Capítulo V: Remordimientos


Frank


—Mi amigo —digo, mientras camino por la sala y veo en la mesa central un ramo de flores, un libro y una caja de bombones— ¡Oh, no! Su sorpresa para London.

Puedo sentir el olor ferroso de la sangre que invade el lugar. Veo hacia la puerta y recuerdo mi altercado con aquella desconocida. Me arrepiento de haberle gritado, pero lo que está pasando en mi apartamento es más importante para retractarme de mi actuar. El desastre que hay en el sitio debe estar relacionado con Random; estoy más que seguro.

Marco a un conocido que es policía para que me diga si la noche anterior se ha registrado algún homicidio, y claro que me lo confirma, pero el hombre ha sobrevivido. Y eso, es algo que me alivia. Random está vivo. Confirmo el lugar en que se encuentra siendo atendido y cierro la llamada sin antes dejarle en claro que de nuestra conversación no debe enterarse nadie.

Salgo del apartamento y cojo mi maleta para ingresarla. Trato de cerrar la puerta, pero se traba haciéndome ver que no cerrará por nada después de mi improvisado golpe. Salgo a toda prisa. Tomo un taxi y en cuestión de minutos estoy en el hospital. Pregunto en la recepción por el número de habitación de Random que logro conseguir con un poco de renuencia por parte de la enfermera.

Al llegar, por la ventanilla de la habitación lo veo a él y a ella. Ahí está London, recogiendo su celular que cae al suelo. Me dispongo a ingresar para hablarle. Al verme su reacción es de sorpresa, pero mi atención se dirige a mi amigo que está con aparatos en su cuerpo postrado en una cama. Siento un dolor en el corazón al verlo así y mis ojos reaccionan con posibles lágrimas que retengo con fuerza.

No me quiero quebrar.

No delante de ella.

—Frank. —Su voz es tan baja que gracias al silencio de la habitación logro escucharla.

Hago contacto visual con London.

Niego con la cabeza en un intento de tomar fuerzas. Su mirada está cansada. Se ve abatida. Ella no sé ha dado cuenta aún que lo quiere, o tal vez sí, no lo sé. Puede que me equivoque en lo que percibo. Unos se enamoran a primera vista, otros siendo amigos y unos siendo enemigos primero, porque el amor a veces viene acompañado de un dolor externo que puede fortalecer las raíces de todos los sentimientos que entregamos al otro o simplemente destruirlas.

Quiero consolarla.

Quiero decirle que todo estará bien, pero sé que no es así.

—London, salgamos de aquí —digo, finalmente—. Debemos hablar.

Asiente.

La guío entre la gente hasta una banca que se encuentra vacía en la cual nos sentamos. Algo me ronda en la mente. El culpable de todo este desastre. Estoy más que seguro que es él, así que lanzo mi declaración entorno a mi sospecha sin medir las consecuencias.

—Dean tiene que pagar por lo que ha hecho.

Me mira estupefacta.

—¿Cómo sabes qué fue Dean? —dice, en voz baja, mientras confirma mis sospechas.

Paso mi mano por la cabeza.

Acabo de cometer una estupidez.

Ella no sabe que lo mencionado por mí solo ha sido sospecha hasta ahora que acaba de confirmarlo. Debo hacerle creer que la información alguien me la ha proporcionado así que, le miento.

—Fue difícil obtener esa información.

—¿Fuiste primero a tu apartamento? —pregunta, con expresión de incredulidad.

¡Oh, no!

¿Por qué siento que su pregunta está relacionada con la extraña que me tope a mi llegada?

Dudo, solo milésimas de segundos, pero dudo, aunque a la final recalco mi encuentro con la chica que estaba frente a mi apartamento.

—Sí, pero fui sorprendido por una chica loca.

Se ve sorprendida.

¿London no sabe de la chica?

Estoy confundido, pero no lo doy a notar. No la quiero preocupar. No quiero verme expuesto. Puede que esa chica de verdad sea una loca que se ha hospedado en su apartamento al ver lo sucedido con Random y ella.

—¿Ella te ha dado la información? —inquiere.

Parpadeo conciliando su cuestionamiento.

¿Ella?

London sabe de la existencia de la extraña que ahora no es tan extraña.

¿Quién es esa chica? ¿Qué tiene que ver con London?

Niego con mi cabeza, porque no sé qué decir hasta que veo su reacción de preocupación en su rostro. Así que, me retracto y digo:

—No toda, solo la parte en la que Random es traslado a este hospital, pero para lograr obtener al menos esa información tuve que luchar primero por entrar a mi propio apartamento ya que esa chica no me lo permitía. —La miro fijamente e intento no recordar la pelea con la chica, aunque tomarla por mis hombros ha sido otra cosa—. Estaba sentada en una silla bloqueando la entrada a los apartamentos —informo, con molestia por el tiempo perdido ahí cuando debía estar aquí—. El tuyo y el mío. Al lograr por fin entrar, vi sangre en la entrada y justo ahí me di cuenta de que algo grave pasaba y la obligué a confesármelo.

—Olivia —dice, en un suspiro.

Me observa dudosa.

Sé que decirle que he obligado a la chica a darme la información no suena muy bien ahora que lo pienso. Tampoco le he hecho daño o ¿sí?

Espera, su nombre es Olivia.

Tiene un bonito nombre.

Uno realmente hermoso.

—¡Ah! Así que su nombre es Olivia. —Alzo una ceja, mostrando mi deliberada sonrisa que se apaga al ver pasar una camilla con un hombre que tiene la pierna ensangrentada.

—¿La lastimaste? —cuestiona, llamando mi atención enseguida. Y se lo agradezco mentalmente, porque ver la sangre en ese hombre me hace imaginar a mi amigo así.

Espera, ¡¿qué?!

Acaba de decir: ¿La lastimaste?

—No, espera —digo, rápido, enderezándome en mi asiento—. Solo tuve que acceder a mi fuerza un poquito, pero te prometo que no le hice daño —No mucho. No, definitivamente, no le hice daño. Sin embargo, para que London no se preocupe digo algo que no es del todo cierto— Ella cedió cuando se dio cuenta enseguida que soy el dueño del apartamento y amigo cercano de Random.

La veo que se remueve en su asiento.

Está inquieta, y es mi culpa.

Me estoy hundido más con mis no tan bien formuladas respuestas.

—Estaré tranquila, si hablo primero con ella. —Toma su celular.

Va a hacer una llamada, ¿a la chica?

Estoy en problemas.

Así que, actúo.

—¿Qué no me crees? —Trato de sonar ofendido, mientras bloqueo con mi mano su celular.

—No lo sé —comenta, dudosa, retirando mi agarre—. Seamos sinceros, la fuerza de un hombre no se compara a la de una mujer.

Tiene razón.

Malditamente, tiene razón.

Ahora sí siento remordimientos. Cuando regrese al apartamento le pediré disculpas a la chica si es necesario. Sin embargo, una vez más, le digo algo de lo que no estoy totalmente seguro; todo para que esté tranquila.

—En serio, no le hice daño.

Guarda su celular.

Finalmente, dice:

—Eso espero, porque le debo a ella el que haya salvado en parte la vida de Random.

—¡¿Cómo?! —suelto, incapaz de medir el tono de mi voz que al parecer es fuerte, porque llamo la atención de las personas que se encuentran a nuestro alrededor.

London esboza una corta sonrisa en disculpa, mirando de un lado hacia otro.

Olivia ha ayudado a salvar la vida de Random.

Definitivamente, soy un cretino.

Un maldito cretino.

—Después hablaremos de eso —dice.

Asiento.

—Frank... —Titubea antes de decirme algo que me deja al borde de mis creencias en esta vida—. Random está en coma.

Me levanto de un solo golpe de mi asiento.

No lo creo.

No imagino a mi amigo en la nada. Sin vida sin muerte.

No puede estar pasando.

—Dime que es mentira —exijo, a algo que sé que es real. Ella no mentiría con algo así. Lo sé. Mi corazón me lo dice, aunque la conozco por días si cuento las horas en que cruzamos palabras o nuestras miradas se cruzaron hasta hoy.

Miro hacia la habitación donde está Random y siento enseguida la mano de London sobre mi hombro.

—Quisiera que lo fuera, pero no. —Su voz suena melancólica. Me destroza escucharla así. Quiero que sepa que estoy con ella.

Entonces, la abrazo. Lo hago con la medida exacta de delicadeza y rudeza. Nos los merecemos. Entre su olor fascinante, invadiendo mi ser y mi carencia de darme cuenta de que aún la veo como un amor que se me ha escapado de las manos, justo ahí, recuerdo lo que mi amigo le tenía preparado. Tal vez, London lo sepa, pero...

—Lo siento, London —susurro cerca de su oído.

Sin dejar de abrazarme, me dice:

—No digas eso.

Deshago nuestro abrazo.

—Debo decirte algo antes de que decidas ir para tu apartamento. —Asiente, y eso me ayuda a continuar—. Al entrar al apartamento no solo la sangre fue lo único de lo cual me di cuenta.

No se atreve a interrumpir con un "sí, lo sé".

Ahora no estoy seguro de que lo sepa.

Solo me ve con sus ojos azules que expresan dolor y me quiebro por dentro al verla así.

—Random... —Titubeo, un poco, pasando efímeramente mi mano por la cabellera—. Él te había preparado una cena, te había comprado flores, un regalo y una caja de bombones. ¿No sé si sabías de eso?

No, no lo sabía.

Sus lágrimas desfilar por sus mejillas me lo confirman. Trata de limpiárselas con su mano. Espero que no me diga que le cuente con detalles de lo que he visto. No creo que me lo pediría. No, ella. Aunque sí me hace una petición. Una que me hace arquear la ceja, porque está de más que lo haga en forma de pregunta.

—Frank, ¿te podrías quedar un par de horas aquí?

Sonrío.

—Por supuesto.

Pienso que querrá ver los detalles de Random hizo por ella. Me determino a buscar en los bolsillos de mi pantalón mis llaves para poder dárselas, pero enseguida recuerdo que la puerta está dañada y que puede ingresar sin problemas.

No es necesario.

Verá la escena sin que le dé tiempo a dudar.

—Iré al apartamento a cambiarme y comer algo... —comenta, mientras me percato que se acomoda su blusa que se ha alzado un poco en su espalda. Trato de ver a otro lado y no delatar mi curiosidad por verme aún atraído por su piel—. Sobre todo, arreglar asuntos pendientes.

Vuelvo a mirarla para responderle.

—Anda, no te preocupes. —Sonrío.

Nos despedimos.

Se aleja y me deja con remordimientos.

Necesito ver a mi amigo.

Y realmente, tengo una fuerte necesidad de pedir disculpas a la chica que ha salvado en parte su vida. Soy un cretino.

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