31. ¡Brindemos!
—¿Sabes algo de Jeongin? —preguntó Chan, dirigiéndolos a ambos en su camino por la acera.
—Está vivo, si esa es la pregunta —contestó. En realidad, no quería hablar del tema porque le frustraba. Le parecía que era inútil seguir luchando por alguien que no quería ser salvado.
—Ah, bien, eso es bueno, supongo...
—Le mando mensajes, pero rara vez responde —añadió—, solo me dijo que estaba trabajando, así que asumo que ha vuelto a su puesto en las empresas Yang.
—Joder, es una pena lo de ese chico —resopló su amigo—, ojalá pudiéramos hacer algo más por él... Es todo tan decimonónico. ¿Quién concierta matrimonios en el siglo XXI? Es una locura.
—Absolutamente.
Changbin estaba de acuerdo, por supuesto. Pero ya no podía hacer nada más por él. Todavía se sentía culpable por haberlo instado a salir casi un mes atrás para ir a ver la exposición de Hyunjin, aunque sabía que no habría podido evitar que saliera. ¿Qué iba a hacer? ¿Encerrarlo en su apartamento? ¿Esconderlo para siempre hasta que su abuelo se olvidara de él o se muriera? Ninguna de esas posibilidades tenía sentido.
—Espero de corazón que esté bien...
—Es resiliente. A pesar de toda la mierda que tiene alrededor, todavía sale adelante —tranquilizó con una sonrisa. Bang Chan la imitó girando en la siguiente esquina que encontraron—. Hyung, ¿me vas a decir a dónde vamos?
—Estamos llegando, no seas impaciente, Binnie —advirtió con una mueca de emoción infantil. Changbin casi rodó los ojos.
No era extraño que Bang Chan y él salieran, de vez en cuando, entrenaban juntos. Lo que era extraño era que se hubiera presentado en su apartamento para llevarlo a... ¿su academia? No, ya no era su academia. Hacía exactamente tres días que había bajado la verja por última vez y todavía trataba de asimilar que todo era real y no un mal sueño. Por eso no tenía sentido que el alfa lo trajese allí sin explicaciones.
—Es aquí. —El hombre interrumpió sus pensamientos con una radiante sonrisa que era todo dientes y hoyuelos.
Señaló con las manos abiertas un local sin identificador a su espalda. Parecía recién pintado, a juzgar por lo brillante del blanco en los ladrillos. También tenía una verja metálica bastante moderna que se acercó para abrir, introduciendo una llave en el candado y pulsando un pequeño mando que colgaba del llavero. Un segundo después, el hierro gris subía con suavidad hasta mostrar una cristalera.
Era posible que no hubiera un cartel que lo anunciara, pero no podía escapársele eso. En letras blancas, el vinilo en el cristal rezaba claramente: "Jutdwae. Academia de taekwondo."
—¿Qué es esto? —preguntó, confundido, con el corazón acelerado y el estómago hecho un revoltijo de emociones.
—¡Es tu nueva academia de taekwondo! —exclamó Chan, abriendo la puerta de cristal para invitarlo a pasar.
Dudó por unos segundos, pensando que tal vez ese sí que era un sueño, uno genial que nunca se hubiera permitido tener. Dio un paso en la recepción, era blanca, limpia y un poco más grande que la de su anterior academia. Seguía estando el escritorio en la entrada y algunos pares de sillas repartidos.
—¿Qué está pasando?
—Te lo acabo de decir, Binnie, es tu academia. Ven, sígueme.
Lo guió por el pasillo principal abriendo la primera puerta para mostrar un dojang completamente preparado. El entusiasta alfa olía feliz mientras le enseñaba las paredes blancas, el suelo de tatami y el enorme espejo al frente. Changbin apenas podía asentir con la cabeza mientras el otro abría los armarios al fondo y le decía que allí podría guardar las protecciones.
Salieron de esa primera habitación para entrar en la segunda, un poco más pequeña, pero equipada igualmente. Le dijo que esa podría ser la clase de los niños, que sus protecciones cabrían en los muebles que había en la pared. Por último, le enseñó dos vestuarios bastante mejores que los suyos, ¡incluso tenían duchas! Eso era una verdadera mejora para los estudiantes. Y también una oficina prístina con un escritorio y dos archivadores.
—¿Qué te parece?
—Me parece que no estoy entendiendo nada.
—Hombre, eres duro de mollera —bromeó, pasándole una mano por el hombro—. Esta es tu nueva academia. Especialmente reformada para que puedas incluso contratar a un profesor más y dar dos lecciones al mismo tiempo.
Changbin miró a todas partes desconcertado. Se apartó del hombre y caminó por el pasillo hasta el dojang más pequeño. Era perfecto, por supuesto. Las mejores calidades, todo tan reciente que todavía olía a pintura. Flamante, nuevo, vacío y... ¿suyo? No podía ser, eso era completamente imposible.
—Hyung, yo no puedo...
—Un momento —interrumpió resueltamente, quitándose la mochila de la espalda—, antes de que digas nada, esto no es un acto de caridad. No es un regalo —advirtió. Empujó en sus manos una carpeta negra de cuero con letras lacradas en dorado. Parecía elegante y lo suficientemente oficial para que le diera un poco de repelús—. Este es el contrato de arrendamiento, hemos respetado el precio que te ofrecía el anterior propietario de tu local. Tiene una duración de cinco años prorrogables. Por supuesto, todo es legal y es absolutamente vinculante. Soy tu amigo, pero no soy imbécil —añadió, guiñándole un ojo.
Changbin abrió la primera página. Allí, claramente escrito, estaba su nombre y el de una sociedad que, por descarte, sería alguna de las empresas de Bang Chan, probablemente con Seungmin. Con el primer vistazo se dio cuenta de que era un contrato tradicional: deberes, derechos, plazos de pago, penalizaciones en caso de retraso... Todo era absolutamente normal.
—Hyung este local es mucho mejor que el anterior, no puedes cobrarme el mismo alquiler —discutió—. No puedo aceptar esto. Ni hablar. Esto es caridad por mucho que quieras disfrazarlo. No voy a aprovecharme de mis amigos.
Las cejas del alfa se fruncieron y su olor, tan jovial hasta entonces, se tornó ligeramente agresivo. Era curioso porque Chan solía ser el más estable de todos ellos, con una enorme cantidad de paciencia y autocontrol. Probablemente era la primera vez que sus feromonas cambiaban tan rápidamente ante él.
Dio un paso hacia atrás con un suspiro sonoro y se frotó las sienes, como si le doliera la cabeza. Ahora que se fijaba, tenía unas ojeras muy pronunciadas. ¿Estaría durmiendo mal? ¿Qué hacía que el alfa más equilibrado de su grupo de tarados tuviera insomnio?
—Mira, te he dicho que no soy idiota. Tú no me lo pediste, te lo estoy ofreciendo yo. Mi gestoría ha hecho el estudio de rentabilidad y está contemplada una subida del alquiler cada dos años atendiendo al IPC. No voy a regalarte esto, estoy invirtiendo en ello.
—¿Y la reforma? Eso tiene que haber costado dinero que vas a perder. No voy a ser ese tipo de persona...
—Ay, cállate, Changbin —gruñó el hombre con cansancio—. Hago esto más por mí que por ti. ¿Sabes cuánto ha llorado mi hijo desde que se enteró de que cerraban la academia? No puedo más, si vuelve a tener una de esas crisis de llanto, Seungmin le comprará el maldito cachorro de tigre que pidió en su cumpleaños —Changbin estaba todavía más confuso—. Y no, no hablamos de un peluche. Quiere un endemoniado animal real, ¿entiendes? —Por supuesto que no entendía, pero parecía tan vehemente que no se atrevió a decir nada—. No puedo meter un tigre en mi casa, Changbin.
—Pero...
—¿No me estás escuchando, amigo? —gimoteó, agarrándose de sus hombros y sacudiéndolo—. Si Hoshi llora, Seungmin le comprará un tigre. Si Hoshi viene a taekwondo, no llora, por lo tanto, no habrá un tigre viviendo en mi jardín.
—También podrías hablar con Seungmin...
—Y tú podrías firmar el maldito contrato y hacernos felices a todos. Especialmente a este padre de familia que no quiere decepcionar a su hijo explicándole que un tigre está fuera de toda discusión y que su tío sabumnim no quiere volver a abrir la academia de taekwondo porque es demasiado orgulloso para aceptar un buenísimo negocio.
Maldito manipulador, pensó, mirando sus ojos hinchados, rodeados por las intensas ojeras y su puchero triste. Pero joder, tenía tantas ganas de volver a trabajar, quería tantísimo volver a dar clases de taekwondo y no iba a encontrar algo así jamás... Tenía un montón de ganas de chillar, de llorar, de saltar como un maníaco y echarse a reir hasta que le dolieran las costillas.
Era real, ese contrato en sus manos, ese olor a recién pintado, ese vinilo que rezaba "Jutdwae" y esa mirada casi suplicante de su amigo. Todo era de verdad. Y parecía una solución para sus problemas, una forma de dejar de preocuparse por quién pagaría el piso ahora que Minho se marchaba de forma inminente, una seguridad laboral para la malhumorada Yuqi y un espacio seguro para seguir practicando su pasión por las artes marciales
—Te pagaré más —propuso, como un último intento de hacer lo que le parecía justo cuando en realidad lo que quería era saltar sobre el alfa y abrazarlo hasta que se quedara sin respiración.
—No, no me pagarás ni un céntimo más. Pero me vas a perdonar las cuotas de Hoshi hasta que cumpla 18 años —replicó, con una enorme sonrisa brillante.
Changbin se dejó llevar por la emoción y se lanzó efusivamente sobre él, asfixiándolo en un abrazo de oso.
Changbin estaba como una cuba, por suerte no pensaba conducir.
—Me cago en la puta, es la maldita mejor noticia que he recibido en el último siglo —exclamó Yeonjun con una risa escandalosa y un golpe en su hombro. Wooyoung les dejó dos botellas de soju más sobre la mesa.
—Estoy tan feliz por ti, Binnie —El omega le revolvió el pelo—. Cuando las niñas sean un poco mayores las apuntaré a tu nuevísima academia.
—¿Ves? "Jutdwae" ya tiene lista de espera. Cabrón afortunado, al final esos amigos por los que me abandonaste sí que han servido para algo.
—Baja la voz, estamos en el restaurante de Chan —gruñó, conteniendo la risita tonta.
—Mi jefe es un buen tipo —añadió Wooyoung, recogiendo los últimos platos que quedaban.
—Woowoo, hay que ir a celebrar con Binnie, ¿cuánto queda para que cierres?
—Solo nos queda una mesa en el reservado. Le enviaré un mensaje a San para decirle que volveré tarde —contestó.
—Es la primera vez que no pones trabas a los planes de Yeonjun —comentó Changbin, un poco atolondrado por el alcohol.
—¡Porque esta ocasión lo merece! No voy a acompañarlo a buscar alfas por discotecas, pero sí que quiero celebrar que has recibido el reconocimiento que mereces, Binnie.
—Te quiero mucho, Woowoo, eres tan importante para mí... Quiero que nos veamos más —lloriqueó Changbin, emocionado por las palabras de su amigo.
—Aunque no sé si podré beber, parece ser que seré el conductor esta noche —bromeó.
—Estoy perfectamente bien para conducir —dijo Yeonjun, levantándose rápidamente. Perdió el equilibrio, pero el omega lo enderezó con firmeza con su brazo libre—. Solo necesito ir al baño un momento.
—Claro que sí, Yeyo —bufó el más bajo, llevándose la pila de platos hacia la cocina mientras su amigo de pelo rosa se tambaleaba hacia el servicio.
Changbin aprovechó para echar un vistazo rápido a la mampara de cristal. Felix limpiaba las encimeras, concentrado en su tarea. Le quedaba bien la chaquetilla blanca y se le escapaban algunos mechones del flequillo debajo del gorro. Chan salió de algún lugar que no podía ver, hablando con él en voz alta, aunque no los oía bien desde allí. El rubio asintió y pareció escribir algo en un papel.
Un segundo después, el alfa lo saludaba efusivamente, con su enorme sonrisa. Felix también lo miró, aunque la expresión no era la misma. Por un segundo, uno cortísimo, casi respondió a sus cejas fruncidas lanzándole un beso. Por suerte para su orgullo, Yeonjun lo sacudió desde atrás, emocionado.
—Oh, Dios mío, Changbin. Dios santo. Cristo redentor. Bendita diosa Luna. Por todos los diablos.
—¿Qué pasa? ¡Deja de zarandearme! —chilló, empujándolo. Su amigo se elevó en toda su altura (que era demasiada para la justicia genética) y abrió mucho los ojos.
—¡Está aquí!
—¿Quién?
—El alfa, está aquí. ¡Está en el reservado!
—¿Qué dices? ¿Qué alfa?
—¿Qué pasa? —interrumpió Wooyoung.
—¡El alfa está aquí, Woowoo! ¡Es el destino! ¡La providencia ha querido que me lo encuentre porque es el hombre de mi vida! —exclamó, con las manos en el pecho, mirando directamente hacia la puerta del reservado abierta.
—¿Qué está pasando, Binnie?
—No sé...
—Voy a ir allí y le voy a decir que tiene que darme su número de teléfono ahora mismo. —La resolución de Yeonjun se vio aplacada por la mano que le sostuvo de la muñeca.
—Ni se te ocurra entrar en el reservado. Es una puta sala cerrada. Son mis clientes, no vas a molestarlos.
—¡Tú no lo entiendes! ¡No sabes lo que es el amor!
—¿Que yo no sé lo que es el amor? Cállate la boca y siéntate, borracho.
—Vas a hacerme perder al hombre de mi vida. Estamos destinados, Woowoo, respeta los designios de la Luna.
—Si estuviérais destinados sería un omega —escupió con rabia, tirando de su brazo hasta dejarlo sentado en la silla.
—Qué homófobo de tu parte, la verdad. ¿Solo porque somos dos alfas no podemos estar destinados? ¡Lo ves! ¡No tienes ni idea de lo que es el amor y el destino!
—Déjalo de una vez, Yeonjun. Sé lo que es el amor. Y lo que a ti te pasa es que vas pedo —gruñó el omega, perdiendo los nervios. Changbin estaba un poco de acuerdo con él.
—Wooyoung lleva casado con San desde que tenían 14 años —soltó de pronto—, terrible, porque es un poco como... matrimonio infantil. Pero él sabe lo que es el amor.
—¡Changbin! —reclamó, indignado—. No me casé con San hasta que cumplimos 25, deja de decir mierdas.
—¿Está todo bien? —Bang Chan se acercó a la mesa con el ceño fruncido. Changbin sonrió abiertamente porque era su persona favorita en ese momento. Quería volver a abrazarlo y decirle que se divirtiera con ellos para celebrar que le había dado una buenísima oportunidad de encauzar su vida.
—Chan hyung, ¡qué bueno que estás aquí! Tómate una copa conmigo y mis amigos. Él es Yeonjun, a Wooyoung ya lo conoces.
—Yo no estoy bebiendo —El omega levantó las manos apartándose del chico de pelo rosa—, pero este idiota está borracho. Lo sacaré afuera.
—¡Woowoo no cree en el amor! ¡Y fue víctima de un matrimonio infantil! —lloriqueó Yeonjun.
—¡Cállate, por dios! Si pierdo mi trabajo tendrás que mantenerme a mí y a las niñas por el resto de tu vida.
—¿Matrimonio infantil? —preguntó Chan, parecía menos enfadado y, tal vez, un poco curioso.
—Wooyoung se casó con San cuando tenían 14 años —repitió Changbin—, no me invitaron, es el peor amigo.
—¡A mí tampoco me invitaste, Woowoo!
—¡Diosa Luna, dame paciencia! —refunfuñó—. No me casé con 14 años. Me casé a los 25 y ambos fuisteis a mi maldita boda. De hecho, Yeonjun vomitó encima de la tía de San mientras bailaban un vals.
—Ah, ya me acuerdo de eso, qué terrible experiencia —murmuró el alfa de pelo rosa—, me dio tantas vueltas que creí que me moriría.
La risa de Bang Chan sonó alta, adornando su cara con hoyuelos. Changbin lo miró como si viera a Dios. No sabía si era por el alcohol o por el subidón de endorfinas, pero le parecía el mejor hombre del mundo en ese momento. ¿Eso a su alrededor era un halo de luz? Porque juraría que el hombre brillaba.
—Es como ver un sketch —afirmó el dueño.
—Perdón, Chan hyung —susurró Wooyoung—, ya se van, me esperarán afuera hasta que terminemos.
—¿Ahora me echas como un perro callejero, Woowoo? Dime, ¿cuál fue el mal que yo hice?
—En la calle hace frío —se quejó Changbin, odiando la perspectiva de tener que irse a esperar a la intemperie.
—No hace falta, Wooyoung, el reservado está a punto de terminar, los mantendré controlados en lo que los despides —ofreció, tan conciliador como un jefe debería ser.
—Eres el mejor patrón del mundo, Bang Chan. Si no estuvieras casado con Seungmin, te pediría matrimonio —murmuró Changbin.
—¿Me vas a invitar a la boda o harás como Wooyoung y me dejarás fuera? —gimoteó Yeonjun agarrándolo del bíceps.
—No puede haber boda porque ya estoy casado, Yeonjun-ssi. —El alfa se carcajeó.
—Está casado con un idol —susurró Changbin—, tienen un hijo juntos que baila muy bien, debería ir a tus clases.
—Está casado con un idol, trata con respeto a mi Woowoo, tiene una nariz sexy, le gustan los niños y te salvó la vida alquilándote un local —enumeró Yeonjun, mirándolo con ojos soñadores—. ¿No quieres casarte conmigo también, Bang Chan-ssi? O adoptarme, ambos me valen.
—No intentes ligar con mi casero, idiota —regañó Changbin, dándole un golpecito en la frente a su borracho amigo.
—Es que es el hombre perfecto. ¡Y te salvó! ¡Brindemos por Bang Chan! —Empujó un vaso de soju hacia el dueño y otro hacia Changbin, Yeonjun agarró en su mano la botella—. ¡Por el mejor alfa del mundo después del amor de mi vida que casualmente está en ese reservado al que nadie me deja ir!
—¡Yeyo, basta! —rogó con una risa incontenible.
—Bueno, en realidad —Chan movió el vaso entre sus dedos—, los caseros somos Felix y yo. Somos socios, compramos el local entre los dos.
—¿Qué? —Una sensación de vértigo recorrió a Changbin de la cabeza a los pies. Su estómago se lanzó dando tres volteretas a una piscina de agua helada. Sus dedos se apretaron sobre el cristal del pequeño vaso de soju.
¿Que Felix, qué?
«Es imposible», gruñó su lobo. No podía ser verdad, él tampoco lo creía.
—Entonces, ¡invítalo también a brindar! —exclamó con júbilo Yeonjun. Changbin quería golpearlo muy fuerte para que se callara esa boca que, de pronto, le molestaba.
—¡Estupendo! Voy a avisarlo...
—No, espera, Chan hyung... —Changbin se levantó de un salto para impedirlo, pero un chillido emocionado a su espalda lo interrumpió.
—¿Binnie hyung? —Han Jisung caminó torpemente hacia él con una preciosa sonrisa en forma de corazón, las gafas sobre el puente de la nariz y un cardigan gris de punto, por el que asomaba el cuello de la camisa, con la corbata mal atada—. ¡¿Qué haces aquí?!
—¡Binnie, es él, míralo! —clamó Yeonjun, poniéndose de pie para zarandearlo como un juguete una vez más.
Changbin abrió sus brazos cuando el omega llegó hasta él y lo abrazó con fuerza. Era un abrazo extraño. Es decir, no veía a Han desde la inauguración, pero nunca había sido tan afectuoso con él. Agradeció el gesto, de todas formas, disfrutando unos segundos del olor a lavanda y, como lo llamaba Minho, a algo más.
—Hola, hyung, me alegro mucho de verte —dijo el chico.
—Binnie, por Dios, se va, voy a perderlo —insistió Yeonjun, mirándolo por fin. En el momento en el que se dio cuenta de la presencia de Han, levantó las cejas con sorpresa—. Hola, soy Choi Yeonjun.
—Han Jisung —contestó el omega, ofreciendo su mano. Se saludaron cortésmente, pero el alfa con olor a menta mantuvo la mano agarrada y achicó los ojos.
—¿Estabas en el reservado?
—Ehm... Sí...
—¿Estás con el alfa?
—¿Qué alfa?
—El alfa hermosísimo con cara de conejo asustado por las luces de un coche.
—¿Qué? —Jisung tiró de su mano para huir de Yeonjun, pero no consiguió soltarse.
—¿Es tu novio? —incidió, con una mirada de sospecha.
—¿Qué dices, Yeonjun? —reaccionó Changbin por fin, soltando la mano de Han de su presa—. Es el novio de Minho hyung, joder, te dije que estaba embarazado. Has visto dos millones de fotos suyas, carajo.
—¡Oh, cierto! —Se inclinó 90 grados—. Siento la confusión, novio de Minho hyung.
—Me llamo Han Jisung, Choi Yeonjun-ssi —escupió el omega, alejándose un poco más de él para sostenerse del brazo de Changbin.
—Eres más bonito en persona, las fotos no te hacen justicia. Y puedes llamarme hyung —comentó Yeonjun como si un minuto atrás no hubiera querido asesinar al omega con la mirada—. Ahora que somos amigos, ¿me presentas al alfa con el que estabas en el reservado?
—¿Qué le pasa a tu amigo, Changbin hyung?
—Ignóralo, está borracho.
—Dime al menos su nombre, por favor. Es el amor de mi vida, Han Jisung, tú seguro que sabes lo que es el amor. Después de todo vas a tener un bebé con Minho hyung. Y él está como... enamoradísimo de ti. ¿Recuerdas lo de la toalla? ¡Qué vergonzoso!
—¿Qué toalla?
—Ninguna toalla, Yeyo, por favor, cállate.
—Ya sabes, lo de que Changbin robó una toalla de la academia de taekwondo y se la llevó a Minho porque estaba obsesionado con tu olor —Los ojos de Han se abrieron imposiblemente—. Súper humillante, ¿verdad? O sea, tu aroma es genial, muy relajante, pero qué creepy todo...
—Yeyo, te ruego que cierres la boca, eso era un secreto. —Changbin tiró del brazo del hombre para hacerlo entrar en razón.
—No, no, hyung, ¿por qué no recordamos más de esos viejos tiempos en los que Minho hacía cosas humillantes? —ofreció Han, saliendo de detrás de su espalda para sonreír falsamente a Yeonjun.
Changbin sabía que eso se estaba poniendo muy raro y que tendría un millón de problemas con Minho cuando supiera que había aireado sus trapos sucios por ahí.
«Sus toallas sucias, más bien», comentó el lobo jocoso. Intentó aguantarlo, pero se le escapó una risita aguda. En realidad, era muy divertido. Que Jisung supiera lo patético que era su amigo le parecía una forma fantástica de vengarse por todas las cenas que todavía le debía y no le había pagado.
—¿Te acuerdas de esa época en la que decía que era moderno y quería tener una relación poliamorosa?
—¿Poliamorosa?
—Sí, porque creía que tú estabas casado con el alfa modelo que le caía tan mal. Yo creo que solo lo odiaba porque es más guapo y más alto que él. Por eso me odia a mí también.
—Hyunjin tampoco es tan guapo —replicó el omega, encogiéndose de hombros.
—A ti te odia porque no puedes mantener la boca cerrada —aclaró Seo.
—En serio, ¿cuál fue el mal que yo hice? —gimoteó, quejumbroso—. Me insultas, me quieren echar a la calle, mi amigo se casó y no me invitó a su boda y Jisung no me quiere presentar al alfa bonito del reservado.
—Es que no sé de quién hablas...
—Han Jisung —Una voz llegó desde su espalda y los tres se giraron al mismo tiempo para ver a un chico alto, probablemente más alto que Yeonjun, con el traje abierto, la corbata enrollada en la mano y las mejillas rojas por el alcohol—, ¿con quién compartirás el taxi? Ninguno quiere que te vayas solo...
—Ah, Choi bujangnim, no te preocupes, me he encontrado con unos amigos.
—¿Estás seguro? Puedo esperar unos minutos si quieres.
—De verdad, no te agobies. Conozco al dueño y él es el mejor amigo de mi novio, Seo Changbin —el omega se giró hacia él—. Él es Choi Soobin bujangnim.
—Oh, es un placer, Seo-ssi. Y... —Los ojos del hombre se abrieron muchísimo y Changbin pensó que se parecía a un conejo alumbrado por los faros de un coche, tal y como lo había descrito...
—Choi Yeonjun, un amigo que acabo de conocer —convino Han y parecía tener el mismo nivel de confusión que sentía Changbin en ese momento.
—Eh, sí... Bueno, de acuerdo, me voy, cuide de Han, señor Seo. Adiós. —Se despidió atropelladamente y salió corriendo del local.
El omega lo miró buscando respuestas, pero no tenía ninguna, así que solo negó con la cabeza y se encogió de hombros antes de beberse de un trago otro vaso de soju.
—¡Mierda! —gritó Yeonjun de pronto, se dio cuenta de que había estado extrañamente silencioso—. Era él, el hombre de mi vida se llama Choi Soobin y es un directivo. Santo cielo, necesito su número de teléfono, Jisung —rogó, zarandeando al omega.
—Oye, déjalo en paz. ¿Por qué no se lo pediste tú mismo?
—¡Me bloqueó su belleza! —hipó como una plañidera, dejándose caer otra vez en la silla.
—¿Qué le pasa a este idiota? —preguntó Wooyoung, saliendo del reservado con una enorme bandeja llena de platos. Changbin se preguntó cómo podía cargar todo ese peso.
—Hmm... Creo que se enamoró de mi jefe. Pero ni siquiera le dio las buenas noches.
—¡Porque la primera vez que hablé con él se fue corriendo! ¡Justo como ahora! ¿Qué se le dice a las personas tímidas para gustarles? ¡Mis armas de seducción no funcionan! —Wooyoung bufó y siguió su camino hacia la cocina.
—¿Qué primera vez?
—¿Te acuerdas del alfa que vi en una discoteca y se fue corriendo? No sé, hace unos meses, te lo conté aquí.
—Estoy un poco perdido, hyung —murmuró Jisung.
—Y yo, la verdad.
—Es que nunca me escuchas. Y ahora lo perderé para siempre. Nunca volveré a tener esta suerte. El destino lo colocó para mí y mira lo que hice, ¡lo espanté!
—Es tu fea cara, Yeyo —bromeó Changbin. El alfa lloriqueó más fuerte, con la cabeza contra la mesa.
—Perdónalo, Jisung, va un poco Tinky Winky.
—Tú también, aparentemente.
—Bueno, estoy celebrando... Por lo del local.
—Ay, es verdad, muchísimas felicidades, hyung.
—¿Y tú qué hacías aquí? ¿Dónde está Minho?
—En casa; salí a tomar algo después de trabajar con los líderes de equipo.
—¿Esos eran tus compañeros de trabajo?
—Sí, son geniales, ¿verdad?
—¿Por qué todos eran alfa? —gruñó repentinamente Changbin, con su lobo erizado por la amenaza.
—No me jodas, ¿te vas a portar como hyung? Tengo suficiente con un cavernícola en mi casa.
—¡Debes tener cuidado, Han Jisung! Estás embarazado, no puedes andar bebiendo con alfas por ahí.
—Oye, ahórrate la mierda de discurso paternalista. No estaba bebiendo y son seres humanos. Además, dos de ellas son beta y uno es omega. Kim Sunwoo es súper intenso, pero aún así, me cae bien. En cualquier caso, no tengo que darte explicaciones.
—¿Hemos olvidado que hay un corazón roto aquí? —Yeonjun reclamó atención con la botella de soju a medio camino de su boca—. He perdido al amor de mi vida. Consuélame, Changbin.
—Bueno, creo que te dejaré consolar a tu amigo despechado —comentó Jisung—, ven a casa un día, Suni quiere verte.
Y se marchó hacia el área de empleados, dejando atrás al alfa soportando los llantos falsos de su amigo. Changbin sentía que se olvidaba de algo pero no recordaba exactamente de qué.
—Siento molestarte, es que estoy muy emocionado y quería decírtelo directamente.
—No te preocupes, hyung, cuéntame —contestó Jeongin, moviendo el lápiz táctil de su iPad entre los dedos.
—Bueno, es una noticia genial, ¿estás preparado?
—¡Claro! Dime...
—¡He conseguido un local! ¡Volveré a abrir la academia! La inauguración será pronto, quiero que vengas. Por eso te llamaba, no quería mandarte un mensaje para una noticia así.
La sonrisa que se dibujó en su cara casi hizo que le dolieran las mejillas. Un extraño hormigueo lo recorrió entero, desde los dedos de los pies hasta las yemas que mantenían el lápiz de plástico con fuerza.
—Oh, Dios santo, eso es grandioso.
De verdad lo era. De hecho, era una de las mejores noticias que Jeongin había recibido en muchísimo tiempo. Aunque en realidad no pudiera ir a la inauguración ni disfrutar abiertamente de ese triunfo, se sentía como eso: una victoria. Las palabras de Changbin resonaban en sus oídos pero era incapaz de seguirlas, no porque no le interesara, sino porque, por segunda vez en menos de un mes, se estaba dando cuenta de que su abuelo no era tan poderoso.
Aunque Yang Doyun se creyese capaz de todo, no lo era. Aunque intentara destruir todo el bosque, todavía salían los brotes verdes en primavera. No importaba lo fuerte que lo intentara, lo duro que aplacase a Jeongin con su ira, con su desprecio o su indiferencia, la gente que él amaba seguía abriéndose camino.
Jisung y Minho darían la bienvenida a la bellota en menos de cuatro meses, Felix y Bang Chan se ganaba los elogios de la crítica con su restaurante, Seungmin había vendido dos millones de discos en su último lanzamiento, Changbin volvería a abrir su dojang... Y, por supuesto, Hyunjin triunfaba con su arte y era un administrador sorprendentemente eficaz en su trabajo. Una prueba clara eran las pérdidas de las empresas Yang por culpa de los Hwang. Todos eran felices, todos estaban seguros, todos esquivaban las balas con destreza.
¿Y Jeongin?
Él esperaba. Esperaba en ese despacho con olor aséptico a que Changbin terminara su explosión de alegría telefónica para decirle que, tristemente, no podría ir a la inauguración.
—Y eso es todo, será una cosa sencilla, solo para los alumnos y sus familias. Y tú, por supuesto.
—No creo que pueda ir —se sinceró, sabiendo que no servía de nada mentirle a Changbin—. Estoy muy feliz por ti, muchísimo.
—Innie...
—Las cosas no están en el mejor momento, no puedo irme así como así. Entiéndelo.
—¿Cuánto falta para la boda? —gruñó el alfa.
—No vamos a hablar de cosas tristes ahora. Tienes que alegrarte y preparar esa inauguración. Los niños se divertirán muchísimo.
—Chan hyung dijo que Hoshi lloraba todos los días. Me muero de pena, amo a ese niño, es tan genial... También dijo que le pidió a su padre un cachorro de tigre y el tarado de Seungmin estaba dispuesto a comprárselo. —Jeongin rio en voz alta, sorprendido por la locura de su amigo.
—Suena como algo que Seungmin haría.
—Le compró un parque de columpios porque unos niños se metieron con él, por supuesto que le comprará un tigre si se lo pide de la forma adecuada —bromeó Seo, con una risa ronca—. Oye, ¿tú estás bien? ¿Todo va...?
Toc, toc, toc.
—Espera un momento —interrumpió, mirando hacia la puerta a la que acababan de llamar—. Pase.
Beomgyu asomó la cabeza y él lo invitó a entrar con la mano. El chico cerró tras él y se dejó caer en la silla delante del escritorio.
—Hyung, perdóname, tengo que colgar. Tengo una reunión.
—Oh, sí, sí, no seguiré molestándote.
—Tú no molestas.
—Lo que sea, piénsate lo de la inauguración.
—Enhorabuena otra vez, hyung. Ya hablaremos.
—Hasta luego, Innie, cuídate, por favor.
Cuando colgó, dejó el teléfono boca abajo en la mesa y puso el lápiz táctil en la funda del iPad. Beomgyu hizo una mueca con la boca y le entregó una carpeta marrón.
—¿Estás seguro de lo que estás haciendo, Jeongin?
—Changbin ha conseguido otro local. Reabrirá la academia el sábado —contestó, aparentemente sin sentido. Su amigo frunció el ceño con confusión.
—Eso es bueno...
—Es buenísimo, es perfecto de hecho. Y sí, estoy completamente seguro. Esto ha sido un poco la confirmación.
—Perdóname si no estoy siguiéndote, pero, ¿cómo se relacionan ambas cosas?
—Mi abuelo no es omnipotente —respondió, abriendo la carpeta con una sonrisa secreta—. Ni siquiera puede conseguir que un alfa cualquiera se quede sin trabajo más de una semana.
—Pero puede joderte la vida...
—No más de lo que está ahora —interrumpió—. No te preocupes, lo que estoy haciendo no afectará a nadie, ni siquiera a ti.
—No estoy preocupado por mí, Jeongin. Eres mi amigo, este es solo un trabajo, no me importa perderlo. Pero no quiero que te pierdas tú.
Lo miró durante unos segundos y parecía realmente afectado. Como si el desasosiego lo hubiera hecho perder el sueño. Se preguntó cuánto tiempo hacía que Beomgyu se sentía así y por qué nunca le había dicho unas palabras como esas. Quizá su abuelo lo hubiera pedido, tal vez por eso nadie se acercaba a él más allá de los saludos cordiales; puede que el anciano fuera la razón por la que solo el beta le prestaba atención cuando no estaban siendo totalmente profesionales.
—¿Mi abuelo te pagó para que fueras mi amigo?
—Claro que no, ¿por qué lo haría?
—No lo sé... Tal vez... Creo que ha amenazado a todo el mundo para que se aleje de mí. —Beomgyu resopló sonoramente, metiendo sus dedos en el pelo que llevaba demasiado largo.
—No creo que haya sido una amenaza, pero da miedo. Tu abuelo da miedo y la forma en la que te trata también, la gente asume que eres como él.
—Pero tú no...
—Yo te conocí cuando eras una mierdecilla tímida con retenedores. No puedo tenerte miedo. —El chico se levantó con una sonrisa triste y caminó hacia la puerta.
—¿Le tienes miedo a él? —susurró, mirando fijamente a su espalda.
—Tú mismo lo dijiste: no es omnipotente. Yang Doyun no es todopoderoso, pero se rodea de mucha gente competente para fingir que lo es. Tal vez es el momento de que se caiga el telón y se muestre el truco.
—Se supone que los magos no desvelan sus trucos.
—Bueno, hubo un programa de televisión dedicado únicamente a desvelar los artificios de los magos.
—No lo vi...
—Pues era muy divertido. Esto no lo será tanto. Mucha suerte con esa carpeta.
—Gracias, Beomgyu.
—No me las des hasta que esto termine.
—Entonces te llamaré pronto.
El chico sonrió de medio lado y se marchó. Jeongin decidió que lo llamaría muy pronto.
***
Final de la minimaratón 3/3
Yeyo impactado por la belleza de Soobin me representa.
COMO DIJE, era necesario que Jeongin volviera. ;) Suelto la bomba y me despido hasta próximas actualizaciones, navegantes.
¡Nos vemos en el infierno!
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