Extra 2: Después del epílogo
Te amo más que nunca
Sonrío al recordar sus palabras, la mirada que me dio y la forma en que apretaba las manos. Estaba nervioso, lo sé, los gestos de su rostro me lo confirmaron. Había pasado unos años, pero aún sabía descifrar sus sentimientos.
Lo que sí me sorprendió fue la confirmación de lo que sospechaba: Seth es un hombre tímido.
No le respondí de inmediato porque estaba perdida en sus bellos ojos y la manera tan especial que me observaba. Admito que me quedé esperando que me besara, un abrazo o algún otro movimiento de su parte. Pero no fue así.
El timbre de mi celular rompió la pequeña burbuja que se había creado a nuestro alrededor. Por primera vez, odié la llamada de mi amigo y colega.
No le contesté, pero ya Seth se había levantado y me dijo que necesitaba irse porque su hija y Axel lo esperaban. Juro que mi alma decayó al verlo distante y un sinnúmero de cosas pasaron por mi cabeza. Tenía miedo de no volverlo a ver.
Todos esos malos pensamientos se esfumaron cuando se acercó, me pasó los dedos por la mejilla y pidió mi número. También me dio el suyo, prometió que me llamaría para salir más adelante y se marchó.
Dejó una sensación agridulce en todo mi sistema; estaba muy feliz porque al fin nos habíamos reencontrado, pero a la vez triste por el hecho de que soy una clase de amiga para él.
Una a la que ama.
—¡Emma!
Me espanto debido al grito y caigo al piso. Las risitas disimuladas de mis alumnos me hacen levantar la mirada hasta que vislumbro a Giuseppe.
Está parado en el centro del grupo con las manos en las caderas y me observa de manera acusatoria. Niega varias veces con la cabeza para luego dirigirse hacia la radio y la apaga.
—Un descanso, chicos —les digo y ellos se esparcen por todo el lugar.
—Emma, ¿qué te pasó? —pregunta confundido y ruedo los ojos.
—Tú me asustaste y me caí —respondo obvia mientras camino hacia las sillas donde tengo mis cosas.
—No, estabas como en un trance y hacías unos movimientos extraños. ¿Estás bien?
Me avergüenzan sus palabras, y más aun decirle el motivo de mi torpeza.
—Sí, solo es el trabajo...
—¿Segura? —Asiento—. Sabes que si necesitas ayuda con este turno puedes decirme y te relevo.
Me acerco a él, enternecida por la manera en la que habla.
—Estoy bien, muchas gracias por preocuparte por mí. Créeme, no es necesario.
—Bueno, pero vete que yo me encargo de las horas que faltan. No quiero que termines lesionada por "solo trabajo" —habla irónico y hace comillas con los dedos.
No replico, agarro mis cosas y salgo casi corriendo del auditorio. Me siento pésima por no decirle lo de Seth, pero no he tenido el valor para hacerlo.
La brisa fresca de la tarde me golpea el rostro y hace volar mi pelo. Camino de prisa hacia el otro lado de la calle donde se encuentra mi auto porque quiero darme una ducha y poder descansar un poco.
Lo malo de vivir tan lejos del trabajo es todo el tiempo que tengo que durar en la carretera. Algunas veces me quedo en casa de Giuseppe, pero eso es cuando laboramos hasta tarde o salimos a celebrar algo.
Me acerco al auto y abro la mochila para buscar las llaves. El sonido de un vehículo me hace levantar la cabeza, es una camioneta que se estaciona detrás del mío.
Mis cosas caen al piso al vislumbrar quién es que sale de ella. Seth me mira y sonríe, unos lentes de sol cubren sus ojos que le dan un aspecto más jovial y relajado.
Se acerca en cámara lenta, logro notar lo alto que es y lo bien que le queda esa camiseta sin mangas. Es inevitable, lo recorro entero con la mirada y me detengo al notar el tatuaje que tiene en el brazo derecho más abajo de su hombro.
Me llama la atención, pero no distingo bien de qué se trata por los movimientos que hace al caminar.
—Hola, Emma —saluda cuando está a centímetros de mí—. Es un placer verte de nuevo.
No puedo proferir palabra alguna, quizás se debe a que no me esperaba verlo hoy o al aroma que sale de su cuerpo y que me tiene hecha gelatina. Es fresca, él huele a limpio, como si recién hubiese salido de la ducha.
—Hola, ¿qué haces aquí? —inquiero y cierro la boca de golpe, soy una tonta.
Su risita es música para mis oídos y no me pasa desapercibido la forma en que su pecho vibra debido a esto. Retira los lentes de sus ojos y los guarda en el bolsillo de su pantalón.
—Disculpa que no te haya llamado, se me perdió tu número de teléfono —admite apenado.
—¿Cómo supiste de este lugar? —indago con intriga y cierta emoción.
—Pedí ayuda... —Hace silencio por unos segundos—. Me quedé esperando que mandaras algún mensaje o algo, pero no llegó y quería verte otra vez.
A este punto mi cara debe estar roja de lo apenada que me encuentro. No solo por el hecho de que él quería verme, sino porque tenía su número y no lo llamé.
—Es que he estado muy ocupada, los días se me han ido sin darme cuenta.
Asiente, comprensivo, y mira para todos lados. Lleva una mano hacia el pelo que le cae por la frente y su atención queda en un punto fijo. Es como si tratara de evitar encontrarse con mis ojos.
Aprovecho su distracción para observar el tatuaje: es un corazón rojo hecho pedazos. Algo dentro de mí se mueve y no puedo dejar de mirarlo.
—¿Te gusta? —pregunta y me espanto.
Sonrío, apenada, pero sé que solo me sale una mueca.
—Se ve bien... y doloroso.
Su carcajada es contagiosa, así que también me río. Se siente raro, quién diría que nosotros dos íbamos a estar hoy aquí, en medio de una calle desierta riendo como dos locos.
—Te invito a comer algo, Em, ¿qué dices?
Asiento, incapaz de responder debido a todo lo que me ha hecho sentir que me llamara como lo hacía antes.
Se agacha y toma las cosas que se me cayeron.
—Ven conmigo, conozco un sitio agradable —dice y me extiende la mano libre.
Se la tomo, rogando que no se percate de los temblores por los nervios. Me abre la puerta del copiloto, entro y él rodea la camioneta para luego subir al volante.
Saco mi celular para enviarle un mensaje a Giuseppe, sé que si ve mi auto aquí se va a preocupar. Le escribo que dejé mi vehículo y que le explicaría todo luego.
Seth conduce en silencio, está perdido en algún lugar de su mente y esto me permite escanear su perfil. Los años le han asentado de maravilla, su atractivo es mayor y su cuerpo está más trabajado.
Estar aquí, con él, me trae recuerdos de cuando salía de ese bar a la medianoche y él me esperaba para llevarme a casa. No son memorias bonitas, pero ahora que todo ha cambiado las puedo pensar sin ningún dolor de por medio.
—Estás muy callada, ¿todo bien? —pregunta y desvía los ojos de la carretera por unos segundos para posarlos sobre mí.
—Sí, solo pensaba cosas...
—En nosotros, ¿cierto? —inquiere y detiene el auto—. Yo también, Emma, y no puedo creer que de verdad estás aquí.
Su voz sale entrecortada, puedo sentir lo sensible que aún está por todo lo que pasamos. Entonces me asusto, solo espero que él no siga culpándose por las cosas que sucedieron.
Aprovecho que está en un trance y abro la puerta para bajarme del vehículo.
—Emma.
No le respondo, doy unos pasos errantes y luego me detengo. Me cubro el rostro con las manos debido al agotamiento.
—Em —llama y me gira con suavidad—, ¿estás bien?
Sus ojos muestran miedo, están cristalinos por las lágrimas contenidas.
—No lo sé, Seth. Estás aquí, y me confunde mucho tu comportamiento...
—¿De qué estás hablando? —cuestiona y puedo notar la confusión surcar su rostro—. No me siento mal. De hecho, estoy muy feliz de tenerte aquí conmigo.
Corta la distancia que había entre los dos y posa sus manos en mis mejillas.
—Te amo, Emma —continúa—. Si me ves extraño es que aún no proceso que estás frente a mí ni tengo idea de cómo hacer para impresionarte y coquetear contigo.
Baja la voz el decir esto último y sonrío.
—No seas tonto, Seth —digo divertida y él se sonroja—. Sácate de la cabeza que debes impresionarme, no hay nada que pueda cambiar lo que siento por ti...
—¿Y eso qué es? —pregunta con rapidez y noto cierta desesperación en su voz.
Hago silencio por unos segundos, esto hace que la incertidumbre en él crezca. Puedo sentir cómo su cuerpo —que está muy pegado al mío—tiembla ligeramente.
—Te amo...
No me deja seguir porque une sus labios con los míos. El beso se torna desesperado, hambriento. Dios solo sabe cuánto deseaba sentirlo, saborearlo y beber de su aliento.
Lleva una de sus manos hacia el cuello y la otra a mi cadera. Me inmoviliza y hace lo que quiera con mi boca. Acaricio parte de su espalda y paso los dedos por su suave cabellera negra.
Toda duda que sentía en cuanto a nosotros dos se esfuma, tengo claro ahora que podemos luchar por este amor que sentimos.
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¡¡Feliz navidad!! Este es mi regalito, espero que lo hayan disfrutado tanto como yo.
En múltimedia está el tatuaje de bebé Seth.
¿Les gustó? ¿Quieren que haga más extras?
Muchas gracias por todo el apoyo, los amo. 💋
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