06
"Dime si algún día sentiré tu cuerpo otra vez,
algo me dice que quieres volverme a ver.
Oye, baby, desde esa noche no paro de
pensar en ti, tú bien sabes que yo soy
tu hombre porque él no te hace sentir."
La sonrisa no se borra de mi cara desde el viernes a la noche, cuando pasó lo que pasó con Martina.
No quiero decir que me lo esperaba, porque la verdad es que no. Pero ni bien estuvimos solos en el auto, encerrados y encarcelados por la lluvia, y yo la toqué, supe que no se iba a poder resistir. Y la verdad no me quejo, porque yo tampoco me pude resistir a ella.
Está cambiadísima, lo tengo que admitir. Donde antes era sumisa, ahora me desafía, y honestamente, por más que me encante poder hacerle de todo, también me prende muchísimo verla actuar así. Tenerla arriba mío, poder tocarla de nuevo, me generó un sinfín de emociones que no me esperaba.
Creí que sería sexo y que después ya veríamos cómo seguir, pero ese encuentro en mi auto solo hizo que mis pensamientos sobre ella se tripliquen. De hecho, hace varias noches que sueño con ella, generalmente en ámbitos sexuales, pero ahora también en ámbitos románticos. Soy un pelotudo porque ahora me es muchísimo más difícil darle su espacio, lo único que quiero es escribirle.
Logré contenerme y no le volví a hablar, porque me prometí que no lo haría hasta que hubiese charlado bien con Muri, pero todavía no encontré las palabras para decírselo. Por suerte no la vi mucho estos días ya que ella estuvo ocupada trabajando, pero la voy a llevar a cenar y sé que ya no puedo procrastinar más que esto. Espero que no vaya con las expectativas muy altas porque hoy planeo terminar lo nuestro.
Mierda, Martina me trae muy mal. No dejo de pensar en lo que pasó la semana pasada y cada vez la quiero más, quiero poder cogérmela de nuevo así, quiero poder besarla y abrazarla. Quiero compensarle el tiempo que le hice perder hace años, quiero pedirle perdón de todas las maneras posibles.
No sé qué pensará ella, no sé en qué términos estará con Alex. Si le habrá dicho o no. Una oscura parte dentro mío espera que estén peleados y que aquello me de la oportunidad de terminar de robármela a Martina, pero también espero que esté bien. Por más que la quiera solo para mí, si no llega a encontrar la felicidad conmigo, al menos espero que pueda hacerlo con alguien más.
Preferiblemente alguien que no sea Alex, pero eso ya lo vamos a ver.
Estaciono frente a la casa de Muri y de inmediato le mando un mensaje para avisarle que estoy afuera. Suelo traer flores, pero no sentí que esta ocasión fuera apropiada para ello, tomando en cuenta lo que pretendo contarle. La rubia tarda unos segundos en salir de la casa; camina hasta mi auto, abre la puerta y se sube del asiento del copiloto con una pequeña sonrisa.
—Hola, amor —saluda, acercándose para plantar un beso casto en mis labios.
—Hola —saludo—. ¿Vamos?
—Vamos.
Empezamos viaje y son solo algunos minutos hasta que llegamos a un restaurante lujoso de Manchester. Son las ocho de la noche, el lugar no está del todo lleno pero casi. Por suerte tenemos reserva, así que presento mi nombre y de inmediato una mesera nos dirige hasta una mesa al fondo, un poco aislada del resto de los comensales para poder tener privacidad. Muri y yo nos sentamos enfrentados y de inmediato siento su pie contra mi pantorrilla por debajo de la mesa.
En el auto veníamos charlando tranquilos. Yo todavía estoy algo nervioso por decirle lo que tengo que decir; nunca hice esto de terminar con alguien de manera sana, no sé si hacerlo ahora o esperar a que terminemos de comer. Me inclino hacia la segunda opción, pero siento que si lo hago así, Muri se va a sentir avergonzada por haber cenado conmigo creyendo que todo estaba bien. Sin embargo, si sigo la primera opción, traerla hasta acá va a haber sido inútil.
Al final, decido decírselo cuando terminemos de comer, en el primer silencio. Ella me charla, me cuenta cosas y yo la escucho. Después de mirar la carta, se nos acerca un mozo y pedimos nuestra comida, que no tarda más de quince minutos en llegar. El silencio no se presenta durante la comida, ya que Muri no solo come lento, sino que también habla entre bocados, obligándome a esperarla ya que yo suelo comer más rápido.
Desde que me la cogí a Martina, pienso en Muri y lo único que veo son defectos donde antes veía perfecciones. Es un pensamiento extremista y obviamente molesto, pero ya no siento por ella lo que sentía antes, haciéndome cuestionar si en algún momento realmente me gustó o si solo fue una hiperfijación momentánea. Con Martina nunca me pasó eso: para mí, ella siempre fue perfecta.
Por fin, Muriel termina de comer. Se hace un breve silencio cuando llega al final de una anécdota de una de sus sesiones de fotos y yo aprovecho para hablar antes de que ella pueda volver a abrir la boca.
—Escuchá, Mur —le digo, tomándole la mano con suavidad por sobre la mesa, pero asegurándome de no entrelazar nuestros dedos.
—Ay, ¿y esa cara? —se ríe, juguetona—. ¿Pasó algo?
—Sí —asiento, relamiéndome los labios, preparándome para hablar—. Muri, yo...
Se me atascan las palabras porque no sé bien cómo decírselo. Ya la lastimé a Martina y a pesar de que son sensaciones distintas, de todas formas no quiero volver a sentir lo que es lastimar a alguien. La sonrisa desaparece del rostro de Muri y me mira, extrañada.
—Ay, Li, me estás preocupando —suelta otra risa, pero esta es sin gracia.
Tenso un poco la mandíbula. Solo me gusta ese apodo cuando es Martina quien lo dice.
—Tenemos que terminar —digo por fin, alzando la mirada para fijar mis ojos sobre los de ella.
Muri enarca un poco las cejas, sorprendida por la repentina declaración. De inmediato, me suelta la mano, y odio darme cuenta que la verdad no me importa. Yo estoy acá para cumplir la promesa que le hice a Martina, incluso si eso significa que desperdicié estos últimos tres meses de mi vida.
—¿Eh? ¿Por? —pregunta Muriel por fin, negando con la cabeza.
—Porque... —pienso, no sé cómo decírselo—. ¿Te acordás de Martina?
—Sí.
—Bueno... —empiezo—. Está acá, en Manchester. La vi, charlamos... nada, ella es a la que quiero.
Sueno demasiado directo, pero ya no sé cómo más decírselo.
—¿Cómo que la querés a ella?
—Eso, Muriel —digo, tajante, sin siquiera darme cuenta del tono que estoy usando, el cual indica mi exasperación—. La quiero a ella. La amo a ella. No a vos. Por eso tenemos que terminar.
—¿Me estás jodiendo? ¿Martina? ¿La trola esa que te puso los cuernos?
—No es ninguna trola, y el que cuerneó fui yo.
Muri niega con la cabeza.
—Es una pelotudez lo que me estás diciendo, Lisandro. Yo te digo que quiero oficializar y vos me decís que querés a tu ex. ¿Te escuchás a vos mismo? —suelta una risa nasal burlona—. ¿Qué? ¿Me estabas usando o algo? Hace tres meses que estamos saliendo y vos ahora me decís que la amás a tu ex, no tiene sentido. Porque yo no quiero haber perdido todo este tiempo solo para que vos me digas esto, eh.
Me agarro la cara, frustrado. Dios, solo quiero que lo pueda aceptar y ya. Sé que le va a doler y puede estar triste al respecto, claro, pero no quiero discutir sobre esto. Me paro firme en mi posición.
Inhalo con fuerza y exhalo con pesar.
—Escuchá, Muri —digo, más calmo—. Ya sé que soy un forro y que seguro te duela. Y te pido perdón. Realmente, no quise lastimarte. Te juro que no te estaba usando, ni yo sabía que seguía amando a Martina hasta que me la volví a encontrar. Pero yo no me voy a quedar con vos sabiendo que no sos la chica que quiero, porque nos va a hacer mal a ambos. Solo quiero que podamos quedar en buenos términos, ¿sí?
Me escucho a mí mismo hablar y la verdad es que sí, sueno como un boludo. Tres encuentros con Martina y ya caí rendido a sus pies.
—No, vos no te vas a ir así nomás, Lisandro —dice ella firmemente, alzando un poco la voz, haciendo que comensales de las mesas continuas se giren para ver que está pasando.
—Bajá la voz —le digo de inmediato—. Y no me podés retener, Muriel.
—Sí, puedo.
Ella procede a levantarse de la mesa bruscamente, haciendo que la silla chirríe contra el piso. Suelto un bufido, saco la billetera y de inmediato dejo varios billetes sobre la mesa para poder salir corriendo en busca de la rubia, que ya se abre paso por las puertas. Salgo del restaurante detrás de ella, la agarro de la muñeca y la doy vuelta hacia mí.
—¿Qué? —me dice con fuerza, los dientes apretados.
—No te vayas así, estamos hablando —le respondo con la misma brusquedad.
—Ya está, terminó la conversación —escupe ella, mirándome de arriba a abajo—. Vos te querés separar, yo no. Punto.
Tiro de su muñeca y la acerco a mí con la mandíbula tensa.
—Te recuerdo que vos y yo no somos nada, Muriel. No somos novios. Así que no te me vengas a hacer la loquita porque eso conmigo no va a funcionar —le digo con los dientes apretados, empezando a enojarme.
Ya de por sí estaba frustrado antes, ahora ni te cuento.
Muri también acerca su rostro al mío, con la expresión tensa, desafiándome.
—Vos no te vas a separar de mí, Lisandro. Así no —me dice—. Yo no voy a haber perdido estos tres meses con vos solo para que me vengas a decir esto.
—Me la cogí a Martina —le digo en un arrebato de resentimiento, buscando cualquier cosa que la haga entrar en razón. Por suerte, esta vez se queda callada—. El viernes a la tarde, que te dije que me iba a lo de Ale. Estaba en un café con Martina, después me la garché en el coche.
Muriel me mira con los ojos bien abiertos por la ira. Le echa un vistazo a mi auto por sobre su hombro y después apoya las manos en mi pecho para empujarme con fuerza, haciéndome perder el balance y dar un paso hacia atrás. Antes de que pueda calcular, ella ya se está acercando a la calle, levantándole una mano a los taxis que pasan.
Me acerco hacia ella de una corrida, pero uno de los vehículos para en frente suyo. Se sube al auto y me cierra la puerta en la cara antes de que pueda llegar, levantándome el dedo del medio a través de la ventana cerrada.
Quedo parado en la vereda. Me agarro la cabeza y suelto un suspiro exasperado, dándome cuenta de que para nada esperaba que esto fuera tan difícil.
Hace días que tengo la cabeza revuelta. Más específicamente, desde el viernes a la tarde; mi último recuerdo de ese día es volverme a mi casa con las piernas todavía temblándome y una sed por más.
El ensueño duró poco igual, porque ni bien me levanté la mañana siguiente, escuché el timbre y abrí la puerta para encontrarme con un Alex muy enojado.
SÁBADO, 10:45 AM
HACE UNA SEMANA
—Oh, look who it is (Ah, mirá quién es) —dice Alex bruscamente, sin siquiera pedirme permiso para entrar a mi departamento ni bien abro la puerta.
Yo lo miro con el ceño fruncido, ya que todavía estoy demasiado dormida para asimilar las cosas. Sin embargo, empiezo a recordar todo lo sucedido ayer. Primero me viene a la cabeza los recuerdos de mi encuentro con Lisandro en su auto y una sonrisa amenaza con formarse en mi rostro, pero después rápidamente me acuerdo que a esa misma hora debería haber estado preparándome para salir a cenar con los papás de Alex. Suspiro y me paso una mano por el pelo, cerrando la puerta.
Me duele la cabeza.
—Okay, Alex, can we... (Okay, Alex, podemos...)
—Yeah, fuck that (Sí, a la mierda con eso) —dice con fuerza, haciendo que yo levante una ceja.
—No, don't you talk to me like that. (No, no me hables así).
Alex pone los ojos en blanco, posa las manos en sus caderas y se pone a caminar de lado a lado por la sala. Frena y suspira.
—My parents were waiting for you, you know? They made dinner for us and you weren't even answering my texts. (Mis papás te estaban esperando, ¿sabés? Prepararon la cena y todo y vos ni me contestabas las llamadas) —dice, ahora suavemente, mostrándose dolido—. Where the fuck were you? (¿Dónde mierda estabas?)
Doy un paso adelante hacia él y cierro los ojos, acariciándome las sienes.
—Alex, I... (Alex, yo...) —empiezo, insegura de si este verdaderamente es el mejor momento para decírselo.
Me siento muy mal. Por más que lo de Lisandro me haya encantado, todo mi cuerpo está en alerta porque me estoy empezando a dar cuenta que caí casi tan bajo como él hace cinco años. Me cogí a alguien más estando comprometida, exactamente como hizo él conmigo. Y me duele todo de tan solo pensarlo.
Es verdad, Alex no es el chico ideal para mí y eso lo supe desde un principio... pero eso no quiere decir que no la haya pasado bien estos últimos meses. De hecho, estoy casi segura de que él planeaba oficializar conmigo ayer por la noche, después de la cena con sus papás.
Qué pelotuda que soy.
Tengo que terminar esto ahora. No puedo seguir estando con él si sé que estuve con alguien más, porque me duele muchísimo la traición. Tomo aire y me armo de coraje.
—Alex, I actually have to tell you something. (Alex, tengo que decirte algo).
Su expresión se oscurece casi de inmediato.
Después de eso, después de contarle a Alex lo que pasó con Lisandro en su auto, solo recuerdo gritos e insultos. Él diciéndome que soy una puta, una trola, y una sarta de otras cosas que me hicieron medio mierda, pero que sabía que no podía negar. Obviamente, nuestra relación se terminó ahí mismo. No por decisión mía, aunque nunca estuve tan de acuerdo.
No siento una gran diferencia entre el antes y el después de mi relación con Alex, pero sí todavía me perturban sus últimas palabras antes de irse del departamento: me dijo que se iba a asegurar de que yo no me olvide de aquello. Admito que ahora lo siento un poco extremista, pero no pude evitar quedarme pensando en qué mierda significará aquello.
También me pregunto de dónde salen los locos: ¿nacen o se hacen?
Desde el viernes que estoy hecha mierda, sin salir de mi departamento y menos de mi cama. Apenas toqué el teléfono los últimos día. No me da la energía, el encuentro con Lisandro y la pelea con Alex, todo en un lapso de tiempo de ocho horas, me desordenó los pensamientos y necesito un tiempo para reacomodarme a mi nueva situación.
No sé cómo pude ser tan pelotuda, era obvio que el sexo con Lisandro solo iba a complicar las cosas. Sobre todo porque no paro de pensar en él desde el viernes y lo único que quiero es sacármelo de la cabeza para tener un rato de paz. Mi cuerpo me pide a gritos que lo vaya a buscar para repetir, pero mi mente me castiga por lo que hice y ya no sé a quién hacerle caso.
Aunque sí tengo que admitir que una cucharada de lo que puede hacer Lisandro me dejó con unas espantosas ganas de más. Subió la vara, porque ahora verme a mí misma con alguien que no pueda complacerme de esa forma me parece una ridiculez.
Agarro el teléfono de la mesita de luz por primera vez desde ayer. Estoy explotada de notificaciones en todas mis redes sociales, pero no me preocupo por leer nada porque no me interesa.
Me urgen las ganas de escribirle. Sé que esta calentura se debe a que es tarde, dormí poco y ayer vi el partido del Manchester United contra el Sheriff. Lisandro jugó de titular. Mi mente no puede evitar ir a lugares oscuros cuando lo veo revolcándose así por el piso, armando bardo con cualquiera, haciéndose el wachito. Me puede muchísimo.
Lo que me encanta ese hombre es inexplicable. Físicamente solo, obvio.
Como si hubiese estado planeado, mi teléfono vibra con un mensaje de Lisandro. Recuerdos y un tirón en el estómago. Abro el mensaje, ignorando todas las otras notificaciones.
lisandromartinezzz
se intentó y no se pudo
Frunzo el ceño, extrañada.
martusalgadoo
qué cosa?
lisandromartinezzz
quise terminarle a muri y no pude
Siento un cosquilleo en el estómago y me doy cuenta con horror que esta vez no se atribuye a nada sexual, sino a algo afectivo porque él realmente cumplió (o intentó cumplir) su promesa de que iba a dejar a su novia si yo le daba un beso. No sé cómo sentirme al respecto, nunca alguien hizo algo así por mí.
martusalgadoo
por? qué hizo?
lisandromartinezzz
se puso re loca
me dijo que no nos íbamos a separar
que no me dejaba
después se fue en un taxi y me dejó solo
ahora no sé qué hacer jajajaja
No sé bien qué decirle. Me sorprende que lo haya hecho en serio, que haya cumplido su promesa: no se lo pedí, pero también siento que si no lo hubiera hecho, me sentiría herida. No tengo idea de qué es lo que debería sentir en este momento, si debería estar contenta o decepcionada, si debería importarme o no.
La realidad es que me importa. Y bastante.
No tengo qué contestarle, así que le clavo el visto y resuelvo hablarle después, cuando tenga más horas de sueño encima, haya comido algo y tenga el cerebro un poco más ordenado. Por eso mismo, me levanto de la cama y me dirijo a la cocina.
Pienso un rato en todo lo sucedido con Alex y Lisandro, ignorando mi teléfono, que vibra un par de veces antes de callarse. Me preparo un café (es tarde, pero me da igual) y después vuelvo a mi habitación. No sé qué hacer, la verdad. Siquiera pensar en salir de la casa me genera un malestar anímico implacable y a pesar de que no hice nada, estoy agotada, así que me siento en la cama contra el respaldo, sosteniendo la taza humeante de café con una mano y el teléfono con la otra. Ahora sí, me digno a leer las notificaciones acumuladas tras días de inactividad.
WhatsApp, Twitter, Instagram... al leer los mensajes, me invade un presentimiento. No entiendo por qué todos me preguntan si estoy bien.
Abro Instagram. Tengo varios mensajes sin leer; el último chat es el de Lisandro, donde su mensaje todavía yace sin contestar. El segundo chat es, extrañamente, el de Alex, indicando una mención en su historia.
Abro la publicación rápidamente y casi me vuelvo el café encima.
@alexbrowning:
Al parecer yo también estoy etiquetada en la historia, pero mi nombre de usuario está oculto, supongo que para evitar bardo. Pero yo de inmediato siento como hierve la sangre. Me da la sensación que es a esto a lo que se refería Alex cuando dijo que se iba a asegurar de que yo no me olvidaría de lo sucedido.
Reconozco a la chica, Melanie. Es otra de las modelos que trabaja en la agencia conmigo y con Alex. Nunca fuimos amigas; de hecho, siempre me cayó mal, ya que me daba la vibra de ser víbora. Pero esto es otro nivel.
No sabía que ella y Alex estaban en onda. No sé hace cuánto estarán en onda. No sé si él lo hace por rebote, para vengarse de mí, o porque verdaderamente quiere estar con ella. La cabeza me da vueltas y más vueltas.
La foto me parece de lo menos apropiada. Estoy lejos de preocuparme por lo que hace Alex, pero sí me preocupa el hecho de que mi relación con él era pública, entonces no sé lo que podrá pensar la gente sobre esa historia, sabiendo que ninguno de los dos subió nada sobre la ruptura. Al parecer, todas las otras notificaciones tienen que ver con eso.
La historia es de hace una hora, por lo que rápidamente me meto en Twitter, sabiendo que aquella es la plataforma donde usualmente se propaga el chisme con más rapidez.
Y efectivamente, lo primero que me aparece es un tuit de Alex de hace un par de minutos. Los likes, las respuestas y los retweets suben por el segundo. Se ve que le empezaron a reclamar cosas sobre su historia y decidió publicar un mensaje al respecto.
(¡Martina y yo estamos bien! Terminamos. No estoy de humor para detalles, pero...)
El emoji. El puto emoji. Se me estruja el estómago cuando entro a mi bandeja de entrada y veo múltiples menciones por todos lados, hablando del drama, cuereándome; gente poniéndose del lado de Alex, sacando conclusiones, haciéndome quedar como la hija de puta de la historia. No sé qué mierda se le pasó a Alex por la cabeza cuando subió esa foto, no sé cuál fue la necesidad de hacer todo esto público cuando yo le conté y le pedí perdón e hice todo lo posible por que sepa que estaba arrepentida.
Dios, no se puede ser tan dolido.
Entro a WhatsApp. Mensajes de Valen, de Bárbara. De todos mis amigos, preguntándome si estoy bien, que qué mierda pasó y por qué ahora todos creen que soy una trola. Tengo siete llamadas perdidas de mi representante, Adrián, así que lo llamo primero a él.
—¿Hola? —digo, frotándome la sien ya que me está dando un dolor de cabeza terrible.
—¿Qué mierda hiciste, Martina? —me pregunta Adrián con brusquedad, sonando estresado.
Suelto un bufido.
—Nada. Alex y yo tuvimos un problema y él fue y lo subió a todas partes.
—¿Qué problema? ¿Vos metiéndole los cuernos?
Dios, ¿cómo es que le es tan fácil saberlo todo? A veces ese hombre me pone muy nerviosa.
—Sí, eso —digo sin más, tajante, con pocas ganas de hablar sobre esto.
—Martina, vos no podés andar mandándote cada cagada, por que el que las tiene que resolver soy yo. ¿Vos sabés lo que me va a costar sacar todo esto de los medios? Están sacándote el cuero con toda, todos se pusieron del lado de tu ex y te están diciendo todo tipo de cosas. Alex la jugó bien.
—Sí, ya lo sé —suspiro nuevamente—. ¿Podemos hablar después? Tengo que hacer una llamada.
Adrián objeta, pero yo corto de inmediato antes de que él pueda decir algo más. No puedo discutir esto ahora con él, tengo muy pocas horas de sueño, apenas un café en mi sistema y un dolor de cabeza terrible. Necesito calmarme y resolver esto por mí misma. Sé exactamente dónde empezar.
Me bajo la bebida caliente de un trago para despertarme y me levanto de la cama, de inmediato tecleando el número de Alex para llamarlo.
a/n —
drama uuu
opiniones?
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