26. Tengo un plan

—Sigo sin entender qué coño hago aquí —se quejó Changbin por décima vez.

—Cállate, eres el conductor designado —siseó Seungmin bajándose un poco las gafas de sol.

—¿Por qué yo?

—Por guardar secretos tan terribles de tus amigos —escupió Jisung con rabia—. Todavía no te he perdonado.

—¡Jisung, déjalo ya, Changbin hyung no podía hablar del tema, es el secreto de Jeongin!

—Tampoco te he perdonado a ti, Felix —Seungmin hizo un ruido afirmativo con la boca, dándole la razón—. Y tendrías que haberte puesto la peluca, hyung, nos van a reconocer.

—Lo que tendríamos que hacer es no acosar a la gente en su puesto de trabajo —bufó.

—¿Y cómo podemos enfrentarnos a ese idiota? ¡Da gracias a que Seungmin consiguió su información! —Seungmin estiró la mano para chocar los cinco con Jisung con una sonrisa triunfadora.

—De nada.

—¿Por qué demonios accediste a esto? —preguntó Changbin, mirando a Felix por el espejo retrovisor.

—¿Hubieras preferido venir solo con ellos? Alguien tendrá que controlarlos si se vuelven locos allí. Y tú tienes que mantener el coche en marcha —explicó Felix, levantando una ceja.

—Y tú podrías haberte puesto una peluca más discreta —intervino Jisung—, tenías que elegir el azul.

—El azul es mi color, envidioso.

—¡Ahí está! ¡Vamos, vamos, vamos! —chilló Seungmin, abriendo la puerta para salir del coche.

Jisung lo siguió rápidamente. Su corazón latía con fuerza, ajustó el abrigo y la bufanda alrededor de su cara para hacerse un poco más irreconocible. Los pasos del australiano se escucharon a su lado. El idol caminó decidido, como si sus intenciones no fueran amedrentar a un desconocido y fuera totalmente lícito estar disfrazado a las siete de la tarde de un viernes.

En su favor, las pelucas eran divinas. Seungmin debería pensar en teñirse de rubio porque realmente le quedaba bien. Y Felix... Bueno, la verdad que azul sí que era su color, aunque llamara la atención como un maldito pitufo en la cueva de Gargamel.

—Ju Haknyeon —la voz de Kim sonó tan segura como lo era su lenguaje corporal. Cuando el hombre se giró, Jisung casi se cagó en los pantalones.

De repente, no le parecía tan buena idea ese plan de mierda que habían ideado entre los tres. De hecho, quería volver al coche de Changbin. Podría pedirle que lo llevara a casa para confesarle a Minho que no había tenido una tarde de comida basura con sus amigos, sino que había ido directamente a casa de Chan para tomar prestado un maravilloso abrigo de Ralph Lauren (que no pensaba devolver), ponerse una peluca rizada y confrontar a un hombre de negocios que no se esperaba para nada la tormenta que estaba a punto de caer sobre él.

—Sí, ¿usted quién es? —No era demasiado alto, ni demasiado grande, ni parecía físicamente intimidado por la presencia de los tres chicos, pero ese aura fría hizo que Jisung se encogiera un poco. Dio un minúsculo paso hacia Felix y se alegró cuando sintió la mano de su amigo enredándose en sus dedos.

—¿Está de acuerdo con los matrimonios concertados? ¿Es usted tan miserable que no puede conseguir pareja por sí mismo? ¿Por eso obliga a un pobre omega a casarse? —Mierda, Seungmin, mierda. Sí, definitivamente había sido una pésima idea.

—¿Sois periodistas? —El hombre parecía imperturbable, como si todas esas acusaciones le resbalaran. Fue al mismo tiempo admirable y un poco aterrador. ¿Cómo de acostumbrado tenías que estar al juicio ajeno para que no te afectara que dijeran que estabas obligando a alguien a casarse contigo? Jisung creía que mucho y eso ponía su plan de presionarlo un poco muy en peligro.

—No, somos ciudadanos indignados por sus acciones.

—Omegas indignados —gruñó Felix.

—Mire, no sé quiénes, ni por qué creen que tienen derecho a... —Hizo un movimiento con la mano señalándolos—... lo que sea esto, pero si continúan voy a llamar a la policía.

Oh, Dios santo. La policía no. Si tuviera que llamar a Minho para decirle que lo recogiera en la comisaría se moriría. Jisung no estaba hecho para la cárcel, era débil y delicado, y bajito, joder, era enano. Si alguien tatuado se acercaba a él y le gruñía se haría pis en los pantalones. Y su alfa tendría que verlo con la ropa sucia, oliendo a pis y con un trauma de por vida. No, Jisung no podía ir a la cárcel.

—Chicos... —susurró, estirando la mano para agarrar la manga del abrigo de Seungmin.

—Somos amigos de Yang Jeongin —dijo el tarado, levantando la barbilla. La expresión del beta fue de sorpresa genuina—, y tengo contactos en todas partes, Ju, puedo hundir tu reputación hasta que no puedas volver a salir de tu casa nunca más.

—Espere, espere —interrumpió el hombre—, ¿de qué demonios se trata todo esto?

—¡Se trata de usted obligando a un omega a casarse! —exclamó Felix—. ¿Qué cree que dirá la opinión pública de que haya hecho un trato con Yang Doyun para casarse con su nieto? ¡Como si fuera un objeto! ¡Los omegas no son objetos!

—¡Eso! —estuvo de acuerdo Seungmin—. Vamos a denunciarlo, publicaré todo en las redes sociales y hablaré con la prensa. Tendrás la puerta llena de paparazis en menos de una hora. —La cara del hombre parecía desencajada. Jisung estaba cada vez más incómodo con todo eso.

—¡Hablaremos con Dispatch! Y en redes sociales. No sabes el poder de una buena funa hasta que lo pruebas en tus carnes.

—¿Pero qué demonios...?

—Las acciones de su empresa estarán por el suelo mañana por la mañana —interrumpió el idol. Ju frunció el ceño y Jisung vio como apretó los puños. Asustado, tiró del abrigo de Seungmin para alejarlo un poco más del hombre. Pero el enajenado omega pareció no entender la indirecta—. No sabe con quién se ha metido, Ju Hankyeon.

—¿A qué demonios vienen estas amenazas? —gruñó el hombre, con su lenguaje corporal un poco más agresivo de lo que le parecía correcto a Han—. No tiene ni idea de lo que está hablando. Es usted quien no sabe con quién se ha metido. ¿Acaso conoce a Yang Doyan? ¿Es consciente del poder que tiene ese hombre? Por supuesto que no lo sabe.

—Eso no justifica que esté obligando a un omega a casarse. Existen leyes para evitar...

—¿De verdad cree que a los Yang les preocupan las leyes? ¡Yang Jeongin es abogado! —soltó el hombre con un suspiro cansado—. Miren, no sé quién demonios los envió aquí, no entiendo cuales son sus intenciones, pero yo no estoy obligando a nadie a casarse conmigo. Estoy tan atrapado en este trato como lo está Jeongin —añadió, en un tono de voz más bajo.

Los tres lo miraron fijamente. Podía sentir la mano de Felix apretando la suya y su intensísimo olor cada vez más fuerte. Seungmin parecía desinflado, como si no se esperara esas palabras. Lo entendía, Jisung estaba un poco confundido, aunque no le sorprendía viendo como actuaban los ricos con sus propias familias. No era de extrañar que a ese chico le hubieran encasquetado el marrón de la boda con el nieto díscolo de los Yang. Una parte de él se apiadó del beta que se frotó el pelo encerado, despeinándose.

—Podría negarse... —dijo Kim, aunque sonaba confundido.

—¿Igual que se niega Jeongin? ¿Cree que serviría de algo? —El chico negó con la cabeza—. Miren, hagan lo que quieran con la información, venderla, publicarla... Lo que sea. Yo no estoy obligando a un omega a casarse. No haría algo así jamás. Estoy en contra de cualquier tipo de discriminación y no pienso que los omegas sean objetos. Yang Doyun me está casando con su nieto, que sea omega es absolutamente circunstancial.

—¡Eso es una mierda! —rezongó Felix. Jisung le dio un tirón para que se callara la boca.

—Puede creer lo que quiera, yo sé quien soy y sé cuáles son mis principios. He tratado de hacerle todo esto más fácil a Jeongin. No tengo ninguna intención oscura con él.

—A parte de casarse por conveniencia —protestó el australiano de nuevo. Jisung quería cerrarle la boca con dos rollos de cinta americana. Ju Hankyeon lo miró fijamente unos segundos.

—No tengo por qué darles explicaciones. Ya he dicho lo que tenía que decir —Ajustó su corbata con un movimiento medido e inclinó la cabeza—. Díganle a Jeongin que se cuide, doy por hecho que ustedes saben donde está. Avísenle de que su abuelo lo está buscando y sabe lo que eso significa.

Felix y Seungmin parecían a punto de decir algo más, pero el hombre ya caminaba por la acera, alejándose de ellos como si no hubiera destrozado el único plan que ellos tres habían sido capaces de urdir.

Jisung se sentía decepcionado y quería llorar un poco. Soltó a Felix y volvió hacia el coche sin decir una palabra. Metió la mano dentro del abrigo que ahora era suyo y se acarició la tripa. La desazón le apretó un poco el corazón.

Tal vez sí tendría que decirle a la bellota que dejó que su tío Innie se casara en contra de su voluntad. Quizá tendría que contarle a Suni que no iban a poder verlo más. Era probable que, cuando crecieran, tuviera que explicarles que algunas personas malvadas alejaron al omega y que el mundo, por desgracia, era una absoluta mierda.

Entró al vehículo y se sentó detrás de Changbin, mirando por la ventana. Unos segundos después dos puertas se abrieron y cerraron. Nadie dijo una palabra.

—¿Y ahora qué? —preguntó el alfa.

—No lo sé —susurró Seungmin, tan perdido como se sentía él.

Jeongin todavía estaba intentando entender por qué Seungmin, Jisung, Felix y Changbin estaban en el salón del apartamento con pelucas. Bien, Changbin no llevaba peluca, pero se había quitado la gorra de la cabeza nada más entrar, mientras Felix sacaba soju de la nevera y servía tres vasos sobre el mostrador.

—¿Qué haces en mi cocina?

—Ahora no, hyung —contestó el chico con una mirada severa. Bebió de un trago su chupito y lo rellenó—. Los omegas, aquí, ahora —ordenó, llenándose la garganta de soju justo después.

Jeongin miró a Jisung y Seungmin confundido. Los tres se movieron al mismo tiempo hasta el mostrador. Felix les acercó un vaso a cada uno.

—Yo no...

—Tú sí, Jeongin. Bébete esto, nos vamos de fiesta.

—Pero yo no puedo beber.

—Todavía puedes bailar, ¿no? Y cuidar de nosotros. Serás la carabina hoy —aseguró.

Jeongin vio a Seungmin beberse dos chupitos seguidos y lo imitó. Puso una cara extraña cuando el ardor le quemó la garganta. Todavía seguía sin entender nada, pero nadie parecía dispuesto a explicar mucho más.

—¿No hay nada para mí? —preguntó Changbin.

—Hace veinte años que Jisung no conduce y no cabemos los cinco en un taxi. Él será la carabina y tú el chófer.

—Te estás bebiendo mi soju, Lee Felix.

—Y estoy al límite, Seo Changbin —gruñó. Su olor se esparció más por la estancia. Seungmin arrugó la nariz y dio un trago directo de la botella.

—Bueno a la mierda los dos. A la mierda todo —exclamó—. Vámonos de fiesta. Tenemos pelucas y puedo conseguirnos un pase VIP en Miroh. Tengo contactos.

Se hizo un silencio incómodo durante unos segundos en los que Changbin y Felix todavía se miraban fijamente, como si estuvieran a punto de saltar a la yugular del otro.

—¿Cómo? ¿Vas a acostarte con el dueño? —La broma de Jisung cortó la tensión tan repentinamente que los cinco estallaron en carcajadas escandalosas.

Felix estaba abriendo una segunda botella de soju y sirviendo más. Jeongin, confundido, pero arrastrado a esa especie de euforia colectiva, bebió de lo que le pusieron sin rechistar. Han dijo que tenía hambre en algún momento y Changbin sacó de los gabinetes algunos paquetes de papas fritas y otros snacks, excusándose por su "compra de universitario". El omega embarazado no se quejó, devorando una bolsa él solo mientras Seungmin mandaba mensajes en el teléfono.

Después del cuarto chupito, Jeongin se sentía más valiente. Tanto que miró fijamente a Felix durante unos segundos antes de preguntar: —¿Qué está pasando?

El omega lo miró con tristeza y suspiró, negando con la cabeza. Sabía que significaba "ya hablaremos", pero él no quería dejarlo para después. No quería simplemente obedecer esa orden como hacía siempre, quería preguntar por qué llevaba una peluca azul, por qué Changbin y él se miraban tan mal, por qué iban a salir de fiesta y por qué Jisung iba vestido con ropa que era claramente de Seungmin.

—¿Qué está pasando? —repitió, elevando la voz para que los otros dos lo escucharan. Han lo miró con sus ojos redondos brillando, tenía las mejillas repletas de comida, hinchadas como un hámster, y un puñado de papas de camino a su boca—. Jisung hyung, dime qué ocurre.

—Nfafa —se apresuró a contestar, con la comida todavía entre sus mandíbulas.

—Sí, está pasando algo. ¿Qué significan las pelucas?

—Queríamos probar algo nuevo —afirmó Felix.

—Mentiroso —escupió, armándose de valor con el quinto chupito—. Llegáis aquí oliendo a decepción y enfado y tengo que creerme que nos vamos de fiesta porque os dio un ataque impulsivo. Eso es todo mentira —clamó, levantándose de la banqueta. Jisung estiró su mano llena de restos de papas hacia él.

—Innie...

—No, nada de "Innie", no me tratéis como si fuera un niño —exigió—. No me tratéis como si no fuera a entender lo que pasa. Puede que no tenga las mejores habilidades sociales pero sé cómo funciona el mundo... Soy un adulto, joder. —maldijo. Las cejas de los cuatro se alzaron con sorpresa. Hasta él mismo estaba sorprendido por su determinación.

—Oye, tal vez no deberías seguir bebiendo —sugirió Changbin.

—¡He dicho que no me trates como un niño, hyung! —reiteró.

—Lo estoy diciendo por tu bien.

—Pues no me gusta, estoy harto de que todo el mundo haga cosas por mi bien sin consultarme qué coño es lo que quiero —Señaló la botella que Seungmin sostenía—. Ponme otro. Y cuéntame qué demonios está pasando.

—De verdad, Innie, podemos hablar de esto en otro momento. —Felix lo dijo en voz baja, Kim, para su suerte, le llenó el vaso. Lo bebió de un trago un segundo después.

—No, ahora.

—Jeongin, te estás comportando como...

—¿Como qué, hyung?

—¡Confrontamos a Ju Hankyeon! —gritó Jisung interrumpiendo la réplica.

Miró fijamente al omega que hacía un puchero con sus labios y su barbilla llenos de pequeñas motas de papas. Comía igual que Suni, o Suni comía igual que él; almacenando los pedazos en las mejillas, llenándose la piel de migajas, masticando despacio.

—¿Qué? —preguntó, creyendo que sus oídos le habían jugado una mala pasada.

—Sabemos que tu abuelo te ha concertado un matrimonio —añadió Seungmin con frialdad, como si no estuviera dándole la noticia más terrible del mundo desde que se enteró de que tendría que casarse. Como si no estuviera confesándole que todos sus amigos sabían que se iba a unir a un hombre al que no amaba porque su abuelo controlaba cada pequeño aspecto de su vida.

—¿Qué?

—No te preocupes, lo vamos a impedir —aseguró Jisung, levantándose del taburete para agarrarlo por las mejillas—. No voy a permitir que eso pase.

Jeongin se sintió en caída libre. El alcohol al que no estaba acostumbrado le nubló un poco el juicio y miró fijamente a ese omega que lloraba por todo, con su pequeña tripa oculta debajo del jersey de cachemira. Esa peluca rizada le hacía parecer un caniche, con sus ojos negros llenos de determinación. Sus pulgares le acariciaban los pómulos consolándolo y en ese momento le pareció más minúsculo que nunca.

¿Él no lo iba a permitir? ¿Ese pequeño pedazo de algodón de azúcar que gritaba cuando se le acercaba un mosquito? ¿Ese suave trocito de masa que lloraba viendo "El castillo ambulante"?

—Te prometo que no te vas a casar con Ju Hakyeon —agregó con una resolución que sonó tan verdadera que hizo que algo dentro de su borracho pecho se revolviera.

Jeongin lo miró una vez más, desde sus ojos de cervatillo, su cara redonda, al lunar de su mejilla, la ridícula peluca... Y todo lo que vio le hizo recordar al día que se plantó en su despacho y le dijo la única verdad que quería mantener en su corazón: que él era suyo. Que Yang Jeongin pertenecía a ese lugar, a esas personas maravillosas que a veces lo trataban como un bebé, que lo perfumaban sin su consentimiento, que lo cuidaban y lo amaban por quien era.

—No vas a poder... —susurró—... nadie puede.

—Nosotros sí podremos. —La voz grave de Felix sonó tan segura como siempre.

—Estás hablando con Kim Seungmin, ten un poco de respeto, niñato —amenazó jocoso el idol—. Por supuesto que podremos. —Y quería creerlo tanto, tan fervientemente.

—Nosotros no abandonamos a la manada, ¿verdad, chicos? —dijo Jisung con una sonrisa.

—Exacto, Innie.

—¿Manada?

—Sí, pero aquí no mandan los alfas —gruñó Han, mirando con los ojos entrecerrados a Changbin.

—¡Yo no he dicho nada! —gritó el otro levantando las manos en son de paz—. Los omegas son los seres más feroces del mundo.

—Más te vale que se lo digas al resto de los alfas de la manada. Yo tengo al mío bien enseñado —aseguró Seungmin con una sonrisa triunfal.

Se echó a reír. Fue inevitable, sus carcajadas sonaron por toda la habitación. El alcohol, el peso del secreto desapareciendo de su espalda y las locuras de esos tres tarados con peluca fueron demasiado para el control de Jeongin. Rio durante tanto rato que le faltaba el aire y las costillas le apretaban. No recordaba haberse reído tanto en su maldita vida. Y lo mejor fue que los demás lo siguieron, que otras cuatro personas estaban riéndose también y se oía como una sinfonía hermosa.

No sabía si fue por el soju, por las risas o por los olores, pero Jeongin se convenció de que si alguien podía impedir su destino, eran esos tipos que brindaban una vez más con él.

La música retumbaba en las paredes del almacén. Felix estaba mareado, pero nada como lo de Seungmin. Ese cabrón se colgaba del cuello de Bang Chan como una mochila y el alfa tenía la cara tan roja que parecía que explotaría. Se tuvo que reír.

Era curioso que hubiesen salido para olvidar lo del estúpido Ju Hankyeon, que había resultado ser una persona íntegra cuando todo lo que ellos querían era tener un enemigo más asequible que el maldito Yang Doyun. Pero claro, las cosas no siempre salían como uno quería.

Tropezó con algo mientras caminaba y se agarró de una caja de madera para evitar dar con sus huesos en el suelo. La mano de Jeongin se cerró sobre su hombro. Sabía que era él porque tenía los dedos enormes, huesudos y jodidamente fríos. Ah, sí, y porque el alcohol había desconectado esa parte de su cerebro que lo obligaba a mantener su olor a raya. Juntos eran como un cóctel de frutas de omega dominante.

—¿De qué te ríes? —preguntó Jisung justo después de bostezar.

—Estaba pensando en esas alfas que vinieron a bailar con nosotros —se carcajeó—, la rubia estaba realmente interesada en nuestro Innie. —Agarró al chico por los hombros revolviéndole el pelo.

—¿Tuvisteis algún problema con ellas? —cuestionó Chan, manteniendo en pie a un deshuesado Seungmin.

—Christopher, vamos a casa —ronroneó Kim, apartando la cara de su cuello—, les dije que me acostaría con el dueño para que nos dieran un reservado.

—¡Minnie, por Dios! —exclamó el alfa con las orejas como la grana. Felix se echó a reír otra vez.

—¡Venga, vámonos!

—Espera un segundo, Changbin ha ido a buscar el coche.

—Pero no cabemos todos en el coche de Changbin —lloriqueó el idol—, ¿vas a quedarte aquí?

—Yo no quiero irme todavía —puchereó Felix—, deberíamos quedarnos un poco más, ¿verdad, Innie? —El otro se encogió de hombros con una sonrisa despreocupada.

Le gustaba verlo así, desinhibido, bailando con esa alfa más alta que él con las mejillas rojas. Había dicho que no salía demasiado, que no recordaba la última vez que se había emborrachado. ¿Acaso el pelotinto no lo llevaba de fiesta? ¡Pues se estaba perdiendo un filón! Si Hyunjin y Jeongin estuvieran juntos en esa discoteca acabarían follando en los baños después de un par de tragos. Estaba convencido de que eso sería suficiente para arrancar al omega de hoyuelos de las garras de su abuelo para siempre.

«Eso es», exclamó su lobo en su cabeza aturdida por los tragos, «Hyunjin es la solución».

—¡Eso es! —gritó Felix, apartándose de Jeongin. Todos lo miraron con diferentes grados de confusión. Estaba a punto de llevarse a Jisung para contarle su plan cuando la puerta trasera se abrió de un golpe.

Apareció ante ellos un dramático Minho con el pelo alborotado y lo que parecía un abrigo sobre... ¿un pantalón de pijama? Una vez más, fue incapaz de evitar las carcajadas que se le escaparon.

—¿En qué demonios estabas pensando, Han Jisung? —reprendió el profesor, eliminando el espacio que lo separaba de su novio—. ¿Por qué no me dijiste que ibas a salir?

—¿Qué haces aquí?

—Yo lo llamé —confesó Chan.

—¡Chivato! —gritó Felix y escuchó a Jeongin reírse a su lado.

—¿Cómo se te ocurre salir a beber?

—¡No he bebido ni una gota! —se defendió Jisung.

—Podrían haberte hecho daño, Jisung. Un empujón, un alfa desagradable, ¿quién sabe?

—No me trates como si estuviera inválido —insistió Han—, puedo salir con mis amigos cuando quiera.

—¡Díselo! —exclamó Seungmin, asomando la cabeza. Chan lo miró con las cejas fruncidas—. Tiene razón, está embarazado, no inútil. Y estábamos cuidando de él.

—Jesucristo, Seungmin, apenas os mantenéis en pie. Jisung estaba cuidando de vosotros.

—Changbin hyung me ayudó —aseguró Han con una sonrisa triunfal.

—Y por eso lo patearé después —gruñó Minho—, vámonos a casa... —La mirada severa de su omega lo hizo bajar el tono automáticamente—, por favor, jagi, déjame que te lleve a casa. Es tarde, tienes que dormir bien... Te daré un baño cuando lleguemos...

—Y algo de comer también, solo comimos papitas fritas —añadió, altanero.

—¡¿Ni siquiera cenásteis?! —Bang Chan agarró a Seungmin por los hombros sacudiéndolo. El chico sonrió estúpidamente—. Eres un maldito peligro, Kim Seungmin. Vas a matarme, un día moriré por tu culpa.

—Te mataré de placer —susurró en un intento de sonar seductor. Jisung puso cara de asco antes de darse la vuelta.

—¿Te llevamos, Felix? —ofreció. Él negó con la cabeza. No podía llevarle porque tenía un plan que poner en marcha.

Se volteó hacia Jeongin y lo apartó del resto para decirle, como un secreto, una pequeña mentirijilla.

—Innie, quiero acostarme con Changbin hyung —El joven abrió los ojos inmensamente y se llevó una mano a la boca—. Te llevaremos a dormir a mi apartamento y yo me iré al de Changbin.

—Pero... ¿por qué no llevas a hyung a tu apartamento?

—Porque está enfadado conmigo, ¿no has visto cómo me habla? No accederá. Entonces, cuando te subas al coche tendrás que decir que estás de acuerdo con todo lo que diga, sin cuestionar, ¿de acuerdo?

—Pero... no entiendo...

—Cariño, estás borracho, por eso no entiendes. Te prometo que cuidaré de ti, pero tienes que darme un poco de espacio para que arregle esta mierda que tenemos hyung y yo, ¿vale? —El chico parpadeó aturdido, pero asintió—. Ese es mi omega —felicitó, dándole un abrazo y perfumándolo un poquito.

Cuando volvió a la puerta trasera, Changbin ya los esperaba con los brazos cruzados, Minho y Jisung habían desaparecido y Seungmin parecía roncar en el hombro de Bang Chan.

—Changbin hyung, ¿puedo hablar contigo afuera un segundo? —El chico pareció sospechar, pero igualmente asintió.

Los guió a la salida y el frío golpeó las mejillas de Felix sin piedad. Un escalofrío lo recorrió entero y se arrebujó en el abrigo negro prestado. Changbin se mantuvo a tres pasos de distancia, como si no quisiera acercarse a él y estuvo a punto de quejarse, pero prefirió contarle primero su plan.

—Vamos a llevar a Jeongin a casa de Hyunjin.

—¡¿Qué?!

—Vamos a llevarlo al apartamento de Hyunjin.

—Sabes que Suni está allí, ¿verdad?

—¡Mucho mejor! —exclamó Felix—. Escúchame, creo que he encontrado la fórmula para que Innie se aparte de su abuelo para siempre —El alfa giró la cabeza con confusión—. Lo único que hizo a Jeongin enfrentarse a su abuelo fue... Bueno... lo del dojang —La mandíbula del hombre se endureció—. Es una mierda, ya lo sé. Yo tampoco desearía que estuvieras pasando por esto, pero ha conseguido que Jeongin se aleje de ese viejo tóxico.

—¿Qué tiene que ver Hwang en todo esto?

—Creo que Jeongin necesita recordar lo muchísimo que ama a su alfa. Creo que necesita ver cómo era su vida antes de que su abuelo lo convenciera de volver por una enfermedad de mierda que estoy seguro de que ni siquiera es tan grave —gruñó.

—¿Está Jeongin de acuerdo?

—Por supuesto que no tiene ni idea de mi plan. Le he dicho que quiero acostarme contigo y que lo llevaré a mi apartamento —soltó, enrojeciéndose automáticamente.

Changbin lo observó por unos larguísimos segundos, con las cejas apretadas y los brazos cruzados sobre el pecho. Su enorme pecho enfundado en esa infame chaqueta de cuero, con los bíceps tensando la piel y...

—No vamos a follar, Felix. —Una espina dolorosa se clavó en el medio de su pecho, pero tragó saliva. Esto era por una causa mayor; la felicidad de Jeongin era más importante que entender por qué ese alfa anodino le hacía sentir tantas cosas extrañas.

—Se lo dije para convencerlo —se defendió—, necesito una excusa para llevarlo a casa de Hwang. No pretendo meterme en tu cama. —Aunque me gustaría. Changbin pareció pensárselo, tardó demasiado para el gusto de Felix, que estaba ahora mismo excitadísimo por la posibilidad de que su plan funcionara. Dio un paso hacia él y lo agarró del hombro—. Por favor, hyung, hagamos esto por Jeongin. Si no funciona tomaré la responsabilidad, le diré que todo es culpa mía y que te mentí, ¿vale? Te lo juro, lo único que necesita es ver a ese alfa con el pelo de cama y revolcarse un poco con él. Se despertará mañana en su casa y serán felices para siempre. Nos invitarán a su boda y tendrán cuatro cachorros a los que enseñarás taekwondo. Piénsalo, Seo sabumnim, ¡cuatro alumnos millonarios más a los que exprimir! —Changbin rodó los ojos, como si estuviera cansado de las tonterías de Felix, pero pudo ver como la sonrisa le levantaba las mejillas redondas.

—Si sale mal te harás responsable. Llama a Hwang para avisarlo.

—¡Yey! —gritó, con el puño en alto por la victoria.

El alfa negó con la cabeza y lo dejó allí, entrando a la discoteca. Felix fue rápido marcando en su teléfono móvil y el alfa contestó al segundo tono. Ni siquiera se oía ronco.

—¿Qué pasa?

—¿Estabas durmiendo?

—No, estaba pintando...

—Estupendo. Vas a tener visitas esta noche en tu casa.

—¿Qué visitas?

—Confía en mí, pelotinto, esto te va a encantar.

—Felix, ¿estás borracho?

—Te veo en quince minutos.

Colgó el teléfono con la sensación de que, por fin, algo le salía bien a esa manada. Dos minutos después, estaban de camino a casa de Hwang, con un (afortunadamente) dormido Jeongin en el asiento trasero del coche de Changbin.

***

Minimaratón para darle un toque de humor, que llevamos como 12 capítulos tristísimos.

 ¿Alguien más no supera a Felix con el pelo azul?

¡Nos vemos en el infierno, navegantes!

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