03: Inesperadamente mágico
—¡Gee! ¡Ven aquí! —gritó el adolescente mientras perseguía al otro en el patio de la casa.
El rociador los mojaba a ambos dejándolos empapados y haciéndolos disfrutar de esa mañana de verano.
—¡No puedes atraparme, soy más rápido que tú Frankie! —se burló el contrario haciendo reír fuertemente a su amigo.
El recuerdo de esa mañana de verano era muy preciado para ellos, pues fue la primera vez que fueron de vacaciones juntos con toda su familia, cosa para la que sus padres nunca habían tenido tiempo.
Frank y Gerard eran amigos desde pequeños, sus familias estaban asociadas en ámbitos de negocios. Así que, más de una vez, los niños se encontraron solos jugando con una niñera que los cuidaba.
Desde que tenían memoria habían estado todo juntos, incluso iban a la misma escuela.
Y ahora, que estaban en la universidad, eso no había cambiado. Gerard estudiaba artes visuales, mientras Frank, estudiaba música. Lo único que había cambiado era el hecho de que habían actualizado su estatus de mejores amigos a novios.
Gerard era un omega precioso de piel blanca, ojos verdes, pestañas largas y rizadas, cejas pobladas, figura estilizada y delicada, que actualmente llevaba el cabello de color rojo vibrante. Por otro lado, su novio y mejor amigo, era un alfa con ojos avellana, muchos tatuajes, boca pequeña y cabello castaño que llevaba desordenado siempre.
Una tarde durante el verano pasado, Gerard había conocido a un alfa realmente hermoso a sus ojos, llamado Henry y se encontró a sí mismo tratando de llamar su atención. Mientras, Frank echaba prácticamente humo por las orejas, pues la atención de Gerard no estaba sobre él. Como buen alfa no tardó en comenzar a emanar feromonas muy fuertes que hicieron a Gerard preguntarle qué le pasaba.
En medio de una discusión camino a casa Frank terminó gritándole sus sentimientos a Gerard en la cara con la esperanza de ser correspondido y lo consiguió. Un beso por parte del pelirrojo lo dejó sin habla y él escuchar que sentía lo mismo por él lo hicieron sentirse fuera del planeta.
Desde entonces, se la pasaban besándose en los pasillos de la universidad, en el auto, en el cine, en donde sea menos en las casas de ambos. Los padres de estos sabían de su relación, más les tenían prohibido el contacto físico en la casa. Gerard era un omega de una familia respetable, si algo llegaba a pasar antes de que se casaran este quedaría deshonrado, mientras que Frank siendo un alfa de familia respeta le, podía hacer lo que quisiera. Era estúpidamente injusto, pero así era la sociedad en la que estaban.
Así que ambas familias cuidaban que sus hijos no hiciera alguna tontería. O eso parecía a ojos de todos ellos.
—Te amo... te amo tanto.... —Frank gruñó fuertemente mientras daba una última embestida al cuerpo ajeno y se quedaba quieto dentro de él hasta que su nudo pasara.
—Frankie... —Gerard gimió algo adolorido mientras se aferraba al alfa escondiéndose en su pecho.
—Tranquilo precioso —murmuró con ternura el avellana mientras repartía besos en la frente del contrario.
—Yo también te amo... —el de ojos verdes sonrió dichoso al estar entre los brazos contrarios recibiendo todo tipo de cariños. Su instinto de omega lo hacía sentir protegido en los brazos de su alfa, lo sabía, Frank era su alfa, no había nadie más.
Cuando hubo acabado la unión Frank se aseguró de retirarse con delicadeza y acunar a su pequeño omega entre sus brazos, para cuidarlo y protegerlo. Sabía que Gerard terminaba siempre exhausto y adolorido luego de hacerlo, así que, se aseguraba de cuidarlo y consentirlo muy bien.
Habían pasado un par de meses desde la primera vez que lo habían hecho, cuando Gerard entró en celo por primera vez desde que eran novios. Este había olvidado sus supresores esa mañana y mientras estaban en el auto camino a casa ambos no pudieron aguantar más y terminaron varados en algún lugar que no recordaban. Esa había sido la primera vez de Gee y Frank había sido el más paciente y dulce con él.
Desde entonces habían decidido no contenerse más y entregarse totalmente al otro cada que podían.
—¿Estás cómodo, mi amor? ¿Necesitas algo más? Puedo preparar la tina y nos damos un baño, luego te compro tu comida favorita y vemos una película —ofreció el tatuado.
—Estoy muy bien Frankie, me parece perfecto todo, pero déjame descansar un poco antes. —Frank asintió tomando la mano de Gerard entre la suya y besando cada uno de sus nudillos con amor.
—¿Sabes que te amo, precioso? Y que todo lo que deseo en la vida es estar contigo hasta que me muera —comentó mientras deja besos ahora en su cabello.
—¿Sí vas a casarte conmigo entonces? —La cara de Gerard había cambiado a una expresión de duda. Frank lo miró y negó tomando la barbilla del contrario.
—¿En serio preguntas eso? ¡Claro que vamos a casarnos! Mi amor casarme contigo es todo lo que quiero ¿Sabes cuánto debo contenerme a mí mismo para no marcarte ahora mismo y reclamarte como mío? No tienes ni idea. No lo dudes nunca mi amor, yo no estoy jugando, te amo, eres mi omega y quiero todo contigo —expresó subiendo al pelirrojo sobre su regazo y acomodándolo en su pecho. Sus manos se quedaron acariciando su cintura y su espalda, mientras sentía su corazón latir al compás del contrario.
—Perdón, no quiero tener dudas, es solo que... pues, ya sabes, ya lo hicimos, muchas veces, de ninguna manera... si tú me dejarás otro alfa me escogería... y me quedaría solo, aparte de decepcionar a mi familia —comentó con un poco de tristeza en su voz.
—Jamás te haría eso, no a ti chiquito, nunca a ti. Eres el amor de mi vida, eres lo que siempre quise y tardé años en conseguir, ahora que te tengo nunca te dejaré ir. —Gerard sonrió ante sus palabras y soltó una risa suave ante la rima que había salido—. Tienes la risa más hermosa que haya escuchado.
—Y tú eres el novio más maravilloso con el que haya soñado. —Ambos sonrieron y se besaron una vez más por un largo rato hasta que Frank terminó girándolos en la cama nuevamente y atacando el cuello de Gee al instante entre risas y besos.
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Un par de semanas pasaron desde aquel encuentro en aquel cuarto de hotel que reservaban a nombre de otros cuando Gerard recordó algo demasiado importante. Las otras veces que lo habían hecho siempre tomaba una píldora para evitar riesgo de embarazo, pero las siguientes semanas a ese encuentro había tenido exámenes en la universidad y había estado demasiado estresado como para pensar en algo más.
Esa mañana sintiéndose mareado y con muchísimas náuseas lo recordó con terror.
—Bien.. piensa positivo Gerard... seguramente algo te cayó mal... si debe ser eso —se animó a sí mismo luego de haberse tomado la píldora.
Se quedó un momento viendo al espejo y respiró profundo antes de inclinarse sobre el lavamanos con arcadas nuevamente.
Cuando salió del baño encontró su celular vibrando en la cama con el nombre de su novio en la pantalla. Suspiró nervioso antes de contestar, si no era nada grave Frank no tendría porque saberlo.
—Hola, Frankie —saludó.
—Bebé, te estoy marcando hace como 20 minutos, estoy de camino a tu casa.
—¿Vienes a mi casa? ¿Nos veríamos hoy? —cuestionó confundido.
—Gee, iríamos a desayunar con mis papás ¿Qué pasa mi amor?
—No, no, nada, solo no lo recordaba lo siento. ¿En cuánto llegas?
—Unos veinte minutos. —Gerard asintió para si mismo—. ¿Gee?
—Oh, si, perdón, claro, te veo entonces. Te amo —le lanzó besos al teléfono y podía apostar a que Frank sonreía como bobo al otro lado.
—Yo te adoro. Nos vemos —Frank lanzó un beso y colgó.
Gerard no sabía como había hecho pero en veinte minutos había estado listo. Llevaba puesto un cardigan color lila y unos jeans, sus pestañas tenían una capa ligera de rimel y sus labios gloss.
Cuando Frank llegó bajó casi corriendo solamente alcanzó a despedirse de su mamá, que estaba en la cocina, con una beso en la mejilla.
—¡Frankie! —corrió a abrazar a su novio con fuerza siendo correspondido al instante. No habían tenido tiempo de verse pues ambos estaban muy ocupados con cosas de la universidad.
—Yo también estoy feliz de verte —contestó el contrario plantandole un beso luego.
—Te extrañé muchísimo, tengo muchas cosas que contarte —comentó caminando hacia el auto del contrario quien lo seguía con su brazo al rededor de su cintura.
—Cuéntamelo todo entonces, bebé.
Gerard subió al auto y acto seguido lo hizo Frank. Durante el camino se pusieron al día con algunas cosas aunque la mente de Gerard iba una y otra vez a los síntomas de esa mañana y de los últimos tres días anteriores. Frank por su parte era totalmente ignorante de lo que pasaba por su cabeza.
Durante el desayuno Gerard casi no probó nada, la náusea que sentía era casi incontrolable y cuando menos se lo esperó ya estaba corriendo hacia el baño del restaurante para vomitar. Frank le vio preocupado y fue tras él luego de disculparse con sus padres quienes confundidos veían la escena.
—Gee, mi amor ¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda? —preguntó fuera del cubículo preocupado.
—Estoy bien... —dijo al salir con los ojos llorosos por las arcadas.
—No me dijiste que estabas enfermo... ¿quieres que te lleve a casa? —su gesto era de preocupación mientras Gerard enjugaba su boca.
—Fue solo que ayer comí demasiado y creo que me cayó mal, no es nada —respondió tratando de no darle importancia mientras terminaba de lavarse las manos.
—Uhmmm... bien... pero será mejor que descanses, vamos.
El pelirrojo asintió tomando la mano del contrario para salir juntos. Frank lo rodeó con su brazo y dejó un beso en su frente.
Se disculparon con los padres del tatuado y se dirigieron a la casa del pelirrojo. Gerard estaba algo perdido y Frank lo había notado, pero aún así, decidió no decir nada y llevarlo a su casa sin molestarlo.
—¿Te quieres quedar? —ofreció Gerard.
—Tú mamá no me dejará estar en tu habitación a solas —comentó divertido el avellana.
—Solo si dejamos la puerta abierta, por favor, te extrañé muchísimo... además creo que mamá salió —le sonrió de forma coqueta. El castaño lo besó profundamente acariciando desde su cintura hasta su cadera.
—En ese caso... —sonrieron cómplices y entraron a la casa directo hasta la habitación del pelirrojo entre besos y tropezones.
Un par de horas después Frank se había ido por pendientes de la universidad, no sin antes dejar al pelirrojo muy bien cuidado y dormido en su cama.
Frank estaba totalmente enamorado de Gerard, se sentía el hombre más afortunado del mundo al poder tenerlo. Daría lo que fuera por el pelirrojo, hasta su vida misma, lo amaba, más que a nada en el mundo. Lo supo desde esa primera vez que lo tuvo así de cerca, mientras ambos jugaban en el patio con el rociador, eran unos adolescentes pero Frank lo supo, Gerard era su omega, su instinto que apenas comenzaba a despertar lo supo.
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Una semana después sintiendo aquellos malestares, Gerard decidió por fin disipar sus dudas y comprar una prueba de embarazo.
Sus manos temblaban, todo él lo hacía mientras esperaba el resultado. Su corazón estaba acelerado y se sentía muy agobiado. Quería a Frank con él, quería que lo abrazara, que le dijera que todo estaría bien, que lo mimara y lo hiciera sentir protegido, pero estaba solo.
Había dejado de ver a Frank desde hacía días atrás por decisión propia, los síntomas en su cuerpo eran cada día más evidentes que tuvo que recurrir a una prueba.
Con manos temblorosas y ojos llorosos revisó el resultado de la prueba. Dos rayitas que gritaban positivo por todos lados, estaba embarazado. Las lágrimas no tardaron en bajar por su rostro desconsoladas, su cuerpo se hizo bolita en el piso y se abrazó a sí mismo negando. No podía estar embarazado, Frank y él ni siquiera estaban comprometidos, eso marcharía su nombre, Frank seguro ni siquiera querría tener hijos todavía.
Lloró muchísimo hasta que ya no pudo más y sus ojos ardían horriblemente.
Tomó su celular de la mesa de noche donde se leían cinco llamadas perdidas de Frank y unos diez mensajes. Cada uno preguntando cómo estaba y lo preocupado que estaba por él. Gerard se sentía incapaz de responder, si lo hacía sería inevitable contarle lo qué estaba pasando y si algo lo llenaba de terror era ser abandonado por Frank, no estaba listo para eso.
Esa noche Gerard no bajó a cenar, no quería dejar su habitación por nada del mundo, solo quería estar en su cama acurrucado. Su cuerpo se sentía extraño y el dolor en su pecho era cada vez peor. Sus lágrimas bajaban solas por sus mejillas y se enterraban en su almohada, no había nada que pudiera hacer, estaba embarazado, de Frank, el amor de su vida.
Una de sus manos fue hasta su vientre aún plano y la colocó ahí dejando caricias suaves.
—Incluso si somos solo tú y yo... te amaré y cuidaré toda la vida... —susurró sorbiendo de su nariz y no tardó en quedarse dormido minutos después.
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Pasaron unos días más luego de aquella noticia que había golpeado a Gerard como un bate de baseball. Días en los que no había ido a la universidad, a penas salía de su habitación y no veía a Frank. De hecho las únicas veces que había dejado la habitación habían sido para esquivar a Frank que había ido a verlo, se había ido a casa de una amiga para evitar verlo y que sus padres cuestionaran el por qué ni quería ver a su adorado novio.
Frank estaba preocupado, Gerard lo había estado ignorando desde hacía más de una semana por mensajes y cuando se disponía a visitarlo nunca estaba. Su corazón estaba lleno de preocupación y tristeza, pues extrañaba demasiado a su omega, pero más que eso, le preocupaba mucho. Gerard nunca se había alejado de él de esa manera, incluso cuando estaba enfermo le encantaba que él fuera a cuidarlo y consentirlo.
Su cabeza daba vueltas una y otra vez abrumado. ¿Y si Gerard ya no lo quería? Tal vez estaba planeando cómo decírselo y terminar con él ¿Qué tal si se dio cuenta qué no era suficiente para él? Gerard era precioso, inteligente y educado. Tal vez Frank no era suficiente para él, porque tal vez era guapo, de buena familia y talentoso, pero Gerard había tenido mejores pretendientes en el pasado.
Sus manos temblorosas tomaron el teléfono y marcó su número una vez más en ese día, ya no podía más con esa agonía que sentía. Una vez más su llamada fue rechazada y negó poniéndose de pie de la cama. Era alrededor de las diez de la noche pero poco le importaba, no había forma de que Gerard no estuviera en casa a esa hora. Así que tomó sus llaves del auto y se dirigió hasta la casa del pelirrojo.
Poco le importaba estar usando pijama y que sus padres estuvieran durmiendo.
Cuando llegó tocó la puerta un par de veces hasta que la madre de Gerard salió y le vio extrañada por la hora. Le invitó a pasar y le indicó que Gerard estaba arriba en su habitación, estaba muy cansada así que no le importó mucho cuando Frank se dirigió hacia arriba, dejándolos completamente solos.
Gerard estaba envuelto en sus sábanas, con sus objetos favoritos al rededor, llevaba puesto un suéter de Frank y leía un libro que este le había prestado. Cuando tocaron la puerta no pensó en nada antes de responder para que pasarán, arrepintiéndose horriblemente cuando vio a Frank ahí.
—Frank... —mencionó sorprendido—. Hola.. . ¿Qué haces aquí?
—¿Qué hago aquí? Gee por favor ¡Me has ignorado toda la semana! No respondes mis llamadas, mensajes, no has ido a la universidad y cuando he venido nunca estás. ¿Y me preguntas qué hago aquí? —Frank expresó con desesperación incluso. Gerard baja la mirada al piso culpable.
—He estado enfermo, es todo, no quería contagiarte...
—Eso no explica porque ignoras mis llamadas y si estás enfermo por qué nunca estás.
Gerard negó sin saber qué contestarle. Frank trató de ser fuerte, siempre lo ha sido, muchas más que Gerard, pero su ansiedad ya llegó al límite en ese momento. Sus ojos se cristalizaron por un momento.
—Frank...
—¿Ya no quieres estar conmigo? Dime Gee ¿Quieres terminar? —cuestionó con miedo, su voz ligeramente temblorosa como nunca antes.
—¡No! Claro que no, Frankie claro que no, yo te amo —Gerard negó desesperado poniéndose de pie y yendo hasta el alfa que tenía el corazón estrujado en el pecho.
—Entonces ¿qué es Gerard?, dime, puedes decirme lo que sea. Gerard yo te amo y lo resolveremos. Si estás molesto o lo que sea, háblame —pidió con desesperación tomando las manos del esmeralda entre las suyas.
Gerard se sintió protegido ante el solo tacto de Frank, quería acurrucarse en su pecho de por vida. Su instinto le decía que era el lugar más seguro del mundo.
—Tengo miedo de decirlo... no quiero arruinarlo todo, no quiero perderte... —Un pequeño sollozo se escapó de su boca y Frank gruñó con su instinto protector saliendo a flor de piel.
—No vas a perderme mi amor, jamás. ¿Qué ocurre bebé? Me estás preocupando más... —Frank le examinó preocupado tomándolo ahora entre sus brazos.
—¿Recuerdas que siempre que lo hacíamos tomaba una pastilla...? —Frank asintió—. Pues... con todo el estrés de la universidad... olvidé tomarla... —la voz del pelirrojo comenzó a quebrarse—. Lo olvidé por completo y hace unas semanas, comencé a tener síntomas raros. No le presté atención, pero cada vez eran más fuertes... así que compré una prueba de embarazó —un sollozo interrumpió su discurso.
—¿Qué salió, mi amor? ¿Es positiva?
Gerard se aferró más a él asintiendo entre llanto.
—Lo siento tanto, lo siento mucho Frankie. —Gerard estaba llorando mucho y Frank negó tomándolo en sus brazos para llevarlo de vuelta a la cama.
—Mi amor, no pidas disculpas, no no, tranquilo. Tranquilo bebé... —Frank mencionó suavemente mientras lo acunaba entre sus brazos—. Está bien, wow, estás embarazado... eso es, es increíble.
—¿No estás molesto? —cuestionó el pelirrojo sorbiendo de su nariz.
—Estoy muy sorprendido y un poco asustado, no pensaba en ser padres todavía, pero lo seremos. Lo seremos y está bien, está perfecto si es contigo... —concluyó el castaño besando a Gerard después.
—Mis padres van a matarme, no estamos casados....
—Oh, eso se puede arreglar.
El alfa se incorporó dejando a Gerard en la cama. El de ojos verdes se quedó viendo sus acciones expectante.
—¿De qué hablas? —preguntó aún algo temeroso.
Frank negó y se quitó un collar que siempre llevaba en el cuello. El pelirrojo nunca le había prestado demasiada atención, pero como dije llevaba un anillo muy bonito algo antiguo.
—Cuando mi abuelo murió me dejó este anillo, es familiar, fue heredado por su padre y él se lo dio a mi abuela. Siempre lo he llevado conmigo desde entonces, me dijo que se lo diera al omega con quien pasaría el resto de vida. Y eso es lo que quiero hacer ahora... —Con una sonrisa en su rostro se posó en el piso con una rodilla y mostrándole todo su respeto, rindiendo cada parte de su instinto ante él, formuló la pregunta—. Gee, el único y verdadero amor de mi vida. Mi omega ¿Te casarías conmigo?
—Frankie... —Gerard apenas formuló entre lágrimas que ya resbalaban de su rostro—. Sí, sí ¡Claro que sí! —respondió y se abalanzó con felicidad a sus brazos asintiendo.
El alfa lo envolvió en sus brazos sonriendo y respirando su aroma que era una mezcla entre vainilla y fresa. Lo cargó con cuidado y lo estrujó entre sus brazos sin llegar a lastimarlo. Las feromonas de felicidad que Gerard desprendía entonces eran fuertes, tan fuertes como las de tristeza que inundaban con anterioridad su habitación.
—Vamos a tener un bebé... y nos vamos a casar. No lo había hecho porque esperaba que ambos nos graduaramos, pero no importa bebé. Vamos a casarnos, tendremos a nuestro bebé y te haré el omega más feliz del mundo.... Muy pronto voy a marcarte como mío.
—Yo ya soy tuyo —declaró el pelirrojo antes de besar a su amado. Sus brazos alrededor de su cuello y las del contrario en sus piernas sosteniéndolo.
—Vamos a decirles a tus papás que vamos a casarnos, les diremos del bebé juntos y seguramente planearan una boda en cuestión de semanas. Así que, no te preocupes, todo estará bien. Te amo y estaré contigo hasta que me muera Gee... estamos en esto juntos.
—Tenía muchísimo miedo, no sé por qué creí que alejarte sería lo mejor. Creí que odiarías la idea de tener un bebé ahora y me dejarías. Perdóname, nunca debí hacerte sobrepasar tanto o ponerte inseguro. No sabía que hacer, me asusté, me alegra que hayas venido. —Gerard le abrazó con fuerza acurrucado en su cuerpo.
—Tenía miedo de que ya no quisieras estar conmigo o algo, yo me muero si te pierdo... —confesó. Gerard se sentía dichoso.
Frank siempre había sido un alfa fuerte, imponente, pero con Gerard siempre bajaba la guardia. Con Gerard era un pequeño lobo sumiso rendido a sus pies. Todo el poder, tosa la fuerza, todo desaparecía tan solo al oler al omega cerca de él. Excepto cuando se trataba de protegerlo, entonces destrozaria a quien se atreviera a ponerle un dedo encima.
—Lo lamento mucho, no sabía como decirte que vamos a ser papás. —Frank sonrió al escucharlo y lo sostuvo con más fuerza.
—Los amo, son mi vida y nadie les hará daño nunca, nunca lo voy a permitir.
—Nosotros te amamos aún más... —Gerard alzó la vista hacia esos ojos avellana que lo veían como a lo más bello del mundo.
Frank lo besó con entusiasmo apretando los muslos de sus piernas y tocando todo lo que podía con sus manos fuertes. Gerard rió sorprendido ante aquella respuesta por parte de su novio.
—Es por todas las veces que me contuve de besarte en tu habitación... —soltó divertido aprisionado más al esmeralda contra su cuerpo. Gerard soltó un pequeño jadeo que hizo a Frank erizarse y a su lobo gruñir en su interior—. Solo porque si nos escuchan tu padre me mataría... sino ten por seguro que esa pijama desaparecería ahora mismo.
—¡Frank! —se quejó Gerard siendo besado por todo su rostro por el contrario.
—¿Qué? Ya no te puedes embarazar más ¿o si? —molestó. Gerard negó completamente sonrojado.
—Eres un tonto... y te amo.
—Lo sé —Frank sonrió llevándolo a cama y arropando en ella para después besar su frente—. Descansa mi amor, mañana hablaremos con tus papás.
—¿No te quedas? te extraño....
—Prefiero enfrentar la ira de tus papás mañana cuando les demos la noticia y no cuando me vean salir de tu habitación en la mañana.
Gerard formó un puchero pero asintió dándole la razón.
—Bueno, ve con cuidado, te amamos.
—Y yo los amo más —finalizó el castaño besando al omega con amor mientras acariciaba su vientre sobre las sábanas. Gerard lo vio caminar hacia la puerta y despedirse de él con una sonrisa.
—Hasta mañana.
—Hasta mañana precioso.
~♡~♡~♡~
Un mes después se llevó a cabo la boda de Frank y Gerard. El vientre de Gerard aún no dejaba ver el embarazo, así que era un secreto entre sus padres y ellos.
La ceremonia fue pequeña pero muy hermosa, llena de todo lo que el pelirrojo alguna vez se llegó a imaginar. Los amigos estaban ahí, los familiares cercanos y padres. Todo fue perfecto, casarse ambos con el amor de su vida fue lo mejor que les pudo haber pasado.
En la noche de bodas Gerard al fin recibió la marca que tanto añoraba. Una marca perfecta y hermosa que su ahora esposo, su alfa, le había hecho. Simbolizando la unión que tendrían de por vida, la complicidad y la protección que Frank le ofrecería siempre. Fue el momento más íntimo y maravilloso que ambos hayan experimentado jamás.
Siete meses después Gerard dio a luz un hermoso bebé varón. Las familias estaban fascinadas, era perfecto, era hermoso, combinaba lo mejor de ambos padres. Frank nunca se había sentido tan protector como cuando vio a su hijo por primera vez, su instinto de protección formaba casi una barrera a su alrededor. Estaba seguro que daría la vida por protegerlos, sin dudarlo.
Ese fue el inicio del resto de las vida de Gerard y Frank. Una vida que prometía traer amor, paz, tal vez problemas, pero mucha felicidad. Era lo que siempre soñaron, era mágico.
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