Capítulo 38. Hueles a lluvia
──❀•❀──
—¿Dónde se metió tu amiga "la obesa"?
—No la llames así, Miranda —rechisté molesta.
—¿O qué? —Se plantó delante de mí y me empujó—. Enana apestosa
—Afortunadamente, pronto me iré de aquí y no podrás molestarme más.
—¡Qué lástima!, tu pobre amiguita va a sufrir el doble.
Yo no había visto a Alice desde la mañana, ya casi era medio día, por lo que fui a buscarla.
—Alice, te traje la tarea —la llamé y toqué la puerta insistentemente, pero no respondía—. ¡Abre, es la policía!
Sabía que estaba ahí, podía escuchar ruidos provenientes del interior. Recordé que yo tenía un juego de llaves de su dormitorio, así que abrí la puerta y entré.
—¿Qué haces?
Ella estaba parada en el marco de la ventana, el viento desordenaba sus cabellos y meneaba su falda.
—¡Baja de ahí! —Me aproximé a ella con cuidado e intenté hablarle, pero parecía que no escuchaba—. ¿Alice?
Ni siquiera notó mi presencia, tenía la mirada vacía y sus ojos estaban inundados de lágrimas. Ella saltó y solté un grito que me desgarró la garganta.
—¡ALICE!
Me asomé por la ventana y vi su cabeza rebotar contra el asfalto.
—Vengan, por favor —Bajé las escaleras corriendo, mientras pedía ayuda—. ¡E-es Ali!
—¿Qué pasa?
Cuando llegué hasta donde había caído, se me revolvió el estómago. Era la peor imagen que había visto, había mucha sangre.
—No Ali, ¿qué hiciste? —Me arrodillé al lado de su cuerpo y la sacudí con la esperanza de que reaccionara, pero no funcionó—. Alice, resiste.
Murió, y una parte de mi con ella...
──❀•❀──
—Ruth, reacciona.
—Uhm, ¿qué pasó? —pregunté desconcertada.
—Te desvaneciste y me preocupé —explicó mientras palpaba mi frente revisando mi temperatura—. ¿Te sientes mejor?
—S-sí, eso creo —titubeé sobándome las sienes.
—Vámonos, hay que refugiarnos de la lluvia —Nick se puso de pie y me dio la mano para ayudarme a pararme.
—¡Estás helada! —Nick frotó mis manos con las suyas.
—T-tú también —mascullé tiritando de frío.
Bastaron unas cuantas gotas de lluvia para que me diera un ataque de estornudos, Nick se quitó su chaqueta para ofrecérmela.
—No, Nick —me rehusaba a aceptarla e intenté devolvérsela, pero él se negaba.
—Yo estoy bien, tú la necesitas más —insistió, así que no tuve más remedio que ponérmela.
Caminamos hasta la parada y esperamos unos minutos, pero como no pasaba ningún autobús y la lluvia no cesaba, Nick sugirió que fuéramos a su casa, que nos quedaba más cerca. Seguimos andando bajo la lluvia, cuando, de la nada, apareció un coche que pasó por un enorme charco a toda velocidad y nos empapó por completo.
A Nick la camisa mojada se le pegaba al cuerpo y yo tenía agua dentro de mis botas. Por suerte, no nos tomó mucho tiempo llegar a su casa. Se tentó el cuerpo buscando algo, luego metió la mano dentro de uno de los bolsillos de la chaqueta que me había prestado y sacó un juego de llaves. Abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarme pasar primero.
—Carajo, el cielo se está cayendo —se quejó mientras se descalzaba los pies, o hice lo mismo, y tiré el agua que guardaba en mis botas en un maceta del corredor.
—El hombre del clima dijo que no llovería hoy.
—Creer en el reporte meteorológico, es como creer en el horóscopo —comentó divertido mientras negaba con la cabeza.
Nick y yo nos volteamos a ver, ambos estábamos completamente mojados y un pequeño charco se había formado bajo nuestros pies.
—Sígueme, tenemos que secarnos.
Él me sujetó de la muñeca y me condujo hasta su habitación, era espaciosa aunque un poco desordenada.
—Será mejor que te quites esa ropa.
—¿Cómo dices? —solté confundida.
—D-dejame buscarte algo —masculló por lo bajo y comenzó a abrir unos cajones y rebuscar en su interior, aventando varias prendas al suelo—. Me temo que todo lo que tengo te quedará grande —dijo antes de salir de la habitación.
—Amigo, tienes un problema —murmuré para mis adentros al ver que en su habitación había un estante lleno de objetos tan diversos, ordenados como si se tratara de una exhibición.
Nick carraspeó a mis espaldas haciendo que me sobresaltara.
—No toqué nada —dije alzando las manos.
—Descuida —exclamó restándole importancia—. Si algo te gusta, puedes llevártelo.
—No, coleccionas puros cachivaches. —Nick soltó una risa nerviosa.
—Espero que eso te quede —Me entregó un par de prendas de ropa y una toalla.
—Oh, gracias.
Me indicó el camino al baño, y me di una ducha rápida antes de cambiarme de ropa. Cuando salí del baño, encontré a Nick vistiéndose, noté que tenía unos curiosos hoyuelos marcados en la parte baja de su espalda. Cuando me descubrió mirándolo, me puse roja y cubrí mi rostro con mis manos avergonzada, él sonrió de manera ladina.
—Hay que llevar eso a lavar —sugirió señalando la ropa mojada que cargaba entre mis brazos.
Lo seguí al cuarto de lavado y como ninguno de los tenía mucha idea de cómo funcionaba la lavadora, solo arrojamos la ropa, le echamos un puñado de detergente y oprimimos todos los botones. Nos sentamos en el suelo observando en silencio la ropa girar a través del cristal.
—¿Cómo conocías a Alice? —me preguntó vacilante.
—Ella era mi amiga, asistíamos al mismo colegio.
—Qué coincidencia, la chica que me gustaba era tu amiga —replicó pensativo—. ¿No te parece extraño que no nos conociéramos desde antes?
—Sí, no entiendo por qué Ali nunca me habló de ti...
—Espera, ¿nunca te contó de mí? —farfulló indignado e hizo un ademán emulando un corazón roto—. No me digas eso, ¡qué triste!
Negué con un movimiento de cabeza mientras me esforzaba por hacer memoria, y de pronto recordé a un chico que ella solía mencionar...
—¿Nicky?
—Uy, hace años que nadie me llama así —espetó extrañado.
—¡Eras tú! —grité asombrada—, ¿cómo iba a saberlo? —le di un suave golpe en el brazo.
—Por favor, Nick y Nicky son casi lo mismo.
—Nick es un nombre muy común. —Él giró los ojos como si todo fuera muy evidente—. Además, ella te describió como un chico rarito con acné y frenillos, tú no tienes nada de eso.
—Bueno, antes sí —admitió un tanto avergonzado—. Digamos que la pubertad me sentó bien —musitó y me guiñó el ojo.
—Entonces, ¿antes eras feo? —Lo cuestioné al tiempo que lo examinaba de arriba abajo. Él respondió ladeando la cabeza de un lado a otro—. Con razón Ali no te hizo caso.
Nick levantó las comisuras de sus labios forzando una sonrisa, pero su rostro denotaba melancolía.
—En realidad, ella murió antes de que pudiera confesarle mis sentimientos —declaró circunspecto.
—Ah, lo lamento.
Nos quedamos en silencio unos instantes.
—¿Ruth?
—¿Qué?
—Te quedaste callada de repente, ¿en qué piensas?
—Yo la vi morir —confesé y luego suspiré profundo—. Todavía recuerdo como el color se borró de sus ojos y como el viento le arrebató su último aliento.
—Debió ser muy fuerte para ti —musitó comprensivo—. Lloré mucho cuando me enteré.
—Nick, yo no quería que muriera —declaré encogiéndome de hombros.
—Nadie lo quería.
—Quizá yo no la empuje, pero la abandoné cuando más me necesitaba —sollocé y me sobé la nariz—. Yo sabía lo que sufría y en lugar de ayudarla, me alejé de ella porque no quería que me hicieran lo mismo.
—No fue tu culpa. —Con sus dedos peinó mi flequillo mojado hacia atrás.
—Fui una pésima amiga, porque cuando alguien está al borde de un precipicio, no lo abandonas.
—Ruth, eras solo una niña.
—Ella también, y no se merecía nada de lo que le pasó —chillé sin poder contener las lágrimas—. No hay justificación que valga
—Eres muy dura contigo misma —siseó y palmeó suavemente mi espalda.
—Pensé que con Elton sería diferente, pero volví a fallar como amiga —Me costaba hablar porque sentía un nudo en la garganta—. Perdí a mis amigos, y los extraño.
—Escuchame Ruth —Nick tomó mi rostro entre sus manos obligándome a verlo—. No fue tu culpa lo de Alice, y mucho menos lo de Elton.
Recargué mi cabeza en su pecho y solté el llanto, mi cuerpo temblaba y las lágrimas no dejaban de salir.
Hablar de Ali me rompe un poco, es una herida que no ha cicatrizado del todo.
—No llores, ya me he mojado demasiado —Nick tomó una toalla y la frotó suavemente sobre mi cara, luego me cubrió la cabeza y me besó en la coronilla.
—Tienes razón —me limpié las lágrimas y aspiré hondo para calmarme.
—¿Quieres un poco de té? —preguntó gentil y yo afirmé con la cabeza.
Nos dirigimos a la cocina, y él puso la tetera en la estufa con la llama alta.
Nos sentamos a la mesa esperando a que el agua hirviera. Sostuve mi cabeza sobre las manos apoyando mis codos en la mesa, Nick estaba frente a mí viéndome fijamente sin decir nada.
—Se supone que debería estar en casa —dije al mirar la hora en el reloj de la pared—. Creo que debería pedir un taxi.
—Deberías pedir una lancha —bromeó Nick, y yo reí de manera involuntaria.
La cafetera chifló y Nick sirvió dos tazas.
Alcé la taza con ambas manos y la soplé antes de beber. No sé qué tipo de té era, pero sabía muy amargo.
—No, me gusta ponerle azúcar a mi té, prefiero comerla por separado —comentó Nick mientras vertía un poco de azúcar en la palma de su mano, para después lamerla.
—Qué raro eres.
—¿Quieres?
Levante los hombros indiferente y respondí no muy convencida: —De acuerdo.
Nick se inclinó hacia mí, con una mano sujetó la mía y con la otra, trituró un terrón de azúcar sobre mi palma. Humedecí los labios con la lengua y los granos de azúcar se adhirieron a mi boca, tenía un gusto demasiado dulce, y no pude evitar hacer muecas.
—¿No te gustó? —cuestionó con una sonrisa socarrona y negué con la cabeza.
Se acercó aún más, acortando la distancia entre los dos y sentí sus ojos clavados en mis labios, lo que me puso nerviosa.
—Espera, tienes azúcar aquí —susurró contra mi boca, me tomó del mentón y apretó mis labios con las yemas de los dedos, retirando los pequeños granos de azúcar. Mi corazón se aceleró, cerré los ojos y me besó. Sentí sus labios húmedos y tibios presionando los míos con besos suaves que se van profundizando poco a poco.
—Nick, esto no puede ser —Cuando caí en cuenta de lo que estaba pasando, lo empujé—. N-no te confundas —exclamé mientras recuperaba el aliento.
—Yo no estoy confundido —balbució mientras acariciaba mi mejilla con el dorso de su mano—, estoy enamorado de ti.
Abrí los ojos como platos y me quedé paralizada con la boca abierta, no podía hilar palabra, no me esperaba esa confesión.
—Pero, yo... No, no —De mi boca solo salían palabras sin sentido.
—Ya sé, joder —Me interrumpió alzando la voz—. No necesitas decirlo Ruth, todo el mundo sabe que a quien quieres es a él —clamó en un grito ahogado.
—Lo siento —susurré agachando la mirada.
—No te disculpes —resopló rascándose la nuca—. Aunque me duela admitirlo, él es un mejor partido para ti que yo.
—No digas eso.
—Es la verdad —pronunció en un hilo de voz—, y acomodó un mechón de mi cabello mi detrás de la oreja y no debes sentirte mal
—Nick...
—Shh —Posó su dedo índice sobre mis labios para callarme—. Después de Alice, creí que jamás volvería a enamorarme hasta que te conocí.
No dije nada, solo lo miré sin saber cómo reaccionar; quería ser honesta, pero no quería lastimarlo... Quería corresponder sus sentimientos, y también, dejar de sentir.
Nick se dio la media vuelta y comenzó a caminar de un lado a otro mirando al techo. Me planté delante de él y sin pensarlo, lo abracé con fuerza.
—Te quiero, Ruth.
—Hueles a lluvia.
—Si fuera más listo, renunciaría a esto que siento —recargó su barbilla en mi cabeza mientras acariciaba mi espalda—. Si no fuera tan necio, no me aferraría a la remota idea de que tú algún día me harás caso.
—¿Esto cambia las cosas? —pregunté temerosa de lo que pudiera decirme—, entre nosotros.
—Si tú sintieras lo mismo, seguramente si —respondió esforzándose por esbozar una sonrisa.
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