Capítulo 19. Aspirinas
La siguiente semana presentaríamos la obra de nuevo, y el señor Russell, estaba algo irritable por los preparativos de la función. Siempre se ponía así cuando se acercaba la fecha de estreno, se estresaba porque quería que todo saliera perfecto.
—Por hoy cerramos el telón. Descansen y nos vemos el jueves —dijo a modo de despedida el profesor Russell.
Guardé mis cosas y me puse la mochila en el hombro. Me encontré a Nick en la puerta del auditorio, cuando pasé a su lado me abordó con una pregunta —¿Cómo vas Ruth?
—¿Cómo voy con qué? —solté sin entender de qué hablaba.
—Me refiero a que si ya ajustaste el vestuario.
¿Vestuario?... Ah, ese vestuario.
—No. Aun no, pero descuida lo tendré listo pronto —aseveré, pero la verdad es que ni siquiera había comenzado a trabajar en ello.
Hizo un ruido de ardilla al tiempo que movía la cabeza de un lado a otro. ¡Cómo me molesta ese sonido!
—Ese novio tuyo te está distrayendo —Se regodeó en sus palabras.
—No, claro que no —negué tajante. —Es solo que he estado ocupada. Y Lukas no me distrae —recalqué.
—Sí, sí, lo que digas —Cuchicheó divertido.
Conversábamos mientras nos hicimos compañía hasta la de salida de la escuela.
—Tú me estás distrayendo —Fruncí el ceño y le expresé con disgusto—. Mejor ve con tu novia o se va a molestar.
Me miró con un gesto de confusión en el rostro —Yo no tengo novia.
—¿No estás saliendo con Samantha? —lo cuestioné. Él me respondió negando con un movimiento de cabeza.
—Pensé que entre ustedes había algo —balbuceé y me recriminé mentalmente por dar por sentado cosas de las que no tenía certeza. Aunque no pude evitar alegrarme porque no salía con ella.
—No. Samantha es guapa, pero no somos nada —declaró mientras la observaba a la distancia. —Estuve reflexionando lo que me dijiste el otro día... —Se alborotó el cabello con las manos y continúo hablando en un tono meditabundo—. Creo que tienes razón, tal vez deba permanecer soltero por un tiempo.
Lo miré perpleja y dije—: No sé qué es más sorprendente, que me des la razón o que quieras dejar de ser un mujeriego.
—No soy un mujeriego —protestó indignado.
—Claro que sí —declaré con seguridad—. Cambias de novia cada que te aburres, como si ellas fueran desechables.
—No es cierto...
Estaba haciendo enojar a Nick, y a mí me divertía provocarlo.
—¿Ahora qué sigue? ¿harás un pacto de celibato? —le pregunté entre risas.
—¡Basta, Ruth!
—Ustedes actúan como un matrimonio disfuncional —Apareció de pronto Twenty, sorprendiéndome—. ¿Qué se traen?
—Nick asegura no va a tener novia por un tiempo —le platiqué a Twenty. —Quiere reivindicarse y dejar de ser un playboy —dije guiñándole un ojo.
Nick me miró mal. Twenty alzó una ceja incrédulo por lo que le contaba. Giró para ver a Nick y este le hizo un gesto afirmativo —Sí, pero es temporal.
—¿Y si vas a poder? Tú no duras soltero más de una semana —señaló Twenty, dándome la razón.
—Basta los dos, están exagerando —alegó Nick.
—No, casi podría asegurar que has salido con la mitad de las chicas del instituto —argumentó Twenty, yo respaldaba lo dicho con un movimiento de cabeza.
—¿En qué concepto me tienen? ¿Qué tipo de hombre creen que soy?
Twenty y yo nos miramos con complicidad y dijimos al unísono—: ¡Eres un playboy!
Extendí mi brazo hacia Twenty y chocamos los puños.
—¡Qué pesados! —Resopló, pero podría jurar que una sonrisa se dibujó en sus labios. Avanzó velozmente dejándonos atrás, Twenty y yo lo seguimos riéndonos, pero aceleramos el paso al ver que se alejaba.
—Oye Ruth, ¿por qué no te acompaña Morgan? —preguntó visiblemente interesado Twenty.
—Se fue temprano, creo que tenía un evento en la iglesia.
Los padres de Morgan eran fervientes cristianos, y siempre estaban metidos en la iglesia. Aunque Morgan no era una fanática religiosa como ellos, si formaba parte del grupo de alabanza de su congregación, ella cantaba ahí desde antes del coro.
—¿Y dónde dejaste a tu novio? —Esta vez fue Nick el que me cuestionó.
—Está entrenando, pero lo veré afuera —expliqué—. No quiero darle más problemas con su coach. A mi mente vino el vergonzoso incidente del otro día.
—Entonces, ven con nosotros a la tienda —Me invitó Twenty con cordialidad, y como yo no tenía nada que hacer, salvo esperar a Lukas, accedí.
Íbamos camino a la tienda de servicio que estaba a un par de manzanas del Instituto, cuando nos topamos con un hombre de color, alto y fornido, vestido como rapero de barrio bajo. Estaba sospechosamente recargado en un auto estacionado y nos veía sigilosamente.
—Adelántese, en un momento los alcanzo —nos pidió Twenty y marchó dando largas zancadas en dirección al sujeto extraño.
—Es su dealer —me susurró Nick al oído. —Será mejor que no hagas contacto visual —me sujetó del brazo y yo me aferré al suyo.
Así que ese hombre era el que le vendía las drogas a Twenty? A todas luces, era un tipo peligroso.
Nick y yo entramos a la tienda; tomamos un par de bebidas energéticas, y pusimos los productos sobre el mostrador.
—¿Tiene aspirinas? —preguntó de pronto Nick al joven que estaba por cobrarnos. El dependiente se dio la vuelta para buscar las pastillas, y Nick aprovechó que nos dio la espalda para meter en el gorro de mi sudadera un paquete de gomitas.
Se puso detrás de mí y me rodeo con sus brazos —Actúa natural —me susurró. Yo estaba completamente ofuscada ¿Qué acababa de pasar? Mantuve mi cabeza agachada, por si había cámaras de seguridad... Yo ya no quería más problemas.
—Listo —Colocó un par de pastillas en el mostrador. ¿Algo más? —preguntó el joven que nos atendía.
—No, está bien. —Yo observé a Nick con detenimiento, ¿cómo podía actuar tan normal?
Nick sacó un par de billetes de su cartera y pagó, él tomó los productos entre sus brazos y salimos del local con discreción. En cuanto estuvimos lo suficientemente alejados de la tienda encaré a Nick. —¿Por qué hiciste eso? —le recriminé.
—Venga Ruth, no nos meterán en la cárcel por unos dulces —dijo restándole importancia.
Saqué el paquete de gomitas de mi gorro y se los aventé, él los atrapó en el aire.
—Vamos, no te enojes —me habló en un tono dulce, casi suplicante—. Te daré tu parte del botín.
—No, no me gustan —Me crucé de brazos y le di la espalda—. No quiero que me involucres.
Nick se sentó en la banqueta, mientras abría el paquete con los dulces. —Mentira, a todo el mundo le gustan los ositos de gomita —Tomó un puñado de gomitas y se los metió a la boca—. Ruth, ¿cuáles son tus favoritos?
Al percatarse de que no le respondía, él habló —A mí me gustan más los ositos rojos.
—No sabía que eras un ladrón —mascullé con decepción.
—¿Ladrón? —soltó una risita nerviosa—. Es algo más complejo, la psiquiatría lo llama Cleptomanía.
Cleptomanía, recordaba haber escuchado esa palabra antes... Según sabía se trataba de una enfermedad mental que impulsa a las personas a robar. No imaginaba que Nick pudiera padecer algo así; si lo que hacía era algo que no podía controlar, no debía juzgarlo. Intenté tranquilizarme, suspiré profundamente y me senté a su lado.
—Yo prefiero los verdes —le dije más calmada.
—Excelente. Así tú te comes los verdes y yo los rojos. —Él comenzó a separar las gomitas en la palma de su mano.
—¿Y desde cuando tienes eso de la cleptomanía?
Me comí las gomitas verdes una a una mientras él me platicaba.
—Me lo diagnosticaron en secundaria. En una ocasión le robé a una maestra las llaves de su auto. Cuando descubrieron que había sido yo, llamaron a mis padres y me mandaron al psicólogo —Carraspeó y siguió contando—. El psicólogo descubrió que no era un delincuente juvenil, sino que era cleptómano. No robaba por avaricia o necesidad sino por la emoción que me provocaba tener algo que no me pertenecía. Estuve en terapia por algún tiempo...
—Por lo visto no funcionó —comenté con ironía. Él solo sonrió ante mi interrupción.
—No, yo la abandoné. No causó gran daño, casi siempre robo cosas sin importancia que las personas no extrañarían, por ejemplo; a mi vecina le hurté un gnomo de jardín, a Charlie le robé una lonchera metálica, a Samantha un gargantilla...
—¿Le has robado algo a Lukas? —lo cuestioné más seria.
—No, nada —Me miró directo a los ojos antes de volver a bajar la mirada—. Aún.
—Y a mí, ¿me has robado algo?
Permaneció en silencio unos segundos y después soltó una carcajada —Quizá ya lo hice, y no te has dado cuenta —dijo sugerente.
—Playboy cleptómano —murmuré mientras me introducía un osito a la boca.
Él sonrió de lado.
—Hey, ¡eres daltónica! También te estás comiendo los míos —exclamó con tono un tanto infantil, arrebatándome la bolsa de dulces.
Sin quererlo me estaba terminando todas las gomitas yo sola.
—¿Y qué harás con las aspirinas?
—Estas se las daré a tu novio, las necesitará —añadió con sátira.
—Ja, que gracioso —mascullé sarcástica.
Saludos, queridos lectores
*La palabra DEALER significa distribuidor, en este caso hace referencia a distribuidor de droga.
En este capítulo pudimos conocer un poco más de Nick, ¿qué piensan ustedes de él?
Esta historia es como desenredar las luces de navidad, aquí vamos a practicar la paciencia.
PD: Arriba esta la canción que escuché mientras escribía este capítulo, tiene un mood muy Twenty.
Les mando un abrazo de oso. Nos vemos en el siguiente capítulo.
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