29
El caos de ropa, maquillaje y gritos hacen que me duela la cabeza aún más. En unas horas será la presentación de baile en la feria y estamos en la casa de Giuseppe, preparándonos para dirigirnos al lugar en un minibús que él alquiló.
—Emma, deja de pensarlo tanto y termina de vestirte. —Se acerca y me entrega la ropa y los zapatos.
Me aparto un poco de mis compañeros para dirigirme al baño y me coloco el vestuario. Giuseppe eligió un atuendo bonito y contemporáneo: unos pantalones holgados plateados con un top corto del mismo color y brillos.
Me miro al espejo sintiéndome rara, el pantalón me atrapa la cintura y es ancho en la parte de abajo. El top se adhiere a mi pecho y deja mi ombligo fuera. Esto hace que me sienta incómoda, mi cuerpo no tiene curvas ni es voluminoso.
Salgo y me acerco a una de las chicas para que aplique mi maquillaje. Todos estamos vestidos parecidos, con uno que otros detalles diferentes, pero con la misma temática. Me hago una coleta alta y caen mechones de pelo por mi rostro, pero lo dejo así, el brillo se me hace un poco incómodo y voy practicando mi sonrisa sintiendo mi cara un poco tiesa.
—¡Atención aquí! —Giuseppe vocifera y lo rodeamos—. Hoy es una gran noche, nuestra esperada oportunidad. Vamos a dejar todo en ese lugar y de aquí en adelante brillaremos como las estrellas que somos.
Los vítores y aplausos se hacen presentes, luego salimos detrás de él para dirigirnos a la feria.
Giuseppe se sienta a mi lado y pasa un brazo por mis hombros.
—Tranquila, Emma, todo saldrá excelente.
Asiento con temor, es la primera vez que me voy a presentar ante muchas personas y el miedo me carcome.
—Sí, lo haremos bien.
Reviso mi celular, esperando ver algún mensaje o llamada perdida de Seth.
No he sabido de él desde el día que me invitó a comer y presiento que ha olvidado la presentación de hoy. Suspiro desganada, en realidad me hubiese gustado que asista. Me recrimino porque debo dejar de pensar en él, debo resignarme, entre Seth y yo no puede haber nada.
Por eso me sorprendí mucho cuando me entregó la rosa la última vez que nos vimos. Luego que me besó, salió corriendo sin decir nada, dejándome más confundida aún. ¿Será que él me quiere? No, eso no es posible.
El lugar está abarrotado de gente lo que hace aumenten mis nervios y los temblores en las manos. Respiro despacio, tratando de calmarme. Todo saldrá bien, lo vamos a lograr.
Giuseppe anda de un lado a otro alterado, su tensión y gritos hacen que nosotros nos sintamos igual. Algunos grupos ya han empezado y me pierdo en la belleza de este arte, en cuánto se puede expresar y liberar por medio de la danza. Es increíble que esté en medio de artistas tan buenos, es un honor para mí y cada uno de mis compañeros.
Miro para todos lados buscándolo, tantos hombres altos y de cabellera negra, pero ningunos son él.
—Vamos, Emma, es nuestro turno. —Giuseppe me toma del brazo y me conduce hacia la tarima improvisada.
Una sensación extraña se apodera de mí cuando empieza a sonar la melodía. Mi cuerpo se mueve de forma automática y me transporto a otro lugar por cada paso que doy. Las lágrimas salen de mis ojos incontenibles, una nostalgia me llena y los recuerdos de la niña soñadora me embargan.
No quiero estar aprisionada, necesito dejar de pensar en mí de esa forma. Entiendo que todo lo que creía era una ilusión, una mentira para resguardar mi corazón y tener alguna esperanza.
Los aplausos me sacan de mi ensoñación, respiro con dificultad y el sudor se confunde con las lágrimas derramadas. Entonces, lo veo en medio de la multitud, sus ojos puestos en mí muy sorprendido. Sus palmas chocando fuertemente y una sonrisa de orgullo y fascinación en sus labios.
Está aquí, no lo olvidó, vino por mí. Mis compañeros empiezan a retirarse y lo hago sin dejar de hacer contacto visual con él. Giuseppe nos felicita, lo hicimos, logramos sorprender a todos de buena manera. Tomo una toallita húmeda y empiezo a retirar el maquillaje sintiéndome aliviada.
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Caminamos hacia la salida y nos quedamos ahí, esperando a Giuseppe que está hablando con varias personas. Miro para todos lados, deseo verlo de nuevo, lo perdí de vista y temo que ya se haya ido...
—Emma, estuvieron genial. —Adam se acerca y besa mi mejilla—. Muchas felicidades.
Asiento, desganada y con deseos de irme ya.
—Gracias, no sabía que estabas aquí.
—Sí, Giuseppe me invitó. No me arrepiento de haber venido, estuviste espectacular. —Agacho la mirada, avergonzada por el cumplido.
Está vestido casual, aun así, se ve muy profesional y de buena clase. Es un hombre musculoso y alto, siempre sonriente y en calma.
—Espero que él logre lo que se proponía con esta presentación. —Mueve la cabeza en acuerdo.
—¿Cómo has estado, Emma? Te estaba llamando hace unos días y no pude comunicarme.
Sus ojos me miran con tanta intensidad que es inevitable sentirme nerviosa.
—Lo siento, no me di cuenta.
Parlotea sobre algunas cosas que en realidad no le pongo atención, solo quiero irme y dormir hasta que se me vaya este sabor amargo. No me entiendo, debería estar muy feliz porque todo salió mejor de lo que esperábamos y aquí estoy, sintiéndome miserable.
—Emma. —Giro la cabeza ante esa voz, Seth se acerca y Adam deja de hablar cuando lo ve—. Te estaba buscando. —Sus ojos recorren al moreno con desagrado.
—Tuvimos que salir para esperar aquí a Giuseppe. —Asiente y se cruza de brazos—. Adam, él es Seth —los presento y se dan la mano con cortesía.
La tensión densa es palpable, no dejan de mirarse minuciosamente en silencio.
—¿Podemos hablar, Emma? —Seth rompe el silencio y asiento nerviosa sin saber la razón.
—Nos vemos luego, Adam, dile por favor a Giuseppe que me adelanté. —Se me acerca, me da un pequeño abrazo y luego un beso en la mejilla.
—Cuídate mucho por ahí, no te preocupes, yo le digo —susurra en mi oído.
Camino detrás de Seth a pasos apresurados, se mueve rápido en medio de todos los vehículos que se encuentran aparcados aquí. Entra a su camioneta, hago lo mismo y me acomodo en el asiento del copiloto. Lo miro de reojo, tiene el ceño fruncido y noto cómo sus manos tiemblan sobre el volante.
Suspiro con pesar, si está así es porque algo malo debió ocurrirle. Me encojo en el asiento y recargo mi cabeza en el cristal, sin tener idea hacia donde nos dirigimos.
—Estuviste increíble. —Su voz está apagada, luce triste y angustiado.
—Gracias, Seth, no sabes qué significa para mí que hayas asistido. —Asiente y me percato que está entrando al parque.
La luz en este lugar es tenue y luego se torna más oscuro mientras te vas adentrando. Me emociono al ser consciente que quizás me va a llevar a la cima, donde se ve la ciudad completa.
Toma mi brazo y caminamos en medio de los árboles, en silencio. Su presencia me hace sentir tan bien que me recrimino por eso, no debería estar emocionada ni experimentar estas sensaciones por su toque. Pero aquí estoy, con una sonrisa en la cara porque él está junto a mí, sosteniéndome fuerte para evitar que me caiga y guiándome hacia nuestro destino.
Las pequeñas lucecitas de la ciudad se vislumbran y Seth se detiene para luego alejarse un poco de mí. Siento frío de repente, la decepción evidente en mi rostro, pero no lo logra percibir por la oscuridad.
La luna brilla gigante en el cielo, iluminando sutilmente todo. Lo escucho resoplar y pasa una mano por su cara en señal de frustración.
—Me alegro por ti, Emma, ese tal Adam se ve buen hombre y con buena posición económica. —Parpadeo varias veces, tratando de entender sus palabras.
—¿De qué hablas? —Río nerviosa por las cosas sin sentido que acaba de decir.
—De tu nuevo novio, el moreno ese de pinta que va a la iglesia cada domingo y no mata ni a una mosca. —Abro la boca sorprendida por la forma en la que habla. ¿Acaso está celoso?
—Adam no es mi novio, es un psicólogo que me presentó Giuseppe. —Ríe sin gracia y me da la espalda.
—Pues parecían muy cercanos... —Pestañeo nerviosa, sin saber qué hacer o qué decirle.
—No, ni siquiera hemos compartido mucho. —Lo tomo del brazo y le doy la vuelta—. Tú sabes lo que siento, Seth —digo en un hilo de voz y agacho la mirada con pesar.
Una lágrima moja mi mejilla ante su silencio, soy una tonta, no debí venir aquí. Me alejo y camino a pasos apresurados, sin saber a dónde, pero deseo estar lo más lejos posible de él.
Me gira con brusquedad, esto hace que choque contra su pecho. Lo golpeo muchas veces, mientras lloro desesperada, esperando que sienta el mismo dolor que yo.
—Emma —me detengo, toma mi cara y junta su frente con la mía—, te amo.
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