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Entré a la casa y la vi de espaldas con una escoba en la mano. El olor a detergente me hizo arrugar la nariz. Recorrí el lugar con la mirada, me percaté de que todo estaba impecable y ordenado. Di unos pasos y ella se giró, chilló como una loca y posó una mano en su pecho, asustada.

—Lo siento, no era mi intención.

Asintió, comprensiva, y relajó los hombros. Miró hacia abajo, estaba avergonzada y se quedó en silencio. Tampoco dije nada y me le acerqué para verificar su rostro, pasé las yemas de los dedos por su piel.

Los moretones habían desaparecido casi por completo. Detallé su cara, era una chica muy linda. Sus grandes ojos marrones me observaron curiosos y a la expectativa. Me alejé, había cruzado la línea cuando la toqué como lo hice.

—Ya no me duele.

Su voz era dulce y angelical, ¿cómo pudieron hacerle tanto daño a alguien como ella?

Tus familiares deben estar preocupados.

Sus facciones cambiaron y desvió la mirada. Creí que ya era tiempo de que se marchara.

No es así... —Iba a decir algo más, pero no lo hizo, sus ojos llorosos lucían angustiados.

Entonces, lo entendí. Ella no tenía adonde quedarse.

No sé cómo fue que pensé siquiera en alojarla, me había desaparecido muchas veces debido a las crisis que me habían dado y por esto casi no conviví con ella. Pero no pude dejarla sola, había estado en esa posición y era horrible. Quizás...

Puedes quedarte aquí, Emma, esta es tu casa.

•••

Observo la hora en mi reloj, ansioso, muevo las piernas y golpeo la mesa con las yemas de los dedos. Esto es en lo único que debo pensar, enfocar mi energía y fuerza. Pero no, porque está en mi cabeza cada segundo, tengo que utilizar todo mi autocontrol para no ir donde ella y cometer una estupidez.

Decidí no amar ni confiar en nadie cuando Cristina rompió mi corazón en mil pedazos. Todo iba muy bien, me acostaba con muchas mujeres sin ningún sentimiento de por medio y eso era suficiente para mí. Pero llegó a mi vida de la forma más rara e inusual, se coló en mis pensamientos sin hacer ningún esfuerzo.

Debo enfocarme, sé que nunca seré suficiente para nadie y que, por más que me esfuerce, no podré tener una vida normal. Por eso he decidido seguir con mi plan original, no estoy seguro de tener el dinero suficiente, pero haré lo posible por completarlo.

—Thiago.

Miro hacia arriba, encontrándome con la mirada verdosa de Cristina. Se sienta frente a mí y me observa de manera extraña.

—Por favor, llámame Seth. —Asiente y sonríe pícara.

—Nunca me gustó ese sobrenombre, sin embargo, era lo que gritaba cuando me penetrabas. —Mis ojos se abren en sorpresa y la miro como si estuviera loca al escuchar sus palabras—. No somos niños, Seth —alega y toma el menú que está sobre la mesa. Carraspeo, incómodo por la conversación.

—Dijiste que me ibas a llamar para ver a la niña. —Soy directo porque ya estoy desesperado.

—Sí, pero tenemos que saber hacerlo, mi esposo no puede enterarse de esto. —Cierro mis manos en puños ante la mención de ese bastardo—. Además, hay ciertas condiciones...

—Habla. —Mi paciencia se está agotando, yo solo quiero verla.

—Me voy a divorciar de Edgar, Seth, y no quiero que la niña crezca en una familia disfuncional. —Mueve sus manos y arruga la cara en señal de nerviosismo.

—No te entiendo. —Sus ojos me miran con intensidad y suspira.

—Quiero que lo intentemos de nuevo como una familia. —Toma mi mano y la aprieta levemente.

══ ✧ ❀ ✧ ══

—Al fin te dignas en venir. —Mi compañero, John, se acerca y choca puños conmigo—. Había algunos clientes que se negaban a hacerle los arreglos a sus vehículos porque no estabas aquí. —Suelta una risita burlona, asiento y me alejo dispuesto a trabajar.

—Seth. —Axel camina hacia mí, serio—. Qué bueno que llegaste, el Don está aquí. —Lo miro, confundido, es raro que el dueño del taller venga.

—Es su problema, de hecho, me extraña que nos deje a nuestra suerte. —Asiente no muy convencido—. ¿Estás bien?

—No, está reunido con el tipo ese, el tal Mitch.

Una ira me recorre entero a la sola mención del nombre de ese malnacido.

—¿Qué hace ese tipo aquí? —Niega y se encoge de hombros.

—Ni idea, pero nada bueno ha de ser. —Asiento en acuerdo, algo debe estar tramando.

Nos giramos al escuchar la risa del rubio que camina hacia nosotros junto al Don, puedo notar lo cercano que lucen, como si se conocieran de hace años.

Sus ojos se cruzan con los míos, ríe cínico y niega divertido. Cómo me gustaría partirle la cara de nuevo a ese idiota. Pasa por mi lado, ignorando la mirada de odio que le doy y sale del taller.

—Seth, ven para que hablemos. —El Don entra a su pequeño despacho y Axel me mira con pesar.

—Ya sé por donde va la cosa. —Asiente y me palmea la espalda.

Entro y me siento en la única silla que hay aquí. La paredes grises están repletas de muchas placas y reconocimientos por los estudios y aportes de él. Miro para todas partes, en un intento de evitar sus ojos.

—Estás despedido —es lo único que dice.

Asiento con las manos apretadas y unas ganas inmensas de matar a alguien. Salgo de ahí desorientado, con los ojos nublados de la rabia e impotencia. Este trabajo es el más decente que he tenido, he sido constante aquí por algunos años y nunca han dado quejas de mí.

Hacía lo que me gustaba, los coches son mi pasión y por eso disfrutaba tanto mi trabajo. Paso por el puesto de Linda y tomo algunas cosas que me pertenecen para marcharme.

—Seth, habla con él, estoy segura que es un malentendido. —Niego, cabizbajo, al parecer todo el mundo lo sabía menos yo.

—No hay forma de que le ruegue. —Asiente, comprensiva.

—Amigo, no lo puedo creer, ese tipo está loco. Estoy seguro que por él es que ha pasado esto. —Me encojo de hombros, restándole importancia.

Subo a mi camioneta y conduzco sin rumbo, no quiero ir a la casa y verla. Me detengo en un pequeño bar que antes visitaba muy a menudo, reviso cuánto dinero tengo y entro, esperando poder sentirme mejor.

—¿La misma de siempre?

Asiento y me dirige a una habitación pequeña y en mal estado. Me siento en la cama que rechina por mi peso.

La chica de pelo castaño corto se acerca a mí sonriente, trata de besar mis labios, pero me alejo. La pongo de espalda, bajo mi pantalón y voy subiendo su falda desesperado. Me pierdo en ella, sus gritos hacen que acelere, estoy desesperado por mi liberación. Tenía tanto tiempo que no hacía esto, jadeo mientras me muevo dentro de ella rápidamente y lágrimas escapan de mis ojos al imaginarme a Emma.

Sacudo la cabeza, en un intento de que salga de mis pensamientos. No puedo seguir haciéndole más daño, estará mejor sin mí. Me aparto de la chica sin haber llegado al orgasmo que tanto esperaba, me pongo el pantalón y salgo de ahí temblando.

Sopeso todas mis opciones, sé que haga lo que haga no va a ser suficiente para lograr lo que deseo.

Entonces las palabras de Cristina rondan mi mente, cuando lo dijo sonó descabellado, pero ahora que lo pienso es algo razonable. Estoy dispuesto a todo por ella.


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