La importancia de los nombres
Mi nombre no está registrado en los contactos de tu celular.
Mi nombre no está registrado en el vocabulario que usas día a día.
Mi nombre no está registrado.
Sí lo está.
Pero no es mío.
Es el de ella.
Tuve la mala fortuna de llegar demasiado tarde. Y cuando finalmente pude adaptarme a mi posición me di cuenta que su presencia había dejado grabado su nombre en tu mente.
Su nombre, que es también el mío.
Pero para el momento en que yo llegué tu mente ya relacionaba la palabra automáticamente con ella. Un proceso mecánico que no pude hallar manera de cambiar. Y yo sé que al final mi importancia sobrepasa la suya, yo lo sé.
El problema es que me he distanciado yo también de eso. He rechazado mi propio nombre, porque sabiendo que es el de ella prefiero no tenerlo. Y ahora por eso cuando me llamas soy incapaz de voltear por temor a que no te refieras a mí y le estés hablando a ella. Y no puedo arriesgarme a quedar en tal vergüenza.
¿Puede eso reportarse como un robo de identidad? ¿Qué se hace cuando ya no reconoces tu nombre?
En un intento por buscar una salida de este embrollo terminé perdiéndome a mí misma. Y la gente me llama y me hablan y el nombre se repite tantas veces que no sé para donde voltear. Así que dejé de hacerlo.
¿No tengo derecho yo a ser la única poseedora del nombre? Me pertenece a mí también, después de todo. Además de que yo nací primero, así que en todo caso la que debería sentirse como una impostora es ella. No yo.
¿Entonces por qué me siento así?
¿Por qué tenemos que recurrir a apodos distantes cuando puedes simplemente llamarme por mi nombre?
Y yo nunca te he oído decirlo.
Nunca dices mi nombre, después de todos estos años.
Y yo todavía me pregunto cómo se sentiría que me llames por mi nombre sin que sea el de ella.
Pero no es realmente nuestro nombre, ¿no es así? El suyo está incompleto. Al suyo le falta una letra. Nuestra numerología es diferente. Yo nací para ser una gran líder, para ser independiente y cumplir todas mis metas por mí misma.
Sola.
Podría cambiarlo. Podría cambiarme el nombre.
O podría cambiar yo.
Dejar mis vacilaciones sin sentido en el pasado y enfocarme en algo mejor. Porque sé que estoy haciéndolo ver más complicado de lo que en realidad es y que a ti no te importa. Que ni siquiera sabes lo insegura que me siento.
Podría cambiar.
O no.
Aunque ni tú ni yo lo usemos el nombre sigue siendo mío.
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