20
En otro lugar... Antes
Seth entró al motel detrás de Cristina mientras observaba todo a su alrededor. Se sentía nervioso y se recriminó el haber aceptado ir a llevarla como ella le pidió. Algo en él se movió cuando le dijo que dejaría que vea a la niña, pero con ciertas condiciones. Lo entendió, sabía que era más de lo que pedía y estaba dispuesto a hacer lo que sea para recuperarla.
—Ponte cómodo.
Cristina tomó su larga y espesa cabellera negra y la peinó en una coleta desordenada. Sus ojos no se desviaron de ella, recordaba muchas cosas y cómo le encantaba halarle el pelo mientras hacían el amor.
Negó varias veces, en un intento de sacar cada uno de los recuerdos de su cabeza. No podía tener esos pensamientos de la mujer que tanto daño le hizo.
—Es mejor que me vaya, ¿cuándo podré ver a Corina?
Sus ojos lo escanearon y se mordió el labio inferior, trató de no perder la razón y decir cualquier tontería. Lo deseaba, quería estar con él y no sabía cómo ponerlo al tanto de sus sentimientos. Tomó un pedazo de papel y un lapicero de la mesita de noche y escribió su número ahí. Se le acercó y lo adentró en el bolsillo de su pantalón.
—Debemos saber hacerlo, Thiago, llámame en dos días y te diré dónde y cuándo. —Él asintió, satisfecho. Caminó hacia la salida, pero ella lo agarró del brazo para que no lo haga—. Quiero que hablemos, quédate conmigo esta noche.
Seth arrugó la cara, extrañado por su comportamiento.
—Debo irme, hablamos otro día.
Ella lo acorraló entre sus brazos y besó la comisura de sus labios.
Seth cerró los ojos y se quedó inmóvil, esperando el próximo movimiento. Ella aprovechó esto y se adueñó de su boca, necesitada. No fue correspondida y se alejó dolida.
Lo veía tan apuesto y sensual, todo lo que no despertaba su esposo lo hacía él con una sola mirada. Se acercó de nuevo y le besó el cuello y parte de su pecho por encima de su camiseta.
Seth la apartó, espantado. Por un momento creyó que le gustaría, pero no sintió nada más que repulsión cuando la vio querer jugar con él de esa manera.
—No me vuelvas a tocar, Cristina, eres una mujer casada.
Ella se alejó de él como si le hubiese dado una cachetada.
—Ya no me amas —afirmó con ojos llorosos.
Le dio la espalda y se abrazó, sintiendo frío de repente.
—Claro que no, es increíble que me estés diciendo estas cosas después de todo lo que pasó.
Negó varias veces, espantado y con un solo pensamiento en su cabeza: Emma.
No sabía por qué o cómo, pero esa chica había calado muy hondo en él y, aunque quiso negarlo, reconocía que al final del día es en sus brazos que encontraría la paz.
Cristina lo miró, decepcionada, pensaba que sería fácil volver a conquistarlo. Él era débil con ella, siempre le demostraba sus sentimientos y verlo tan alejado le provocó dolor.
—Las cosas con Edgar no han salido bien, Thiago, me arrepiento mucho haberme casado con ese hombre —solloza, esperando que Seth la consuele de alguna manera.
En cambio, él se quedó en el mismo lugar, trataba de entenderla y pensaba que ya era tarde. Su mente fue hacia la chica que vivía con él.
—Lamento escuchar eso, hablamos luego.
Se marchó sin mirar atrás. Cristina se quedó quieta mientras lloraba de impotencia y frustración.
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Ahora...
Entra a la casa de su madre y se sienta en el sofá, cansada. Trata de despejar su mente de los acontecimientos que pasó con él. Aún no cree que la haya rechazado, está segura que está confundido y dolido. Es normal que actúe de esa manera, no se puede dar el lujo de desistir.
Tiene todo planeado: le pedirá el divorcio a Edgar y con el dinero que él le tiene que dar buscará la manera de formar una familia con Thiago.
Lo tiene todo claro ahora, nunca dejó de amarlo, solo estaba confundida y herida por las cosas que pasaron juntos. La miseria la tenía mal, además de la presión de su madre y los problemas de él. Era demasiado que soportar, ella hizo lo que pudo y no resultó. «Todos cometemos errores», se consuela así misma.
—¡Mami! —La vocecita de su hija la saca de sus pensamientos y abre los brazos para que la pequeña la apriete contra su pecho. Su pelo negro, muy lacio, cae por la frente de la niña y por los hombros, luciendo adorable. Es una copia exacta de su padre, salvo los ojos verdes que sacó de ella.
La niña tiene tres años, no habla mucho y al parecer es muy tímida. Eso le preocupa, Corina no es sociable y no le gusta tener niños cerca. Teme que algún trastorno lo haya heredado de su padre. Niega varias veces, ella es una niña sana.
—Hasta que por fin apareces. —Tina entra a la sala y la mira con desprecio—. Tu marido no ha parado de llamar preguntando por ti, tuve que cubrirte la espalda.
Se cruza de brazos, molesta al ver cómo Cristina rueda los ojos ante sus palabras.
—Gracias, mamá, estoy bien. —Besa las mejillas de su hija varias veces, haciendo que ría en voz alta.
—Ve a tu cuarto, mi amor. —La niña obedece, se baja del regazo de su madre y sale corriendo perdiéndose por el pasillo—. ¿Dónde demonios estabas? —Sus ojos se brotan por la rabia contenida, odia tener que escuchar las quejas de su yerno.
—Me reuní con Thiago, mamá, voy a permitirle ver a Corina...
—¡Claro que no! —la interrumpe, alarmada—. Ese loco no va a estar cerca de mi nieta.
—Mamá, es su padre. No puedo privarlo de estar con su hija. —Trata de convencerla, aunque sabe que es en vano.
—No, ese hombre perdió todos su derechos después de lo que te hizo. ¿Lo olvidaste tan fácil? —Cristina niega con pesar, nunca olvidará ese día.
—¿Cómo hacerlo si me lo recuerdas cada que hablamos, mamá? Thiago estaba enfermo y presionado. No lo excuso, pero tengo culpa de lo que pasó.
Tina abre los ojos sin poder creer lo que escucha. Nunca estuvo de acuerdo en la relación de su hija con él y lo trataba de la peor manera cuando lo veía.
—Edgar no se merece esto. —La chica se ríe con ironía al escuchar a su madre.
—Ese malnacido merece cosas peores, tú sabes todo lo que hace y aun así lo defiendes.
Sus ojos se nublan por las lágrimas contenidas, su propia madre se pone de lado del hombre que la hiere y trata como basura cada vez que le da la gana.
—Los hombres son así, Cris, no te vengas a hacer la ofendida. Por él estamos como estamos, no seas malagradecida. —Niega sin poder creer lo que le dice su madre—. No voy a permitir que ese maldito loco interfiera en ustedes dos y mucho menos que se sienta con derechos sobre la niña. —Cristina se aleja y camina hacia la puerta.
—Voy a terminar mi matrimonio con Edgar, mamá, trataré de hacer mi vida y ser feliz.
Tina camina de prisa hacia ella, como si tuviera poseída, y le pega una cachetada, haciendo que esta se caiga.
—Por encima de mi cadáver, nunca permitiré que arruines tu vida y la de Corina así. —Se aleja hecha una fiera, dejando a su hija en el piso llorando de dolor e impotencia.
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