09
"Peleamos, nos arreglamo',
nos mantenemo' en esa pero
nos amamos."
Cierro la puerta, me doy vuelta y me encuentro con Valentina y Bárbara, que me miran con las mandíbulas caídas, como si hubiera cometido un crimen.
—Boludo, ¿qué mierda fue eso? —me pregunta Valen, en shock.
—Nada —digo de inmediato—. Nada importante.
Bárbara me mira el pecho recubierto de chupones y arquea una ceja. Me señala sin cuidado.
—Eso se ve bastante importante —apunta en reproche.
—No es nada, ¿okay? No le prestemos atención —bufo, cansada.
Me acerco a la mesa ratona para levantar los boles. Los apilo y los llevo a la cocina, y mientras tanto, Valentina y Bárbara me discuten.
—No, tarada, ahora nos contás —dice la rubia, tomando asiento en el sillón donde previamente casi garchamos Lisandro y yo—. Es tu ex ese, el que te gorreó y te cagó la vida cuando tenías diecisiete. Acaba de salir de tu departamento y vos estás toda llena de chupones. Es importante.
Suelto un largo suspiro y me reposo sobre la mesada, bastante cansada por hoy. Es tarde y lo único que quiero es acostarme en la cama, pero la presencia de mis mejores amigas en la casa y su insistencia por saber qué pasó con Lisandro me lo complican.
—Nada —me encojo de hombros—. Se transfirió al Manchester United y ahora está acá. Nos encontramos en la fiesta de Jack, yo traté de alejarme... —niego con la cabeza, un tanto decepcionada ante mi falta de autocontrol—. Se ve que eso es algo que no me sale hacer.
—¿Y te lo cogiste? —me pregunta Valentina a los gritos, con los ojos bien grandes.
—Sí —suspiro—. No quería, pero... nada, nos juntamos a hablar en un café sobre todo lo que pasó entre nosotros. Me iba a llevar a casa y después se puso a... no pude resistirme.
—Eres una idiota —declara Bárbara, agarrándose la cara y negando con la cabeza.
—Ya lo sé.
—Él te hizo muchísimo daño, Martu. No puedes caer ante él de esa forma con solo unas tantas palabras —niega ella—. Los hombres siempre dicen que cambiaron, pero eso no es verdad. Jamás cambian. Un infiel es un infiel, sin importar por dónde se lo mira.
Valentina asiente, de acuerdo.
—Opino lo mismo, Mar —me dice, un poco más suave—. Te hizo mierda. Cuando nos conocimos, vos estabas muy mal, ¿no te acordás? Porque yo sí. Me acuerdo que el amigo de mi hermano te quiso chamuyar y vos a la noche te pusiste a llorar como una loca.
Lo recuerdo vívidamente. Hago una mueca de incomodidad porque aquella memoria me genera pudor. Pero también suelto otro bufido, ya que sé que tiene razón.
—Ya sé —repito—. No voy a volver a estar con él. No pienso volver a involucrarme románticamente con Lisandro, porque ya sé cómo es. Y lo del sexo... no sé. No sé qué me pasa, no puedo decirle que no. Si ustedes vieran cómo me trata... chicas, en serio, no es nada que ver con lo anterior. Le quiere cortar a la novia para volver conmigo, me dice que se arrepiente de todo lo que pasó.
—Mar, lamento decírtelo así, pero ese imbécil solo quiere encamarte —dice Bárbara, negando con la cabeza—. Siempre hacen eso, te endulzan el oído, te cogen y después desaparecen. Todas sabemos cómo es él, nos lo contaste tú misma. Un hombre así no cambia. Además, fíjate que está tratando de reconquistarte, o como quieras llamarlo, teniendo novia.
Por más que quiera creerles, no puedo. Todavía tengo dudas al respecto, pero todo mi cuerpo está convencido de lo que me dice Lisandro es real. De que él en serio está arrepentido y quiere arreglar las cosas conmigo. Ya sé que es impredecible, que es imposible saber si me está mintiendo o no, pero tengo una corazonada al respecto y estoy casi segura de que debería seguir mis instintos. De que debería confiar en la palabra de mi ex.
Valentina debe ver la duda en mi expresión, porque de inmediato cambia de tema.
—En otras letras —dice, negando con la cabeza—, lo voy a matar a ese Alex.
Bárbara salta de inmediato.
—¡Es un pelotudo! —grita ella con ese clásico acento suyo, y eso que ella suele ser muy tranquila—. Con Melanie, que es la chica más hueca... yo no lo puedo creer.
—Ni yo —suelto una carcajada amarga—. Según lo que me dijo, él y Melanie son novios hace un año y medio. El cuerno era yo.
Me río de nuevo, pero a Valentina y Bárbara se les cae la mandíbula del shock. Yo enarco una ceja y espero reacciones.
—¿Me estás jodiendo? —pregunta la rubia.
—Nop. Todo verificado.
Bárbara se lleva una mano a la boca en total sorpresa y Valentina niega con la cabeza.
—No lo puedo creer —dice ella—. ¿Y nunca te enteraste de nada?
—De nada.
Ambas comparten miradas, totalmente shockeadas ante las noticias. Yo me sentiría exactamente de la misma forma si no hubiese tenido ya un tiempo—y un casi garche—para asimilarlo.
Salgo del edificio de Martina a toda velocidad y ni bien piso la calle, mi celular vibra con una notificación. Lo saco, leo brevemente y frunzo el ceño, de inmediato metiéndome a Instagram para ver qué mierda hizo Muriel ahora.
Me quedo un rato mirando la foto, algo confundido. Es una foto que no es reciente y ver las palabras te amo escritas claramente en el borde izquierdo de la foto me desconcierta, ya que nunca nosotros nos dijimos te amo—nunca ni siquiera fuimos pareja.
Pero después, lentamente conecto los puntos y por fin entiendo su verdadera intención: cuanto más pública haga nuestra relación, más atención vamos a tener, y así más difícil va a ser oficializar la separación. Maldigo bajo mi aliento, presa del enojo que me ocasiona que ella salga con este capricho después de lo sucedido en el almuerzo. Sin dudarlo un segundo, entro a su perfil y la bloqueo, dándole poca importancia a lo que puedan llegar a decir de mí más tarde. Lo único en lo que puedo pensar es en las ganas que tengo de matarla.
Parado en la vereda con los ojos clavados en la pantalla del celular, de inmediato entro a WhatsApp y le mando un mensaje a la rubia en busca de una explicación coherente.
Muri
En línea
Vos estás en pedo?
Por?
Cómo por
Te dije que terminábamos Muriel
No es todo como vos querés
Borrá esa foto ya mismo
Yo te dije que no me ibas a terminar, mucho menos así
Si vas a ir por la vida haciendo lo que se te canta el orto,
bancate a las consecuencias
Forra
Siento una repentina necesidad de revolear el teléfono contra alguna pared, pero no lo hago porque se que estoy en público. En vez de eso, lo guardo en mi bolsillo y emprendo camino a casa con la cara roja de la ira y rezando porque Martina no vea la foto y piense cualquier cosa.
a/n—
ahre aparecía
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