Eureka... Estoy enamorado.

Hacía días que todo se venía viendo bastante extraño dentro de su cabeza. Obito caminaba de un lugar a otro, mirando sus manos con aire pensativo. Casi tropieza de la desconcentración, trato de juntar chakra en sus pies lo más rápido que pudo, evitando caer al vacío. ¿Desde cuándo la fachada de Tobi estaba dejando de serlo?

Al recuperarse se miró a su alrededor, esperando encontrar alguna pista que lo ayudara a entender que pasaba consigo mismo. El aire golpeaba y alborotaba su cabello corto, los árboles se pierden en el horizonte y la figura delante de él sigue con la mirada en el horizonte.

Estaba viendo a Deidara, su cabello rubio brillando bajo la luz, y ese era justamente el problema: se le aceleraba el corazón y el calor le subía a la cara. Es solo un golpe de calor, pensó para sí mismo, frotándose la nuca. Volar el cielo al medio día bajo el sol abrasador no era buena idea. Nada serio, solo es calor... O algo así.

Escucha la voz de Deidara y se da cuenta que se ha girado a verlo, "¿Ya vas a decir que demonios te pasa, Tobi? Deja de dar vueltas como perro y solo sienta tu trasero. Me estás desesperando, hmn."
Obito sintió como si un rayo lo hubiera golpeado. ¿Era tan obvio? ¿Deidara sintió que lo miraba raro?

"¡No estoy raro!" Habló, más fuerte de lo que el mismo Tobi hubiera querido, su incómodidad apenas y le permitió dejar una risa nerviosa. "Es solo que" hizo una pausa, retrocediendo sobre sus propias palabras. "Estoy muy bien, gracias. Solo es calor"

"Entonces quítate la máscara, tonto. No es nada que no haya visto antes". Deidara lo miraba alzando una ceja, divertido.
El azabache suspiró resignado, obedeciendo y caminando para sentarse a su lado.

Hace un tiempo le contó toda la verdad y a Deidara no pareció importarle menos. Si sigue usando la máscara es por costumbre, pues, desde que Deidara se enteró de todo, el uso de la máscara en su presencia es menos común. Aún recuerda como lo aceptó a cambio de los secretos del Sharingan. Cómo dijo que lo apoyaría, pero también le dijo lo imbécil que era y Obito no pudo más que darle la razón. Aún recuerda como le prometió que buscaría la forma de abandonarlo todo y como fantasearon con viajar por el mundo esparciendo el arte.

Una sonrisa boba se formó en su rostro, la calidez del sentimiento de ser aceptado envolviendo su pecho, el sentimiento de tener algo por lo que vivir. Una brisa trajo consigo el olor del shampoo en el cabello del rubio, embriagandolo más.

"¿Estás seguro que estás bien?, te ves más rojo que tu mascarita, Obi"
Obito se llevó una mano a la cara, dándose cuenta de que, efectivamente, su cara ardía en las mejillas. "¿Estás drogado? Hmn"

"Tú... Tú no sabes de lo que hablas" dijo en un intento desesperado de recuperar la postura. Deidara sonrió, acercándose un poco más a él. "Oh, lo sé perfectamente. Es tan obvio como lo efímero de mi arte".

Obito tragó saliva. Sentados así, tan cerca, no podía más que perderse en esos grandes y maravillosos ojos azules. ¿Cómo era posible que esa mirada lo hiciera sentir como si estuviera a punto de explotar?

De repente, la corta distancia y la realización lo golpean como un trueno. "No puede ser", el terror absoluto apoderándose de él mientras los colores le suben por completo a la cara.

El rubio sonrió ampliamente, "¿Qué pasa, Obi? ¿Te has dado cuenta de algo?", dijo, observándolo arrastrarse como cangrejo hacia atrás sobre el ave de arcilla, expresión de horror y asombro.

"Estoy... estoy... ¡Enamorado!" Gritó de repente, como si hubiera resuelto el peor de los acertijos. Deidara lo miró con una mezcla de sorpresa y diversión antes de estallar en carcajadas.

"¡Por Kami, Obito!, ¿No podías descubrirlo de una forma menos dramática?"
El azabache se tapó la cara con ambas manos. La vergüenza devorandolo por completo. "¡Es tu culpa! ¡Tu me haces sentir... Cosas! ¡Y no sé que hacer con eso!"

Deidara se acercó lentamente, todavía riendo. Le dió un toque en el hombro. "¿No te parece un poco tarde para preocuparte por eso? Ya era demasiado obvio que te gustaba" dijo, soltándose a reír nuevamente.

Obito solo pudo gruñir y hacer una mueca incómoda, avergonzado, hundiéndose en sí mismo lo más que podía. Escuchaba la risa de Deidara volverse cada vez más suave mientras le acariciaba la espalda; por lo menos no lo había rechazado y eso ya era un gran avance.



Yo sé que hoy no es día de actualización pero no podía resistirme a subir algo nuevo. Espero les haya gustado.

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