CAZADORES Y PRESAS
El crujido de la madera se va haciendo cada vez más fuertes, las pisadas acercándose, los ruidos cada vez más espeluznantes.
Siempre pensé que estaría segura en casa pero, al parecer, no es así. No sé cómo lo han hecho, pero han entrado. Hace apenas unas horas me estaba asegurando de que todas las ventanas y puertas de la casa estuvieran perfectamente cerradas y, ahora, me encuentro encerrada en mi habitación.
Las sombras lo cubren todo, los gritos resuenan en la calle. Esto es una locura.
Intento esconderme debajo de la cama, aparto las cajas como puedo dejando el hueco justo para que pueda entrar una persona. Una vez me encuentro escondida, intento tranquilizarme; algo irónico teniendo en cuenta que los ruidos no cesan, los gritos aumentan y las voces del pasillo se hacen cada vez más fuertes. Voces que susurran mi nombre, intentando atraerme al imitar los tonos de mis familiares con gran precisión.
El pomo de la puerta chirría cuando intentan abrir. Atranqué la puerta con el baúl que tengo en mi cuarto. Sé que no hará que no entren pero, al menos, lo retrasará. Siguen intentando abrir y la puerta va cediendo poco a poco, el baúl se va separando milímetro a milímetro.
Los golpes se intensifican y se oye cómo las bisagras están cerca de partirse. Un golpe seco me sobresalta, me tapo la boca ahogando un grito que muere antes de salir de mis labios. Otro golpe llega. No me atrevo a mirar pero veo como las astillas salen volando.
Los susurros se convierten en gritos reclamando mi atención. Golpes cada vez más fuertes se estrellan contra la puerta. Finalmente, esta cede dejando pasar a las personas que vienen a por mí. Veo las botas pasar sobre los restos de la puerta, saltar el baúl y entrar totalmente a mi habitación.
Intento ocultar el sollozo que me asalta, los gritos muriendo antes de ser pronunciados. Dos pares de botas se encuentran en la habitación revisando todo a su paso. Un golpe seco y veo un hacha clavada en el baúl. Otro golpe y la madera cede por completo. El cofre se abre revelando las pertenencias que guardo en él. Al ver que no hay nada que les interese, pasan de él y se centran en un nuevo objetivo: el armario.
Por primera vez, oigo disparos. Al principio creo que vienen de la calle, pero no es el caso. Sonaba demasiado cerca. El otro individuo ha disparado al armario. No una ni dos veces, sino que una ráfaga de disparos ha atravesado ambas puertas del armario. Oigo como abren las puertas esperando encontrarme agonizando o, en el mejor de los casos, muerta. Otra decepción para ellos.
Mi habitación no es muy grande y, por tanto, ya no hay muchos sitios en los que buscarme. No tengo opciones de huir, nunca fui muy rápida y, teniendo en cuenta que tienen un arma, no tendrían ni que perseguirme para acabar conmigo.
El escritorio cede ante la fuerza de los hachazos de uno de los cazadores. Porque esta noche no hay personas, solo cazadores y presas y, si no eres uno, eres el otro. Aclaman mi nombre con susurros tenebrosos, voces graves me llaman sin pararse a imitar a mis conocidos. Al parecer esta noche yo soy su presa... y están cerca de cazarme.
Lo siguiente que oigo despedazarse es el cabecero de la cama, el cual cede con facilidad. Sé que estoy perdida y nada podrá salvarme ya. Las botas desaparecen de mi campo de visión e, inmediatamente, sé dónde se encuentran. Un agarre fuerte se asienta en mis tobillos, dos manos tiran de mí con fuerza. Intento agarrarme a los tablones de la cama e intento soltarme de su agarre. Forcejeo pero no sirve de nada.
Mis manos se sueltan.
El agarre en mis tobillos incrementa y tiran de ellos con fuerza.
Todo acabará pronto.
La presa fue cazada.
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