24. Hay algo que deberías saber
Decir que Felix lo estaba llevando regular sería un eufemismo. Lo estaba llevando mal. Realmente fatal. Iba a trabajar, trataba de hacerlo como mejor sabía, respondía cortésmente a las felicitaciones de los clientes, procuraba no estallar cada vez que alguien cometía un error y volvía a casa para encerrarse en su habitación.
Las notificaciones se acumulaban en su teléfono, la burbuja avisándole de todas las veces Jisung había tratado de llamarlo, cuantos mensajes recibió de un montón de gente. Pero estaba tan cansado...
Terminó de limpiar la encimera cuando Wooyoung se despedía en voz alta, corriendo hacia la puerta trasera. Hizo tiempo a posta, no quería encontrarse con él en la sala de empleados, en realidad, no quería encontrarse con nadie.
—Ey, Felix, ¿podemos hablar? —Ah, mierda, por supuesto que justo hoy Bang Chan estaba allí a la hora del cierre. Lo había olvidado por completo a pesar de que estuvo alrededor de ellos, ayudando durante todo el servicio.
—Sí, claro —contestó con un pequeño runrún de ansiedad burbujeando en su estómago.
Chan caminó por la sala y colocó una silla para él antes de invitarlo con una sonrisa cálida. Se sintió un poco más tranquilo, no estaría siendo tan amable si fuera a despedirlo, ¿verdad? El alfa se sentó justo enfrente, todavía no perdía la expresión amable.
—¿Qué es lo que pasa, Lix? —preguntó en inglés, directamente y sin rodeos—. Llevas unos días extrañamente apagado...
—No es...
—Antes de que digas nada, todo el personal lo ha notado. Estamos preocupados por ti... —La mano del alfa se colocó en su hombro, atravesando toda la mesa en un incómodo estiramiento—. Además, Jisung me llamó. Dice que no estás respondiendo a sus llamadas.
—Uff —resopló, echando la cabeza hacia atrás—, no puedo creer que haya metido a mi jefe en esto.
—Oye, éramos amigos antes de ser tu jefe —se quejó Chan, volviendo a colocarse en su asiento.
—¿Por eso viniste hoy?
—Sí, amenazó con plantarse él mismo aquí y prefiero que no haya espectáculos en mi restaurante —bromeó y los dos se permitieron reír un poco—. Entonces, ¿qué es lo que te preocupa?
—Bueno... —Felix estaba cansado de todo y pensó que, tal vez, hablar con Chan podría ayudar con el peso que cargaba sobre sus hombros—, ¿sabes lo de Jeongin? Es decir... ¿sabes que se hmm... escapó de casa de su abuelo?
—Sí. Se está quedando con Changbin, me lo dijo Jisung también —comentó, un músculo pareció tensarse en su mandíbula, pero fue tan discreto que Felix no indagó.
—Cuando Hyunjin me llamó para que fuera a buscarlo, me contó que fue su abuelo el que compró el dojang de Changbin —soltó. Las cejas de Chan subieron, como si fuera la primera vez que oía sobre eso—. Jeongin está destrozado de un montón de formas, no necesita cargar con la culpa de que Changbin pierda la academia —añadió, apretando sus sienes con fuerza—. Siento que no paran de pasar cosas terribles y que soy incapaz de ayudar para que las personas a las que aprecio estén bien. Quiero alejar a Innie de todo eso, cuidar de él, no quiero que se sienta todavía peor.
Siento que Changbin nunca más me dejará acercarme a él.
—Eso no es verdad —discutió el alfa, cambiándose de sitio para estar más cerca de Felix y darle unas palmadas en la espalda—. Entiendo lo frustrante que es, yo también llevo pensando en lo de Changbin desde que nos enteramos... Pero no todo lo que ocurre a tu alrededor es malo, Lix. Mira el restaurante, lo has hecho prácticamente solo y en apenas un año.
—El restaurante es tuyo.
—Pero tú eres el chef, yo solo vengo aquí a hacer la contabilidad —satirizó—. Jisung y Minho van a tener un bebé, Hyunjin estrenará su exposición, Seungmin batió récords en su último comeback y este restaurante es un éxito. Son cosas buenas.
—Pero no para Changbin hyung —replicó, frustrado, dejando que se escapara un poquito de lo que tenía guardado dentro—, y para Innie tampoco... Es una mierda, no quiero que hyung pierda su trabajo. Le encanta, yo he ido a sus clases, de verdad se nota que ama estar allí.
Bang Chan se quedó en silencio unos segundos, simplemente mirando al mantel perfectamente extendido sobre la mesa.
—Y si... —susurró, pero se calló de nuevo.
—Y si... —instó Félix, curioso.
—Estaba pensando que, tal vez, podríamos encontrar un nuevo lugar para él. El precio que los Yang pagaron por ese local es una locura, pero podemos encontrar algún sitio cerca. Eso haría que Jeongin se sintiera algo mejor... Y ayudaría a Changbin, por supuesto.
—Ah... No creo que Changbin pueda hacerle frente a un gasto así —masculló—, ha invertido todo en ese dojang, todavía está pagando algunos préstamos. Encima, Minho hyung se irá de su casa y tendrá que pagar el alquiler él solo. ¿Cómo demonios va a conseguirlo sin ingresos? Además, parece no querer que nadie le eche una mano. Incluso ocultó lo del dojang, si no es porque Hyunjin se encontró con el doctor Song no sabríamos nada —se quejó, con las lágrimas amenazando con correr por sus mejillas—. Quiero ayudarlo, quería decírselo cuando llevé a Innie a su casa y me echó. Me dijo que no tenía que estar en su casa a esa hora y ni siquiera me dejó hablar —explotó, con su olor fluctuando entre la frustración, la tristeza y el enfado.
Bang Chan solo lo miraba fijamente con los ojos muy abiertos y la mandíbula apretada. Todo llegó a él como un cubo de agua fría, se sintió mortificado, humillado por su propia boca y por la confianza tan peculiar que daba el alfa a todo el mundo a su alrededor. Estuvo a punto de levantarse y echar a correr, pero el mayor fue más rápido y lo tomó de la muñeca adivinando sus intenciones.
—Así que es cierto...
—¿El qué? —ladró, tratando de protegerse de esa sonrisa traviesa que se formaba en la cara del otro.
—Que te gusta Changbin.
—Yo no he dicho...
—Oh, cielos, ¡Seungmin tenía razón! —Se rio como un maníaco y Felix se apartó con las mejillas enrojecidas, necesitaba salir del restaurante antes de que su orgullo quedara todavía más pisoteado—. ¿Por qué no le pides salir? Podríais tener una cita, Changbin es un gran tipo, me gusta para ti. Creo que hacéis una pareja genial.
—Hyung, basta...
—Minnie lo dijo desde el festival de primavera —continuó, todavía sonriendo como niño—, ay, Dios, va a estar insoportable porque "yo tenía razón, Christopher" —Hizo una mueca incómoda antes de volver a prestarle atención a Felix—. En cualquier caso, sabía que Changbin no está en la mejor situación económica, pensé en buscar algún sitio que pudiera permitirse. Podría hablar con uno de los agentes inmobiliarios con los que suelo trabajar. Le ofreceré ser su socio capitalista. Podrías invertir también. Confío en que será rentable. El caso es que la academia de taekwondo no desaparezca... Además, así podrías ayudarle, ¿no?
—Pero... ¿qué? Todo esto es... es demasiado Chan hyung.
—No lo es, mi gestor siempre dice que tengo que diversificar mis inversiones. Todavía tendríamos que encontrar un sitio y todo eso... pero sé que podría funcionar. Y, tal vez, la próxima vez que lo veas sí te deje hablar —Felix se sonrojó furiosamente, el alfa le revolvió el cabello sucio con una sonrisa comprensiva—. En general, creo que todos deberíais hablar más. Siento que tenéis un problema para comunicaros. Te gusta Changbin pero actúas como si no fuera más que una mota de polvo en tu abrigo...
—Eso no es verdad —se defendió, abrumado.
—Claro que lo es, Felix. No os he visto interactuar desde el día del UNO, cuando estaban tus hermanas.
—Nosotros hablamos, nos hemos visto... Es solo que... el otro día me echó —susurró, apretando la tela de sus pantalones en su regazo.
—¿Pasó algo más? ¿Dijiste algo o hiciste algo fuera de lugar? Quizá estaba de mal humor, tal vez no durmió bien...
—No lo sé, no lo sé —exclamó, negando con la cabeza.
Bang Chan era un amor de persona, pero también podía ser un poco abrumador. En ese momento, con ese trato casi paternal, hizo sentir realmente incómodo a Felix. Él no necesitaba que nadie lo cuidase como lo estaba haciendo ese hombre. No necesitaba que un alfa le dijera que debía comunicarse mejor, que le pasara la mano por los hombros o que lo consolara sobre el obvio desprecio que Seo había desarrollado por él recientemente.
Se levantó de un salto, dejando a su confundido jefe con la boca abierta.
—Tengo que irme.
—Espera, hay algo más que deberías saber...
—No, tengo que irme. Nos vemos mañana.
Y, como acostumbraba a hacer últimamente, huyó.
—Mamá... —llamó Hyunjin. La alfa levantó la cabeza del montón de papeles que tenía ante ella y sonrió. Se quitó las gafas y lo invitó a entrar al despacho.
—¿Cuándo llegaste?
—Acabo de entrar, papá me abrió la puerta.
—¿Te quedarás a cenar?
—¿Puedo?
—Claro que sí, cariño. Esta es tu casa.
Hyunjin vaciló un poco, dando unos pasos alrededor de la habitación mientras su madre lo miraba fijamente. Después de su visita a la mansión Yang, había sido incapaz de dormir en los últimos días. Eso se traducía en unas oscuras ojeras bajo sus ojos y un incómodo malestar en todo el cuerpo. Era como estar de resaca, pero sin la parte divertida de la fiesta.
Por eso acabó en casa de sus padres, buscando un poco de ruido porque la tranquilidad de su apartamento no podía ser más dolorosa. Era demasiado silencioso, demasiado frío y demasiado incómodo. Y ahí estaba, en la propiedad en la que pasó su adolescencia, debatiéndose sobre si debía o no contarle a su amada madre que Jeongin, el amor de su vida, el omega con el que quería envejecer, el hombre por el que hubiera estado dispuesto a todo, iba a casarse con alguien más.
La alfa se levantó del escritorio sin decir una palabra, su olor intenso a caoba lo rodeó. Un segundo después, lo empujaba hasta el sofá y lo instaba con decisión a apoyar la cabeza en su regazo. Hyunjin obedeció como un autómata. Cuando las manos de su madre le soltaron el pelo y empezaron a acariciar su cuero cabelludo, casi ronroneó.
—¿Es la exposición? —preguntó después de un rato. Él negó con la cabeza—. ¿Suni y Jisung están bien?
—Sí, Suni está muy emocionada por la bellota. Y Jisung tiene un poco de tripa ya. Está radiante —explicó, con los ojos cerrados y una sonrisa.
—Me alegro mucho —murmuró, masajeando la cabeza de Hyunjin hasta convertirlo en una masa sin huesos—. Entonces, es Yang Jeongin.
No era una pregunta, era una afirmación. Como si fuera inamovible que sus problemas tenían nombre y apellido. De hecho, su madre probablemente había preguntado por esas cosas para evitar precisamente decir ese nombre y ese apellido. Apretó más fuerte los ojos, frotando la mejilla contra la tela del pantalón de chándal que su madre vestía en casa. Era cálido y suave, de calidad, como todo su vestidor. Olía mucho a ella y a su padre, a su hogar, a estar seguro y sentirse amado. Porque los niños tenían que estar seguros y sentirse amados en su hogar. Aunque él ya no fuera un niño y tampoco viviera allí.
—Se escapó de la mansión —susurró. Los dedos se detuvieron dos segundos, antes de continuar con sus caricias calmantes—. Estaba descalzo cuando llegó a casa. Yang Doyun lo golpeó —Pudo escuchar el eco de un gruñido en el pecho de su madre—. Mamá... —dijo, bajando muchísimo la voz.
Cerró los ojos convencido de que ella podría arreglarlo, que sabría cómo ayudar a Jeongin o que, por lo menos, le quitaría ese dolor que le laceraba el pecho. Ella siempre lo hacía; cuando era pequeño y tropezaba, siempre le daba un beso y le decía que era mágico, que curaban todas las heridas. Y aunque Hyunjin todavía lloraría por unos minutos, ese placebo místico que tenían los besos de su madre lo hacían olvidarse de la herida y seguir jugando. Él quería seguir adelante, hacerlo de verdad y no a medias. Mamá me curará.
—Dime, cariño —instó ella, cubriendo con sus manos los ojos cerrados del chico.
—Jeongin se va a casar —La aspiración de su madre fue audible y su olor se intensificó, algo más agresivo, más alfa—. Jeongin se va a casar y no es conmigo. —Las lágrimas se escaparon de sus párpados cerrados, recorriendo su mejilla hasta que se acumularon en el chándal de su madre.
Le secó las gotas como pudo, sin dejar de acariciar su pelo negro. Hyunjin se sintió caer, como si hubiera resbalado por el borde de un precipicio y abajo solo estuviera el gélido mar en invierno. No hubo ningún beso mágico para aliviar el dolor de su esternón, no creía que hubiera suficiente magia en nadie como para hacerlo. Pero su madre lo intentó.
Lo abrazó más fuerte, levantándolo de su regazo para que estuviera sobre su pecho como cuando era un niño. La camiseta era suave contra su mejilla, pero todavía se resistió a abrir los ojos para mirarla, ahora de frente. Los brazos fuertes de la mujer lo apretaron y Hyunjin se sintió todavía más pequeño, tan minúsculo como un átomo vagando por el universo.
—¿Por qué no se casó conmigo? —preguntó contra la tela, ella arrulló, dándole un beso en la coronilla. Y era lo que llevaba preguntándose desde que se enteró.
¿Por qué me dejó? ¿Por qué no me permitió marcarlo? ¿Por qué no quiso pasar el resto de su vida conmigo y está dispuesto a pasarla con alguien más?
—Cariño, sabes que su abuelo no lo hubiera permitido... —susurró ella, defendiendo a Jeongin con una verdad. Una que dolía más que el propio abandono: que Jeongin nunca lo vería como nada más que un acceso de rebeldía pasajera, como algo que empezó para terminar.
—Pero yo lo quiero, mamá... ¿Por qué Yang Doyun no puede ver lo muchísimo que lo amo? —Sabía que era infantil, que su tono combinado con el llanto impotente lo hacían sonar como un niño enfadado. No le importó, era su madre y con ella todo eso daba igual—. ¿Por qué me odia tanto? Yo no he hecho nada... ¿Por qué una maldita rivalidad empresarial nos hizo esto?
—Cariño... —La mujer apartó la cara de Hyunjin de su pecho y pudo verla a través de sus pestañas húmedas—. Hay algo que deberías saber.
El alfa no pudo hacer nada más que escuchar y llorar.
Jeongin odiaba estar molestando a Changbin en su casa, sin nada que hacer, aterrorizado de volver a la oficina, a la mansión o incluso de salir. Así que se mantenía en la habitación de Minho el mayor tiempo posible, simplemente sentado en la cama mirando al techo. Seo lo obligaba a salir para comer algo, normalmente ramen instantáneo, ver la televisión y hablar de cualquier cosa. Le parecía que estaba haciendo su mejor esfuerzo por acogerlo y lo apreciaba enormemente. Sin embargo, él no sabía cómo corresponderle. Era un poco demasiado intenso y Jeongin era un inútil social.
Minho hyung vino al tercer día y se sintió realmente incómodo porque, al final, estaba ocupando su habitación aunque él casi no pasara por allí.
—No te preocupes, solo vengo a ver como estáis y a hacer algo de comida. Supongo que no habrás estado comiendo bien —comentó, sacando un montón de verduras de las bolsas.
—¡Ey! Lo he estado alimentando, hyung —se quejó Changbin, sentado a su lado en el sofá.
—De ramen y papas fritas —replicó Minho, con conciencia.
Siguieron discutiendo, pero Jeongin no les prestó atención. Solo podía pensar en cómo salir de allí, en cómo aportar algo a esa causa, en qué sería ahora de él. También pensaba en sus amigos, en si ellos serían los siguientes. ¿Haría su abuelo algo para fastidiar a Bang Chan y Seungmin? ¿Buscaría a Felix? ¿Encontraría a Jisung y Minho? ¿Sería capaz de hacerle más daño a Changbin? ¿Se atrevería a encontrar a Hyunjin?
El olor llegó a él de repente, era una minúscula partícula casi imperceptible, pero teniendo a Minho tan repentinamente cerca, fue inconfundible para Jeongin. El sándalo se había impregnado en la ropa de Lee y despertó en él una respuesta pavloviana.
—...bien? —El profesor le estaba haciendo una pregunta que no escuchó.
—¿Qué? —Levantó los ojos hacia él, aspirando sonoramente para tratar de aislar el aroma de Hyunjin del café y la lavanda.
—¿Estás bien? —Asintió, mirándolo como si no lo hubiera visto nunca. ¿Había estado Hyunjin en casa de Jisung? ¿Por qué estaba allí? ¿Le había pasado algo? ¿Tenía algún problema? ¿Su abuelo había empezado su castigo por haber escapado una vez más?
—¿Hwang Hyunjin está bien? —preguntó de pronto. Los enormes orbes de Minho se abrieron con sorpresa y se enderezó. Changbin murmuró algo a su lado—. ¿Le pasó algo a Hyunjin? —insistió.
—¿Qué? ¿Por qué preguntas eso?
—Hueles a él —contestó, decidiendo que la sinceridad era lo mejor teniendo en cuenta como de mal podrían ponerse las cosas—. ¿Mi abuelo ha hecho algo contra él?
El maestro resopló, como si estuviera cansado. Se dejó caer en el sofá a su otro lado, Jeongin se sintió repentinamente aprisionado por los dos cuerpos. La mano de Changbin estaba en su espalda, haciendo círculos calmantes aunque no se lo había pedido.
—Hyunjin fue a hablar con tu abuelo —murmuró Minho sin mirarlo. Su olor se agrió, igual que el de Changbin. Era un poco abrumador estar rodeado por dos alfas que no controlaban sus feromonas—. Vino a casa anoche, se quedó a dormir con Suni —aclaró.
—¿Qué le hizo harabeoji? —insistió.
—Jeongin, creo... —Minho suspiró—. Creo que deberías saber que Jisung... Bueno, nosotros... —Miró a Changbin y cerró la boca. Pasaron unos segundos hasta que habló de nuevo—. Tal vez sea mejor tratar este tema en otro momento, ¿vale? Hyunjin está bien, tu abuelo no le hizo nada. —Se levantó del sofá y volvió a la cocina.
Jeongin sabía que era una mentira. De hecho, sabía que su secreto había saltado por los aires.
***
Buenosdías,buenastardes,buenasnoches, navegantes.
Queda tan poco para terminar y me da tanta pena T_T
Mentira, estoy feliz de que esté acabando porque tengo preparada mi siguiente historia MUAJAJAJA
¡Nos vemos en el infierno!
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