family line . . .
messages & real life !!!
❛ I was a kid but I wasn't clueless ❜
you, adopted, clon, fav
fav
OLA
van a venir a comer?
eeee no puedo
tengo fútbol
adopted
mamá dice q no es una opción :)
clon
tengo q entrenar
no puedo aunque me obliguen
adopted
y no puedes faltar?
uy
clon
LAS OLIMPIADAS SON EN CINCO MESES
COMO VOY A FALTAR?
adopted
bUENO
mínimo a almorzar
te queda a cinco minutos el palacio
clon
pero me vas a buscar, brigitte
el porfavor se nos pasó por arriba
fav
o sea q sí vienen?
adopted
si dejas de usar ese sticker voy
fav
bueno
JAJJAJAJ
yo sí voy alex
clon
cuidado con el favoritismo
fav
estás celosa ja
las veo mañana
No era que Brigitte odiara volver a su hogar, era solo que siempre que pisaba el Palacio principesco de Mónaco algo terminaba mal. Ese día ni siquiera había comenzado bien así que la princesa no tenía expectativas altas.
Su familia nunca había sido totalmente unida y ella, como la mayor, había tenido mayores dificultades que sus hermanos pues no había nadie que la protegiera de los problemas que los adultos tenían y a quienes parecían no importarle si Brigitte estaba conciente de todo o no.
No culpaba mucho a sus padres, aunque debería. Su padre claramente tenía cosas más importantes que hacer, al ser el Príncipe Soberano de Mónaco, aunque no podía negar que la había mimado de más en su infancia, y su madre era la definición de abandono y violencia. Nunca la había querido mucho, nada en realidad. Siempre la había hecho menos, le había dicho que no era suficiente e incluso llegó a decirle que no era su hija de la vergüenza que le daba. Ya no le importaba mucho, había crecido y sus preocupaciones recaían en otras cosas, como ganar los Nacionales, lidiar con la atención mediática y tratar de curar sus lesiones.
Cuando Daphne entró al auto, Brigitte vió que tenía rastros de lágrimas en los ojos y que claramente había salido apurada porque su cabello estaba hecho un desastre y su bolso a medio cerrar.
—¿Mal día? —preguntó Brigitte, mirándola de reojo y arrancando el auto.
—Terrible —respondió Daphne.
Brigitte y Daphne eran casi idénticas. Aunque se llevaban ocho años, Brigitte había sido la persona que la había llevado a la pista de hielo por primera vez, había estado con ella cuando comenzó la "revolución de los quad", en la que Daphne había estado obsesionada en aterrizar todos sus quads que comenzó cuando estaba compitiendo junior. Nadie había podido, o querido, ir a los juegos Olímpicos de 2018 y Brigitte había sido consolada por su entrenadora, que la dejó en el momento en que la campeopna olímpica comenzó a recibir apoyo.
—¿Lista para empeorarlo? —preguntó Brigitte, entrando a uno de los túneles del Principado de Mónaco.
—Con suerte no me prestarán mucha atención. Solo voy por Alexandre —dijo Daphne con pesimismo.
—¿La bruja sigue igual? —inquirió Brigitte, viendo como su hermana se sobaba las muñecas.
Hablaba de Cressida Sadler, la peor mujer que Brigitte había conocido en su vida.
—Igual —respondió Daphne—. Y no la llames bruja.
—Pero es una bruja, ¿o no? —Daphne no respondió pero Brigitte vió el cansancio en sus ojos. Le agarró las muñecas, para reconfortarla pero su hermana menor dejó salir un jadeo de dolor—. ¿Qué pasa?
—Nada —se apresuró a replicar Daphne—. Me lastimé con el filo de los pati...
—¿Te lastimaste? ¿O te lastimaron? —siseó Brigitte. Su hermana no respondió, solo agachó la cabeza así que la mayor estacionó el auto en una orilla—. Daphne...
—¡Me equivoqué en algo y me rozó con los patines! No fue nada...
—¿¡No fue nada!? —exclamó Brigitte, tomándole las muñecas a su hermana. Estaban coloradas y lastimadas—. ¡Te lastimó, Daphne! ¡Está demente!
—No me lastimó. Me caí practicando mi programa y...
—¿Y decidió lastimarte las muñecas? —masculló Brigitte.
Le hervía la sangre. Ella había sufrido los abusos de Cressida Sadler y que ahora se los estuviera haciendo a su hermana, a su hermanita pequeña a quien ella había básicamente criado, la volvía loca.
—Lo hace porque así yo me vuelvo más fue...
—¡Tienes 17 años! —exclamó Brigitte—. No necesitas ser más fuerte, tienes que estar protegida.
—No le digas a mamá ni a papá, por favor —le rogó Daphne—. Sin Sadler yo no voy a ganar el oro y es lo único que me importa... Por favor, Bree.
Brigitte se apoyó contra el respaldo del asiento del conductor y trató de calmarse. Suspiró varias veces, tratando de mantener la calma. No le respondió a Daphne pero encendió el auto una vez más y se dirigió al palacio sin hablar una palabra más con su hermana.
Tampoco le habló cuando se bajaron en el palacio. Le dejó las llaves a uno de los que se encargaban del cuidado de los autos y se encargó de subir las escaleras lo más rápido posible. Brigitte intentó sonreírle a sus padres y a Claire pero no lo logró muy bien. Sí le sonrió a Alexandre y lo abrazó.
—Andre —Brigitte lo estrechó en sus brazos—. ¿Cómo estás?
—Terrible —murmuró el más joven—. Maman y babbo no paran de discutir a cada oportunidad que tienen, Daphne pasa todo el día afuera y como tu y Claire ya se fueron de casa, estoy básicamente atrapado con ellos.
Brigitte le besó la coronilla y lo volvió a abrazar. Alexandre era su tesoro más preciado y la patinadora no lo dudaba. Su mayor orgullo eran sus hermanos pero sobre todo Alexandre. En la vida de Daphne y Claire, sus padres habían estado un poco más presentes pero en la de Alexandre casi nada. Así que había sido Brigitte la que había estado a su lado. Había sido su idea llevarlo a correr en kartings apenas había cumplido los ocho años, había estado con él en cada una de las carreras, aunque se superpusieran con los días que Claire jugaba o Daphne patinaba.
—Pobrecito —se compadeció Brigitte—. Cuando quieras puedes irte a mi casa. Quizás puedes ir a dormir los fines de semana.
—¿Puedo ir a dormir siempre? —preguntó Alexandre, con ojos entusiasmados.
—Con "ir a dormir siempre", ¿te refieres a vivir conmigo? —inquirió Brigitte, divertida.
—Eso es exactamente a lo que me refiero —asintió Alexandre.
Cuando Brigitte lo miró, se dio cuenta de que su hermano hablaba en serio.
—Soy terrible cocinando.
—Yo aprendí. Puedo cocinar.
—Y soy un desastre en el orden.
—Está bien, yo también lo soy.
—¿Cómo vas a hacer con el colegio?
—Franck me puede llevar aún así.
—¿Y tus deberes como Príncipe Heredero?
—No tengo deberes, de todas formas. Todos te los llevas tú. Gracias, por cierto.
—¿Qué pasa si te sientes mal?
—Siempre me has cuidado tú. Ya sabes como hacerlo —Brigitte lo miró, con desconfianza. Claro que quería a su hermano con ella, oculto de todas las peleas horribles de sus padres y de la soledad del palacio. Solo tenía trece años, después de todo—. Porfa, Bree. Te prometo que te daré tu espacio. ¿Qué dices?
Brigitte dudó un poco pero finalmente sonrió.
—Está bien —aceptó. Alexandre dio unos saltitos de emoción—. Pero tendrás que esperar hasta que compita en los Nacionales. Si no gano, me retiro y así si estaré libre.
—Eres mi hermana favorita, ¿sabías eso? —festejó Alexandre.
—Si no lo fuera, te denunciaría.
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