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—Eres hermosa—afirmó.

Ella no respondió. Él acarició su rostro y la besó tiernamente en los labios.

—Lamento arruinar tu perfecto rostro, pero necesito tus ojos para ponérselos a ella.

Acercó la muñeca de porcelana a la mesa de operaciones, para que Dana pudiera verla.

Dana no podía moverse debido al sedante, pero su sentido del tacto aún funcionaba. Sentiría cada parte del procedimiento.

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