08: Un deseo indeseado

Las gotas cayendo del grifo y el constante golpeteo de sus pies resonaban en la cabeza de Gerard, el sonido era su única compañía mientras yacía sentado en el suelo de su baño, con la cabeza entre sus manos y las lágrimas corriendo por sus mejillas.

—¿Qué voy a hacer?.... Carajo, ¿Qué diablos voy a hacer?... —decía entre sollozos.

Junto a él estaba tirada una prueba de embarazo, que para su mala suerte había salido positiva.

Estaba solo en esto, o al menos eso le decía su instinto.

—¿Cómo le voy a decir a Frank...? —se preguntaba con el corazón destrozado.

En su cabeza no cabía la explicación de cómo había quedado embarazado de su mejor amigo, cómo surgió todo.

Frank Iero, su mejor amigo de toda la vida, a quien conocía desde que tenía memoria, su compañero de juegos y aventuras, y ahora, el padre del niño que llevaba.

Con la edad, eventualmente descubrieron que Frank era alfa y él beta, por lo que "no había de qué preocuparse", ¿Verdad?

Dos meses antes...

—¡Llegué! —avisó Gerard al entrar a la casa arrojando las llaves sobre la mesita de la entrada.

—¡Hey! —lo saludó Mikey, su hermano alegre mientras lo veía entrar a la cocina—. Oye... ¿Estás bien? —la sonrisa se desvaneció de su rostro al ver a su hermano con detenimiento

—La verdad es que no... o algo así, no lo sé —suspiró con la cabeza entre sus manos y sus codos apoyándose sobre la barra de la cocina.

—¿Que tienes?, ven acá, te escucho —Mikey tomó asiento en uno de los bancos de la barra

—No lo sé... Me he sentido... raro... últimamente, diferente, hay algo que no cuadra.

—La verdad si te he notado algo distinto, pero, ¿Qué quieres decir?

—Ni yo lo sé Mikey... —se mordió el labio frustrado mientras pensaba—. Aunque...

—¿Aunque...?

—Estoy.... —suspiró antes de seguir hablando—. He estado contemplando la idea de hacerme el examen de nuevo —se encogió de hombros

—¿Crees que es eso lo que te pasa?

—No lo sé, solo para descartar, y tengo un raro presentimiento —dijo mientras jugaba con sus dedos en la barra con la mirada perdida mientras pensaba.

—Bien, ¿Y cuándo vas a ir?

—Lo más pronto que pueda.

—Yo te acompaño —ofreció.

—Gracias, Mikey —Gerard sonrió y abrazó a su hermano.

No más de una semana después, los hermanos Way estaban aguardando en la sala de espera de la clínica el resultado de aquellos exámenes, que tenía con los nervios alterados al de ojos esmeralda.

—¿Gerard Arthur Way? —llamó una enfermera con un folder en la mano.

—Aquí —se levantó con las piernas temblando y el corazón a golpe.

—Aquí están, los resultados del examen.

—Gracias —respondió el pálido joven tomando el sobre entre sus manos dándole una sonrisa de agradecimiento a la enfermera.

—¿Y, qué dice? —se acercó Mikey inmediatamente

—No sé Mikey, aún no los abro —suspiró.

—¿Y que esperas?

Gerard rodó los ojos y con las manos temblorosas comenzó a abrir el sobre. Sus ojos se abrieron de par en par y sus manos temblaron aún más.

—¿Gee?, ¿Qué dice?

—El resultado... E-el resultado cambio...

—¿Eh?

—Omega... —aún en shock y con la mirada perdida le entregó los papeles a su hermano para que leyera por su cuenta.

—Oh... ¿Y qué tiene? —se encogió de hombros.

—¿Y qué tiene? Mikey... No puedo... No quiero.

—Gee, pero no hay nada de malo.

—¡Frank! —dijo en un gruñido tirando la cabeza sobre el hombro de Mikey.

—¿Frank qué?

—¡Es alfa, carajo!, cuando hicimos el examen por primera vez todo estaba normal porque no había de qué preocuparse y que esto fuera algo que afectara nuestra amistad, ahora no voy a poder estar cerca de él cuando esté en "mis días" porque ¡Ush! —explicó Gerard agitando las manos y alzando la voz.

—Gee, no es como que sea el único, nada te asegura que vaya a pasar algo entre ustedes, vamos no seas así... —intentó calmar a su hermano quien lucía más pálido de lo normal

—Pero tampoco hay nada que me lo niegue.

—Vamos, no seas así Gee... —intentó abrazar a su hermano.

—Necesito pensar un poco, Mikey...—dijo y se alejó saliendo del consultorio.

...

—Gee, ¿Estás ahí?

Varios días habían pasado desde la visita al médico, Gerard se había encerrado en su habitación y llevaba tiempo sin querer salir.

—¿Gee? —Mikey tocó una vez más la puerta de la habitación de su hermano sin respuesta

—¿Qué?

—¿Puedo entrar?

—Si —resopló Gerard de mala gana abriendo la puerta.

—Ups...

—Ya sé que me veo de la mierda —rodó los ojos cruzando los brazos.

—Gee, no está bien que estés así, me preocupas.

—Mikey, ya, estoy bien —enfatizó y se tiró a la cama.

—No, no lo estás, por Dios —tosió—. Apestas, más de lo común.

—¿Qué será, eh? ¿Las hormonas quizás? —gritó Gerard notablemente molesto.

—No, ¡el que no te has bañado en casi una semana es lo que apesta!, está bien que estás "en tus días" o lo que sea, pero ugh...

—Chistosito —respondió y le arrojó un cojín.

—¡Oye! —Mikey se echó a reír—. Bañate, ¡por favor!, te voy a sacar de tu "Baticueva".

—¿¡QUÉ!?, no, no, no...

—Si, si, si —le arrojó de vuelta el cojín que le había arrojado momentos antes.

—Mikey, no...

—No, ¡Vamos a salir!, no te puedes quedar aquí encerrado pudriéndote por siempre. Pete va a dar una fiesta en su casa y vas a ir conmigo.

—No tengo ganas. Peor ir a una fiesta donde está lleno de gente, es lo que menos quiero.

—Pero no te hace bien aislarte, me preocupas Gee... —suspiró tomando asiento en la cama junto a su hermano.

—Mikey...

—Por favor, hazlo por mí, solo hoy... —hizo un puchero.

Gerard suspiró frustrado.

—Bien... Pero solo una hora

—Dos.

—¡Una!

—Una y media.

—¡Una dije!

—¡Una y media y te invito a cenar!

—Hecho.

—Te veo abajo en una hora—sonrió victorioso y salió de la habitación.

Alrededor de una hora después, aunque de mala gana Gerard ya se encontraba camino a la fiesta con Mikey con sus piernas temblando ansiosamente aún no muy convencido de ir.

—Bien, entonces... ¿Vas por tu cuenta o te acompaño un rato? —preguntó Mikey en la entrada de la casa.

—Ve con tus amigos, estaré bien —dio una sonrisa algo forzada y se separó de su hermano.

Se adentró en la casa y comenzó a dar vueltas por el lugar, fue por un trago a la cocina donde tenían la barra llena de botellas y mezclas raras de alcohol, tomó una y mientras daba vueltas se sentó en un sillón.

Comenzando uno de los momentos que más se quedarían grabados en la memoria de aquel joven de cabellos negros y ojos verdes, Mr. Brightside de the killer sonaba a todo volumen, mientras estaba sentado en aquel sillón solo bebiendo una mezcla de Sabra dios qué observando a la gente bailar y conversar a su alrededor... Sólo hasta que sintió como alguien se sentó a su lado.

—Hasta que te apareces —rió.

—¿Frank? —volteó a su lado desconcertado.

—¿Hola? —volvió a reír agitando su mano saludando sarcásticamente.

Gerard se quedó callado, totalmente paralizado, aquel sentimiento "extraño" hacia Frank lo hacía ponerse nervioso.

—Hey, ¿Estás bien, amigo? —Frank arqueo una ceja confundido levantando un brazo para ponerlo en el hombro de Gerard, quién sin dar una respuesta apartó la mano de Frank y se levantó del sillón casi corriendo lanzando el vaso vacío al piso—¡Gerard, espera! —fue tras él, siguiéndolo entre la multitud empujando a algunos en el proceso.

—¡Gee! ¿¡qué pasa!? —seguía detrás de él sin recibir respuesta alguna de su parte—. ¡Gerard!

Finalmente Frank lo alcanzó mientras subía las escaleras al segundo piso tomándolo de la muñeca para detenerlo.

—¡Frank, suéltame!

—Gerard, ¿Qué demonios te sucede? Llevo casi tres semanas sin saber algo de ti, no me respondes, no has leído mis mensajes, ¿Qué pasa? —suspiró.

—¡Nada! ¡No pasa nada, carajo!

—Entonces, ¿me puedes explicar por qué mierda mi "mejor amigo" me ha estado evitando por casi un jodido mes?

Gerard se quedó callado, cruzando los brazos mientras evitaba la mirada de Frank.

—¡Ge-mh... —ni siquiera pudo terminar de decir su nombre cuando Gerard lo interrumpió besándolo.

—¡Me gustas! —gritó Gerard tan pronto sus labios estuvieron lejos de los de Frank.

Frank se quedó quieto, procesando lo que acababa de suceder.

—¿Estás contento? —Gerard seguía sin recibir respuesta alguna del ojos avellana—. A la mierda —suspiró decepcionado y comenzó a bajar las escaleras hasta que fue detenido nuevamente por Frank quien lo acercó para besarlo nuevamente.

—Gee, no se que está pasando, pero... Me siento igual por ti... Es decir, tu... Yo... Ha-hay algo que... —confesó el alfa entre besos suaves sobre esos delicados labios dulces.

En aquella escalera fue donde comenzó todo...

Comenzó con una simple declaración que fue de un beso que subía notablemente de nivel, dejando salir algunos suspiros y sonidos de placer por parte de ambos, quienes torpemente subieron los escalones restantes y se adentraron a la primera habitación que encontraron vacía, cerrándola con seguro tras de ellos.

—Gee... —puso sus manos en las caderas de Gerard acercándolo cada vez más a él.

Una tras otra las prendas de ropa comenzaron a caer al suelo, comenzando a llenar el cuarto con el calor y deseo de ambos.

—Frankie... —Gerard sentía como su cuerpo se derretía y temblaba bajo las manos del alfa, mientras éste pasaba sus labios por su cuello llegando a acariciar suavemente su clavícula con su lengua.

—Gee... Ya no puedo... Te necesito... —susurró en un gruñido en el oído del omega presionando sus caderas contra las suyas.

—Tómame, Frankie... Por favor —levantó su rostro dejándole más acceso a su cuello

—¿E-estás seguro? —preguntó con la voz entrecortada y su respiración agitada.

El omega solo asintió, sentándose al borde de uno de los sillones de aquella habitación dándole espacio para dirigirse a su entrada.

...

Algunos minutos después despertó atontado, sudado y aún con el corazón acelerado en aquel sillón abrazando a Frank, asustado y confundido por la montaña rusa de emociones que era en ese momento, se levantó con cuidado y recuperó sus ropas del suelo y salió silenciosamente de la habitación.

...

—¿Gee? —llamó Mikey desde el otro lado de la puerta del baño que estaba cerrada con seguro—. ¿Gee, estás bien? Llevas más de una hora ahí dentro

Gerard se levantó a duras penas del suelo, limpiando las lágrimas con la manga de su suéter y tomando aquella prueba positiva entre sus manos.

—Ge... —la puerta finalmente se abrió dejando ver al omega detrás de ella con los ojos rojos e hinchados—. Oye, oye, ¿qué te pasó? —se acercó a abrazar a su hermano quien inmediatamente se derrumbó en sus brazos.

—Mikey... —dijo con la voz entrecortada.

—Shh... ¿Qué tienes?

—Mikey, ¿qué voy a hacer?

—¿A qué te refieres? —respondió extrañado alejando ligeramente a Gerard.

Gerard sacó la prueba y se la entregó a su hermano mientras seguía sollozando.

—No le digas a mamá y a papá.

—Gerard... No me jodas —se llevó una mano a la frente y suspiró frustrado

—Ya sé...

—¡¿Qué vas a hacer con un bebé, Gerard?!

—¡No lo sé! —sollozó.

—Gerard, necesito que me respondas una sola cosa.

Gerard se quedó callado sabiendo que pregunta le haría Mikey.

—¿De quién es?

El omega desvío la mirada ignorando por cómo a su hermano.

—Gerard, ¿de quién es? —alzó la voz haciendo que se sobresaltara.

—De Frank —se echó a llorar más fuerte.

—La puta madre... —suspiró—. Cámbiate, vamos a hablar con él.

—¡No!

—¿No? Gerard, ¡No es opcional y no es un juego!

—¡No, Mikey!

—¿Y qué piensas hacer cuando nazca, eh? Gerard ¡Esto es serio!

—¡No lo sé!—chilló retrocediendo.

—Gerard —suspiró—. A ver... Perdón por gritarte, pero esto es algo serio, ¿Qué vas a hacer?

—No tengo idea —escondió el rostro entre sus manos.

—Gerard, necesitas hablar con Frank, necesitan ver qué van a hacer con esto —señaló la prueba y luego la arrojó en una mesita cercana.

—¿Y si me manda a la mierda?

—Se tiene que hacer cargo... Ya sea para criarlo o para abortarlo.

—Mikey...

—Bien... Si quieres tenerlo está bien, pero ve a hablar con Frank, y si el poco hombre no se hace cargo... Recuerda que me tienes a mi —se acercó a su hermano para consolarlo.

—¿Y mamá y papá?

—Gerard, tienes veintitrés... No eres un adolescente así que creo que ya pueden afrontarlo.

...

Algunos días habían pasado, Gerard seguía sin decirle a nadie, pero al fin iría a decirle a Frank. Tomó el poco valor que tenía y se encaminó a la casa del alfa, con la prueba de embarazo en su bolso y el corazón en las manos.

A escasos metros de la casa escuchó algunas risas provenientes del porche.

—¡Frankie, ya! —reía un chico de cabello castaño abrazado al ojos avellana mientras lo sostenía.

El omega se quedó paralizado, sintió como la sangre bajaba a sus pies y su estómago se revolvía al ver aquella escena.

La gota que derramó el vaso fue cuando aquel chico desconocido tomo el rostro de Frank para besarlo.

Sintió como las lágrimas bajaban por sus mejillas y decidió salir corriendo tan rápido como pudo hasta llegar a su casa.

Una vez allí, sentado en el suelo de su habitación y sintiendo pena por aquella criatura que ahora crecía en su vientre, producto del enamoramiento que había tenido con el que consideró su mejor amigo; tomó una de las decisiones más difíciles de su vida.

Octubre, cinco meses después...

Ya algunos meses habían hablado para el joven Omega, meses en los que había tomado la decisión de iniciar una nueva vida como padre soltero. Se fue de Nueva Jersey, sus padres le ayudaron a pagar un pequeño departamento y vivía solo, en completa tranquilidad a tan solo dos meses de recibir a su bebé.

Se encontraba regresando de las compras, pasando por un pequeño y tranquilo parque que visitaba constantemente, las hojas en tonalidades naranjas y cafés caían a su alrededor y el frío del otoño era más que notorio, caminaba disfrutando del momento, volteando a ver al área de juegos donde había varios niños jugando y algunos otros con sus padres, un sentimiento cálido le llenaba el pecho al saber que ese sería él dentro de poco, ansiando ver los ojos del pequeño que crecía en él.

Aunque sentía también dolor, dolor al saber que su pequeño no tendría una familia completa, no conocería a su padre y no podrían ser una "familia feliz" como él hubiese querido; pero al menos intentaría que tuviera todo el amor y cariño del mundo.

Siguió caminando después de su pequeña pausa hasta que chocó con alguien.

—¡Ay no! Disculpe —se disculpó el chico ayudando a recoger lo que accidentalmente tiró de las manos del omega.

—No pasa nada—sonrió con amabilidad y tomó la bolsa, pero su sonrisa se desvaneció casi de manera inmediata.

—¿Gee?

—F-frank... —dijo y retrocedió nervioso.

—Espera, Gerard... Tu... ¿Qué?

—¿Qué haces aquí?

—No, no, no, ¿Qué demonios haces tú aquí? Gerard, desapareciste por meses...

—Sinceramente, ¿a ti qué te importa? —Gerard intentó evitarlo y seguir caminando pero Frank lo detuvo.

—Gerard, no te veo desde aquella fiesta, ¡y desapareciste en ese entonces! No respondes mis mensajes, o mis llamadas, yo... ¡Fui a tu casa y Mikey me ve como si fuera el diablo, encima de que me entero de que ya ni siquiera vives allí!, ¿Qué está pasando?

—¿Quiere saber qué está pasando, señor Iero? —dijo sarcástico—. ¡Esto es lo que está pasando! —exclamó señalando a su vientre notablemente abultado.

Frank se quedó callado y tragó saliva.

—Tú...

—Si Frank, estoy embarazado, ¡Sorpresa! —volvió a exclamar en un tono molesto y sarcástico.

—Pero...

—¿Pero cómo?, a ver déjame recordar...¡La fiesta! y si, es tuyo.

—¿Y por qué no me dijiste...?

—¿Y arruinar tu pequeño romance? No corazón, te veías muy contento.

—¿Romance? ¿De qué me hablas?

—Hazte idiota... —rió sarcástico.

—Gerard, enserio no sé de qué carajo estás hablando.

—Ah.... ¿ya no te acuerdas de tu noviecito de pelo castaño que te decía "ayy Frankie"?

—Gee, no estás entendiendo.

—Ajá —Gerard intentó irse nuevamente.

—Gerard, ¡Te amo a ti!

El omega se quedó paralizado de espaldas a Frank escuchando eso.

—¿Quieres que te crea? —volteó a verlo con los ojos cristalizados.

—Gerard, no es lo que crees, yo... Él, es un viejo amigo, y fue a visitarme, resulta que yo le gustaba y él, bueno...

—¿Y ahora también está embarazado? —comentó enojado.

—¡No! Dios... ¡Lo mandé a la mierda por ti!

—¿Y?

—¿"Y"? ¿Qué quieres decir?

—¿Y qué quieres que haga, eh? ¿Echar todo por la borda y regresar corriendo a tus brazos?

—Quédate conmigo... —se acercó y lo tomó de las manos.

—¿Eh?

—Quédate conmigo, Gee... Dame una segunda oportunidad, los dos... —intentó abrazarlo

—¿Enserio piensas regresar así como si nada?

—Gee... Por favor, me muero por ti... Estoy jodidamente loco por ti y... —suspiró—. Por eso vine.

—¿Cómo?

—Mikey.... Me contó, no me dijo sobre tu embarazo, pero insistí tanto en saber dónde estabas que me dijo que te habías mudado aquí... Yo solo quería respuestas.

—¿Y qué respuesta quieres?

—En primera, quería saber por qué el amor de mi vida desapareció de la nada.

—¿Y en segunda?

—Quisiera saber... Si me dejarías estar contigo, y está vez para siempre... O bueno, "con ustedes" —rió.

—Déjame pensarlo.

—Vamos, Gee.

—Te lo vas a tener que ganar —suspiró.

—Por ti, sería capaz de luchar contra el sol, la luna y las estrellas con tal de que estés orgulloso.

Tomó el rostro de Gerard con delicadeza para dejar un suave beso en sus labios y lo abrazó por la cintura, sellando aquel pacto que le había hecho.

Un año más tarde...



Aquel pequeño departamento se había convertido en un hogar con el paso del tiempo.

Gerard había dado a luz a un pequeño niño al que le dieron por nombre Miles, habían decidido quedarse en ese lugar donde solían llevar con frecuencia a pasear al pequeño a aquel parque donde habían sellado aquel amor que se venía arrastrando desde hacía años atrás, aquel donde habían decidido ser una familia.

—¿Crees que sea demasiado si pedimos una fuente de chocolate? —preguntó Frank empujando la carreola del bebé.

—¿Y para qué quieres una fuente de chocolate en la boda? —se echó a reír Gerard.

—¡Para los invitados! Y quizás Miles también me apoye en la idea, ¿Verdad que si, pequeño? —preguntó al bebé quien solo balbuceo como respuesta a su padre—. ¿Ves?

Gerard soltó una carcajada nuevamente.

—Él es muy pequeño para que sea mal influenciado por ti .

—¿Disculpa? —exclamó fingiendo estar ofendido—. Él me adora.

—Si, si —rió Gerard.

—Y a qué tú también lo haces —levantó las cejas coqueteando con su prometido.

—Lo hago, si... Pero te detesto al mismo tiempo.

—¿Por? Si yo soy un amor.

—Si... Pero eso no quita que seas molesto... aun así que sabes que te amo —sonrió.

—¿Entonces si podemos rentar la fuente de chocolate?

—Ya veremos.

—¡Gee!

Finalmente eran esa pequeña familia feliz que tanto habían soñado, y a pesar de las altas y las bajas, lo lograron, todo a causa de un deseo indeseado.

Fin.

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