Capítulo 1: Valkirias.

Capítulo 1: Valkiria

El cielo se teñía de un rojo carmesí, la niebla perturbaba el terreno en el que el hedor a sangre predominaba. Mientras que el sol brillaba por su ausencia, la luna sólo regalaba la irradiación más tétrica jamás vista. Pero ella no era más que otro accesorio para el sombrío lugar en el que se encontraban dos grandes grupos de guerreros, dando su vida y mostrando lealtad a los suyos, divididos por las características de su existencia.

Deslizando su espada de izquierda a derecha, cortando el aire, y analizando su próximo movimiento, Evangeline miraba atentamente a los despreciables seres a su alrededor. Cinco de ellos la tenían rodeada y la miraban de una manera que le pondría los vellos de punta a un ser humano cualquiera. Pero no a ella; eliminar cinco vampiros hambrientos era cosa de niños.

La apuesta se puso más interesante cuando cinco más se unieron a la fiesta. Evangeline les sonrió de medio lado antes de empezar a hacer su danza con la espada. La forma en que ella se deslizaba con sutileza, pero a la vez de una manera certera y mortífera a la hora de cortar cabezas o atravesar los negros corazones de vampiros, encendía una chispa de poder en ella. Y más cuando poseía su reliquia familiar como su arma de destrucción.

Esta era capaz de cambiar de forma según la misma espada deseará y en ese momento tenía el aspecto de una Claymore; afilada por las dos vertientes, con runas de contorno en los laterales de la hoja y de de gran longitud e incrustaciones de rubíes que le permitía a Evangeline sostenerla sin necesidad de violentar las maniobras, ni de aferrarla por la base del afilado metal.

El arma que poseía en sus manos era un artilugio mágico de los cazadores. Su poder no tenia limites. Y no cualquiera de los cazadores podía usarla, era la espada quién elegía al que sería el encargado de desenvainarla. Lo hacía durante el nacimiento del cazador y por ahora su dueña sólo podida ser Evangeline, pues el arma en otras manos era completamente inútil, de no ser ella quien la sostuviera se volvía un objeto en mal estado y oxidado. En cambio, cuando la usaba el verdadero portador de Wallace, este podía utilizar todo su potencial y con ello hacerse más rápido, mejorar todos sus reflejos y sentidos.

Podía ser una simple navaja o una Katana si ella quisiera, mutaba de acuerdo a la verdadera necesidad de su portador. Evangeline no tenía que pedirle nada, no podía exigirle algo a un arma que tenia vida propia. Wallace sólo actuaba según su instinto y su instinto para ese entonces era ser una Claymore, así su dueña podía tener mayor libertad de movimiento y liquidar a la decena de vampiros que la tenían acorralada.

La joven líder del Escuadrón del Sur Sector 7B-Alfa únicamente tuvo que darle un giño a su compañera de equipo para que diera marcha atrás al hacerle saber que ella podría con ellos. Gaia asintió y siguió su camino hacia un grupo de vampiros que clamaba su atención. Ya había acabado con cuatro de ellos, no era algo del otro mundo, pero al parecer los seis que restaban no la querían subestimar y decidieron que atacar juntos era lo más razonable.

Los vampiros que se lanzaban como depredadores sobre ella eran tan predecibles que, en vez de reír, le daban ganas de llorar del aburrimiento. No eran oponentes dignos. Tomó a Wallece entre sus dos manos y deslizó su espada de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha con una velocidad y flexibilidad envidiable. Chorros y chorros de sangre, de un rojo oscuro y fétido, caían a su alrededor y unas que otras gotas rociaban alternativamente en su cuerpo.

Patinó entre las piernas de uno de los vampiros, se giró para cortar su cabeza al tiempo justo de evitar un zarpazo de otro que se había acercado para atacarla con la guardia baja. Pero antes de que Evangeline pudiera hacer nada para devolverle el golpe, el filo de una espada atravesaba el pecho del rastrero chupa sangre, lo cual significaba que su segunda al mando ya estaba abriendo en canal al cuerpo del no muerto y que la sangre brotaba otra vez desde una nueva fuente.

-Sabes que por poseer al Wallace no eres inmortal, ¿cierto? Así que mueve ese trasero y deja de presumir. Tenemos que acabar con estos insectos para poder ayudar a los chicos en el ala oeste.

Evangeline sólo podía voltear los ojos. Vania era tan dramática como su madre.

-Lo sé, lo sé. Deja de ser tan gruñona y aguafiestas. Yo sólo me quería divertir un poco antes de que nos uniéramos con el escuadrón de Jack.

-Chicas, ¿quieren que les traiga café y galletitas? -exclamó Gaia con sarcasmo mientras hacía magia para cubrir la retaguardia de sus dos amigas con su ballesta.

-Acabemos con estos lo más pronto posible, al parecer alguien está muy ansiosa de ver a su chico en acción.

Vania rió por el comentario de la dueña del Wallace. Para ninguna chica era un secreto que Gaia estuviera interesada en Jack Denovan, líder de los machos alfas y cuyo título fue otorgado por Evangeline. Por su parte, los padres de estos a su vez creían que serían la pareja perfecta mientras que a ninguno de los dos le parecía una buena idea. Nunca se habían podido tolerar, no podían estar en la misma habitación sin que las cosas terminaran con un derramamiento del mismo líquido ámbar que las rodeaba.

- ¡Eva, flanco derecho! -vociferó Gaia.

- No te preocupes por mí, ocúpate de tu lateral izquierdo -le respondió-. Están rompiendo tu barrera y estoy muy lejos para ayudarte, amiga mía.

-Oh, calla, mi defensa está muy bien cuidada.

-Ni tanto, querida -se regodeó Vania, quién acababa de liquidar al miserable que trataba de atacar a su descuidada compañera justo por donde Evangeline le había advertido.

-Bueno, bueno, está bien. Tenían razón, pero terminemos de una vez con estos insectos.

Lo que empezó como un simple entretenimiento para las cazadoras término convirtiéndose en su peor pesadilla. Cada vez que mataban a un vampiro aparecían cinco y hasta diez más. Algo no andaba bien. En esa área normalmente no había tantos no muertos.

- ¡Maldición! Se me están acabando las municiones. -anunció Gaia en un grito de exasperación.

- ¿De dónde demonios están saliendo? ¡Chicas, debemos agruparnos y atacar con todo, no se distraigan por nada! -Evangeline se dirigía a sus compañeras con notable preocupación y con voz un poco estrangulada-. Nos están haciendo cansar. Wallace notará mi cansancio y me encerrará en su capullo.

Temía dejar solas a sus amigas con tan numerosos enemigos a su alrededor. Eran como sus hermanas y, si la espada se hacía un armazón se cerraría con ella adentro, el arma sólo pensaría en su dueña por más que Eva deseara ayudarlas.

-Acabemos con ellos y usemos la bomba de humo luminoso, debemos salir de aquí. -sugirió Vania mientras saltaba con su Katana y rebanaba la cabeza de su adversario.

-Adiós, municiones -anunció Gaia-. Tendré que cubrirme con mis nenas. -Guardando su ballesta en su delgada espalda, de sus costados sacó un par de Sai para defenderse de los continuos ataques.

- ¡Formación omega!- vociferó Evangeline.

Las tres cazadoras se encontraron en el centro del bosque rocoso, permanecían una pegada a la otra. El inclemente viento helado golpeaba fuertemente su piel, haciendo que sus cuerpos calaran del frio. Eran tres guerreras unidas por un objetivo. Tan iguales por dentro como diferentes por fuera; mismo designo de vida y tan únicas como ellas podrían ser.

La serena y centrada de Evangeline nunca hacía ningún movimiento sin calcularlo las veces que fueran necesarias. No era fácil sacarla de sus casillas, si se enfadaba con alguien bien merecido se lo tendría esa persona. El abundante cabello castaño cobrizo azotaba el aire salvajemente, Sus ojos de acero buscaban y examinaban todas las posibilidades que tenían para salir lo más pronto de ese embrollo.

-Aguarden un poco más -susurró entre dientes.

- ¡Eva, llama a Kára! ¡Es la única que nos puede sacar de aquí! - suplicó Vania.

La bonita pero tozuda pelinegra se estaba empezando a exasperar. Las tenían completamente rodeadas y cada vez aparecían más y más vampiros. Tenía demasiados planes para el futuro como para ser descuartizada por una horda de esos seres malvivientes. Estaba a punto por de salirse de formación cuando Gaia la frenó.

-Por primera vez en tu vida, Vania, no seas impaciente. No estoy del mejor humor para recoger tus viseras y después darte santa sepultura.

Vania trago grueso. Gaia aguardaba obedientemente por la siguiente orden de su amiga, sus rebeldes rizos dorados serpenteaban sin control. La princesa de los Sai era conocida por su obediencia y orgullo. Siempre atacaba las órdenes que le impusieran sin importar que su propia vida estuviera en juego. Al contrario de Vania la salvaje, claro, una completa amazona indomable.

- ¡Ahora! -rugió Evangeline.

Como si se tratara de la mejor coreógrafa, Evangeline dirigió a su equipo en completa sintonía. Debían quitarse de encima a la plaga de vampiros. Deslizándose por debajo de Vania mientras ésta hacia un salto en los aires, dio una estocada frontal a un no muerto a la par que Gaia daba un mortal y movía sus brazos de forma invertida, creando una "X" imaginaria para cortar los dos pares de cabezas que se encontraban en su camino.

- ¡Uno! - gritó a todo pulmón Vania, su espada pasó por el costado de unos de los chupa sangre sin siquiera tocarlo.

- ¡Dos! - la siguió Gaia rozando el cuello de otro vampiro.

- ¡Tres! -terminó Evangeline. Ni siquiera había palpado un pelo del contrincante con su fiel espada.

Todo parecía que era el fin de las cazadoras. A simple vista se deducía que serían la merienda de las sanguijuelas, ellas las miraban con burla siniestra que no duró. Desapareció cuando vieron las sonrisas de medio lado de las jóvenes mercenarias.

- ¡Buk! -las tres se lanzaron al suelo.

Cinco bombas de humo luminoso, las cuales habían impulsado con sus espadas, hacían añicos a diestras y siniestra. Estas también causaban que los chupasangres que rodeaban los doscientos metros cuadrados del lugar se calcinaran instantáneamente.

Evangeline, usando un silbato especial, llamó a su fiel mascota Kára. Ella la sacaría de ese embrollo. Seis segundos le tomó a la felina llegar para salvar a su ama. Eva montó rápidamente el lomo de la imponente tigresa que superaba tres veces el tamaño a la cazadora líder. El fiero animal de pelaje negro y franjas blancas tenía prominentes garras y caninos que eran capaces de intimidar a los seres vivos, o muertos, que se cruzaran en su camino.

Impulsándose con sus descomunales patas traseras, emprendió el viaje lejos del nido recién descubierto de chupa sangres. Se dirigieron hacia el sur del bosque montañoso, estaba bordeando varios senderos empinados que le dificultaban la estabilidad de Eva sobre Kára.

Gaia constantemente miraba por encima de su hombro, cerciorándose de que no las estuvieran siguiendo.

- Eva, debemos ir al oeste y nos estamos desviando del objetivo. - le comunicó a su capitana una vez que sintió que estaban lo suficientemente lejos. Evangeline afirmó con un sonido nasal-. Pero las ordenes...

-Sé perfectamente cuales son las órdenes. No tienes que repetírmelas -tomando un fuerte bocado de aire para centrarse y no perder la paciencia, le volvió a contestar a su amiga; - Sabes que odio que me repitan las cosas, sobre todo las que ya sé. Pero no me estoy desviando porque lo desee. Algo no anda bien y necesitamos recuperar energía. De nada serviría nuestra presencia al oeste con el otro escuadrón. Seríamos un estorbo.

-Nuestras chicas ya se encuentran con ellos, Gaia. Nada cambiará porque descansemos unos diez minutos antes de retomar nuestro objetivo al oeste del bosque -secundó Vania-. Aparte debemos curar nuestras heridas. Ya parecemos un colador de pasta.

-Bien -aceptó a regaña dientes Gaia-. Pero esa no es toda la verdad, ¿es o no es así, Eva?

Vio a Evangeline ocultando la sonrisa que se formaba en sus labios. La conocía muy bien. Pero no era el momento y mucho menos el lugar para hablar del tema.

Eva ignoró del todo a su compañera y guió a Kára hasta una cañada, descendió por ella para ganar terreno y despistar sus depredadores.

Dejaron de ser las cazadoras para ser las presas.

Reinaba la oscuridad y un amargo silencio de la frondosidad que las envolvía. Ni un alma. Únicamente la muerte se mostraba a su alrededor. Buscando un lugar seguro, habían cometido el error de entrar a la boca del lobo. Densa niebla ahogaba sus pasos, sembrando en ellas su creciente miedo; la muerte.

Observaron con detenimiento la maleza y los arboles carentes de espíritu. Terminaron tomando un riachuelo como sitio de descanso, éste era el punto con más claridad que habían encontrado en ese boscaje sombrío. La tensión en el ambiente era palpable. Las cazadoras desmontaron de Kára sin intercambiar palabra alguna. Desviaban la mirada las una de las otras y escondiendo sus gestos de inquietud y desconfianza.

Sacando un termo de la mochila que colgaba de Kára, Eva lo lanzó por el aire para que Gaia lo atrapara sin problemas.

- ¿Nos dirás lo que tramas?

Levantó la barbilla cuando Gaia le cedía el termo a Vania con el brebaje milagroso de Cleo, la mujer gato de la tribu de cazadores. Ella era la única que poseía la capacidad de crear semejante extracto para sanar las heridas y sobrecargar el cuerpo de energía.

-No tramo nada -comentó frotándose los ojos, por alguna razón le ardían y se estaba convirtiendo en algo frustrante-. Pero estoy segura que esas sabandijas sí.

Tanto Gaia como Vania fruncieron el ceño. Si Evangeline tenía una corazonada es porque algo pasaría. Nunca se equivocaba. Cuando se le metía una idea en la cabeza no se quedaba quieta hasta que esa sensación de molestia se quitara de su pecho.

- ¿Qué te inquieta, Eva? Dinos, somos un equipo y estamos para apoyarte -rogó Vania sentándose en las raíces de un árbol y lanzando el termo a su líder para que tomara del brebaje.

Observando de forma obsesiva el termo entre sus manos, Evangeline se dignó a explicarles a sus más fieles compañeras y amigas sobre su sospecha. Les contó de manera calmada y explicita que estaba casi convencida de que la aparición de los vampiros en la zona oeste del bosque era una mera distracción, que la pequeña pero intensa batallas que habían tenido eran para que no dieran con el interés oculto de los chupa sangres. Sentía que el verdadero peligro se encontraba muy cerca de donde se hallaban y que la exagerada horda de vampiros era un medio para asegurarse de que ellas no pudieran avisarle a nadie de su hallazgo.

Para Gaia y Vania tampoco pasaba desapercibido que Evangeline constantemente se rascaba el cuello y el hombro de una manera casi revoltosa.

-Veamos el mapa para encontrar una vía segura, debemos salir de aquí. -del pequeño bolsillo de su porta armas que tenía amarrado en su muslo, sacó una pequeña esfera para lanzarla en el suelo-. Ni si quiera sé en qué parte exacta estamos del bosque.

Con su pie derecho presionó suavemente el objeto, activándolo y provocando que de ella salieran varios rayitos de luz. En instantes se creó un holograma amarillo que mostraba su localización actual.

-Rutas alternativas al área C554 sector oeste-solicitó Evangeline con voz de mando al mapa 6D, colocándose de cuclillas para examinar mejor sus opciones-. Eliminar las rutas que vayan al sur o al casco centrar del bosque.

Vania se posicionó al lado de su líder, pero no sólo para ver el mapa. También lo hizo para cerciorarse de la leve erupción alérgica que tenía en su blanca piel. Sus ojos de conectaron con los de Gaia y con un leve asentimiento confirmó a su compañera lo que temía.

-Eva, ¿por qué no has bebido del brebaje?-cuestionó Gaia.

- Estoy bien. Lo tomaré cuando decidamos que ruta de escape realizaremos.

- ¿Dónde te mordieron?-quiso saber Vania.

Evangeline empezó a murmurar maldiciones por lo bajo.

-Como les decía, creo que lo más prudente es que tomemos la ruta A32 ya que... -No pudo continuar porque las otras dos hicieron que besara el suelo-. ¿Qué demonios? Les ordeno que me suelten.

-Bla, bla, bla. Puedes meter tus órdenes por donde más te quepan, Capitana -se mofó la salvaje.

Evangeline solo podía bufar de frustración. Era imposible salirse de la pequeña cárcel de piel que la rodeaba, mientras sus dos subordinadas seguían haciendo un cateo en su cuerpo. Vania se encontraba sentada en su espalda de tal manera que ella no podía moverse. Y Gaia había usado a Kára para que montara una de sus patas sobre las piernas de su líder, de esa forma podía verificar en dónde estaba la mordida del puto vampiro.

-La mordieron en la pantorrilla -dijo Gaia alzándose rápidamente y buscando la jeringa en una mochilita que abrazaba el lomo de la felina.

-Nunca entenderé por qué eres la única que reacciona así a las mordidas de vampiros -le cuestionó Vania.

-Es por la espada-Evangeline apretó fuertemente los dientes, cuadrándose la quijada.

-Aquí está el antihistamínico. Ya verás cómo te pondrás bien-aseguró Gaia mientras terminaba de llenar la jeringa con el antialérgico de Evangeline.

-Lo sé, lo que digo es; ¿porque tú eres alérgica? Ninguna de nosotras es alérgica al veneno que dejan los vampiros impuros -Vania rectificó su pregunta-. Nos debilita, más no tenemos reacciones alérgicas.

-La Wallece modifica mi ADN y, como ella rechaza a los vampiros, mi sangre los rechaza igual.

Dios, la iban a inyectar.

-Eva, relájate, no sé por qué siempre haces drama con esto -la riñó.

-Matas a bestias todas las noches y teme por una inyección-bromeó Vania.

-Arg. Saben que no es la inyección, es el puto antialérgico de Cloe lo que detesto. -Trató de relajarse-. Siempre que lo uso me pone co... -Esta vez no pudo continuar hablando porque ya el antihistamínico estaba corriendo por su cuerpo.

-Te pone como mensa, eso ya lo sabemos -Vania se ponía de pie.

-Traidoras-susurró la líder con ojos soñolientos.

Ambas chicas negaron levemente con sus cabezas. Realmente Evangeline odiaba esa medicina. Era muy incomodo para ella que ninguna de sus compañeras tuviera complicaciones con sabandijas de tan bajo nivel.

Gaia y Vania la iba a recostar de un árbol, pero Kára se interpuso en un mensaje implícito de que para su jefa era mejor su pecho cubierto del suave y abrigador pelaje. Acurrucó a su adorada Evangeline, esperando que el efecto de su medicina pasara con rapidez.

Necesitaban salir de esa boca de lobos.

-Quince minutos y ya estarás como nueva. -le guiñó un ojo Gaia-. Lo prometo.

-Nosotras estaremos montando guardia.

- ¡Listo! -sonrió Gaia-Le acabo de dar las coordenadas a Jack.

- ¿Para qué malgastar el tiempo con ese troglodita? -susurró mientras se acurrucaba más a Kára, a su vez esta ronroneaba de gusto-. Ni creas que se me olvidó que me traicionaste, en casa arreglaremos cuentas.

Vania miro de manera suspicaz a Evangeline por un largo rato, haciéndose interrogantes de su condición, y sin aguantarse un pelo preguntó:

- ¿Has pensado alguna vez en si tu cuerpo también repela el veneno de una mordida de un puro?

- ¿Porque no lo pruebas tú? -sonrió petulante a su amiga-. Realmente no lo sé. Lo único que sé es que no uso vacunas como ustedes. -Tapó media cara con su antebrazo-. Igual los impuros no son capaces de convertir a un humano en vampiro. Los matan, beben hasta la última gota de su cuerpo al drenarlos por completo, pero no son capaces de convertir.

- ¿Y si uno lo llegara a lograr? -preguntó interesada Gaia.

-Simplemente no pueden. Y para ser sincera no quiero averiguar si un vampiro puede o no convertirme.

-Mejor cambiemos de tema -ofreció Vania-. ¿En cuánto tiempo estará Jack y sus monos con nosotras?

-Dentro de diez a quince minutos.

Pobres, pensó Evangeline. Pobre de esos jóvenes cazadores guiados por el idiota de Jack. Nunca logró soportar a ese hombre por la forma en la que trataba a Sebelius. Él era el gorila mascota de su familia, así como lo era Kára para la de ella. A diferencia de cómo Eva trataba a Kára por igual, Jack trataba a Sebelius como una herramienta, como un objeto al cual se le podía suplantar.

Ella más que nadie sabía perfectamente que eran irremplazables. Únicos. Un regalo mágico de la vida. Sólo los que tenían a un compañero sabían el gran secreto que se ocultan tras esos ojos tan expresivos y característicos capaces de traspasar un alma.

Y sí, jamás le gustó la forma de pensar de ese tipo. Compadecía a su amiga, quien estaba pérdida por él, pero le molestaba enormemente que no dudara ni por un segundo en poner en riesgo la vida de Sebelius para salvaguardar la suya.

-Sólo espero que no malgaste tanto a Sebelius.

-Sí...

-Es un completo patán -agregó Vania.

-Ya.

- ¿Gaia, se puede saber qué te pasa?

-Siento que nos observan.

Kára cubrió más con su cuerpo a Evangeline casi al punto de asfixiarla. Se encontraba dopada y no estaba en condiciones óptimas para entrar en una batalla, debía protegerla a toda costa. El animal esperaba a que las otras dos cazadoras fueran más que suficiente para enfrentar lo que sea. Asechadas y un poco en desventaja, todas agudizaron sus sentidos para encontrar a su acosador nocturno, pero no se sentía nada, sólo estaba la sensación de ser observadas.

Kára, con su agudísimo olfato, no detectó nada nuevo. El bosque seguía oliendo a muerte y destrucción. Decidió enfocar sus oídos, para detectar algún latido o respiración que no fueran de las guerreras que la acompañaban, y nada. Absolutamente nada.

Estaban siendo cazadas y no tenían la menor idea de lo que fuera. Kára como última medida soltó su estruendoso rugido y con él produjo ondas de sonido. La felina bestia, inmediatamente se puso en alerta. Lo había detectado y no le gustaba lo que descubrió. Alzándose en su majestuosas cuatro patas en una posición defensiva, miró directamente en el punto exacto en donde se encontraba su enemigo.

-Activen el depósito de ondas, seguro es un espectro lo que nos asecha -advirtió Evangeline todavía mareada por la dosis del antihistamínico que corría por su torrente sanguíneo.

Eso hicieron sin rechistar, tocando un pequeño artefacto que se encontraba introducido atrás de su oreja izquierda a la par que una gema que poseía en el medio de su frente. Los ojos de las cazadoras brillaron momentáneamente de un color lila. Pero esto duró sólo unos segundos. Con una perspectiva mejor de su entorno y aprovechando el aumento de su capacidad de ver en la oscuridad, identificó que el espectro se encontraba a menos de cien metros de ellas.

- ¿Cuánto dijiste que falta para que llegue Jack? -susurró una alarmada Vania.

-Debe de estar ya a menos de siete minutos -indicó Gaia.

Evangeline levantó un poco su cuerpo preocupada por las caras blancas y el sudor que corría por ellas.

- ¿Qué demonios pasa? -quiso saber.

Sin esperar más hizo lo mismo que sus compañeras y lo que vio le puso los vellos de puntas, era un espectro con forma de oso grizzly. Su cuerpo estaba formado por múltiples huesos de anteriores victimas, musgo y ramas. Era tan o más grande que la misma Kára. Lo había confundido con una pequeña montaña de escombros, cuánto se había equivocado.

- ¡Eva! -le advirtió Gaia-. Ni lo pienses.

-Nosotras no encargamos -la censuró la pelinegra-. No estás en condiciones.

Iba a rebatir a su amiga sobre estar o no estar en condiciones, pero un fuerte gruñido la paralizo. El espectro abrió sus fauces, mostrando su verdosa dentadura. Se alzó en sus dos patas traseras, enseñándoles su descomunal tamaño y volviendo a gruñir a la vez que recuperaba su anterior postura de cuatro patas. Seguidamente tomó velocidad para arremeter hacia sus próximas víctimas.

-Debemos evadirlo hasta que lleguen los refuerzos.

-Vania, me gusta tu idea pero ese infeliz tiene su vista clavada en Kára -replicó Gaia.

No podían dejar que ese ser del mal se acercara a Kára y mucho menos a Evangeline. Y menos ahora que estaban seguras de que la felina daría su vida para que su ama no tuviera ningún rasguño. Y tal sacrificio no lo podían permitir. Evangeline no se lo perdonaría a ninguna de las tres, inclusive a ella misma, si Kára saliera lastimada inútilmente lo pagarían. Gaia, de un bolsito que tenia amarrado en su muslo derecho, sacó una véngala para atraer la atención del oso a ella.

Tenía que funcionar.

-Teddy, ven por mí -bromeó la rubia-. Ven, infeliz.

El saco de hueso desvió su mirada a ella para después mirar a la pelinegra. Se acercó a ellas como un rayo, habían logrado alejarlo de una preocupada Evangeline y una ansiosa Kára. Sin embargo, el espectro logró atrapar con sus fauces la pierna izquierda de Vania. La zarandeó hasta lanzarla a unos metros. Su cuerpo impactó contra el tronco de un deteriorado sauce, haciendo que soltara alaridos de dolor hasta que se encontró con la inconsciencia.

Evangeline se arrastró hasta Kára. No podía simplemente ver como ese despreciable ser jugaba con los cuerpos de sus amigas. Miró con pánico a Vania, quién perdía una gran cantidad de sangre. Le horrorizaba cómo su amiga de toda la vida iba perdiendo el color de su piel y un charco carmesí empezaba a adornar su frágil figura. Desde el lomo de Kára lanzó fragmentos de un segundo dardo con una sustanciosa dosis del brebaje de Cleo. Esperaba que no fuera tarde para la pelinegra.

Observó con determinación asesina al culpable del deplorable estado de su camarada. El infeliz estaba llevando al límite la resistencia de Gaia. Ella esquivaba los zarpazos por los pelos y Eva se dio cuenta de que no duraría mucho tiempo más esquivándolo. Tarde o temprano se cansaría y esa bestia la haría trizas.

Desplegándose a máxima velocidad para exterminar a la mole de hueso, presenció lo que más temía. El oso le había atentado un fuerte zarpazo en la espada de Gaia, haciéndola caer de bruces en el suelo, para después morderla en el vientre y correr con ella lejos.

- ¡Maldito! -gritó hasta el punto de desgarrase la garganta-. Vamos Kára, no podemos dejar que se la lleve.

Kára corrió con mucha más velocidad de la que nunca había empleado. Pero por más que corrieran nunca terminaban de alcanzarlo, el espectro se distanciaba de ellas. Sabía que Gaia no estaba muerta, de lo contrario no podría usar su energía vital.

- ¡Gaia! -soltaba constantemente como si tuviera poseída-. ¡Gaia!

- ¡Evangeline!

- ¡Gaia voy por ti!

-Evangeline -se volvió a escuchar esa voz a la lejanía.

¿Quién era? ¿De quién era la voz?

Su persistencia ya la estaba empezando a molestar, ¿es que no sabía que debía rescatar a su amiga?

-Vamos, Kára, mas rápido-suplicó a punto de llorar.

No era posible. No podía perder a sus amigas. No de esa forma.

- ¡EVANGELINE!

- ¿¡QUÉ!?

-Vas tarde a clases -escuchó la voz monótona de su hermana menor.

- ¿Cómo?

Abrió lentamente sus parpados para percatarse de que se encontraba en su cuarto. La realidad la cubrió como un balde de agua fría; todo había sido un sueño. Uno que estuvo a poco de causarle un infarto.

Tapó media cara con su almohada y recuperó el aire que había perdido cuando dormía.

Otra vez. Había viajado a ese mundo otra vez.

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Glosario:

Claymore: Gran espada en acepción Escocesa.

Katana: Se refiere a un tipo particular de sable de filo único, curvado, tradicionalmente utilizado por los samuráis. Su tamaño más frecuente ronda el metro de longitud y el kilo de peso. Es de origen japonés.

Buk: Bombas.

Sai: Es un arma de origen asiático, preservada en su manejo en okinawense. Su forma básica es la de una daga sin filo pero con una aguda punta, con dos largas protecciones laterales ("guarda manos" o "tsuba" en japonés) también puntiagudas, unidas a la empuñadura. Los sai se construyen de variadas formas, en algunos, la punta central es redonda y lisa, mientras que en otros es octagonal.

Antihistamínico: Antialérgico.

Troglodita: Hombres de las cavernas "salvaje o bruto"

Capitulo dedicado a mi Madrina.


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