16. Avísame

Hyunjin se echó a reír cuando vio a Jisung correteando de un lado al otro del apartamento con una camiseta negra y un pantalón vaquero que, para su consternación, no le cerraba.

—Estás embarazado, es normal que las cosas empiecen a quedarse pequeñas —avisó, tomando a Suni en sus brazos para darle un beso en la mejilla.

—Eso le dije —secundó Minho. La mirada de odio que lanzó el omega los puso rígidos a los dos.

—¿Estás diciendo que estoy gordo?

—No, jagi, estás perfecto.

—Parece que estás insinuando que estoy gordo —insistió el tarado, con las manos en la cintura—. Si estoy gordo es por tu culpa, Lee Minho.

—¡No he dicho que estés gordo, Jisung! —lloriqueó el alfa. Hyunjin volvió a reírse.

—Lo insinuaste.

—Jisung, dale un respiro al hombre —intervino, dejando a Suni en la alfombra del salón.

—¿Ahora estás de su parte? ¿También piensas que estoy gordo? —gruñó.

Oh, no, Hyunjin no quería ser el objetivo de un temperamental omega embarazado. Ya había pasado por ahí y no estaba dispuesto a hacerlo de nuevo. Levantó las manos en señal de rendición y negó con la cabeza. La niña los miraba como si estuviera viendo un capítulo de su serie favorita. Solo le faltaba un cuenco de cotufas.

Jagi, ponte otro pantalón...

—¡Quería ponerme este! —exclamó—. Es la primera vez que Bang Chan y Seungmin vienen a casa, quería estar presentable —se quejó, bajando los brazos como si toda la ira se hubiera evaporado. De pronto, parecía totalmente desinflado. Hyunjin se alegró secretamente de que Minho fuera el que tuviera que enfrentarse al peor de los Jisungs que conocía.

El alfa se acercó a él y le acarició las mejillas, Hwang apartó la mirada para darles un poco de privacidad y se acuclilló junto a la niña.

—¿Estás pintando?

—Sí, papá no me deja sacar los juguetes hasta que llegue Hoshi —refunfuñó ella—. Me obligó a recoger mi habitación...

—Tienes que mantener tu habitación recogida.

—Ni tú ni papá la mantienen recogida —replicó, con una ceja levantada. Hyunjin se preguntó quién demonios le habría enseñado a hacer esa mueca.

—Esa no es excusa, Han Suni.

—¡Solo quería sacar algunos juguetes! Y se puso como loco diciéndome que Hoshi pensará que soy desordenada. Menos mal que Minho oppa me ayudó a ordenar —resopló, tomando un crayón de la caja para pintar en el dibujo.

—No pienso ayudarte a hacer la cena —exclamó Jisung de pronto, desapareciendo por el pasillo. Hyunjin se giró para mirar a Minho, que parecía perdido y confuso.

—Puedo echarte una mano, Minho hyung... —ofreció con timidez. El alfa lo miró y pareció debatirse unos segundos, pero asintió cuando vio la hora en el reloj—. Pórtate bien mientras ayudo con la cena, Suni.

—Yo siempre me porto bien. —Hyunjin rodó los ojos mientras seguía al alfa hasta la cocina.

Mierda, aquello era un banquete. Era capaz de contar cuatro elaboraciones diferentes en fila en la encimera. Olía como la casa de sus padres cuando su niñera cocinaba todas las delicias que amaba. El horno estaba encendido y todavía había un gran caldero de lo que parecía sopa a fuego lento sobre la vitrocerámica.

—¿Puedes ir poniendo la mesa? Sé que eres el invitado, pero Jisung está... indispuesto...

—Tranquilo, conozco esas "indisposiciones" —tranquilizó con una sonrisa—. Pondré la mesa.

Obedeció las órdenes, llevándose todos los platos y vasos a la mesa de comedor que había en la otra estancia. Habían sacado las sillas de la cocina y estarían un poco apretados, pero todavía le pareció adorable que quisieran hacer esa cena para contar la gran noticia a sus amigos.

Hyunjin colocó diez platos y servicios completos lo más elegantemente que pudo. Mentalmente, nombró a todas las personas que eran cercanas a Jisung y una llamita de esperanza se encendió en su corazón. Según sus cálculos, ese décimo plato era para Jeongin, para el escurridizo y dolorosamente bonito Jeongin, al que no había vuelto a ver desde la fiesta en el jardín de Bang Chan.

Alguien llamó a la puerta y unos segundos después el código de seguridad se abrió con un pitido.

—¡Estoy en casa, familia! —exclamó Felix, sacándose las zapatillas sin cuidado en la entrada.

Suni chilló y corrió hasta el recibidor, lanzándose a las piernas del omega como si hubiera vuelto de la guerra. Hyunjin rodó los ojos de nuevo.

—Mi hermosa bebita, déjame que ponga estas bolsas en la cocina y te abrazaré apropiadamente.

—¡Tío Lixie, hace diez años que no te veo!

—Tienes cinco años, eso es matemáticamente imposible —corrigió Hyunjin con una sonrisa—. Dame las bolsas, yo las llevaré.

—Oh, genial, pelotinto.

—¡Tío Lixie! ¡Papi ya no es pelotinto!

—Quien es pelotinto una vez, lo será para siempre...

—Tienes el pelo decolorado, Felix —gruñó él, llevándose las bolsas mientras el omega reía y subía en brazos a la niña.

Colocó la carga sobre la mesa y sacó los contenedores con cuidado. Uno de ellos tenía una etiqueta con un pequeño ¿gato? dibujado. La miró confundido, echando un vistazo a la pequeña tarta que había dentro.

—Es la de Hoshi, no puede pasarse con el azúcar.

—Ah, ¿es diabético?

—No, pero no le sienta bien el azúcar, por eso le hace postres especiales —contestó Minho con una sonrisa suave. Hyunjin asintió, aunque no entendía mucho. Pensó que Felix era mucho mejor persona de lo que creía—. ¿Puedes ir llevando los acompañamientos? Están en la nevera.

Hyunjin hizo lo que le dijo, cruzándose con el omega que trataba de quitarse el abrigo con un pequeño koala con forma humana colgado de su cuello. Colocó todo como le pareció más estético, demorándose para volver a doblar un par de servilletas.

—¡Lixie, amor mío! —exclamó Jisung, apareciendo frente a él con una camisa blanca, una rebeca azul celeste y... ¿los mismos vaqueros?

—¿Cómo está mi omega favorito? —preguntó el rubio, acercándose para estrecharlo en un abrazo con su mano libre. Suni pellizcó la mejilla de su padre.

—Estás muy guapo, papá.

—¿De verdad lo piensas? —cuestionó, poniendo un puchero.

—Claro que sí, eres el más precioso del mundo.

—¿No estoy gordo?

—No, papá, estás muy bonito.

—Hola, Felix —saludó Minho, colocando los cuencos con arroz en la mesa.

—Hola, hyung —Tardó un segundo en girarse y agarrarle la barbilla a Jisung, mirándolo gravemente—. ¿Quién te dijo que estabas gordo, Sungie?

—¡Minho y Hyunjin! —mintió el otro. El australiano se giró hacia ellos con fuego en los ojos, su olor se espesó todavía más. Hwang volvió a levantar las manos, aterrorizado y el profesor no parecía estar mejor, parado a su lado como una estatua.

—¡¿Cómo os atrevéis?!

—¡No le dije que estaba gordo! —se defendió Hyunjin—. Y él tampoco. Solo le dije que era normal que alguna ropa no le cerrara. Como ese vaquero, pero míralo, lo lleva puesto y todo está muy bien, así que todavía le sirve... —añadió, nervioso. El puchero de Jisung se hizo más profundo y se levantó la camiseta enseñando el botón desabrochado.

—¡No me sirve, idiota! —gritó.

Hyunjin abrió mucho los párpados. Estaba aterrado. Sabía cómo funcionaban las rabietas de Jisung y esta podría ser muy grande si alguien no la solucionaba. El problema era que cada vez que hablaba parecía empeorarlo.

—Papá... No llames así a papi —murmuró Suni, haciendo exactamente el mismo puchero que el omega.

—¡Ves, Lixie, ahora ha hecho llorar a mi ardillita!

Jagi, calma, por favor, respira hondo —intervino Minho, como si despertara del letargo cuando vio a su novio y a la niña al borde del llanto.

Atravesó la sala y arrastró a Jisung hasta sus brazos. El omega pegó la cara a su cuello y aspiró sonoramente. Hyunjin sintió como las feromonas calmantes del alfa se expandían por la habitación, todavía algo opacadas por el intenso olor de Felix. Jisung tardó unos segundos en calmarse, pero las caricias de Minho parecieron suficientes para evitar el colapso.

Gracias a Dios que no tengo que pasar por esto.

«Y dilo, hermano», secundó su lobo, que todavía parecía tener el rabo entre las patas.

Llamaron a la puerta en ese instante, reventando la extraña burbuja con el pitido estridente. Felix fue a abrir directamente y él volvió a quedarse en el salón mientras Minho y Jisung se hacían mimos. El horno sonó también, avisando de que lo que fuera que se estaba cocinando había terminado.

—Vete a recibir a los invitados, terminaré de sacar la comida.

—Te echaré una mano —murmuró, como si quince minutos antes no hubiera asegurado que no lo haría.

—No, Hyunjin me ayuda, ¿verdad? —Ambos lo miraron y él se sintió como en el colegio, cuando la profesora lo hacía levantarse para responder a una pregunta que no sabía. Así que solo asintió.

Al mismo tiempo que entraban a la cocina, la puerta del apartamento se abría y un montón de voces emocionadas hablaban al mismo tiempo. Ayudó a Minho a servir la sopa en los cuencos mientras escuchaba a Hoshi y Suni gritar y sus pequeños pasos corriendo por el apartamento. Pusieron toda la comida que pudieron en dos bandejas, pero todavía habría que dar otro viaje al menos.

Changbin entró a la cocina con una sonrisa y le dio un golpe en el hombro a Minho. Agarró la bandeja que Hyunjin tenía en las manos como si no pesara nada y salió al salón directamente. Lo siguió con la otra, llegando a la mesa con pasos inseguros, temiendo tirarlo todo por el camino.

El profesor de taekwondo colocó los cuencos en su lugar, ayudándolo a vaciar su carga sin tirarla.

—Gracias...

—Siempre a tu servicio, Hwang —contestó con un guiño coqueto. No pudo evitar sonrojarse.

—¡Hola, Hyunjin! —exclamó Bang Chan, atrayéndolo para un abrazo apretado. Se había acostumbrado a esas muestras abiertas de afecto del australiano. Le parecían adorables, en ocasiones, le gustaba sentirse así de querido.

Y entonces miró hacia el sofá.

Y pensó que quería sentirse aún más querido. Que los brazos que lo rodearan fueran los del omega que estaba sentado rígidamente entre Seungmin y Felix. Su cara estaba caliente, así que estaba seguro de que estaba sonrojado hasta las orejas.

Jeongin estaba brutalmente guapo, como siempre. Estaba tan bien vestido como de costumbre, combinando los vaqueros informales con un precioso jersey tejido. Llevaba el pelo sobre la frente y tenía la boca apretada cuando sus pupilas se encontraron. Hyunjin quería que lo abrazara como había hecho Chan.

—¡Vamos a comer! —gritó Suni, apareciendo por el pasillo agarrada de la mano de Hoshi, con su padre siguiéndole los talones.

Hyunjin de verdad agradeció la interrupción, aunque en el fondo le hubiera gustado decir algo a Jeongin. Saludarlo normalmente, superarlo de una maldita vez. Respiró hondo, haciendo acopio de todas sus habilidades de actuación y puso una enorme sonrisa en su boca mientras se sentaban.

Jisung estaba repleto. La comida se le saldría por las orejas si comía un pedazo más, pero es que ese solomillo Wellington estaba exquisito. ¡Y Felix hizo tarta de queso! ¿Cómo se suponía que debía decir que no a una porción más de tarta de queso?

Además, estaba embarazado, ahora comía por dos, ¿verdad?

«Correcto, un trozo más de tarta para el cachorro», estuvo de acuerdo su lobo.

Así que ahí estaba, con su segundo plato de tarta de queso, rodeado por un montón de gente a la que quería mucho y disfrutando de las caricias ocasionales que Minho le brindaba. Su casa olía a fresas, café, chocolate, rosas, romero, sándalo y lavanda. Quería que también oliera un poco a maracuyá, pero ese era un tema para otro momento, cuando pudiera pillar a Jeongin a solas y preguntarle por qué demonios era tan difícil quedar con él.

¡Ni que fuera un ministro! Joder, a Jisung le había costado más de dos semanas cuadrar las agendas. Si hubiera seguido alargándolo, se enterarían de que estaba embarazado cuando estuviera dando a luz.

«Igual deberías contarlo ya...».

Oh, cierto, de hecho, la razón por la que estaban ahí era la noticia y de pronto se sintió muy ansioso.

—Bueno, Jisung —intervino Seungmin, limpiándose los labios con la servilleta y dando un sorbo de su copa de vino. Era curioso que fuera el único que estaba bebiendo—. ¿Por qué nos has convocado?

—¿Perdón?

—No me malinterpretes, aprecio tu hospitalidad, pero, ¿a qué venía tanta insistencia con hacer una cena?

—Minnie, sweetie, ¿podrías no ser tan asertivo una vez en tu vida?

—Evidentemente, no, Christopher. Tengo curiosidad y tú también. Eres mil veces más chismoso que yo.

—¡Seungmin! —exclamó el alfa con un resoplido. Changbin y Felix se echaron a reír.

—¿Y bien? ¿Qué noticias tienes? ¿Vais a casaros? —insistió. Las carcajadas de Seo fueron más escandalosas. Los niños miraron curiosos desde su lugar en el sillón.

—No, no es eso —corrigió Minho, con las orejas rojas.

—¿Entonces?

—Dilo ya, Sungie, o lo diré yo —intervino Felix.

—Está bien, lo soltaré sin más —aseguró, inspirando todo el aire posible. Minho le tomó la mano bajo la mesa y se sintió como el día que se lo dijo a sus padres—. Vamos a tener un bebé.

Hubo unos microsegundos de silencio que fueron muy tensos.

—¡¿Qué?! —exclamó Seungmin.

—So —cortó Felix.

Y eso fue suficiente para que Jisung se echara a reír como un estúpido. Era más una risa nerviosa que cualquier otra cosa, pero bastó para aflojar todo el ambiente y que todos acabaran a carcajadas.

Chan fue el primero en levantarse y rodear la mesa para levantarlo en un abrazo de oso. Lo apretó con fuerza contra su cuerpo y le dio un emocionado "Enhorabuena", acariciándole la cabeza. Parecía estar a punto de llorar de felicidad. Contagió un poco a Jisung con esa bondad que siempre irradiaba.

—Voy a tener un nuevo sobrino —murmuró, apretándolo una vez más—. Estoy tan feliz por vosotros. —Chan era una persona maravillosa que amaba a su familia por encima de todas las cosas. Jisung entendió en ese momento que también lo consideraba parte de ella.

El segundo abrazo vino de Seungmin que se ocupó de revolverle el pelo y asegurarle que serían los mejores padres del mundo. Changbin también lo presionó entre sus brazos, aunque era consciente de que ya lo sabía. Todavía le dijo que tendría un nuevo alumno para su academia. Jisung contestó que no llevaría a su bebé a que lo golpearan y el alfa se alejó riéndose, para unirse al grupo que agasajaba a Minho.

Solo quedaba Jeongin, de pie junto a su silla, extrañamente nervioso. Se frotaba las manos en los costados y miraba a cualquier parte menos a él. Jisung sabía que no era un chico muy expresivo, así que avanzó hasta él, tomándolo de los dedos largos y pálidos.

—Gracias por venir hoy, Innie —murmuró, aprovechando que el resto estaba bromeando sobre los pañales que Minho tendría que cambiar—. Sé que estás ocupado, pero quería que estuvieras con todos cuando lo contáramos...

—Enhorabuena, Jisung hyung —susurró el chico, tragando saliva—. Estoy muy feliz por ti, por los dos... Y por Suni también, ella siempre quiso un hermanito...

Los ojos de Jeongin se desviaron una milésima de segundo, pero Jisung estaba lo suficientemente atento a todo lo que hiciera para saber que había dirigido su mirada a Hyunjin, que estaba al otro lado de la mesa. Lo entendió, es decir, entendió la cantidad suficiente como para asimilar que Suni le había pedido el hermanito a él. Un nudo de tristeza se enredó en su estómago.

Apretó a Yang contra su cuerpo, restregando su mejilla por su cuello inodoro. Las manos del chico le rodearon la cintura y se apoyó contra su toque.

—Gracias, significa mucho para mí. Eres mío, ¿recuerdas? Somos una manada —bromeó, dándole un beso en la mejilla. El chico asintió, separándose de él.

—¿Papá, qué pasa? —preguntó Suni, acercándose a ellos y tirando del pantalón vaquero que se aguantaba pobremente sobre sus caderas. Jisung tuvo que sujetarlo con las manos, soltando a Jeongin.

—Nada, ardillita, le acabamos de decir a los chicos que vas a tener un hermanito.

—¡OH DIOS MIO! —gritó Suni, apartándose de él para llegar al sofá donde Hoshi seguía jugando al Animal Crossing—. ¡Ya puedo contártelo, Hoshi! —chilló, quitándole la consola de las manos y lanzándola al otro lado del sillón. El niño abrió mucho los ojos asustado.

—Estaba jugando...

—Eso no es importante, ¡lo importante es que voy a tener un hermano bellota! —Agarró las manos de Hoshi moviéndolas con fuerza—. ¿Lo entiendes, Hoshi? ¡Voy a tener un hermano bellota! —repitió. El pequeño miró nervioso hacia los adultos, sin saber como reaccionar.

—El papá de Suni va a tener un bebé, Hoshi —aclaró Chan, atravesando el salón para sentarse al lado del niño que parecía abrumado por la emoción de su amiga.

—¿Dónde está?

—En la barriga de papá —aclaró ella—. Todavía falta mucho para que nazca pero tengo una foto. Papá me obligó a quitarla del corcho para que no la vieras.

—¿Por qué?

—Porque quería daros a todos una sorpresa —intervino Jisung—. Pero ahora puedes ir a buscarla y enseñársela, Suni.

La niña ni siquiera esperó a que terminara la frase para salir corriendo de allí. Hoshi todavía parecía desconcertado y se apoyó en el hombro de su padre, enredando sus pequeños bracitos en el bíceps cubierto de Chan.

—Aquí está —Corrió hasta el sofá y le dio la fotografía a su amigo. El niño la miró, sin apartarse de su padre ni un milímetro. La estudió durante algunos tensos segundos antes de mirar a Suni.

—Esto no es una bellota.

—¡No, es un hermano! ¡Pero un hermano bellota! —aclaró ella.

—Pero es un bebé, no una bellota.

—Ya, pero también es mi hermano bellota —repitió la niña.

—No puede ser un bebé y una bellota.

—Hoshi, cariño —interrumpió su padre—. Sabes que a veces el tío Lix te llama tigretón, ¿verdad? —El niño asintió—. Pero tú no eres un tigre, eres un niño. Y Suni no es una ardilla, es una niña.

—Sí...

—Pues es lo mismo, es un bebé, pero Suni lo llama bellota de cariño, como cuando yo llamo sweetie a Pa.

—Vale... —murmuró, pero no parecía convencido.

—¿No te alegras por mi hermano bellota? —preguntó ella, un poco incómoda.

—Sí... Pero... No parece una bellota. Tú sí pareces una ardilla...

—Es porque cuando era más pequeño parecía una bellota —aclaró Felix.

—Ah... Pero... —volvió a mirar a su padre y esta vez parecía terriblemente preocupado—. Si Suni es una ardilla y su hermano una bellota, ¡se lo comerá!

—¡No me lo voy a comer! —gritó ella—. Cuidaré a la bellota y la protegeré de todo. Nunca le pasará nada malo porque seré una máquina de matar cuando nazca. Ninguna ardilla se la comerá.

—Bueno, está bien... ¿Pero ya no me protegerás a mí y a Mingi? —preguntó, inseguro.

—Claro que sí. Yunho y yo podemos protegerlos a los tres. Y el tío Lix y el tío Changbin también son máquinas de matar, ellos nos ayudarán.

—¿De verdad? —Miró a los adultos y Changbin flexionó su bíceps con un asentimiento serio. Hoshi pareció respirar un poco más tranquilo—. Entonces, está bien —Sonrió enorme, apartándose de su padre por fin—. ¡Vas a tener un hermano bellota, Suni! —chilló de pronto, poniéndose de pie en el sofá. Ella lo siguió, gritando también.

—¡Es la cosa más genial que me ha pasado nunca!

—¿El tío papá-de-Suni se comió a la bellota? Él también parece una ardilla... —preguntó el niño, poniendo una mano en la cabeza de su padre.

—¡No! —corrigió Chan—. El bebé está creciendo en su tripa, pero él no se lo comió.

—¿Cómo llegó a su tripa? —Hoshi miró a Suni.

—No sé. Papá, ¿cómo llegó el bebé a tu barriga?

Se oyeron un montón de toses incómodas y, de pronto, todos los adultos estaban impacientes por recoger la mesa. Jisung los imaginó apilándose en la cocina para huir de ese momento tan incómodo. Miró a Chan buscando ayuda, pero el hombre parecía estar pasando por el peor momento de su vida.

—Yo...

—Hace unos días explicamos en clase como las abejas hacen que haya frutas, ¿verdad? —Minho, el salvador, intervino en modo profesor. Los niños asintieron—. Bien, los omegas tienen la posibilidad de tener bebés, igual que las flores pueden convertirse en frutos.

—¿Solo los omegas?

—No, también las mujeres, cuando son mayores.

—¿Con cuantos años? —preguntó Suni.

—Como mínimo 30 años —interrumpió Hyunjin, con las manos llenas de platos sucios que había venido para recoger—. Si quieres tener bebés será cuando tengas treinta.

—O más —estuvo de acuerdo Minho. Jisung rodó los ojos.

—¿Entonces una abeja puso a la bellota en la barriga del tío papá-de-Suni?

—No, para eso hace falta un omega o una mujer y otra persona. Algunas personas tienen unos huevos minúsculos que no se ven dentro de su cuerpo y cuando dos personas se quieren, esos huevos, que son como las flores, pueden ser fecundados por la otra persona.

—Entonces, no son abejas, sino personas, ¿verdad? —preguntó Suni.

—Exacto, son dos adultos, uno pone una parte, los huevos; y el otro pone la otra parte, que se llaman espermatozoides.

—Que sería el polen —afirmó Hoshi.

—Exacto.

—¿Y entonces crece un bebé en la barriga de la otra persona?

—Sí, así es. ¿Responde eso a vuestra pregunta? —Los niños asintieron. Jisung quería darle un beso en la boca a su novio por su sabiduría.

Chan parecía mirarlo como si hubiera visto a Dios, a pesar del sudor que perlaba su frente. Alguien se colgó de su hombro. Se giró para encontrar a los demás tras él, con Felix apoyado contra su cuello.

—Si alguna vez tengo hijos, te lo robaré para que les explique esa mierda —susurró Changbin. Todos se echaron a reír y Jisung sintió su corazón lleno de amor.

Cuando el teléfono de Jeongin sonó por tercera vez, Changbin no esperó más para llevarlo disimuladamente a la cocina. Aprovechando que todos agasajaban a los tortolitos en el salón, arrastró al omega hasta que estuvieron solos para enfrentarlo.

—¿Sabe tu abuelo que estás aquí? —Por la mirada del chico, era obvio que no—. ¿Es él quién te llama? —Jeongin negó con la cabeza, pero todavía no decía nada—. Innie, estoy preocupado, ¿vale? No estoy tratando de controlarte.

El muchacho lo miró a los ojos unos segundos, como si evaluara cuánta verdad había en esas palabras. Eso entristeció a Changbin, no quería convertirse en Yang Doyun, no quería que su amigo sintiera que estaba haciéndole un marcaje. Solo estaba realmente preocupado por como se le tensaba la mandíbula cada vez que tenía el teléfono en las manos.

—Es Ju Haknyeon... —soltó, en un susurro avergonzado. Su garganta retumbó con un gruñido.

—¿Está acosándote?

—No, no —se apresuró a corregir—. Sabe que estoy aquí... Es mi coartada... —El alfa no pudo evitar el resoplido decepcionado, incluso sabiendo que hacía sentir mal al chico.

—¿Por qué demonios harías eso, Jeongin?

—Porque si no, no podía venir. Mi abuelo no me hubiera dejado estar con vosotros.

—Y pensaste que decírselo al hombre con el que te vas a casar era una buena idea, ¿no?

—¡Baja la voz! —exclamó, aferrándose a su brazo con fuerza. Los ojos negros se clavaron en los suyos con terror.

—Ya es hora de que lo sepan...

—¡No! ¡No lo es! ¡No lo hagas, hyung! No se te ocurra estropear la felicidad de Jisung y Minho con esto —advirtió, aunque sonaba más desesperado que amenazante.

El cansado corazón de Changbin latió con fuerza en su pecho, ablandando toda la rabia ciega que lo inundaba cada vez que pensaba en Jeongin poniéndose en peligro de esa manera. Suspiró, harto de todo, y asintió, dándole a entender que no lo haría. Porque no pensaba hacerlo, contárselo a Felix fue un desliz, uno necesario que le había quitado un tremendo peso de encima, pero un desliz al fin y al cabo.

—Está bien... Lo siento, no voy a decir nada... Pero tienes que hablar con ellos, Innie, ellos te aman, se preocupan por ti...

—Ya lo sé. Ya lo sé... —repitió, bajando los ojos al teléfono que sonó de nuevo con una notificación.

—¿Quieres que te lleve a casa esta noche?

—No, Ju vendrá a buscarme. De hecho, tengo que marcharme...

—¿Qué? ¿Qué harás con el olor? ¿Con la ropa? —preguntó Changbin desconcertado.

—Tengo otra camiseta en el bolso y usaré perfume. Y rezaré por no encontrarme a mi abuelo cuando llegue a casa...

—Jeongin, no puedes seguir haciendo esto...

—Oh, perdón, lo siento —interrumpió Hyunjin en la puerta, con los ojos abiertos como dos faros. Sus pupilas fueron de uno a otro, confundido por la situación, por el olor ligeramente agrio de Changbin y el lenguaje corporal del omega—. ¿Está todo bien, Jeongin? —cuestionó, dándole un escaneo completo a Seo.

—Sí, todo está bien... —intervino el chico, entendiendo que Hyunjin creía que estaban discutiendo. Su voz sonaba profesional y aséptica: el abogado Yang estaba frente a ellos, en medio de la cocina de Jisung—. Le estaba diciendo a Changbin hyung que me marcho.

—Ah... Está bien... —murmuró el otro, mordiéndose el labio inferior—. Ha sido un placer verte...

—Igualmente. Voy a despedirme de todos, mi coche está esperándome.

Changbin casi le grita que quien estaba esperándole era el hombre que le iba a poner una cadena alrededor del cuello, pero se contuvo. Lo que no pudo evitar fue fruncir el ceño cuando se acercó a la puerta de la cocina y el padre de Suni se apartó de su camino como si quemase.

—Enhorabuena por tu exposición —murmuró Jeongin, justo antes de salir de allí. Y esa frase dejó a dos alfas en silencio; uno con el rubor hasta las orejas y el otro con su olor agriándose un poco más.

Hyunjin lo miró cuando pareció recuperarse del shock. Volvió a evaluarlo, mirándolo de arriba abajo. Changbin estuvo a punto de decir algo, pero el muchacho se adelantó.

—No le hagas daño —Sonó como un ruego—. No se te ocurra hacerle nada malo. —Y eso fue más una amenaza.

—Nunca haría nada para dañar a Jeongin —aseguró, un poco enfadado porque creyese que estaba tratándolo mal—. Estoy cuidando de él.

—Pues hazlo bien —concluyó, saliendo también de la cocina.

Desde su lugar frente a la pila llena de platos sucios, vio al omega marcharse y cerrar la puerta tras él. Con un suspiro de derrota, impregnó de jabón el estropajo y se puso a fregar la vajilla lentamente. Necesitaba hacer algo para calmarse, tratar de olvidar que Jeongin estaba en el coche de su prometido, de camino a casa de su abuelo. Intentó no pensar en que ese anciano castigara al chico por llegar tarde y oliendo a toda esa amalgama de feromonas felices que, definitivamente, no eran las de su prometido. Rezó porque ese hombre no lo delatara frente al gran Yang Doyun.

Bang Chan, Seungmin y un dormido Hoshi se despidieron unos minutos después, mientras él todavía apilaba los platos mojados y limpios a su lado. En el fondo, agradeció que Minho hubiera utilizado tanta vajilla, porque eso significaba tener un montón de tiempo para sí mismo. Hyunjin huyó de la casa dándole una mirada dura a Changbin.

—Sabes que Jisung tiene lavavajillas, ¿verdad? —La voz grave de Felix lo sorprendió.

De todas las personas con las que querría hablar en ese momento, probablemente el australiano estaba al fondo de la lista. Sin embargo, el rubio, como buena fuerza de la naturaleza que era, ignoró el gruñido que le dedicó. Sacó de un cajón un par de trapos limpios y se puso a secar los platos a su lado, perturbando profundamente la paz de Changbin.

—Hubiera sido mucho más fácil que cargaras el lavavajillas, los platos saldrían secos —se quejó.

—Nadie te dijo que los secaras, lo estaba haciendo yo —replicó, sin suavizar ni un poco su tono.

Felix levantó una ceja con desdén, pero continuó con su tarea en silencio. Changbin quería que se fuera de la cocina, que dejara de oler a fresas frescas, que no estuviera tan cerca, con sus hombros rozándose de vez en cuando. No necesitaba eso ahora mismo, no quería gestionar las cosas que Felix le hacía sentir, sus palabras mordaces, su voz grave y sus bonitas pecas decorando su piel. No quería pensar en cómo volvió a escaparse de su lado por la mañana, con un "tengo que irme" apresurado y su aroma impregnando otra vez las sábanas de su cama.

—Siento haberme marchado...

—Lo que sea, Felix —cortó—. No es la primera vez que lo haces.

—Ey, no pagues tu mal humor conmigo.

—Pues déjame secar los platos en paz —contestó bruscamente. Se arrepintió casi al instante, pero no reculó.

—Solo quería echarte una mano.

—Nadie te lo pidió. Estaba tratando de estar tranquilo por un momento. No necesito que vengas a alterar esa paz.

—Oye, estás siendo un idiota. Quería saber qué había pasado con Jeongin y por qué te habías encerrado aquí. Joder, hasta el pelotinto tenía mala cara... No pagues tu puto cabreo conmigo.

—Pues vete —interrumpió—. Si quieres escuchar palabras bonitas, lárgate, porque no estoy de humor.

—¿Va todo bien? —preguntó Jisung, asomándose con las cejas fruncidas.

—Todo va perfectamente —mintió Changbin.

—Si vas a intentar engañarme baja la puta voz al menos. Y controlad las feromonas —gruñó el omega, cruzando los brazos sobre el pecho.

Changbin suspiró, harto de todo. Tiró el trapo sobre los platos que seguían húmedos y salió de la cocina, rodeando a Han y agarrando su chaqueta. Se puso las zapatillas de deporte en el recibidor cuando el dueño de la casa le agarró la mano.

—Oye, hyung... —llamó, impidiéndole marcharse. Vio la puerta de la cocina cerrada a su espalda—. Sé que Felix puede ser demasiado, te pido perdón por lo que sea que te haya dicho, ¿de acuerdo? Tiene un temperamento difícil...

—No ha sido culpa de Felix —murmuró, observando los enormes ojos de cervatillo de Jisung—. Me encuentro un poco mal, creo que he comido demasiado, tengo que ir a casa y dormir. Despídete de Minho de mi parte y dile a Felix que lo siento por hablarle mal...

Jisung lo rodeó con sus brazos, apretándolo contra él con un asentimiento. Se enterneció, un poco incómodo al principio, pero devolvió el abrazo con una pequeña sonrisa abriéndose paso entre todas las emociones complicadas que tenía en la cabeza.

—Muchas gracias por venir y por todo. Eres una persona extraordinaria, hyung.

—Gra-gracias, Jisung —contestó, avergonzado—. Enhorabuena otra vez por ese bebé...

—Prepárate para enseñarlo a ser una máquina de matar —bromeó el omega—. Llega a casa a salvo. Nos vemos pronto.

—Hasta pronto, Han...

Changbin salió del apartamento con su cerebro enredado, debatiéndose entre volver y pedirle perdón al rubio por sus acciones o ir y raptar a Jeongin para sacarlo del agujero en el que sobrevivía a duras penas. En lugar de todo esto, volvió a su solitario hogar en el que el aroma de Felix había desaparecido.     

***                                                       

¡Dos capítulos en menos de una semana! ¡Increíble!

Beban agüita, duerman bien y quiéranse mucho, navegantes.

¡Nos vemos en el infierno!

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