32. Tienes que aceptarlo
Minho no entendía muy bien qué hacían allí. Después de dejar a Suni en casa de Bang Chan, para absoluto deleite de la niña, se subieron al coche de Hyunjin y habían recorrido cuatro kilómetros para llegar a un distrito elegante en el que nunca había estado.
—¿Has cambiado la cocina o algo? —preguntó Jisung, sentado en el asiento delantero. Hyunjin lo miró por un segundo con confusión. Minho quería decirle que no quitase los ojos de la carretera porque si tenían un accidente lo mataría él mismo.
—No, ¿por qué?
—Yo que sé, estoy tratando de entender por qué nos traes a tu casa cuando habíamos quedado para comer en casa de Chan hyung. —Minho también estaba tratando de encajar todas las piezas.
—¿No puedes esperar cinco minutos?
—Claro que no, el embarazo me hace impaciente.
—No culpes de todo al embarazo.
—Lo culparé de lo que me dé la gana —gruñó, acariciándose el vientre.
—Pff... Idiota...
—Idiota tú.
—Calma los dos —interrumpió Minho.
A veces, estar en la misma habitación que Hyunjin y Jisung se sentía como estar en clase. Como si tuviera que controlar a dos niños de cinco años para que no acabaran tirándose de los pelos. Resultaba un poco agotador, si era sincero; aunque amaba a Han con todo lo que tenía, cuando se juntaba con Hwang se convertía automáticamente en un infante malcriado. Todavía no lograba comprender cómo habían sido amigos tantos años.
Los chicos arrugaron la boca en un puchero enfadado y continuaron el camino en silencio. No duró mucho más, para su suerte, porque se sentía realmente incómodo estar en el coche sin decir ni una palabra. Cuando aparcó junto a la acera de una bonita calle llena de árboles y casas unifamiliares, Jisung salió rápidamente. Lo siguió y lo tomó de la mano para tratar de calmar su humor.
—Qué estupidez, de verdad. Seguro que Hyunjin nos va a enseñar el nuevo sofá que se ha comprado o alguna tontería por el estilo. Siento que tengas que pasar por eso.
—¡Que no voy a enseñarte un nuevo sofá! —se defendió el chico, acercándose a ellos.
—Bueno, lo que sea, acabemos rápido.
—Te vas a arrepentir tanto de tu actitud de mierda...
—Por favor, ¿podemos comportarnos como adultos cinco minutos? —rogó Minho—. A veces se me hace difícil estar a vuestro alrededor.
«La cagaste», gruñó su lobo. Antes de que se diera cuenta, Han lo miraba con los ojos redondos y brillantes y su labio inferior temblando, como si fuera a llorar. Se arrepintió al instante de sus palabras y trató de acercarse, pero él dio un paso atrás.
—¿Se te hace difícil estar a mi alrededor? —preguntó.
—Hannie, no me malinterpretes...
—Has dicho eso, has dicho que no quieres estar a mi alrededor —gimoteó. Minho estuvo a punto de rodar los ojos, pero, por suerte, se contuvo.
—Jagi, no es lo que he querido decir —explicó, lo más tranquilo que podía—, odio veros pelear. No me gusta que te estreses, no quiero que te pongas nervioso, ni que estés triste.
—Y por eso has dicho que es difícil estar a mi alrededor, ¿no? ¡Qué buena forma de mantenerme tranquilo y feliz!
—Es que no he querido decir eso.
—Lo dijo por mí, Jisung —intervino Hwang, pasándole una mano por los hombros al omega—, a veces colmo su paciencia pero es demasiado educado para decírmelo directamente. —Han lo miró con desconfianza unos segundos.
—No sé...
—Piénsalo bien, me metí en vuestra casa llorando, siempre que estamos juntos te hago enfadar y él solo quiere protegerte. Es tu alfa, es normal que se sienta amenazado o incómodo... Pero Minho hyung es buena persona, nunca me echaría o me diría directamente que ahora mismo está a punto de saltar sobre mi cuello porque me dejas abrazarte y a él lo rechazas —añadió, con una sonrisa comprensiva.
No era verdad. Bueno, tal vez un poquito. Pero no quería saltarle al cuello, quería que se apartara y lo dejara apretujar a su bonito omega entre sus brazos.
Para su fortuna, la estratagema de Hyunjin funcionó a la perfección. El puchero de Han se convirtió en una sonrisa tímida antes de que estirara la mano hacia él. Minho suspiró aliviado y la tomó, enlazando los dedos juntos.
—Perdóname, Hannie —susurró cuando el otro alfa se apartó y echó a andar por la calle. Lo siguieron de cerca, aunque estaba bastante más concentrado en las mejillas de su omega.
—Perdóname tú por malinterpretar lo que dijiste... Ya sabes...
—Sí, lo sé, tendré más cuidado. La bellota no te deja ni un segundo de calma.
Han tendía a ser inestable normalmente, desde su embarazo, esa inestabilidad se había multiplicado por mil. No era una queja (no del todo), pero en ocasiones le costaba muchísimo trabajo gestionar las emociones de Jisung. Cualquier palabra podía herirlo, de un momento a otro se encontraba luchando contra el llanto, otras veces era ira que se traducía en ropa tirada, gritos y, después, un poco de llanto.
Pero lo entendía, el chico lidiaba con muchísimas cosas al mismo tiempo: su trabajo, ser un buen padre para su hija, no perder el contacto con sus amigos y el propio mundo, que ya era una auténtica mierda si eras omega, muchísimo más cuando estabas embarazado. Diablos, ahora se sentía realmente mal por siquiera haber pensado que, a veces, se pasaba de la raya con sus estallidos.
Sostuvo su mano, acercándose más.
—Te amo, Hannie, te quiero más que a nada —susurró. El chico sonrió, agarrándose a su brazo con fuerza.
—Yo también, jagi.
—Hemos llegado —interrumpió Hyunjin, abriendo la verja de una de las casas con una tremenda sonrisa.
—¿A dónde? —preguntó Han rápidamente.
Minho los observó a ambos y después la fachada. ¿No era esa la casa de Hyunjin? Sabía que vivía por esa zona aunque no había ido nunca y, según las palabras de su novio, se suponía que les enseñaría la encimera nueva, ¿o era el sofá? Ni siquiera lo recordaba.
—Vamos, vamos. Entrad —pidió, emocionado, el alfa. Lo siguieron, aunque seguía estando realmente confundido.
La casa era bonita, con un recibidor amplio en el que dejaron los zapatos en un mueble de madera clara. El suelo estaba cálido bajo sus pies, le hubiera gustado tener ese tipo de calefacción cuando vivía con Changbin porque la antigua caldera era una auténtica pérdida de dinero. El salón grande tenía un sofá chaise-longe de color gris, las cortinas del ventanal estaban abiertas, mostrando un pequeño patio trasero que necesitaba un poco de trabajo.
—¿Qué te parece?
—¿Te has comprado una casa nueva? ¿En la misma calle que la anterior? Eso es extraño incluso viniendo de ti —comentó Jisung, acercándose a la barra que separaba una enorme y moderna cocina del salón.
—Ay, joder, no te soporto —bufó el otro.
—Por favor —suplicó Minho, conteniendo la discusión que sabía que estaba a punto de gestarse.
—Es que tu omega es estúpido.
—Es que no entiendo nada, ¿esta casa es más grande que la otra?
—No, de hecho no tiene buhardilla, la mía sí.
—¿Entonces? ¿Te has comprado una casa más pequeña? Explícame porque no estoy entendiendo por qué mierdas nos has hecho venir hasta aquí. Comprendo que tengas crisis, pero comprarse una casa no es la forma de solventarlas —escupió. La cara de Hyunjin era un poema y Minho se apiadó de él.
—Hannie, no seas tan duro. Tal vez esta casa es más conveniente para él. No he visto la otra, pero es muy bonita, ¿tienes una habitación para Suni?
—La casa tiene tres habitaciones arriba y una aquí abajo —aclaró, con una mueca enfadada—, y no es ninguna crisis. La he comprado para vosotros, perro desagradecido —gruñó, cruzándose de brazos.
—No me hables de esa manera —exclamó Jisung.
Minho estaba todavía mirando fijamente al alfa ante él, a medio camino entre el shock absoluto y la ofensa. ¿Qué demonios había dicho Hwang? ¿Qué coño estaba insinuando?
—Hyunjin —llamó, por encima del barullo de las maldiciones cada vez más creativas que estaban soltándose. Los dos lo miraron—, ¿qué es lo que has dicho?
—No me sermonees, hyung, él me estaba insultando a mí también.
—No, no, no. No estoy hablando de eso —corrigió, sosteniendo más fuerte la mano de Jisung—, ¿qué has dicho sobre la casa?
—Ah... Tiene tres habitaciones arriba, una puede ser para Suni y la otra para la bellota cuando crezca.
—¿Para quién? —preguntó Jisung, con los ojos muy abiertos.
—¿Qué estás insinuando?
—Yo... Mierda... Bueno, Suni está muy preocupada... Cree que la bellota se olvidará de ella si tiene que pasar una semana separada y tú dijiste que estábais buscando una casa más grande... Me encontré con esa agente inmobiliaria y, bien, pensé que al final mi hija también va a vivir aquí... Me pareció lo mejor para todos. Sé que debería haber preguntado, consultaros o algo... Pero también sentía que os lo debía... Y quería daros una sorpresa... —balbuceó.
La retahíla sonó en su cabeza como el campanario de una iglesia dando la hora para la misa. Una parte de él era incapaz de entender qué estaba pasando y la otra estaba a punto de explotar por los aires.
—¿Estás loco? ¿Estás completamente demente? —chilló Jisung, soltándose de su agarre para acercarse al alfa más alto y sostenerlo por las solapas del abrigo que no le había dado tiempo a quitarse. Ahora que lo pensaba, Minho estaba empezando a sudar, tal vez el suelo radiante no fuera tan buena idea...
—¿Por qué? ¿Por querer echar una mano? Joder, solo quiero que Suni sea feliz y sé que esto la pondrá muy feliz.
—¡Es una maldita casa, Hyunjin, no la última Barbie del mercado! ¡Ni siquiera es una caja de edición especial de Faber-Castell! ¡Es un chalet! ¡Con patio trasero y cuatro habitaciones!
—¡Dijiste que necesitábais más espacio! —se defendió el chico, sosteniendo las muñecas que lo zarandeaban con violencia.
—¡No podemos permitirnos esto, idiota! —replicó el omega—. En mi maldita vida podré permitirme algo así...
—Pero yo sí, lo he hecho por vosotros —insistió—, por Suni. Ya he pagado la entrada...
—¡Pues véndela otra vez!
—¡Jisung, no puedes estar hablando en serio! —gimió—. Minho hyung, hazle entrar en razón.
¿Que le hiciera entrar en razón? ¿Cómo se hacía eso, si al maestro le parecía absolutamente irracional esa mierda? Es decir, entendía que esas personas tenían mucho dinero: Bang Chan, Hyunjin, Seungmin... todos eran asquerosamente ricos. Pero él no lo era y tampoco lo era Jisung. Ellos estaban tratando de encontrar una casa que se ajustara a su presupuesto, algo que pudieran pagar sin tener que renunciar a tener una vida normal. Por supuesto, ese distrito estaba totalmente fuera de sus capacidades, por no hablar de esa enorme y preciosa casa con suelo radiante.
—¿Por qué has hecho esto? —preguntó, todavía desconcertado, en medio del diáfano salón, con la vista del patio trasero en el que no pudo evitar imaginarse plantando algunas flores, tal vez haciendo una barbacoa... No, Minho, no, esto no es para ti.
—¿Otra vez? —bufó con frustración—. Suni no quiere que la bellota se olvide de ella cuando esté en mi casa y yo no quiero que se pase una semana llorando porque no puede ver al bebé. Vosotros necesitáis una casa más grande, yo necesito que mi hija sea feliz. Así que compré esta casa para que viváis aquí.
—Estás como una regadera —gruñó otra vez el omega, sacudiéndolo.
—¿Por qué no me das las gracias sin más, maldito tarado?
—¡Porque esto no tiene sentido!
—Jisung, ya pasamos por esto cuando compré el apartamento...
—¡Precisamente por eso! ¿Qué demonios piensas hacer con él?
—No sé, venderlo, supongo. Tal vez lo alquile. En cualquier caso, esta casa ha sido una buena inversión —Su sonrisa brilló en medio de la habitación. El corazón de Minho seguía latiendo tan fuerte que resonaba en sus oídos—. Así que, bueno... Es mi regalo para vosotros.
—No podemos aceptarlo —cortó el profesor, antes de que Jisung dijera una palabra. Los ojos de Hyunjin se abrieron imposiblemente, mirándolo como si acabara de romperle el corazón en mil pedazos.
—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo?
—¡Que no podemos pagarlo, Hyunjin! —chilló el omega.
—Pero no tenéis que pagar nada...
—No podemos aceptarlo. No voy a vivir de prestado.
—¡Estás viviendo de prestado en el apartamento de Jisung! Y no lo digo como una ofensa, no quiero que te sientas ofendido —explicó rápidamente, alzando ambas manos—. Escúchame, Minho hyung, me porté horriblemente mal contigo. Fui injusto y casi consigo que te quedes sin trabajo. Y no te lo mereces, ni Jisung se merece todas las batallas que le he hecho pelear. No os lo merecéis porque cada vez que lo he necesitado me habéis ayudado. Y ahora quiero ayudaros yo.
—No te hemos pedido ayuda, Hyunjin, estábamos haciéndolo bien por nuestra cuenta.
—Maldita sea, Jisung, ¿no puedes aceptar un puto regalo y ya está?
—Esto es demasiado, Hyunjin —repitió Minho, impactado por todo lo que estaba pasando.
—No lo es para mí, joder.
—Pero sí para nosotros. No puedo aceptar algo así completamente gratis.
—¿Te sentirías mejor pagándome un alquiler? —resopló—. Está bien, acordemos un alquiler con opción a compra o alguna mierda así. No me importa.
—Hyunjin...
—No, Jisung, déjame hacer esto, por favor —rogó—. Vosotros no lo entendéis... Necesito hacer esto, necesito solucionar mis errores y ser un adulto. Necesito hacer feliz a mi hija y necesito que la bellota no se olvide de ella. Podrá venir aquí cada vez que quiera, quedarse en mi casa cuando le apetezca, podréis venir con la bellota, podré venir a visitaros... Incluso cuando no sea mi semana con Suni... —Su voz se convirtió en un ligero susurro y a Minho le pareció realmente vulnerable.
—Hyune... —murmuró Jisung, soltando las solapas para frotar los brazos del alfa—, esto es demasiado, no tienes que hacer nada de esto. No necesitamos que gastes tu dinero en nosotros, ni siquiera Suni necesita todas esas cosas lujosas...
—Pero es lo que tengo, Jisung —replicó—, es todo lo que puedo ofreceros. Quiero que estéis más cerca...
—Lo entiendo, cariño. Entiendo todo esto, entiendo que lo de Jeongin te ha sobrepasado.
—No tiene nada que ver con él.
—Por supuesto que tiene que ver con él.
Y Minho por fin lo entendió. Comprendió que Hyunjin le tenía tanto miedo a la soledad que buscaba desesperadamente estar más cerca. Tuvo que apiadarse del hombre, si él estuviera en su situación, si descubriera que Jisung iba a casarse con alguien más, si sus padres vinieran ahora mismo y se lo llevaran, probablemente se volvería loco. Lo perseguiría hasta el fin del mundo, era posible que quemara algún contenedor por el camino, no descansaría hasta encontrarlo. Pero él no podía.
Hyunjin no podía hacer nada más que rodearse de gente que no le juzgaba; que entendía que a veces lloraba, que necesitaba a su hija para no sentirse absolutamente abandonado por todo el mundo; personas que lo invitaban a barbacoas los sábados; que iban al río Han a montar en bicicleta; que le abrían la puerta para darle un cálido abrazo cuando fuera hacía frío.
Minho y Jisung necesitaban esa casa para tener más espacio, Hyunjin necesitaba que vivieran allí para que la suya no estuviera siempre vacía.
—Pagaremos un alquiler —dijo Minho, los dos jóvenes lo miraron con sorpresa—, será un alquiler justo.
—¡Jagi!
—Quiero un contrato legal —La sonrisa volvió a florecer en la cara de Hyunjin—, lo revisará mi abogado. Y quiero mudarme cuanto antes.
—¡Por supuesto que sí! —chilló Hyunjin, sacando el teléfono de su bolsillo para ponérselo en la oreja—. Dame cinco minutos.
Entró en una habitación junto al rellano de las escaleras y Minho se enfrentó a la cara hosca de su precioso omega. Se había desabrochado el enorme abrigo y ahora su tripa dibujaba una curva pronunciada bajo la sudadera gris.
—¿Qué demonios has hecho?
—Lo necesita más que nosotros —aclaró.
—Pero esto es una locura... —Lo tomó por las mejillas rechonchas y lo besó tres veces, sin dejarlo continuar.
—Pagaremos un alquiler, no será caridad. Él nos hace un favor y nosotros se lo hacemos a él.
—¿Qué favor? ¡No necesita nuestro dinero!
—Está solo, Hannie —Bajó mucho la voz, abrazando a su omega para oler su cuello—. Está solo y nosotros no podemos permitirnos una casa como esta. Es un intercambio justo.
—No quiero aprovecharme de él...
—Me aseguraré de que el alquiler sea justo, ¿de acuerdo? Así Suni no tendrá que separarse de la bellota y tendremos un posible canguro si lo necesitamos. Y podrás estar más tiempo con él, sé que lo quieres, a pesar de como os peleáis. Y todos seremos más felices. —Le dio un beso en la glándula de su cuello y el chico ronroneó como un gato, derritiéndose en sus brazos.
—La casa es bonita...
—Es preciosa. Imagínate la cantidad de platos que voy a preparar en esa cocina.
—Y Suni tendría su propia habitación, no tendrá que compartir con la bellota si no quiere...
—Claro, y podrás invitar a los chicos a venir en verano. Suni podrá traer a sus amigos y jugarán en el patio...
—Bueno... —rió, envolviéndose todavía más a su alrededor.
—Te amo, Hannie, eres lo mejor que me ha pasado en la vida —declaró, acariciando su pelo.
—Yo también te amo... Pero... ¿a qué abogado vas a llamar?
—A ninguno, es que no sabía qué decir —confesó. Jisung se carcajeó escandalosamente.
Hyunjin salió de la habitación con una expresión de felicidad en la cara: —Está hecho, mañana tendréis el contrato.
—Muchas gracias —exclamó el omega, desenredándose para lanzarse a los brazos de su amigo.
—Nunca me olvidaré de lo que has hecho por nosotros, Hyunjin —dijo, solemne, justo antes de hacer una reverencia.
—¡Por dios, jagi! ¡Deja de ser tan antiguo!
Los tres se echaron a reír. Minho se dio cuenta de que esa podía ser una muestra de lo que sería su futuro, con la risa de su omega tintineando, una enorme y acogedora casa y un montón de amigos a los que agasajar con su comida.
—De verdad, estoy muy confundido —afirmó Seungmin, llevándose a la boca un pedazo de brownie.
—Te vas a quemar —advirtió Felix. Un segundo después, su amigo resoplaba sonoramente, abanicándose con las manos. Su boca abierta mostraba el pedazo de chocolate masticado. Chan se acercó con un vaso de agua—. Te dije que te ibas a quemar.
—Yo tampoco lo entiendo, Felix. Él lo sabe, se lo dije en el restaurante.
—No voy a ir a la inauguración, no insistáis —bufó, quitándose el delantal para colgarlo detrás de la puerta de la cocina—. Me voy con los niños.
Salió de la cocina para ir directamente al salón, donde los pequeños jugaban a un juego de mesa. Se dejó caer en el puf y Suni le regaló una bonita sonrisa. Le colocó las coletas que le había hecho su padre esa mañana.
—¿Qué te pasa, tío chef? —preguntó Hoshi, poniéndose de pie a su lado.
—Nada, tigretón, todo está bien.
—Parece que estás un poco triste. ¿Quieres que te dé un abrazo?
—No estoy triste, pero nunca rechazaré un abrazo felino. —Abrió los brazos y el niño se lanzó sobre él, agarrándose a su cuello.
—Yo también te daré un abrazo —exclamó Suni, cayendo sobre ellos. Hoshi soltó una queja suave, pero todavía no se fue. Se encontró a sí mismo debajo de una pila de cachorros, agasajado por el amor infantil. Casi se echó a llorar.
Mierda, estaba demasiado sensible últimamente. En realidad, todo lo estaba sobrepasando un poco.
—No quiero que estés triste, tío Lix —murmuró Suni, restregando su mejilla contra su pecho. Pensó que se comportaba exactamente igual que Jisung—. ¿Hay algo que podamos hacer para que estés feliz?
—Podríamos jugar a algo que te guste —dijo Hoshi—, si quieres podemos pintar. A mí me gusta mucho pintar.
—¡Qué gran idea, Hoshi! Cuando papi está triste siempre pinta, así que debería funcionar.
—Claro que sí, vayamos a por los colores.
De repente, la pila de cachorros desapareció por el pasillo hacia la habitación donde estaban los juguetes. Seungmin estaba sentado en el sofá, ni siquiera lo sintió llegar. Tenía los ojos juzgadores fijos en él. Le tiró una pieza del juego para que parase.
—Por más que intentes atacarme no cambiará nada. Tienes que ir a la inauguración.
—No voy a ir, Seungmin, deja de insistir.
—Minnie tiene razón, Felix.
—Le das la razón porque le tienes miedo.
—Le doy la razón porque la tiene. Changbin sabe que tú también estás detrás de lo del local. Está profundamente agradecido y querría que fueras.
—Pues no me ha dicho ni una palabra. No lo hizo en el restaurante y, por supuesto, no me ha mandado ni un mensaje. Así que no, no creo que esté contento si voy a la inauguración.
—Diosa Luna, te juro que no entiendo a los jóvenes de hoy en día.
—Soy literalmente diez días mayor que tú, Seungmin.
—Por tu actitud parece que tienes diez años menos —regañó—, Suni y Hoshi tienen más madurez emocional que tú.
—¿Qué es madurez... eso? —preguntó Hoshi, acercándose a la mesa con las manos llenas de estuches de lápices. Suni lo seguía con un tocho de folios. Pusieron todo sobre la mesilla del salón e invitaron a Felix a unirse.
—Significa que tú y Suni son más listos que él.
—Mi tío Lix es muy listo...
—Es cierto, él nos enseña a hacer bizcochos —aseguró Hoshi—, el tío chef es súper listo.
—No tanto como Minho oppa.
—Es que el señor Lee es la persona más lista del mundo.
—Correcto —convino la niña tomando un creyón para empezar a pintar.
—Si fuera tan listo haría caso a lo que le digo.
—Oye, tío chef —reclamó Hoshi—, siempre hay que hacer caso a lo que dice Pa. Hasta el señor Lee nos lo dice. No podemos ser desobedientes.
Felix rodó los ojos con un bufido cuando vio la sonrisa triunfal de Seungmin. El timbre de la puerta sonó, distrayéndolos a todos y Chan fue a abrir. Diez silenciosos segundos después, dos pares de pasos corrían por el pasillo. Yunho apareció ante ellos con una sonrisa radiante y un tímido Mingi tomado de su mano.
—¡Mingi! ¡Yunho! —gritaron los chiquillos, levantándose para abrazarse efusivamente cuando, literalmente, se habían visto el día anterior.
—Mingi te voy a enseñar mi sala de juguetes, corre, ven —exclamó Hoshi, tirando del pequeño hacia el pasillo. Los otros dos mosqueteros los siguieron contentos.
—¡No cierres la puerta, Hoshi! —gritó Seungmin.
—Sí, Pa —contestó el niño cuando ya había entrado al cuarto. Obedeció y todavía eran capaces de escucharlos desde el salón.
—Vete a la puta inauguración, pídele disculpas y una cita. Deja de marear la perdiz —gruñó el idol de pronto. Felix abrió los ojos con sorpresa—. Estás enculado como un adolescente, acéptalo y termina todo este show.
—Tú no lo entiendes... Él no quiere tenerme alrededor.
—Entonces te rechazó. Te dijo que te fueras a la mierda o algo así y tu orgullo está herido, así que eres incapaz de ver que tienes que pedirle disculpas. Maldices como un marinero, si todos nos tomáramos tus insultos o las veces que nos mandas a la mierda en serio no tendrías amigos.
—No sabes nada...
—Sé que te gusta desde hace mucho. Probablemente te has acostado con él en múltiples ocasiones. Lo habrás tratado como si no valiera nada y él se ha rebelado contra eso —Felix no entendía como ese estúpido omega había sido capaz de hilar tan fino—. ¿Me equivoco?
Por supuesto que no, pero no pensaba darle la razón como se la daba su queridísimo marido todo el tiempo.
—Chicos, él es Song Yeosang —interrumpió Chan, señalando al omega con una sonrisa.
—¡Hola, doc! —saludó Felix, levantándose para un apretón de manos y una huída de la mirada inquisidora de Seungmin—. Es un placer verlo.
—No me trates de usted, por favor... Puedes llamarme hyung.
—Doc hyung, suena bien —aseguró el idol alegremente—. Me alegro de conocerte por fin, los niños no paran de hablar de tu hijo.
—Ah, los mosqueteros son geniales. Muchas gracias por invitarme.
—Sí que lo son —Seonghwa salió de la cocina con una cálida sonrisa—. Hoonjoong tiene un comeback, no vendrá por lo menos en dos meses —aseguró, dramáticamente.
—¿Está fuera?
—No, pero se pasa el día en el estudio —aclaró.
Felix le dio un rápido abrazo al chico y volvió a la cocina, deseando fervientemente que Seungmin estuviera demasiado ocupado siendo un anfitrión como para molestarlo. No contaba con que Chan lo seguiría hasta allí.
—Minnie tiene razón en todo lo que dice, para desgracia de ambos. Tienes que ir a la inauguración, Felix. Si no vas, cuando saques la cabeza del culo y le pidas una cita a Changbin te arrepentirás muchísimo de no haber compartido su alegría en un día tan importante.
Y se marchó de nuevo, dejándolo con más dolores de cabeza de los que ya tenía.
***
Hoy subiré dos, navegantes. 1/2
Al final me emocioné con el epílogo y lo dividí en dos partes. En total serán 39 capítulos, así que ya estamos súper cerca del final. Qué troste, pero que feliz estoy al mismo tiempo.
¡Nos vemos en el infierno, bellezas!
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