Capítulo 5: La Leyenda del Monstruo del Lago
Era una soleada mañana en la Cabaña del Misterio. Hiro y Mei se encontraban en la cocina disfrutando de un delicioso desayuno.
—Apuesto a que no eres capaz de comerte más miel de maple que yo —dijo Mei con una sonrisa desafiante.
—Eso ya lo veremos —respondió Hiro con determinación.
Y así comenzó el concurso. Ambos gemelos se dispusieron a engullir grandes cantidades de miel pegoteada. Para cuando terminaron, Mei se había proclamado victoriosa a pesar de las quejas de Hiro sobre un "juego sucio".
Mientras Mei celebraba, Hiro tomó el periódico que el cartero había dejado. Al hojearlo, algo llamó su atención.
—Mira esto Mei, hay un concurso con un gran premio —dijo señalando una sección.
—¿Un disfraz de panda rojo? Qué lindo! Lo quiero —exclamó Mei encantada.
—No, no me refería a eso. Aquí dice que darán $1000 a quien envíe la foto de un monstruo —explicó Hiro.
De pronto, Mei tuvo una idea. ¿Y si enviaban una foto de los gnomos gigantes con los que habían luchado? Lamentablemente no tenían pruebas de su existencia...
Justo en ese momento, el tío Will entró alegremente a la cocina.
—¡Buenos días, muchachos! ¿Ya vieron la fecha de hoy? —preguntó con entusiasmo.
—Eh... ¿no?
—Jaja bueno, no importa. Como los veo muy activos hoy, decidí que este será nuestro día de diversión familiar
—La última vez que hicimos tu "Día de diversión familiar" terminamos esposados en la comisaría —señaló Hiro con recelo.
—Vamos, dejen el pasado atrás. Esta vez será completamente diferente, lo prometo —insistió Fred con una sonrisa—. Así que terminen su desayuno y síganme al auto. Ah, y por favor véndense los ojos antes de subir.
Mei parecía entusiasmada con la idea, pero Hiro aún dudaba. Sin embargo, ambos terminaron accediendo ante la insistencia de su tío.
Una vez en el vehículo y con la vista cubierta, Fred arrancó canturreando al ritmo de la radio. Hiro se preguntaba de qué extravagante plan se trataría esta vez. Solo el tiempo lo diría.
Durante el viaje en auto, Hiro pudo sentir todas las curvas y movimientos bruscos que manejaba el tío Will. Preocupado por su seguridad, le preguntó:
—Tío, ¿podrías ir un poco más despacio? No quisiera que termináramos accidentados.
—¡Ay no seas aburrido Hiro! ¿Dónde quedó tu espíritu aventurero? —exclamó Will sin reducir la velocidad—. Aunque con estas cataratas casi ni veo donde voy, jaja.
En eso, oyó un fuerte golpe. Al parecer el tío había chocado contra algo. Ambos hermanos gritaron asustados.
—¡Ups, creo que fue una valla! ¿O era un pájaro carpintero? Da igual, lo importante es que estamos bien —dijo Will sin darle mucha importancia.
Luego de ese susto, afortunadamente llegaron a su destino sin más problemas. Al quitarse las vendas, Meilin y Hiro descubrieron que su tío los había llevado al lago de la comunidad. Donde efectivamente, varias familias disfrutaban de un día de pesca y paseos juntos.
—¡Sorpresa! ¿A que este plan es mejor que acabar en la cárcel? —dijo Will con orgullo.
—¿Pesca? —cuestionó Mei extrañada.
—¿Qué tramas, eh? —preguntó Hiro entrecerrando los ojos.
—Les va a fascinar. Todo el pueblo está aquí —señaló Will con la mano a los ciudadanos en el lago—. Esto es tiempo de calidad en familia.
—Tío Will, ¿por qué ahora te interesa la familia?
—¡Oh, vamos Hiro! Va a ser divertido. Jamás tuve amigos para ir de pesca, los chicos del bar no quieren acompañarme porque no les agrado ni confían en mí.
—Creo que sí quiere pescar con nosotros —Mei le susurró a Hiro.
—Hey, sé que puede alegrar esos rostros —Will les mostró dos sombreros de pesca a ambos gemelos—. ¡Miren! ¡sombreros de pesca para la familia Hamada! Los borde a mano. Estamos los tres solos con esas tontas gorras en un bote por diez horas.
—¿¡Diez horas!? —chilló Hiro impactado.
—Sí. Traje el libro de chistes —canturreó Will entusiasmado.
—Ay no... —murmuró él adolescente histérico.
—Debe haber una forma de escapar —susurró Mei mirando a su hermano gemelo.
Mientras los hermanos buscaban desesperadamente una forma de escapar de la tortura de pescar por 10 horas con su tío Will, de pronto se acercó entre la multitud un japonés con apariencia desaliñada y con ropas gastadas. Su nombre era el Viejo Takachiho.
—¡Lo vi otra vez! —corrió entra la multitud desesperadamente destruyendo todo a su paso.
Llegó hacia un desconocido y lo tomó de ambos brazos por un momento—. ¡Es el Gobblewonker de Fransokyo Falls! ¡Deben alejarse del lago, no es seguro! ¡Ha ha hoo-ah! —pronunció empezando a bailar de la nada.
—Aw. Baila de alegría —comentó Mei con inocencia.
—¡Noooo! ¡Es la danza del peligrooo! —exclamó con dramatismo.
El Viejo Takachiho jadeaba tratando de explicarse cuando un joven se le acercó rociándole con un spray de agua.
─ ¡Ya te he dicho que no asustes así a los clientes, papá! ─lo reprendió─. Esta es la última vez.
─¡Pero hijo, es la verdad! ─ exclamó él mostrándole un bote destrozado─. ¡Tengo pruebas! El Gobblewonker atacó cuando pescaba aquí anoche.
El joven miró el bote destruido y luego a su padre con frustración. El Viejo podía ser excéntrico pero nunca mentiría sobre algo así.
—Papá, por favor... ─ comenzó a decir pero fue interrumpido.
─¡Jajaja, mira al loco del pueblo! ─se burlaron desde un bote policial los policías Dibs y Felony Carl.
La multitud rio y murmuró comentarios similares. El Viejo Takachiho bajó la cabeza con tristeza y se retiró del muelle. Su hijo lo observó con decepción.
—Vamos chicos, no se preocupen por ese viejo loco —dijo el tío Will restándole importancia a lo ocurrido—. Mientras tanto, ¿qué dicen si nos subimos a mi bote y pasamos un rato agradable en familia?
Hiro parecía pensativo. De pronto, una idea cruzó por su mente.
—Sabes Mei, si logramos fotografiar a ese monstruo, podríamos ganar los $1000 del premio y compartirlos —susurró emocionado.
—¡¿En serio?! —exclamó Mei ilusionada—. Con eso podría comprarme el disfraz de panda rojo.
Justo en ese momento, Honey Lemon llegó remando en un bote grande y equipado con todo tipo de aparatos extraños.
—¡Hola chicos! —saludó alegremente—. Escuché que anda rondando por aquí el Gobblewonker, ¿vienen conmigo a investigar? ¡Seguro encontramos pruebas!
Los gemelos intercambiaron miradas. Finalmente Hiro habló.
—Lo siento tío Will, creo que iremos con Honey. ¡Dividiremos las ganancias si lo logramos!
—Pero...¿y nuestro día de pesca? —preguntó Will decepcionado.
—Otra vez será —dijo Mei subiendo apresuradamente al bote de Honey.
Y así, los tres partieron rumbo a Isla Hunde Traseros en busca del misterioso monstruo. Will los miró marcharse a toda velocidad y frunció su ceño.
—¡Bien! ¡hagan lo que quieran! —exclamó super ofendido—. ¡Me lo pasare genial solo! Supongo...
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—¡Levanten anclas! —exclamó Hiro parado heroicamente en la proa del barco, imitando al capitán.
Mientras Honey dirigía la embarcación hacia Isla Hunde Traseros, se dio cuenta de un pequeño detalle olvidado.
—Chicos, ¿trajeron bloqueador solar? Es que se me olvidó empacar —dijo rascándose la nuca apenada.
—¡No temas, Honey! ¡Vamos por ese bloqueador solar! —declaró Hiro señalando dramáticamente hacia el muelle nuevamente.
Mei soltó una risita por la actuación de su hermano. Honey dirigió el bote de regreso a toda velocidad.
Después de un rato, el trío estaba en el bote creando un plan.
Hiro revisó cuidadosamente las 17 cámaras desechables que había comprado.
—Bien chicas, tenemos que ser muy precavidos. Para ganar el concurso necesitamos tener varias fotos del monstruo desde diferentes ángulos, por si resulta que alguna cámara falla. Por eso compré tantas.
El viaje comenzó con ánimos. Mei se ofreció como vigía desde la proa del bote. Honey tomó el timón decidida.
—¡Soy el capitán! —declaró Hiro marcial.
—¿Por qué tú? ¡Yo debería ser capitana! —replicó Mei cruzándose de brazos.
—Necesitamos organización, hermanita —dijo Hiro diplomático.
Mei bufó y "accidentalmente" dejó caer una cámara al lago. Quedaron con 13. Luego Hiro soltó otra por torpeza.
—Vamos Mei, cooperate —pidió Honey paciente—. Tal vez podrías ser... co-capitana.
—Y tú co-capitana suplente —agregó Hiro conciliador.
—¡Bien! —aceptó Mei más calmada. Siguieron la búsqueda con buen ánimo, listos para capturar pruebas del monstruo.
Llegando a la isla, los chicos se adentraron con cuidado sin separarse en ningún momento.
—Qué neblina más densa, ¿no lo creen? —comentó Honey con una cámara en la mano.
—Sí, esta neblina dificulta la visibilidad —dijo Hiro observando a su alrededor con cuidad—. Será mejor no separarnos y mantenernos alerta por si encontramos algo sospechoso.
Siguieron avanzando lentamente entre los árboles, atentos a cualquier sonido u olor extraño. De pronto, Mei se detuvo en seco.
—Creo que escuché algo moviéndose por allá — susurró señalando hacia un matorral.
Con sigilo, Hiro se acercó para echar un vistazo, encendiendo un farol. Detrás del arbusto parecía haber una forma oscura, pero para su mala suerte... solamente se trataba de una zarigüeya.
—Solo era una pequeña zarigüeya — susurró Hiro con decepción.
De pronto, Honey tomó su brazo.
—Escuché algo grande moviéndose por allá
—señaló hacia el lago.
Con cautela, el grupo se dirigió lentamente hacia la orilla. La neblina se sentía más espesa, dificultando la visión.
De pronto, vieron una gran silueta emerger lentamente del agua. Rápido el trío se escondieron en un tronco caído.
—Chicas, preparen sus cámaras —ordenó Hiro sacando una.
—Shh! Manténganse callados y en silencio
—susurró Mei a sus compañeros con ansiedad. Asomaron sus cabezas lentamente para echar un vistazo.
A través de la densa niebla lograron distinguir aquella grande e impotente figura que se no se movía entre el lago. Tenía un aspecto híbrido de un reptil y con un cuello largo. De pronto, emitió un sonido siniestro entre lamento y rugido.
—¿L-lo están viendo? —tartamudeó Honey impactada.
—A las tres nos acercaremos. Uno... dos... tres... ¡ahora! —Hiro fue el primero en correr hacia allá con la cámara a la mano.
—¡Espera, Hiro! ¡No tan deprisa! —susurró Mei nerviosa, mientras ella y Honey se apresuraban a seguirlo.
Cuando llegaron a la orilla, la grande y misteriosa bestia que creían creído ver, no era lo que esperaban...
—¿Un montón de castores, y un castor con una sierra eléctrica!? ¿¡Es en serio!? —balbuceó Hiro quedando desanimado. En cambio, Honey Lemon se emocionó de la ternura por aquellos animales y empezó a tomarles fotos.
Hiro se dejó caer sobre el suelo con frustración, sintiéndose decepcionado. Mei se acercó a él con preocupación.
—Anímate hermano, aún podemos encontrar pruebas —dijo dándole una palmada en la espalda.
Honey también se les unió, guardando su cámara.
—Es cierto Hiro, no debes darte por vencido. Ten fe en que lograremos...
Pero Hiro se destapó furioso.
—¡Esto es una pérdida de tiempo! Ese viejo loco nos engañó. No existe ningún monstruo.
Siguió quejándose mientras les daba la espalda al lago. Fue entonces que Mei y Honey notaron algo sobresaliendo del agua a lo lejos. Una gran cabeza escamosa se asomaba, emitiendo otro rugido. Trataron de advertirle a Hiro pero este seguía en su berrinche.
De pronto, el monstruo comenzó a acercarse lentamente a la orilla. Fue hasta que Hiro se dio la vuelta para tomar una foto que se percató de su terrible presencia. Sus ojos se encontraron con los del monstruo, quedando paralizado del miedo.
—¡Corran por sus vidas! —gritó Honey empezando a huir de ahí para regresar al bote.
Mei notó la paralización de su hermano gemelo y lo jaló del brazo para empezar a correr entre gritos.
Los tres echaron a correr despavoridos, escapando del monstruo que los perseguía de cerca.
—¡Rápido, al bote! —gritó Hiro.
Llegaron a la orilla y abordaron el bote a toda prisa, con la bestia emergiendo del agua tras ellos. Honey tomó el timón y aceleró a fondo, pero en su nerviosismo empezó a aventar las cámaras por error.
—¡Mis cámaras no! —se lamentó.
El monstruo aún los perseguía embravecido. Mei dirigió el bote rodeando la isla a toda velocidad, pero de pronto chocaron contra una manada de castores enfurecidos que los atacaron.
—¡Nos atacan los castores! —gritó Hiro tratando de quitárselos de encima.
En eso, giraron tanto que terminaron estrellándose contra un bote donde dos hombres transportaban un enorme pedazo de vidrio. Estos cayeron al agua entre maldiciones.
El monstruo seguía tras ellos, ya casi alcanzándolos. Fue entonces que una cascada frente a ellos les ofreció una posible escapatoria.
—¡Puede que ahí haya una cueva secreta! —indicó Hiro.
—¿¡Crees!? —exclamó Mei.
Honey aceleró con todas sus fuerzas hacia la cascada, rogando internamente que sus corazonadas no fallaran esta vez. Al pasar bajo las cataratas, efectivamente se reveló una cueva secreta.
—¡Agárrense! —gritó Honey.
Pero fue demasiado tarde, el impacto los hizo salir volando del bote y caer rodando sobre la arena húmeda de la cueva. Afortunadamente no se hicieron daño.
El Gobblewonker chocó contra la entrada y quedó atorado al intentar perseguirlos, abriendo su gran mandíbula con furia. Hiro aprovechó para sacar su última cámara.
De pronto, una fuerte roca se desprendió del techo impactando sobre la cabeza de la bestia. Esto hizo un corto circuito en su interior.
Intrigado, Hiro se acercó notando partes metálicas. Subió escalando hasta la espalda, hallando una puerta que abrió. Para su asombro, dentro estaba el Viejo Takachiho manipulando controles.
—¿Pero qué...? —balbuceó Hiro perplejo.
Las dos chicas igual subieron y vieron al Viejo Takachiho dentro.
—¿¡Usted!? —exclamó Honey Lemon impresionada.
—¿Usted hizo esto? —titubeó el adolescente asiático—. ¿Por qué?
—Bueno, yo... ¡solo buscaba atención! —reveló Takachiho con pena.
–Aún no lo entiendo —comentó Hiro.
—Primero invente un generador bio-mecánico de ondas cerebrales y luego aprendi a manejar una palanca del monstruo con mi barba —dijo con un deje de locura.
—Sí. Pero, ¿por qué lo hizo? —preguntó Mei.
—Todo comenzó cuando mi esposa me dejó por otro hombre más joven —dijo el Viejo Takachiho con tristeza—. Me sentía muy solo, así que construí un pterodáctilo robot para hacerme compañía. Pero cuando voló por el pueblo asustó a todos.
Luego fue el cumpleaños de mi amigo Hiroki, pero no fue a la fiesta que organicé. Eso me puso muy triste y enojado, así que hice un robot gigante para destruir la ciudad. Por suerte la policía logró detenerlo —continuó—. Y cuando mi hijo creció y se casó, casi no me visitaba. Así que tuve la idea de crear una criatura marina para atraer turistas al lago. Quería que mi hijo se sintiera orgulloso de mí. Pero creo que solo causé problemas... —dijo cabizbajo.
—Supongo que entendemos... —hablo Mei compasiva.
—Ustedes no saben lo lejos que puede llegar una persona para pasar el día con su familia...
Ambos adolescentes intercambiaron miradas a recordar a su tío, sintiéndose mal por haberlo dejado solo.
—Bueno... será mejor regresar con el Tío Will.
—Sí. Vámonos niños —Honey fue la primera en bajar del lomo del animatronico seguido de Hiro y Mei.
En otro lado, El tío Will estaba regresando al muelle con una expresión de tristeza. Pero, de pronto escuchó un bote acercándose a él: eran Hiro, Meilin y Honey Lemon.
—¿Niños? Pensaba que se estaban divirtiéndose con Honey —pensó Will con recelos.
—Pues... Pasamos el día tratando de encontrar a un monstruo legendario...
—Pero descubrimos que el único dinosaurio al que queremos acompañar esta justo ahí —expresó la adolescencia refiriéndose al tío Will.
—Ahórrense su lástima, niños. ¿Saben? Lo pasé muy bien sin ustedes. Haciendo amigos, hablando con mi reflejo e incluso peleé con la policía —relató Will mostrando una tobillera policial.
—Entonces... ¿no hay espacio para tres más? —preguntó Hiro con suavidad colocándose el sombrero que su tío había adornado.
Will miró a los tres jóvenes frente a él, se veían apenados. Aunque quería seguir fingiendo enojo, verlos con sus sombreros lo derritió. No podía enojarse con sus sobrinos.
—Ay, chicos... no pasa nada. ¡Claro que pueden acompañarme! —dijo con una sonrisa.
Los tres festejaron contentos. Will les explicó que aún podían disfrutar de lo que quedaba del día: hacer una fogata para cocinar bombones quemados con chocolate y contar historias al anochecer.
—Tío, lamentamos haberte dejado solo. ¡Pero ya estamos aquí! —dijo Mei abrazándolo.
—Están perdonados, niños. No importa que travesuras van a cometer en estas vacaciones, yo siempre los querré.
Y así, el cuarteto pasó una hermosa tarde de unión familiar. Cuando el sol se ocultó, partieron de regreso a casa con nuevos y gratos recuerdos que atesorar. Aunque la búsqueda del misterio no terminó como esperaban, lograron hallar algo aún más valioso.
La familia.
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