame un ship (me valen chicas o chicos, prefiero escribir jei pero también estoy abierta a la heterosexualidad. No escribiré nada de T/N). Un lugar, una situación y un tropo (enemies to lovers, amigos, etc) y algunos datos más si quieres. Puede ser +18, aunque preferiría que no todos fueran así. Déjame un comentario justo en este párrafo e iré haciendo la lista para empezar a escribir. ✨✨
Y, aunque nadie lo pidió, les voy a contar el por qué de algunas de mis decisiones:
1. Necesitaba que la relación del Changlix terminara con una cita, porque empezaron con sexo y no les fue bien. Así que me pareció más poético que fueran buenecitos, aunque en el epílogo no he podido resistirme a sacar el lado alfa de Changbin.
2. Con el HyunIn fue justo al contrario, su relación siempre ha sido más triste, más destinada a fracasar. Por eso necesitaba que, cuando volvieran a juntarse, fuera con un sexo sucio, apresurado y sin miramientos, un estallido de impulsividad que, en realidad, llevaba gestándose muchos años.
3. El abuelo de Jeongin no muere, de hecho, ni siquiera le iba a dar un final a ese señor, pero en el epílogo me di cuenta de que lo necesitaba. La razón por la que no muere es que yo necesitaba que Jeongin tomara la decisión de amar a Hyunjin con todas las consecuencias y no como una reacción a su muerte. Innie se enfrentó a su peor miedo para estar con su alfa, en lugar de ir allí como un consuelo.
4. Cuando escribo, aunque mis historias son de amor, siempre acabo haciendo cosas muy de familia (la de sangre y la escogida), por eso mis personajes se comportan como una manada, por eso todos se ayudan y se quieren.
5. Hasta aquí llegó nuestro viaje, no puedo prometer que haga algún especial en el futuro, pero tampoco prometeré que se acaba del todo. ¿Quién sabe?
¡Nos vemos en el infierno!
SPAM: Lean "Estación de lluvias: VERANO" que es Minsung y Changlix y sale mucha gente más.
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