28
Mis pies se mueven con rapidez ante la desesperación de llegar a casa y quitarme esta ropa que me está ahogando. He recorrido la ciudad la mañana entera detrás de un empleo y ha sido un total fracaso. Además del incómodo traje que estoy usando para tratar de impresionar a las personas. De eso se trata, todo es por apariencia.
Al parecer no ha funcionado nada, debe ser la cara de loco que tengo o quizás fue que no debí gritarle al tipo que me estaba haciendo la entrevista. Soy un desastre, pero me tenía estresado la manera de pronunciar mi nombre y me harté de las preguntas sin sentido que me hacía.
Debo encontrar algo qué hacer rápido, Cristina me contó de su desgracia y mala suerte al verse en la calle porque el supuesto marido había alterado información. Según me dijo, le hizo creer que firmaba su matrimonio cuando no fue así. Para ser sincero, no me sentí mal al verla derramar lágrimas por un dinero que ni siquiera era suyo, nunca pensé que fuera tan importante para ella su posición económica. Debí preverlo, por eso me dejó en primer lugar y me engañó con ese tipo.
El caso es que, está prácticamente en la calle y debo hacer algo para ayudarla por mi niña. No quiero que se vea afectada por las malas decisiones que hemos tomado.
Cuánto anhelo verla, abrazarla y oler su pelo como lo hacía cada que podía. Estoy seguro que ya no me recuerda, por eso tengo miedo de que cuando la vea me mire con temor, como si fuera un extraño.
Mi deseo es que vuelva a vivir conmigo, pero sé que eso está muy difícil porque no quiero nada con Cristina. Ella aún cree que puede tener una oportunidad conmigo, está tan equivocada. Me cuesta tenerla en mi casa, no me gusta que esté durmiendo en la misma cama que compartíamos Emma y yo.
Emma, ese es otro tema que me tiene al borde del precipicio. He tratado por todos los medios de alejarme de ella, cumplir con el trato que alguna vez tuvimos y que se fue por el retrete cuando empezó a sentir cosas por mí. Es irónico, tantas veces que me negué a esto, a pensar en ella de esa manera y me torturaba convencido de que si no paraba iba a terminar lastimada.
Fue así, la he dañado muchas veces con mis actos y desinterés. Me trataba de convencer de que era lo mejor para ella, para mí, pero ya no puedo seguir negando esto.
La amo.
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Entro a la casa, camino hacia mi habitación y me quito la jodida ropa de inmediato. Me introduzco en la ducha y dejo que el agua caiga sobre mí, llevándose mi cansancio y mal humor. Es difícil reconocer que estoy enamorado de nuevo, se siente raro, es como si nada de lo que pasó con Cristina tuviera valor ya. Solo nos une la pequeña Corina y estoy dispuesto a llevarme bien con ella por nuestra hija.
No sé si sea prudente decirle lo que siento, quizás no me crea y piense que juego con sus sentimientos. Ella no está dispuesta a estar conmigo ya, me lo demostró cuando fui a llevarla a donde está viviendo. Es mejor así, esperaré a que pase el tiempo y puede que en un futuro podamos hablar de lo que sentimos.
—Thiago.
Resoplo con fastidio al escuchar la voz de Cristina. Salgo y me cubro con una toalla, para luego caminar hacia la habitación.
—Te dije que no me llames así.
Su mirada me recorre el cuerpo y muerde sus labios, perdida en sus pensamientos.
—L-Lo siento —balbucea y niega varias veces, desorientada—. ¿Cómo te fue? —
Se acerca y posa una mano sobre mi pecho. Me alejo y busco algo que ponerme en el armario.
—Aún nada, ¿podrías salir para vestirme? —Luce decepcionada y asiente con pesar.
—Tengo que ir a hablar con mi madre y a ver a la niña, estaré aquí en unos días para que vayamos a la cita con el juez. —Sonrío ante sus palabras, estoy cada vez más cerca de ver a mi bebé.
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Lino me observa de arriba abajo con la cara neutra, me hace seña para que tome asiento y lo hago, cabizbajo.
—Déjame entender, Seth, ¿quieres volver a las peleas? —Asiento con pesar.
—Es que me quedé sin trabajo y necesito dinero. —Alza una ceja, divertido.
—Me alegra escuchar eso, nunca debiste irte. —Me muerdo la lengua para no decirle todo lo que pienso de él—. Solo hay algo que no sé si te agrade, sabes que Mitch es mi socio y tengo que hablarlo con él a ver si está de acuerdo. —Mi rostro decae al escuchar el nombre de ese mal nacido.
—¡Qué sorpresa! —Me giro y veo al rubio entrar al despacho de Lino como si de una invocación se hubiese tratado.
—Qué bueno que estás por aquí, Mitch, Seth vino porque quiere pelear de nuevo. —El estúpido rubio sonríe con descaro y aplaude como un loco.
—Cómo es la vida, tan gallito que fuiste al atacarme y mira ahora.
Me levanto, furioso, dispuesto a romperle la cara de nuevo, pero Lino me toma del brazo con fuerza.
—¡Ya basta, Seth! —Mi respiración se torna irregular y cierro las manos con fuerza, tratando de controlarme—. Si quieres entrar de nuevo debes comportarte. —Asiento y me acomodo en la silla.
Los temblores en el cuerpo delatan lo alterado que me encuentro, Mitch se sienta al lado de Lino y no deja de mirarme con recelo.
—Sabes que se acerca la pelea con Oniel y te había inscrito, ¿estás dispuesto a luchar con él?
Sopeso mis opciones, si le digo que no estoy seguro me negará el puesto. Así que asiento despacio, no muy convencido.
—Excelente —habla Mitch y frota sus manos complacido—, pero hay cosas que tienes que hacer para garantizar tu victoria.
—¿Qué cosas? —Su risita me saca de mis casillas y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no abalanzarme sobre él.
—Hay unas sustancias que son muy eficaces para aumentar masa corporal y llenarte de energía.
Niego ante lo que propone, sé que cualquier cosa que salga de él es para perjudicarme.
—Lino. —Lo miro directo a los ojos, ya que no ha dicho nada aún sobre eso—. Sabes que estoy tomando unos medicamentos por mi tratamiento, no puedo —hablo con suavidad, esperando que él entienda.
—Seth, lo que dice Mitch es cierto, así no le ganarás nunca a Oniel. Yo había hablado de eso contigo, necesitas ayudarte si quieres salir victorioso. Además, no te pasará nada, de eso me encargo yo.
Mitch me mira con satisfacción y sé que a él no le interesa si me hace daño eso o no.
—Está bien —acepto porque no me queda de otra—. Voy a venir mañana a entrenar. —Me levanto y ellos hacen lo mismo.
—Seth. —Lino se me acerca y caminamos hacia la salida—. No te vas a arrepentir, luego de esta pelea puedes retirarte si quieres. —Su entusiasmo me asusta, pero igual asiento, convencido de que lo podré hacer.
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Me recargo en la camioneta esperando con ansias que salga, deseo que haya venido o que no se haya ido temprano. Estoy nervioso, no sé cómo se va a tomar el hecho de que vine a buscarla sin avisarle primero.
Mis ojos se posan sobre ella, sale de la tienda junto a la rubia esa que conocí la última vez que vine. Está tan hermosa, el uniforme —que consiste en una blusa azul y pantalones de tela— le queda perfecto. Su pelo, ahora más largo, está suelto y se mueve con la brisa de la tarde. Se paraliza cuando me ve y su compañera le dice algo al oído sin dejar de mirarme. Se despiden y Emma camina hacia mí con el ceño fruncido.
—Seth. —Agacha la cabeza tímida, luciendo muy tierna—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a buscarte para almorzar juntos. —Levanta la mirada de repente, confundida.
—Oh —es lo único que dice y la tomo de la mano para que entre al vehículo.
***
Emma sumerge la papa frita en la salsa y la mueve, perdida en sus pensamientos.
—¿No tienes hambre? —Asiente y se la echa a la boca.
—Es que quiero pedirte algo, Seth. —Busca en su bolso y saca una tarjeta colorida—. Esta es la invitación a nuestra primera presentación de baile. —La tomo y leo sorprendido al saber que ella participará en un evento como ese.
—Me alegro mucho por ti, estaré ahí. —Guardo la tarjeta en el bolsillo del pantalón aún sin poder creerlo.
—Gracias, espero que podamos hacerlo bien, que yo lo pueda hacer bien —habla con pesar, luciendo nerviosa.
—Brillarás. —Sonríe y hago lo mismo, complacido.
Comemos en silencio después de eso, quiero decirle muchas cosas, pero sé que por ahora no debo. Al cabo de un rato, me cuenta de un tal Giuseppe, de sus compañeros de baile y de lo emocionados que están por esta presentación.
Sus ojos brillan al mencionar cada cosa que ha hecho junto a ellos para que esto se lleve a cabo y que tuvieron que pagar para agotar ese tiempo y utilizar el lugar en esa feria.
Estamos frente a su casa, los dos nos mantenemos en silencio sin dejar de mirarnos. Quiero darle lo que había comprado con tanto esfuerzo, pero algo me lo impide. Sus ojos lucen angustiados de un momento a otro, desvía la mirada y se aleja un poco.
—Muchas gracias por el almuerzo, estuvo delicioso. —Asiento mientras trato de controlar el deseo de besarla.
—No es nada, nos vemos entonces en la feria. —Camino hasta mi vehículo, entro y recargo mi cabeza en el volante.
Mis ojos se posan sobre la rosa roja que compré y la tiré en la parte de atrás. Suspiro indeciso, deseo dársela, pero no sé cómo ella lo tome. No quiero hacerle más daño.
A la mierda todo, busco la flor, salgo de la camioneta y camino hacia ella. Toco su puerta decidido y rápido para no arrepentirme. Abre, sus ojos muestran confusión y hace ademán de querer decir algo. No la dejo, le paso la rosa y junto mis labios con los suyos.
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