29. Podrías relajarte

Felix había tenido su segunda sesión de terapia ese miércoles, dos semanas después de que Jisung les hiciera a él y Jeongin un cursillo exprés de cómo anidar y les diera un tremendo rapapolvo que los dejó avergonzados como niños después de una trastada. Ah, cierto, también los había obligado a ambos a llamar a la psicóloga a la que él acudía para concertar una cita. Y había sido, para su absoluta sorpresa, un descubrimiento.

La terapeuta era una beta pequeña, con gafas de pasta, un millón de pecas más bonitas que las suyas y la raya del ojo perfectamente pintada. A pesar de su obvia juventud, parecía preparada para todas las cosas que Felix no quería decir. Y para las que sí dijo también.

Manejó el escepticismo de Felix con soltura, fue capaz incluso de decir que su condición no le importaba porque, al final del día, ella no podía oler lo que estaba ocurriendo allí. Eso lo ayudó a tranquilizarse, saber que no la haría sentir incómoda con sus feromonas fue suficiente para que, después de unos 20 minutos de sesión, empezara a hablar de verdad.

En apenas una hora y media de sonrisas suaves y comprensión, ya no se sentía ahogado; después de la segunda visita, parecía que estaba aprendiendo a nadar.

"Intenta hacer cosas que te saquen de tu zona de confort, esas cosas que te dan miedo o que te hacen sentir débil. Trata de enfrentarte a tus comportamientos fóbicos poco a poco", le dijo. Y él estaba decidido a mejorar, así que obedeció.

Y ahí estaba, después de quitarse el uniforme y despedirse del equipo del restaurante, enfrentándose a una de las cosas que quería evitar.

—Chan hyung, ¿puedo hablar contigo? —Estaba realmente nervioso, a pesar de mantener en su cabeza las palabras de la mujer como un mantra, de entender que realmente ayudaría, le temblaban las manos. Su amigo arrugó las cejas y asintió. Se sentaron juntos en una de las mesas del restaurante vacío.

—Por favor, no me digas que vas a renunciar o me dará una aneurisma —advirtió el alfa—. Quedará sobre tu conciencia dejar a un omega sin alfa y a un niño sin padre.

La carcajada sonó alta, lanzando por los aires de un golpe todo el nerviosismo de Felix, calmando incluso su olor revuelto. Le dio un empujoncito de broma y negó con la cabeza. El hombre pareció respirar con alivio.

—No se trata de eso, es sobre la inversión —comentó—. He estado pensando mucho en ello. Tengo algo de dinero que no utilizo, puedo ser parte de esto... Es como... una buena causa. —El alfa levantó una ceja incrédulo.

—Es un negocio. No es que vayamos a ganar millones, pero recuperaremos la inversión en algún momento. No estamos dándole caridad a Changbin, no lo aceptaría. —Felix apretó los dientes.

Bien, tenía razón. No creía que Seo Changbin fuera capaz de aceptar un favor de esa magnitud sin dar algo a cambio. Después de todo, para su culpable conciencia, era un hombre con bastante más integridad que el mismo Felix.

—Lo que sea, quiero entrar, ¿de acuerdo?

—Bien, ¿cuánto puedes ofrecer? —Le alcanzó un papel con el extracto de la cuenta del fideicomiso. Bang Chan levantó las cejas con sorpresa—. Carajo, Felix, podrías tener tu propio restaurante con este dinero, incluso, hasta tener tu propia franquicia.

—Y a ti te daría una aneurisma. No quiero ser el objeto de la ira de Seungmin, muchas gracias. —El chico se echó a reír, con esos hoyuelos que hacían suspirar a los clientes, y le dio un golpecito igual al que le había dado el omega anteriormente.

—Para serte sincero, ya había firmado el contrato de compraventa del local, creí que no aceptarías por esa historia que tienes con Binnie...

—No tengo ninguna historia con él—replicó a la defensiva. Para su sorpresa, ni siquiera se enfadó tanto, fue más una respuesta inconsciente que verdadero enfado. No hubo ni un ligero cambio en su olor. Felix apuntó mentalmente hacerle un brownie a Jisung y no dejar jamás de ir a terapia.

—Lo que sea, ya han empezado la reforma...

—Oh... Entonces... ¿ya no hace falta? —No pudo ocultar la decepción en su voz.

—No, esto es bueno, así no tendré que quedarme sin capital. Podemos trabajar al 50 por ciento. Hablaré con mi abogado para que te envíe el contrato cuanto antes, si te parece bien. —Replicó la enorme sonrisa que tenía Bang Chan y alcanzó su mano para darle un apretón de negocios. Por un segundo sintió un poco de vértigo, pero decidió ignorar ese runrún en su estómago calmando su curiosidad sobre el lugar que había elegido.

—¿Qué tal es el local? ¿Dónde está?

—Es más grande que el dojang, aunque el edificio es más antiguo. Por suerte, está a un par de calles del parque. No tendrá ni que cambiarse de distrito.

—Joder, trabajas rápido...

—A Changbin no le queda mucho tiempo para tener que irse, me pareció necesario. Ahora será mucho mejor porque podré pagar a más obreros para que hagan la reforma más rápido. La verdad es que es un placer hacer negocios con millonarios como usted, socio Lee Felix —bromeó, levantándose para hacerle una reverencia.

—¡CIERTO! ¡Somos socios! Allí no discutiremos por el menú —siguió el omega, poniéndose la mochila al hombro.

—Es que no puedes cambiar el menú cada vez que te dé la gana, Felix. —Se echó a reír antes de lanzarle un beso volado.

—Hasta luego, Channie hyung, espero el contrato.

Salió de allí con una sonrisa, abrigándose para caminar hasta el coche. Por primera vez en lo que parecían siglos, se sintió bien consigo mismo. Ese ligero movimiento había sido suficiente para descargar de su pecho algo del dolor que lo aquejaba.

Cuando llegó a casa, todavía vibrando de satisfacción, fue directo al nido que se asentaba en el espacio entre la ventana y la cama, el lugar seguro que había creado por sí mismo. No era tan bonito como los de Jisung, con todas las mantas alrededor creando un fuerte, pero sí era muchísimo mejor que todo lo que había antes.

Se puso un pijama y se tumbó directamente en el centro del lío de tejidos, restregándose contra el olor de sus omegas con un ronroneo feliz. Inconscientemente (o conscientemente) tomó la manta gris y la olió. Había perdido prácticamente todo el aroma de Changbin y eso ponía a su lobo muy triste. Sin embargo, todavía le resultaba imposible enfrentarse a él. Como prueba, estaban las dos semanas que evitó encontrarse de nuevo en la misma habitación del alfa.

"Si mantienes esos comportamientos evitativos, acaban convirtiéndose en fobias. No se trata de que no tengas miedo, se trata de que no dejes que esos miedos interfieran en tu vida normal", había dicho su psicóloga resueltamente. Felix todavía no se sentía lo suficientemente valiente como para enfrentarse a ese miedo en particular. Por eso había empezado por utilizar el dinero de sus abuelos.

La segunda sesión con ella había sido mucho más productiva que la primera. Fue capaz de contarle la verdad, de decirle que temía el rechazo, que creía que si sucumbía a sus propios instintos, sus padres estarían decepcionados. La chica fue paciente, asintiendo, preguntando cuando lo necesitaba.

"Si dices que no tienes prejuicios contra los omegas, no deberías tenerlos contra ti mismo", afirmó ella y sonó en su cabeza exactamente igual que su hermana Sarah. Todavía tenía que disculparse con ella, pero, como le dijo la terapeuta, era mejor dar un paso a la vez.

Con un profundo suspiro, absorbió las últimas notas achocolatadas de la manta que robó y cerró los ojos para dormir, sintiéndose mucho más tranquilo de lo que estuvo en meses.

Una de las peores cosas del trabajo de Bang Chan eran sus horarios. Sabía que podría no "ir a trabajar", pero seguía siendo un obseso del control incapaz de delegar lo suficiente como para tener una vida normal, citando las palabras de Seungmin. Por no hablar, por supuesto, de sus problemas para dormir.

Era un asco llegar a casa a las dos de la mañana, sobre todo porque no recordaba la última vez que pudo acostar a Hoshi y leerle un cuento. Y esa mierda lo hacía sentir tan culpable que el insomnio le atacaba más ferozmente.

Se quitó los zapatos a oscuras y dejó el bolso sobre el mueble, se aseguró dos veces de haber conectado la alarma exterior. Pasó primero por la cocina, bebiendo un poco de agua y revisó que los fuegos estuvieran apagados, la nevera cerrada y el detector de humo activado.

—Hola, cachorrito —Seungmin lo saludó desde el marco de la puerta y se sobresaltó, llevándose la mano al pecho.

—Me has asustado —se quejó, acercándose para darle un beso. Llevaba un pijama de satén azul marino, las gafas metálicas sobre los ojos y los retenedores en los dientes.

«Absolutamente perfecto», ronroneó su lobo. Chan estaba de acuerdo. Sobre todo cuando enredó sus brazos en su cuello y le acarició el nacimiento del pelo.

—¿Estabas comprobando otra vez el detector de humo? —preguntó con ese tono acusador que siempre usaba. El alfa bajó los ojos, enterrándose en su cuello para huir del escarnio—. Sabes que lo reviso siempre antes de llevar a Hoshi a la cama.

—Podría haber un corte de luz, o quizá una subida de tensión...

—O podrías relajarte y confiar en mí. Y en las pilas que cambiamos hace una semana —interrumpió, besando suavemente debajo de la oreja de Chan para probar su punto. Un escalofrío lo recorrió.

Apretó más fuerte sus brazos alrededor de la estrecha cintura de su marido y dejó que su olor a rosas le llenara la nariz. La tensión de su espalda se disipó lentamente, dándole un respiro. Seungmin se quedó allí, solo acariciándole el pelo, dejándolo instalarse sobre su glándula de olor y dándole justo lo que necesitaba.

—Confío en ti, pero no confío en la electricidad —refunfuñó, besando la piel del cuello del chico. La risita ajena retumbó entre ellos, haciendo feliz a su lobo—. ¿Qué haces despierto?

—Estaba en el piano, tu hijo tardó mucho en dormirse hoy y tengo una canción un poco atascada.

—Solo es mi hijo cuando hace cosas malas —se quejó—. ¿La terminaste?

—No, la terminaré mañana, tal vez. Tengo unos días tranquilos hasta que hagamos la presentación de la banda sonora —explicó, rascando el cuero cabelludo de Chan—. ¿Qué tal si vamos a la cama y hablamos allí un rato? Siento que necesitas tumbarte cuanto antes.

No quería decirle que sí directamente y mostrarle lo cansado que estaba, pero la oferta era tan tentadora que fue incapaz de no seguirle escaleras arriba en silencio y a oscuras. Se desnudó cuando entró a la habitación, poniéndolo todo en el cesto de la ropa sucia del baño. Mientras Seungmin acomodaba los cojines, aprovechó para lavarse los dientes. Ni siquiera se molestó en echarse crema o lavarse la cara.

Cuando volvió a la habitación, se dejó caer en el espacio que le correspondía completamente desnudo, serpenteando bajo las sábanas para abrazarse al cuerpo esbelto de Seungmin. Ambos suspiraron ruidosamente cuando el chico reanudó sus caricias en la nuca de Chan.

—¿Le leíste un cuento a Hoshi?

—Sí, vimos una película, leímos dos cuentos, le canté un millón de canciones y, al final, tuve que ponerle la lámpara del mar. Mi niño tenía mucha energía hoy...

—Vaya... Siento mucho no haber estado aquí —gruñó, sintiéndose mucho más culpable.

—Somos un equipo, tú te ocupas de esas partes tan feas como lidiar con los otros padres y sus profesores. Yo soy el encargado de leerle cuentos y cantarle —susurró, dándole un beso en la frente.

—A veces siento que mi trabajo me aleja de vosotros —confesó quedamente—. No quiero ser un padre ausente.

—No lo eres, Chris, Hoshi te ama. Y yo también... —Puntualizó la frase agarrándolo de las mejillas para darle un pico en los labios—. ¿Qué te ha hecho pensar así? ¿Ha pasado algo en el trabajo?

—Nada malo, solo que Felix me ha ofrecido una asociación para comprar el dojang. Tiene una obscena cantidad de dinero que, según dijo, "no utiliza". Tengo miedo de que salga mal. Por un momento pensé que podría irse y tendría que buscar a otro chef. Y eso me quitaría más tiempo. Y luego está la reforma, que tengo que supervisar y cuando el dojang empiece a funcionar...

—¿Piensas dirigir el dojang? ¿Vas a ser profesor de taekwondo ahora? —interrumpió Seungmin, había ironía en su voz. Le dio un mordisco en la mejilla con falso enfado, el chico se rio—. Oye, mi pregunta es lícita, tu obsesión por el control puede manifestarse de maneras terribles.

—¡Claro que no, Minnie! —se defendió, gimoteando como un niño.

—Entonces no hay ningún problema. Mándale un contrato de colaboración estándar, vais al 50 %, dile a Binnie hyung que le alquilas el local y todos contentos. Tengo fe de que acabarás por no ir todos los días al restaurante en algún momento... Después de todo, solo visitas Miroh una vez cada dos semanas.

—Bueno... Es cierto —convino, restregando la mejilla contra el suave pijama.

—Tenemos dinero de sobra para cometer errores, esa academia será un éxito y Changbin tendrá que contratar a dos profesores más como mínimo. Ya lo verás.

—¿Estás seguro?

—Claro que sí. Estás casado con un exitoso cantante, el dinero no es un problema en esta familia.

—Eres tan tonto... —rezongó, aguantando la risa. Seungmin le acarició la espalda, abrazándolo más fuerte.

—Solo tienes que ceder un poco, dejar que la gente haga su trabajo sin que tú estés sobre ellos como un halcón. Felix es un increíble chef y Wooyoung hyung es el mejor jefe de sala que podrías desear. Déjalos un poco a su aire.

—Felix intenta cambiar el menú al menos dos veces al mes —acusó—, y Wooyoung está de acuerdo simplemente porque lo alimenta. Incluso hace pasteles en casa y se los trae para las niñas. Se alían contra mí...

—Pues que lo hagan —exclamó el chico, apartándolo de su pecho para mirarlo a los ojos—. Tú los elegiste, confía en ellos. Confía en lo buenas que son siempre tus decisiones.

—No quiero precipitarme, no sé todavía si estas decisiones han sido buenas, ha pasado poco tiempo...

—Me pediste matrimonio cuando no llevábamos ni dos meses saliendo. De hecho, me marcaste en nuestro primer aniversario. ¿Eso no es precipitarse?

—Tú estabas de acuerdo, no lo hagas sonar como si te hubiera obligado —lloriqueó, haciendo un puchero. La enorme sonrisa de Seungmin alivió un montón de presión en su pecho.

—Claro que estaba de acuerdo, cachorrito, ¿quién podría decirle que no a esta boca? —Bang Chan se ruborizó con violencia justo antes de que su marido lo besara—. Ahora, vamos a dormir, tienes que madrugar para llevar a tu hijo al colegio.

—¡Ahora vuelve a ser mi hijo! —clamó—. Y tú eres el cachorro, mira esta cara tan adorable —añadió, poniendo voz estúpida y apretándole los mofletes. El omega rodó los ojos, pero aún así aceptó las atenciones.

Le dio algunos besos más antes de que se acomodaran, abrazados en el medio de la cama, con el cuerpo desnudo de Chan aferrándose al de Seungmin, cubierto por el pijama sedoso.

—Buenas noches, Minnie. Te prometo que intentaré soltar un poco las riendas —susurró, con los ojos cerrados.

—Estaré esperándolo, cachorrito —murmuró su marido.

Hyunjin volvía dando un paseo de la tienda de conveniencia con dos paquetes de ramen instantáneo y algunas chucherías. Definitivamente, no era una cena equilibrada, pero tampoco le apetecía nada más. Después de haber desempacado todas las cajas de su antiguo apartamento, estaba exhausto y no le quedaban fuerzas para abastecer la cocina con comida sana.

Por supuesto, tampoco ayudaba a su ánimo de mierda que Jeongin hubiera decidido hacer mutis por el foro. ¡Qué injusto era! ¡Mierda! Él solo quería sanar pero el abogado había decidido volver para fundirle el cerebro con todos aquellos besos. ¿Cómo se suponía que iba a superarlo si sabía, en el fondo de su corazón, que todavía lo amaba? Porque, joder, era posible que Hyunjin no fuera el más listo de la clase, pero el omega había dejado claro que lo quería.

Solo que no tanto.

Seguía sin ser suficiente para alejarse de su abuelo, para dejar el apartamento de Changbin y volver con él a su casa, para merecer un poco más que unos besos ebrios y su completo silencio después. Definitivamente, Hyunjin debía tener encima su propio Mercurio retrógrado.

—¡Señor Hwang! ¡Qué sorpresa! —exclamó la mujer con una sonrisa. Hyunjin la miró unos segundos tratando de ubicarla. Oh, mierda, su nombre... Su nombre... Era incapaz de recordarlo, así que solo sonrió amablemente y se inclinó con respeto—. No me llamó, supongo que decidió no vender la casa, ¿no? —Maldita sea, era la agente inmobiliaria.

—Sí... De hecho, me he mudado, ahora vivo aquí —aclaró, por si todavía era una ladrona encubierta—. ¿Qué hace usted por el barrio?

—Oh, la casa sigue en venta —anunció, señalando la puerta tras ella.

Hyunjin se dio cuenta de que era prácticamente igual a la suya, tal vez un poco más pequeña porque solo tenía dos pisos, sin el ático. Pensó por unos segundos en su hija y en la terrible preocupación de que la bellota se olvidara de ella. Todo sería más fácil si estuviera más cerca, él tendría una excusa para tenerla más tiempo en su casa, poder disfrutar más de sus risas, compartir más experiencias diarias, quererla todavía más. Y todavía podría huir a casa de Jisung si la soledad en la suya lo atosigaba. No era justo para el omega, pero sabía que no lo echaría y podría conocer mejor a Minho, demostrarle que no le guardaba rencor, ¿tal vez comer de su riquísima comida? Joder, sonaba como un gran plan.

—¿Me la enseñaría? —pidió, la mujer abrió mucho los ojos—. Tengo un amigo que se ha quedado embarazado y está buscando una casa un poco más grande... —aclaró. La mujer sonrió y asintió, invitándolo a pasar.

—Esto no es muy ortodoxo, suelo concertar las citas con una semana de antelación. —Hyunjin quería decirle que, de hecho, esa casa llevaba más de un mes en el mercado y que no debería quejarse.

—Discúlpeme... Si lo prefiere se lo comentaré a mis amigos, quizá tengan tiempo en algún momento, todavía les queda mucho para que nazca el bebé. Sóolo quería echarle un vistazo porque soy algo así como... su asesor inmobiliario —dijo en su lugar, con una risa coqueta. La mujer hizo una mueca asustada, abriendo rápidamente la puerta de la entrada.

—Oh, claro que no, ya estamos aquí, solo pase, por favorase.

Obedeció, accediendo directamente al salón. De un rápido vistazo, pudo apreciar la amplitud del espacio decorado con el mobiliario imprescindible; un minimalismo pensado para causar una buena impresión estética, pero alejado de la realidad de una familia con niños. Se imaginó esos sillones perfectamente blancos llenos de manchas de rotulador, los juguetes de Suni en el suelo, un enorme parque de juegos para contener al bebé en el centro de la sala.

—¿La cocina está equipada? Es una parte importante de la casa, a mis amigos les gusta mucho cocinar y es una de las condiciones de su lista —aseguró, observando que la barra que dividía el salón de la cocina era prácticamente igual que la suya.

—Claro que sí, todo de primeras calidades, recién reformado...

—Esta encimera no es de mármol —interrumpió.

—No... Es Silestone.

—Ah, qué pena...

—Pero es de muy buena calidad, muy resistente.

—Sí, de acuerdo, continuemos por favor.

Hyunjin todavía fingió durante unos veinte minutos que no le encantaba la casa. Se quejó de que había pocos enchufes, de que la cuarta habitación era demasiado pequeña, que el despacho en la parte inferior tenía poca luz y de que el patio trasero no parecía muy cuidado. La mujer parecía exhausta cuando terminó.

—Piénselo, señor Hwang, sus amigos vivirían cerca de usted.

—Sí, eso es una ventaja, aunque el colegio de su hija mayor está en otro distrito... Y sigo pensando en lo del mármol... ¿Podría darme de nuevo su tarjeta? Creo que la perdí.

—Claro... —respondió ella y sacó ansiosa el pedazo de cartón de su bolso, entregándoselo—. Espero su llamada, señor Hwang. No se retrase demasiado o estará vendida.

—Le daré la información a mis amigos, tal vez quieran venir a verla... Ha sido un placer, siento haberla entretenido.

—Oh, no ha sido ninguna molestia. Espero volver a saber de usted.

Hyunjin hizo una reverencia y siguió el camino hacia su casa. Todavía vio a la mujer teclear furiosamente en su teléfono móvil antes de entrar a casa. Una risita se le escapó cuando cruzó el umbral. Observó su propia casa, llena de muebles diferentes, con mantas de colores en los sofás y sus cuadros limpios nuevamente en las paredes.

Tan bonita, tan vacía.

Quería llenarla con historias, con discusiones estúpidas con Jisung, con Minho haciendo la comida para ellos, con Felix y sus palabrotas, con los gritos de Suni. Podría invitar a Chan y Seungmin también, incluso a Changbin. Podrían pasar una tarde jugando juegos de mesa. Que su hija invitara a todos sus amigos a merendar; que Jeongin viniera. Joder, que Jeongin se quedara para siempre allí. Aunque fuera malditamente imposible, aunque tuviera que rogarle mil veces más.

Hyunjin necesitaba que su omega llenara la casa como su corazón estaba lleno de él.

Ni siquiera le hacía falta pensárselo más. Había tomado una decisión.        

***

Navegantes, minimaratón 1/2

El otro día me expliqué muy mal,  quería decir que me quedaban por escribir 2 capítulos, pero por subir aún quedan unos 9 (hoy menos porque subiré dos) El tema es que justo hoy terminé la mitad del último capítulo. Solo queda la otra mitad y el epílogo POR ESCRIBIR. Que son el 37 y 38 respectivamente.

Sin nada más que añadir, me despido con amor.

¡Nos vemos en el infierno!              

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