11. Voy a ser papá

Changbin recibió un mensaje de Jeongin esa tarde. No era largo, solo un saludo, una pregunta simple de si "todo estaba bien" y una respuesta a la que Seo le había hecho tres días atrás.

Seguía "estando ocupado", aparentemente. Lo suficiente para rechazar todas las ofertas que le hizo de tomar algo, verse o, al menos, hablar por teléfono.

Aunque la úlcera de su estómago ya no era tan pronunciada, sorprendentemente, gracias a compartir el secreto con Feélix, Changbin seguía preocupado.

Yo

Jeongin, ¿quién era el hombre con el que saliste a comer?

Yang Jeongin

Mi abuelo.

Yo

No, el joven, el chico que acompañaba a tu abuelo

Yang Jeongin

Nadie... Tengo que irme, hyung.

Yo

Era él, ¿verdad? Es tu prometido

Hubo silencio al otro lado de la línea. Jeongin estaba "escribiendo" y dejando de hacerlo, pero no contestaba. Changbin esperó con paciencia, mirando de la pantalla del móvil al televisor sin prestarle atención realmente a lo que estaban echando.

Podía escuchar a Minho trasteando en su habitación y se preguntó brevemente si le haría la cena.

Yang Jeongin

Sí.

Yo

Lo imaginé. ¿Era un beta o solo esa cosa turbia de los olores que ocurre en la empresa de tu abuelo?

Yang Jeongin

Es beta.

Un poco de peso se alivió de sus hombros. Si ese chico era un beta, no podría marcar a Innie. No podría amarrarlo para siempre a la pata de su cama y obligarlo a una eternidad de miseria a su lado. Además, no iban a casarse. Changbin todavía no sabía cómo, pero confiaba en que Felix estuviera lo suficientemente mal de la cabeza como para idear un plan que impidiera esa boda.

Minho apareció en el salón con una maleta de ruedas. Lo miró confundido, sabía que últimamente se llevaba mucha ropa a casa de Jisung que nunca volvía a traer, pero nunca lo vio haciendo el equipaje.

—Este fin de semana me voy a Ulsan con Jisung —comentó el mayor, dejándose caer a su lado y mirando la pantalla de la televisión en la que se reproducía el último reality al que se había enganchado Changbin.

—¿A ver a su familia? ¿De quién es el cumpleaños?

—De nadie, ¿por qué tiene que haber una excusa para ver a su familia?

—Han no va a ver a su familia por placer, hyung. O es el cumpleaños de alguien o su madre se ha puesto lo suficientemente pesada para que vayas a conocerlos.

—Ya conozco a su hermano...

—Correcto y has evitado cada fiesta a la que te han invitado.

—¡Eso fue cosa de Jisung! Fue él quien me obligó a romper la promesa de ir en Chuseok.

—Lo que sea —desechó Changbin—, ¿a qué se debe entonces la visita? ¿Vas a pedirle matrimonio formalmente?

Vio como su amigo tragaba saliva y negaba con la cabeza. Parecía nervioso y eso lo hizo sospechar. Apagó la televisión y se sentó de lado para enfrentarlo. Los ojos de Minho estaban muy abiertos y su boca formaba una línea tensa.

—He dicho lo de la boda de broma, pero si es real está bien, hyung. Sé que estás enamorado, te ayudaré a hacerle la propuesta —tranquilizó, dándole unos golpecitos en la espalda—. No podría pensar en una persona que encajara mejor contigo que Han.

—No es eso... Pero te tomaré la palabra para el futuro.

—Entonces, ¿qué ocurre? Jisung está bien, ¿verdad? No está enfermo, ¿no? —insistió, preocupado porque la razón fuera algo negativo.

—No, no exactamente... no...

—Por favor, dímelo de una vez o voy a empezar a especular con un montón de desgracias. Y ya estoy bastante ansioso —se quejó, dejándose caer contra el respaldo con un resoplido.

Si añadía una cosa más a ese infierno que tenía por vida, le estallaría la cabeza. No podía permitirse un Jisung enfermo. No podía permitirse que nadie más sufriera porque lo de Jeongin le quitaba el poco sueño que conseguía conciliar.

—Yo... Tengo que contarte algo... Algo muy importante.

—¿Te vas a mudar con él? —Era natural, Minho ya pasaba en casa de Jisung más tiempo que en el piso que compartían. Se había estado preparando para ese momento—. Buscaré un compañero de piso, no te preocupes.

—Sí, bueno pero eso no es lo más importante.

Changbin lo miró por el rabillo del ojo y creía que nunca había visto a Minho tan nervioso. Quizá cuando fue a la vista de conciliación o el día que empezó a trabajar en la escuela... definitivamente, nunca olió así de emocionado.

—Vamos, hyung, suéltalo de una vez —incitó, incorporándose para verlo más de cerca.

—Voy a ser papá —susurró.

Casi no lo entendió. De hecho, le costó algunos segundos procesar las palabras. Abrió muchísimo los ojos y la boca. El olor a café se hizo más intenso, vio a su amigo tenso, esperando una respuesta.

¿Qué respuesta podría darle? ¿Qué iba a decirle cuando ese podría ser el momento más importante de su vida? No había palabras suficientes en su idioma y él no era demasiado bueno con ningún otro.

Mierda, Changbin sabía que Minho sería un padre excelente y Jisung ya había demostrado lo bien que se le daba el trabajo. Y era consciente de lo muchísimo que se querían, de lo fuerte que era su vínculo aunque no llevaran juntos ni dos años.

En medio del caos de su razonamiento, en su corazón explotó una fiesta de felicidad. No pensó más, se lanzó contra su amigo, aplastándolo entre sus bíceps. Minho hizo un ruido de sorpresa, pero le devolvió el abrazo.

Si se le escapó una lágrima, nadie más tendría que saberlo.

—Mierda, hyung, enhorabuena —gimoteó, presionándolo más fuerte—. Es una noticia increíble, Jesucristo, casi no puedo asimilarlo. ¿Estás feliz? Tienes que estar feliz. Tú amas a Jisung y ser padre es algo que siempre ha estado en tu futuro. ¡Maldito alfa afortunado! ¡Vas a tener un bebé! —gritó, sacudiendo un poco a su amigo. Se miraron unos segundos y Changbin vio el llanto contenido en los orbes felinos—, estoy muy feliz por ti.

—Gracias, Binnie —murmuró tímidamente—. Tenía miedo... por como te lo tomarías...

—¿Eres tonto? ¿Cómo me lo voy a tomar? ¡Es la noticia más genial que me has dado nunca! ¡Voy a ser tío por fin! ¡No tendré que esperar a que mi estúpida hermana encuentre alguien que la aguante!

Minho se rio en voz alta y él lo siguió. Volvió a abrazarlo y sintió ganas de tener a Han allí para felicitarlo también. Estaba tan feliz como si fuera él mismo quien fuera a tener un hijo.

—Siempre te quejas de que ya no paso tiempo contigo... y esto hará que pasemos todavía menos tiempo juntos...

—Bueno, también es un alumno más para mí escuela. Los negocios son los negocios, Lee Minho-ssi —bromeó.

Se levantó y corrió hasta la cocina para abrir una botella de soju. Sirvió dos vasos sobre la mesita de café y le entregó uno a su amigo.

—¿Nos vamos a emborrachar ahora?

—Claro que sí, hay que brindar porque Lee Minho va a ser padre. El mejor papá del mundo —exclamó, chocando los cristales juntos y bebiendo de un trago—. ¡Por mi futuro sobrino!

—¡Por la bellota! —jaleó el maestro.

—¿Bellota?

—Sí, Felix lo llamó así. Mira —Se levantó para ir hasta su abrigo y sacar la cartera, corrió hasta él y desempacó un sobre cuidadosamente doblado. Un segundo después, Changbin contemplaba una imagen en blanco y negro de lo que creía que sería el bebé de Minho—. Esta es la bellota —señaló, orgulloso.

Changbin aspiró el aire, abrumado. Se fijó específicamente en el círculo del tamaño de un haba que había en el centro. Es un cachorro, era un bebé minúsculo que crecía en la tripa del ruidoso y adorable Han Jisung. ¿Se parecería a él como Suni? ¿Estaría cocinando otra pequeña ardilla? ¿O tal vez una criatura con las facciones gatunas de Minho hyung? ¿Cómo sería su pelo? ¿Cómo de pequeñas serían sus manos cuando naciera? ¿Podría Changbin sostenerlo? ¿Sabría controlar su fuerza con una carga tan delicada?

—Oye, te pusiste tenso de repente, ¿Qué pasa con el brindis?

—No cogeré a la bellota hasta que cumpla un año —confesó de pronto. Minho frunció el ceño confundido—. Seguro que le hago daño si la cojo, hay demasiada potencia en estos bíceps.

—A veces creo que tus padres te dejaron caer de pequeño —se burló Lee—. No vas a hacerle daño, los brazos grandes solo te hacen más apto para mantenerla protegida —consoló el chico con una sonrisa comprensiva.

A Changbin le pareció una buena respuesta y una buenísima opción. Ya era el favorito de Suni y podía decir sin lugar a dudas que destrozaría a cualquiera que se atreviera a hacerle daño alguna vez. Podría hacer lo mismo por la bellota. La protegería de cualquier mal, la mantendría segura y cuidada igual que a su hermana y a sus papás.

—Tengo una nueva misión en la vida: mantener a salvo de todo mal a la bellota —aseguró determinado.

Minho se echó a reír y sirvió otros dos vasos de soju que bebieron. Brindaron hasta acabar la botella con sonrisas brillantes y una decena de "enhorabuenas". Changbin le repitió algunas veces más lo buen padre que sería solo por ver a su amigo sonrojado como un colegial y con los ojos llenos de lágrimas.

—Todavía no lo sabe nadie, solo Felix y Hyunjin. Bueno, y tú. Ni siquiera se lo hemos dicho a Suni porque quiero hablar con Kihyun hyung primero...

—Se pondrá feliz, también significa un nuevo cachorro para su guardería.

—No podemos permitirnos esa guardería, Changbin —murmuró Minho, ligeramente avergonzado—. Tenemos que buscar una casa más grande y eso va a costar un riñón. Y los niños son muy caros, la ropa, la comida, los pañales...

—Ah... —suspiró Seo, incómodo por lo insensible que había sido—, no pienses en eso ahora. Piensa en esto —señaló la foto que estaba sobre la mesa—, mira lo que has hecho, hyung. ¡Vas a tener un cachorro con el omega de tus sueños! ¡Vas a ser papá! ¡Y mañana conocerás por fin a tus suegros!

Minho soltó un lamento quejumbroso tapándose la cara con la raída manta gris. Changbin se tiró sobre él para aplastarlo con una risa.

Su lobo ladró de pura felicidad, casi olvidando que tenía una boda que impedir.

—Suni, tienes que abrigarte. —Presionó las solapas de la trenca mostaza que llevaba la niña, abrochándole los botones superiores.

—Pero estamos llegando, me quitaré el abrigo en seguida —se quejó ella con un puchero.

—Lo sé, pero cuando salgas del taxi hará viento y te resfriarás. ¿Quieres ponerte enferma? Porque si es así te quito el abrigo ahora mismo y te dejaré enfriarte hasta que tiembles.

—Hannie, cálmate —murmuró Minho, apartando sus manos del abrigo de la pequeña. Refunfuñó enfadado y se cruzó de brazos.

El alfa desabrochó el primer botón y le dio una sonrisa comprensiva a la chiquilla, que mantenía su cara confundida. Todavía no entendía cómo estaba tan tranquilo. Las horas de viaje en tren habían sido un poco infernales, a pesar de que no estaba tan lleno como esperaba para ser viernes.

Suni no había dormido ni un segundo y se pasó todo el tiempo inquieta, queriendo caminar de un lado a otro del vagón. Ni siquiera la tablet o el Animal crossing lograron distraerla más de media hora. Jisung sabía que estaba nerviosa, llevaba sin ver a sus abuelos y su tío desde Chuseok y era la primera vez que Minho iba con ellos. Y esa era precisamente la razón por la que aquel viaje era peor que cualquiera que hubiera hecho antes.

Estaba rezando mentalmente porque sus padres se comportaran, ya que no lo hacían cuando viajaba solo con su hija. Esperaba que no lo humillaran, que no trataran mal a Minho y, sobre todo, que no pusieran el grito en el cielo cuando descubrieran la razón por la que estaban allí los tres.

Vaya mierda, pensó. Ni siquiera el olor de su alfa lo ayudaba a calmarse, aunque parecía hacer maravillas con la niña que ya no se quejaba de lo incómoda que era la chaqueta.

—Hemos llegado —avisó el taxista. Jisung tragó saliva cuando vio la casa desde la ventana en la que estaba Minho sentado.

Intentó pagar, pero el hombre se adelantó, dejando algunos wones de más como propina y abriendo la puerta. Jisung desabrochó el cinturón de Suni y la instó a salir. La niña tomó directamente la mano de Minho y dio saltitos de emoción señalando a la puerta de sus padres.

El conductor bajó las tres maletas y su alfa le pasó a la pequeña mientras las cogía todas en un alarde de caballerosidad tan propio de él. Jisung sonrió enternecido solo el tiempo suficiente para que la voz de su hermano llegase a sus oídos.

—¡Mi hermosa Suni! —exclamó.

—¡Tío Dongdong! —gritó ella emocionada, zafándose para correr a los brazos del alfa.

Sintió a Minho tensarse como la cuerda de un arpa. Su olor, tan calmado momentos atrás, se convirtió en un caos de estrés, vergüenza y timidez. Jisung lo miró y acarició sus nudillos, que estaban blancos por la fuerza con la que agarraba la maleta de mano.

Ahora me entiendes...

«No te metas con alfa, consuélalo y protégelo»

Cállate, chucho traicionero, siempre estás de parte de los demás.

—Hola, niñato —saludó su hermano, acercándose con la niña en brazos. Tiró de su chaqueta para darle un abrazo apretado y revolverle el pelo que había tardado más de diez minutos en peinar en el baño del tren de alta velocidad—. Por fin te dignas a traer al perro guardián a casa.

—Han Dongsung, tengamos la fiesta en paz —advirtió, mirándolo con los ojos entrecerrados. El sinvergüenza rio en voz alta.

—Es una broma. Me alegro mucho de que estéis aquí. Y mamá está que se sube por las paredes, creo que a papá le dará una aneurisma como no entres de una vez. Es un placer verte de nuevo, Minho.

—Igualmente, Dongsung hyung —contestó el hombre, con una pronunciada reverencia.

Jisung no permitió que siguieran hablando en la calle mucho más porque de verdad hacía viento allí, así que empujó al molesto alfa que cargaba a su hija hacia la casa y ayudó a Minho con las maletas para entrar al recibidor. Dejaron los zapatos y chaquetas en la puerta y los olores familiares de la comida de su madre se mezclaron en el pasillo de la entrada, envolviendo a Jisung.

Suspiró sonoramente, siguiendo a su hermano hasta la cocina en la que escuchaba a su madre trastear y dar órdenes a su padre. Echó un vistazo a la cara desencajada de Minho justo antes de cruzar el umbral hacia la habitación en la que estaba una de sus pesadillas más recurrentes.

Allí estaban los dos: su madre con un delantal, el pelo perfectamente recogido y una ropa demasiado elegante para ser "de estar por casa"; su padre revolviendo un guiso en la vitrocerámica, con su cabeza llena de pelo blanco y las gafas apoyadas en el puente de la nariz empañadas por el vapor. Ambos se giraron en el momento en el que los escucharon entrar. Hubo unos segundos de reconocimiento que le calentaron las mejillas a Jisung.

—¡Mi niña hermosa! —arrulló su padre, soltando la cuchara de madera para alzar a la pequeña en un abrazo apretado.

—¡Abuelo! —chilló ella emocionada, apretándose contra el cuello del mayor.

—¿No vas a saludar a tu abuela? —preguntó la mujer, acercándose para darle un beso en la sien.

—¡Claro que sí, abuela! —respondió diligente, estirando sus brazos regordetes hacia ella—. Hola, Jisung. Y hola a ti también, señor desconocido —añadió con retintín. Jisung rodó los ojos.

—Mamá, papá este es Lee Minho... —No pudo acabar la frase cuando oyó el golpe seco y las caras de sus padres y su hermano se deformaron en expresiones de sorpresa.

Jisung se giró a tiempo para ver al estúpido de su alfa arrodillado. Pero no de la manera romántica que quería que se arrodillara, no. Estaba haciendo una genuflexión completa, con la frente pegada al suelo y las manos ante él. El omega estaba horrorizado.

—Señor Han, señora Park, mi nombre es Lee Minho. Soy maestro de preescolar, tengo 30 años, nací en Gimpo y soy hijo único. Siento no haberlos podido visitar antes y presentarme formalmente, les ruego me perdonen por no pedir su permiso para salir con su hijo...

—¡Qué diablos dices, Minho hyung! —gritó Jisung, interrumpiéndolo y tirando de su brazo.

—El lenguaje, Hannie —farfulló, mirándolo de reojo sin moverse del suelo.

—Esto sí que no me lo esperaba. —Dongsung se echó a reír ruidosamente y Jisung lo fulminó con los ojos. Sus padres seguían mirando fijamente al alfa arrodillado en el suelo de la cocina como si estuvieran viendo a un alienígena. Suni parecía igual de confundida.

—Acepten mis disculpas por no haber venido antes —insistió el alfa—. Nunca ha sido mi intención ofenderlos. Amo a su hijo y a su nieta y lo único que quiero es cuidarlos como se merecen.

—¡Minho hyung! —gimió quejumbroso, tirando del brazo una vez más—. Termina esto, por favor.

—Tengo que mostrar mis respetos a tus padres...

—Así es como se comporta un joven educado —interrumpió su madre, acercándose a ellos. Se inclinó ligeramente y le dio un toquecito en la cabeza al alfa—. No te preocupes, hijo, sabemos que no has venido porque Jisung no te ha dejado, no tienes que pedirnos disculpas.

—¡Mamá!

—No, no, no he querido decir eso señora Park...

—No has querido decirlo, pero conozco a Jisung lo suficiente. Levántate del suelo, haz el favor —insistió ella, con un toque más en la coronilla del hombre.

Minho levantó la cabeza y tenía las orejas tan rojas como un tomate. Se alegró por no ser el único avergonzado por el espectáculo. Su madre extendió la mano para estrechar la de Lee y ambos hicieron una reverencia. Un segundo después, su padre dejaba a Suni en el suelo y se acercó para hacer lo mismo con una sonrisa tranquilizadora.

—Es un placer conocerte, Lee Minho-ssi.

—Para mí también lo es, señor Han —aseguró.

Solo esperaba que toda esa amabilidad no cambiara cuando les contara la razón por la que habían viajado en el tren de alta velocidad hasta Ulsan casi sin avisar.

La familia de Jisung era... genial. Es decir, si ignorabas las bromas crueles entre Dongsung y su novio y cómo su madre preguntaba hasta su tipo de sangre, eran bastante geniales. Han Jidong era un hombre tranquilo que sonreía mucho, Jisung se parecía mucho a él, era como tener una máquina del tiempo para saber cómo envejecería su amado omega. Park Sungkeun era mucho más enérgica, con un carácter similar al de sus hijos.

Dongsung se llevó a Suni a dormir cuando todos tomaban té en el salón. Minho se preguntó dónde dormiría él porque no sabía como de tradicionales eran los beta. Le avergonzaba preguntar, así que solo se mantuvo sentado con la espalda muy recta en el sofá que compartía con Jisung. Dongsung bajó un minuto después.

—La dejé durmiendo en tu habitación —comentó casualmente.

—La habitación de invitados está preparada, no sabíamos dónde querrías dormir, Ji-ji —aclaró el padre, haciendo que se ruborizara aunque no hablase con él directamente.

—¡Papa! —se lamentó Jisung.

—Solo te damos opciones, Jisung, para que veas que somos modernos —explicó ella, dando un sorbo de la taza de té.

—Oh, diosa Luna, sabía que esto era una mala idea —refunfuñó el chico, apoyándose en su hombro. Minho no pudo evitar la sonrisa que se le escapó ni el pellizco en la mejilla redonda del omega. Jisung lo miró con ojos suplicantes durante unos segundos. Quiso decirle que todo estaba bien, que estaba allí para él, que su familia era genial y que si decían algo malo lo defendería. Que nunca jamás lo iba a abandonar...

—Ejem... —El carraspeo de Dongsung lo hizo apartar los dedos del cachete y enderezarse automáticamente—. Entonces, ¿por qué estáis aquí? Es tarde y tengo que volver a mi casa.

—Yo no te llamé para que estuvieras aquí, quería hablar con mamá y papá —atacó Jisung.

—No pretenderás que me vaya y no me entere de lo que sea que vaya a pasar aquí, ¿no? Me hubiera perdido al perro guardián arrodillado y pidiendo perdón como si estuviéramos en un drama de época.

—¡Han Dongsung, te dije que dejaras de insultarlo!

—Es bromita, niñato, no te pongas así.

—¡No me hacen gracia esas bromas! —exclamó alterado. Minho colocó su mano sobre la rodilla del omega, intentando calmarlo.

—No pasa nada...

—Por supuesto que pasan cosas —gruñó, con su aroma saliendo en oleadas.

—Hannie, por favor, cálmate —rogó, tomándolo de la mano para acariciar el dorso con su pulgar. El omega respiró hondo un par de veces y se apoyó otra vez en su hombro.

—Cielo santo —murmuró su madre.

—¿Ves, mamá? Te dije que era como magia. Minho tiene poderes mágicos para calmar al tarado de tu hijo.

—Dongsung, haz el favor de respetar a tu hermano y a su alfa —intercedió Han Jidong con una mirada severa que avergonzó al hermano mayor.

—Lo siento, papá... Lo siento, Minho, ¿sabes que no lo digo en serio?

—Sí, tranquilo, Dongsung hyung —concilió, sin soltar la mano de Jisung.

—Entonces, ¿por qué estáis aquí? —intervino la madre, dejando la taza vacía sobre la mesa de café—. Me encanta haberte conocido, eres absolutamente adorable y por lo menos sé que mi hijo y mi nieta siguen una dieta equilibrada. Está a la vista...

—¿Qué insinúas, mamá?

—Hombre, has ganado un poco de peso. No te queda mal, pero tienes la cara más redonda, te ves más saludable. —La mano de Jisung se cerró como una prensa sobre la suya y su olor se descontroló completamente. Hasta Dongsung arrugó la nariz desconcertado.

—¿Está todo bien, Jisung? —preguntó el hermano, preocupado por su reacción.

—Yo... Es que... Maldito infierno, ¿cómo coño puedo decir esta mierda?

—Jisung, el lenguaje.

—Suni no está.

—Eso da igual, no puedes hablar como un marinero delante de tus padres.

—Arg, qué pesado eres —se quejó, dándole con la cabeza suavemente en el hombro.

—¿Alguien puede aclararnos qué está pasando? —terció Han Jidong con una mueca intranquila.

—Bueno... —Jisung lo miró a los ojos unos segundos y Minho asintió suavemente para darle apoyo—. Hay algo que tenemos que deciros y no quiero que perdáis la cabeza, ¿de acuerdo?

—¿Estás enfermo? —susurró la mujer, llevándose una mano al pecho.

—¿Qué? No, mamá, no. No estoy enfermo, nadie está enfermo...

—Déjate de rodeos de una vez, Jisung, nos estás poniendo nerviosos —se quejó Dongsung.

—Está bien, sin rodeos, a la mierda: estoy embarazado.

—El lenguaje —murmuró, justo antes de darse cuenta del silencio espectral que se apoderó de la sala.

Ni siquiera se escuchaba el viento aullando contra las ventanas y, cielos, hacía mucho viento en esa ciudad. Era como si el clima estuviera igual de sorprendido que los dos betas y el alfa en la sala. Minho empezó a entrar en pánico cuando nadie dijo ni una palabra en mucho, muchísimo rato.

—Eso es, estoy embarazado, ya lo he soltado. Vamos a ser padres. Estoy de unas 10 semanas, más o menos. Eso es todo, ahora nos vamos a dormir, adiós. —Se levantó de un salto y tiró de la mano de Minho para que lo siguiera.

—Han Jisung —La voz de la mujer le heló los huesos y se quedó paralizado, impidiendo que el omega lo llevara hasta las escaleras—, ¿piensas tener todos tus hijos de penalti?

—¿Perdón? —exclamó el aludido, indignado, dándose la vuelta para enfrentarla.

—¿Algún día harás las cosas pensando con la cabeza? —A Minho no le gustó el tono ni las palabras que usó y su lobo dio un paso adelante antes de que se diera cuenta de lo que estaba haciendo.

—Le pediría, por favor, que no le hablase de esa manera —dijo, por encima de la réplica de Jisung—. Les he mostrado mis respetos y les pedí disculpas por no venir antes, pero no voy a permitir que ofenda a mi pareja —añadió, presionando el cuerpo de Han contra su costado—. Es posible que no hayamos discutido una fecha, pero le aseguro que tener hijos con Jisung siempre estuvo en mis planes. De hecho, pasar el resto de mi vida con él es el único plan que tengo claro. Entiendo que estén sorprendidos, nosotros también lo estamos, pero queríamos compartir esta alegría con ustedes porque son su familia. Así que no voy a consentir nada que no sea una felicitación.

La mujer cerró la boca en una línea tensa y se miraron como si estuvieran a punto de atacarse. Definitivamente, esa no era la forma en la que quería que fueran las cosas. Lo menos que Minho deseaba era caer mal a esa familia porque, al final, era la de su novio.

Por suerte para todos, Dongsung se encargó de destruir ese ambiente tenso con una risa alegre.

—¿Lo ves, papá? Tiene poderes —celebró, acercándose a Jisung para darle un enorme abrazo y apartarlo de su lado. Minho lo extrañó instantáneamente. Lo vio oler ruidosamente en su cuello y el chico lo apartó con un "Ew" y una mueca de asco—. ¡Sabía que olías diferente! ¡Enhorabuena, niñato! Estoy muy feliz por vosotros. Tendré otro bebé al que mimar.

—Gracias, Dongsung hyung —susurró Jisung, abrazando a su hermano.

—Enhorabuena, Ji-ji —añadió su padre, acercándose para darle un abrazo también. Un segundo después se giró hacia él y abrió sus brazos para estrecharlo. Minho se sintió un poco abrumado—. Sé que cuidarás bien de mis pequeños, Minho, también de Suni...

—Por supuesto que sí, señor Han...

—Puedes llamarme abonim* —interrumpió el hombre, dándole una palmadita en la espalda antes de separarse—. ¿No quieres decir nada más, querida? —preguntó, mirando a la mujer.

*N/A: Abonim es suegro.

Ella hizo un puchero enfadado antes de resoplar y le recordó terriblemente a Hannie. Un segundo después se acercó a su hijo y lo abrazó con fuerza, golpeándolo en la cabeza.

—Tendrías que haber traído antes a Minho a casa. Para una cosa que haces bien y la mantienes escondida...

—Mamá, ¿no puedes alegrarte por mí sin atacarme?

—Claro que me alegro por ti, Jisung —rebatió—, además, ya lo hiciste bien con Suni y tú y Hyunjin solo erais unos niños estúpidos, con un alfa adulto como Lee Minho será aún mejor.

—Definitivamente eres incapaz de felicitarme sin una pulla.

—Te quiero, Jisung, y querré a todos los bebés que quieras tener, aparentemente eres el omega más fértil de Corea —añadió con una sonrisa, dándole un beso en la mejilla a su hijo que seguía refunfuñando. Lo soltó y enfrentó a Minho—. En cuanto a ti, jovencito... Espero que cuides bien de los tres. Si les haces daño iré a buscarte y te lo haré pagar. ¿Entendido?

—Sí, señora Park... —aseguró, haciendo una reverencia.

—Y puedes llamarme omonim*, deja esas formalidades. —Minho fue arrastrado a los brazos de la beta para un apretado abrazo que lo dejó sin respiración.

*N/A: Omonim es suegra.

Jisung rio en voz alta y lo tomó de la cintura cuando la mujer lo soltó. Un segundo después, Dongsung sacaba una botella de soju de la nevera y servía cuatro vasos y un poco más de té para Jisung. Brindaron por la bellota antes de despedirse para irse a la cama.

Minho se encontró tumbado con su omega en la habitación de invitados de la casa de sus padres en Ulsan. Suspiró sonoramente, empapándose del olor a lavanda y algo más en su nuca. Su mano entró bajo la camiseta del pijama y acarició el vientre todavía plano del chico, pegándose más a su espalda. Lo necesitaba cerca, tan imposiblemente cerca que se metiera debajo de su piel.

—Me haces sentir como el hombre más feliz del mundo —confesó en un susurro.

—Tú a mí también —respondió el otro. Su mano estaba sobre la de Minho, acariciando suavemente—. Gracias por defenderme ahí abajo... Nunca había visto a nadie callar así a mi madre...

—No me siento orgulloso de eso... Pero no podía dejar que se portara así contigo.

—Por eso te amo, mi bonito y suave alfa que se convierte en un demonio si alguien me amenaza.

—Por supuesto que sí. —Dejó un beso suave en la piel del omega y lo arrulló un poco para que se quedara dormido.

—¿Me amarás cuando me ponga gordo y no pueda ni atarme los zapatos? —preguntó, después de un rato en silencio.

—Yo te los ataré. Y te bañaré, te cambiaré de ropa y haré todo lo que necesites. Te haré masajes en los pies y te mimaré como si fueras un príncipe.

—Voy a tomarte la palabra, Lee Minho-ssi. La bellota se pondrá demandante cuando se convierta en un balón.

—Entonces estaré preparado para cumplir todas sus demandas —aseguró, haciendo círculos sobre su barriga—. Te amo, Hannie.

—Yo también te amo, jagi

***

Disfruten de las cosas cuquis porque se vienen curvas, navegantes.

¡Nos vemos en el infierno!

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