02

"It's not good enough for me,
since I been with you, ooh...
it's not gonna work for you,
nobody can equal me, I know."

@martusalgadoo:

Al ver la historia que subió Martina a Instagram hace tan solo unos segundos, me muerdo el labio inferior con fuerza. La recorro entera con la mirada, desde esos ojos de gato verdes hermosos, hasta el rubor en sus cachetes, a sus labios carnosos y directamente hasta su escote, al primer plano del nacimiento de sus pechos.

No puede estar tan buena la hija de puta. Ni siquiera me importa si no me devolvió el follow, con poder verla diariamente a través de sus publicaciones me es más que suficiente. Es como si en estos cinco años que pasamos separados se hubiera puesto incluso mejor, y eso que ella ya era hermosa antes.

Admito que en un principio solo me gustó por su cuerpo. La vi esa noche hace cinco años y lo primero que noté fue el pedazo de orto que tiene, no la pude dejar de mirar en toda la noche. De cara no me iba nada, pero al final resultó ser solo el maquillaje que tenía puesto, porque cuando se despertó en mi cama la mañana siguiente, con la cara limpia de polvos cosméticos, me di cuenta de lo estúpidamente hermosa que era. Y es. Me encantó ni bien la vi.

Cuando vine a Manchester hace algunos días, no lo tenía en mis planes volver a encontrarme con ella. Sabía que ella seguía acá; a pesar de que no nos seguíamos más en las redes, yo igualmente me mantenía al tanto de su vida. Miraba sus sesiones de fotos, seguía a la cuenta de Instagram de su agencia de modelaje y todo el tiempo me aseguraba de mantenerme actualizado de ella. No la extraño (ponele), pero que es hermosa, eso no lo puedo negar.

Después de todo lo que pasó hace cinco años, después de engañarla, me fue muy difícil saber qué hacer. Mi intención no era sacarle el cuero de la manera en que lo hice por todo ese año después de separarnos, pero como era evidente que el que había hecho algo mal era yo, a mi representante no se le ocurrió mejor idea que dar vuelta la historia. Total, ambos sabíamos que Martina odiaba la atención pública, que prefería mantenerse de callado y que no iba a salir a hablar si se la acusaba de algo. Era el plan perfecto.

Obviamente yo no estaba de acuerdo. Nunca lo estuve. Yo tenía bien en claro que había sido un pelotudo y que la había lastimado, y estaba dispuesto a salir a hablar públicamente. A seguir pidiéndole perdón. Pero cuando la atención se tornó hacia mí y empezaron a surgir teorías que me dejaban muy mal parado, mi representante se impacientó y terminó convenciéndome al decirme que un rumor así podía terminar mi carrera.

Claro que lo despedí ni bien se calmaron las aguas.

Ahora que me la volví a encontrar a Martina en esa fiesta, tampoco sé bien qué hacer. Apenas la vi parada en la puerta de la habitación, supe que la quería. Extrañaba tanto su cuerpo y sus labios que no me pude contener de boludearla un rato, pero además, también quería escuchar su voz. Quería escucharla dirigiéndose hacia mí, a pesar de que se la notaba enojadísima. Pero no me importó. Solo la quería ella.

Cuando finalmente le hablé, que ella reaccione de la manera en la que reaccionó solo fue una suave caricia a mi ego, ya que se nota de lejos que yo todavía tengo el mismo efecto en ella que siempre tuve. Ese de lograr ponerla nerviosa con tan solo sonreírle, de hacerla apretar las piernas con una mirada. Pero fue un momento de calentura, ella estaba borracha y yo incluso más.

Sé bien que me odia por todo lo que pasó y tiene toda la razón, pero soy demasiado orgulloso como para admitir que hice algo tan fuera de lugar después de todos estos años. La gorreé y la hice mierda en las redes y simplemente no me da el cuero ahora para pedirle disculpas. Eso sí: verla me dejó bien en claro que la quiero de vuelta.

Afortunadamente, unas disculpas no son lo único que se interpone en mi camino hacia ella. La cosa es un poco más complicada que eso: estoy hablándome con Muri hace unas pocas semanas y me llegó de algún lado que Martina está en algo con un pibe de su agencia. No son novios, para mi suerte, pero están en onda hace varios meses y el único motivo por el que no oficializan es porque ella todavía no se siente lista. Al enterarme de eso, me sentí un poco culpable, porque algo me dice que eso puede llegar a ser culpa mía.

Por mi parte, incluso desde antes de reencontrarme con Martina sé que todavía no quiero meterme en una relación con Muri. Ella es una persona hermosa, se nota que yo le gusto y ella a mí me gusta también un poco, pero no me tiene mal. No como Martina.

Eso sí: Muri y yo tuvimos varios encuentros, más que nada sexuales. De hecho, asistimos a la fiesta de ayer juntos; la chica haciéndome el pete era ella misma, y me sentí un poco mal por cortarle el mambo en el medio de todo, sin siquiera venirme, pero ni bien vi a Martina, supe que tenía que hablarle de inmediato. Muri obviamente se ofendió un poco, me estuvo cuestionando por un largo rato sobre su desempeño en el acto y yo le dije que no era ella, que era yo, que tenía que irme corriendo a hacer algo. Que después terminábamos.

Hoy a la mañana le mandé un mensaje de disculpa y todavía estoy esperando que me lo conteste.

Le mentí a Martina, eso lo sé. Le dije que no sabía quién era la chica que me la estaba chupando porque no quería decirle que era mi casi algo y después chamuyármela, porque así sabría que realmente no cambié una mierda. Sí cambié; quizás no tanto, quizás no tan notoriamente, pero sí cambié. Lo que le hice a ella fue un error, no es algo que volví a hacer ni algo que hacía a diario. Hasta el día de hoy todavía me arrepiento muchísimo, solo que Martina cree que yo todavía soy ese pendejo pelotudo que era hace años.

En medio de este caos, de lo único que estoy completamente seguro es que no planeo volver a repetir errores pasados. No voy a engañar a nadie. Quiero hacer las cosas bien, quiero recuperarla a Martina de la manera correcta.

Pero eso significa que tengo que ver qué hacer con Muri. La opción más sensata sería terminar lo que tengo con ella ahora mismo, ya que no quiero ilusionarla si todavía estoy enganchado con la misma piba hace cinco años, pero a pesar de que Martina me tenga mal, Muri igualmente me gusta bastante. Quizás podría ver qué onda con Martina, y si llega a pasar algo, termino las cosas con Muri al toque. Sino, nada. No sé.

Solo tengo que encontrar alguna forma de que Martina sepa lo arrepentido que estoy. Lo mucho que todavía la amo.

Le saco captura a la historia de Martina y de inmediato se la mando a Cuti por WhatsApp para que me de su opinión. Él ya la conoce (llevo cinco años enganchado con ella y él es mi mejor amigo, más vale que la va a conocer), pero ni bien le conté hoy a la mañana que me la volví a encontrar, él de inmediato me empezó a putear y a decirme que la deje en paz a la pobre chica, que ella no quiere tener nada que ver conmigo. Razón no le falta, pero prefiero comprobarlo por mí mismo.

Después de mandar la foto, de inmediato me llega una respuesta.

Cuti
En línea

Linda es amigo
Eso no te lo niega nadie

Ves que te digo???
Un lomazo tieneeee
Y mirá esos labios fua
Me la como entera
O que ME la coma entera

Licha pelotudo
Te va a meter la perimetral por el orto

La dejo 😍
Que me importa a mí
Voy a ver si puedo hacer algo pero hasta que ella no me saque a patadas entonces no me rindo
Yo sé que ella todavía me quiere un poquito

Mentiraaaa
Si ni en figurita te quiere ver pedazo de idiota

Vos ni la conocés así que no tenés opinión en esto

No no no pará
Encima estás con Muri boludito
Querés mostrarle a tu ex que gorreaste que la seguís queriendo y vas y la gorreás a tu nueva novia
No da pendejo de mierda
Y no que ella tenía novio ya????

Dejemos varias cosas en claro
Uno: yo y Muri no somos nada eh
Estamos hablando nomás
Dos: no voy a gorrearla a Muri
Le voy a decir todo pero primero tengo que ver qué hacer
Además de que técnicamente no la estaría gorreando porque no somos novios
Tres: Martina no tiene novio
Está en algo con un flaco pero se caennnnn jajajaja no tiene chance el pelotudo ese
Y cuatro: soy más grande que vos pedazo de alcachofa

Parecés un nene de dos años
Hacé lo que quieras pero después no me vengas a llorar eh
Esa Martina tiene una pinta de vengativa mal
Seguro se pone de novia con vos solo para gorrearte

Me encanta 😍

😐

Sonrío ampliamente cuando termina la conversación con Cuti. Él normalmente se da por vencido porque yo puedo llegar a ser realmente molesto cuando quiero algo, así que me siento victorioso. Sé que él no va a estar de acuerdo conmigo persiguiéndola a Martina, pero la verdad es que me da igual.

Leo la hora en la pantalla del celular y al ver que son casi las dos de la tarde, de inmediato abro los ojos grandes como platos. Casualmente, debería haberme encontrado para almorzar con Muri hace quince minutos.

Guardo mi teléfono en el bolsillo trasero de mis pantalones, agarro la llave de la mesita de entrada y salgo de la casa a toda velocidad.

Una cosa que noté de Muri desde que empezamos a salir es que es muy estricta con los horarios; este almuerzo lo tiene planeado hace varios días y la verdad es que no me quejo, pero a veces su puntualidad ocasiona algunas discusiones entre nosotros, ya que yo puedo llegar a olvidarme de algún encuentro que organizó ella y ella después me echa en cara que la dejé plantada. Por suerte, no hay nada que una buena cogida no resuelva.

Me subo al auto y de inmediato parto hacia la casa de Muri, escuchando música de la radio. Llego en un par de minutos y la encuentro parada en la entrada de su casa, caminando de lado a lado, revisando de vez en cuando la pantalla de su celular como esperando algo. De inmediato sé que estoy a punto de comerme un sermón, por lo que suelto un bufido y desbloqueo el seguro de las puertas para que ella suba al auto del lado del copiloto.

Estoy convencido de que ella sigue enojada por lo de anoche, considerando que tiene el teléfono en la mano pero igualmente no me contestó el mensaje que le mandé hoy a la mañana disculpándome por lo ocurrido. La observo mientras ella se sube al auto y después me inclino hacia adelante para robarle un beso, el cual ella me regala con desgano.

—Uia, el humorcito —la boludeo.

—Llegaste tarde —dice, cruzando los brazos sobre su pecho y mirándome mientras yo empiezo de nuevo el auto en camino hacia el restaurante.

—Son quince minutos nomás, Mu.

—Quince minutos que te esperé ahí parada.

—Bueno, perdón. Estoy acá ahora —suspiro, agobiado—. Olvidémonos de eso y vayamos a comer tranquilos, ¿sí? No quiero discutir ahora.

Muri va a decir algo, pero termina simplemente asintiendo, sabiendo que no vale la pena atascarse en el mismo tema de siempre. Viajamos en silencio, escuchando música de la radio, y llegamos a uno de los restaurantes de Manchester en no más de diez minutos. Nos bajamos del auto y nos adentramos en el lugar. Como tenemos reserva, después de dar mi nombre, una moza nos dirige hacia una de las mesas y nos sentamos enfrentados.

De inmediato, nos ponemos a charlar tranquilamente. Su malhumor parece haberse disipado con rapidez y yo agradezco, porque no tenemos que entablar en otra de esas discusiones tediosas. Leemos los menús, yo la miro por sobre el mío y la pateo con suavidad por debajo de la mesa para llamar su atención.

—¿Qué te pasa? —se ríe ella, encontrando mis ojos.

—Estás linda hoy —le digo, endulzándole el oído como sé que a ella le encanta.

De inmediato se ruboriza y yo sonrío, satisfecho con mi trabajo. Se acerca un mozo y nos disponemos a pedir la comida. Sin embargo, mientras Muri hace su pedido, yo creo ver un rostro conocido por sobre su hombro.

Pero la puta madre. Mirá dónde me la vengo a cruzar.

El corazón me da un vuelco al verla a Martina entrando al mismo restaurante de la mano con un morocho demasiado alto para ser normal. Ella lleva puesto el conjunto que le vi en la historia de Instagram y al verle todo el escote al descubierto, me muerdo el labio. Ella no me ve a mí.

—¿Li? ¿Qué pedís vos? —me pregunta Muri.

La vuelvo a mirar. Ella no se dio cuenta de nada. Le hago el pedido al mozo distraídamente y éste parte de inmediato; yo sigo a Martina con la mirada, viéndome obligado a mover la silla un poco más cerca de Muri para así no perderla de vista, poniéndole a la rubia la excusa de que solo quiero estar a su lado.

Con Martina acá, siento muchas cosas a la vez.

Por un lado, los celos son innegables. Martina y el chabón se sientan uno al lado del otro en una de las cabinas, él le pasa el brazo por alrededor de los hombros y le besa la cabeza, y ella se deja. Me hace hervir la sangre, tenso la mandíbula y me dan ganas de pararme a partirle la cara a ese pelotudo, pero me contengo.

Por el otro lado, siento un notorio subidón de adrenalina. Estar en el mismo ambiente que ella otra vez logra provocarme un cosquilleo en todo el cuerpo. Me hace estremecer. La hija de puta es hermosísima, no ayuda en nada que tenga media teta al aire y sobre todo tampoco aporta el hecho de que ella lo mira al pibe y le hace ojitos, de esos que me hacía a mí cuando quería que la coja.

Me tiembla todo el cuerpo. Ella todavía no me vio, por lo que la miro fijo, deseando más que nada que se de cuenta.

—Che, escuchame, Licha, te quería hablar de algo —me dice Muri.

Por primera vez, aparto la mirada de Martina para mirarla a la rubia.

—Decime —contesto desinteresadamente.

—Bueno, nada. Nos venimos hablando hace ya vario rato, tuvimos relaciones sexuales, paso muchas de las noches en tu casa... no sé —empieza, nerviosa—. Yo creo que ya es momento de oficializar, ¿no te parece?

Me atraganto con mi propia saliva. La pregunta era inevitable, yo siempre supe que Muri buscaba algo serio, pero con Martina ahora acá, me había olvidado por completo de todo. Después de recuperarme del breve ataque de tos, la miro a Muri; ella ya me está mirando, divertida.

—¿Estás bien? —me pregunta con una risa.

—Sí, sí, eh... —digo, echándole un breve vistazo de reojo a Martina.

La observo por un corto segundo. Sé que Muri espera mi respuesta, pero me enredo viéndola a la ojiverde, sumiéndome en un trance del cual no puedo salir. Como de casualidad, de repente Martina gira la cabeza en mi dirección y nuestras miradas se encuentran. Sus ojos se agrandan el doble de su tamaño ante la sorpresa, e inmediatamente, se inclina hacia el morocho y le susurra algo en el oído, todavía mirándome. Él asiente y ella después se levanta para salir disparada escaleras arriba; hacia el baño, supongo.

—Tengo que ir al baño —le digo a Muri de inmediato, olvidándome de su declaración previa.

Ya me estoy levantando. La miro fijo a Martina mientras ella se escurre escaleras arriba a la vez que la siento a la rubia tirar de mi remera.

—Pará, ¿escuchaste lo que te dije? —me dice, tratando de frenarme.

—Eh, sí, sí. Ahora vuelvo —murmullo a medias.

Me suelto de su agarre a toda velocidad y salgo corriendo hacia las escaleras, justo a tiempo para verla a Martina doblando en una esquina y perdiéndose por el pasillo. Acelero el paso, subo los escalones de dos en dos y estoy siguiéndola ni bien llego al segundo piso.

—¡Martina! —la llamo, mi voz reverberando en el espacio vacío.

Ella se da vuelta. Me mira por sobre su hombro y al reconocerme, acelera el paso, pegándose un pique hasta la puerta del baño para alejarse lo más posible. Suelto un bufido de frustración y corro hasta ella, siguiéndola a través de la puerta y agarrándola de la muñeca para que no se me escape.

Por Dios, qué difícil que me la hace.

—Pará, pendeja de mierda —le digo con una risa—. No te me escapés así.

—Soltá —me dice ella de inmediato, mirándome con esos ojazos verdes que me encantan.

—Eh, pará, mala onda. ¿No me vas a saludar? —sonrío a medias, observándola forcejear contra mi suave agarre, incapaz de soltarse.

—No, Lisandro. Dale, soltame o grito.

Me inclino hacia ella y le miro la boca sin discreción alguna.

—Gritá, dale —le digo con una sonrisa sugestiva.

Martina se congela. Noté ayer a la noche que tenerme tan cerca la pone nerviosa, aunque todavía no llego a diferenciar si es de buena manera o no. Asumo que sí, ya que aprieta las piernas juntas, como si la repentina proximidad entre nuestros labios le instara otra clase de pensamientos. Además, doy por hecho que logró darse cuenta de la connotación sexual en mi declaración.

—¿Qué querés? —me pregunta esta vez.

Deja de forcejear y me irgo en mi posición con una sonrisa victoriosa, sabiendo que ya se dio por vencida de intentar escaparse.

—Verte a vos —le digo con simpleza.

—Bueno, una lástima, no podés —se encoge de hombros.

Otra vez, hace ademán de darse la vuelta para meterse en el baño de mujeres, pero yo tiro de su muñeca y la acerco a mí, haciendo que su cuerpo choque contra el mío.

—Qué apurada, eh —me quejo.

—¿Qué querés? —me repite Martina, esta vez, con más fiereza.

—Ya te dije, Mar. A vos.

Al emplear el apodo con el que solía llamarla antes, Martina se estremece. Siento bajo mis dedos como se le eriza la piel.

—Te quiero a vos. Quiero que hablemos —le explico con más suavidad.

—Me chupa un huevo, tarado. Fue hace cinco años, empezá a superar —escupe.

—Pero si no te puedo superar, Martina —me río—. Me tenés mal desde el día que te conocí.

—Y bueno, che. Desperdiciaste tu oportunidad. Que te entre en la cabeza —dice ella, tajante, haciendo un gesto con su dedo sobre su sien.

Por fin, de una sacudida, se libera de mi agarre y hace ademán de meterse al baño de mujeres, a donde no puedo seguirla. Sin embargo, una vez me da la espalda, yo de inmediato la tomo de la cintura y la pego contra la pared, aprisionándola con mi pecho contra sus omóplatos. Ella suelta un quejido y yo le doy un apretón en la cintura.

—¿Qué hacés? —me dice con un hilo de voz, como si no le salieran las palabras.

—Vos todavía me querés, Mar. Al menos un poquito —le susurro, plantándole un suave beso en la sien. Veo de reojo como ella cierra los ojos ante la sensación, casi deleitada—. Es más. Estoy seguro de que si yo te cargo acá mismo, contra esta misma pared, vos te dejás.

Martina aprieta los muslos uno contra el otro y yo de inmediato sé que la tengo en la palma de la mano. Se miente a sí misma: puede odiarme todo lo que quieras, pero que la cogía bien... eso sí que no me lo puede negar. Yo sé que extraña como se la ponía, además de que algo me dice que el pelotudo que la espera abajo no tiene lo que se necesita para complacer a tremendo pedazo de mujer.

Yo también tengo que admitir que tenerla así de cerca me pone un poco nervioso. Me trae algunos recuerdos de cogerla con fuerza contra la pared y tengo que contener mis pensamientos antes de que se me empiece a poner dura. Por suerte, mi cerebro de inmediato suaviza el escenario, recordándome que no la extraño solo por su cuerpo, sino por su todo. Tenerla así de cerca me provoca ganas de abrazarla y no dejarla ir.

Me muerdo el labio inferior al sentir su culo presionado contra mi entrepierna.

—¿Me vas a decir que tu noviecito te coge mejor que yo? —le susurro contra el oído.

—No es mi novio —dice ella de inmediato, jadeando.

Yo sonrío.

—Sos re fácil, Martina —suelto una carcajada burlona—. Mejor. Así puedo tocarte todo lo que quiera.

Deslizo mi mano un poco hacia abajo hasta que mis dedos encuentran el costado de su culo. Martina se presiona contra la pared en un intento de alejarse, pero a la vez, arquea la espalda, pasándome todo el orto por la chota subconscientemente, diciéndome que quiere que le haga de todo. Igualmente, no la toco de lleno, ya que quiero que me de su consentimiento verbal antes de hacerle algo. Ella siempre fue muy sumisa, es incapaz de decirle que no a las personas, por lo que no quiero que termine pasando algo de lo que ella se pueda arrepentir.

Siento el calor de su cuerpo y me muerdo el labio inferior, pero antes de darme cuenta, ella se está dando la vuelta y alejándome de un empujón.

—Te vas a la mierda, Lisandro —me dice—. Yo no quiero nada con vos.

—Ah, bueno. Decís eso pero después te andás frotando contra mi pija, pelotudita —sonrío, relamiéndome los labios, alzando las manos a los costados de mi cabeza.

Ella suelta una exhalación frustrada y levanta un dedo, como si estuviera a punto de decir algo, pero no lo hace. Yo cruzo los brazos por sobre mi pecho y me reposo contra la pared con una media sonrisa, divertido, observándola debatir consigo misma.

Es estúpidamente hermosa. El movimiento de su cuerpo, su ceño fruncido, los labios apretados. Su pelo. Su cara. Su todo. Me tiene muy mal, de tan solo verla me empiezan a picar las manos con la necesidad de tocarla.

—Me cogías bien, sí —admite por fin y yo río victorioso—, pero no lo vas a volver a hacer. Mirá que yo no hablo en las redes, pero si en algún momento me dan ganas, te puedo hacer mierda, soberbio del orto.

Mi sonrisa flaquea un poco ante las palabras, pero no desaparece, ya que estuve demasiado ensimismado mirándole los labios como para realmente preocuparme por lo que me dijo.

—Unas ganas de comerte la boca, pendeja de mierda —le susurro en un arrebato, incapaz de contenerme.

Martina traga saliva y esta vez, como si se hubiera estado reprimiendo, me mira la boca y se muerde apenitas la comisura de los labios. La conozco, sé que se está conteniendo de algo. Quiero agarrarla del pelo, tirarla contra la pared y comerle la boca, pero ese breve momento de vulnerabilidad desaparece tan rápido como vino, siendo reemplazado por otra expresión que exuda odio de todos los costados.

—Jodete —me dice antes de darse media vuelta y meterse en el baño.

La miro hasta el último momento, embobado.














a/n —
son re forrxs todxs, les dije 50 votos y ustedes van y meten 100

así que ahora 110 para el siguiente capítulo 😁

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