34. Lo voy a arreglar

Todavía le dolía la espalda de cargar cajas. Felix estaba acostumbrado a hacer deporte, pero la mudanza de Jisung había sido como un entrenamiento de alta intensidad. Sobre todo por la cantidad de muebles que los obligó a montar y cambiar de sitio unas veinte veces hasta que todo estaba de acuerdo a su gusto. Tres días seguidos de omega embarazado hormonal eran suficientes para él.

Minho es un bendito.

Salió del baño con los calzoncillos puestos y el pelo todavía un poco húmedo. Le quedaba una hora para salir a trabajar, así que se sentó en el salón con la televisión puesta en cualquier canal que no echara noticias.

Bastante desgraciado me siento ya, pensó.

Tenía una llamada perdida de Sarah en el teléfono. ¿Debería llamarla? Llevaba sin hablar con ella desde su discusión, lo había hablado con la terapeuta en su cuarta sesión, ella decía que tenía que reunir el coraje para hacerlo. Él sentía que nunca estaría preparado.

Su teléfono sonó otra vez cuando lo mantenía en su mano, estuvo a punto de no contestar. Sin embargo, una fuerza extraña lo hizo deslizar su dedo.

Hola, Felix —saludó Sarah directamente. Él carraspeó, aclarándose la voz que se le atoraba en la garganta.

—Ho... Hola, Sarah —Pasaron un par de incómodos segundos en silencio, Felix empezó a impacientarse—. ¿Cómo estás? ¿Están bien mamá y papá?

Estoy bien, todo el mundo está bien. No te llamo por eso.

—Ah, creí que había pasado algo... —suspiró, tumbándose en el sofá.

Bueno, quería saber cómo estabas...

—Estoy bien —aseguró. No era del todo verdad, pero no estaba tan mal como el día que discutieron—. Estoy yendo a terapia... Me va muy bien, mi psicóloga tiene pecas... Es genial. Jisung me obligó a ir. Y me enseñó a anidar. O lo intento, todavía no se me da demasiado bien... —añadió de pronto, porque creía que ella necesitaba saberlo—. Y siento todo lo que dije la última vez. Siento haberte tratado mal y haber puesto en tela de juicio tus decisiones —Una especie de sello se había roto y de su boca salían un montón de cosas que creyó que nunca podría decirle a su amada hermana—. Estamos trabajando el amor propio, la autoestima y todo eso... Al parecer, no tengo tanta seguridad en mí mismo como aparento —bromeó, mordiéndose el labio.

Me alegro mucho —dijo ella y sonaba realmente genuina—. Estoy muy feliz de que lo estés haciendo bien.

—Hemos hablado de mis problemas con mi omega. Mi psicóloga dice que he dejado de estar en sintonía con mi lobo y que necesito trabajar en eso. En... bueno, en mostrarme vulnerable, en entender que no está mal ser débil a veces. Aunque Suni y Hoshi están convencidos de que podría derrotar a un extraterrestre —La alfa se rio en voz alta al otro lado del teléfono y un peso más se quitó de su espalda—. Siento mucho toda esa mierda que dije. No te merecías nada de eso...

No estabas en tu mejor momento, los dos dijimos cosas crueles... Solo... Estaba preocupada, aún lo estoy. Quiero que seas feliz, eres mi hermano pequeño, Lix. Estamos todos preocupados por ti. Yo... No sabía que te sentías de esa manera.

—Yo tampoco sabía cómo decirlo... —La chica suspiró al otro lado de la línea.

—Cuando éramos pequeños no lo entendía, es decir, entendía que eras omega, que te presentaste demasiado pronto y que tu olor era muy abrumador. Pero también lo eran los nuestros, papá y mamá te trataban exactamente igual, no te cambiaron de colegio, ni cancelaron las extraescolares, nada... Todo era igual, excepto por lo de las reuniones de alfa. ¿Fue por eso? ¿Fueron las reuniones de alfa? ¿Por eso te sentiste dejado de lado?

—No fue solo eso —confesó, con un resoplido. Se frotó la cara, haciendo acopio de todo ese valor que su terapeuta le había infundido—. Fueron muchas otras cosas... Los celos en el sótano, que nadie me explicara nada, que mamá y papá no me dejaran ser nada más que un alfa... Todas esas expectativas que había sobre nosotros... Sentía que yo nunca las cumpliría. Todavía lo siento. Nunca lo haré lo suficientemente bien porque no soy un alfa.

Nadie ha querido que seas un alfa jamás y siento mucho que pensaras eso, Felix. Ni mamá ni papá lo querían. Trataron de darnos la mejor educación, el mejor lugar para vivir... pero creo que todo ha sido ignorancia. Ellos no querían hacerte sentir menos por ser un omega. Te prometo que lo único que querían es que tuvieras lo mismo que nosotras. Por eso no te cambiaron de colegio, no te dieron ninguna clase especializada... Simplemente entendieron que lo que estaban haciendo era lo mejor, que tendrías las mejores herramientas para enfrentarte al mundo.

—Pues no lo son —sollozó, ni siquiera se había dado cuenta de que estaba llorando—, soy un inválido emocional, soy incapaz de ponerme de acuerdo con mi lobo y no sé cómo arreglar las cosas que he hecho mal...

Cariño, lo siento mucho...

—Pero tú no tienes la culpa —interrumpió—, ni siquiera puedo echarle la culpa a mamá y papá porque ellos solo estaban intentándolo —Se secó las lágrimas por la mano y miró fijamente al techo de su apartamento—. Voy a estar mejor, voy a seguir mejorando.

Claro que lo harás, no creo que haya nada en el mundo que mi hermanito no pueda hacer. Todos estamos orgullosos de ti. Le traduzco a Violet los artículos que escriben sobre tu comida, incluso el de ese estúpido crítico que dijo que era "un festival de sabores planos". Se enfadó tanto que le mandó un mensaje privado súper incendiario a su Instagram —Felix se carcajeó, sorbiendo los mocos por la nariz—. Eres un triunfador, incluso aunque no estuvieras dirigiendo la cocina de un restaurante, estarías triunfando en cualquier cosa que te propusieras. Eres un hombre capaz, puedes aprender a ser aún mejor. Puedes vivir siendo un omega y ser todas esas cosas, no son incompatibles. Mira a mi amado Jisung, criando una niña, obteniendo ascensos, siendo precioso y genial y gestando una camada de cachorros, todo al mismo tiempo.

—Y ahora se está mudando... Le estamos echando una mano a él y a Minho hyung.

¡Y una mudanza! ¿Lo ves? Se puede ser un omega y hacer todo eso. Y se puede pedir ayuda, llorar, ser débil y te puede gustar alguien que no creías jamás que te gustaría... ¿Quién sabe? Tal vez puedas solucionar todos esos problemas que tienes con cierto alfa de bíceps gigantes...

—Quién sabe... —dijo con una risa húmeda—. Me alegro mucho de que me hayas llamado... Muchas gracias por dar el paso que no me atrevía a dar. Te quiero mucho, Sarah, os quiero mucho a todos a pesar de todo...

Ya lo sé, cariño. Nosotros te queremos mucho también. Papá y mamá te extrañan mucho...

—Lo sé, no dejan de decírmelo cada vez que hablamos. Creo que podré ir pronto a Australia, ahora que estoy mejor con todo...

Bueno, eso espero, porque tienes una cita importante que no te puedes perder.

—¿Qué cita? —preguntó, curioso.

Esa es la otra razón por la que te llamo: me voy a casar con Mike.

—¡¿Qué?! —chilló con emoción, sentándose de un salto.

Que me voy a casar, hermanito, y, por supuesto, vas a tener que venir, o iré yo misma a buscarte y te arrastraré hasta aquí. No vas a dejarme sola en mi boda.

—¡Sarah, por la diosa Luna! ¡Ni siquiera me has presentado a Mike y ya vas a casarte! ¡Eres la peor hermana del mundo! ¿Cómo se supone que voy a amenazarlo de muerte si lo conozco el día de tu boda? —bromeó. La alfa estalló a carcajadas, Felix se sintió flotar como un globo lleno de helio.

Te prometo que haremos una videollamada antes de la boda... Podrás amenazarlo entonces.

—Está bien, acepto el trato —convino—. Estoy muy feliz por ti, estoy que estallo de felicidad. La tarta corre de mi cuenta, y te ayudaré a pagar el banquete.

No hace falta...

—Por supuesto que hace falta. Soy el hermano de la novia y un chef de renombre. ¿En qué lugar me dejaría si no lo hiciera? ¡Tengo una reputación que mantener!

Qué estúpido eres —insultó entre risas—. Te quiero mucho, Lix, estoy deseando verte y darte un abrazo.

—Yo también tengo muchas ganas de verte. Y en estas circunstancias muchísimo mejor.

Tengo que irme, pero... ¿crees que tu más uno en la boda podría ser Changbin? Necesito que Violet se de cuenta de que no tiene nada que hacer con él porque está enamorado de ti.

—Él no está enamorado de mí...

Cariño, eres el único que no ve que está enamorado de ti. Arréglalo con él, no te dejaré venir con nadie más a mi boda.

—¿Ni siquiera con Jisung?

Por supuesto que no. Sería una distracción y mi flamante prometido se sentiría mal por ello —se cachondeó—. Muéstrale a ese alfa mamado cómo hacemos las cosas en Australia, cariño. Y entra en mi boda colgado de su brazo, ¿me lo prometes?

—Lo intentaré —susurró—. Te quiero mucho, Sarah.

Yo también a ti.

Cuando colgó la llamada, las lágrimas se habían secado en sus mejillas. Aún así, se lavó la cara y se vistió rápidamente. En el momento que salía de casa, como llamado por la divina providencia, un mensaje sonó en su móvil: "¿Podríamos hablar un día de estos?"

"Claro que sí", contestó.

Le temblaban las piernas aunque estuviera haciendo acopio de toda su valentía para que parasen. Sentía las gotas de sudor frío caer por el centro de su espalda. El traje de lana le aprisionaba y la corbata de seda azul le cortaba la respiración. Pero todavía fingía que todo estaba bien.

—La ceremonia será en el Hotel Plaza, daremos una pequeña recepción para nuestros invitados después —¿Nuestros? ¿Entonces era su abuelo el que se casaba y no él? Jeongin deseaba que fuera así, eso le ahorraría lo que estaba a punto de hacer—. ¿Has recogido el traje del sastre, Ju Hankyeon-ssi?

—Sí, señor Yang, lo recogí ayer tal y como me dijo —contestó su prometido con una sonrisa falsa.

—Ah, qué bueno que seas tan serio, Jeongin ha olvidado ir a por el suyo —Mentira, no lo había olvidado, había ignorado por completo la orden. Era una ignoración consciente y premeditada. Él no necesitaba ese traje, no lo quería, no iría a buscarlo porque no pensaba poner nada de su parte para que esa boda se celebrara.

—Te casas en poco más de un mes, Jeongin, ¿no deberías ir a probarte el traje? —cuestionó su tío.

Se miraron unos segundos, pero se ahorró la contestación, quería tirarle el plato que tenía delante a la cara y mandarlo a la mierda. Se contuvo, por su bien, asustado porque ese hombre se pusiera del lado de su abuelo y le impidiera hacer nada de lo que pensaba hacer.

—Su sobrino está muy ocupado, entiendo que no tenga ni un segundo para ir a recoger el traje —defendió Hankyeon, con semblante conciliador.

—No es excusa. Jeongin, tienes que ir a buscar el traje esta semana sin falta.

—Sí, harabeoji —contestó, justo antes de volver a desconectar de la conversación.

Revolvió el trozo de tarta en su plato, sin comer más que dos o tres bocados que le sentaron como tragar un cubo de hormigón. Alguien del servicio retiró el postre mientras él seguía luchando por no mostrar lo asustado y enfadado que estaba.

Mientras tanto, sus tíos conversaban con su abuelo y Ju Hankyeon sobre la boda, el cóctel, el acuerdo comercial entre las empresas... Seguramente estarían hablando hasta de cuántas cabezas de ganado habían intercambiado por Jeongin. Tenían que ser muchas, seguramente su abuelo le había ofrecido un montón de dinero a ese beta para sentarse a su lado y caminar junto a él hasta el infierno que sería el resto de su vida.

Nadie querría casarse con el nieto díscolo de Yang Doyun. Todo el mundo sabía que él y Hyunjin tuvieron una relación, todo el mundo sabía que había escapado de la mansión dos veces, aunque su abuelo se esforzara en fingir que no.

El error de Jeongin había sido el mismo las dos veces: volver. Quería enmendarlo cuanto antes.

Levantó los ojos hacia su primo Jungwon, sentado justo enfrente, que guardaba el mismo silencio que él. El chico no era muy hablador, prefería responder solo cuando le preguntaban y Jeongin no recordaba haber tenido con él una conversación a solas jamás.

Qué curioso, cenaba con él dos veces a la semana y apenas habían cruzado palabra, todo lo que sabía de él lo habían dicho sus padres o el propio harabeoji. ¿Le gustaba la tarta de limón? Porque su plato estaba igual de lleno que el propio cuando se lo llevaron. ¿Tenía pareja? ¿Cómo le iban las prácticas en la empresa? ¿Cuál era su color favorito? ¿Cuál fue el último drama que vio? No sabía nada. Probablemente, si todo iba como creía que iría, no lo sabría jamás.

Decidió que si iba a tirarse por la ventana, podría romper un par de cristales antes.

—Jungwon —lo llamó, el chico levantó los ojos con terror, como si nunca hubiera esperado que se dirigiesen a él. Jeongin sonrió—. ¿Has visto alguna serie últimamente?

La mesa se quedó en silencio, su primo miró de sus padres a su abuelo. Abrió y cerró la boca dos o tres veces, como un pez en una pecera. Pobre pececillo, pensó, se lo comerán los tiburones.

—Jeongin, ¿por qué has interrumpido? —reclamó su abuelo en tono cortante. Él se encogió de hombros.

—No estaba interrumpiendo, solo quería hablar con Jungwon, él no estaba participando de la conversación —explicó, controlando férreamente el impulso de gritar o echarse a correr.

—No vuelvas a hacerlo. Si no vas a aportar nada, guarda tus preguntas banales para otro momento.

—Jungwon, ¿a qué hueles? —insistió, mirándolo a los ojos. El chico pareció completamente petrificado. Sus manos se aferraron a la mesa. Sus tíos aspiraron el aire al mismo tiempo. Creyó escuchar el gruñido de su abuelo en la cabecera. Casi se le escapó una sonrisa triunfadora.

—Jeongin, no voy a permitir esta insolencia en frente de nuestro invitado.

—Dijiste que guardara mis preguntas banales para otro momento, así que hice una pregunta mucho más seria —soltó—, seguro que Ju Hankyeon-ssi estará de acuerdo en que esto no es banal, ¿verdad? —Sonrió enormemente al beta a su lado, que parecía estar sudando igual de frío que él.

—Basta.

—¿A qué hueles, Jungwon? ¿Tú también eres un omega dominante?

—¡He dicho que ya es suficiente! —gritó el anciano, levantándose de la mesa.

—¿Te dijo mi abuelo que soy un omega dominante, Ju Hankyeon-ssi? —Ignoró deliberadamente al anciano para observar fijamente al hombre que se sentaba a su lado—. Yo huelo a maracuyá, pero no sé a qué huele mi primo o mis tíos porque mi abuelo los obliga a tomar inhibidores de olor cada vez que entran a esta casa.

—Deja este maldito circo...

—En las empresas Yang nadie huele a nada. Es una tortura para los empleados, probablemente ni siquiera sea legal. Pero aquí estamos, oliendo a nada. No sé a qué huele mi abuelo y él vive aquí conmigo, es curioso, ¿verdad? Él me enseñó a controlar mi aroma. Fue un entrenamiento terriblemente doloroso, para serte sincero, pero da buenos resultados. Ahora no tengo aroma a no ser que quiera. Por eso todo el mundo piensa que soy un beta. Probablemente te eligió a ti porque eres uno.

—Jeongin, por favor... —susurró su prometido, sosteniéndolo de la muñeca.

—Si fueras un alfa o, Dios no lo quiera, un omega, ni te hubiera mirado —añadió—, creo que necesitas saberlo. No es nada banal, es importante que tengas una visión general del agujero en el que te estás metiendo.

—¡Sal de aquí ahora mismo! —ordenó Yang Doyun, golpeando la mesa con las palmas de sus manos. Jeongin se levantó con el semblante impasible y los miró a todos. Hizo una reverencia y salió del comedor.

No fue hacia las escaleras. En su lugar, se acercó a la entrada y abrió el armario en el que había dejado el bolso de deporte, justo detrás de los palos de golf del abuelo que solo utilizaba en verano, escondido en medio de todos esos cachivaches.

Sacó la carpeta marrón y volvió a la estancia donde todo el mundo parecía mucho más tenso de lo que quería aparentar. Su abuelo pedía disculpas por el comportamiento de Jeongin y él no pudo seguir conteniendo el bufido frustrado.

—¿Qué haces...?

—He intentado de todo para complacerte y nunca ha sido suficiente —cortó, dejando delante del hombre la carpeta—. Estoy cansado de intentarlo. No eres todopoderoso. Tu omnipotencia es solo una mentira.

—¿Jeongin? —Ju sonó perdido, tanto que se apiadó de él.

—Eres libre, no voy a casarme contigo. Puedes marcharte si quieres.

—¡¿Cómo te atreves, desagradecido?! —exclamó el anciano levantándose en toda su altura. Sus piernas flaquearon, pero no dio ni un paso atrás.

—Si no quieres que todo lo que hay en esa carpeta y muchísimas otras cosas se hagan públicas, déjame en paz. No vuelvas a buscarme, no vengas a por ninguno de mis amigos. Aléjate de ellos —advirtió.

—¿Te crees que tus amenazas servirán para algo? ¡Los aplastaré, Jeongin! No voy a permitir que ninguno de ellos tenga un segundo de felicidad... Esa basura no merece nada más que eso.

Dio un paso más cerca, Jeongin sabía que le pegaría, pero le dio exactamente igual. Ya no le importaban los golpes, las humillaciones o ser aceptado por el hombre que lo había criado. No tenía poder sobre él, ni sobre Changbin, Felix, Seungmin, Chan, Minho o Jisung, ni siquiera lo tenía sobre Hwang Hyunjin. No. No había nada que él pudiera hacer para impedirle salir de esa habitación y no volver nunca más.

Algo hizo clic en su cabeza, su olor se liberó por completo, inundando la habitación rápidamente. Sus tíos tosieron, su primo carraspeó, el anciano arrugó la nariz con asco, mirándolo como si no fuera más que un insecto al que aplastar.

—La diferencia entre tus amenazas y la mía es que la mía te llevará a la cárcel para lo que te queda de vida, harabeoji —escupió, dejando claro el punto con un torrente de feromonas agresivas.

El golpe llegó desde su derecha, lo vio venir, estaba preparado para la bofetada que le cruzó la cara y le dejó un desagradable zumbido en el oído. Su sonrisa se hizo aún más grande cuando se enderezó, encarándolo.

—Eres igual que tu madre.

—Si fue tan valiente como para enfrentarse a ti, sería una gran mujer —aseguró—. Te recomiendo leer muy a conciencia este informe. Y no te preocupes, tengo copias a muy buen recaudo. Si me pasa algo en algún momento irán directamente a la prensa y al palacio de justicia. Igual que si le pasa algo a alguno de mis amigos.

—Insolente bastardo...

—Gracias por la cena —detuvo la retahíla con una enorme sonrisa—, el pastel de limón es horroroso. Lo odio. No lo sabes porque nunca me preguntaste. Creo que a Jungwon tampoco le gusta porque nunca lo come cuando lo sirves. Tal vez deberías empezar a escuchar a la gente a tu alrededor, o acabarás muriéndote en tu habitación totalmente solo. O en una celda en prisión —Se dio la vuelta e hizo una reverencia con su cuerpo doblado en un ángulo de 90 grados—. Diría que ha sido un placer pero sería una mentira.

Sus pasos se aceleraron en cuanto alcanzó el vestíbulo. Escuchaba el jaleo tras de sí, con su abuelo estallando en cólera, los vasos cayendo y sus tíos tratando de controlarlo. Jeongin se cagaba de miedo, toda esa valentía infundada se fue por el retrete pensando que podría usar su voz alfa, que podría obligarlo a estar ahí para siempre, a casarse con Ju, a tener sus cachorros, a ser desgraciado cada día del resto de su vida.

Estaba corriendo cuando agarró el bolso en la puerta, se puso las zapatillas deportivas sin calzarlas del todo y salió de la casa con un portazo, haciendo oídos sordos a los trabajadores que intentaban detenerlo. La verja estaba cerrada cuando llegó, pero había sido malditamente precavido esta vez y llevaba en el bolsillo una de las llaves. Cuando el metal cedió a las vueltas, tiró de él con fuerza y volvió a cerrar. Echó un último vistazo hacia dentro, pudo ver a su primo asomado en la ventana del comedor. Si no hubiera sido una auténtica locura, hubiera jurado que el chico sonreía.

Se agachó para calzarse las zapatillas, sostuvo el bolso con fuerza y lanzó las llaves hacia el jardín. El manojo cayó sobre el césped con un ruido sordo. Se quedaron solas entre el frío, un recordatorio de lo que dejaba atrás, de la mansión a la que esperaba no volver jamás.

—Adios, harabeoji —murmuró, dándose la vuelta para echar a andar antes de que la culpabilidad volviera a nublarle el juicio.

Esta vez no lo permitiría, no dejaría que esos sentimientos que alguien colocó allí lo obligaran de nuevo a encerrarse en esa cárcel de mármol. No iba a volver a ser Yang Jeongin, el nieto predilecto de Yang Doyun. Prefería ser muchísimas otras cosas: el oppa de Suni, el Innie de Felix, parte de la manada de Jisung y Minho, el compañero de piso de Changbin, la horma del zapato de Seungmin, el "niño" al que Bang Chan podía agasajar, el omega de Hwang Hyunjin. Jeongin no volvería a la mansión Yang. Jeongin iba a sanar lo que estaba herido de verdad.     

***

BOOOOOOOOOOOOOOM 

Tenía tantísimas ganas de subir este capítulo que no me pude contener ni un día más. AQUÍ ESTÁ LA RAZÓN POR LA QUE INNIE TENÍA QUE VOLVER A CASA DE SU ABUELO, PORQUE SI NO EL GOLPE DE EFECTO NO SERÍA TAN ÉPICO.

¡Nos vemos en el infierno!

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