the queen and the princess . . .
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❛ she's the tear that hangs inside my soul forever ❜
En las dos primeras noches de los Juegos Olímpicos de Pyeongchang, los espectadores pudieron conocer a las dos mejores patinadoras artísticas del mundo: la princesa monegasca Brigitte Grimaldi, de 19 años, que ha sido la favorita para ganar la medalla de oro durante los últimos dos años, y la también monegasca Charlotte Leclerc, de 17 años, que venció a Grimaldi en el Campeonato Europeo en enero. Las dos no solo comparten una nación sino también una entrenadora, y estuvieron en sus mejores momentos en la competencia por equipos. Grimaldi patinó el programa corto, con la emoción de un alma que se separa del cuerpo, con un estilo característico: parecía una patinadora de medalla de oro. La noche siguiente, Leclerc realizó su programa libre, en el que reservó todos sus saltos para la segunda mitad del programa para ganar el máximo de puntos: realmente parecía una patinadora de medalla de oro.
Por WILLA PASKIN
FEB 23, 2018
1:18 PM
TAGS brigitte grimaldi, charlotte leclerc, patinaje
Tanto Grimaldi como Leclerc realizaron programas libres limpios y potentes en los que no cometieron el pecado capital de caerse al hielo. Leclerc obtuvo una puntuación técnica más alta, pero Grimaldi, patinando el torrente emocional que es Anna Karenina, obtuvo más puntos por la artisticidad. Los jueces finalmente decidieron no elegir entre ellas, dando a ambas monegascas exactamente la misma puntuación en el programa libre. Eso significó que fue el programa corto y sin esfuerzo de Leclerc, pero a la vez eufórico y técnicamente magnífico, lo que le valió el oro.
El duelo entre las dos patinadoras puso de relieve la tensión perpetua en el patinaje artístico entre la artisticidad y el atletismo, aunque tanto Leclerc como Grimaldi tienen artisticidad y atletismo de sobra. Leclerc, que patina con energía triunfal y saltos gloriosos, es técnicamente superior: basta con verla realizar cinco saltos triples seguidos en la práctica. Grimaldi, que se expresa como si fuera un mimo, tiene un poco más de aptitud. Después de que las dos mujeres patinaran en la NBC el jueves por la noche, los presentadores Johnny Weir y Tara Lipinski coincidieron en que Grimaldi había "creado un momento" y "patinado con el alma", pero no estuvieron de acuerdo sobre quién ganaría. Weir eligió a Grimaldi y Lipinski a Leclerc. No estaba claro que estuvieran en desacuerdo sobre quién creían que debería ganar, sino que admitieron la dificultad de predecir cómo los jueces convertirían sus sentimientos subjetivos en números.
Esta tensión de subjetividad puede ser frustrante. También es la esencia de un deporte que no es sólo un deporte. La preocupación por la artisticidad es lo que impide que el patinaje artístico sea como hacer snowboard en una pista de patinaje sobre hielo, lo que, en realidad, suena como un divertido evento de los X Games del futuro. Leclerc puede no ser tan emocional como Grimaldi, pero a su manera, es exactamente lo que debería ser una patinadora artística: una intérprete fluida y elegante que también está superando los límites técnicos de lo que debería hacer un atleta en este deporte que es sólo en parte un deporte.
Después de que Grimaldi terminó su patinaje, estalló en lágrimas, sollozando en el hielo pero luego controlando la situación al enterarse de que había ganado la plata, solo una lágrima rodó por su mejilla. Fue el clímax de una película, en 30 segundos: hizo todo lo que pudo para asegurar el oro y luego perdió de todos modos, todo mientras sostenía un muñeco de Garfield. Mientras tanto, al enterarse de que había ganado, Leclerc escondió su cabeza en sus brazos, sus hombros temblando por los sollozos. Sus reacciones fueron una destilación de sus estilos: Grimaldi haciendo todo abiertamente, mientras que la contenida Leclerc escondió sus sentimientos detrás de un animal de peluche diferente, que no era Garfield.
Mientras Grimaldi y Leclerc se abrazaban al final del programa libre por equipos de Leclerc, Lipinski describió su abrazo como si fuera otro elemento del programa: "Ah, un abrazo entre compañeras de equipo y rivales. Hay algo de sinceridad allí". Weir, fuera de cámara, debe haber estado en desacuerdo. "¿No lo crees?", le preguntó Lipinski. Las patinadoras son buenas actrices, respondió Weir. En la pelea Grimaldi-Leclerc por el oro, los locutores estadounidenses no tienen por qué fingir ser menos maliciosos que los que estamos viendo la competición desde casa.
En años pasados, con una joven de 17 años y una de 19 años ganando oro y plata, podríamos esperar ver una revancha en cuatro años. Pero el programa monegasco es tan profundo que es muy probable que una o ambas sean superadas por una niña de 13 años que ya puede hacer un salto cuádruple. A sus 19 años, Grimaldi ya ha sido eclipsada por una mujer que el año pasado era júnior, pero que tal vez tenga que incluir esos cinco triples consecutivos en su programa para llegar a los próximos Juegos Olímpicos. Si tuviera que poner en palabras la diferencia subjetiva entre sus patines, sería esa.
Grimaldi actuó como alguien que tiene la edad suficiente para saber que nunca tendrá otra oportunidad mejor de ganar el oro. Leclerc patinó con la libertad de alguien que no entiende del todo que no será una estrella joven durante mucho tiempo más.
Un viernes 23 de febrero pero de 2018, en Pyeongchang, la monegasca Charlotte Leclerc, de 17 años, superaba a su compatriota y compañera de entrenamiento, Brigitte Grimaldi, de 19 años, para conseguir el oro en patinaje artístico, algo que parecía casi inevitable después del programa corto de dos días antes. Al contemplar el drama de una rivalidad tan pareja en la prueba individual femenina, el normalmente contenido locutor de la NBC, Terry Gannon, sonó francamente mareado. "Piénsalo", dijo, "Compartes la misma entrenadora, las mismas instalaciones de práctica, ves a esa persona casi todos los días. Ahora, sí, estás en el mismo equipo, el equipo de Mónaco, pero solo por un par de días y luego esa es tu mayor rival para alcanzar tu objetivo final. Suena como una pesadilla".
Por EMILIE D'ALESSANDRO
DEC 28, 2021
1:18 PM
TAGS brigitte grimaldi, charlotte leclerc, patinaje
La Rosa de Mónaco y la Perla del Mediterraneo
Mónaco es silencioso en la temporada baja, sin el célebre Gran Premio de Formula 1 que recorre anualmente las calles del principado y sin los yates que rodean la Costa Azul, los monegascos nativos pueden encontrar cierta paz en su hogar.
Aún así, nunca nada es silencioso para Brigitte Grimaldi. Condesa de Carladès y de Polignac, princesa de Mónaco y, por el momento, la heredera al trono del principado sería dificil que un solo segundo de su vida pase en tranquilidad. En Mónaco la adoran, tiene el cabello como rosas rojas, como hilos de cobre. Ella es una niña pero se siente como una carga así que tarde o temprano se romperá y la gente dirá "no vale nada"
Pero un día, un día, ella tendrá éxito. Brigitte sabe que ella puede crecer, puede recoger sus cosas y luego irse pero siente que un monstruo la mantiene en una jaula, que cubre de minas su camino. Ese monstruo son sus padres. Los golpes físicos aún no llegaban cuando el Príncipe Rainier se sentaba en el trono de Mónaco, pero su infancia seguiría siendo infeliz y sombría aunque su madre no le haya puesto un dedo encima aún. Ese aún termina pronto.
Los golpes propinados por su madre comienzan a ser tan fuertes como para arruinar la figura de una niña cuando su padre se vuelve príncipe y la abandona con lentitud pero aún así demostrandole que ya no estaría para ella. Así, Brigitte comienza a ser la que cría a sus hermanos mientras era constantemente asesinada en la pista de hielo por su propia entrenadora.
Y Brigitte no quiere comer, solo le gustaría desaparecer. Y ella llora y tiene ansiedad. Brigitte quería tirarse al mar pero le tiene miedo al agua. Y tal vez el mar esté dentro de ella. Pero nadie parece ver que vive como una balsa navegando en un río embravecido y que cada grito que resuena por el Palacio de Mónaco es un hacha, un corte en la espalda.
No muy lejos, abajo de la Rocher de Monaco, vive una familia que, si bien no tan adinerada como la centenaria familia real monegasca, definitivamente un poco más feliz. Charlotte Leclerc creció como la hija del medio entre su medio hermano mayor Lorenzo, su hermano mayor Charles y su hermano menor Arthur. Su padre, Hervé Leclerc, fue un piloto de carreras que compitió en la Fórmula 3 en los años 1980 y 1990, mientras que su madre, Pascale Leclerc, es una peluquera.
En enero de 2004, estas dos jovenes de seis y cuatro años se encuentran por primera vez en el Foro Grimaldi. Charlotte tropieza con sus patines nuevos y cae sobre el bolso de otra niña, esa niña es la princesa de Mónaco. Y cuando Brigitte levanta a su compatriota accidentada, se dio el comienzo de la historia que mantuvo a un deporte, y un país, al borde de sus asientos.
Brigitte debutó a la edad de 16 años en el circuito internacional sénior de la Unión Internacional de Patinaje mientras que Charlotte recién estaba entrando al circuito internacional júnior. Grimaldi ganó los Mundiales en su categoría y Charlotte en la suya.
Nadie sabía de Charlotte Leclerc hasta que, en el Campeonato Europeo de 2018, triunfó contra la, aparentemente, invencible, Brigitte Grimaldi. Desde ese momento, no se podía mencionar a una sin mencionar a la otra.
O al menos, eso es lo que los medios quieren que pienses. La realidad es que las rivalidades duraderas, sean artificiales o no, aumentan la popularidad de los deportes. Es por eso que, cuando la invicta "chica dorada" del patinaje artístico, Brigitte Grimaldi, de repente tuvo competencia, cada medio de comunicación saltó a la oportunidad de construir esta narrativa para los Juegos Olímpicos.
Esta rivalidad fue un regalo para los medios, que ya estaban aburridos de la narrativa de "Miss Gravedad" que Brigitte había mantenido durante los últimos dos años. Además, el drama de que ambas entrenaran bajo la mismo entrenadora, Cressida Sadler, solo sirvió para adornar la narrativa de enemistad que se estaba construyendo en torno a ellas. Muy pronto, esta disputa adolescente se convirtió en el drama principal del evento femenino.
Grimaldi parece tener una gran personalidad, expresada en los temas idiosincrásicos de sus rutinas, su amor por su país natal y las películas estadounidenses de su abuela, su miedo a las mariposas, su infancia lujosa pero trastornada y, sobre todo, su propensión a organizar las mejores galas en Mónaco.
En esta formulación, Leclerc, que viene de una familia de menor status que la imponente familia reinante de su país, hermana de un piloto de Fórmula 1 e hija de una peluquera, desempeña el papel de aguafiestas, una patinadora de menor talento artístico que aparece en escena en el momento justo y con la confianza de la juventud, deslumbrando a los jueces con sus logros técnicos superiores.
Leclerc y Grimaldi, por su parte, se han descrito como amigas con una rivalidad productiva: se abrazan después de los eventos, aparecen en Instagram de la otra y Leclerc incluso patinó con una prenda usada de Grimaldi. Su compañerismo parece genuino: en las prácticas conjuntas se podía ver a Grimaldi ajustando el top de Leclerc sin pensarlo. "Tenemos una rivalidad, pero no en el mal sentido", ha dicho Leclerc. "Es como un juego para nosotras. Si ella hace tres saltos triples, yo intentaré hacer lo mismo. Nos motiva".
La comercialización de una enemistad
El enfrentamiento en los Juegos Olímpicos se desarrolló como una película de Hollywood. Apenas con 17 años, la patinadora más joven y fuerte destronó a la favorita del público, llevándose la medalla de oro olímpica. La forma dramática en que se desarrolló la competición solo cimentó aún más su identidad pública como rivales cuando Charlotte venció a Brigitte por un solo punto.
Después de la victoria de Charlotte, su entrenadora, Cressida Sadler, pasó un tiempo considerable consolando a la ahora medallista de plata, Brigitte Grimaldi. Aún así, cuando el momento de que los familiares de las medallistas pudieran entrar al recinto para saludar a sus campeonas, fue Grimaldi la que se sentó sola mientras que Leclerc era felicitada por toda su familia junto con su equipo de entrenamiento, que se había repentinamente olvidado de la desdichada princesa de Mónaco.
El enfrentamiento en los Juegos Olímpicos convirtió a ambas patinadoras en nombres reconocidos dentro de Mónaco, y aceleró su ascenso a la fama con legiones de fanáticos apasionados. Después de ese momento, lo que alguna vez fue una rivalidad artificial, diseñada únicamente para promocionar los Juegos Olímpicos, se convirtió en un tema central de debate para los seguidores del patinaje artístico en todo el mundo.
La rivalidad se negó a morir, ya que cada drama posterior no hizo más que añadir verdad al relato mediático. Cuando la Unión Internacional de Patinaje (ISU) introdujo la infame "Regla Leclerc" para evitar que los atletas ganaran puntos extra por ejecutar elementos técnicos al final de sus programas (algo que Charlotte hizo en los Juegos Olímpicos), los artículos se escribieron, los fanáticos discutieron, y la rivalidad creció.
Y cuando Brigitte Grimaldi dejó a su entrenadora de 11 años, Cressida Sadler, para entrenar con Philippe Martinetti, y Charlotte dejó de seguirla en Instagram, los artículos se escribieron, los fanáticos discutieron, y la rivalidad creció.
La rivalidad entre Brigitte y Charlotte ya no era simplemente un truco publicitario para promocionar el evento femenino en los Juegos Olímpicos. Se convirtió en una herramienta lucrativa para los medios y en una realidad para los fanáticos del patinaje artístico. Una vez que ambas dejaron de entrenar juntas, el principal vehículo que impulsaba la narrativa "Leclerc vs. Grimaldi" era Cressida Sadler.
Una victoria para Charlotte era una victoria para Cressida, quien se había convertido en una figura de culto en el mundo del patinaje. La rivalidad "Leclerc vs. Grimaldi" se expandió, convirtiéndose en "Equipo Sadler vs. el Monaco Yatch Club" (la nueva base de entrenamiento de Brigitte). Esto cambió por completo el panorama del fandom del patinaje artístico y llevó la mentalidad de confrontación entre fanáticos a un nivel completamente nuevo.
Sin la rivalidad entre Leclerc y Grimaldi, el mundo del patinaje artístico en Mónaco habría sido completamente diferente. Sin embargo, tuvo un precio: ahora, las identidades públicas individuales de ambas patinadoras solo son vistas en relación con la otra.
"Non, je ne regrette rien"
El 2021 trajo un nuevo capítulo en esta historia con la gala de exhibición del Campeonato de Mónaco, donde Grimaldi y Leclerc compartieron el hielo al ritmo de "Non, je ne regrette rien". Aunque fue una interpretación impecable, Brigitte y Charlotte siguen atrapadas en un ciclo constante de comparación.
Cuando a Leclerc le preguntaron si se arrepentía de haber entrenado con Sadler y de haber estado tan intrinsicamente enfrentada con Grimaldi, ella respondió: "No, no me arrepiento de nada". La única razón por la que los fanáticos sienten tanto por una es porque existe la otra. Y aunque ambas intentaron separarse de esta narrativa, el público simplemente no les permitió hacerlo.
Grimaldi es la "reina" emocional, la que deslumbra con su presencia escénica y sus rutinas llenas de significado. Leclerc es la "princesa" técnica, eficiente y calculadora, cuya confianza en su habilidad es su arma más poderosa. Esta historia es un juego de suma cero: lo que una gana, la otra lo pierde.
No solo están unidas por este contraste un tanto retorcido en el hielo, sino que también en su vida privada. Los rumores de una relación entre Grimaldi y Charles Leclerc, hermano de Charlotte, han añadido un nivel de drama extra a la narrativa. Aunque ni Grimaldi ni Charles han confirmado nada, las especulaciones solo sirven para intensificar la narrativa de enemistad.
Cada vez que están juntas en el hielo, es como si estuvieran interpretando un papel impuesto por el público: la reina versus la princesa, la artista contra la técnica. Pero detrás de las sonrisas, hay una fatiga evidente por esta constante comparación porque, como demuestra esta crónica, el mundo del deporte no está interesado en la paz entre sus protagonistas. Solo quiere historias que, como el oro olímpico, brillen intensamente, sin importar cuánto hielo se derrita en el camino.
AUTHOR'S NOTE:
puede llegar a ser el mejor cap de un social media q haya escrito en my life
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