Conspiración de los Dioses
—Son los mismos salvajes que invaden las fronteras de mi imperio —afirmó Júpiter, con los brazos cruzados.
Grandes contingentes de guerreros con escasa armadura, y blandiendo principalmente hachas, se lanzaban encima de tropas imperiales de la lejana China.
—Los había visto antes —afirmó el Emperador de Jade; soberano supremo de los dioses chinos—. Son los descendientes de las tribus que huyeron de los gigantes.
—Son unos bárbaros salvajes —aseguró Júpiter, con gran desprecio—. No merecen otra cosa más que ser aplastados y exterminados.
—Están buscando tierras más habitables —afirmó el Emperador de Jade—, donde puedan cultivar y sobrevivir. Las tierras que les tocaron son...
—¿Los estas justificando?
—No hay justificación para el ataque hacia mi pueblo —aseguro el dios chino—. Pero entiendo sus motivaciones. Tal vez sus vidas hubieran sido diferentes, si ellos hubieran tenido dioses que los defendieran de los gigantes.
—Tienen dioses —aseguró Júpiter, mientras un trueno resonaba en los cielos—. Dioses tan salvajes e incivilizados como ellos. Es un insulto llamar dioses a esos salvajes.
—Los odias —afirmó el Emperador, mirando de reojo a su compañero.
—Son una amenaza, tanto para tu imperio como para el mío. Aunque yo soy el que debe lidiar con ellos y con los gigantes que bajan de Escandinavia. ¿Vas a encargarte de ellos?
—¿De estos mortales, llamados eslavos? No. Son simples humanos. Los ejércitos imperiales podrán con ellos.
—Habló de sus dioses. ¿Te encargaras de ellos?
—¿Quieres qué mate a los dioses eslavos?
—Juntos, podríamos poner fin a estos salvajes de una buena vez. Podríamos acabar con sus dioses, y sus mortales le seguirán.
—No, Júpiter. No voy a ayudarte a exterminar a otros dioses.
—¡Es lo necesario!
—¿Cómo lo qué le hiciste al panteón celta? ¿O al persa? ¿O al egipcio? A veces creo, Júpiter, que el único motivo por el cual no me has atacado es porque nunca tuviste la excusa de una guerra total entre nuestras civilizaciones. A veces creo, que buscas quedarte con el control de todos los panteones.
—Me ofendes —afirmó Júpiter—. No te atacó, porque te consideró mi igual. Porque creo que la colaboración de nuestros panteones, y nuestras civilizaciones, podría ser benéfica. Y de igual a igual, te pido tu ayuda para destruir a Perun y el resto de los dioses eslavos.
El Emperador de Jade observó hacia los cielos, escuchando un poderoso trueno. Pero esa tormenta, no era provocada por Júpiter.
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