30

Me paralizo al escuchar sus palabras sin poder creerlo. Parpadeo y luego lo miro directo a los ojos, esperando en cualquier momento la risa burlesca y el "te lo creíste". Sin embargo, se queda en el mismo lugar, observándome serio y sin ningún atisbo de broma.

Entonces, todo el peso de lo que significan esas dos palabras caen sobre mis hombros y hacen que pierda el norte. Me alejo de él espantada, lo miro como si de un enemigo se tratase y camino unos pasos hacia no sé donde.

—Em —llama y me toma del brazo, impidiendo que siga mi andar—, sé que no me crees y que piensas que quiero jugar contigo, pero en realidad estoy enamorado de ti. —Las lágrimas salen de mis ojos incontrolables y el pecho se me encoge.

—No juegues así conmigo, por favor —le suplico, presa del miedo a que en cualquier momento diga la verdad—. No es justo lo que haces —le recrimino y él asiente con pesar.

—Lo sé, amor, te aseguro que estoy siendo honesto contigo. —Atrapa mi rostro y va limpiando mis mejillas con dulzura—. Tantas veces que me negaba a sentir esto por ti, que no quería reconocer cuán enamorado estoy. —Besa mis labios con ternura mientras me deshago en lágrimas.

Nos abrazamos por un largo rato, sintiendo el calor del otro, escuchando los latidos de nuestros corazones desbocados. No deja de dar caricias sutiles a mi cuerpo, la delicadeza con la que me está tratando es simplemente hermosa.

—¿Ahora qué? —pregunto y me alejo un poco, noto sus ojos brillosos y cristalinos por el llanto.

—En eso estoy pensando. —Pasa una mano por su cara en señal de frustración—. Quiero algo lindo para nosotros, pero al parecer soy un experto dañando todo. —Asiento con temor a lo que pueda sugerir.

El hecho de que haya reconocido que me quiere así como yo lo hago, no quita que debemos aprender a manejarnos y sanar nuestras heridas. Una relación no se basa solamente en los sentimientos que se puedan tener, sino en la madurez y cómo uno mismo se acepta como persona.

Lo veo tan claro ahora, Adam tenía razón, no puedo amar a alguien si antes no me amo a mí misma.

—¿Por qué no esperamos un tiempo antes de pensar en nosotros como una relación? —Sus ojos me escanean comprensivos—. Es decir, tratar de mejorar como personas y luego veremos qué sucede. —Junta su frente con la mía y deposita un pequeño beso allí.

—Es lo mejor, pero tengo miedo de perderte, Em. —Niego varias veces y paso mi mano por su cuello con suavidad.

—No, cariño, estoy aquí para ti. Voy a ir con un profesional para tomar terapias que me ayuden con mis problemas de dependencia y baja autoestima. —Trago en seco al reconocer esto en voz alta.

—Yo voy a seguir con mi tratamiento, quiero ser mejor cada día.

Sonrío, complacida por nuestro acuerdo.

Lo beso con pasión porque sé que después de esta noche lo veré poco y tendré que afrontar muchas cosas, para que así, podamos ser algo más que simples amigos.

Lo abrazo con fuerza, percibiendo su olor y calor. La noche está hermosa y aún podemos hacer muchas cosas antes de despedirnos. Pienso en la feria y me surge una idea estupenda. Me alejo de él con brusquedad, esto hace que me mire espantado y sorprendido.

—Seth, llévame a la feria. —Lo tomo del brazo y caminamos de prisa hacia la salida.

—¿Por qué quieres volver ahí, Em? ¿Se te quedó algo? —Niego emocionada y me acerco a la camioneta con entusiasmo.

Conduce en silencio, mirándome de reojo, confundido por mi repentina felicidad y emoción. Soy una tonta, ¿por qué no se me ocurrió antes?

***

Hago la fila junto a él en el puesto de las boletas para subirnos a la montaña rusa, recordando aquella vez que me había confesado que nunca se había montado en una. Sus ojos se abren en sorpresa al comprender lo que estoy haciendo y niega varias veces con temor.

—No, Em, esa cosa se ve demasiada alta. —Mis ojos se posan ante el gran e imponente juego, divertida por su reacción.

—Estaré a tu lado, todo saldrá bien. —Llega nuestro turno y le pago al joven que nos coloca un brazalete de papel alrededor de las muñecas.

Nos sentamos en nuestros puestos, Seth no ha soltado mi mano y siento cómo tiembla. Se empieza a mover, mis ojos no se despegan de él y cierra los suyos con fuerza. Grito emocionada cuando toma velocidad y nos elevamos por los aires.

Mi pelo es un desastre al igual que el suyo, pero no me importa. Su agarre se va debilitando y lo escucho reír como loco. Levanta los brazos divertido y me mira directo a los ojos con amor. Verlo tan feliz por esto, como si de un niño se tratara, hace que mi corazón se ensanche. Amo a este hombre y voy a poner de mi parte para que podamos estar juntos algún día.

Me acompaña a la puerta de mi pieza aún riendo como loco, no ha parado de decir lo divertido que fue. Nos subimos al juego varias veces porque él quedó fascinado y luego de salir de la feria cenamos en un puesto de hamburguesas. Mi pelo parece un nido de ratas, pero no me importa porque el hombre que está a mi lado no ha parado de decir lo hermosa que soy.

—Emma. —Me giro y veo a Giuseppe que nos mira con recelo.

—Hola, ¿Adam te avisó que me iba a adelantar? —Asiente sin dejar de mirar a Seth de arriba abajo.

—Sí, pero estaba muy preocupado por ti. —Agacho la cabeza, apenada por esto.

—Lo siento, no me percaté del tiempo.

—Soy Seth. —Mi chico le extiende la mano y él se la toma no muy convencido.

—Giuseppe.

Sus ojos se posan sobre mí ahora de manera acusatoria.

—Te vine a buscar porque hace unas horas vino alguien por ti, Emma, dice que es importante. —Arrugo la cara confundida, ¿quién querrá verme?

Claudia viene hacia nosotros, no me mira a los ojos y mantiene su cabeza hacia abajo.

—¿Otra vez usted aquí? —Seth habla de manera despectiva y ella solloza con pesar.

—Perdón por venir a molestarte, Emma, pero Ernesto va a morir en cualquier momento y pide verte.

══ ✧ ❀ ✧ ══

Seth conduce en silencio, me mira de vez en cuando con preocupación. Estoy sentada en el asiento del copiloto, abrazando mis piernas y con la cabeza recargada en la ventanilla. Escucho los sollozos de Claudia que se encuentra en la parte trasera.

Accedí a verlo y no sé si estoy haciendo lo correcto, pero mi consciencia no me dejaría en paz si no lo hago. Sé que no merece nada de mí, pero quizás necesito cerrar este ciclo y perdonar al hombre que tanto daño me hizo.

Me duele pensar siquiera que lo voy a volver a ver, no sé en qué condiciones se encuentre, pero me aterra estar en su presencia.

—Estoy contigo, amor.

Seth aprieta mi muslo y asiento, limpiando mis mejillas.

Entramos al hospital y Claudia habla con unos doctores mientras espero por ella. Seth no me ha dejado de abrazar y se lo agradezco mucho, no sé qué hubiese hecho sin su compañía.

Nos conducen a una habitación, mis nervios crecen por cada segundo que pasa. Entramos y me quedo parada en la puerta sin poder avanzar, entonces lo veo. Ernesto Hills está postrado en una cama, conectado a unos aparatos y cables. No lo reconozco, luce como un anciano calvo muy demacrado y sin vida. No es ni la sombra del hombre que recuerdo, ese que se aprovechaba de su fuerza y superioridad para dañarme.

Claudia se acerca a su oído y le susurra algo que no logro entender, entonces sus ojos marrones se posan sobre mí. Hace una mueca que no logro descifrar y me extiende su mano. Seth aprieta su agarre cuando nota los temblores excesivos de mi cuerpo.

—E-Emma —balbucea con dificultad y doy unos pasos hacia él.

No le tomo la mano, los recuerdos perturbadores pasan por mi mente. Las lágrimas han nublado mi vista y estoy segura que hubiese caído si no fuera por los brazos de Seth que me sostienen.

Me siento en una silla que hay al lado de su cama, veo cómo parpadea y entorna los ojos hacia mí detallando mi rostro.

—Hola —hablo bajito, pero sé que me escuchó porque una lágrima baja por sus mejillas. Trata de sonreír, mas solo le sale una mueca.

—Perdóname. —Su voz es rasposa, su pecho sube y baja acelerado y sus manos tiemblan.

Es tan doloroso verlo en esas condiciones, es increíble cómo una enfermedad puede degenerar tanto a una persona. No somos nada, a veces vivimos sintiéndonos los mejores y dañando vidas como si fuéramos inmortales.

Su tos seca me saca de mis pensamientos, con temor tomo su mano y la aprieto levemente. Llora ahora como un niño, balbucea cosas sin sentido y cierra sus dedos alrededor de los míos con toda su fuerza. Me mira aliviado; muestra una pequeña sonrisa que puedo notar con claridad.

—Te perdono.

Las palabras salen de lo más profundo de mi corazón. Me duele el pecho y sollozo, desesperada.

Su agarre se va haciendo más débil, su respiración se relaja y sus ojos se van cerrando de a poco.

—Gracias. —Es su última palabra.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top