12. ¿Por qué estás haciendo esto?

Jeongin estaba al borde de las lágrimas. Le temblaban las manos y notaba una gota de sudor frío bajar por su espalda. Se sentía aterrorizado, triste y muy, muy enfadado. Ju Haknyeon estaba sentado frente a él, en la mesa del comedor formal que su abuelo se empeñaba en utilizar para todas sus comidas. El servicio retiró el plato del que apenas había picoteado, igual que el resto de cubiertos y vajilla de los comensales.

Se sentía humillado hasta un nuevo nivel, con su abuelo hablando amablemente con ese hombre y sus tíos felicitándolo por unos logros vacíos. Solo su primo Jungwon se mantenía tan en silencio como él mismo. Qué terrible había sido bajar a la cena formal para encontrarse con el beta vestido impecablemente con el traje gris. Pero lo más terrible era tener que fingir que todo estaba bien cuando nada había estado bien en esa casa jamás.

Jeongin hundió la cuchara en la taza de té. Su vida había sido siempre esa: sentarse y ser silencioso, no dejar salir demasiado su olor, no llamar demasiado la atención. No tenía recuerdos de una niñez feliz. No había recuerdos de ninguna felicidad en esa casa lujosa en la que se crió. Se preguntó brevemente a qué olería su primo, si sería a flores, como Seungmin y Jisung o a algo más frutal como él mismo o Felix. Se preguntó también si en su casa podría dejar salir su aroma libremente como hacía la gente normal o si sus tíos compartían la misma fobia extraña de su abuelo.

Qué curiosa era la vida, conocía perfectamente la esencia de sus amigos pero sería incapaz de reconocer la de su propia familia. ¿Sufriría Jungwon el mismo destino que esperaba a Jeongin solo por ser omega? ¿Se sentaría él ante un desconocido que afirmaba, con una sonrisa en los labios, que era un honor formar parte de la familia Yang?

Él ya no quería ser un Yang, prefería ser un Han, un Lee, un Seo o, particularmente, un Hwang. Su pecho dolió al pensar en Hyunjin. Lo imaginó sentado en el lugar de Ju, con su pelo largo recogido en una media coleta, con los mechones molestos yendo hacia su cara. Lo visualizó con su ropa moderna de diseñador, no con un traje gris anodino, sino con un cinturón Versace y una camisa vaporosa blanca, un pantalón que abrazara sus kilométricas piernas y las uñas manchadas de pintura de colores.

Seguramente se pondría tímido, Hyunjin siempre era tímido al principio. Su olor a sándalo inundaría la estancia y Jeongin estaría en el cielo, aunque su abuelo rechinara los dientes. El alfa le diría a harabeoji que quería casarse con él, que lo amaba, que lo cuidaría para siempre. Su tío pondría mala cara cuando hablara de Suni. ¿Cómo es posible que tengas una hija fuera del matrimonio? ¿Cómo podrías cuidar de Jeongin si no lo hiciste con el padre de tu criatura? Y Jeongin lo defendería, les diría que Hyunjin cuidaba de Suni con todo el amor del mundo, que era una niña tan fantástica como sus dos padres. Que hacía todo lo posible por darle la mejor vida. Que nunca había pensado en tener hijos hasta que Hyunjin lo besó por primera vez, hasta que comprobó lo buen padre que era.

Jeongin podía imaginarse cómo escalaría la discusión, todas las faltas de respeto que su abuelo tendría con el hombre que amaba. Podría capitular todo el desprecio saliendo en forma de palabras crueles, el escarnio, el dolor.

No, definitivamente no quería pensar en Hyunjin ocupando el sitio del beta en esa mesa. No quería a Hwang tan cerca de él como para que le hiciera daño. Lo quería lejos, feliz, despreocupado, pintando hasta la madrugada, comiendo ramen instantáneo, comprando ropa demasiado cara. Prefería dibujarlo en su mente jugando con Suni, riéndose a carcajadas, con sus ojos convertidos en dos rendijas y sus labios lujosos estirados.

Hyunjin nunca cenaría en casa de los Yang si él podía impedirlo. Aunque significara no volver a besarlo nunca más.

—Me parece una idea excelente, ¿qué opinas, Jeongin? —Su abuelo interrumpió sus pensamientos y él se sonrojó, dándose cuenta de que no había escuchado ni una palabra de la conversación.

—Discúlpame, harabeoji, estaba distraído —confesó, los ojos del anciano ardieron por una fracción de segundo.

—Ju Haknyeon pregunta si te gustaría ir a dar un paseo, ahora que la noche está fresca. Le comentaba que me parece buena idea. Vete a buscar tus cosas.

—De acuerdo, harabeoji —contestó, levantándose de la mesa y haciendo una reverencia.

Corrió a su habitación deseando por todos los medios no quedarse a solas con ese hombre. Respiró hondo, queriendo terminar con todo eso, mandar a su abuelo a la mierda, que la necesidad de aprobación no fuera tan invalidante. Jeongin quería ser valiente, despedirse de esa cárcel de cristal que otros construyeron para él y ser libre.

Sin embargo, en lugar de eso, bajó las escaleras con el teléfono móvil y la cartera en el bolsillo.

Ju Haknyeon lo esperaba en la puerta junto a su abuelo con una sonrisa cortés. Se pusieron los zapatos en la entrada y bajaron los escalones para dirigirse al que parecía el coche del beta. Su abuelo los despidió desde la puerta.

—Disfrutad de la noche —dijo.

Jeongin dudaba que fuera a disfrutar de nada más que de alejarse del ambiente opresor. Se subió con diligencia al asiento del copiloto del coche mientras el beta entraba al del conductor. Todavía pasaron unos minutos en silencio mientras el omega veía la casa cada vez más lejos desde el espejo retrovisor.

—No eres muy hablador —comentó el chico de pronto. Él lo miró, ruborizado.

—Disculpe mi timidez.

—No es necesario que te disculpes, solo era un comentario inocente. Quería sacar algo de conversación.

—Entiendo.

—Te veías realmente incómodo en la cena —añadió. Jeongin no sabía si eso era una trampa, así que se abstuvo de decir algo que lo perjudicara.

—He tenido una semana dura en el trabajo, estaba pensando en ello.

—Ya... La mía también ha sido un infierno... —Nadie dijo nada más por un rato en el que se adentraron en la ciudad—. Puedo dejarte para que vayas con tus amigos. Entiendo que tal vez querrás apartarte un poco de ese momento tan incómodo...

—¿No le dijo a mi abuelo que iríamos a dar un paseo?

—No te apetece dar un paseo y yo estoy bastante cansado. Solo lo he dicho para salir de allí antes de tiempo. No me apetecía tomar una copa y hubiera sido descortés rechazar a Yang Doyun sin una excusa así —contestó, encogiéndose de hombros.

—¿No teme que le cuente esto a harabeoji? —preguntó, desconcertado y receloso.

—Puedes hacerlo si quieres, o puedes ir a hacer lo que quieras por ahí... O tal vez quieras venir a mi casa, realmente necesito dormir, mañana tengo un viaje a Busán a primera hora y quiero descansar un poco.

—¿Qué?

—Tú decides, Jeongin-ssi, puedes venir a mi casa o puedo dejarte en la próxima parada de taxis que encontremos. No voy a hacer preguntas.

—Quiero volver a casa —pidió, aterrorizado.

—No me malinterpretes, me pareces un chico adorable, pero no dudaré en decirle a tu abuelo que no querías salir. Te sugiero que vayas a ver a algún amigo por un par de horas y después vuelvas a la mansión.

—No entiendo nada...

—Tú te vas de paseo y yo duermo un poco, todos ganamos. Y puedo ser tu excusa cada vez que lo necesites.

—¿Por qué está haciendo eso?

—Tú no quieres este compromiso. Tengo la esperanza de poder ganarme tu simpatía algún día, pero, mientras, me conformo con la de tu abuelo. Así mato dos pájaros de un tiro: te dejo ser libre por unas horas para que entiendas que no tengo malas intenciones contigo y Yang Doyun está contento porque nos estamos acercando.

Jeongin lo pensó durante unos larguísimos minutos. Se debatió entre la posibilidad de enfrentar la ira de su abuelo para volver a encerrarse en ese corsé que llamaba vida y salir un rato, aunque no hiciera nada, aunque deambulara solo por la ciudad. Ju Haknyeon podía traicionarlo, contárselo todo a harabeoji y decirle que eligió salir solo en lugar de ir a su casa. Pero también podía darle un voto de confianza, ¿qué sería lo peor que podría pasar? ¿Que su abuelo confirmara que Jeongin no quería tener nada que ver con ese beta? Estaba curado de ese espanto y sentía que una noche libre podría ser suficiente para recargarle las pilas. Que podría enfrentar su mierda de vida con más fuerza si lograba salir un rato de la mansión sin la vigilancia de su abuelo.

—Déjeme en la siguiente parada de taxis, por favor —contestó, determinado. Ju Haknyeon sonrió y asintió.

Ya en la calle, Jeongin lloró cuando se despidió de él con una reverencia.

Changbin apreciaba la soledad pero prefería estar rodeado de gente. No podía llamar a Wooyoung porque estaría trabajando, Yeonjun ya había rechazado cenar con él, Yuqi estaba ocupada con sus cosas que siempre la obligaban a salir antes del trabajo y él se aburría mirando su agenda llena de números a los que, en realidad, no le apetecía contactar.

Estaba aburrido y un poco triste. Sabía que era el final de una era, que Minho se despediría del piso para siempre y se marcharía a vivir con su omega. Se alegraba por él, pero no podía evitar sentir una ligera desazón. Era su mejor amigo y habían construido todo lo que tenían juntos.

Él lo ayudó a encontrar el mejor local, cerca de la escuela de Kihyun hyung, pintaron juntos las paredes e instalaron el suelo de tatami (algo que no volvería a hacer jamás porque prefería pagar millones de wones antes que sufrir todos los días que lo hicieron tratando de encajar las piezas). Minho estuvo a cada paso del camino desde que se conocieron en la cafetería en la que su amigo trabajaba mientras estudiaba.

Y ahora ya no lo estaría. O sí, pero un poco más lejos. Haciendo su propia vida, teniendo su propia familia. Seguramente, Changbin tendría que devolverle el favor pintando las paredes de las habitaciones de Suni y la bellota, montaría con él la cuna, el cambiador, las estanterías y la cómoda, pero después volvería a casa. Seguiría estando solo, comiendo papas fritas de bolsa mientras veía un nuevo capítulo de "Physical: 100" y se lamentaba porque todo el mundo tenía algo que hacer menos él.

Se quitó la manta gris de encima para ir hasta la cocina y tomar una cerveza. La abrió con una mano y dio un sorbo en el momento en el que el timbre sonó. Resopló, acercándose a la puerta para mirar la cámara del portero automático.

—¿Jeongin?

—Eh... Hola, hyung —murmuró el chico, mirando a ambos lados como si alguien lo persiguiera.

—Sube —ofreció.

Changbin estaba un poco desconcertado. Llevaba sin ver a Jeongin desde su encontronazo con su abuelo, lo menos que esperaba era encontrarlo un viernes en la puerta de su casa a las nueve de la noche. Giró el pomo de la puerta y esperó al chico apoyado en el marco, con la cerveza en la mano.

El omega salió del ascensor unos segundos después y se dirigió hacia la casa, frenando en seco a unos pasos de distancia.

—P... ¿Podemos entrar? —preguntó. Changbin asintió, haciéndolo y esperó a que lo siguiera y cerrara tras él. No se movió del medio del salón mientras el muchacho se quitaba los zapatos y el abrigo, colgándolo en el perchero.

El corazón de Seo se aflojó cuando vio la bonita sonrisa con hoyuelos. Quiso acercarse para darle un abrazo porque lo echaba mucho de menos, pero el muchacho estiró la mano entre ellos impidiéndoselo.

—¿Pasa algo?

—No quiero que mi abuelo sepa que te vi —respondió, demasiado tímido y asustadizo para el gusto de Changbin. Aún así, asintió con comprensión.

—Está bien, controlaré mi olor. Me alegro mucho de verte —aseguró, restándole importancia—. ¿Quieres algo de beber? ¿Una cerveza? ¿Soju?

—¿Agua?

—Sí, de eso también tengo —contestó sonriendo. Le alcanzó al chico una botella mientras él se sentaba en una de las banquetas de la isla de la cocina—. ¿Qué haces aquí a estas horas?

—Yo... Bueno, pasó algo extraño...

—¿Algo extraño?

—Sí, estábamos cenando en casa de harabeoji, todos los viernes cenamos juntos... Estaban mis tíos y mi primo. Y también vino Ju Haknyeon.

—¿Es el beta?

—Sí —contestó, tragando saliva y evitando sus ojos—. Después de cenar le dijo a mi abuelo que quería ir a dar un paseo conmigo y tuve que aceptar. Así que salimos en su coche. Cuando llegamos al centro me dijo que estaba cansado, que podía hacer lo que quisiera y no se lo diría a harabeoji...

—¿Qué? —Changbin estaba confundido, pero Jeongin parecía estar hablando más de lo que había hecho nunca, así que no quería hacer demasiadas preguntas para no asustarlo.

—Eso, me dijo que podía irme con mis amigos, o lo que fuera... O ir a su casa. Por supuesto le dije que no iría a su casa —afirmó rotundamente—. Pero parecía... sincero... Así que le dije que me dejara en la siguiente parada de taxis. No sabía a dónde ir... Estuve deambulando una hora y se me ocurrió que tal vez estarías en casa...

—¿Y si no hubiera sido así?

—Me hubiera marchado a casa de mi abuelo... Le habría dicho que me encontraba mal, aunque se enfadaría muchísimo...

—Jeongin, ¿no has pensado que tal vez es una trampa? —preguntó suavemente.

—Claro que sí —replicó, levantando sus pupilas de la botella de agua—, no soy tan tonto.

—No he dicho que lo seas... Solo estoy preocupado. —El chico asintió—. No quiero que te metas en más problemas por venir aquí...

—Nadie lo sabe, pagué el taxi en efectivo y apagué mi teléfono.

Changbin abrió mucho los ojos por la sorpresa y por la implicación de sus palabras: —Jeongin, ¿tu abuelo tiene acceso a tus cuentas?

—Sí. Están a nombre de los dos...

—Santo infierno —maldijo—, Jeongin, no puedes permitir que tu abuelo controle cada pequeña parte de tu vida.

El chico se tensó y Changbin se arrepintió de haberlo confrontado. Quería darle un abrazo para consolarlo porque se veía perdido y asustado, pero no podía. No podía acercarse a él por más que quisiera porque solo le traería más problemas. Y allí estaban, separados por la barra de la cocina, con la televisión sonando de fondo y un montón de cosas por decir que ninguno diría.

—Ju Haknyeon dice que puede ser mi tapadera siempre que lo necesite... —murmuró.

—¿Estás pensando en confiar en él? ¿Qué pasa si te delata? ¿Qué pasa si le dice a tu abuelo que no estás con él cuando sales? ¿O si alguien te ve? ¿No has pensado en eso? Mierda, ni siquiera tienes tu propia cuenta bancaria y estás pensando en escaparte de tu casa con ayuda de tu prometido. ¿Estás loco?

Jeongin parecía al borde del llanto, apretando sus labios y con los ojos negros brillantes. Pensó por un segundo que parecía un emoticono. De nuevo, quiso abrazarlo. Y pedirle perdón por decir cosas tan duras. Pero es que Changbin estaba de un humor terrible y lo menos que necesitaba era añadir más estrés a su mierda de vida.

—Me voy a casa —dijo de pronto, levantándose. Seo corrió hasta que lo agarró del antebrazo.

—Perdóname —se disculpó, sin soltarlo—, estoy muy tenso con todo esto, no quise ser tan duro... Estoy asustado de que te pase algo, Jeongin...

—Yo... Yo también estoy asustado —confesó el joven, con su labio temblando.

Changbin tuvo un segundo de duda, pero lo desechó. Lavaría la maldita ropa si era necesario, ahora mismo, lo único en lo que podía pensar era en consolar al omega que lloraba en su apartamento. Estrechó al chico que era ligeramente más alto que él entre sus brazos. La cabeza de Yang cayó directamente en su hombro y se echó a llorar.

—Tengo miedo de no poder escapar nunca —sollozó—, estoy aterrorizado. No quiero esto, no quiero esta vida... No quiero seguir decepcionando a mi abuelo, no quiero estar siempre triste, no quiero seguir pensando en todos vosotros y viendo cómo vivís a través de las redes sociales —Ahora las lágrimas corrían por las mejillas del chico—. Echo de menos a Suni, quiero contarle la verdad a Jisung, Seungmin y Felix, quiero que dejen de mandarme mensajes que nunca contesto... Necesito... Necesito... —hipó incontrolablemente.

Changbin se apartó con el corazón apretado en un puño de hierro, a punto de ser destruido. Limpió con sus pulgares callosos las mejillas pálidas y apartó el flequillo negro de su frente. Parecía tan frágil, tan roto, tan vulnerable que todas las cosas alfa que había en él querían activarse al mismo tiempo. Tuvo que ejercer un férreo control sobre sus feromonas para que el olor calmante no se expandiera por todas partes. Todavía no quería meter en más problemas a Jeongin.

—Lo arreglaremos, te juro que lo haremos —prometió, depositando toda la fuerza de sus palabras en la confianza ciega que tenía en Felix—, encontraremos la forma de que salgas de ahí, pero tienes que empezar a buscar tu espacio. No podemos arrancarte de esa casa si no nos echas una mano, Innie. Necesito que seas firme y fuerte, que empieces a reclamar tu lugar.

—Yo... la única vez que lo hice...

—La última vez que lo hiciste tu abuelo volvió a llamarte, Jeongin. Seguías yendo a visitarlo, te pidió que volvieras.

—Pero... Pero no quería volver, yo no quería dejar a... —Su voz se ahogó en un gemido doloroso y Changbin volvió a abrazarlo.

—Innie, todo estará bien... Tu abuelo entenderá, tienes que ser sincero con él, dile que no te quieres casar con el beta... Si te echa de casa puedes venir aquí, tengo una habitación extra...

—¿Y Minho hyung?

—Ese idiota vive con Jisung.

—Oh, ¿de veras? —Changbin se mordió el labio inferior, tentado a contarle el secretito que su amigo había soltado como una bomba. Pero no era su noticia para darla, así que maquilló ligeramente la realidad.

—Sí, bueno, prácticamente. ¿Ves? Hoy me abandonó aquí por estar con su omega. Así que puedes venir y ocupar su habitación. Es toda tuya, de hecho, hasta las fotos de los gatos y todas las chucherías que puedas encontrar son para ti —Jeongin rio entre sollozos—. Vas a estar bien, ¿de acuerdo? Ahora, ¿qué tal si te cuento todas las novedades que hay en el grupo mientras vemos "Physical: 100"?

El chico asintió, secándose las lágrimas que quedaban con el dorso de la chaqueta de vestir. Changbin lo empujó hacia el sillón y cogió una servilleta y la botella de agua de la encimera. Le dio todo al omega y él se sonó silenciosamente mirando a la pantalla.

Changbin volvió a iniciar el capítulo y esperó unos minutos antes de hablar de algo que pudiera distraerlo.

—Bueno, parece ser que Seungmin está preparando un nuevo disco, se tiñó el pelo de rubio, ¿lo viste?

—No, no ha subido nada a redes...

—Ah, estará esperando para hacerlo. El caso es que está muy guapo, pero, bueno, Seungmin está hermoso siempre. Y Chan ha tenido que contratar a tres personas más, el restaurante es todo un éxito. No esperaba menos, la cocina de Felix merece todo el reconocimiento.

—Es cierto —acordó el chico, asintiendo.

—El equipo de Jisung sacó un proyecto súper exitoso, no me enteré mucho, pero parece que ha recibido un bonus, así que genial. Y bueno, hicieron una fiesta de disfraces en el colegio y estuvimos cosiendo capas de mosqueteros todo un sábado —añadió, tomando su teléfono para enseñarle la foto a Jeongin. Los ojos del omega brillaron y se acercó más a la pantalla.

—¿Quién es el tercero?

—Es Yunho, es hijo de Seonghwa y Hoongjoong. Al parecer, Hoongjoong es productor musical y tenía amigos en común con Seungmin, así que han acabado siendo parte del grupo. Yo los conocía porque Seonghwa conoce a San y Wooyoung desde la secundaria. Al final esto es un poco endogámico...

—Sí lo parece —bromeó el joven—. ¿Vosotros cosisteis los disfraces?

—Sobre todo Hoongjoong y yo, mi madre nos obligó a tomar clases de costura en el instituto a mí y a mi hermana. Decía que no quería que fuéramos unos alfas inútiles que no saben ni coser un botón —Jeongin rio en voz alta esta vez—. Y Hoongjoong es súper talentoso, nos contó que pensó en estudiar diseño de moda antes de entrar en la industria de la música.

—¿A qué se dedica Seonghwa?

—Es amo de casa, la familia de Hoongjoong está forrada y él también, pueden permitírselo —comentó, jocoso—. Bueno, también tuvieron una pelea —añadió.

—¿Quién?

—Los mosqueteros. Al parecer, uno de los niños insultó al nuevo omega de Suni.

—¿El omega de Suni?

—Suni es claramente alfa, Hoshi y Mingi son sus omegas. Todavía tengo dudas con Yunho, pero por como mordió al otro niño en el brazo, creo que podría ser alfa también.

—¿Qué idiotez es esa? Son niños pequeños —se carcajeó Jeongin, pasando a la siguiente foto de los tres mosqueteros con un chiquillo vestido de Elsa.

—Ese es Mingi, llegó nuevo hace poco, trasladaron a su padre desde Incheon. Parece ser que su elección de disfraz le acarreó algunos problemas con unos niños de otra clase y Yunho se peleó para defenderlo cuando Suni no estaba. Fue ella la que logró que le soltara el brazo cuando lo mordió.

—¿Ella?

—Eso me contó Minho. Qué orgulloso estoy de esa niña, maldita sea, es toda una alfa de manada.

—Deja de decir esas cosas, es una niña pequeña. ¿Qué pasa si se presenta como omega? ¿O como beta?

—Igualmente ha nacido para ser líder, da igual su segundo género. Será presidenta de Corea como mínimo. Y nosotros estaremos allí para aplaudir el día de su investidura —aseguró Changbin, llevándose una mano al pecho con ceremonia.

—¿De verdad lo piensas?

—¿El qué? ¿Qué será presidenta? Claro que sí.

—No... Que nosotros estaremos allí... Que yo podré estar allí...

—¿Por qué no ibas a poder? —preguntó Changbin, dejando el teléfono sobre la mesita.

—A veces... A veces me da miedo que se olvide de mí —confesó, mirando sus manos en su regazo.

—No se olvidará de ti. ¡No para de hablar de ti! —exclamó—. Bueno... ¿qué más? ¡Ah, sí! Hyunjin tendrá su propia exposición en Whalien 52. No sé qué mierdas significa, pero debe ser algo grande porque Jisung parecía emocionadísimo cuando lo contó.

—Oh... Vaya... Sí, es algo grande. Parece que todo el mundo está haciendo cosas grandes... —Algo en el ánimo de Jeongin se hundió un poco más y Changbin se sintió terriblemente mal otra vez.

—Pero no nos olvidaremos de ti. Ninguno. Serás parte de todas esas cosas, más temprano que tarde podrás venir a coser trajes de mosquetero, a escuchar a Jisung gritar, a montar en bici al río Han o incluso te podrás apuntar a taekwondo —Jeongin lo miró—. No te vamos a dejar atrás, Innie. Te lo prometo —Y nunca había dicho una cosa con tanta convicción. El omega sonrió y él volvió a abrazarlo, procurando controlar su olor a chocolate y mantenerlo lo suficientemente bajo para que no impregnara su ropa—. Ahora, dejemos estas cosas aburridas y veamos a la gente más fuerte de Corea pasarlas putas.

Jeongin aceptó, sentándose un poco más cómodo en el sofá. Changbin todavía rezó a los dioses por poder mantener su promesa. 

***

Les advertí que se acababa lo adorable, navegantes.

¡Nos vemos en el infierno!                                           

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