Capítulo 6: Los cazadores de cabezas

Los dos adolescentes estaban en la sala comiendo palomitas mientras veían la televisión. Hiro y Mei se encontraban completamente absortos en su serie de detectives favorita. De pronto, el protagonista halló una evidente pista que resolvía el caso.

—¡Ja! Eso fue demasiado fácil —comentó Hiro mientras le daba un mordisco a sus palomitas—. Apuesto a que con mi inteligencia podría resolver cualquier misterio en un santiamén.

Mei alzó una ceja con escepticismo.

—Sí, claro. ¿Y cómo es que no notaste que las palomitas llevan una hora quemándose? —se burló señalando el tazón humeante.

Hiro se atragantó con las crujientes. En eso, irrumpió Honey en la sala con una escoba en las manos.

—¡Chicos, vengan rápido! —exclamó agitada—. ¡Acabo de encontrar algo extraño en el rincón de la cabaña!

Intrigados, los gemelos apagaron el televisor y la siguieron a toda prisa. Llegaron a una parte de la cabaña que no era tan recurrida y Honey Lemon se detuvo en una pared con un papel tapiz desgastado.

—Mientras que limpiaba la cabaña, me encontré con esto. ¡Es una puerta secreta! —contó ella.

—Woah, ¿una puerta secreta? —pronunció Hiro con interés.

—¡Hay que ver que hay adentro! —alentó la adolescente asiática.

—Esto se está poniendo interesante —comentó Hiro enarcando una ceja. Se acercó y levantó el papel tapiz con cuidado para no romperlo.

Detrás había efectivamente una pequeña puerta de madera con un picaporte oxidado. Mei se asomó tratando de ver hacia adentro, pero estaba demasiado oscuro.

—Traeré mi lámpara —dijo corriendo a buscarla. Regresó pasados unos minutos—. A ver qué encontramos del otro lado.

Hiro tomó la lámpara y la encendió. Con Manos temblorosas giró el picaporte y empujó con suavidad. La puerta rechinó al abrirse luego de probablemente mucho tiempo cerrada. Lo que vieron los dejó atónitos.

Se trataba de un pequeño cuarto secreto, con una gran cantidad de estatuas hechas de cera...

—No puede ser...—murmuró Hiro conmocionado, mientras su lámpara iluminaba aquellas extrañas estatuas de cera.

—Son...rostros muy familiares —dijo Mei con fascinación, reconociendo varias de las figuras.

—¿Quién habrá hecho esto? Son bastante... realistas —comentó Honey.

—Sí. Excepto este —Hiro señaló uno con la lámpara.

—Jaja, hola niños —dijo de repente el tío Will.

—¡AAAAAAAAAAAH! —gritaron los tres al ver a Will.

—Jajaja, tranquilos niños. Soy yo, su buen tío Will —dijo con tono amigable.

Los tres respiraban agitados aún con el susto.

—Tío Will, casi nos matas del susto. ¿Qué haces aquí? —preguntó Hiro.

—Están en mi museo de muñecos de cera. Años atrás era una atracción de la Cabaña de misterios, pero lo olvidé y quedaron abandonados aquí. Ya ni me acordaba de esto —relató Will.

—¿De verdad? —preguntó Honey Lemon impresionada.

—Así es, este era mi Museo de Cera —dijo Will con nostalgia—. Hace años era una de las atracciones más populares de la Cabaña de Misterios.

Los condujo por la habitación iluminada tenuemente, señalando las diferentes figuras.

—Miren, este es Napoleón. Y acá tengo a Julius Cesar —decía con orgullo—. Ah, y por supuesto, mi favorita: Abraham Lincoln.

Se detuvo frente a la estatua del expresidente, pero para su sorpresa solo quedaba el pedestal vacío.

—¡Noooo! ¿Qué le pasó a Abe? —exclamó consternado.

—Parece que se derritió, tío —comentó Hiro examinando la masa de cera fundida en el suelo.

—Mi pobre Lincoln... este Museo ya no es el mismo sin él —dijo Will con tristeza.

Pero de pronto, Mei se le iluminó el rostro.

—¡No te preocupes tío! Déjame intentar recrear una nueva figura con esta cera. Estoy segura que puedo hacer algo mejor —lo animó con una sonrisa.

—¿En serio crees poderlo lograr? —preguntó Will con un atisbo de esperanza.

—¡Claro! Con mi talento para el arte, puedo hacer cualquier cosa —respondió Mei con determinación.

—Bueno, supongo que no perdemos nada con intentarlo —dijo Will con una pequeña sonrisa—. Quédense aquí, voy por los herramientas —se fue a buscar los materiales.

—Eres muy talentosa en el arte, Mei. Estoy seguro que reconstruirás una excelente figura de cera —la alentó Hiro.

—Sí, eres muy creativa. Estoy ansiosa por ver tu obra —agregó Honey emocionada.

Mei se puso manos a la obra en cuando Will regresó con los materiales. Sus dedos se movían hábilmente mientras moldeaba la cera fundida. Sus compañeros admiraban con asombro su maestría. Luego de un par de horas, ella anunció:

—¡Está listo! ¿Qué les parece?

Retiró las manos para revelar la figura. No era otro presidente, sino una agradable sorpresa.

—¡Es el tío Will! —exclamaron los otros dos contentos.

—¡Sí! Aunque... le falta algo...

—¿Brillo? —sugirió Honey Lemon a Mei.

—¡Oh! ¡Sí! ¡Le falta brillo! —tomó un balde de glitter y se lo echó a la figura de cera.

—Chicos, ¿han visto mis pantalo...? —Will entró a la habitación hablando, pero se interrumpió al ver la figura de cera ante él—. ¡Aaaaaaaaaah! —se sujetó el pecho recuperando el aliento—. ¡Santa madre del Megadoz! Casi me da un infarto —dijo entre jadeos.

Mei sonrió emocionada.

—¡Tío Will, mira! Recreé tu figura de cera. ¿Qué te parece? ¿Verdad que quedó muy realista?

—Sí, demasiado... —Will la miró impresionado—. Eres toda una artista, Mei. No había visto nada igual.

Mei rio orgullosa. Honey y Hiro aplaudieron contentos. Will se acercó a admirar más de cerca los detalles de la escultura.

—Sin duda es una obra maestra. ¡Hoy es un buen día para reabrir el Museo de esculturas de cera! —celebró Will alegre.

✨️

Los preparativos para la reapertura del Museo de Cera estuvieron listos rápidamente gracias a la ayuda de los sobrinos de Will. Pronto comenzaron a llegar los visitantes, emocionados por contemplar las tan realistas figuras.

Hiro y Miguel estaban sentados en una mesa de plástico atendiendo a los clientes que llegaban.

—Es increíble, están viniendo un montón de gente —expresó Hiro.

—Qué raro, ¿no? Tú tío debió sobornarlos o algo así —contestó el mexicano.

—A mí sí –le mostró un billete a Hiro con una risa.

Miguel sacó también el suyo y ambos rieron a lo bajo. En otro lado, Mei estaba en el escenario junto a Will.

—Bienvenidos nuevamente al Museo de Cera de la Cabaña de los Misterios! —exclamó Will con entusiasmo desde el escenario—. Soy el Sr. Misterio, como todos ya me conocen. Tranquilas señoritas, deben controlarse —dijo con coquetería, cosa que ni ellas se importaron.

—Como saben, siempre traigo a la gente de este bello pueblo novedades y excéntricos hallazgos, que el mundo nunca ha conocido —hizo una pequeña pausa, para tomar la sabana que cubría la escultura—. Les presento a...—jaló la tela revelando la obra maestra—. ¡mí! Ahora, unas palabras de Meilin —le pasó el micrófono a la adolescente.

Mei le agradeció con la mirada y se acercó a la punta del escenario—. ¡Hola! Sean bienvenidos al Museo de Cera. Hice esta escultura de mi tío con mis propias manos —señaló con una sonrisa—. Empezamos con las preguntas.

El Viejo Takachiho se levantó de la banca—. Soy el Viejo Takachiho, el loco del pueblo. ¿Las figuras están vivas? Si lo están, ¿sobreviviremos si lo están?

—Ahm... ¡Sí! Siguiente pregunta.

En eso, una mujer con pinta de reportera se levantó—. Momakase, reportera de Fransokyo Falls. ¿Es cierto que después de las preguntas nos darán pizza gratis?

— Ejem, disculpen los inconvenientes —dijo Will con nerviosismo al ver la reacción de los visitantes —. En realidad no hay pizza gratis, fue un pequeño... malentendido.

Hiro y Miguel se miraron preocupados, temiendo que ocurriera un alboroto.

—Ah, jaja disculpen, creo que hubo un pequeño error de... ¡impresión! —exclamó lanzando una bomba de humo.

Los visitantes estallaron en quejas y protestas, tosiendo por el denso humo. Mei intentó calmarlos pero el caos se apoderó del lugar.

—¡Tío Will, espera! —gritó siguiéndolo junto a los chicos.

Lo alcanzaron en la salida trasera, donde Will subía apresurado a su auto cargado con las ganancias.

—Lo siento niños, nos vemos en la cena. ¡Adiós! —se despidió arrancando a toda velocidad.

Mei suspiró resignada. Otra vez su tío se había salido con la suya.

Por la noche, Will se encontraba en la sala contando el dinero obtenido ese día.

—Jaja, no puedo creer cuánto gané gracias a este magnífico hallazgo tuyo, Will —le dijo a su estatua de cera.

Mei, quién estaba con él  limpiando la estatua con un pañuelo, le pegó un codazo a su tío con disimulo.

—Auch, ¡frambuesita! ¿Por qué fue eso?

Mei le lanzó una mirada divertida.

—No te olvides quien hizo realidad esa escultura —le recordó señalando la obra.

Will se rascó la cabeza apenado.

—Tienes razón pequeña, lo lamento. Gracias a tu talento pude ganar este dinero. Eres toda una artista —le dijo revolviendo sus cabellos.

Mei sonrió satisfecha por el reconocimiento. Su tío podía ser algo excéntrico, pero era buena persona.

—Bueno, ¡ya váyanse a limpiar los dientes y a dormir! Mañana tenemos cosas que hacer —mandó Will.

—Como ordene jefe —respondió Mei con broma mientras se retiraba a su habitación.

Will la observó subir las escaleras con una sonrisa y se quedó en la sala con la estatua viendo la televisión.

Minutos después, Will estaba aún viendo la televisión, sintiéndose acompañado aunque sea solamente una escultura de cera...

—Voy por un refresco —se levantó del sofá y vio a su estatua—. ¿Quieres algo? —bromeó sonriente—. Bueno, no te salgas de aquí —dijo antes de irse a la cocina.

En otro lado, Hiro y Meilin estaban en el baño cepillando sus dientes.

Mei escupió la espuma de la pasta al escuchar el grito de su tío. Intercambió una mirada preocupada con Hiro y ambos bajaron corriendo las escaleras.

Al llegar a la sala, vieron a Will pálido y tembloroso señalando hacia la estatua. Con horror, Mei notó que efectivamente su magnífica obra maestra ahora yacía sin cabeza.

—¡Mi obra de arte! —exclamó consternada. Se acercó a revisar, pero no había rastros de la cabeza por ningún lado—. ¿Pero qué sucedió aquí, tío Will?

—Y-Yo... fui solo un momento a la cocina. Cuando regresé... estaba así —tartamudeó Will todavía en shock—. ¡Llamen a la policía!

Hiro salió disparado escaleras arriba para ir por su teléfono y llamar a la policía.

—Esto es extraño... —murmuró Mei revisando el pedestal, intentando encontrar pistas de lo sucedido.

Will se veía muy afectado, pálido con la mirada perdida. Las luces de una patrulla iluminaron la ventana, anunciando la llegada de los oficiales.

Hiro abrió la puerta dejando pasar a los uniformados Felony y Dibs.

—Buenas noches, ¿qué parece ser el problema aquí? —preguntó Felony mirando alrededor.

Will se aclaró la garganta recuperando la compostura.

—Oficiales, ha ocurrido un crimen atroz. ¡Mi escultura de cera ha sido decapitada!

El oficial Dibs examinó la escena del crimen con atención, frotándose la barbilla pensativo—. Parece un caso complicado. Mejor comenzamos con sus declaraciones —dijo volviéndose hacia Will.

—Oficiales, les juro que cuando fui a la cocina, la escultura aún estaba intacta —declaró Will con el ceño fruncido, sintiéndose especialmente perturbado al ver su obra de arte mutilada—. Solo fueron unos minutos, pero al regresar me topé con esta horrible escena. Alguien debió entrar furtivamente a mi hogar y cometer tan macabra acción.

Mei observaba la situación con preocupación. Sabía lo mucho que significaba esa escultura para su tío.

—Entiendo. Oficial Felony, ¿tú qué opinas? —Dibs dirigió una mirada a su compañero.

–Mmh... siento decirles que no creo que encontremos al culpable —comentó Felony sin nada que decir.

—¡¿Qué?! —Will y los gemelos exclamaron sorprendidos ante la afirmación del oficial Felony.

—Imposible, debe haber alguna pista o razón para resolver este caso —intervino Hiro enfáticamente.

—Mi hermano es muy inteligente para resolver cosas complicadas, siempre encontramos pistas —agregó Mei con convicción.

Ambos oficiales se miraron y luego soltaron una leve carcajada.

—No lo creo niños, esto parece demasiado complejo para ustedes... —comentó Dibs con burla.

Hiro frunció el ceño ofendido ante las risas de los oficiales.

—Disculpen, pero dudo que ustedes hayan resuelto casos más complicados que yo —replicó con determinación—. Si me dieran una oportunidad, estoy seguro que podría encontrar al culpable.

El oficial Felony lo miró enternecido.

—Eres muy adorable enano, pero esto es trabajo de policías —dijo dándole unas palmaditas en la cabeza.

—¡Oye! —Hiro se soltó del agarre molesto—. No soy un bebé.

En eso, la radio de ambos oficiales resonó llamándolos. Dibs respondió y tras unos segundos cortó.

—Nos necesitan en otra emergencia. Suerte con tu caso "detective" —se burló antes de partir junto a Felony.

Hiro los vio alejarse frunciendo el ceño. Luego volteó decidido hacia su hermana gemela.

—Tsk, no importa. Mei, mañana por la mañana resolveremos el misterio sin importar qué. Ya verán quién es adorable... —y de pronto, estornudó como gatito.

—Aww. Estornudas como gato —se rió Mei enternecida.

—Ya basta con lo de "adorable" Mei! Soy todo un detective y pienso demostrarlo —replicó Hiro molesto.

A la mañana siguiente, muy temprano, ambos estudian la escena del crimen con detalle. Hiro llevaba un monóculo y una pipa para "parecer más intelectual", como él decía.

—Veamos... Podría ser cualquier persona que pudo haber decapitado a la escultura... ¿pero quién? —pensó en voz alta mientras miraba algunas fotos de los primeros sospechosos.

—Todos estaban furiosos ayer porque no hubo pizza gratis, Hiro. ¡Pudo haber sido cualquiera! —agregó Mei mientras sacaba fotos de la escena del crimen con su cámara rosa.

—Tienes razón, y cabe resaltar que todo aquí puede ser posible —comentó antes de sacar el diario y darle un vistazo—. Fantasmas, espíritus, todo lo que podemos imaginar...

—¡Hiro! ¡Mira! ¡Un incidio! —exclamó señalando en la alfombra. Había huellas de zapatos con un agujero.

—¡Bingo! —Hiro se acercó a su gemela y ambos siguieron las huellas hasta llegar al sofá, donde detrás del mueble había un hacha...

—¡Un hacha!

—¡Encontramos un arma del crimen! —exclamó Hiro entusiasmado, tomando el hacha con cuidado de no borrar las huellas.

—¡Vamos a ver a Honey, rápido! Estoy segura que podrá ayudarnos —dijo Mei corriendo hacia la puerta.

Salieron precipitadamente rumbo a la tienda. Al llegar se encontraron con Honey contando el efectivo en la caja registradora.

—¡Honey! ¿Has visto a alguien sospechoso por aquí? —preguntó Hiro sin aliento.

—¡Miren lo que encontramos! —Mei señaló el hacha.

Honey abrió grandes los ojos impactada. —¿Un hacha? ¿Acaso sucedió algo malo? Cuéntenme todo.

—Aahm... anoche decapitaron al Tío Will de cera... —contó Mei.

—¡Dios mío! —exclamó Honey impactada—. Oww... pobre del Sr. Hamada... debe estar muy triste por la escultura...

—Sí. Bueno, ¿tú qué dices? —preguntó Hiro entregándole la hacha a Honey Lemon para que lo viera.

—Mmh... efectivamente es un hacha —dijo ella sonando muy obvia.

—Un momento... ¡el leñador!  —miró a su gemelo—. ¡El leñador, Hiro!

—¡Es cierto! Estaba muy furioso ayer... —reflexionó Hiro pensativo—. Demasiado furioso porque no le dimos pizza gratis.

—¡TAN pero tan furioso que tenía ganas de vengarse! —exclamó la asiática apretando sus puños con dramatismo.

—Él seguramente está en el bar donde hay muchos motociclistas —recordó la rubia.

—Y ahí es en donde iremos... Vamos Mei, ¡tenemos que apresurarnos!

Salieron como bólidos rumbo al pueblo, pero en la puerta se encontraron con Will tratando sacar un ataúd del auto.

—Niños, necesito una mano aquí. ¿Me ayudan a llevarlo adentro? Planeó organizar un velorio para el Will de cera —pidió con esfuerzo.

—Lo siento Tío, pero vamos al pueblo a investigar el caso de la cabeza decapitada —se disculpó Hiro.

—Sí, es urgente. ¡Encontramos un arma y ya tenemos un sospechoso! —agregó Mei igual de apurada.

—Oh vaya, llevan prisa. Entonces vayan no más, yo me las arreglaré solo —les dijo Will sin perder la sonrisa.

—¡Volveremos pronto! —gritaron ambos arrancando en sus bicis a toda prisa.

—Vamos Mei, ¡apurate! El culpable podría escapar —apresuró Hiro pedaleando velozmente hacia el pueblo.

Al poco rato llegaron al bar donde se reunían los motociclistas. Bajaron de un salto y entraron buscando al sospechoso.

—¡Ahí está! —señaló Mei al leñador sentado en la barra bebiendo cerveza.

—Muy bien. Mei, habrá que separarnos para esto, yo iré con él mientras que tú iras investigando el lugar —ordenó Hiro susurrando.

Meilin concordó y fue a otro lado. Hiro tomó aire antes de acercarse hacía él leñador.

—Buenas tardes señor —saludó Hiro tratando de sonar lo más maduro posible—. Disculpe la molestia, pero tengo unas preguntas que hacerle respecto a un caso que estamos investigando.

El leñador lo miró de reojo, disgustado por la interrupción.

—Habla rápido enano —gruñó antes de darle un largo trago a la cerveza.

—Verá, anoche ocurrió un crimen en La Cabaña de los Misterios. Decapitaron una escultura de cera por la noche —explicó Hiro lo más calmado que pudo—. Y según testigos, usted se veía bastante enojado luego del espectáculo. ¿Podría decirme a dónde fue después de eso?

El sujeto frunció el ceño extrañado.

—Ayer no estaba haciendo nada. Estaba perdiendo el tiempo anoche —relató él.

—¿Ah no? Entonces explícame porque encontré esto en la escena del crimen —le mostró el hacha.

El leñador quedó más extrañado en ese instante.

—Niño, ese hacha no es mío. Es para zurdos...

— ¿Para zurdos dice? — preguntó Hiro examinando detenidamente el hacha — ¿Cómo puede saber eso?

El leñador lo miró seriamente. —He cortado leña por más de 20 años, reconozco perfectamente las marcas de un hacha para zurdos. La mía es para diestros.

Hiro comenzaba a dudar de su culpabilidad. Entonces decidió regresar con Meilin.

— Entiendo, gracias por su tiempo — dijo Hiro amablemente — Lo siento por molestarlo, solo quería descartarlo como sospechoso. Con su permiso.

Se retiró algo confundido y buscó a Mei con la mirada. La encontró hablando con un motociclista. Al verla le hizo una seña para que se acercara.

— Encontré algo interesante — le comentó en voz baja — El hacha es para zurdos y el leñador dice que la suya es para diestros. Algo no cuadra aquí.

—Tienes razón —dijo Mei pensativa—. Hay que seguir investigando. Este caso es más complicado de lo que parece.

— Sí, y tengo una idea para ello. Salgamos de aquí —apresuró Hiro saliendo del lugar seguido por Mei.

Ya estando afuera, ambos adolescentes caminaban por las calles.

—Investigaremos a todos los que conocemos observando quién es zurdo y quién es diestro usando esta lista que hice en mi libreta —comentó Hiro—. ¿Estás lista, Mei?

—Estoy lista Hiro, vamos a resolver este caso —respondió Mei con determinación.

Revisaron su lista de sospechosos, incluyendo a todos aquellos que habían asistido al Museo de Cera. El problema, era que la mayoría de los ciudadanos eran diestros y hasta ahora ni habían encontrado ningún zurdo.

—Esto es más difícil de lo que pensamos —dijo Mei, frustrada porque hasta ahora no habían encontrado ninguna pista concluyente —. ¿Qué falta en la lista?

—Mmh... —Hiro fue pasando las hojas de la libreta hasta encontrar algo—. ¡Aja! El señor Obake, el que trabaja en el periodista.

—¡Debe ser él! ¡Vamos a llamar a la policía! —apuró Mei.

—Espera Mei, no llamemos a la policía todavía —la detuvo Hiro con una mirada astuta—. Tenemos que cerciorarnos primero.

—Pero Hiro, si es él tenemos que...

—Confía en mi —la interrumpió su hermano—. Estoy seguro que si lo enfrentamos directamente ahora sólo lograremos que escape. Déjame investigar un poco más esta noche.

Mei se quedó confundida pero accedió. Esperaron ansiosos a que cayera la noche. Al anochecer ambos se reunieron con los oficiales Felony y Dibs frente a la tienda de periódicos.

—Muy bien chicos, expliquen su teoría —pidió Felony.

—Creemos que el señor Obake es el culpable. Es zurdo —explicó Hiro.

—Entonces no perdamos más tiempo, ¡vamos a capturarlo! —exclamó Dibs entusiasmado.

Felony asintió y pateó la puerta con fuerza, derribándola. Obake se asustó tanto que se cayó de la silla.

—¿¡Q-qué pasa aquí!?

— ¡Lo tenemos! — exclamó Felony triunfante, acercándose con esposas hacia Obake.

El hombre miraba asustado y confundido a su alrededor buscando una explicación.

— ¿De qué se me acusa oficial? Yo no he hecho nada malo— se defendió Obake con voz temblorosa.

— Queda arrestado por el crimen de decapitar la escultura de cera del señor Will Hamada anoche— declaró Dibs mostrándole las pruebas.

Obake palideció aún más.

—¡Eso es imposible! No estoy entendiendo nada.

—Pues déjame explicarte. Esperabas que la nueva atracción del tío Will fuera la historia que salvará tu fracasado periódico, pero cuando el show se arruinó decidiste protagonizar tu titular y te descuidaste. Todas las pistas apuntan al periodista de zapatos viejos con la mano izquierda en la masa —argumentó Hiro.

—¿Por qué no guardan esa imaginación y dejan de sacar conclusiones!? Yo no tuve nada que ver con ese crimen —confesó Obake indignado.

—Espera, ¿qué? —dijeron ambos gemelos.

—¿Qué estuviste haciendo en la escena del crimen anoche? —interrogó Felony.

— ¡E-Esperen! — exclamó Obake poniéndose más nervioso. Sacó las llaves de su bolsillo tembloroso — S-Siganme, les mostraré las cámaras de seguridad...

Los oficiales y los gemelos lo siguieron con curiosidad. Obake encendió el monitor y rebobinó la grabación de la noche anterior. En ese momento, sus mejillas se pusieron tan rojas como un tomate.

En la imagen se podía ver a Obake en su oficina, haciendo cosas vergonzosas con una figura tamaño real de cartón de la atractiva reportera Momakase. Los presentes abrieron los ojos como platos, boquiabiertos ante la escena.

Obake ocultó su rostro con vergüenza.

— ¿V-Ven? Estaba ocupado anoche, no pude ser yo... ¡No le digan a nadie de esto por favor! —imploró con la voz quebrada.

Los gemelos se miraron sin palabras. Los oficiales se veían igual de turbados. Parecía que el verdadero culpable aún seguía suelto...

—Pero... pero, ¡debe ser él! Por favor, ¡chequen si la hacha tiene huellas o algo! —suplicó Hiro.

El oficial Felony suspiró con pesar y sacó su kit de huellas dactilares. Bajo la atenta mirada de todos, comenzó a revisar el arma homicida cuidadosamente.

Tras unos minutos en silencio, finalmente habló:

-Lo lamento mucho chicos, pero no hay ninguna huella en esta hacha.

Hiro dejó escapar un gemido frustrado. Incluso Mei se veía desanimada y confundida. ¿Acaso habían fallado en su primer caso?

Los oficiales no pudieron contener más la risa al ver las caras avergonzadas de los gemelos.

—Admítanlo enanos, esto fue un fracaso total —se burló Dibs dándole un codazo a Felony.

Este último casi se atragantaba de tanto reír. —Realmente pensaron que resolverían el caso así nada más. Ya quiero ver la portada de mañana, ¿no crees Obake? Esto será oro puro para tu periódico —comentó con sorna.

Hiro y Mei intercambiaron una mirada abochornada. Se despidieron apresuradamente y salieron casi corriendo de ahí, sintiéndose más tontos que nunca. Llegando a la cabaña, encontraron a Honey Lemon en la entrada al parecer esperando a alguien o algo.

—Honey —dijo Hiro con decepción—. Fallamos en nuestro primer caso, no pudimos resolver el misterio del Tío Will de cera.

—Lo sé, los vi salir apresurados de la estación —respondió ella con suavidad—. No se sientan mal, investigar crímenes no es tan fácil.

—Pero esa era nuestra oportunidad de demostrarles a los oficiales que también podemos resolver casos —agregó Mei cabizbaja.

—Animo chicos, estoy segura que tendrán otra oportunidad. Bueno, el tío Will los está esperando dentro de la cabaña. Organizó un funeral para la escultura de cera dentro de unas habitaciones.

—Wow, entonces si hablaba en serio... —musitó Hiro sorprendido.

—Vengan, vamos adentro —dijo Honey Lemon suavemente.

Los tres amigos entraron a la habitación donde el tío Will había preparado el funeral. La escultura decapitada de él mismo yacía sobre una mesa, rodeada de flores.

El tío Will se encontraba junto al ataúd, secándose las lágrimas con un pañuelo. Cuando los vio llegar, se aclaró la garganta para dar unas palabras.

—Mi querida escultura, aunque solo era de cera, guardaba parte de mi alma. Nunca olvidaré los momentos que pasamos juntos... —su voz se quebró y no pudo más, rompiendo en sollozos antes de salir corriendo de la habitación.

—¡Sr. Hamada, espere! —exclamó Honey Lemon siguiéndolo preocupada.

Quedaron los gemelos solos en la habitación con las demás esculturas. El funeral se sentía algo triste y misterioso, rodeados de esas figuras inertes.

—No puede ser que hemos fallado, Mei...

—¡Ay, no te pongas así! Estamos muy cerca, no te rindas —lo animó mientras sostenía la hacha.

—Pero ya considere todo... —él se levantó de la silla y caminó hacia el ataúd donde descansaba la escultura—. La hacha, las huellas, los incidios, ¡todo! —se asomó al ataúd y notó que el zapato de la figura de cera tenía un agujero—. Oh, este zapato tiene un agujero.

—Claro, todas las esculturas la tienen —comentó Mei mientras que se acercaba a su gemelo.

—Espera, ¿qué dijiste? —preguntó Hiro volteándose de golpe hacia su hermana.

—Ah, pues... —Mei no parecía haber captado la importancia de lo que acababa de decir—. Que todas las esculturas tienen agujeros en los zapatos, es parte del diseño. Pero, ¿por qué?

—¡Porque eso explica el incidio en la alfombra! —exclamó Hiro, la emoción reflejándose en su rostro—. Si todas las esculturas tienen ese agujero, no puede ser evidencia de que alguien ingresó a la cabaña.

—¡Tienes razón! —Mei empezó a comprender—. Entonces, no hay pruebas de que alguien foráneo haya estado aquí. Eso significa...

—Que nosotros lo hicimos —respondió una de las esculturas de cera. Era Sherlock Holmes.

—¡Aaahh! —gritaron ambos gemelos asustados ante la sorpresa de que la escultura hablara.

Las demás figuras comenzaban a moverse. Una de ellas le arrebató la hacha a Meilin y la adolescencia se apartó asustada.

—Vaya, vaya, parece que por fin lo descubrieron —dijo Sherlock Holmes con tranquilidad—. Permítanme presentarme, soy el detective Sherlock.

—¿¡Tú fuiste el que decapitó la escultura de nuestro tío!? —interrogó Hiro molesto.

—Así es, yo lo descuarticé —confesó Sherlock sin inmutarse—. Pero déjenme explicarles mis razones: este museo antes era la atracción más grande de la cabaña, sin embargo, el Tío Will se aburrió del negocio y nos encerró aquí. Ahora, queremos venganza y... ¡ustedes serán los primeros decapitados!

—¡Ahh! —gritaron los gemelos aterrados al ver a las amenazantes esculturas acercarse. Retrocedieron hasta toparse con la mesa detrás, e instintivamente Mei tomó el recipiente con café caliente que quedaba y se lo arrojó a la figura de cera más cercana.

Para sorpresa de todos, el café hirviendo comenzó a derretirla rápidamente. Los gemelos observaron con esperanza otra alternativa para defenderse.

—¡Las velas, Hiro! —exclamó Mei apresuradamente.

Sin perder tiempo, él tomó varias velas encendidas de la mesa y se las arrojó a las otras esculturas que los acorralaban. Al contacto con las llamas, también empezaron a derretirse y desaparecer.

Mientras que Meilin se encargaba de pelear contra las esculturas, Hiro estaba acorralado por Sherlock Holmes. Sherlock se acercaba lentamente con su espada, con una sonrisa macabra en su rostro de cera. De repente, una idea cruzó por la mente del adolescente.

Con un movimiento rápido, Hiro trepó por la pared y saltó hacia el tejado. Sherlock lo siguió amenazante. Ahí se enfrentaron en un duelo, con el detective blindando y Hiro esquivándolos hábilmente.

Pero poco a poco se cansaba, y el amanecer aún estaba lejos. Cuando Sherlock estuvo a punto de atraparlo, los primeros rayos de sol comenzaron a filtrarse entre las nubes. La luz tocó el cuerpo de cera del detective, quien comenzó a derretirse lentamente ante la mirada triunfante de Hiro.

—¡Caso cerrado! —exclamó jadeante el adolescente. Pero justo entonces, un estornudo lo interrumpió. Para su vergüenza, había sonado exactamente como de un gato.

—¡JAJAJA, NO PUEDE SER! ¡ESTORNUDAS COMO GATITO! Oww, ¡eres tan adorable! —exclamó la cera antes de derritirse por completo.

Mientras tanto en el salón, Mei estaba terminando de derrotar a las últimas esculturas que quedaban arrojándolas a la chimenea encendida. Pronto sólo quedaron charcos de cera derretida. Ella suspiró aliviada justo cuando Hiro regresaba cargando la cabeza decapitada del Tío Will de cera.

—¡Lo logramos! Derrotamos a Sherlock y salvamos la cabaña —dijo jubiloso.

Fue en ese momento que el Tío Will entró apresurado al lugar. Sus ojos casi se salen de sus órbitas al ver todo aquel desastre de cera.

—¡¿P-pero qué demonios pasó aquí?! —exclamó boquiabierto.

—Tus figuras de cera resultaron ser malvadas, así que las vencimos —respondió Mei.

—Yo decapite a Larry King —agregó Hiro.

—Pff, ¡Estos sobrinos míos y su imaginación! —dijo entre risas.

—Pero el lado bueno es que hallamos esto —le mostró la cabeza del tío Will de cera y se lo entregó.

—¡Mi cabeza, jaja! Te extrañe mucho —dijo contento a verlo—. Gracias niños, les felicito por este gran logro.

Justo en ese momento llegaron los oficiales Dibs y Felony en su patrulla.

—¿Ya lo resolvieron, niños? Estoy tan seguro de que dirán no —preguntó Felony desde su auto, tomando su café.

Para su sorpresa, Hiro respondió con una sonrisa triunfante: —Ya está resuelto, oficial. Yo mismo lo resolvi junto a mi hermana.

Felony escupió su café justo en el momento que Dibs estaba tomando un sorbo del suyo, provocando que ambos oficiales se atragantaran y toseran ruidosamente dentro del auto.

—¡Agh, Felony idiota me escupiste todo el café! —exclamó Dibs enfadado mientras se limpiaba la cara.

—¡Pues no me veas así cuando estoy bebiendo! Casi me muero ahogado —se defendió Felony entre tosidos.

Arrancaron la patrulla a toda velocidad y se fueron de ahí discutiendo, dejando a los tres riendo descontroladamente por la cómica escena.

—Oye Mei, ¿derretiste a todas las esculturas?

—¡Por supuesto! Un 99% de que todo está en perfectas condiciones —contestó Mei confiada.

—Nah, con eso basta. Vamos al comedor, muero de hambre —dijo Hiro restándole importancia al asunto.

Se encaminaron al comedor para comer. Sin embargo, lo que no sabían era que la cabeza de Larry King de cera estaba en un ducto de ventilación.

—Jajaja, no pudieron atraparme... —musitó burlón. Hasta que notó que una rata estaba a lado de él—. ¡Oye tú, rata! Cuéntame sobre ti.

Sin embargo, el roedor le arrancó su oído y salió corriendo entre el ducto de ventilación.

—¡Hey, devuélveme mi oído! —Larry lo persiguió entre todos los ductos.










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