23. Se va a casar

No era la mejor de las ideas, pero tampoco se podía decir que Hyunjin fuera ningún genio. Más bien, era experto en dejarse llevar por el primer impulso y no pensar en las consecuencias de sus acciones.

Aunque tampoco se podía decir que ese fuera un acto realmente pasional. Llevaba casi 72 horas gestando la mejor forma de enfrentarse al desastre que su alfa estaba haciendo dentro de él desde que encontró a Jeongin en el sofá de la casa que compartieron. Podía estar orgulloso, esperó dos noches enteras en las que el omega durmió en casa de Changbin (para absoluta consternación de su lobo) antes de aparecer en la puerta de esa mansión.

Y ya había tenido suficiente.

Llamó a la verja exterior componiéndose, enderezando la espalda y tirando de las solapas del traje oscuro que se había puesto solo para tratar de imponer un poco más de respeto. Nadie contestó al telefonillo, pero la puerta se abrió. Si estaba recorriendo el largo camino hasta la entrada a pleno día, no se atreverían a hacerle daño. O de eso se convenció.

Solo había avisado a Jisung de su plan, a pesar de que el hombre se volvió tan loco que tuvo que poner su teléfono en silencio. Se le escapó una sonrisa recordando cómo le explicaba a Minho lo "desquiciado" que parecía estar Hyunjin por ir a "arriesgar su vida". Y todavía la gente osaba llamarlo dramático a él.

El portón de madera se abrió antes de que llegara y una mujer uniformada le hizo una reverencia que imitó. Le proporcionó unas zapatillas blancas sin levantar la cabeza del suelo y lo invitó a pasar al salón.

Hyunjin nunca había estado en ese lugar y hubiera preferido no tener que pisarlo jamás. El ambiente era cálido, a pesar de la altura de los techos y la frialdad del mármol blanco. Seguramente era de Carrara, no creía que pudiese haber menos que puro lujo allí.

—Hwang Hyunjin, qué sorprendente visita. —La voz llegó desde su espalda y se volteó manteniendo la expresión estoica.

Yang Doyun era ligeramente más alto que él a pesar de su avanzada edad. Conservaba la mandíbula marcada que, de alguna manera, le recordó a Jeongin. Sin embargo, allí terminaban las similitudes. No era solo que su cara fuera completamente distinta, era ese aura de gobernador del mundo que le ponía los pelos de punta.

El anciano sonrió falsamente e inclinó la cabeza. Hyunjin reaccionó doblando su espalda, aunque no tanto como lo exigiría el protocolo.

—Yang Doyun-ssi, gracias por recibirme.

—No me quedaba otro remedio, apareciste en mi puerta —respondió con desdén—. Sígueme, hablemos en mi despacho.

Lo siguió hasta una habitación en el pasillo, dejando atrás el recibidor y una enorme sala de estar con sillones grises en los que parecía que nadie se había sentado nunca. El despacho era igual de aséptico, todo gris, negro y blanco. Apenas había decoración en las estanterías en las que se ordenaban un sinfín de archivadores exactamente iguales.

El hombre se sentó tras el escritorio y con un movimiento medido de su mano, lo invitó a hacer lo mismo al otro lado. Por supuesto, obedeció, aunque lo que quisiera era huir de allí lo más rápido posible.

—¿A qué debo esta repentina visita?

—Es consciente de por qué estoy aquí —contestó, reprendiéndose a sí mismo automáticamente por su temperamento.

—Ah... Entonces Jeongin acudió a ti —murmuró, como si no importara nada—, me preguntaba con cuál de vosotros habría ido a lloriquear. —La rabia hirvió en su pecho, salpicando todo alrededor. Tuvo que apretar los dedos en su regazo para no golpear al viejo.

—Déjelo en paz de una vez —gruñó, con su autocontrol pendiendo de un hilo muy fino—. Deje que mantenga a sus amigos, ya hace todo lo que usted quiere, ¿qué problema hay con que comparta su tiempo libre con ellos?

—Yo no tengo ningún problema con que Jeongin tenga amigos —mintió. Hyunjin estalló.

—¿Entonces por qué compró la academia de taekwondo? Ese edificio ni siquiera tiene tanto valor —exclamó, un poco más nervioso—. ¿Por qué demonios quiere alejarlo de ellos? —Alejarlo de mí.

—Ah... Creo que estás confundido, joven Hwang. ¿No te contó Jeongin que esa compra fue su culpa? —Los ojos de Hyunjin se abrieron sin que pudiera controlarlo. El viejo sonrió como un zorro astuto—. Veo que no... Jeongin cometió un gravísimo error y se comportó deshonrosamente, seguramente comprenderás que no puedo dejar que mis herederos se salgan del camino...

—¿Tener amigos es salirse del camino? —interrumpió. De verdad no tenía ningunas ganas de soportar ni una palabra más—. ¡¿Ir a una barbacoa es algo deshonroso?! ¡POR DIOS! Está tan malditamente obsesionado con controlarlo que lo está aplastando... —Estaba casi chillando, pero le dio igual, podía permitirse levantar la voz porque ese viejo no merecía su respeto—. Si el problema soy yo, que sepa que no nos hemos acercado. Acepté nuestra ruptura —Podía permitirse esa licencia, no es que fuera a confesarle a ese hombre que en realidad el omega ocupaba un porcentaje muy alto de su corazón—. Si es necesario no volveré a estar en la misma maldita habitación que él. Pero déjelo en paz, déjelo ser una persona normal. —La carcajada del alfa mayor lo dejó frío, tieso como una estatua. Las palabras se le atragantaron en la garganta cuando el hombre hasta fingió secarse una lágrima.

—No lo malinterpretes, joven Hwang, no considero que seas un peligro para la rectitud de Jeongin. Ha demostrado perfectamente que lo vuestro terminó —escupió, regodeándose en el dolor que sus feromonas delataron—. Pero no puedo permitir que aparezca a altas horas de la noche oliendo a cualquier cosa —Reposó la espalda contra la silla, sin perder la sonrisa fría—. ¿Qué imagen daría la familia Yang si permitiera que un alfa vaya a buscar a mi nieto ante los ojos de su prometido?

El estómago de Hyunjin se apretó con violencia.

¿Prometido?

—Qué... —Salió como un suspiro por la falta de aliento.

La sonrisa del anciano se amplió imposiblemente. No creía que hubiera visto al hombre más feliz jamás. La mueca fue como si empujara la daga que tenía en el pecho más profundamente, su esternón abriéndose bajo la hoja afilada, sus pulmones dañados por la presión, su corazón recibiendo el filo para detenerse con un estruendo.

—Ya veo que no se lo dijo, joven Hwang —dijo, con un tintineo de pura alegría en su tono.

Hyunjin quería llorar, sentía sus ojos llenos de lágrimas, el dolor emocional convirtiéndose en uno físico y palpable. Llevó su propia mano a su pecho en un intento vano de aliviar sus apretadas costillas. Pero no sirvió para nada más que para darle una nueva victoria al hombre frente a él.

Su olor a sándalo se sintió quemado, oscuro y triste. Tan puramente deprimido que inundó la habitación. Hyunjin ya no podía controlarlo, no podía controlarse a sí mismo.

—Me aseguraré de hacerle llegar la invitación de la boda, joven Hwang —añadió, regodeándose en el silencio de Hyunjin—. Ahora, debo pedirle que se marche. Y, por favor, dígale a mi nieto que mañana cenará con su prometido. Olvidó su teléfono móvil aquí.

Y se levantó de allí, abandonándolo en un despacho que no era suyo, con la garganta tapada. Era como haber tragado cemento húmedo: espeso, pesado y asfixiante. Ni siquiera recordaba cómo demonios salió de allí, pero, al llegar a su coche, gritó con tanta fuerza que la voz se le quebró.

—Y entonces un pájaro se posó en el hombro de Hoshi. ¿Te lo puedes creer? Fue genial, parecía Blancanieves —exclamó Suni, mirando directamente a la barriga de Jisung.

—¿Qué clase de pájaro era? —preguntó él. La niña lo miró confundida.

—Eso da igual —Volvió a dirigirse al bulto de su tripa—. Lo que importa es que Hoshi es tan especial que hasta los pájaros lo quieren. Tú también vas a quererlo mucho, él siempre pregunta por ti.

—No da igual, la bellota dice que quiere saber qué clase de pájaro era. —Suni levantó los ojos de su ombligo de nuevo y se sentó más recta en la alfombra en la que estaban ambos.

—Eso es una mentira, papá, la bellota todavía no puede hablar. Está aquí dentro —replicó, acariciando con sus manitas la piel ligeramente distendida.

—Pero yo sé que quiere saberlo...

—Era un gorrión —interrumpió Minho, saliendo de la cocina con dos tazas de leche para dejarlas sobre la mesa de café junto a ellos.

—¡Un gorrión! ¡Eso es! —chilló Suni—. Un gorrión se posó en el hombro de Hoshi y todos nos quedamos super quietos. Ojalá cuando nazcas se le pose otro gorrión para que puedas verlo.

Minho sonrió con ternura y se sentó a su lado en el suelo, acariciando también la tripa de Han. El omega ronroneó complacido.

—Esta semana tuvimos examen de matemáticas —continuó ella, hablando al ombligo del omega.

—¿Examen? —preguntó Jisung, mirando al alfa. El hombre rodó los ojos.

—Fue una prueba de sumas y restas —aclaró—. Levántate para tomar la leche.

—¿No puedes darme una cañita?

—Si bebes tumbado te ahogarás, papá —reprendió la niña, antes de posar su mejilla regordeta sobre su piel—. Hay que comer y beber sentado, bellota. —La niña se incorporó y fue hasta la mesa para dar un par de sorbos a su taza de Hello Kitty. Jisung se levantó refunfuñando.

—No hagas berrinche, Hannie...

Riiiing. El sonido del telefonillo del portón del edificio los sobresaltó a los tres. Minho fue hasta la puerta, dejando a los otros dos sentados en la alfombra.

—Hmmm... Jisung...

—¿Qué?

—Creo que deberías abrir tú...

—Ay, no, no quiero levantarme, si es Felix solo dile que pase —se quejó, tumbándose de nuevo en el suelo y arrastrando con él a la risueña niña.

—Jisung...

—Noooooooo —lloriqueó, enterrando la cara en la tripa de su hija para hacerle pedorretas. Ella rio mucho más fuerte, tratando de escapar.

Ding Dong.

El timbre de la puerta del apartamento se escuchó alto entre las carcajadas de Suni. Minho resopló audiblemente, pero abrió sin exigirle nada más a Han. No hubo ningún sonido más, no hizo falta. El olor a sándalo se coló en la estancia suavemente y era terrible, tan terrible como en los malos momentos de Hwang.

Jisung se levantó de un salto, dejando a una Suni desconcertada colocándose el pijama. Se acomodó su propia camiseta mientras trastabillaba hasta el recibidor. Se encontró de frente con la cara hinchada de Hwang. El alfa hizo un puchero, como si estuviera aguantándose el llanto y Jisung tuvo un desagradable dejavú.

Minho, bendito sea, se apartó de la puerta para dejarlo entrar. No hubo una mala mirada, ni siquiera feromonas posesivas o un gruñido de los que tanto soltaba últimamente. Hyunjin dio un paso inseguro en la casa, observando al alfa, tratando de hacerse mucho más pequeño.

—¿Estás bien? —preguntó Jisung en un susurro, estirando su mano. El otro negó con la cabeza mientras se sacaba los mocasines de los pies. Dos segundos más de tensión incómoda y, de repente, estaba cayendo contra el omega.

Técnicamente, no se podría considerar un dejavú porque, en realidad, había vivido exactamente lo mismo un tiempo atrás.

«Es el día de la marmota»

Jisung era como Bill Murray, abrazando al muchacho más alto que gimoteó contra su hombro. Otra vez. Y su olor era desgraciado y miserable. Otra vez. La diferencia es que ahora tenía a su flamante novio con los ojos tan abiertos que parecía que se saldrían de las órbitas justo detrás de Hyunjin.

—Lleva a Suni a su habitación —susurró. Minho asintió.

—Lo siento —sollozó el alfa en sus brazos.

—No hay nada que sentir, puedes ir a hablar con ella después si quieres... cuando estés más tranquilo —murmuró, acariciándole el pelo.

El chico sorbió por la nariz y asintió. Todavía estuvieron en la misma posición unos minutos. Escuchó a Minho llevarse a Suni entre protestas, pero le prometió que le explicaría todo después, así que no se preocupó porque desobedeciera. Mientras, seguía rascando el cuero cabelludo del alfa alto que parecía tan frágil siempre que estaba triste. Jisung se preguntó si tendría que ver con que Jeongin estuviera durmiendo en casa de Changbin.

—¿Qué tal si nos sentamos en el sofá? —Tiró de su cara para limpiar sus mejillas húmedas y se dirigieron juntos al salón. Se sentaron y el alfa apoyó la cabeza en su hombro.

—Hueles tan bien ahora, es como un calmante —dijo, con un puchero en su boca—. Me siento mal por haber echado a Minho...

—Tranquilo, estará leyéndole un cuento a Suni o jugando a la Nintendo, todavía no es la hora de acostarse.

—Llevo todo el día sentado en mi coche —soltó de pronto. Jisung entendió por qué su traje estaba arrugado y su pelo grasiento.

—¿Has cenado?

—No tengo hambre... —se acurrucó un poco más junto a él.

—¿Qué está pasando, Hyunjinnie?

—El universo me odia. Siento que nunca me sale nada bien...

—¿La exposición?

—No. Jeongin. —Ah, eso tenía sentido.

—¿Es porque está en casa de Changbin? Sabes que hyung no le hará daño...

—No, Jisung, que esté en casa de Changbin es el menor de mis problemas —resopló.

—¿Entonces? —Un segundo, dos segundos, tres segundos en los que el silencio solo se vio roto por una respiración cortada de Hyunjin.

Olía terriblemente mal, igual que el día que Jeongin lo dejó. Joder, había pasado el tiempo suficiente. Aunque Jisung supiera que Hyunjin nunca se recuperaría del todo, aunque todavía lo encontraba mirándolo con ojos anhelantes cuando creía que nadie lo veía, debería estar mejor. Lo suficientemente bien como para no aparecer en su casa un martes por la noche con la cara hinchada de llorar y su ropa hecha un asco.

—Jeongin se va a casar. —El susurro fue tan bajo que Jisung casi se lo perdió.

Casi.

Un ruido atronador le llenó los oídos, su pecho se sintió como si el peso de la cabeza de Hyunjin sobre él fuera el de una losa de cemento. Un millón de sentimientos explotaron al mismo tiempo dentro de él. Estaba confuso, enfadado, triste y asustado. Hyunjin sollozó un poco más, pero ni siquiera era capaz de reponerse para consolarlo. Lo único en lo que podía pensar era en lo extraño que había estado Jeongin, en sus ausencias continuadas, en lo jodidamente deprimido que parecía siempre que se veían, incluso cuando florecía al jugar con los niños o bromeaba cruelmente con Seungmin. De repente, todo tenía sentido, todo encajaba perfectamente en su cabeza.

—¿Lo sabías? —preguntó el alfa, sacándolo de sus pensamientos. Frunció el ceño ofendido y se enderezó en el sillón.

—Por supuesto que no.

—Dime la verdad, Jisung —rogó, con su cara desencajada—. ¿Soy el último en enterarme? Joder... Hice el ridículo delante de su abuelo. Quedé como el puto imbécil que soy porque ninguno de vosotros me dijo nada —se quejó, alejándose del omega.

—Te he dicho que no sabía nada...

—Os lo contáis todo. Jeongin siempre está con Changbin y Felix —interrumpió, haciendo enfadar a Jisung.

—Pues esto no me lo dijo. Deja de poner en duda mi palabra —gruñó Jisung, elevando el tono de voz.

—¿Va todo bien? —Minho apareció en la sala con la mandíbula apretada y la mirada inquisidora.

Jisung se desinfló como un globo pinchado, todo se convulsionó dentro de él y de pronto solo tenía muchísimas ganas de llorar.

¿Por qué no pueden ser felices? ¿Por qué Jeongin tiene que pasar por esto? ¿Por qué nos lo ocultó?

Su labio inferior tembló y Minho ya estaba atravesando el salón para tomarlo entre sus brazos y apartarlo de Hyunjin. Sus feromonas eran protectoras, más una advertencia que un ataque. Agradeció, en el fondo de su corazón, que su novio tuviera muchísima más paciencia que él, porque si viera eso desde fuera, trataría de sacarle los ojos a cualquiera que hiciera daño a su alfa.

Hwang pareció hacerse todavía más pequeño, el puchero le recordó a su hija y, desde su lugar, entre los brazos de Minho, se apiadó de él.

—No, no... él no tiene la culpa —dijo, entrecortadamente.

—Te escuché gruñir, Hannie.

—No estaba gruñendo —Minho levantó una ceja, apretando sus mejillas entre los dedos cálidos. Decidió que sería mucho más fácil decir las cosas directamente porque andarse con rodeos nunca funcionaba con el alfa—. Jeongin se va a casar —soltó.

La cara del profesor se puso todavía más pálida. Su expresión de horror casi reflejaba lo que sentía él mismo.

—¿Con quién? ¿Por qué no ha dicho nada? ¿Cómo os habéis enterado? —preguntó, a trompicones.

—No lo sé, no lo sé, no entiendo nada, jagi, estoy muy confundido —confesó, enterrando la cara en el cuello de su novio.

—Me lo dijo el anciano Yang —escupió Hyunjin, con su voz apagada.

—¡Puede ser una mentira! —exclamó Jisung apartándose un poco del alfa—. Te dije que no fueras a su casa, ese viejo te odia, joder, te lo dije.

—¡¿Por qué me iba a mentir?!

—¡Para hacerte daño, maldito cabeza hueca!

—Ey, calma los dos —interrumpió Minho, tomando a Jisung de la muñeca—. Suni todavía está despierta, está viendo una película en su habitación, así que vamos a ir a la cocina y nos vamos a tomar una tila los tres, ¿entendido?

Como dos niños regañados, Hyunjin y Jisung fueron rezongando hasta entrar en la cocina. Se sentaron uno a cada lado de la mesa mientras Minho, haciendo alarde de su estoicidad, llenaba el hervidor de agua.

Hicieron falta unos pocos minutos de silencio antes de que alguno empezara a hablar.

—Siento haber irrumpido así en vuestra casa, hyung. —Hwang fue el primero en hablar y Jisung no pasó por alto que había dicho vuestra cuando en realidad aquel hombre era el único dueño de ese apartamento. Se sintió fatal por haberle gritado cinco minutos antes.

—No te preocupes, Hyunjin... —susurró Jisung, estirando la mano sobre la mesa para tomar la del alfa.

—¿Puedes contarnos algo más?

—No... Solo me dijo eso y me echó. Y yo estaba tan... mal... que solo obedecí. Joder, ¿qué demonios está pasando? ¿Se está casando en contra de su voluntad? ¿Es un matrimonio concertado? Jesucristo, estamos en el siglo XXI, ¿todavía existe esa mierda? —Su voz descendió hasta que apenas era un susurro—. ¿Jeongin se enamoró de alguien más?

—No —negó el omega, categórico—. Nos lo hubiera contado, hubiera hablado de esa persona. No, tiene que ser cosa de su abuelo, es ese puto viejo.

—Hannie, por favor, cálmate —pidió Minho, acariciándole la rodilla.

—No puedo calmarme, es imposible que Jeongin esté enamorado de alguien más.

—No lo sabes a ciencia cierta. —Y era verdad, pero la mirada destrozada en los ojos de Hyunjin le recordaba demasiado a la del propio omega. Jeongin estaba tan enamorado de Hwang como el primer día, probablemente mucho más ahora que no podía tenerlo cerca.

—Yo lo sé, lo sé perfectamente.

—Hannie...

—No, ningún Hannie. Esto es cosa de Yang Doyun. Y no pienso rendirme sin pelear.

—Jisung, esta no es nuestra guerra —gimió Hyunjin—. Por más que haya querido hacerla mía, no lo es. No podemos hacer nada si Jeongin ha aceptado...

—Cállate la boca, Hwang Hyunjin —ordenó—. Si has venido aquí es porque necesitas un ejército.

Jagi, Hyunjin tiene razón, no es tu batalla, ni siquiera es una batalla. Jeongin es un adulto. No puedes hacer nada.

—Por supuesto que haré algo. Lo haremos todos. Jeongin no se va a casar con alguien que no quiera mientras yo viva.

—Por favor, ¿puedes calmarte? ¿Tengo que recordarte que estás embarazado? —gruñó Minho, un poco exasperado.

—Precisamente por eso, no quiero tener que contarle a la bellota que dejé que su tío Innie fuera infeliz —Jisung se levantó y rodeó la mesa para tomar a Hyunjin por los hombros y mirarlo a los ojos—. Jeongin no se va a casar. Esta es nuestra guerra porque él es nuestro, es parte de nuestra familia. Y nosotros no abandonamos a la familia ni siquiera cuando irrumpe en nuestra casa a altas horas de la noche —El alfa apretó la boca en una línea fina—. Nosotros protegemos a nuestra familia y vamos a sacar a Jeongin de ese infierno —miró a ambos chicos y, determinado, concluyó—. Somos una manada. Y protegemos a la manada. ¿Entendido?

Su lobo ladró de acuerdo dentro de su cabeza y se acicaló cuando los dos alfas asintieron sin decir una palabra más. Salvaría a Jeongin costara lo que costara.

***

Jisung tipo La Húngara cantando: Tengo que impedir esa boda, tengo que impedir que se case...

Hoy terminé de escribir un capítulo muy divertido que subiré dentro de muchos días porque es el 31 jijiji

¡Nos vemos en el infierno, navegantes!

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