1. No sé guardar secretos
Felix vio a Jeongin entrar justo detrás de Changbin. Otra vez. Se había convertido en algo habitual en el último mes. El omega aparecía y se marchaba con el alfa, permanecían uno alrededor del otro en cualquier evento. Como por ejemplo, en la inauguración del restaurante Levanter a la que Bang Chan los había invitado.
No estaba enfadado. Solo tenía curiosidad. Quería saber por qué su omega estaba tan unido a ese alfa musculoso.
Había descuidado ligeramente a Jeongin, sobre todo en las últimas semanas, cuando trabajó hasta el hartazgo para ayudar a Chan con la apertura y formar al jefe de repostería que dejó atrás en el hotel. Por suerte para él, ya no tenía que levantarse de madrugada porque el turno de comidas empezaba a las doce de la mañana. Suficiente para darle unas pocas horas más de sueño a su lozana piel.
—Apestas —se quejó Jisung con un puchero. Felix lo golpeó con una espumadera limpia que tenía a mano.
—Estoy nervioso.
—¿Por qué? Eres el mejor chef del mundo, este lugar será un éxito.
—Cariño, soy repostero, es la primera vez que voy a cocinar platos de verdad para alguien que no sean nuestros amigos.
El omega lo agarró de las mejillas y frotó sus pulgares por sus pómulos pecosos. Él sí que apestaba, tenía el aroma de Minho en cada centímetro de su piel, casi era incapaz de percibir la lavanda debajo de todo ese café. Esas tendencias de los dos a estar uno sobre el otro eran asquerosamente románticas, tanto que lo ponían un poco nervioso.
—Eres el mejor chef del mundo. Vas a triunfar como te mereces. Te amo. Creo en ti, mi rayo de sol, todos lo hacemos —susurró, muy cerca de su cara.
Felix quería un beso, así que colocó sus labios en un piquito y Jisung lo complació, con una risita traviesa burbujeando en su garganta.
—¿Tenemos cena con espectáculo? —cuestionó Seungmin, entrando a la cocina y levantando una ceja con desdén.
—Envidioso. ¿Tú también quieres un beso Minnie? —Jisung se abalanzó sobre el más alto, agarrándolo por los hombros. El cantante pudo huir de él a duras penas.
Corrieron fuera, con Han persiguiendo a Kim para besarlo. Felix creía a veces que Jisung tenía doce años mentales y Seungmin tampoco parecía suficientemente maduro cuando se escondió detrás de su alfa. Se echó a reír, comprobando por última vez que todo estuviera preparado.
El vidrio que dividía el comedor de la cocina estaba perfectamente limpio, desde allí, podía ver a sus amigos sentándose en distintas mesas, charlando entre ellos. También pudo ver el lenguaje corporal de Changbin, cubriendo a Jeongin de la mirada anhelante de Hyunjin, que estaba al otro lado del comedor, sentado con Suni y Hoshi.
Felix no era muy partidario de invitar al pelotinto (que en realidad ya no era pelotinto), pero Bang Chan tenía un corazón gigantesco donde, aparentemente, cabía todo el mundo. Y un afán desmesurado por arreglar los problemas de los demás. Así que Hyunjin había empezado a aparecer también en sus planes de grupo, con sus ademanes elegantes y su ropa de diseñador. Tenía que admitir (aunque nunca delante de Jisung) que Hwang y él compartían sentido del humor y molestar al omega era mucho más divertido ahora que tenía algo así como un compinche.
No era que fueran amigos de verdad, no. Felix no perdonaba ni olvidaba, aunque tuviera a bien fingir que no fue el culpable de que despidieran a Minho.
Cuando no estaban burlándose de Jisung, Hyunjin estaba siempre un poco triste. Apagado, tímido, contenido, especialmente cuando estaba Jeongin en escena. Como en ese instante en el que Changbin pasó una mano por encima del respaldo de la silla del omega.
Sus propios dedos se apretaron en torno al mango de la espumadera, preguntándose qué demonios estaba pasando y por qué ahora eran tan cercanos. Si Jeongin tenía algún problema tenía que decírselo a él, no a ese alfa anodino al que le quedaban tan sexys esas gafas negras.
¿Qué?
«Le quedan bien»
Pero no tendríamos que estar pensando en eso, regañó a su lobo, ganándose un lloriqueo y el silencio de su animal interno.
¿Se podía pensar que los amigos son sexys? Porque él lo hacía. Creía que Jisung estaba sexy cuando se ponía esos pantalones de talle alto que le marcaban la cintura. Y creía que Jeongin estaba sexy cuando lo obligaba a ponerse sus propias camisetas sin mangas. Hyunjin solía estar sexy casi siempre porque el cabrón era como una escultura griega. Minho estaba sexy cuando llevaba camisa negra y se ponía el pelo hacia atrás. Seungmin estaba sexy cuando cantaba. Chan estaba sexy solo existiendo. Changbin podía estar sexy con las gafas de pasta negras, o con el dobok, o con esa camiseta Supreme Honda que llevaba puesta.
Sí, los amigos podían ser sexys y no tenía nada que ver con cualquier cosa que hubiera pasado entre Changbin y él.
—Oye, ¿estás bien? —Wooyoung, el jefe de sala, entró a la cocina desde la puerta trasera y olfateó el aire.
—Sí, disculpa, estoy un poco nervioso.
—No pasa nada, Lixie —respondió con una enorme sonrisa—. ¡Ay! ¡Vino Changbinnie!
—¿Lo conoces?
—Claro, somos amigos desde hace años. ¿Tú lo conoces? —Bíblicamente, quiso decir, pero se contuvo.
—Sí... Somos amigos, todos nosotros, ¿sabes? —explicó torpemente, sacando de la nevera unos cuantos cortes de carne para empezar con el servicio.
—Es genial, Binnie me consiguió este trabajo. Es un tío excelente. —Si alguien más le recordaba a Felix lo genial que era Changbin se haría el harakiri con la puntilla de la carne.
—Sí, bueno...
—¡Voy a saludar a San! Empezamos el servicio en quince minutos —aseguró, huyendo de la cocina para ir a saludar a su marido, que entraba en el restaurante en ese momento con sus dos niñas.
Los vio a través del cristal, el omega dio besos a sus pequeñas mientras el alfa de los ojos intensos lo miraba derritiéndose. Según tenía entendido, Wooyoung y San llevaban juntos muchísimo tiempo, desde la escuela secundaria. Simplemente se encontraron el uno al otro y ya no volvieron a separarse. Habían tenido a sus gemelas hacía dos años y Wooyoung ahora peleaba por conseguir un mejor trabajo para colaborar con su alfa en los gastos de la educación de las niñas, que empezaban en la escuela de Suni ese curso.
Por eso lo había recomendado cuando Chan comentó que necesitaba a un jefe de sala con experiencia. Y Felix había caído rendido a los pies del omega en cuanto lo conoció la primera vez. Era inevitable no amar a ese histérico chico que llevaba el pelo de dos colores.
Sonrió inconscientemente, viendo cómo de feliz y orgulloso se veía junto a sus niñas y su marido. Se preguntó si algún día tendría algo así, no los hijos, sino la sensación de pertenencia a algún lugar. Su mirada recorrió el grupo variopinto formado por clientes, amigos y curiosos. Sus ojos se detuvieron específicamente en el brazo musculoso que Changbin todavía mantenía sobre Jeongin. ¿Qué estaba pasando allí? ¿Qué demonios significaba aquello?
Las pupilas del alfa musculoso se levantaron, como si hubiese escuchado los pensamientos de Felix, y se clavaron en las suyas. Hubo un extraño segundo de reconocimiento, uno que no tenían desde hacía muchísimo tiempo. Su cuerpo se calentó como una olla a presión y sus mejillas enrojecieron. Pensó que Changbin estaba jodidamente guapo hoy, jodidamente sexy y adorable al mismo tiempo. Quiso enredar sus dedos en el pelo rizado y negro de su cabeza solo por un instante.
—¡Empezamos el servicio, chef! —El resto del equipo lo sacó de su mente con violencia, apartándolo de la visión de sus dedos enredados en el cabello de Seo sabumnim.
—Empezamos, chicos.
—Hoy es un buen momento para hablar con ellos —susurró Changbin, empujando en el plato de Jeongin un poco más de carne. El omega hizo una mueca extraña y lo miró.
—Por favor, no hables de eso aquí, alguien podría oírte.
—Jeongin, tienen que oírlo, tienes que contarles lo que está pasando.
—Pero no ahora, no en este momento, hyung, no puedo estropear la inauguración con una noticia así.
—¿Cuánto piensas esperar? Me va a salir una úlcera, Jeongin, yo no estoy hecho para guardar secretos —se quejó, removiendo estúpidamente la deliciosa comida en su plato. ¡Santo infierno! Hasta había perdido el hambre, por supuesto que Changbin no estaba hecho para guardar secretos.
—Por favor... —susurró el chico, con la voz rota.
Changbin lo miró de arriba abajo. Estaba apretando la servilleta con tanta fuerza que creía que la deshilacharía en cualquier momento. Esperaba que el algodón fuera lo suficientemente fuerte para aguantar ese arranque ansioso del omega.
Resopló, cansado de todo eso. No del niño que comía a su lado, sino de tener que mentirle a todo el mundo. Para ser justos, solo Minho le había preguntado directamente, pero Changbin no era tonto y sabía que hablaba por boca de Jisung. Todos estaban igual de confundidos con la repentina cercanía que compartía con Yang.
Pero no podía evitarlo, era algo muy alfa, muy suyo. Necesitaba proteger al chico de todo lo que su odiosa familia le estaba haciendo. Quería guardarlo en una caja para que nadie le hiciera daño jamás. Tenía a menudo la compulsión de sacarlo a rastras de casa de su abuelo y llevárselo al apartamento por el que Minho casi ni pasaba.
Terminaron de comer con el silencio de Jeongin pesando a su lado. Era como una presencia oscura e ineludible, como si un nubarrón estuviera sentado en la silla de ese restaurante tan bonito y hogareño que Bang Chan había creado. Ni siquiera la riquísima comida de Felix lo hizo salir de allí.
Y esa era otra de las razones de la úlcera en su estómago: Lee Felix.
El omega llevaba una chaquetilla blanca y un gorro con el que recogía su pelo. Podía distinguir el sudor en su sien a través del cristal porque se habían sentado cerca del cristal divisor. También se fijó en que sus pecas estaban más vivas que otras veces, probablemente porque no llevaba ni una gota de maquillaje. Cómo le jodía que fuera tan guapo, tan profesional, tan decidido y tan idiota al mismo tiempo. Como le jodía no poder sacárselo de la cabeza aunque hubieran pasado tantos meses y tantos celos separados.
Revolvió el postre sin ganas, llevándose una cucharada a la boca más por educación que porque realmente quisiera. Jisung hablaba sin parar sobre algo y Bang Chan sonreía como un padre orgulloso con sus polluelos. Wooyoung se movía de un lado al otro del comedor con eficiencia y escuchó a San preguntarle algo al azar a Hyunjin, ambos sentados en la "mesa de los niños". Pero no era capaz de prestar atención más allá de eso.
—Por favor, hyung, confía en mí, hablaré con ellos... —repitió Jeongin en su oído. Changbin lo miró de reojo y apretó los labios en una línea.
—¿Lo has visto al menos? —Él negó—. ¿Cuánto tiempo tienes?
—Seis meses...
—Mierda, Jeongin, seis meses se pasan volando.
—No levantes la voz...
Gruñó sonoramente y percibió la mirada de Bang Chan en la mesa de enfrente.
«Criminal offensive side eye», masculló su lobo.
Era justo, Seo acababa de gruñir a Yang Jeongin, el pequeño omega que todos cuidaban como si fuera un bebé. El omega que guardaba un montón de secretos, como esa mierda que había compartido con él aunque no lo quisiera: Jeongin se iba a casar. Y, joder, todos necesitaban estar preparados para esa bomba atómica cuando estallara. Changbin necesitaba que alguien lo protegiera a él también.
—¿No te gustó la comida? —La voz grave de Felix lo sorprendió y levantó la cabeza para mirarlo. Estaba de pie, junto a la mesa, mirándolos a los dos con sus cejas fruncidas.
—Sí, estaba muy rica, enhorabuena, Felix —fingió.
—Una mierda, no has comido nada. Y tú tampoco, Innie —escupió.
—Estaba todo muy rico, Felix hyung, pero no tenía mucha hambre...
—Eres un pésimo mentiroso, Jeongin —desechó, con un ademán de su mano—. ¿Está todo bien?
—Sí, sí, te prometo que está todo delicioso...
Changbin era incapaz de hacer nada más que mirar a Felix fijamente. Quería chillarle que se fuera de allí, que dejara de abrumarlos con sus feromonas, que se llevara ese intensísimo olor a fresas lo suficientemente lejos. Porque casi podía saborearlo, lo sentía en el paladar y, para su desgracia, recordaba muy bien cómo sabía Felix. Lo bien que se sentía en mi piel.
El chef los observó unos segundos, prestando especial atención a los hombros de Changbin y Jeongin unidos. No dijo nada más, pero su mueca tampoco cambió, siguió siendo enfadada y confundida. Casi le gritó que se largara o que se acercara más; que esto no era de su incumbencia o que se lo contaría todo; que lo dejase en paz o que nunca se apartara de su lado.
—Espero enterarme por ti de lo que sea que esté pasando, Innie. —Era una amenaza velada, pero fue lo suficientemente clara como para hacer que Jeongin se estremeciera a su lado.
Felix siguió su ronda por las mesas y Changbin percibió el más ligero aroma a maracuyá. Se giró preocupado y se encontró con el más joven mirando a la servilleta que maltrató durante toda la comida.
—¿Quieres que nos vayamos?
—Sí —contestó simplemente.
Así que Changbin hizo lo que tenía que hacer: se levantó, agarró la mano del omega y salió de allí sin despedirse de nadie.
***
¿De verdad pensaron que iba a dejar la historia de estos a medias? NUNCA, NAVEGANTES, JAMÁS.
No me gusta subir hasta que la historia no está terminada, así que esta va a tardar un poco. En cuanto esté acabada, subo todo por aquí. Será más corta que Lavanda, tal vez un poco más triste, pero con muchas cosas random para que todos disfrutemos (yo escribiendo y, espero, ustedes leyendo)
Sin más, acuérdense de poner esta en la biblioteca para que les avise cuando suba capítulos.
Los quiero mucho, gracias por todo el amor que le dieron a Lavanda <3
¡Nos vemos en el infierno!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top