I Don't Want to Set the World on Fire

I Don't Want to Set the World on Fire - The Ink Spots
Álbum: I Don't Want to Set the World on Fire / Hey Doc!
Año: 1941


Escrito para el Fandom Tobidei

Canción

Motivo de elección

Basado en el headcanon de que, después de conocer a Deidara, Obito quería abandonar el plan ojo de luna. Ya tenía su felicidad, ya no había necesidad de ver el mundo arder. Sin eargo,o, el sello no se lo permitió.

Al momento de la muerte de Deidara, quizá empezó a ser buena idea otra vez el incendiarlo todo.

Él solo quería su amor.

One Shot

Au: 40's Japan.

Cuando los aviones dejaron de sobrevolar sobre sus cabezas y la gente celebraba en las tabernas, el ruido de la rokola no podía sentirse más ajeno.

Estaba sentado en la barra mirando al vacío, ignorando el vaso medio lleno entre sus manos. En su cabeza únicamente se repetían las imágenes de todo lo sucedido y hacían eco en sus oídos las explosiones y disparos. Como si de una película de terror se tratase y no se sabe que cara poner cuando al fin ha terminado.

Sus manos temblaban un poco. Los sonidos de la celebración le llegaban como si estuvieran amortiguados por una neblina. Cada carcajada, cada tintineo de las copas, se sentían distantes, casi irreales. La bebida en su mano apenas ofrecía consuelo; sus ojos, vidriosos y perdidos, miraban a través de la multitud sin realmente ver nada. El ahora ex-soldado alzaba la copa a sus labios con movimientos lentos y mecánicos, el alcohol quemando su garganta mientras bajaba. El sabor amargo no podía ahogar los recuerdos vívidos de la batalla.

Estaba perdido en sus propios pensamientos oscuros cuando, de repente, alguien se acercó sentándose a su lado sin pedir permiso, sobresaltandolo.

— ¿Te importa si me uno? — Levanta la vista, sorprendido por la audacia y peculiaridad del extraño —. Parece que ambos necesitamos un poco de compañía. —. Le ofrece una copa de las dos entre sus manos, dejándola al lado de la suya.

Este chico tan sonriente manaba un aire extraño, tan alegre para él mismo y tan diferente de la risa del lugar. Cuando cae en cuenta de que el otro espera una respuesta, asiente, más por  cortesía que por interés propio. Aun así, algo de este joven captura su atención, se ve tan ajeno a todo, tan peculiar.

Ante la afirmativa, sonríe aún más. Y al hacerlo no puede evitar quedar embelezado, ni si quiera nota las miradas raras sobre ellos.

— ¿Sabes? Siempre he pensado que los mejores momentos de la vida se encuentran en los lugares más inesperados, como en una taberna ruidosa en el fin de una guerra.

Al escucharlo, frunce ligeramente el seño, mas no con amargura si no con curiosidad — ¿Y tu que sabes de la guerra? —. Es obvio que no ha ido a la guerra, jamás podría haber sido admitido. Lo sabe por esa cabellera larga y abundante.

— Lo suficiente para saber que deja cicatrices — Sus ojos azules caracterizados por ese delineador de mujer en ellos tomaron un aire serio. Pero rápido recupera la postura y vuelve a sonreír. Obito se remueve un poco incómodo en su asiento, desviando la cabeza un poco, consciente de todas las cicatrices en la mitad de su rostro. El joven siguió hablando. —. Las cicatrices cuentan historias y cada historia merece ser escuchada.

Al oírlo sus hombros se destensan un poco, el aspecto tan rebelde y peculiar más esa sonrisa lo han cautivado por completo y piensa que, quizá, sea buena idea permitirse platicar un poco.

— Por nuevas historias y nuevas amistades — alzó su copa el rubio ofreciendo un pequeño brindis informal.

Dudoso, levantó su copa y brindó — Por nuevas historias —, ajenos a todo. Ambos terminan su trago de golpe.

—Soy Obi... — Dice su nombre, a manera de presentación. Recibiendo un siseo de interrupción de su parte.

El joven le ha tapado la boca con la mano. — ¡No lo digas! Sin presentaciones, si el destino lo quiere, nos volveremos a encontrar — Obito frunce el seño un poco molesto y confundido, pues le parece algo absurdo. Sin embargo decide seguirle el juego y se relaja. — ¿Te importa si salimos de aquí?

Obito no responde cuando ya ha sido tomado de la mano por este misterioso chico y es arrastrado fuera, el aire frío golpean su mente cuando queda atrás el tintineo de la puerta al salir. Sin embargo todo es opacado por esa cabellera rubia que lo guía por las calles solitarias y oscuras de ese invierno.

Para el final de la noche, sentado en la orilla del puente, una mano aprieta la suya mientras miran el cielo iluminarse por los fuegos artificiales, festejando, los estallidos ya no se sienten tan aterradores. Han hablado de cualquier cosa menos de lo que lo atormenta y lo agradece.

Ruega que no se vaya, sabiendo que quizá no se vuelvan a ver. Solo está seguro de una cosa: Si se queda con él, todo estará bien.

— Ha sido una noche interesante — Dijo Obito, sonriendo genuinamente por primera vez en mucho tiempo. —. No recuerdo la última vez que me sentí así... Tranquilo.

El rubio sonrió con comprensión mientras sus ojos brillaban. Ambos sintiendo la conexión inesperada y profunda que se ha creado entre ambos. — Deberíamos repetirlo, hmn.

— Tal vez mañana, o pronto. — Invita el ahora apodado Tobi, nervioso, sabiendo que el final está cerca y aún no sabe su nombre.

— Si nuestros caminos se vuelven a encontrar lo tomaré como una señal — Sonríe tranquilo. El azabache sintió una punzada de desilusión, pero no dejó que se viera en su rostro. Conociendo el ideal efímero y de destino de su acompañante.

Extiende su mano, tratando de despedirse, con una mezcla extraña de gratitud y tristeza. Cuando el de ojos azules toma su mano, lo jala, recibiendolo en un cálido abrazo de despedida. Apretandolo sin desear que se termine.

Al separarse, se dio la vuelta y se perdió entre las sombras del amanecer, dejando a Obito parado a la luz de la farola, observando cómo la figura se desvanecía. Sintiendo una urgencia inexplicable de seguirlo, de no dejar que se escapara. Pero no lo hizo, una sensación de que debía dejarlo ir.

Mientras el sol comenzaba a levantarse, Obito permaneció allí por un momento más, asimilando la noche que había cambiado algo dentro de él. La taberna estaba cerraba para volver, con la esperanza de que volviera a aparecer ahí.

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