5
Camino hacia la salida despacio, sería bueno tomar un taxi porque a esta hora no hay ningún autobús que me lleve a casa. Salgo a la fría noche, me bajo un poco la falda y paso mis manos por los brazos para crear fricción.
La calle está un poco iluminada por unos faroles que parpadean. Es extraño, pero me siento rara al verme sola acá afuera. Me he acostumbrado tanto a él, quizás deba hacer mi vida y abandonar su casa. Es lo mejor, ya es tiempo de hacerme responsable de mí misma y vivir por mi cuenta.
—¡Oye! —Me giro y veo al señor Brooke caminar hacia mí. El corazón se me acelera y me quedo paralizada por la sorpresa—. Te estaba esperando, muñeca, quiero llevarte a tu casa.
Niego varias veces y retrocedo, presa del miedo. No confío en este hombre, sé que sus intenciones no son buenas y no quiero tener ningún roce con él.
Camino hacia la calle y mis ojos se posan en Seth, está recostado de su camioneta con la cabeza al otro lado. Sonrío por inercia, el corazón me late desbocado al ser consciente de que está aquí por mí. Me acerco y me detengo a una distancia prudente; él se da cuenta de mi presencia y me mira directo a los ojos.
La brisa fría me hace temblar, al igual que cada uno de los sentimientos que me embargan en este momento. Mi piel de gallina no pasa desapercibida por él, se me acerca, retira su chaqueta de cuero y la pone sobre mis hombros.
—¿Qué haces aquí? —pregunto en un hilo de voz, aún sin poder creer que vino por mí.
—Delia me dijo que volviste al bar.
Asiento y desvío la mirada, tratando de ocultar la sonrisa que se me quiere asomar en los labios.
Entra al vehículo y reacciono haciendo lo mismo. Miro hacia atrás y visualizo al señor Brooke que me observa con las manos apretadas y el ceño fruncido.
Conduce en silencio mientras me aferro a su chaqueta que huele divina, ese olor tan peculiar y varonil que me vuelve loca. Me encojo en el asiento y espero a que él diga algo, lo que sea, que explique dónde estaba metido en estos días. Escaneo su perfil, no verifico moretones en la piel que puedo ver y eso me da a entender que no ha peleado o quizás sí lo hizo y tiene las marcas en otros lugares. Voy a revisarlo cuando lleguemos.
No me gustan esas peleas clandestinas por varias razones: no hay ningún seguro de tu integridad física ni moral y a esas personas no les interesa que estés bien o mal, solo que le generes dinero. Te pueden matar y solo pasan de ti a un luchador que lo haga mejor. Además, Seth ha estado hospitalizado varias veces por las golpizas que ha recibido.
Tengo miedo de que un día no vuelva, he tratado por todos los medios de hacerle entender que no puede seguir y siempre me ignora. El trabajo en el taller no le deja buen dinero, aunque sí lo suficiente para comer y sobrevivir. No entiendo su empeño en seguir en esas luchas. Es cierto que las ganancias son muy grandes, pero no logro comprender por qué quiere ahorrar tanto.
Porque eso es lo que hace, todos los muebles en la casa son viejos y algunos solo están de más porque no funcionan. He remodelado unas que otras cosas que mi sueldo como mesera me ha permitido, pero él solo se enfoca en pagar los servicios y comer. No sé qué quiere hacer en un futuro, no me habla de sus planes ni por qué su empeño en guardar todo ese dinero.
Entramos a la casa y el olor a pollo me golpea, haciendo reaccionar mi estómago. No he comido nada el día de hoy y puede que esa sea la razón de mis mareos mientras estaba en el bar.
—Compré cena.
Deja las llaves en la mesita de centro y camina hacia el comedor. Reparte los alimentos y se sienta a comer sin esperarme. Me acerco y lo imito, devorando el rico pollo con papas salteadas.
—¿Dónde estabas? —me atrevo a preguntar y él deja de comer de golpe.
Me asusta cómo vaya a reaccionar, no debí hacerlo.
—¿Por qué volviste al bar? —su respuesta me desconcierta, está claro que no me piensa dar detalles.
—Tenías razón respecto al señor Brooke. —Agacho la mirada, apenada.
Un golpe en la mesa me hace levantar la cabeza. Seth se ha parado, sus ojos avellanas están negros por la ira y sus manos cerradas en puños.
—Si te hizo algo, se la verá conmigo. —Su voz es irreconocible, mi piel se eriza y las ganas de salir corriendo me embargan.
Nunca lo había visto así, es como si se hubiese transformado en otra persona. Su pecho sube y baja rápidamente, sus brazos tiemblan y su mirada sigue luciendo fría e incontenible.
—No me hizo daño —es lo que logro decir, aún estupefacta por cómo se encuentra.
Resopla y se va de la casa dando un fuerte portazo. Quiero ir tras él, decirle que no me deje de nuevo. Sin embargo, me siento otra vez, el hambre se me ha ido y las lágrimas me mojan las mejillas.
Limpio la mesa y llevo los platos al fregadero con la intención de lavarlos mañana. Solo quiero ducharme y poder descansar, el día fue agotador y muy estresante. Estoy decidida a seguir buscando empleo, no le creo a Tamara, yo puedo llegar a ser alguien. Nada es imposible, Claudia me lo decía, ella creía en mí y en lo que podría lograr. Se lo agradezco, sé muy bien en qué lugar quiero estar dentro de unos años y no descansaré hasta realizarlo.
Me tumbo en la cama, aún con el pelo húmedo, y cubro mi cuerpo desnudo con la gruesa manta tratando de aplacar el frío. Mi mente viaja a todos los acontecimientos del día, en el señor Brooke y Seth. Suspiro resignada, espero que no desaparezca de nuevo y cierro los ojos en un intento de dormir.
Una caricia, luego otra. El pelo es retirado de mi frente con suavidad y pasa sus manos despacio luego. Me acurruco más, sonriendo ante las muestras de cariño que estoy recibiendo, siento su aliento en mi rostro y luego sus labios en los míos.
Abro los ojos y me encuentro con la mirada clara de Seth, me quedo quieta, no era un sueño y no sé cómo reaccionar. Trata de alejarse despacio, pero no lo dejo tomándolo por el cuello y acercándolo de nuevo a mí. Se deja, no abandona su mirada de la mía, luce relajado y hasta podría decir arrepentido. Si tan solo fuera así siempre, si tan solo confiara en mí.
Todos necesitamos a alguien en algún momento de nuestras vidas para desahogarnos y liberar la presión. Me gustaría sincerarme con él, contarle lo que me aqueja y detallar mis miedos e inseguridades. Sería genial que él hiciera lo mismo, quizás eso sería un paso hacia adelante y, quién sabe, puede que cambie un poco las reglas de lo nuestro.
—Perdóname, Em, no fue mi intención asustarte. —Sus ojos lucen angustiados y arrepentidos.
Asiento, incapaz de articular alguna palabra. Se aleja por completo, dejando una sensación de vacío y la piel se me eriza al sentir frío.
—Estoy bien.
Me da la espalda, se pasa una mano por el pelo y deja la palma en su nuca.
Se gira, me mira con intensidad y luego se acerca de nuevo. Se acomoda a un lado de mí en la cama.
Me armo de valor, me siento en su regazo y paso mis brazos por su cuello. Poso mis labios en los suyos y acaricio el pelo de su nuca. Siento cómo se tensa ante mi toque, pero aun así no me detengo, lo beso con dulzura, degustando su boca. Me aprieta contra él y me corresponde apasionado, sus manos me acarician la espalda desnuda y mueve sus caderas contra mí.
Me separo un poco, retiro el pelo que cae por su frente y él cierra los ojos complacido. Voy a hacer hasta lo imposible para que este bello chico se abra ante mí, sé que me necesita y no desistiré hasta descubrir qué es lo que tanto lo atormenta.
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