25. No quiero hablar

¿Felix? ¿Va todo bien? —la voz de su hermana calmó un poco su agitado pecho.

—Sí, todo está bien. ¿Cómo estás tú?

No me estarías llamando si todo estuviera bien. De hecho, no recuerdo la última vez que me llamaste. Siempre soy yo la que llama —amonestó Sarah.

—Bueno, si no quieres hablar conmigo colgaré.

No seas infantil, Felix —gruñó—. Estoy preocupada. ¿Va todo bien con el restaurante? ¿Jisung y Suni están bien?

—Sí, sí, todo va bien. Jisung está engordando. Su cara se ve mucho más redonda —comentó con una sonrisa—. Él y Minho hyung están buscando una casa para mudarse, espero que no se vayan lejos, odiaría tener que recorrer toda la ciudad para ver a mi bebita y a la bellota. —Sarah se rió en voz alta y algo más se clamó dentro del omega.

Me alegro mucho, sigue enviándome fotos. Que afortunado es ese Minho, Jisung es tan bonito...

—Sarah, no empieces.

Digo verdades, Minho y yo no somos amigos —bromeó—. ¿No deberías estar yendo al trabajo?

—Chan hyung me dio el día libre.

Bueno, ¿y qué más hay? ¿Por qué estás llamándome?

—Ya te he dicho...

Felix, déjate de mierdas, está pasando algo, solo quiero saber qué es.

Felix bufó en voz alta, miró al techo de su habitación y acarició con los dedos de su mano libre la manta sobre la que estaba tumbado, en el nido que todavía mantenía.

—Changbin hyung va a perder el dojang.

Oh, mierda... Qué putada.

—Sí... Bueno, en resumen, a Bang Chan se le ocurrió que podría invertir en un nuevo local y convertirse en el socio capitalista de la academia. Changbin hyung no puede permitirse empezar de nuevo...

Bueno, eso es muy generoso por parte de Chan oppa...

—Me ha sugerido que invierta yo también. Y no sé qué decirle. Es muy complicado... No tengo tanto dinero ahorrado, la vida es cara aquí...

Puedes usar el dinero del fideicomiso de los abuelos.

—No puedo usar eso.

¿Por qué? Es tu dinero. Puedes usarlo como quieras.

—Sarah, no voy a utilizar ese dinero jamás.

Felix, yo usé el mío para comprar mi casa.

—Tú eres tú y yo soy yo.

De verdad, no entiendo por qué te empeñas en hacer todo más difícil de lo que es. Los tres tenemos ese dinero. Nuestros primos también lo han usado. Tú eres el único que no lo ha tocado. Fue un regalo de los abuelos para ayudarnos a empezar.

Él sabía que tenía razón, que todos en su familia disfrutaban del regalo que sus abuelos les hicieron. Pero esa parte oscura y testaruda de él todavía se negaba a aceptarlo. Lo sentía como una derrota, como si el plan de ir a Corea para ser cocinero hubiera salido tan mal como todo el mundo esperaba. Creía que si tomaba un solo centavo de ese fideicomiso llegarían los "Te lo dije", la decepción o, aún peor, las miradas de lástima. Felix no quería que su familia se diese cuenta de que todo lo que lo que hicieron para convertirlo en un alfa se había ido por el caño. No quería que vieran que era débil y que dormía en un nido que le ayudaron a construir.

—Tengo que hacerlo por mí mismo...

Bullshit —interrumpió ella—, no tienes que demostrarle nada a nadie, Felix. Nadie te está exigiendo nada, deja de hacerte la víctima.

—No me estoy haciendo la víctima, tú no entiendes nada porque eres una alfa. Eres todo lo que esperaban que fueses, sin embargo...

¿Sin embargo, qué? ¿Qué puto problema hay con que seas un omega?

—Es... Me hace ser débil, no quiero que nadie piense que soy débil.

Bullshit, again —gruñó ella—. Mamá y papá nunca te han tratado diferente a nosotrasY tal vez ese era el problema, quiso decir—. Te largaste de Australia cuando te dió la gana, encontraste buenos trabajos, estás bien posicionado socialmente. Nadie piensa que eres débil, eres tú el que tiene prejuicios con ser omega.

—Yo no tengo...

Oh, claro que los tienes, imbécil. Por eso mimas a Jisung y finges que tienes todo bajo control. Ese dinero es tuyo, todos nosotros somos alfa y lo hemos usado. Según tu lógica, debes tener lástima de nosotros, ¿no es así? ¿Tienes lástima de tu hermana mayor porque usó un regalo para comprarse una casa? ¿Tienes lástima de Jisung porque es un omega?

—¡Yo no he dicho eso! —exclamó, golpeando el montón de mantas bajo su cuerpo—. ¡No tienes ni idea de lo que es ser el puto bicho raro! Dices que nunca me trataron distinto pero la única vez que fui a una de las reuniones de alfas causamos una pelea. La única expectativa que tiene la sociedad sobre mí es que me casé y tenga hijos. Tú no viste la cara de mamá cuando me presenté, no viste lo jodidamente decepcionada que estaba.

¡No estaba decepcionada! —interrumpió su hermana—. Estaba asustada porque no sabía cómo ayudarte. Todavía no sabe cómo hacerlo. Nuestros padres se preocupan por ti como lo hacen por nosotras, porque somos sus hijos, no porque seas omega —Felix resopló con incredulidad, con las lágrimas acumulándose en sus ojos cerrados—. Eres un hipócrita y me da mucha rabia lo que estás haciendo. Si no menosprecias el valor de Jisung como ser humano, ¿por qué lo haces contigo mismo? ¿No es un problema para él ser un omega? ¿Cuál es el puto drama con querer casarse y tener hijos? ¡Yo quiero casarme y tener hijos, joder! ¿Me convierte eso en alguien menos válido?

—No, porque te casarás con un alfa puro y seguirás la estela familiar de generaciones y generaciones de superioridad genética —escupió, su hermana se rió ofensivamente al otro lado.

Ni siquiera me gustan los alfas, Felix.

—¿Qué?

Que no me gustan los alfas, no tengo pensado casarme con ninguno. De hecho, mi pareja es un hombre beta. —Felix aspiró todo el aire, sentándose de un tirón. Abrió los ojos, húmedos por las lágrimas, mirando a la pantalla de su teléfono como si no pudiera creer ni una sola palabra.

—Mamá y papá no lo van a permitir.

Mamá y papá no tienen nada que decir sobre con quién comparto mi cama. Tengo treinta años —gruñó ella—. Y aunque no lo creas, conocen a Michael y les gusta. Y si no les gustara me importaría una mierda porque me hace feliz. Cuida de mí y yo cuido de él.

Era demasiado, demasiada información. Felix se sentía en una espiral de emociones enfrentadas. Estaba feliz porque su hermana encontrara a alguien, pero asustado porque eso le acarreara problemas. Algo dentro de él también estaba enfadado, era una cosa fea y terrible que otros habían puesto ahí; el convencimiento de que ser alfa puro era un privilegio casi divino, que debía preservarse el legado que su familia había protegido ferozmente. Aunque no hubiera salido bien con él.

—Pero... Sarah...

¿Qué?

—Tú eres... Él es...

¿En serio, Felix? ¿En serio vas a ser la primera persona de esta familia en poner mala cara por mi elección? —Sonaba consternada y eso hizo que el omega se sintiera culpable—. Me alegro de no habértelo contado antes. —Fue doloroso escucharla decir eso, tanto, que Felix se llevó una mano al pecho como si pudiera sentir algo físico.

—Pero los abuelos...

Este es tu problema. Eres el único que se pone esas expectativas, nadie más lo hace. Nadie te pide que seas un alfa, mamá y papá no sabían lo que hacían cuando eras pequeño, no querían que sintieras que eres distinto a nosotras, pero lo eres. Tu biología es distinta y eso no es malo. La biología de Michael es distinta a la mía y tampoco es malo. No le afectan mis feromonas como a los demás, no tiene rutinas terribles y tampoco celos. Pero lo quiero y él me quiere. Y probablemente me casaré con él y tendré hijos. Y seré yo la que se quede embarazada, Felix, por mucho que eso decepcione tu percepción de lo que debe ser un alfa puro.

—Sarah, yo...

No, no me pidas disculpas. Piensa en toda la mierda que tienes en la cabeza. Estás sufriendo porque quieres, haciéndote la puta víctima todo el tiempo. Nadie quiere que seas nada que no eres, da igual como te hayan educado, nadie se avergüenza porque anides, porque tengas celos, porque utilices el dinero que te regalaron, porque pidas ayuda o porque estés enamorado de un alfa que no es puro —El corazón de Felix se apretó con violencia, estuvo a punto de replicar, pero su hermana no se lo permitió—. Nadie está avergonzado de eso más que tú, así que aclárate de una vez, abre los putos ojos. Deja de fingir que eres alguien que en realidad no eres... —Hubo unos segundos de silencio tenso en los que el omega sintió como si todo lo que hubiera construido dentro de su cabeza se estuviera derrumbando. Quería llorar, chillar, hacerse una bola en medio del nido y dejarse morir—. No quiero seguir hablando contigo, cuando estemos más tranquilos lo resolveremos. Te quiero mucho, Felix, empieza a quererte un poco más a ti mismo.

Y colgó. Dejando a un devastado omega que apestaba a tristeza solo en su habitación.

Jisung había tenido suficiente de Felix ignorándolo. Así que esa tarde, al salir del trabajo, compró un montón de comida y tomó un taxi para ir a su casa. Hizo una videollamada con Suni y Hyunjin y les deseó buenas noches. Le dijo a Minho que pasara a recogerlo después de cenar y confirmó con Bang Chan que su amigo no había ido a trabajar.

Subió en el ascensor y abrió la puerta con el código. Se sorprendió al verlo todo oscuro y pensó que tal vez habría salido, pero sus zapatos seguían en la puerta y el bolso colgado en el perchero.

Se quitó el abrigo y las zapatillas y entró en la casa. Olía mucho a Felix, un coctel de fresas frescas mezclado con algo agresivo y pulsante. Percibía también un poco de tristeza debajo de todo eso y, sobre todo, un montón de confusión.

Jisung podría decir con la frente en alto que era una de las personas que mejor conocía a Lee Felix. Sabía cuál era su comida favorita, lo muchísimo que odiaba el café, su videojuego favorito y cómo de jodido estaba, aunque fingiera que no era así.

Sus pies no hicieron ruido en el parqué mientras cruzaba el apartamento para llegar a la habitación del australiano. El olor era mucho más intenso allí, tal vez estaba teniendo problemas con el trabajo, quizá era su familia apareciendo de nuevo para desestabilizarlo. Jisung se sentía capaz de consolarlo, quería darle un abrazo enorme y comer todos los deliciosos platos que había dejado sobre la mesita de café. Él conocía a su amigo y sabía que podría tranquilizarlo antes de contarle el gran drama de Jeongin.

Lo que menos esperaba era encontrarse con la cama completamente vacía, sin sábanas ni almohadas, solo un colchón desnudo.

¿Dónde está?

«ESTÁ AQUÍ», gimoteó su lobo, un poco descontrolado.

Un paso más adentro y se dio cuenta, para su absoluta sorpresa, que Felix estaba allí, en el suelo, entre la cama y la pared lateral, debajo del gran ventanal. Estaba envuelto en tejido, rodeado por los cojines, acurrucado en el nido que Jisung recordaba haber hecho con él en su celo.

Han solo había visto a Felix de esa manera cuando lo acompañó en su último celo. Pero nunca lo olió así.

Solía presumir de estar acostumbrado al intensísimo poder de las feromonas de Felix, sin embargo, en ese instante, estaba revolviéndole el estómago sin querer.

—Lixie, rayo de sol —susurró, sin acercarse todavía a la figura cubierta por una manta gris que...

Espera.

«Es la manta de mi alfa», gruñó su lobo automáticamente, haciendo que a Jisung se le erizara la piel.

Impulsado por esos estúpidos instintos y sus hormonas alborotadas se acercó y, de un tirón, arrancó el pedazo de tela del cuerpo de Felix y lo atrajo a su pecho con recelo. Pasaron dos cosas al mismo tiempo: el australiano se incorporó, abriendo muchísimo los ojos, y Jisung hizo un ruido en su pecho que se parecía mucho a esos momentos de cavernícola que tenía Minho últimamente.

—¿Qué demonios haces? —exclamó su amigo, sacándose los auriculares de las orejas y gateando para agarrar la manta. Jisung dio un paso atrás alejándose—. Devuélveme eso. Es mío.

—No es tuyo.

—Estaba en mi nido, es mío.

—No es tuyo, es de Minho, es de mi alfa. —El tono de voz se estaba elevando peligrosamente.

—¿Cómo te atreves a tocar mi nido? —Felix se levantó, llevaba un pijama de color crema y el pelo alborotado, si no fuera por lo terriblemente enfadado que estaba Jisung, hubiera pensado que se veía adorable.

Se alejó otro paso, llevando la manta a su espalda para evitar que la cogiera, los ojos del australiano ardieron. Racionalmente, Jisung sabía que no debía tocar un nido ajeno sin permiso. Era consciente de que era una terrible ofensa, sobre todo para alguien tan territorial como Felix, pero no podía evitarlo. Su propio animal estaba más agresivo que nunca, gruñendo dentro de su cabeza hasta que todo lo que podía hacer era pensar en arañar la cara perfecta de su amigo por atreverse a meter en su nido algo que le pertenecía a su alfa, al padre de su cachorro.

¿Cómo osaba Felix hacer algo así? ¿No eran amigos? ¿Cómo se atrevía?

—Es la manta de Minho, Minho es mi alfa —escupió, apretando los puños a su espalda.

—No es la manta de Minho —replicó el otro, con la misma expresión agresiva—. Y estaba en mi nido.

—Ni siquiera es tu nido, yo te ayudé a hacerlo —exclamó. Las pupilas de Felix brillaron y su labio inferior tembló. Su intenso aroma fluctuó entre el enfado y la decepción. Jisung se sintió un poco mal, pero todavía estaba cegado por la rabia de descubrir a su mejor amigo durmiendo con la cara enterrada en el aroma de su alfa.

—Tú dijiste que era mi nido... Dijiste que no se puede entrar en un nido sin pedir permiso. —Jisung se sorprendió porque sonaba terriblemente vulnerable, como si realmente no entendiera las implicaciones de lo que estaba pasando. Se sintió una persona horrible por unos segundos.

—No puedes usar cosas de mi alfa en tu nido —insistió, un poco menos enfadado y más confundido.

—No es de Minho hyung —repitió—. Es... es de... —Y ahí estaba esa vulnerabilidad otra vez, ese dolor en el fondo de su garganta que teñía el aroma a fresas con podredumbre.

—¿De quién?

—De nadie, no es de nadie. Dámelo de una vez.

—No.

—Jisung, déjate de mierdas —exclamó—, dame mi maldita manta.

—La robaste de casa de Minho, no es tu manta.

—¡La robé de casa de Changbin! —gritó. Sus feromonas salieron de él con tanta fuerza que hicieron que Jisung gimoteara—. Es de Changbin, huele a Changbin. Minho me da exactamente igual.

El pecho de Jisung dolió; su lobo, antes agresivo, se agachó con la cola entre las patas. Casi desnudó el cuello ante Felix a pesar de que era otro omega. Se llevó la manta a la nariz y olió, efectivamente, el chocolate negro mezclado con las feromonas de su amigo. Arrugó la nariz por instinto, buscando más concienzudamente el olor de su alfa, pero no estaba allí. A pesar de que la manta solía estar en casa de Minho, sobre el sofá, no quedaba nada de él en el tejido.

—Devuélvemela —insistió el rubio, con la mano estirada. Aunque seguía un poco reacio, obedeció.

En ese instante, Felix volvió a colocarla en su nido, acostándose de nuevo y oliéndola profundamente.

—¿Cuándo la robaste? —Jisung no se había movido del lugar en el que estaba. Los ojos agudos de su amigo lo atravesaron, tardó unos segundos, pero respondió.

—Cuando llevé a Jeongin a su casa... me echó. Estaba enfadado y asustado, no sé por qué lo hice.

—¿Changbin hyung te echó? ¿Qué le hiciste?

—¿Por qué asumes que le hice algo?

—Porque es lo que siempre haces, acercarte a él cuando lo necesitas y después tratarlo mal. —Han no quería ser tan duro, pero estaba todavía aturdido por los olores y por encontrarse a Felix de esa manera.

Algo dentro de las pupilas del australiano titiló. Se sintió fatal cuando un puchero apretó los labios del chico.

—Vete, no quiero hablar contigo —gruñó, cubriéndose la cara con el pedazo de tela. Jisung juraría que lo escuchó sorber por la nariz.

—Lixie... —susurró, dolorosamente culpable por haberle hablado tan mal.

—No, déjame en paz —interrumpió el chico sin moverse.

La habitación se inundó de dos olores distintos igual de tristes. Su propio labio inferior se apretó en un puchero. Se arrodilló, gateando hasta el borde del nido. Los pequeños pies de Felix se escapaban por debajo de las mantas. Jisung ni siquiera se atrevió a tocarlos, sabía la ofensa que cometió arrancando la manta de sus manos y aún peor con lo que dijo.

Pero necesitaba hablar con él, necesitaba que arrojara un poco de claridad a su confuso cerebro. Porque su omega sabría qué hacer, sabría cómo ayudar a Jeongin.

Sunshine —intentó—, ¿puedo entrar a tu nido?

—¿Ahora te acuerdas de tus modales? —dijo, sonando enfadado y herido a partes iguales.

—Perdóname, por favor... Han pasado muchas cosas... Estaba nervioso y es la manta de Minho.

—Te he dicho que no es de Minho —rugió, agarrando el tejido con más fuerza.

—Perdón, cierto —susurró, aunque seguía pensando que su comportamiento estaba justificado y que la manta había sido, en algún momento, de Minho—. Son las hormonas, se acabaron las náuseas y empezó el caos emocional...

Después de unos segundos de silencio, el chico contestó: —No vas a poder echarle la culpa a mi bellota para siempre.

Jisung sonrió enorme, mirando al bulto cálido que era su amigo.

—Ya lo sé, pero por ahora se me permite... ¿Puedo entrar en tu nido?

—No debería dejarte después de lo que has dicho.

—Lixie, mi amor, la flor más bonita de mi jardín, mi rayo de sol... —halagó, zalamero—. ¿Vas a dejar a tu omega fuera de tu nido? —¡Que golpe tan bajo! Pero es que a Jisung no le quedaban muchas opciones teniendo en cuenta lo mal que se había portado con su amigo. Estaba dispuesto a sacar su peor artillería con tal de conseguir entrar en ese nido—. Estoy muy estresado, yo... te necesito.

Felix farfulló algo bajo la manta y un segundo después se hizo a un lado para dejarle un espacio. Jisung casi chilló de alegría. Entró en la maraña de tejido arrastrándose hasta estar junto a la espalda de su amigo. La manta estaba lejos de su alcance, como si el chico todavía no confiase en que se la robara.

Abrazó al australiano por la cintura y se amoldó a su cuerpo, a pesar de que no le gustaba ser la cucharita grande, atrajo el cuerpo fibrado contra su pecho. Su barriga se sintió repentinamente incómoda, como un cojín pequeño entre ellos. Acarició con su nariz la nuca del australiano y sintió como sus aromas se calmaban mutuamente

—¿Para qué has venido?

—¿Quieres la versión larga o la corta?

—La corta, por favor. No tengo la cabeza para que me des doce mil detalles insignificantes que no afectan a la historia —Jisung le golpeó en el hombro.

—El contexto es importante para la historia, idiota —recriminó. Felix dejó escapar una risita aireada antes de derretirse un poco más en los brazos de su amigo—. ¿Va todo bien, sunshine?

—No lo sé —susurró—, parece que últimamente todo es demasiado... Y acabo de tener una pelea con mi hermana Sarah.

—¿Por qué?

—Porque no quiero usar el dinero de mis abuelos —soltó simplemente.

—Hmmm... —Jisung pensó durante tres segundos que debía contenerse, pero uno de los efectos secundarios de estar hormonal y embarazado era que soltaba por su boca todo lo que le cuadraba—. Igual podrías usarlo, no sé para qué lo necesitas, pero ese dinero es tuyo. Tus hermanas lo usaron, ¿no?

—Sí, pero lo siento como una derrota —confesó en voz baja—, como si esas cosas que piensa la gente de los omegas fueran verdad. Que necesitamos ayuda, que somos débiles, que queremos que nos cuiden...

—Todos necesitamos ayuda, Felix. Omega, alfa, beta... eso es una mierda que solo determina cuántos celos tendrás al año y si puedes o no embarazarte. Y, definitivamente, yo soy un debilucho, pero tú le podrías patear el culo a un extraterrestre, Suni lo confirma. Por no hablar de la paliza que le diste a Seo sabunmin .—El chico gimió dolorosamente y enterró la cara en el pedazo de tela.

Ah, eso tenía sentido. Felix tendía a ser hermético cuando estaba teniendo problemas, mucho más preocupado por cuidar a todo el mundo a su alrededor que por sí mismo. De pronto, estaba claro como el día para Jisung. No se trataba de su hermana, del cansancio o de cualquier cosa. Se trataba de Changbin.

—Oye, Lix, deberíamos hablar de Changbin hyung.

—No —exclamó, girándose con las cejas fruncidas. Jisung aprovechó para darle la vuelta por completo y abrazarse a él como un koala. Protestó, serpenteando para huir pero, eventualmente, dejó que Han se saliera con la suya y solo lo abrazó.

—Deberíamos hacerlo, creo que deberíamos haber hablado de Changbin desde hace un montón de tiempo.

—He dicho que no, Jisung —cortó, categórico—, y si insistes te echaré.

—No me vas a echar —Necesitas esto más que yo, pensó, aunque no lo dijo. Sin embargo, lo abrazó más fuerte, restregando su cara contra la camiseta de Felix—. Pero tienes que arreglar toda esta mierda o te haré una intervención.

—Ya, cállate, por favor, eres como una ametralladora —se quejó. Jisung no se molestó en ofenderse.

—No puedo callarme, tengo que contarte la mierda más terrible del universo —exclamó, recordando por qué había ido—, y tenemos cena en tu sala de estar.

—No tengo hambre...

—Es que no te lo vas a creer, te vas a enfadar tantísimo —chilló, ignorándolo por completo para apretarlo por los mofletes—. Prométeme que no le pegarás a nadie por ahora.

—¿Pero qué dices, Dios? Estás perdiendo la...

—Es que es muy fuerte, Felix, tus tendencias asesinas van a dispararse cuando te enteres.

—Yo no tengo...

—¡Jeongin se va a casar! —gritó, esperando que el olor de Felix explotara por todas partes—. Su abuelo le ha concertado una boda, estoy totalmente seguro.

Sin embargo, no ocurrió nada. Ni las feromonas de su amigo lo atosigaron, ni echó humo por la cabeza, ni sus ojos entraron en llamas. Al contrario, repentinamente suspiró, como si se hubiera quitado un peso de encima, como si llevara doce años cargando con un saco y de pronto se cayera al suelo. Su cuerpo se relajó, las fresas estaban más frescas, sus músculos menos tensos, su pecho más calmado.

—Por fin, joder —espetó, en un susurro. Y Jisung entendió.

—Traidor —acusó, apartándose de él—, eres un maldito mentiroso, ¡lo sabías!

—¿Mentiroso de qué? ¡Yo no te he mentido!

—Pero lo sabías y no dijiste nada. —Se sentó, alejándose aún más de su amigo, indignado por la repentina epifanía—. ¿Cuánto hace que lo sabes? ¿Por qué coño no dijiste nada? ¿Te parece bien todo esto? ¡Eres un mentiroso! ¡Soy tu mejor amigo! ¿Por qué no ayudas a Jeongin? ¿Cómo has podido dejar que se comprometa con un random? —Gateó hacia los pies del nido para huir—. Me voy de aquí. ¡Qué falso eres!

No le dio tiempo a llegar muy lejos, las manos de su amigo se cerraron en sus tobillos y en un movimiento rápido lo volteó sobre su espalda y lo arrastró hasta que estaba en el centro del nido, con un sonriente rubio sobre sus caderas.

—¡No sabes lo jodido que ha sido guardar el puto secreto! —clamó, sacudiéndolo un poco.

—¡Estoy embarazado!

—Cállate, no te estoy haciendo daño.

—¡Me volteaste como un filete!

—¡Para no hacerle daño a mi bellota! —explicó, como si fuera obvio, poniendo las manos sobre su vientre. Se agachó hasta que su cara estuvo sobre su tripa y susurró:—. Nunca te haría daño, de hecho, evitaré que tu estúpido padre te lo haga.

—¡Me arrastraste por los pies, Felix! ¡Podrías haberme hecho daño!

—Ay, deja el show que no hay tarima —desechó, Jisung lo miró furibundo y estuvo a punto de quejarse una vez más—. Menos mal que ya lo sabes, joder, ¿lo saben los demás? ¿Jeongin te lo contó?

—¿Por qué no habías dicho nada? ¡Me siento engañado ahora mismo! ¡Y estoy enfadado contigo!

—No es mi secreto para contarlo, no puedo hablar de algo así sin el permiso de Jeongin, Jisung —Y tenía razón, pero Jisung todavía hizo un puchero. Felix se tumbó a su lado con cuidado y lo tomó por las mejillas—. Cariño, esta mierda es muy grave, no podía soltarlo sin más... Tienes que entenderme... ¡Pero ahora que Jeongin lo ha confesado todo estará bien! ¡Podremos hacer algo para impedir esa maldita boda!

—Jeongin no me lo ha dicho, Hyunjin se enteró.

—¿Cómo se enteró el pelotinto? ¿Innie se lo dijo? Bueno, es posible, durmió con él...

—No, Lix, Hyunjin fue a la mansión Yang a intentar arreglar lo de su abuelo, no sirvió de nada, evidentemente.

—Evidentemente —repitió.

—Pero el viejo se lo dijo, seguramente para destrozarlo todavía más. Joder, estaba devastado, como el día que lo dejó, ¿te acuerdas? Hasta Minho se apiadó de él, ni siquiera se puso en modo alfa cavernícola, fue él mismo el que sugirió que se quedara con Suni...

—Bueno, ¿puedes no restregarnos al resto de los mortales lo bueno que es tu alfa y centrarte en el tema?

—Tú también tendrías un buen alfa si dejaras de tratar a Changbin como basura —acusó, la boca de Felix se convirtió en una línea fina y sus manos se apartaron de las mejillas de Jisung.

—Te dije que no quiero hablar de Changbin.

—Ya, pero yo sí quiero hablar de él.

—Bueno, pues yo no. Tenemos que urdir un plan para romper el compromiso de Jeongin —Felix se levantó, saliendo del nido, como si diez minutos antes no hubiera estado regodeándose en su miseria—. Estoy hambriento.

—¡Tenemos que hablar de Changbin! —gritó, pero ya estaba fuera de la habitación.

Jisung decidió que, definitivamente, le haría una intervención.    

***

Hoy me siento generosa, así que subiré un capítulo más a parte de este. El siguiente es mucho más caótico y divertido, para rebajar el nivel de depresión y las demandas de pago de terapia.

¡Nos vemos en el infierno, navegantes!

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