Capítulo 12. Cazando moscas
Le pedí a Morgan que me acompañara al juego, pero se excusó con tarea, también invite a Nick, pero él me respondió que no le gustaba el fútbol. Así que fui sola. Cuando llegué al campo de la escuela, ya había comenzado el partido, me retrasé apropósito porque no quería estar presente en el homenaje que les hicieron al coach y a Charlie.
Me senté en la parte más baja de las gradas, cerca de donde se encontraba el nuevo coach, él era mayor como rondando los sesenta, y su rostro tenía un aspecto severo, como si hubiera sido tallado sobre la corteza de árbol seco; hablaba alto y su voz era ronca, así que podía oírlo con claridad.
—¿Están cazando moscas o qué? —les decía con tono irónico el coach—. Concéntrense en el juego —Ordenó alzando la voz.
Casi a punto de terminar la primera mitad, Lukas salió al campo para sumar los puntos del gol de campo y no quedar en ceros, pero falló. De alguna manera, me encontró entre la multitud, nos miramos a la distancia, su rostro lucía desencajado, avergonzado.
—¡Qué diablos fue eso! —exclamó el coach visiblemente enojado.
Incluso yo que no sabía mucho de fútbol, me di cuenta de que les estaban dando una paliza, lo hacían tan mal que dolía verlos. Cuando terminó el segundo cuarto, los halcones sumaban 14 puntos y nuestro equipo, ninguno.
Salieron las porristas, entre ellas estaban Nicole y Lisa, perfectamente vestidas con sus faldas cortas y mostrando sus amplias sonrisas. También salió Twenty, aunque no lo pude ver, él era la mascota del equipo, y usaba una gran botarga de un cuervo. El ambiente era hostil, las personas que apoyaban a los cuervos estaban decepcionadas y molestas por el desempeño del equipo, los aficionados de los halcones tenían una actitud engreída, provocaban e insultaban a los locales.
Lo mejor de todo el encuentro, fue cuando las mascotas se pelearon; primero, el halcón empujó a el cuervo, ya en el suelo, Twenty lo sujetó de la pierna haciendo que cayera, ambos comenzaron a rodar en el suelo golpeándose; eso me pareció muy divertido, casi compensó lo penoso que fue el juego.
Al terminar el juego, el coach, se quitó la gorra y la arrojó al césped con furia. El marcado final fue 28 – 0, en favor de los halcones. Los jugadores de nuestro equipo caminaban cabizbajos hacia los vestidores, yo los seguí a la distancia y me quedé afuera esperando porque quería hablar con Lukas.
—¡Carajo! Parece que se dejaron ganar —bufaba el coach, desde afuera podía escuchar sus gritos—. Sigan lamentándose por el pasado, y seguirán perdiendo.
—Pero coach... —debatía otra voz que no reconocí.
—Si me van a venir otra vez con el cuento de que si quarterback murió y que su corredor está hospitalizado mejor no abran la boca —Sus gritos eran coléricos. —No traten de justificar su mediocridad. La autocompasión no sirve nada —Sus palabras eran contundentes.
—Si no van a esforzarse más, no me hagan perder mi tiempo —vociferaba molesto. —Lárguense, hoy ya no los quiero ver —dijo tocándose las sienes.
Los chicos comenzaron a salir uno a uno desanimados, pude ver que Lukas estaba se aproximaba.
—LUKAS —Lo llamó el coach. Lukas se giró en su dirección—, nunca te vi fallar un gol de campo en los entrenamientos, no sé qué te paso —En su voz se notaba un tono de decepción. Lukas, solo agachó la cabeza y siguió caminado.
—Ruth —soltó sorprendido—. Pensé que ya te habrías ido.
—Eh? no. Vine a darte ánimos —expliqué—, pero después de escuchar lo que les dijo creo que yo necesito apoyo.
—Si es algo duro, pero tiene razón —dijo reflexivo—. Oye, que pena que al primer partido que invito, perdamos de esta manera.
—Descuida, no entendí casi nada —Mordí mi labio al percatarme de lo que había dicho.
Se me quedó viéndome, con los ojos entre cerrados y preguntó de pronto. —¿Qué harás ahora?
—Volveré a casa —respondí un tanto desconcertada.
—Te acompaño —sentenció.
—Pero traje mi bicicleta —le expliqué. Pensé que, si me iba con él debía dejar mi bicicleta en la escuela, lo cual no me parecía seguro. Una ocasión la olvidé en el estacionamiento, y me pincharon las llantas.
—Yo pedaleo —dijo resuelto.
—De acuerdo —Cedí. Y los dos caminamos sin decir mucho a donde siempre dejaba mi bicicleta.
Él puso su caso de americano en la canastilla delantera, y yo me acomodé en la parrilla.
—Agárrate bien —me sugirió. Yo asentí.
Guardó silencio un momento y exclamó —Ponte mi casco —me tendió el casco y dijo—. No quiero que te pase nada. Normalmente no usaba casco, pero me lo puse, aunque me quedaba grande, por complacerlo.
Lukas iba rápido, podía sentir la brisa rozar contra mi piel, el aire frio me daba en la cara. Yo me sujeté de las varillas de la misma parrilla con fuerza, no me abracé a él, me daba vergüenza.
—Mi casa está a la izquierda —le indiqué, pero Lukas giró hacia el lado a contrario. —¿A dónde vamos? —le pregunté confundida.
—Confía en mi —dijo divertido.
Lukas pedaleó hasta llegar un parque muy popular por la zona, estaba casi vacío por la hora. Se detuvo frente a un lago, y recargó la bicicleta en un árbol mientras yo me quitaba el casco
—Tu cabello esta tan despeinado —dijo conteniendo la risa con su mano—. Parece electrificado.
Yo me llevé ambas manos a la cabeza, tratando torpemente de arreglar mi cabello. —¿Así está mejor? —le pregunté.
—No —negó divertido. Lukas se acercó y me ayudó a arreglar mi cabello, peinándolo con sus dedos. —He venido muchas veces a este parque —comentó en tono más serio—. Pero contigo aquí es más bonito.
Al oírlo volteé a verlo sorprendida, sus palabras me sonrojaron y noté que a él también. La luz de un farol nos alumbraba, el pasto estaba cubierto por una capa de rocío, la luz de la luna se reflejada sobre el lago y en el cielo solo había unas pocas estrellas brillando débilmente. Todo ello, formaba una atmósfera intima muy linda de contemplar, pero yo solo quería verlo a él.
Nos quedamos un largo rato en silencio.
—¿Sabes? Esto se parece mucho a un sueño que tuve... —habló mirando al cielo—. La noche, el parque, tú. Un suspiro se escapó por sus labios.
—¿Y qué pasaba en tu sueño? —lo cuestioné curiosa.
—Cuando te tocaba desaparecías... —soltó con un tono melancólico. —Menos mal solo era un sueño —Me sonrió gentil.
—¿Cómo podrás distinguir a un sueño de la realidad si no me tocas?
Extendí la palma de mi mano hacia él, Lukas entrelazó sus dedos con los míos y me miro directo a los ojos.
—Sí, eres real —afirmó optimista y le sonreí. Lukas pegó su frente a la mía, sin dejar de soltar mi mano y dijo—. Ruth, no desaparezcas.
¿Cómo podría desaparecer si me sentía más viva que nunca? Por fin sentí que la barrera que ambos habíamos puesto para separarnos se derrumbaba; ahora, Lukas y yo podíamos ser nosotros mismos y estar más cerca.
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