07: Error de enamorado

Estar en clases un jueves a las doce del día era una tortura, y más a sabiendas de que sólo quedaba un día más para disfrutar del fin de semana.

De todas formas, no es como si el castaño hiciera mucho en su fin de semana, fuera de quedarse en su cuarto, encerrado, jugando en línea o leyendo. Inclusive, para él los jueves eran mucho más interesantes que un fin de semana, específicamente en las tardes, pues a cierta hora después de clases las porristas del equipo escolar practicaban sin falta en una esquina del gimnasio.

Y no es que Frank fuera un adolescente pervertido ni nada por el estilo, pero de todas las porristas, a sus ojos siempre se destacaba una en particular.

Su posible nombre podría ser Geraldine o Gina, ya que normalmente en los ensayos él había escuchado que las demás se dirigen a ella como 'Gee'.

Frank nunca le había preguntado personalmente porque en el año y medio que llevaba en la escuela nunca le dirigió la palabra, por el simple hecho de que Geraldine (o Gina) era dos años mayor que él y casi nunca se la encontraba al tener horarios tan distintos.

Para empezar, la primera vez que supo de su existencia fue cuando su mejor amigo tuvo que irse más temprano, y al no tener ganas de regresar a su casa a sabiendas de que habían llegado de visita sus familiares y lo primero que le preguntarían era si ya había encontrado compañero.

La respuesta siempre era no, evidentemente. Pues no tenía tanta suerte en el amor, ni en encontrar compañero de cualquier género, cortejar, lo que sea que englobara ese tipo de conceptos.

Ese día, siendo un mismo jueves, caminando por los pasillos escuchó ruidos dentro del gimnasio seguido de un olor cítrico y suave que agradó instantáneamente a su nariz y alborotó por completo su lobo interior, se acercó para segundos después de asomarse descubrir que eran las porristas practicando su rutina para el juego de la próxima semana.

Sus ojos instantáneamente se plantaron en una chica posicionada a la izquierda del grupo, tenía una gracia indescriptible, su cabello castaño claro ondeaba con sutileza mientras daba pequeños saltos y movía los brazos con entusiasmo, podía notar sus caderas debido a la tela de su traje y dejaba al descubierto sus hermosas piernas, lo más distintivo en su rostro a esa distancia era su maravillosa nariz recta y su blanca piel.

Se había dado cuenta de lo flexible que era al momento de hacer un split perfecto a media rutina y ponerse de pie nuevamente como si nada, lo dejaba completamente embobado el cómo se tomaba con tanto compromiso su papel como porrista, aunque no fuera la principal o la líder del equipo. Pero eso no importaba en absoluto, pues a opinión de Frank, ella parecía la líder de lo buena que era. Se merecía totalmente ese puesto, le desesperaba un poco cómo es que Gee tenía que ser el centro de atención y no lo era, ¿Es que no se daban cuenta?, no había nadie más en el equipo que brillara así.

¿Sería de ella ese peculiar olor?

Mientras divagaba por su mente esa pregunta, notó un poco tarde que la muchacha se había distraído un momento, haciendo un gesto gracioso con sus cejas y su nariz frunciendo el ceño mientras volteaba discretamente por todos lados. Frank se asustó que hubiese la posibilidad de que lo viera y rápidamente volvió a meter la cabeza.

—¡No te distraigas, Gee. Necesitamos tener la rutina bien aprendida para mañana! —le reclamó la que parecía ser la capitana del equipo, pues era la que estaba posicionada en el centro.

—Lo siento, me pareció escuchar zumbar una mosca pero no la encontré.

¿Sería esa su voz genuina?, era tan suave pero no llegaba a ser chillona, incluso podría decirse que tenía notas un poco graves, pero nada de qué alarmarse, seguía sonando como una voz más femenina que otra cosa, aunque difícil de descifrar con exactitud.

Regresó al día siguiente a la misma hora, pero no había nadie dentro del gimnasio. Incluso volvió el lunes, el martes y el miércoles, pero no tuvo éxito.

Nuevamente caminó por esos pasillos el jueves, dándose cuenta de que ensayaban ahí solamente ese día cuando ese mismo delicioso olor invadió sus fosas nasales.

Minutos después, volvió a pasar lo mismo al tener un rato de estarla mirando, esta vez casi culminando la hora de práctica y corriendo como si tuviera un petardo entre las piernas cuando vió que la chica caminaba hacia su dirección con intenciones de estar buscando algo.

Ya sabiendo los días y la hora exacta, empezó a frecuentar más esos entrenamientos de porristas, sin embargo, la cuarta vez que fue dejó de percibir el olor a naranjas dulces que tanto le gustaba a pesar de la chica seguir ahí, practicando como si nada. Frank pensó que seguramente no era ella la que desprendía ese olor y era otra chica, quien al parecer decidió dejar el equipo de forma permanente, ya que a partir de ese día, Frank no volvió a percibir más esa esencia.

En fin, el olor era lo de menos. La atracción inmediata que sintió por Gee fue una cosa del otro mundo. Y a pesar del tiempo que tenía llevando a cabo esa actividad de cada jueves y de haberse topado a la chica una o dos veces en el pasillo, nunca se atrevió a hablarle directamente. Más que nada porque sabría que no lograría absolutamente nada con eso.

Frank era un alfa muy bajo y su físico no era el mejor. Es decir, era delgado y de torso ancho, incluso había estado empezando a tatuarse, pero no se consideraba tan atractivo como los demás alfas. Además de no tener nada de especial; no hacía deportes, no destacaba en ninguna materia compleja, no era popular, no salía a fiestas ni se juntaba con tanta gente. Tenía sin duda alguna el perfil de un perdedor nato. Y lo era.

Pasando página en la siguiente semana, hoy no era un día tan agradable para él. Era su día favorito de la semana, solamente que no pudo hacer la actividad que lo hacía ser su día favorito porque tuvo que terminar el cartel de su exposición para el siguiente día con su mejor amigo. Y como nota adicional, Bob no sabía absolutamente nada sobre su enamoramiento por la porrista, nadie lo sabía, era un secreto que guardaba para él solo, y no era extraño para Frank el ser tan reservado tomando en cuenta que no era una persona que le contara su vida a medio mundo, ni siquiera a sus personas mas cercanas como lo podrían ser en este caso su mejor amigo o su familia.

Eran las cinco de la tarde cuando terminó el cartel y se despidió de Bob algo enfurruñado, metió las manos a sus bolsillos y tomó camino hacia la salida para tomar el siguiente autobús que lo dejaba en la parada más cercana a su casa.

O al menos esos eran sus planes antes de que, inesperadamente, el olor cítrico tan inconfundible abrumara su ser después de tantas semanas, y esta vez siendo todavía más intenso que en ocasiones anteriores.

Sus pupilas se dilataron casi al instante y su corazón latió como el de un colibrí, empezando a salivar un poco.

Estaba ahí otra vez ese aroma y no pensaba dejar pasar la oportunidad de descubrir a quién pertenecía la peculiar fragancia.

Dió pasos intranquilos y nerviosos, pues prácticamente todo su cuerpo estaba temblando por la ansiedad del asunto.

El olor provenía de las duchas que estaban integradas al gimnasio, pero este ya estaba completamente solo y no se escuchaba alguna de las risas o vitoreos estándar de las demás porristas.

Cuando se acercó más para intentar percibir algún ruido, sólo se escuchó un suave lamento, seguido de su propio eco.

Estaba completamente solo a excepción de esa persona ahí dentro.

Tomó la iniciativa de entrar despacio y adentrarse conforme la intensidad del olor, solamente dejándose guiar por el mismo. Hasta que llegando a la zona de los vestidores, sus ojos se encontraron con el rostro de Gee, quién ya estaba mirando en su dirección.

—¡¿Eras tú?! —fue lo primero que salió de los labios de la castaña.

—Eras tú... —suspiró enamorado el contrario.

—¡Tú eras lo que me había estado distrayendo durante meses!

Frank abrió los ojos confundido.

—¿Y-yo?

Gee rodó los ojos.

—No tú cómo tal, tu olor. Es muy invasivo. —terminó la frase con un suave gemido lastimero.

—¿Estás bien? —preguntó algo aturdido por el encierro que intensifica más la fragancia de la omega.

—No. Olvidé mis supresores —chilló—. Y tu presencia lo empeora —siguió diciendo—. Eres un alfa, ¿verdad?

El menor asintió.

—Y tú una omega.

—Es bastante obvio que sí.

—Perdón. No estoy pensando correctamente justo ahora.

Gee simplemente le dirigió una mirada de 'ya me di cuenta' antes de volver a hablar.

—¿Puedo... pedirte un favor?

—¿Qué necesitas? —respondió rápidamente.

—Es que... estoy en 'esos' días, y no la estoy pasando tan bien. Duele —dijo de forma poco audible—. Sé que nos acabamos de conocer, pero el haber tomado supresores tanto tiempo sólo lo aumentó y no resisto más.

—¿Quieres que yo te ayude?

—Yo... sí. Por favor. El dolor es insoportable —chilló—. Sólo necesito que me dejes estar cerca de ti.

Frank se quedó un momento en silencio analizando toda la situación.

—¿Tienes la completa certeza de que quieres eso?

—Por favor, alfa —pidió.

Tragó saliva y miró a ambos lados antes de responder.

—Está bien —aceptó aguantándose la respiración por los nervios.

Se acercó con paso lento a la muchacha, nunca la había visto tan de cerca y sin duda alguna era todavía más hermosa si eso era posible. Tenía unos ojos avellana olivo armonizados con preciosas pestañas largas y curvas, sus labios de un rosado tenuemente natural acabando con un pequeño y escondido lunar en la punta de su nariz.

Estando ya a unos escasos centímetros, la primera en hacer contacto fue ella, prensándose de su pecho con ambos brazos y hundiendo la nariz ahí mismo. Él correspondiendo con un gesto de sus manos sobre su espalda baja, todavía no muy seguro de si seguirle o no la corriente a su acompañante.

—Hueles demasiado —murmuró fascinada alineando su vista con la contraria—. Abrázame más —pidió necesitada.

El alfa obedeció apretando el contacto sin decir nada mientras sentía cómo la omega se dejaba ir en sus brazos tan delicadamente, dejando de hacer fuerza en el abrazo y sólo dejándose llevar por la atención que le estaba otorgando Frank, mostrándole su cuello involuntariamente en señal de sumisión.

Después de un par de segundos, notó que ella quería decir algo, pero instantáneamente cerró los labios y juntó las cejas formando una expresión pensante.

—¿Está todo bien? —preguntó el alfa, preocupado.

—Sí. Es sólo que... ¿Me dijiste tu nombre?

—No. Soy Frank.

—Frank —suspiró y lo meditó unos segundos—. Me gusta tu nombre.

—Es demasiado simple —sonrió extrañado—. Hay muchos en todo el mundo que se llaman como yo.

—Pero no todos son iguales a ti. Hay algo en tu presencia que me hace sentir seguro.

El castaño parpadeó confundido y se incorporó del abrazo, enarcando una ceja.

—¿Seguro? —preguntó.

—Sí. Es decir, lo menciono porque rara vez los omegas pueden encontrar calma durante su celo solamente con contacto físico. Y yo siendo un omega que acaba de salir de tomar supresores es muy extraño cómo...

—¿Prefieres los pronombres masculinos?

—¿Yo? Sí. Bueno, siempre los he usado aunque no parezca, mucho menos vestido así.

—¿¡Eres hombre!?

—¿No es algo obvio?

—¡No! ¡Pensé que eras una mujer!

—¿¡Mujer!? ¿De dónde? —se escandalizó—. ¡Ni siquiera tengo pechos!

—Eres porrista —empezó a explicarse—. Tienes rasgos muy femeninos, tu cabello es algo largo, casi no hay hombres omega y tu apodo es 'Gee'.

—¿Cómo sabes que ese es mi apodo si ni siquiera te he dicho mi nombre? —ahora fue el omega quien enarcó la ceja. La situación había logrado que su calor se apaciguara, quedando en segundo plano.

—Lo he oído de tus compañeras porristas.

—¿¡Me has estado espiando!? —el contrario se quedó congelado y no supo cómo responder, delatándose a sí mismo sin querer—. ¡Es por eso que no dejaba de detectar tu olor!

—Me llamabas la atención pero no sabía cómo hablarte —musitó apenado.

—Por ti es que me distraía en mis prácticas y tuve que empezar a usar inhibidores de olor.

Bingo, inhibidores de olor. Todo hizo clic en la cabeza de Frank, y ahora eso explicaba la repentina desaparición de sus feromonas cítricas.

—Lo siento por eso —ofreció su disculpa de forma sincera—. Sentía la necesidad de ir a mirarte aunque sólo fuese poco tiempo. Eres tan flexible y comprometido con las rutinas, que verte siempre fue un deleite.

Los pálidos carrillos del omega ahora cambiaban a un precioso carmín tenue combinado con una sonrisa chiquita.

—Gracias.

—¿Y entonces, el 'Gee' de qué viene?

—De Gerard.

—¿Gerard? —el mencionado asintió despacio—. Honestamente, yo solía pensar que venía de 'Geraldine', o 'Gina'.

El de ojos verdosos lo miró con una incredulidad divertida mientras soltaba un sonido nasal.

—¿Tengo cara de Geraldine?

—Es un bonito nombre —se defendió Frank.

—Como digas —rodó los ojos negando—. Me costaría aceptarlo en otras circunstancias, pero también me llamaste la atención y nunca me acerqué.

—Entonces... —no dijo más, sólo intentó sostener con un poco más de fuerza las caderas contrarias. Empezando un contacto visual que ambos entendieron.

El omega fue el primero en dar el paso y besó a Frank con algo de impaciencia. Lamiendo descaradamente su labio inferior para hacerlo reaccionar. Funcionó cuando el castaño retomó el beso comenzando a subir la intensidad y acercando más las caderas de Gerard a las suyas.

El mayor apretó su rostro de forma cariñosa mientras se acomodaba para no romper el beso y seguir ahí lo más que sus pulmones le permitiesen.

—¿No estás molesto o asqueado? —preguntó Gerard al ambos separarse por falta de aire.

—¿Asqueado?

—Porque no soy mujer.

Negó simple antes de responder.

—Sigo sintiéndome igual de atraído por ti, no te preocupes.

—¿Aunque sea un omega macho?

—Eso a mí no me importa. Sigues teniendo el mismo físico, las mismas facciones y el mismo aroma. Me haría muy feliz el poder conocer más de ti en un futuro cercano —murmuró en su cuello mientras olfateaba con gusto, dejando un par de besos y notando cómo poco a poco su esencia empezaba a incrementar.

—Frank... —gimió Gerard apretando los dientes, su cuerpo empezó a sentirse abochornado por el calor que estaba produciendo involuntariamente—. Estás prendiendo mi cielo otra vez...

—¿Eso está bien? —preguntó antes de continuar sin despegarse—. No quiero obligarte a nada.

El omega sonrió un momento, aliviado de estar con un alfa caballeroso.

—Sí, por favor. Continúa.

Su acompañante asintió emitiendo un suave ruidito con sus labios y siguió besando el cuello de Gerard, justo encima de su glándula mientras exploraba su espalda con sus manos algo inexpertas. Sintió con la yema de los dedos una pequeña cremallera al reverso de su elaborado traje color verde brillante con blanco, la cual no dudó en bajar con agilidad, ganándose un suspiro del adorable omega sobre sus piernas y sintiendo cómo él solo se apegaba más a su pecho y su regazo.

—Quítalo —musitó antes de acomodarse y volver a adueñarse de sus labios.

Frank entendió y trató de abrir y luego bajar con prisa la suave tela que envolvía los hombros de la criatura, siempre intentando no separarse del beso. Teniendo ya sus hombros desnudos, Gerard sintió el cambio repentino de temperatura y su piel se erizó al instante, pero Frank siguió su camino desprendiendo la tela de su pecho hasta su abdomen, desconociendo si podía o no llegar a más.

El mayor tocó su pecho con curiosidad mientras bajaba sus delgados dedos lentamente por todo su estómago hasta llegar a sus costados. Tomó su camisa y la jaló ligeramente hacia arriba, como pidiendo permiso a Frank para quitarla, cosa que le tomó volverse a separar de esos suaves labios para asentir una sola vez, se quedó ahí mismo encogiéndose un poco por la frialdad de los traviesos dedos que subían de a poco su playera hasta pasarla por completo sobre su cabeza y dejándola justo al lado suyo.

—Estás tatuado —ronroneó interesado mientras pasaba con delicadeza la palma completa de su mano por los pocos tatuajes que había regados por ahí, incluyendo una pequeña flama con la leyenda "HOPE" debajo.

—Me gustaría en un futuro tener algunos más —mencionó—. Quiero llenarme todo el cuerpo —rió nervioso al notar el ensanchamiento de pupila en los orbes de Gerard.

—Eso es algo que me interesaría ver... —comentó sin haber despegado en ningún momento la mirada de las figuras hechas con tinta en su cuerpo.

El alfa estaba simplemente maravillado con ese avellana olivo que albergaban sus preciosas perlas, y decidió no quedarse callado.

—Tienes los ojos más bonitos que yo haya visto jamás —le sonrió antes de besar suavemente su nariz.

Gerard también le sonrió apenado por el cumplido y prefirió moverse al cuello contrario mientras se mecía de adelante a atrás sobre su regazo.

El cuerpo de Frank reaccionó liberando más feromonas y apretando el agarre en sus caderas, ayudando con el vaivén.

Gerard gimió necesitado y se aferró a los brazos contrarios debido a lo abrumado que se sentía con la combinación de olores. Jamás había conocido a un alfa que sus feromonas tuvieran olor a cacao puro; una extraña y fuerte combinación del agradable olor a cacao amargo, con un toque de acidez y leves notas de tierra húmeda. Se mezclaba de una manera intensamente deliciosa con su cítrico aroma a naranjas dulces recién cortadas.

El omega empezó a jadear entre pausas, apretando los fuertes brazos de Frank y pasando sus manos poco a poco a su pecho, notando que el alfa no tenía un cuerpo tan trabajado y eso queriendo decir que no hacía ejercicio. Sin embargo, gracias a la genética alfa y su complexión por herencia, ejercitarse era lo que menos necesitaba, pasó su dedo corazón por el medio de su pecho, tomándose su tiempo para sentir cada parte de Frank y volver a admirar sus tatuajes hasta que llegó a su hipogastrio, tentando esta vez con ambas manos la tela mezclilla de los pantalones semi holgados adjuntos a un cinturón bastante apretado en su cintura.

El omega sonrió internamente al darse cuenta de que ese pobre cinturón estaba sosteniendo esos pantalones casi cinco tallas más grandes que las verdaderas caderas de Frank, pues seguramente no hay muchos pantalones para un alfa tan pequeño, o tal vez Frank prefería usar prendas flojas para esconder su escualidez.

El mayor suspiró pensativo. A pesar de no estar en forma le gustaba mucho el cuerpo de Frank. Se prometió internamente siempre hacerlo sentir bien referente a su cuerpo, y lo estaba pensando a futuro porque algo le decía que él podía ser su alfa destinado. Su cabeza ahondaba cada vez más en ese pensamiento y le era imposible ignorarlo, además de que no le disgustaba la idea.

Al momento en que sintió un bulto bastante notorio en donde tenía posicionadas sus manos, sintió cómo la humedad en sus muslos comenzaba a expandirse y a empapar ese mismo pantalón.

—Tómame, Frank —gimió en un suspiro mientras apretaba el agarre en sus vaqueros—. Por favor, tómame. No aguanto más, me duele.

—¿Estás seguro? —preguntó en el mismo estado—. Lo que sea que estemos haciendo y que vayamos a hacer no es para tomarse a la ligera.

—Yo sé que no. Pero quiero esto —intentó hacer contacto visual para agregarle seriedad a lo que estaba diciendo y que Frank no lo tomara solamente como el calor del momento—. Hay algo en ti, algo que hace que mi omega interior grite por estar contigo, me transmites tanta paz cuando estamos así de cerca, mi corazón ronronea feliz cuando siento tus brazos alrededor mío, tu aroma es tan fuerte y a la vez tan adictivo que no puedo hacer caso omiso a tu presencia por más que quiera. Y en ese mismo llamado tan desesperado, hay algo que no me permite olvidarme de ese pensamiento tan fácilmente.

El alfa se sentía demasiado abrumado por la combinación de palabras y aromas como para decir algo más, así que solamente asintió y rebuscó debajo de la falda de Gerard, encontrando el grueso resorte del short que llevaba debajo e intentando bajarlo con prisa, el propietario del mismo ayudó levantando sus caderas mientras lamía suavemente el cuello contrario.

Después de que Gerard se había despojado de su short blanco, comenzó a safar la hebilla del cinturón de Frank y a desabotonar sus pantalones con manos temblorosas. El alfa volvió a sorprenderlo al devorar sus labios y este gimió en deleite, tomándose ambos su tiempo para explorar un poco más la boca ajena y disfrutarse.

—¡Gee! —se oyó desde la parte de afuera—. ¡Gee! ¿Sigues aquí?

El omega chilló con terror y miró a Frank con ojos grandes antes de reaccionar y levantarse del regazo ajeno.

—Es Kristin, escóndete rápido —susurró mientras le entregaba su playera en las manos y lo empujaba con prisa a los baños cuando el pobre intentaba agarrarse los pantalones al no traer bien puesto su cinturón—. Métete ahí y no salgas hasta que yo te diga.

—¿Estás en las duchas, Gee? —preguntó la muchacha mientras abría la puerta, instantáneamente el cítrico de las naranjas con el agrio cacao y tierra llegó a sus fosas nasales. Arrugó la nariz en disgusto—. ¡Dios mío!, huele demasiado fuerte aquí adentro. Gerard, más te vale que me digas dónde estás.

—Estoy en los cambiadores, Kris... —se decidió por hablar.

La mujer rubia caminó hasta donde estaba Gerard. El olor se hizo más fuerte en esa parte, y era tan intenso que los ojos de Kristin lagrimearon ligeramente antes de que pudiera entrar por completo y ver a su amigo.

—¿Qué pasó aquí? ¿Te olvidaste de tomar tus supresores e inhibidores?

—Se me acabaron y olvidé comprar más —respondió apenado con la mirada hacia abajo, inquieto por tener el cierre de su traje unos centímetros más abajo debido a las prisas de acomodarlo lo más presentable posible, agregándole al asunto el estar sentado justo encima de su short blanco al no haber tenido tiempo de volvérselo a colocar, se sentía demasiado expuesto a su mejor amiga en esos momentos, y más tomando en cuenta que la falda le llegaba varios centímetros arriba de la rodilla y no lo cubría mucho.

—Tu olor por sí solo no es así, es demasiado invasivo como para que un omega huela así de amargo y territorial —pensó en alto—. Estabas con alguien, a mí no me haces tonta. ¿A quién metiste?

—Y-yo, eh... digamos que yo no lo metí, él entró. Y luego una cosa llevó a la otra y...

—¿Sigue aquí? —lo interrumpió.

El omega negó con pena mientras se le coloreaban las mejillas todavía más de lo que ya las traía por las actividades que había realizado hace un momento.

—Me estaba vistiendo para ya irme a mi casa.

—En ese caso, ¿Quieres que te espere para irnos juntos?

—No, gracias. Hoy Ray viene por mí para pasar a comprarle un broche a mi hermano —mintió rápidamente.

Kristin enarcó una ceja y miró a su alrededor poniéndose las manos en la cadera. Regresó su mirada a Gerard y le sonrió.

—Está bien, entonces te veo mañana en clase de Filosofía. Regresa con cuidado a casa.

—Gracias, Kris. Te veo mañana —le regresó la sonrisa.

La rubia dió media vuelta y caminó hasta la puerta de salida. En el regreso alcanzó a percibir ese aroma amargo un poco más intenso proviniendo de las puertas de los inodoros.

Sonrió ladina mientras fingía no haber visto nada y regresar por donde había venido. Se había sentido mal de haber interrumpido a su pobre amigo, pero ya se lo compensaría otro día.

Un rato después de haberse cerciorado de que los pasos de Kristin estaban lo suficientemente lejos del gimnasio en general, fue a la parte de los baños.

—Ya puedes salir. Creo que no se dió cuenta.

—Gracias a Dios —murmuró el más bajo mientras se bajaba de la taza y abría la puerta—. ¿Sabes lo difícil que es mantener la respiración después de algo así? Casi muero ahí.

El mayor rió arrugando su nariz y enrollando sus brazos en el cuello ajeno.

—Lo lamento. ¿Te gustaría que movamos esto a mi casa? Mi celo no tarda en volver a alterarse con tus feromonas. Aparte a estas horas no hay nadie más en la casa; mi hermano fue a hacer un proyecto en grupo al departamento de su compañero y mis papás trabajan hasta después de las nueve de la noche. ¿Qué dices, Frankie?

El alfa le robó un suave beso antes de asentir con la cabeza.

—Vámonos, bonito omega —lo abrazó con fuerza de las costillas antes de separarse y le ayudó recogiendo su maleta donde traía su cambio de ropa y otras cosas de higiene personal, lo esperó mientras se cambiaba su traje a algo más cómodo y salieron del habitáculo tomados de los meñiques. Frank cargando las cosas de Gerard a petición del mismo alfa.

El mayor sintió la vibración de una notificación en su bolsillo del pantalón mientras salían de la escuela y se dirigían a su carro. Pero decidió que la miraría después. No era tan importante como lo era Frank en ese momento.

"Me cuentas qué tal te fue ;)" decía el mensaje de Kristin.

"Ojalá no termines tan adolorido para el siguiente jueves de práctica" se leía en su segundo mensaje.

"La próxima vez, compra supresores una semana antes de que se te acaben".

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