Capítulo 11.‒ ¿Solo un sueño?
Tranquilidad, esa palabra era la que menos le describía en esos momentos desde que las malas noticias llegaron al ver a su ahora cuñada en el Inframundo acompañada por su amiga y guardianes. Sabía que algo no andaba bien y no se equivocaba, los planes de la peligris no había tenido efecto positivo, su hermana, la chica que él amaba se encontraba en Giudecca. Tenía que darse prisa si quería encontrarle con vida.
El trayecto a Giudecca parecía ser cada vez más interminable y la angustia era lo único que permanecía en el caballero del Cisne. No era posible, como pudo descuidarla, tenía guardianes sí, pero de haberlo sabido antes no la habría dejado sola.
‒Flash back‒
Hyoga: ¿Un vínculo?
Michahel: ‒asiente‒ eso fue lo que dije, tú madre te inculco una religión en particular antes de morir ¿no es así?
Hyoga:...‒asiente recordando el rosario que le dejo su madre‒ así es... ¿Qué tiene que ver Laila y las otras dos chicas en esto?
Hesediel: tiene que ver mucho, ellas son enviadas de quien muchos llaman Dios o Jehová como quiera que se le conozca su creador es el mismo, son tres personas que marcaran la diferencia, tres personas que fueron enviadas a este mundo para continuar la presencia y la acción del señor a lo largo y ancho de la historia y de la geografía del mundo. La razón de existir de la iglesia y ellas es esa: prolongar la presencia y la acción de su señor resucitado. Eso y la paz en este mundo.
Michahel: sin embargo no pueden hacer esto solas...necesitan herederos de Dios es por eso que se crearon y se les dio vida a tres pequeños más en particular, en ellos existiría un vínculo, el mismo que les uniría a Isabel, Alice y el mismo que no te permite estar lejos de la señorita Laila
‒Fin de Flash back‒
Hyoga se apresuraba mientras los demás le seguían, la seriedad no había abandonado al pelirubio pero el brillo en sus ojos no podían decir lo mismo, afortunadamente para el nadie era capaz de percatarse. Todo parecía estar en orden hasta que vio al pelirubio quejarse por algún dolor que comenzaba a surgir en su cuerpo, el dolor comenzaba a ser insoportable, había sido rodeado por su compañero de batallas y compañía sin embargo tal como llego el dolor se fue dejándole desconcertado pero con un mal sabor de boca, algo le inquietaba y sabía que tenía que ver con esa chica de mirada cálida.
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Para poder llegar a los campos Elíseos y salvar a Athena era necesario cruzar el muro de los lamentos, pero existía un inconveniente ninguno de los presentes tenía el cosmos de un Dios era imposible destruirlo. Eso se creía hasta que los doce caballeros dorados se reunieron con un solo propósito, sacrificar sus vidas con el fin de permitirles el paso a los caballeros de bronce.
Tanto Isabel como Alice pretendían mostrarse fuertes, sin llegar a conseguirlo, era inevitable sentir un nudo en la garganta al saber que jamás podrías volver a ver a la persona que amabas, mismo dolor que el caballero de Cisne compartía con ellas al ver a la pelinegra con la piel más pálida de lo habitual y su piel fría ante su tacto entre sus brazos. Shun era el único con suerte, Ariza se mantenía a su lado, después de haber sido contenedor de Perséfone, la Diosa le permitió seguir con el caballero de Andrómeda. ¿Y él?
Había vuelto a fallar, una vez más el destino se encargaba de arrebatarle lo que más amaba, no importaba que un vínculo o cualquier otra cosa les uniera, estaba destinado a perder a los que más quería y esta vez no fue diferente.
Cruzaron el muro de los lamentos, dejando el cuerpo de Laila al cuidado de sus guardianes, hermana y amiga. Pasaron muchas cosas...Athena por fin venció a Hades, su enemigo más terrible, pero a un enorme precio: la vida de Seiya.
Ikki, Shiryu, Hyoga y Shun lloraban por él... también Saori...que se lamentaban por la situación en la que se encontraba el caballero de Pegaso, ¿Con qué cara verían a Midori ahora?
Nadie podía creer lo que pasaba...era injusto...dos personas habían perdido la vida en medio de esta batalla, incluso los guardianes y las portadoras del Kalakaua sentían impotencia al no saber qué hacer, si bien era cierto que las guerras se arrasaba con vidas inocentes ¿Por qué Seiya, Laila y los caballeros tuvieron que pagar por ello?
Hyoga: ¿No podría...? ¿Athena no podría...?- comenzó, pero Shiryu negó con la cabeza.
Shiryu: No, Hyoga, solo el Dios de los muertos puede...podría traerlo de vuelta...‒
Isabel: debe de haber una manera, Uri esto no puede quedarse así...Michahel menciono que existía una unión entre Hyoga y Laila, no creo que Dios se tomara la molestia en darles vida si estaban destinados a no estar juntos nunca, incluso Seiya no lo merece, defendió la tierra‒ decía mientras su mirada era dirigida a Seiya
Uri:...‒Niega con la cabeza‒nosotros solo somos enviados a protegerles, el único que puede interferir sabes en donde se encuentra
Un hombre que se había mantenido como espectador de la batalla, conmovido se acercó a ellos ante la atenta mirada de todos.
Shun: Saori ¿Quién es él?
¿?: ¿Por qué alborotáis y lloráis? Ambos no están muertos, sino duermen
Hyoga:...‒le observaba con atención mientras los demás le veían con curiosidad, no sentían maldad proveniente de él, entonces ¿Quién era ese hombre? Él y los guardianes tenían la respuesta‒
Shiryu: pero eso no es posible Seiya ha sido atravesado por una...‒interrumpido‒
¿?: ‒tomando las manos de ambos jóvenes, dijo‒a ustedes, les digo, levántense
Seiya abrió los ojos y sonrió. Levantándose y andando bajo la atenta mirada sorprendida de sus amigos.
Ikki, Hyoga, Shiryu: Seiya- dijeron al mismo tiempo
El pelirubio se acercó a la chica pudiéndole ver con los ojos abiertos mientras su mirada de conectaba con la suya con la respiración agitada, observando su entorno.
Encontrando a un hombre de cabellos castaños cubierto por una tela blanca se encargaba de cubrir su cabeza que le extendía la mano, abriendo los ojos sorprendida.
Laila: ‒levantándose rápidamente arrodillándose ante él‒ perdóneme, no cumplí mi deber como tal, les falle y traicione
¿?:‒ríe levemente‒ la valentía y sacrifici o por aquel a quien se ama no es considerado un pecado Laila...pecado es toda acción u omisión voluntaria contra la ley de Dios que no es más que decir, hacer, pensar o desear algo contra los mandamientos de la ley de Dios o de la iglesia, nunca he visto quebrantar alguno de los diez mandamientos, fuiste tú quien enseño con su vida el modo en que se debe actuar para amar a Dios ¿no es así?
Laila: ‒bajando la mirada‒
¿?: ¿No fue así? sino sacrificaste tú vida por mantener la de los seres humanos a salvo, por detener esta guerra, para permitirles a tus hermanas cumplir con su propósito, para salvar vidas inocentes...entonces sí, fuiste en contra de la voluntad de Dios...algo que no hiciste, confiaste plenamente en que tus amigos lograrían vencer a Hades
Los parpados comenzaban a pesarle, le costaba mantenerlos abiertos, algo que todos podían notar.
Hyoga: ¿Te sientes bien? Laila...‒escuchaba su voz en la lejanía y a este se le sumaban la voz de su hermana, amiga y los demás presentes‒
Sentía su cuerpo pesado y el estar recargada en una superficie plana pero dura a la vez, no era tan cómodo como esperaba despertar, poco a poco abría los ojos encontrándose con la oficina de la empresa Montero, se levantó observando el lugar desconcertada, las dudas comenzaban a nacer en ella ¿Qué hacía en la oficina después de presenciar una batalla con el Dios del inframundo y casi morir? ¿Dónde estaban los demás? Observo las carpetas en su escritorio entre el papeleo algo llamo su atención, un dibujo, no recordaba haberlo hecho con anterioridad, tomando la hoja entre sus manos.
Absorta en el dibujo que aun permanecía entre sus manos, olvidándose de todo a su alrededor no fue capaz de percatarse el momento en el que la puerta fue abierta por su hermana que ingresaba al interior de su oficina.
Isabel: ¿Qué te sucede?...‒cuestiona al ver que su hermana no le presta la más mínima atención, dándose cuenta del dibujo‒ umm lindo dibujo esta vez te luciste ¿Cuál es el nombre? Por su vestimenta diría que creaste un personaje para caballero, la diferencia es que no es de la edad media...‒
Laila: ‒volviendo a la realidad‒ pero ¿De qué hablas? No es ficticio, su nombre es Hyoga, le conoces también a los demás caballeros de Athena incluso te enamoraste de uno Aioria quien fue tu mentor hasta que lograste controlar el Kalakaua incluso Alice tenia pareja y...‒interrumpida‒
Isabel: wow wow mucha imaginación para ti en un solo día, eso o te hizo daño la cafeína que consumiste esta mañana ‒señalando la taza en su escritorio‒
Laila: no, no es así, ni siquiera he consumido una gota de café esta mañana, ni siquiera sé que hago aquí
Isabel: yo sí, trabajar‒ríe dejando un par de carpetas‒ y será mejor que te des prisa porque al ritmo que vas te quedaras a dormir aquí como la última vez
Laila:‒tomando el brazo de su hermana menor‒ escucha no sé lo que pasa en un momento estamos en medio de una guerra entre Diosa Athena y Hades, casi muero y después boom estoy viva gracias a Dios y sé que parece loco pero
Alice: demasiado descabellado a decir verdad‒entrando a la oficina viendo a Isabel‒ ¿No ha dormido bien otra vez?
Isabel: creo que es el estrés, tal vez necesite un poco de aire fresco‒
Laila: no, no es que ustedes no entienden, eran demasiado real para ser un sueño, sentía el dolor cuando Hades extraía el Kalakaua de mi cuerpo, los caballeros de Athena y nuestros guardianes estaban allí
Alice: creo que ve demasiadas películas de ciencia ficción‒compartiendo miradas con Isabel‒
Isabel: ‒suspira tomando por los hombros a su hermana mayor‒ escucha ¿porque no te tomas un descanso en lo que nosotras nos encargamos de entrevistar?
Laila: pero es que yo...‒siendo tomando de los hombros por ambas chicas que trataban de persuadirla‒
Anabeth: ‒caminando a toda prisa hacia las tres mujeres‒chicas la hora de entrevistas comienza desde ahora...‒con el ceño fruncido‒ creo que me perdí de mucho ¿Sucede algo?
Isabel: ha pues Laila...‒
Alice: se siente mal, creemos que le hace falta descansar ya sabes tiene problemas de sueño últimamente y ahora tienen un fuerte dolor de cabeza‒
Anabeth: oh bueno en ese caso, tengo pastillas para aliviar el dolor de cabeza y...‒interrumpida‒
Laila: no, no quiero nada, no quiero tomar aire fresco, no quiero tomar pastillas para el dolor de cabeza, no quiero te para el sueño‒observando a las tres mujeres frente a ella‒ es que no entiendo cómo pueden actuar así, de Anabeth lo entiendo
Anabeth: pero ¿que hice yo?‒haciendo un pequeño mohín murmurando para sí misma‒
Laila: Nada de lo que les dije es inventado, todo es verdad, Aioria y Kanon murieron al destruir el muro de los lamentos no se di Dios también le revivió a ellos después de encargarse de Seiya y de mi
Anabeth: ha...‒asiente pretendiendo darle la razón‒ ¿Quiénes son esos hombres?‒cuestiona a las otras dos mientras Laila seguía explicándose‒
Alice: no tengo idea‒viendo a la peligris esperando tener las respuestas a sus dudas‒
Isabel: no me miren a mí entre a la oficina y ella comenzó a comportarse extraño‒percatándose de la vista de ambas mujeres puestos en ella‒
Laila: además fue revelado que nosotras estamos destinadas a...‒interrumpida‒
¿?: Disculpen señoritas pero la hora de la entrevista ya ha comenzado y este hombre junto a mí es uno de los interesados en el empleo que...‒las cuatro mujeres presentes observan al hombre frente a ellas, mientras que para cierta pelinegra le era bastante familiar‒
Laila: ¿U-Uri?...‒sorprendida‒
Uri: ese es mi nombre, mucho gusto usted debe ser una de las fundadoras de esta maravillosa empresa ‒sonríe extendiendo su mano a la chica‒
Laila: ‒desconcertada‒ eh si yo mucho gusto Señor, si me disculpa tengo que retirarme, las personas que le atenderán serán mi hermana y la Señorita Alice con su permiso‒haciendo una pequeña reverencia retirándose‒
Anabeth: nunca habíamos tenido reuniones con asiáticos, ni siquiera hemos estado en Japón ¿Porque hizo eso?
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‒Ciudad de México 14:30 pm, Casa de las Montero‒
La mayor de los Montero entraba a su hogar con desgana. Observaba cada rincón de su casa intentando encontrar algo que le diese una pista para entender lo que estaba pasando encontrando a Zafiro viéndole con curiosidad, se acercó al pequeño acariciando su cabeza ¿Es que acaso ella era la única que entendía? Oh todo lo vivido era un sueño, Zafiro estaba al cuidado de Jacob cuando se fue al Santuario. Incluso el que una dimensión conectara con otra, es posible que después de la batalla ellas regresaran a su mundo, pero ¿Por qué era la única que lo recordaba?
Las dudas la embargaban, no entendía, Uri era uno de los guardianes e incluso él, le había mirado como si nunca la hubiese visto, además del día de hoy. Tomando el aparato electrónico entre sus manos buscando entre sus contactos uno en especial.
‒Después de unas horas‒
‒Flash back‒
Sra. Montero: hija estas segura ¿Que no es el estrés del trabajo?...tal vez te afecto‒
Laila: no mamá ya te he dicho qué estoy bien‒
Sr. Montero: no estarás consumiendo ese tipo de cosas ¿verdad jovencita?
Laila: no papá... solo me perdí en los días, eso y la falta de sueño debió afectarme un poco, iré a bañarme y dormiré un poco cuando me sienta mejor me comunicare con ustedes, los amo
Sra. Y Sr, Montero: y nosotros a ti querida‒
‒Fin de Flash back‒
Un suspiro escapa de sus labios mientras las gotas de agua que fluían de la regadera tenían contacto en su piel recorriendo su cuerpo, tratando de tranquilizarse, algo que ella sabía bien que no estaba logrando. Cerro la llave de la regadera secando sus cabellos negros mientras se cubría el cuerpo con una toalla, se encontraba tan absorta en sus pensamientos que ni siquiera se percató del momento en el que había entrado en el baño.
Tomo el picaporte con una sola mano girándola pudiendo abrir la puerta, saliendo del cuarto de baño se dispuso a encontrar un cambio de ropa. Grande fue la sorpresa de la chica al girar a un punto de su habitación.
Laila:...¡¡Kya!!‒
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Todo parecía ir bien, habían regresado de los campos Elíseos, Seiya estaba recuperado y Midori esperaba su llegada al igual que su hermana Seika, la hermana que había estado buscando tanto tiempo por fin estaba a su lado, Shun estaba con Ariza, tal parecía que por fin podrían tener una vida más tranquila. Los dorados estaban devuelta, pero había un inconveniente, ninguna de las chicas estaba y no había rastro de sus guardianes.
Seiya: por fin estamos todos devuelta, derrotamos a Hades y la tierra podrá estar en paz...‒
Shiryu: no todos Seiya...las chicas no están, sus guardianes tampoco y el hombre que te ayudo desapareció...‒mencionaba observando a su rubio amigo, hermano y compañero de batallas‒
Ariza: anteriormente, mencionaron que eran de otra dimensión‒
Shun: es posible que ellas se encuentren allá‒
Ikki: pero porque volver si los guardianes fueron claros respecto a su origen, ellas pertenecían desde un principio aquí, la única razón por la que no habían vuelto era por órdenes de su madre solo con motivos de protección ahora ellas están segura ¿no?
Shiryu:...‒pensativo‒ ¿Hay algo que uno de los Dai Tenshi pudo haberte dicho respecto al tema Hyoga?‒gira su atención en torno a su amigo el cual ya no estaba‒
Midori: pero ¿En qué momento se fue?
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Corría a toda prisa cuidando el no ser visto, aunque a estas altura no habría problema el cielo nocturno estaba a su favor, solo tenía que encontrarla, no dejaría ir a la chica tan fácilmente no ahora que el mundo estaba en paz, no ahora que había encontrado el motivo para ser feliz después de la pérdida de su madre.
Había entrado al lugar, se encontraba en completa oscuridad y en toda la casa no existía ningún ruido que le anunciara al caballero de Cisne que se encontraba alguien en la casa, no obstante el cosmos que sentía en el interior de la casa, sabia a quien le pertenecía, la persona a quien buscaba, con lo que no contaba era que la chica se encontrara en el cuarto de baño y mucho menos encontrarla de esa manera.
La chica parecía no percatarse de su presencia hasta el momento en el que giro, la pelinegra daba señales de responder, para él era claro lo que pasaría a continuación.
Laila:...¡¡Kya!!‒definitivamente irrumpir a altas horas de la noche en la habitación de tu novia no era buena opción‒
Hyoga: ‒acercándose a ella cubriendo su boca, cayendo sobre la chica mientras se sostenía de ambas manos impidiendo aplastar a la chica en el proceso, pudiendo cruzar miradas con los ojos perla de la portadora del Kalakaua‒ soy yo Hyoga, creí que te perdería...pero...‒sonrojado‒
Laila: ‒sonrojada, cubriéndose con la toalla‒ Hyo-Hyoga...‒
Hyoga: ‒volteando a otro lado‒me alegra poder saber que estas a salvo después de lo sucedido...‒
Laila: ‒asiente cubriéndose con la toalla‒ creí que todo había sido un sueño, las chicas no recuerdan nada de lo que paso
Hyoga: ¿No lo recuerdan?...‒desconcertado‒
Laila: no, tampoco se la razón...‒levantándose con el fin de cambiarse lástima que el destino no estuviese de acuerdo con ella, la superficie del suelo se encontraba mojado ocasionando que resbalara, terminando en los brazos del Santo de Cisne, ocasionando el rojo vivo en la cara de ambos‒ l-lo si-siento mucho‒
Hyoga: ‒aun con el sonrojo adornándole las mejillas no podía evitar posar su mirada en su cuerpo‒ La-Laila yo...‒observando los ojos de la chica buscando la aceptación de la misma acercando sus labios a los ajenos‒
Laila: ‒La pelinegra se aferra más al cuerpo del chico, Hyoga hace lo mismo‒ Te amo Hyoga‒susurra la portadora del Kalakaua. El santo del Cisne acaricia su larga cabellera y la besa con ternura.
Al estar abrazados ella levanta la cabeza para verlo a los ojos, era algo hipnotizante. Laila sostiene la toalla con su mano derecha mientras que con la izquierda inconscientemente acaricia el bien formado pecho del santo atreves de la camisa. Este suspira y cierra sus ojos unos instantes para volverlos a abrir y quedar perdido en los perlas de la chica. Se detiene y sus ojos se fijan en los delgados labios del pelirubio, pronto la pequeña distancia entre ellos nuevamente desaparece.
Al principio fue un beso tímido, como si fuera la primera vez que lo hacían. Pero este beso traía consigo algo especial. Estaba lleno de pasión y deseo. Con cada movimiento la caricia se hacía más intensa, tanto que pronto las lenguas jugaban una con la otra y exploraban la cavidad bucal ajena. Ella sujeta la toalla que aun cubría su cuerpo pero con el otro brazo hace que el chico intensifique el acto. En cambio él sujeta el rostro de su novia y con suma lentitud avanza haciendo que ella retroceda. Se deja hacer por la adictiva pasión provocando que el deseo crezca en cada parte de su ser.
En un movimiento provocan que la puerta se cierre, ellos se separan unos centímetros viéndose fijamente a los ojos. Su respiración es lenta y entrecortada. Tratan de descifrar lo que el contrario decía en silencio. Ninguno sabía qué hacer. Ella vuelve a recostar su cabeza sobre el pecho de su novio y suspira abrazándose a él. Hyoga apoya su mentón en su cabeza, cierra los ojos rogándole al cielo poder controlarse.
Hyoga: ‒Laila‒susurra con los ojos fuertemente cerrados.
Laila: ‒Te amo Hyoga, es todo lo que necesitas saber‒le responde haciendo más presión en su agarre. El pelirubio logra sentir la diminuta lágrima de la chica y un corto suspiro que se lo dedica al aire y que después se pierde en el tiempo‒no quiero que vuelva a repetirse, despertar y saber por mí hermana que lo único que viví fue producto de un sueño‒
Ella tenía miedo, él estaba indeciso: La casa y ellos solos, esto solo era una peligrosa combinación. Laila levanta la vista solo para darse cuenta que el Santo la observaba diferente. Sentía mil mariposas en su estómago, sin pensarlo ya se estaban besando otra vez con ardiente pasión. Pronto las lenguas nuevamente probaban un nuevo sabor, pero la boca ya no fue suficiente. Hyoga empieza a acariciar su espalda mientras que ella se pega más a él disfrutando de las caricias. El pelirubio deja la boca de la chica para dirigirse a su cuello, mientras ella le da espacio y disfruta dejándose hacer. Remueve la toalla que cubría el cuerpo de la femenina para probar su tersa piel, escabulle una mano para acariciar su espalda mientras ella trata de controlar la emoción que crece dentro de su ser. Entonces la pelinegra levanta la otra mano dejando que la toalla finalmente caiga exponiéndose por completo al ojiazul. Hyoga no la ve a los ojos, solo toma su rostro y la besa con más pasión y deseo. Ahora el avanza y la encamina hacia la cama. Con cuidado la recuesta provocando que el largo cabello de la joven se despliegue dejando una panorámica exquisita para el Santo de bronce.
Ella voltea sonrojada, nadie la había visto así. El caballero se acerca y la vuelve a besar, sabía que no era correcto pero no podía detenerse.
Hyoga: ‒Te amo‒le susurra a la joven provocándole cosquillas por su aliento. Ella no responde, solo deja escapar un pequeño gemido al sentir el peso del chico sobre ella.
Se separan del beso y le acaricia la suave cabellera. La chica reprime un gemido que intenta salir al sentir como la mano de Hyoga deja su rostro para apreciar su cuello. Laila tenía las manos sobre su pecho, así que las baja dejando que la mano del pelirubio explore más. Hyoga sin perder sus ojos baja la mano muy despacio entre sus senos provocando que tiemble por el tacto, sigue y para antes de llegar a su zona íntima. La separa de su cuerpo y, sin necesidad de hablar, le pregunta si debe continuar. Ella acaricia su rostro y solo sonríe.
Hyoga vuelve a besarla apasionadamente y pronto deja sus labios para pasar al cuello y, finalmente, a sus pechos. Empieza a jugar con uno mientras acaricia el otro. Ella solo trata de tranquilizarse respirando hondo. Con suma lentitud siente su sabor, su lengua juega alrededor de su duro pezón mientras con una mano masajea el otro dándole placer. Laila se remueve un poco al sentir la excitación dentro de sí, suspira. Se muerde el labio inferior y respira agitadamente mientras sus manos agarran con fuerza las sábanas, dejando salir un poco de lo que siente. Hyoga para su jugueteo mientras le acaricia su mejilla con una mano. Ella se endereza y empieza a besarlo nuevamente, se cuelga de su cuello y lo derriba. Ahora es ella la que está arriba, acaricia sus bien formados pectorales y de la nada desabrocha el botón de su pantalón.
Laila: ‒ No es justo que sólo yo este así ¿Verdad? ‒pregunta con picardía, perdiendo toda vergüenza mientras él solo la mira. Dentro de poco la ropa les dejó de estorbar.
Sentados en la cama él disfruta el olor de su cuello mientras ella explora su gran espalda. De la nada Hyoga se estremece al sentir la pequeña mano de la joven acariciar una de sus fuertes piernas, ella sonríe con malicia.
Hyoga: ‒ ¿te crees Graciosa no?‒murmura el joven viéndola a los ojos. Ella muestra una mueca muy sensual pero él no se queda atrás.
El chico que se encontraba frente a ella era muy diferente, al Santo de los hielos que había conocido en Siberia. La pasión que había entre ambos era demasiada como para tratar de esconderla. Él nuevamente siente la tensión en su entre pierna al verla tan perfecta solo para él, así que se vuelve a apoderar de sus labios mientras ella se pega más a él dejando que sus redondos senos sientan sus duros músculos del pecho. Ella gime al sentir la tensión del muchacho en su pierna, entierra sus uñas en su espalda cuando Hyoga pasa sus labios por su cuello y luego a uno de sus senos. El joven suspira el aroma a lirios de la ojiperla y trata de que ella se acueste para sentirla mejor.
Laila se deja hacer y nuevamente posa su cabeza en una de las almohadas con el sabor de Hyoga en su boca. La fría nariz del caballero recorre su delicado cuello de izquierda a derecha para luego pasar entre sus senos y hacer un camino de besos hasta quedar en su plano vientre. La pelinegra sube una pierna que es acariciada delicadamente por la mano de Hyoga. Ella juega con sus largos cabellos rubios sintiendo como su intimidad empieza a reclamar tanta emoción.
Laila: ‒Hyo-Hyoga‒Suspira y el caballero regresa nuevamente con caricias a verla a los ojos, de un movimiento ella se cuelga de su cuello haciendo que él deje caer todo su peso sobre ella y da una media vuelta y ahora la portadora del Kalakaua queda encima suyo.
Hyoga: ‒Te amo‒susurra el ojiazul volviendo a besarla apasionadamente. Ella pasa sus largas uñas sobre su pecho haciéndole cosquillas pero se detiene al darse cuenta de las múltiples cicatrices que tiene. Sigue con su exploración y ve que a los costados, en sus brazos y ante brazos también son visibles, no tanto como en su pecho y seguramente en su espalda también.
Laila: ‒ ¿Fue durante a batalla con Hades?‒pregunta con el ceño fruncido.
Hyoga: la guerra en Asgard, Poseidón, Hades‒
Laila: ‒Bueno‒seductoramente coloca su pierna sobre una de las de él‒ dale la bienvenida a otro tipo de marcas.
Hyoga siente un poco de dolor en su miembro al sentirse excitado, pero no quiere sobrepasarse con ella, así que trata de controlarse. En cambio ella hace lo mismo que él, saborea su pecho y nuevamente se siente un poco húmeda, la lenta respiración del chico la hacía sentir cosas que jamás pensó que sentiría. El pelirubio aprieta sus dientes al sentir como ella lo muerde y nuevamente siente todo de él. Ella se recuesta totalmente dejando su rostro en el pecho del chico y lo abraza.
Laila: Gracias‒susurra dejando que una lágrima pasee por su rostro. Hyoga se queda en jaque al escucharla, así que con cuidado se sienta al igual que ella y le acaricia la mejilla quitando el rastro de agua.
Hyoga: ¿Por qué?
Laila: Por venir por mí, por no desistir de buscarme y mostrarme que lo que viví no fue un sueño, porque de haber sido así, jamás te habría conocido en la vida Hyoga prométeme que pase lo que pase jamás te apartarás de mi lado
Hyoga: ‒El santo del Cisne la abraza con fuerza y sin importar lo que deba hacer lo cumplirá‒Jamás me alejare de ti‒mientras que se vuelven a fundir en un apasionado beso.
Parados, ella dándole la espalda, siendo iluminados por la escasa luz de luna que se cuela por la ventana. Hyoga besa su cuello y su espalda mientras que sus manos le hacen cosquillas en su vientre y de vez en cuando juegan con sus duros y redondos senos. En el momento menos pensado la mano izquierda de él deja su pecho y baja deslizándose hasta llegar a su zona íntima.
Laila: ‒Ah...‒gime la chica al sentir como los dedos de Hyoga abren sus labios inferiores y juegan con su clítoris. Ella siente que sus rodillas se doblan, pone una de sus manos sobre la de él mientras que la otra sobre la derecha que aún se mantenía en su pecho.
El pelirubio mueve su mano derecha junto con la de ella y la enrolla en su delgada cintura para pegarla más a él. Ella siente como sus glúteos tocan su erecto miembro. Hyoga calla un gemido y vuelve a saborear su piel, pero su mano debilitaba su fuerza de voluntad. De un giro ella nuevamente siente los labios del joven y los sujeta con desesperación. Con cuidado Hyoga la carga y la vuelve a acostar en la cama, sigue su camino hasta llegar al punto G. Separa sus piernas y ella retiene un fuerte sonido. El Santo se acomoda y acaricia su vagina con los dedos provocando que ella se estremezca y trate de cerrar sus piernas. Hyoga pone sus labios sobre su zona V y con cuidado empieza a besarla con mucha lentitud excitando a la ojiperla a más no poder. Ella respira agitadamente tratando de contenerse, mueve sus piernas y de vez en cuando el pelirubio acaricia su tersa piel. Por suerte ninguna de las chicas tenía intenciones de volver a casa, puesto que tenían que ver asuntos de la empresa, de lo contrario la pareja habría sido escuchada y expuesto a un momento embarazoso.
Laila: ‒Ahh... aaaahh. ¡Ah! Hyoga ¡Hyoga! ‒Casi grita sintiendo como la lengua del chico juega con su ya muy húmedo clítoris. Él empieza a meter su dedo medio en ella lubricando más el área mientras la pelinegra sujeta con mucha fuerza las sábanas tratando de sacar su emoción‒¡Hyoga! ¡Ah Dios, Hyoga!
Decide dejarla en paz besando cada parte de sus torneadas piernas, ella se da media vuelta ahora dejando sus glúteos a favor del joven. Explora cada parte de su cuerpo a besos, no hay un solo lado que no haya sido probado por Hyoga. Tanto él como ella no pueden soportarlo más, Laila estaba lo suficientemente preparada y el Santo ya no aguantaba la tensión en su entre pierna. Así que después de alborotar las sábanas la ojiperla se acomoda en la cama dejando que el caballero también lo haga.
Laila: ‒Hyoga‒susurra al sentir todo el peso del joven en ella, se empieza a mover haciendo que Hyoga gima de dolor por su erección. Se acomoda para penetrarla, pero se detiene observando a la pelinegra‒Hyoga
Hyoga: Laila esto te va a doler...‒
Laila: ‒Te amo Hyoga, hazlo. Quiero que lo hagas, deseo que lo hagas‒ ella se acerca y pega su frente a la de él sobando sus músculos‒ Hyoga hazlo, quiero ser tuya, ser tú mujer
Hyoga: ‒Te amo‒responde besándola con pasión. La recuesta en la cama sin dejar de besarla, con sus piernas vuelve a abrir las de ella y con cuidado se prepara para entrar.
Con lentitud penetra pero ella se queja y entierra sus uñas en la espalda del ojiazul. Aprieta los dientes y encorva la espalda hacia atrás. Hyoga entrelaza sus manos con las de ella sin separarse y sigue su tarea. Pegan pecho contra pecho, lo besa mientras sigue penetrando. Con cada centímetro que Hyoga se introduce lo único que sus cinco sentidos pueden sentir es el profundo amor que se profesan el uno por el otro.
Laila: ‒ ¡Ah!‒ella cierra los ojos dejando escapar una lágrima—Hyoga ¡Ah, ah Hyoga! Duele ¡Hyoga!
Hyoga: Tranquila, confía en mí—le susurra con un nudo en la garganta—confía, mírame a los ojos, Laila
Laila: ‒ ¡Hyoga!‒ Finalmente ambos amantes se vuelven uno pero también estando ajenos al mundo exterior.
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Hesediel: ‒sonríe bajo la atenta mirada de Michahel‒ lo has sentido tú también ¿No es así?
Michahel: ‒asiente‒ la existencia del primogénito de la Señorita Laila
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Las envestidas eran cada vez más fuertes, el deseo y la pasión finalmente era lo único que se albergaba en sus corazones.
Laila: ‒ ¡Ah! Hyoga‒Laila gime una vez más y el caballero finalmente sale de ella. La pelinegra puede volver a respirar, cierra sus piernas y se pone en posición fetal. Aunque fue una agonía maravillosa eso no quita que esa haya sido su primera vez. El dolor era soportable, pero ahora se sentía extraña.
Hyoga se sienta sobre la cama cerrando los ojos y empuñando sus manos. También fue su primera vez y su miembro le reclama tal presión, cuando volteó a verla sus ojos se fijaron en una mancha de sangre que se encontraba en la ya no tan blanca sabana, se dirige a ella con cuidado. La acaricia por un hombro para después besarle.
Hyoga: Discúlpame por haberte lastimado‒acostándose en su pecho‒
Laila: tranquilo, es algo normal, pasa cuando es la primera vez de una chica‒en eso el caballero se da cuenta de que el sueño se apoderaba de su dulce acompañante. Le sonríe ya que a él también se le cerraban los ojos. Finalmente ayuda a la chica tomando las sabanas cubriendo el cuerpo de ambos. Ella a pesar del dolor entrelaza sus piernas con las musculosas del chico para después de unos segundos caer profundamente en un inmenso sueño.
Hyoga le acaricia la larga cabellera y sube la manta hasta cubrirla por completo, besa su frente y se dispone a dormir. El sueño es cada vez más potente, tanto que en menos de lo deseado cae rendido junto a su mujer.
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¿?: Creí que ya no querrías verme después de lo que hizo mi padre‒observando al peliazul sentado a su lado
Saga: Solo es para mantener imagen‒
¿?: ¿Cual imagen?‒con un tic en el ojo‒Si la perdiste desde que proclamaron exhibicionista
Saga: venga ya mujer, no empiece con tus reclamos‒
Makoto: ¿y el quién es hermana?...no me digas que es tu novio‒
Saga/Bárbara: ¿su qué/mí qué? Ni en un millón de años, ¿qué fue lo que dijiste? Repítelo si te atreves
Makoto: son tal para cual‒ con una gota en la frente‒
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Isabel: ‒estirando sus brazos cansada‒ fue un día largo
Alice: lo hubiera sido menos si Laila no hubiese empezado con sus historias‒suspira‒
Isabel: no lo sé Alice...se veía decepcionada al ver que ninguna hacia el intento por creerle‒
Alice: vamos Isabel no creerás que lo que dijo de esos chicos sea verdad...‒
Isabel: nunca nos mentiría, es algo serio Alice‒
Alice: bien entonces yo te tengo un relato nuevo, apuesto a que te va a fascinar...‒sonríe con fingida emoción‒ dos chicas trabajan en una oficina de noche, no hay nadie por los pasillos, el eco de las pisadas comienza a escucharse, las protagonistas no se percatan de ellos y...‒ acercándose a la puerta abriéndola de golpe dirigiendo su mirada a su amiga que fruncía el ceño ante las locuras de la chica frente a ella, pero esa expresión cambia por una de sorpresa la cual no logra ver la pelirubia‒ boom dos chicos sexys frente a la puerta, venga ya no estamos para juegos
¿?: Bueno lo de sexys te lo hubiese ahorrado Alice...‒sonríe‒
Isabel: esto no lo he hecho yo...has sido tu quien lo ha dicho‒pudiendo ver como su amiga le pide respuestas‒
Alice: pero ¡¡ ¿Qué demonios?!!
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