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Con lágrimas en los ojos voy cortando mi pelo. Hubo un tiempo en que amaba mi larga cabellera castaña, pero ahora la odio, me trae malos recuerdos. Suelto las tijeras y reviso que todo esté parejo. Ahora cae por los hombros en pequeñas ondulaciones. Me limpio las mejillas mojadas con rabia, odio llorar y sentirme vulnerable.
Seth entra al pequeño baño y se paraliza al verme. Observo nuestros reflejos en el espejo, cómo sus ojos cambian de color por la iluminación. Aparta la vista de mí y escanea el desastre de cabello que hay entre el lavamanos y el suelo.
—Siempre haces lo mismo. —Su voz es baja y lenta—. Lo dejas crecer para luego cortarlo todo. —Sus ojos ahora me miran con intensidad, esto provoca que desvíe los míos. Hay cosas de mí que no le he contado, así como hay muchas otras que se guarda solo para él. Sus manos en mis hombros me sacan de mis pensamientos, los acaricia de arriba abajo hasta la espalda—. ¿Me vas a decir por fin cómo te fue en la entrevista?
Asiento y salgo de ahí, sabiendo que me sigue.
Me acomodo en la cama y palmeo el espacio a mi lado para que haga lo mismo. Le cuento todo lo que pasó en casa del señor Brooke; él escucha concentrado, como siempre, y frunce el ceño de vez en cuando sin mostrar mucha emoción.
—Creo que debes olvidarte de eso y buscar otras opciones.
Se levanta, dándome la espalda. Hago lo mismo y lo giro, quedando frente a él.
—Necesito hacerlo, lo necesitamos.
—No me fío de ese hombre, decirte que no y luego que sí...
—Nunca confías en nadie, Seth, no me dijo que no —lo interrumpo—. Dijo que es probable.
—Pues a mí me parece que quiere otras cosas.
Abro la boca y la cierro, incapaz de articular alguna palabra. ¿En serio se está yendo por ese lado?
—Estás equivocado.
Río nerviosa porque es la primera vez que él demuestra ¿celos? Porque creo que es eso, está celoso y no sé cómo reaccionar al respecto.
—¿Sabes qué? Haz lo que quieras. No tengo por qué meterme en eso, son tus asuntos.
Ahí está el Seth de siempre. Asiento, frustrada, sintiéndome decepcionada por alguna razón que no comprendo o quizás solo me da miedo reconocer.
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Toco el timbre de la mansión del señor Brooke, me llamó hoy temprano y pidió que me presente en su casa. Chillé de la emoción al saber que me va a dar el trabajo. Abre la puerta él mismo y se hace a un lado para que pase. Nos saludamos y me guía hacia el estudio donde me reuní con él la primera vez.
—Qué gusto que hayas venido.
Sonríe y hace ademán para que me siente. Lo hago y me imita, quedando frente a mí en su escritorio. Asiento nerviosa, a espera de que continúe.
Es un hombre apuesto y elegante, su cabellera rubia peinada perfectamente hacia atrás. Luce joven, de unos treinta años más o menos, sus ojos son de un azul tan claro que parecen dos pozos de agua cristalinas.
—Contraté a una enfermera para que cuidara a mi madre. —Lo miro con la boca abierta, si ya llenó la vacante, ¿para qué estoy aquí? Mi cara se descompone en desaprobación—. Te llamé porque necesito a alguien del servicio.
—Oh —exclamo sorprendida.
Asiente, complacido por mi falta de palabras.
—La paga es la misma, Aurora es la empleada que más tiempo tiene trabajando conmigo y te ayudará en lo que necesites. Puedes empezar mañana mismo.
Acepto el trabajo. No estaba en mis planes ser una sirvienta, pero es mejor que atender a hombres ebrios en un bar.
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Me bajo de su regazo, aún jadeando y con la vista nublada por el placer, nuestras respiraciones agitadas y nuestros cuerpos sudados. Miro a Seth de reojo, mantiene sus ojos cerrados y sus manos están en puños sujetando con fuerza las sábanas. Sonrío con superioridad, me encanta saber que yo provoco eso en él.
Esta es mi parte favorita de estar con Seth y sé que la de él también. Nos entendemos bien en la cama, mucho mejor que en otro aspecto de nuestra convivencia.
Observo sus brazos y pecho, me percato hasta ahora de los moretones que tiene. Hoy estuvo peleando y eso mueve algo dentro de mí.
—Podrás dejar las luchas, con el dinero que me pagará el señor Brooke podremos vivir bien. —Paso mi mano por su torso, pero él la retira de manera brusca.
—No me interesa. —Se levanta y toma su pantalón del piso.
Asiento, sin mostrarle cuánto me duelen sus palabras. Se viste en un santiamén y sale del cuarto, dejándome triste y con las piernas aún temblando.
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Mis nervios se incrementan al ver la fina vajilla rota en el piso, soy un desastre en cuanto a los quehaceres del hogar se tratan y temo que el señor Brooke me despida o, peor aún, me cobre todo lo que he roto en mi primer día.
—Deja eso, Emma, yo lo limpio. —Aurora me hala del brazo, alejándome de los cristales hecho pedazos en medio de la cocina—. No te preocupes, es tu primer día y es normal que estés así.
Es una chica con piel cremosa y hermosa, con unos veinticinco años más o menos. Me ha tratado bien desde el momento que nuestro jefe nos presentó y me ha explicado todo lo referente a mis deberes aquí.
No somos muchos: Aurora que se encarga de casi todo como ama de llaves, Teresa es la enfermera que cuida a la madre del jefe y Pablo es el jardinero. Hay dos choferes del señor Brooke, pero no he socializado con ellos aún. Es mucho trabajo, mas la paga compensa todo el cansancio.
—Ve al estudio del señor Brooke. —Aurora me entrega un plumero y un juego de llaves—. Limpia todo con cuidado, te advierto que encontrarás dinero y algunas joyas. —Sus ojos oscuros me escanean con profundidad—. No toques nada, Emma, el señor es muy precavido y sabe todo lo que posee ahí y en su habitación. —Abro la boca, ofendida, ¿me está tratando de ladrona?— No estoy insinuando que vayas a hurtar algo —habla antes de que pueda quejarme, adivinando mis pensamientos—, solo te estoy diciendo que tengas cuidado.
Su mirada se suaviza, no me queda de otra que asentir y salir de ahí hacia el ya conocido salón.
Aurora tenía razón, en cada cajón que abro hay dinero y anillos. Me limito a limpiar y ordenar sin tocar sus pertenencias, no me llama la atención los lujos que hay aquí, solo me interesa el dinero que voy a ganar. Me sobresalto al sentir una mano sobre mi hombro.
—Lo siento, no quise asustarte.
Me giro para encarar al señor Brooke que me mira divertido, tratando de esconder la sonrisa que se quiere asomar en sus labios.
—No lo escuché, señor.
Me toco el pecho, en un intento de regular mi respiración.
—Mitch, llámame Mitch, Emma. Eso de señor me hace sentir más viejo de lo que soy. —Asiento, incómoda, alejándome de él. Su intensa mirada me intimida—. El uniforme te queda perfecto.
Arrastra sus ojos por todo mi cuerpo, por instinto bajo un poco la falda que estoy usando. No soy tonta, conozco esa mirada, sería una pena que él quiera algo más que lo que ofreció en un principio.
—Tengo que seguir trabajando —susurro, atormentada por la forma en que me recorre el cuerpo sin pudor alguno.
—Eres hermosa, Emma, podrías sacarle provecho a tu belleza.
Se acerca, invadiendo mi espacio personal. Retrocedo, hasta chocar mi espalda con la pared.
—Señor, Mich, yo...
—No digas nada. —Posa un dedo sobre mis labios—. Puedo ofrecerte lo que quieras, muñeca, puedo darte muchas cosas. —Abro los ojos sorprendida, ¿qué se cree que soy?
—Lo siento mucho, señor Brooke, vine a trabajar, no a que me trate de puta.
Cada palabra las expulso con veneno y me alejo de él lo más que puedo. Frunzo el ceño al ver cómo no ha dejado de sonreír, como si toda esta situación le parece divertida.
—Todo tiene un precio, hermosa Emma, ¿cuál es el tuyo?
A este punto solo quiero golpearlo y gritarle lo imbécil que es. Pero antes de que reaccione, se acerca rápidamente tomando mi cara con sus dos manos y me besa.
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