13. Buenas noches, Felix 🔞🔥

🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten

Felix no odiaba a sus hermanas, pero tenerlas en su casa le estaba dando una perspectiva nueva sobre lo bien que se vivía en Corea. Lejos de ellas. Lejos de su familia atosigante y de sus olores agresivos. Las amaba, pero las amaba mucho más cuando estaban lejos.

Por eso terminar el turno no era un descanso, sino un paso más hacia la tortura. Daba igual que el reloj casi marcara la una de la mañana, cuando volviera a casa, se encontraría con una pila de platos en el fregadero, surcos de vasos en la mesilla de café y una montaña de bolsas de compras en el salón. Y no le apetecía tener que ordenarles por centésima vez que mantuvieran su mierda recogida.

Y luego estaba esa insistencia de Violet con Changbin que le crispaba los nervios. Y la mirada estúpidamente conocedora de Sarah cada vez que empezaban una discusión porque "es demasiado mayor para ti", "a él no le gustan las alfas" o "ni siquiera lo conoces". Claro que a Violet le gustaba Seo, carajo, podía ser el tipo de cualquiera con ojos.

—Vamos, aparqué el coche cerca del tuyo —aseguró Wooyoung, poniéndose la chaqueta. Felix asintió.

Cerraron la puerta trasera del restaurante tras ellos. El fresco le golpeó las mejillas y se arrebujó un poco en la chaqueta vaquera. Sacó el teléfono de su bolso y lo comprobó, esperando algunos mensajes de Jisung o sus hermanas. Pero había algo más: "¿Podemos vernos cuando salgas del trabajo? Jeongin ha estado en casa."

—¿Crees que es demasiado tarde para ver a alguien? —preguntó en voz alta, casi sin darse cuenta.

—Oh, ¿una cita? Claro que no, Es la hora perfecta para que una cita termine como tiene que terminar —aseguró Wooyoung, dándole un codazo y un guiño pícaro.

—¡No es nada de eso! —exclamó, ruborizado—. Hmm... Un amigo me dijo de vernos cuando saliera del trabajo, pero es súper tarde... No sé si debería contactar ahora.

—¿Sabe en qué trabajas?

—Sí, claro.

—Entonces mándale un mensaje, dile que acabas de salir y que si está todavía dispuesto a veros a pesar de las horas. Así no quedarás mal y la pelota estará en su tejado —resolvió, rebuscando en su bolso para sacar la llave del coche y abrirlo.

—Sí, es una buena idea. —Y lo era, Wooyoung era un genio. No sabía si diría lo mismo si supiera que hablaba de su amiguísimo Changbin.

En cualquier caso, Felix tomó el consejo y le mandó un simple mensaje a Seo avisándolo de que acababa de salir justo antes de que se subieran a sus respectivos coches. Vio como el otro omega arrancaba el vehículo y se marchaba mientras él mismo se ponía el cinturón y colocaba el teléfono en el soporte.

No hubo ninguna respuesta, así que dio por hecho que Changbin se había quedado dormido. Con un suspiro cansado, puso rumbo a su apartamento donde lo esperaban sus dos pesadillas favoritas.

Había recorrido la mitad del camino cuando entró una llamada. Contestó a través de los altavoces del vehículo.

—Ey, ¿te despertó mi mensaje? —preguntó directamente.

No, no, estaba viendo la tele y tenía el móvil en silencio... No estoy durmiendo mucho últimamente —contestó el chico—. ¿Ya estás en tu casa?

—No, estoy en el coche. ¿Todavía quieres que hablemos de Jeongin?

Sí, estuvo en casa ayer... ¿Quieres que nos veamos en una cafetería?

—A esta hora acabaremos en un 7/11 —bromeó—. No creo que quede nada abierto, hyung.

Bueno, puedes venir a casa si quieres, tengo soju —murmuró tímidamente. Felix también se puso tímido y se alegró de que no fuera una videollamada, porque probablemente tenía las mejillas de color rosa.

Lo pensó un segundo, podía hacerlo. Felix podía ir a casa de Changbin para solucionar ese problema, para encontrar un plan que salvara a Jeongin. No tenía que convertirlo en algo extraño, no tenían que hacerlo raro ninguno de los dos. Eran adultos y eran amigos, se pasaba los días en casa de Jisung e incluso en la de Seungmin y Chan y nunca pasaban cosas turbias.

Sí, Felix era lo suficientemente maduro como para compartir una botella de soju con Changbin.

—Espero que tengas cerveza también —comentó jocoso. El alfa rio por los altavoces—. Llegaré en diez minutos, no hay nada de tráfico.

De acuerdo, conduce con cuidado.

—Hasta ahora, hyung.

Claro que podía hacerlo sin convertirlo en una cosa estrafalaria. Y cualquier plan era mejor que llegar a su desastroso apartamento.

Changbin abrió la puerta en pantalón corto, camiseta negra y calcetines oscuros. Tenía las gafas puestas y podía ver las bolsas debajo de sus pequeños ojos. Se le veía cansado y un poco incómodo cuando lo dejó pasar. Felix colocó el bolso y el abrigo en el perchero y se quitó las zapatillas. Era consciente de que tenía el pelo sucio y su aspecto no era el mejor, pero después de todo, eso no importaba porque estaba en casa de un amigo.

El apartamento olía ligeramente mucho a chocolate así que dedujo que Minho estaría todavía con Jisung y Suni. Lo invitó a sentarse en el sofá y lo hizo sin pensarlo mucho, el aroma era más intenso allí, sobre todo en la manta gris que había en el respaldo. Por un cortísimo segundo quiso robarla para llevársela a casa. La tocó ligeramente con los dedos y pensó que era lo suficientemente suave para estar en su cama cuando llegara su celo.

¿Qué mierdas estás pensando?

«Huele bien, se siente bien...»

Por favor, compórtate.

—Aquí tienes. —Dejó delante de él dos cervezas y una botella de soju. Felix decidió que beber aflojaría la tensión. Sirvió directamente las bebidas mezcladas y tragó como si estuviera sediento—. Vaya... ¿Día duro? —preguntó el otro sorprendido.

—Normal, pero tengo muchas cosas en la cabeza —desechó, consumiendo la mitad del vaso.

—¿Tus hermanas siguen dando guerra?

—No puedes imaginar cuanto... —refunfuñó.

—Eres un exagerado —rio—, me parecieron encantadoras.

—Solo te gustan porque Violet está decidida a conquistarte —renegó, terminando la copa y sirviéndose un poco más de cerveza. Chanbing se carcajeó a su lado.

—Se la ve... decidida.

—Es pesada, muchísimo. La flechaste y no para de preguntar por ti. —No quería sonar así de infantil, pero no pudo evitarlo. El chico levantó una ceja con diversión.

—Bueno, suelo tener ese efecto en la gente —aseguró, colocando las manos bajo su barbilla y haciendo una mueca adorable. Felix no pudo evitar reír y darle un empujoncito.

—Cuéntame qué pasó con Jeongin, anda, no quiero hablar de mis hermanas.

—Ah... Eso sí que es una mierda —Su expresión cambió a algo más serio, su ceño se frunció y le pareció que sus ojeras se acentuaban—. Se escapó de una cena en casa de su abuelo con el beta.

—¿Qué beta?

—Su prometido, es un beta, se llama Ju no se qué.

—Joder, por lo menos es beta. —Respiró un poco más tranquilo, no podía imaginarse a un alfa marcando a su bonito omega.

—Eso mismo pensé yo. Y creo que él también. El chico le ofreció ser su tapadera y creo que, en cierto modo, lo aceptó...

—Ay, mierda, eso no —exclamó, terminando su segundo vaso—. ¡No puede confraternizar con el enemigo!

—¡Eso le dije! Ese tipo podría delatarlo y meterlo en más problemas... Joder, ni siquiera tiene su propia cuenta bancaria, ¿lo sabías? —se quejó, echándose hacia atrás en el sofá. Felix no pudo evitar que sus ojos fueran directos a los pantalones que se subían demasiado por sus muslos.

—Vaya mierda, ese viejo lo tiene bien atado.

—Absolutamente, le dije que necesita encontrar su espacio, no puede dejar que su abuelo controle hasta su sueldo. Si lo hace, no podrá huir. Está desesperado... Creo que por eso se plantea confiar en el beta.

—Ese puto anciano está decidido a que Jeongin sea infeliz. A veces me dan ganas de ir a su mansión y secuestrar a Innie para encerrarlo en mi apartamento —confesó, echándose hacia atrás. Sus hombros se tocaban y Felix estaba más consciente que nunca del olor a chocolate negro de la manta debajo de su cabeza.

—Le ofrecí venir aquí si su abuelo lo echaba —Lo miró de reojo y se le escapó un gruñido—. No voy a hacerle daño, no te pongas territorial con él.

«Alfa idiota», estaba de acuerdo con su lobo. Si Changbin supiera que había muchísimos secretos encerrados en ese gruñido, probablemente estaría echándolo de su casa en ese momento.

—Puede venir a vivir conmigo, tengo una habitación extra.

—Y yo también, y estoy a punto de perder a mi compañero de piso, así que me corresponde a mí quedarme con Jeongin.

—¡Una mierda! —profirió, golpeándole el hombro con fuerza—. Es un omega inocente.

—Probablemente corra más peligro contigo que conmigo —se mofó—. Mi eomma crió a un alfa decente, nunca me aprovecharía de un pobre omega en apuros.

—¿Estás insinuando que soy indecente? —dramatizó, incorporándose para mirarlo fijamente. Changbin se encogió de hombros antes de subir los brazos al respaldo del sofá en la pose indolente de quien sabe que tiene razón—. ¿Cómo osas, Seo Changbin-ssi? —Enterró sus dedos en sus costillas con un golpe suave que todavía pareció lo suficiente como para que el otro se retorciera.

—¡Solo digo la verdad! Tú insinuaste que abusaré de Jeongin, eso es mucho peor —jadeó, huyendo de sus dedos que le hacían cosquillas.

—¡Tú también insinuaste que lo corromperé! ¡Nunca haría nada más que cuidar a mi omega! —aseguró, pinchando un poco más en su cintura hasta que Changbin resoplaba.

El alfa se movió rápido y lo agarró de las dos manos. Lo empujó contra el respaldo del sofá, librándose de sus dedos castigadores. Felix sintió el calor subir por sus mejillas cuando se dio cuenta de que estaban demasiado juntos. Todos sus instintos despertaron a la vida al mismo tiempo, todas las cosas que escondía bajo llave parecieron salir en tropel de su interior y su olor se hizo todavía más intenso.

—Está bien, puede ir a tu casa si quiere, pero no lo presiones... —decidió el chico, soltándole las manos para tirar de las perneras de los pantalones que se le subían.

Tenía que olerlo, era imposible que Changbin no se diera cuenta de lo que estaba pasando. Felix se sintió profundamente mortificado. La vergüenza le hizo presionar sus dedos en sus propias rodillas. Quería que lo tragara la tierra y desaparecer. Esas cosas de las que huía, las cosas omega que despertaba en él, pugnaban por explotar en aquel sillón, un domingo a la una y media de la madrugada, mientras tendrían que estar tratando de arreglar la vida de Jeongin.

Se sirvió el resto de la cerveza y dio unos tragos a la botella de soju. Inclinado hacia la mesa, terminó el vaso como si hubiera caminado veinte kilómetros en el desierto. Se concentró en que sus feromonas se calmaran, pero no podía hacer nada con la intensidad residual que todavía estaba en el aire.

—Tenemos que hacer que Jeongin sea valiente, tenemos que darle las razones suficientes para que mande a su abuelo al carajo —dijo Changbin, interrumpiendo sus pensamientos—. Confío en ti, Felix, sé que tienes la mente perfecta para el mal.

—¿Ahora soy un villano? —se quejó, el otro resopló y le puso la mano en la espalda.

—No eres un villano, pero podrías serlo si quisieras.

—¿Se supone que eso es un cumplido?

—Por supuesto que sí. Hay que ser muy listo para ser malvado —aseguró el chico, recuperando su pose despreocupada, con los brazos estirados en el respaldo del sofá.

—¿Gracias? —gruñó, echándose sin cuidado hacia atrás. Su cabeza se apoyó en el brazo del alfa, pero no se apartó. Ninguno de los dos se movió.

Estaba tan cerca que podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo. Aunque las calles ya estaban frías y la calefacción no estaba encendida, era cálido. Tan cálido que quería hacerse un ovillo contra su costado y apoyar la cabeza en su pecho. Tan acogedor que se imaginó a sí mismo arrebujado en la manta gris, con su nariz pegada al cuello del alfa y su cuerpo encerrado en los enormes bíceps que ahora estaban bajo su cabeza.

Jesucristo, ir a esa casa había sido una terrible idea. 

Podían haber hablado de Jeongin por teléfono, no tendrían que estar compartiendo el mismo espacio. De hecho, Felix no tendría que estar tan dentro del espacio de Changbin. Pero, ¿cómo se iba a mover? ¿Cómo se iba a apartar si lo único que quería era trepar por ese cuerpo musculoso para devorarlo? ¿Cómo iba a seguir ocultando el deseo descarnado si el olor de Seo se mezclaba tan exquisitamente con el suyo en el aire?

Era como un postre, una enorme fuente rebosante de fresas con caliente chocolate negro. Igual de dulce, igual de afrodisiaco. Su lobo arañó las paredes de su mente, desesperado por lanzarse sobre el otro. Felix sabía que estaba mal, que se arrepentiría de cada pensamiento como lo hacía de haber ido hasta allí y de la cerveza y el soju en ayunas.

Joder, ojalá pudiera levantarse y marcharse, correr y esconderse en su habitación, cerrar con llave y no dejar entrar a sus hermanas con sus demandas, ocultarse del mundo y masturbarse hasta tener la polla en carne viva pensando en Seo Changbin. Pero no podía hacerlo, su trasero parecía anclado al sillón; sus piernas metidas en los vaqueros demasiado cerca de los muslos ajenos; sus manos seguían presionadas en su propio regazo.

Se giró ligeramente, lo suficiente para ver su cara. Changbin también lo estaba mirando y sus ojos cansados brillaban. Le pareció guapo, masculino, adorable y hogareño. El tipo de alfa que no le gustaba, el tipo de hombre al que no miraba dos veces. El tipo de persona a la que quería besar hasta dejar sin respiración.

Joder.

Qué mierda era a veces ser Felix, con sus feromonas descontroladas, sus instintos de omega dominante, sus prejuicios y esa necesidad continua de reafirmación. Ojalá fuera un poco más como Jisung, lo suficientemente valiente como para aceptar su género secundario y disfrutarlo. Él no lo disfrutaba.

Prefería mandar en la cama porque se sentía en control, menos omega, menos damisela en apuros, más parecido a los alfas puros que lo habían rodeado durante su infancia. Por supuesto que no lo era, pero nadie lo enseñó a ser de otra manera, nadie se lo permitió. Apenas sabía anidar. Por supuesto que no sabía cómo dejarse llevar.

«Alfa...», gimoteó su lobo. Su aroma salió un poco más, abrumador y claramente excitado. Las aletas de la nariz de Changbin se abrieron cuando aspiró el aire. Se mordió el labio inferior sin dejar de mirarlo. Lo sintió contraerse por todas partes, como si estuviera conteniéndose; casi le pidió que lo enseñara a hacerlo porque él era incapaz.

¿Qué tenía ese alfa que lo volvía tan loco? ¿Cómo había conseguido que los férreos principios de Felix se fueran a la mierda solo llamándolo "rubio"? ¿Por qué le gustaba tanto esa parte dominante de él si era, a todas luces, lo contrario de lo que siempre había disfrutado?

Quería un poco, solo poquito, una catada minúscula de lo que había tenido. Todas esas reacciones podían ser por la abstinencia, porque había idealizado al único alfa con el que estuvo durante sus celos, porque Changbin pasaba demasiado tiempo a su alrededor o porque la cerveza y el soju se le subieron un poco a la cabeza. Pero nunca lo sabría si no paladeaba una vez más el sabor del chocolate negro en la lengua.

Sus pupilas seguían clavadas en él, los dos respiraban ásperamente y volvió a morderse el labio inferior. El pedazo de carne rosada desapareció entre los incisivos y no pudo evitar seguir el movimiento detenidamente. Cuando volvió a su lugar, estaba brillante por la saliva. Felix inspiró el aire y el aroma espeso del alfa excitado llegó hasta su pituitaria.

—Tienes que irte, es tarde —susurró Changbin, pero no parecía convencido. El omega asintió, dándole la razón, pero su atención seguía fija en la boca del chico—. Felix... —Llámame "rubio" otra vez, quiso gritar, desármame, destrózame, hazme perder el control. Déjame probar un poco más...—. Es muy tarde...

—No puedo coger el coche —contestó y su voz sonaba áspera—. La cerveza...

—Ah... —Salió de sus labios como un jadeo y encendió a Felix por todas partes.

No había nada en el mundo que apartara al omega de ese alfa. Podría tomar un poco de él, ¿no? Lo suficiente como para saciarse, para saciarlos a ambos.

Los pequeños ojos de Changbin bajaron hasta su boca y volvieron a subir rápidamente, como si lo hubieran pillado en medio de una travesura. Felix lo sintió un triunfo y una sonrisa le estiró la comisura. Quiso decirse a sí mismo algo más, una pequeña regañina que lo apartara de aquel hombre, que lo hiciera entrar en razón. Pero no había nada más en su cabeza que la palabra "alfa" repetida como un mantra por su lobo.

Así que se lanzó.

Un segundo estaba sentado en el sofá, seguro de que no podría moverse de aquel mullido asiento y, al siguiente, estaba flotando sobre el regazo de Changbin. Se agarró a sus rizos y acercó sus labios a los suyos sin contemplación, sin recato, sin mediar ni una sola palabra más. Fue incómodo durante medio segundo, el tiempo que tardó Seo en enredar sus propios dedos en los mechones sucios de Felix y abrir la boca.

Compartieron saliva con un par de quejidos gemelos que se estrellaron en la cavidad contraria. Sabía ligeramente a cerveza, pero no le importó, lo único importante en ese momento era seguir besándolo. Sus labios se movieron acompasados, como si hicieran eso todo el tiempo, como si se besaran cada segundo de sus vidas.

Los dedos ásperos del alfa bajaron a su cuello y sintió el pulgar envolverse en torno a su nuez de Adán. Felix estaba ardiendo, la sudadera y los vaqueros le molestaban y lo único en lo que podía pensar era en estar completamente desnudo, no le importaba que Changbin se quedara vestido. Quería servirle, quería que lo empujara contra el sofá, con su cara aplastada contra los cojines y lo jodiera hasta perder la conciencia. Quería que lo llamara rubio, que le dijera lo zorra que era, lo muchísimo que había extrañado su culo. Felix necesitaba que lo arruinara de todas las maneras posibles y que no dejara de besarlo jamás.

La lengua demandante controló el beso, con sus dedos empujando su barbilla para encajar mejor. Con su mano libre, bajó hasta su espalda, haciendo un puño con la sudadera para empujarlo más hacia él. Felix obedeció gustoso, abriendo ligeramente las piernas para acercarse más a su centro, buscando alguna fricción en su polla. Estaba duro y mojado, ni siquiera necesitaría que lo tocara porque llevaba la última media hora caliente como una hoguera.

Changbin se separó de él, todavía manteniendo su control en su nuca y su espalda. Su nariz le acarició la mejilla y bajó por su mandíbula. Felix sintió el revoloteo de sus pestañas cuando el hombre olió sobre su glándula. Era caliente, era un fuego descontrolado: el agarre insistente en torno a su garganta, la presión de sus cuerpos juntos y los labios que se engancharon con saña al pedazo de piel que encontró bajo el cuello de la sudadera.

Gimió en voz alta, restregándose un poco más fuerte. Las chispas estallaban por su cuerpo, iban desde el punto en el que los dientes pellizcaban su piel hasta su erección y su agujero necesitado. Cerró los ojos aspirando un poco más del olor del alfa mezclado con el propio, como un preludio de lo que iba a pasar, como el prólogo de una buena historia o la obertura de una ópera.

Felix no podía esperar más.

Lo apartó contra el respaldo del sofá y se quitó la sudadera y la camiseta de un tirón. Necesitaba estar desnudo, iba a entrar en combustión si no se desnudaba en ese instante. Las manos duras se cerraron en torno a su cintura y arrastró las yemas callosas sin cuidado por su piel. Lo hizo jadear cuando jugueteó con sus pezones, justo antes de pellizcarlos con fuerza. Se encorvó instintivamente, queriendo huir del dolor o buscarlo más concienzudamente. Changbin era duro con él, le gustaba que lo fuera. Joder, era lo que más le gustaba de él.

Desabrochó sus pantalones, removiéndose sobre el regazo ajeno para poder levantarse y desnudarse. Pero el alfa parecía tener otros planes, porque lo tomó toscamente de las muñecas y lo lanzó contra el sofá un segundo después. Felix se asustó por el movimiento y lo miró fijamente, con el aliento escapándose a trompicones como un coche gripado.

En ese instante de reconocimiento, casi se dio cuenta de la locura que estaba haciendo. Casi, porque las manos secas estaban un segundo después en sus vaqueros y los bajó sin contemplaciones por sus muslos. Los oyó caer con un ruido sordo, incapaz de apartar sus pupilas del hombre que ahora tiraba de sus calzoncillos para tenerlo desnudo en su sofá. Completamente a su merced.

Felix vibró de anticipación cuando el otro se quitó la camiseta negra, los tatuajes llamaron de nuevo su atención y se dijo que tenía que preguntar por ellos. Pero eso sería en otro momento, en un instante en el que su boca no estuviera enganchándose a su pezón mientras lo tocaba por todas partes.

Creía que podía contar más de dos manos allí, como la diosa Durga con sus ocho brazos, acariciando, arañando, palpando y entrando en él. Changbin era ciertamente igual de invencible, igual de poderoso. El dedo que se metía en su cuerpo demandaba toda su atención, cuando se sumó el segundo y arrastró la yema reseca por su próstata, le temblaron las piernas.

La boca ajena soltó su pezón para subir de nuevo a su cuello, escuchó como tomaba aire directamente en su glándula de olor antes de engancharse a su clavícula con rabia. Un tercer dígito se abrió paso en su agujero y sintió como su lubricante los empapaba. Ni siquiera tuvo remordimientos por lo que pasaría con ese sofá.

—Joder, rubio —gruñó el alfa, mordisqueando el lóbulo de su oreja sin cuidado.

Los ojos de Felix se pusieron en blanco y apretó los dedos que lo dilataban. Cualquier rastro de lucha desapareció de su cuerpo, cualquier mínimo resquicio de culpa se estrelló contra el suelo como una figura de porcelana, destrozado, diluido, evaporado... Solo quedaba en él el deseo insano, la boca de Seo sobre su piel y los tres dedos que lo penetraban. No había vergüenza, solo lujuria vibrante y la desesperación por sentirse lleno con la polla del hombre.

—Por favor —rogó, encorvando la espalda para encontrarse con sus golpes.

—Estamos justo ahí... —murmuró, acelerando el ritmo de su mano y presionando directamente sobre su próstata.

Felix no quería correrse todavía, quería hacerlo con su polla dentro, excavando hasta el fondo de su cuerpo, reacomodando sus órganos, destrozándolo. Pero estaba cerca, tan cerca que ya veía las estrellas brillar detrás de sus párpados. Su propio eje goteaba descontroladamente en su vientre y movió las manos por todas partes, buscando algún lugar al que asirse en medio del terremoto.

Changbin se incorporó, arrodillado entre sus piernas, sin dejar de moverse dentro y fuera, justo antes de apretar en su mano la polla descuidada de Felix. Solo fueron necesarios dos bombeos para que se corriera con un gemido gutural que resonó en el apartamento. Cerró los párpados con fuerza, temblando ante las sensaciones, aferrándose al tejido a su alrededor, deseando tenerlo más cerca, besarlo, morderlo...

—Así me gusta, rubio —aprobó—, mira qué desastre... —Sonaba tan emocionado por eso que tuvo que abrir los ojos para echar un vistazo. Sus manos estaban llenas de diferentes fluidos de Felix y fue asqueroso y jodidamente sexy verlo chuparse los dedos.

Le guiñó un ojo con picardía mientras el omega seguía resollando, con las piernas abiertas y hecho un caos de suciedad. Se levantó del sillón y algo en el pecho de Felix se agitó con miedo, lo miró fijamente, asustado de que fuera a marcharse justo ahora, de que fuera a dejarlo tirado en esa posición tan vulnerable, aterrado de que..

—Calma —susurró, agachándose para darle un beso en los labios y apartar el pelo que caía sobre su frente—. Espérame aquí, no muevas ni un músculo. ¿De acuerdo? —Felix asintió—. Palabras, rubio, quiero palabras.

—Sí, esperaré aquí... —contestó, con la garganta rasposa. Changbin le dio una sonrisa adorable y se fue hacia el pasillo. Ante la imagen de su espalda, quiso ver las marcas de sus uñas allí.

Ese miedo a ser rechazado volvió a él en los segundos en los que se quedó solo. Era estúpido, Felix no necesitaba la aprobación de ese alfa para sentirse deseado, pero en ese momento la quería. No quería ser desechado, abandonado en un sofá completamente desnudo.

Esta era la razón por la que no se había acostado con él de nuevo. Esa debilidad que siempre sentía cuando estaba con el alfa. Tenía miedo de esa necesidad de complacer, de obedecer, de abrazarlo y restregarse contra la manta que mantenía aferrada a su mano izquierda. No estaba acostumbrado a eso, a dejar que otros decidieran por él. A dejar que un alfa ordenara lo que tenía que hacer.

Casi temblaba. Se sentó en el sofá y buscó con los ojos su ropa interior, decidido a marcharse de allí y tal vez echarse a llorar en el coche durante al menos una hora.

—Creo que te dije que no te movieras, ¿verdad? —La voz autoritaria de Changbin llegó a sus oídos mientras recogía sus calzoncillos.

Lo miró, esperando el rechazo, preparándose para contestar algo irónico y cruel y escapar. No pudo hacerlo. Changbin se veía glorioso así; de pie, con un condón en la mano y unos bóxer negros que apretaban su erección. Un poco de ansiedad se disipó cuando se dio cuenta de que tenía el mismo efecto en el alfa que él en su cuerpo. El miedo a ser descartado se diluyó.

Seo caminó hasta él, sentándose en el sofá a su lado. Acarició su mejilla y lo atrajo a su boca de nuevo, distrayéndolo de la huida que planeaba.

Los labios demandantes se envolvieron en los suyos, tomando todo lo que quería, desarmándolo. El calzoncillo que tenía en la mano cayó al suelo y Changbin se separó para morder su glándula una vez más y aspirar sonoramente.

—Así está mejor, este olor está mucho mejor —comentó, pero parecía más una reflexión que información para Felix—. Tu aroma me vuelve loco, rubio.

—Y a mí el tuyo — confesó en un gemido, desnudando su cuello para él.

Changbin sonrió de medio lado, mirándolo con orgullo. Su pecho se hinchó y su olor a chocolate se hizo más intenso. Dejó un beso más sobre sus labios antes de empujarlo sin piedad hacia el sofá.

Lo manejó como un muñeco, levantando su culo mientras su cara quedaba aplastada contra los cojines. Justo lo que quería, lo que necesitaba en ese momento. Sostuvo entre sus manos la manta gris, la suavidad del tejido casi lo hizo ronronear. Los dedos ajenos pasaron por su raja húmeda y su polla a media asta se llenó un poco más.

Escuchó el envoltorio del condón romperse y sintió las palmas en sus caderas. Lo miró por el rabillo del ojo, tan grande y musculoso, tan duro y dominante, tan jodidamente alfa que su omega vibraba de anticipación. Changbin presionó los dedos en su carne, abriendo sus nalgas y se agachó sobre su agujero. Escupió sobre el músculo fruncido y eso lo hizo jadear en voz alta.

—Ni siquiera hace falta que te lubrique, estás chorreando —gruñó, esparciendo la saliva por su sensible entrada—. Listo para ser follado, todo una putita...

—Síííí —gimoteó, presentándose aún más, elevando sus caderas para darle más acceso.

—Joder —murmuró, enderezándose de nuevo. Sintió la punta de su eje contra su culo un segundo antes de que empujara, entrando en él una pulgada.

El aire se escapó de sus pulmones con un ruido quejumbroso. Changbin se metió en su cuerpo dolorosamente despacio, como si estuviera comprobando su resistencia. Felix no la tenía, no tenía resistencia, ni vergüenza, ni principios. Lo único que necesitaba era ese bate partiéndolo en dos.

Lloriqueó una queja cuando no se movió de su lugar, clavado hasta la empuñadura y con sus manos asidas a sus huesos pélvicos.

—Por favor... —rogó—, muévete...

Las uñas rasparon sus costados, subiendo hasta sus hombros. Tocaba su espalda con grandes círculos, respirando pesadamente. Felix estaba electrificado, su piel era como un pararrayos y Changbin la tormenta que lo azotaba. Lo quería más fuerte, más duro, más profundamente dentro de él.

—Estás tan apretado. —El aire del susurro se estrelló contra su nuca.

El torso ancho cubrió su espalda, encerrándolo entre sus brazos. Felix giró la cabeza lo suficiente para ver sus bíceps, con sus antebrazos apoyados a cada lado. La nariz ajena hurgó en su pelo, tomando una bocanada de aire cuando encontró su oreja. Lamió la concha y el omega se estremeció. Sus caderas se movieron unos centímetros, solo entrando y saliendo un poco, tanteándolo.

El australiano apretó los dientes, disfrutando de cada centímetro de carne que se profundizaba en su recto. Sus propios dedos se cerraron sobre el pedazo de tela gris como una tabla en un naufragio. Un beso más en su hombro, unos minutos más de ese balanceo suave que lo llevó al borde.

Hacía meses que Felix no se acostaba con nadie y le echaba la culpa a Changbin, después del increíble sexo cósmico que tuvieron en su celo, cualquier amante que escogiera le parecía insuficiente. Probó con alfas, omegas y betas, probó con hombres y mujeres y hasta con dos personas al mismo tiempo. Y estaba bien, se divertía, se ponía los calzoncillos y volvía a su casa. Pero no eran Seo sabumnim. Nadie era como él, a pesar de que era una persona anodina y sin nada especial.

Quizá era su olor, ese espeso chocolate negro que en ese momento se sentía como si realmente fuera líquido, como si estuviera cayendo sobre su piel, dejando una quemadura en cada beso que le daba. O tal vez eran esas manos ásperas que se ceñían a su cintura. O sus rizos negros, o las gafas, o sus ojos pequeños, o sus músculos, o...

Los dedos de Changbin se enredaron en su pelo con brusquedad, aplastándolo contra el sofá. Sus caderas se separaron lo suficiente para casi hacerlo salir, justo antes de que empujara con toda la fuerza motriz. La polla lo atravesó, abriéndolo deliciosamente, rompiéndolo un poco más. Felix gimió, agradecido y complacido. Seo lo tomó como su señal.

Se movió como un martillo neumático, dentro y fuera, empujando, apretando sus agarres en su pelo y sus caderas. Felix solo podía gemir, apretar el eje que atravesaba su culo y retener entre los dedos el tejido suave de la manta gris.

Era fascinante: sus olores cubriendo el espacio alrededor, el sudor goteando del cuerpo de Changbin sobre su espalda y sus gemidos resonando como un hermoso concierto lleno de lujuria. Se sentía en el aire, abandonado, como si no fuera él mismo y, al mismo tiempo, no fuera ninguna otra persona.

Seo lo follaba como si lo odiara, como si su culo fuera el lugar más profano en el que había metido su polla. Como si su recto fuera el peor agujero del mundo para estar, como si el cuerpo de Felix no fuera nada más que un pedazo sacrílego de carne. Como si fuera a exorcizar de él todos los demonios que lo azotaban, como si no tuviera en cuenta que era un ser humano, que podría romperse, que podía hacerle daño si lo presionaba con esa fuerza contra el sillón.

Y a Felix le encantaba. Le encantaba sentir el peso sobre su cabeza, la mano tirando de su pelo hasta que se le salían las lágrimas, su corazón al borde de la parada, su polla a punto de explotar sobre el sillón.

—Más —balbuceó con los ojos cerrados.

Sus caderas se aceleraron, como si esa simple palabra desatara algo dentro del alfa. Era la tormenta perfecta y él un mortal en medio del océano, sin nada más que Changbin para sostenerlo o dejarlo caer en picado.

El chapoteo de su lubricante resonó, Seo soltó su pelo para clavar sus dedos en su pelvis. Las uñas romas se enterraban en su carne de la misma forma que su polla lo empalaba: sin pudor, sin descanso, sin misericordia. Felix lo amaba, amaba cada segundo de doloroso placer.

Sus párpados revolotearon y un gemido gutural se escapó de su garganta cuando lo azotó. Recordaba los azotes, recordaba a la perfección la primera vez que lo folló y ahora sentía la urgencia de repetirlo cada día. Quería las marcas de sus uñas, de sus dientes y de sus nalgadas. Quería el sudor de Changbin goteando sobre su cuerpo, el olor intenso por todas partes, cubriéndolo, llenándolo, drogándolo.

Tomó una aspiración profunda e hizo una bola con la manta gris, acercándola a su cara. La suavidad de la tela contrastaba brutalmente con la dureza de las embestidas y los gruñidos ásperos del alfa que lo reventaba.

Sentía como si el más simple movimiento pudiera lanzarlo por la borda de su balsa. Un golpe más, el más duro de todos, y Felix estaba corriéndose. Su nariz enterrada en la manta gris, su cuerpo temblando y su voz desapareciendo en un grito silencioso. Sus pupilas fueron hacia atrás y un nuevo azote cayó sobre su nalga.

—Vamos, joder —gruñó el hombre, animándolo, alargando su orgasmo con sus embestidas certeras.

Estaba confuso, temblando por la hipersensibilidad, cuando Changbin cayó sobre él. Sus enormes bíceps se cerraron alrededor de su cabeza y lo empujó contra el charco que había en el sofá. Se movió más rápido, más superficialmente, golpeando su próstata sensible. Feliz quería llorar, las lágrimas le llenaron los ojos y se restregó con más entrega contra la manta gris. El pedazo de tela olía tanto a él como su propio cuerpo. Era su salvavidas, era el trozo de suavidad que su omega necesitaba, el vergonzoso recuerdo de su propia naturaleza.

—Rubio... —gruñó Changbin muy cerca de su oreja.

Alfa... —lloriqueó, enajenado.

Ya no era él mismo, era otra persona. Era un trozo de carne dispuesto para su alfa, un despojo, un agujero ardiente y dolorido, una puta desesperada, un omega sumiso. Era todas esas cosas y todavía sentía las réplicas de un orgasmo que se secaba bajo su vientre. Era todo eso y su boca mordía la manta que mantenía contra su cara como si fuera a darle la fuerza que no tenía.

—Mierda, Felix —exclamó, saliendo repentinamente de su cuerpo.

Se sintió vacío, con su agujero cerrándose a la nada, buscando más de su polla. Diez segundos después, el chorro cálido de semen le cubría la columna y Changbin gemía, descarnado y grave. Tuvo la valentía de echar un vistazo para verlo apretando su propio nudo y casi se echó a llorar porque lo quería dentro.

Una nueva necesidad se desbloqueó en su mente: el nudo de Seo estirándolo hasta el límite, doblegándolo a su voluntad, atándolo a su cuerpo.

Las manos del alfa le acariciaron la cintura con posesividad.

Su cuerpo olía a él , la habitación tenía su aroma y esa manta raída y suave tenía su esencia impregnada. Se cernió sobre él con reverencia y dejó un beso en su hombro y otro en la mejilla que el omega tenía libre.

De alguna forma, ese toque delicado fue más eléctrico que todo lo anterior. Ese relámpago lo dejó aturdido, reventando sus principios de mierda, borrando de su mente cada lección, cada cosa que aprendió en su vida. Nada de eso importaba, lo único importante era tomar esa manta gris y hacer un nido en la cama de Changbin. Acostarse a su lado y dejar que sus bíceps lo protegieran de todo, que no importara ser fuerte, que no tuviera que demostrarle nada a nadie.

Felix no supo cuánto tiempo pasó en la misma posición, tumbado boca abajo, con la manta sobre su cara y la respiración agitada. Lo sintió moverse y se asomó el tiempo suficiente para verlo ir a la cocina, gloriosamente desnudo, sin una sola marca en su cuerpo. Volvió a asustarse, todavía envuelto en la nube de los orgasmos. Su espacio mental era un desastre, no había nada más que su omega llamando al alfa, nada más que Felix deseando estar cerca de Changbin.

Regresó en menos de un minuto, pero le parecieron veinte días. Le acarició el pelo y tiró un poco de la manta para apartarla de sus ojos. Felix gruñó y él sonrió con ternura.

—Te llevaré a la cama —avisó, justo antes de maniobrarlo en el sofá.

Le dio la vuelta y lo levantó al estilo nupcial como si no pesara nada. El omega sentía como si estuviera hecho de gelatina, incapaz de pensar o actuar. Sus dedos se cerraron sobre la manta y, mientras lo llevaba hacia la habitación, la vio arrastrar por el suelo justo detrás de ellos.

Lo dejó en la cama y allí el olor era una locura. El chocolate estaba por todas partes y no había ni rastro del café de Minho. Changbin le acercó la manta que todavía colgaba de su mano y su omega se acicaló cuando dejó un beso en su frente.

Hizo una bola con el pedazo de tela, removiéndose pobremente en el centro de las sábanas. Sus párpados pesados se cerraban cuando el hombre volvió a salir y, esta vez, ni siquiera le importó tanto porque sabía que iba a volver.

Fue consciente de que lo limpiaba con una toalla húmeda.

—Buenas noches, Felix —susurró, dándole un beso en los labios.

—Buenas noches, alfa —soltó, sin darse apenas cuenta, antes de caer completamente dormido.

Esa noche Felix soñó que navegaba en medio de una tormenta, pero no se ahogó.

***

Bueno, he vuelto, navegantes.

No sé si saben, pero soy de España. Anda rumoreándose que los SKZ estarán en Londres en un festival. Yo seguiré manifestando para que vengan a España T_T.

Por cierto, no sé si lo dije antes, pero decidí no usar los nombres de las hermanas de Felix porque no son personas públicas y porque, pues, esto es una ficción. No quiero comprometer ni ofender a nadie.

Sin más, espero que les esté gustando.

Siento no ser más rápida con mis actualizaciones, pero igualmente, gracias por seguir aquí.

¡Nos vemos en el infierno!

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